Título: El juicio de J'onn J'onzz (II) Autor: Martín Xicarts Portada: Ernesto Treviño Publicado en: Junio 2015
El tribunal de Marte II se ha reunido para dictar sentencia sobre los crímenes cometidos por J'onn J'onzz pero ¿quienes son realmente sus miembros? ¿Qué es lo que persiguen? Entra y descubre tú mismo las respuestas!
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Mi nombre es J'onn J'onzz. Soy el único superviviente de un mundo devastado. Llevo en este planeta muchos años, los suficientes como para sentirme cómodo aquí... todo lo cómodo que puede estar un marciano entre hombres.
Manhunter from Mars creado por Joseph Samachson y Joe Certa
Resumen de lo publicado: Un extraño robot abduce a J'onn en nombre del legítimo gobierno del planeta Marte II para ser juzgado por sus crímenes.
―¡Alto! ―exclamó la marciana que se encontraba a la derecha de N’or Cott. Se había levantado de su escaño apenas Re’s Eda dictó su sentencia. Al escuchar aquella dulce voz, J’onn volvió a levantar la vista y reconoció en su rostro a Cay’an, una de las Manhunters que había tenido a su cargo hacía tanto tiempo. Recordaba en ella a una antigua amiga que dejó de ver apenas el Detective conoció a M’yri’ah, quien más tarde se convertiría en su esposa.
El hecho de verla allí ante él hizo que recorriera con su mirada al resto de los presentes. Eran un total de ocho marcianos que no dejaban de observarlo, y se dio cuenta de que los conocía a cada uno. Lo que más sentía era haberlos dado por muertos. Los más importantes de todos ellos eran quienes estaban sentados en el centro de esa formación: N’or Cott y Re’s Eda. La banda derecha la ocupaba Cott como el conocido Manhunter de las Fronteras de Marte, y de su lado estaban sentados Cay’an, Uar’en y el hermano de N’or, E’ss Cott. En la banda izquierda, junto a Re’s, estaba sentada la marciana J’ynn y los marcianos H’anc y Bo’bbi. Todos ellos eran los Manhunters más importantes y poderosos de Marte, o al menos lo fueron en su momento, cuando J’onn cumplía sus funciones como Líder de los Manhunters.
Ahora estaban allí, juzgándolo por un crimen que no había cometido pero por el que era responsable. No solamente por haber fallado como Guardián, sino porque fue su propio hermano gemelo, Maa’alef’ak, quien extinguió a la raza marciana para siempre(1). Su sangre era responsable de esa tragedia de una u otra manera, y al verlos allí frente a él, J’onn no se sentía lo suficientemente fuerte para seguir peleando. “Fuiste el Guardián de un mundo y lideraste a la Liga de la Justicia, no puedes darte por vencido ahora” dijo una voz en su interior. ¿Su consciencia quería ayudarlo? Seguramente algo así le diría Aquaman si lo viera en ese estado, o cualquier otro héroe con quien hubiese tenido el placer de pelear por una causa justa.
―No podemos condenar a alguien con tanta facilidad, debemos respetar las antiguas leyes marcianas ―dijo Cay’an, observando a sus compañeros con firmeza.
―Él mismo aceptó su culpa, no hay nada más para decir aquí ―le respondió con enojo Re’s.
―Aún así, merece una defensa justa ―interrumpió H’anc, acariciando su mentón mientras observaba con tranquilidad al acusado. J’onn recordaba en él a un hombre tolerante y siempre dispuesto a escuchar primero y pegar después.
―Podríamos compartir telepáticamente sus recuerdos para saber qué papel jugó en todo este entuerto ―agregó Cay’an, mientras los demás permanecían en silencio, esperando.
―¡No! ―volvió a interponerse Re’s Eda, esta vez dando un puñetazo en su tarima. Se lo veía completamente decidido a encontrar culpable a su antiguo amigo, no importaba si lo era o no.― No estamos aquí para juzgar si empuñó la espada del crimen. Su culpa es haber fallado en sostener el escudo para proteger a nuestro pueblo de su exterminio. Era su responsabilidad como Guardián, y suyo era el honor de liderar a los Manhunters de Marte.
―Y como tales, nos corresponde obrar con prudencia ―dijo H’anc, nuevamente con tranquilidad.― No debemos repetir los errores de aquellos quienes inspiraron nuestro nombre.
―Los Manhunters de Oa(2) no tienen lugar en esta Corte. J’onn J’onzz es el tema que nos ha reunido hoy aquí ―interrumpió N’or Cott, volviendo a poner orden.― Re’s Eda no se equivoca, debemos juzgarlo como lo haría el Consejo de Ancianos.
―Debemos dejar que el acusado dé su opinión ―murmuró audiblemente Uar’en, desde su sitio.
Todos guardaron silencio y volvieron su mirada hacia J’onn, que aguardaba pensativo en su asiento. Una duda había comenzado a crecer en su interior, y se maldecía por haberse dejado dominar por la sorpresa. ¿Por qué había aceptado tan rápido el poder de estos supuestos marcianos del supuesto Marte II? Podían estar engañándolo unos alienígenas metamorfos o unos androides que robaron las identidades de sus viejos amigos. Ciertamente poseían mucha información sobre Marte y los Manhunters, pero eso podía significar cualquier cosa. Era un detective y debía pensar como uno, así pues, ¿quién se beneficiaría con su muerte?
Manhunter de Marte se puso de pie y observó a su audiencia, dispuesto a exponerles su punto de vista. Seguía sintiéndose culpable por todo lo que había sucedido, pero no creía que les correspondiera a ellos juzgarlo, fuesen quienes fuesen.
―Soy J’onn J’onzz, Manhunter de Marte, y soy responsable por lo que le sucedió a la raza marciana. Pero no soy un ciudadano de este planeta, por lo que me niego a ser juzgado por un tribunal que desconozco y por jueces que deberían ser fantasmas ―El marciano hablaba con decisión, y su voz no se quebrantó en ningún momento.― Si son quienes dicen ser, demuéstrenlo. ¿Dónde estuvieron todo este tiempo? ¿Cómo sobrevivieron a su misión final? ¿Por qué no llegaron a tiempo?
El silencio volvió a reinar en la Corte y nadie se atrevió a quebrantarlo. Algunos de ellos se dieron cuenta que habían dado muchas cosas por sentado y que estaban obrando de forma tontamente impulsiva. Los Manhunters miraron a Re’s, esperando por una señal, que llegó cuando éste asintió levemente con la cabeza. A continuación fue el turno de E’ss Cott para robarse la atención de la sala cuando se puso de pie y llevó sus dos manos a los costados de sus sienes.
―Tus preguntas son justas, J’onn J’onzz, así que te mostraré lo que nos dispuso el destino durante estos siglos. Muchas cosas acontecieron en nuestras vidas, pero la protagonista de todas ellas fue la soledad ―dijo mientras cerraba los ojos. Todos se unieron en un enlace mental que los transportó a un túnel de recuerdos, pero se trataba de un viaje en el que J’onn era el invitado principal
El hecho de verla allí ante él hizo que recorriera con su mirada al resto de los presentes. Eran un total de ocho marcianos que no dejaban de observarlo, y se dio cuenta de que los conocía a cada uno. Lo que más sentía era haberlos dado por muertos. Los más importantes de todos ellos eran quienes estaban sentados en el centro de esa formación: N’or Cott y Re’s Eda. La banda derecha la ocupaba Cott como el conocido Manhunter de las Fronteras de Marte, y de su lado estaban sentados Cay’an, Uar’en y el hermano de N’or, E’ss Cott. En la banda izquierda, junto a Re’s, estaba sentada la marciana J’ynn y los marcianos H’anc y Bo’bbi. Todos ellos eran los Manhunters más importantes y poderosos de Marte, o al menos lo fueron en su momento, cuando J’onn cumplía sus funciones como Líder de los Manhunters.
Ahora estaban allí, juzgándolo por un crimen que no había cometido pero por el que era responsable. No solamente por haber fallado como Guardián, sino porque fue su propio hermano gemelo, Maa’alef’ak, quien extinguió a la raza marciana para siempre(1). Su sangre era responsable de esa tragedia de una u otra manera, y al verlos allí frente a él, J’onn no se sentía lo suficientemente fuerte para seguir peleando. “Fuiste el Guardián de un mundo y lideraste a la Liga de la Justicia, no puedes darte por vencido ahora” dijo una voz en su interior. ¿Su consciencia quería ayudarlo? Seguramente algo así le diría Aquaman si lo viera en ese estado, o cualquier otro héroe con quien hubiese tenido el placer de pelear por una causa justa.
―No podemos condenar a alguien con tanta facilidad, debemos respetar las antiguas leyes marcianas ―dijo Cay’an, observando a sus compañeros con firmeza.
―Él mismo aceptó su culpa, no hay nada más para decir aquí ―le respondió con enojo Re’s.
―Aún así, merece una defensa justa ―interrumpió H’anc, acariciando su mentón mientras observaba con tranquilidad al acusado. J’onn recordaba en él a un hombre tolerante y siempre dispuesto a escuchar primero y pegar después.
―Podríamos compartir telepáticamente sus recuerdos para saber qué papel jugó en todo este entuerto ―agregó Cay’an, mientras los demás permanecían en silencio, esperando.
―¡No! ―volvió a interponerse Re’s Eda, esta vez dando un puñetazo en su tarima. Se lo veía completamente decidido a encontrar culpable a su antiguo amigo, no importaba si lo era o no.― No estamos aquí para juzgar si empuñó la espada del crimen. Su culpa es haber fallado en sostener el escudo para proteger a nuestro pueblo de su exterminio. Era su responsabilidad como Guardián, y suyo era el honor de liderar a los Manhunters de Marte.
―Y como tales, nos corresponde obrar con prudencia ―dijo H’anc, nuevamente con tranquilidad.― No debemos repetir los errores de aquellos quienes inspiraron nuestro nombre.
―Los Manhunters de Oa(2) no tienen lugar en esta Corte. J’onn J’onzz es el tema que nos ha reunido hoy aquí ―interrumpió N’or Cott, volviendo a poner orden.― Re’s Eda no se equivoca, debemos juzgarlo como lo haría el Consejo de Ancianos.
―Debemos dejar que el acusado dé su opinión ―murmuró audiblemente Uar’en, desde su sitio.
Todos guardaron silencio y volvieron su mirada hacia J’onn, que aguardaba pensativo en su asiento. Una duda había comenzado a crecer en su interior, y se maldecía por haberse dejado dominar por la sorpresa. ¿Por qué había aceptado tan rápido el poder de estos supuestos marcianos del supuesto Marte II? Podían estar engañándolo unos alienígenas metamorfos o unos androides que robaron las identidades de sus viejos amigos. Ciertamente poseían mucha información sobre Marte y los Manhunters, pero eso podía significar cualquier cosa. Era un detective y debía pensar como uno, así pues, ¿quién se beneficiaría con su muerte?
Manhunter de Marte se puso de pie y observó a su audiencia, dispuesto a exponerles su punto de vista. Seguía sintiéndose culpable por todo lo que había sucedido, pero no creía que les correspondiera a ellos juzgarlo, fuesen quienes fuesen.
―Soy J’onn J’onzz, Manhunter de Marte, y soy responsable por lo que le sucedió a la raza marciana. Pero no soy un ciudadano de este planeta, por lo que me niego a ser juzgado por un tribunal que desconozco y por jueces que deberían ser fantasmas ―El marciano hablaba con decisión, y su voz no se quebrantó en ningún momento.― Si son quienes dicen ser, demuéstrenlo. ¿Dónde estuvieron todo este tiempo? ¿Cómo sobrevivieron a su misión final? ¿Por qué no llegaron a tiempo?
El silencio volvió a reinar en la Corte y nadie se atrevió a quebrantarlo. Algunos de ellos se dieron cuenta que habían dado muchas cosas por sentado y que estaban obrando de forma tontamente impulsiva. Los Manhunters miraron a Re’s, esperando por una señal, que llegó cuando éste asintió levemente con la cabeza. A continuación fue el turno de E’ss Cott para robarse la atención de la sala cuando se puso de pie y llevó sus dos manos a los costados de sus sienes.
―Tus preguntas son justas, J’onn J’onzz, así que te mostraré lo que nos dispuso el destino durante estos siglos. Muchas cosas acontecieron en nuestras vidas, pero la protagonista de todas ellas fue la soledad ―dijo mientras cerraba los ojos. Todos se unieron en un enlace mental que los transportó a un túnel de recuerdos, pero se trataba de un viaje en el que J’onn era el invitado principal
El mundo había cambiado, y ya no se encontraban en la Corte Superior de Marte II. El Detective Marciano se vio solo, como si fuera un fantasma, en lo que en otros tiempos fuera el hangar principal de Marte. Allí estaba la última nave interplanetaria de la raza marciana, que se había construido con sudor, esfuerzo y fe en el gran H’ronmeer de que podría cumplir su función. J’onn se vio a sí mismo despidiendo a los ocho valientes expedicionarios que irían en busca de ayuda; si era ese momento exacto, entonces debía estar observando los primeros días de la epidemia que había desatado Malefic. Pero como un espíritu en una memoria, el marciano debía ir a donde era guiado, por lo que su consciencia acompañó a la nave y sus tripulantes en un viaje por el espacio exterior. Recordaba perfectamente la misión que les había encomendado a sus Manhunters: debían dirigirse a Oa y exigirles a los Guardianes del Universo que enviaran al Green Lantern del Sector 2814 a salvar Marte.
Y cumplieron. Los ocho marcianos presentaron su demanda, pero no recibieron la respuesta que esperaban. El Lantern Allen Ansur, del planeta Ungara, lidiaba con una guerra entre un planeta de la orilla exterior de la Vía Láctea y unos piratas espaciales. Marte había sido abandonado a su suerte mientras los Guardianes les daban la espalda. J’onn palpitó el odio que habían sentido sus compañeros ante semejante injusticia, pero nada podía hacer al respecto: habían pasado cientos de años desde entonces, y lo hecho, hecho estaba. Sin embargo, la historia no acababa allí, puesto que su viaje psíquico continuó junto a la nave, surcando el espacio exterior. Lo siguiente que pudo presenciar le rompió el alma.
Los marcianos consiguieron regresar a Marte, meses después, pero se encontraron con destrucción y muerte. Sus familiares y amigos se habían ido a un sitio del que no podían retornar, y en aquel mundo árido y desolado sólo quedaba la tristeza de lo que había sido. Una civilización majestuosa que había encontrado su lugar en el universo y lo había perdido. Pocos sabrían que alguna vez había existido, pero para el resto caería inexorablemente en el olvido. Al no encontrar a nadie vivo, Re’s y N’or se vieron invadidos por una insana sed de venganza, y tomaron la decisión de viajar a Ungara para hacer pagar a Allen Ansur el precio de su ausencia. Pese a su superioridad numérica, los Manhunters de Marte no pudieron derrotar al Green Lantern, que se vio reforzado por varios de sus camaradas. Re’s debió ordenar la retirada, pero su siguiente plan de acción fue ejecutar distintas emboscadas para los Green Lantern que viajaban por aquel sector; finalmente tuvieron que replegarse y se convirtieron en fugitivos de la justicia galáctica, teniendo que esconderse en muchos mundos, lunas y asteroides durante cientos de años.
Eventualmente encontraron un planeta al que llamar hogar, según pudo ver J’onn en los recuerdos compartidos. Aquel mundo se llamaba Virèlan, y formaba parte de un sistema planetario que se encontraba en un extremo de la Vía Láctea. El planeta tenía características muy similares a Marte y estaba habitado por tres sociedades distintas. Los Gomag gobernaban desde la imponente Baltaz, ciudad de ciencia y poder; era el pueblo más numeroso de Virèlan, de piel celeste y cabellos blancos como las nubes, y el más envidiado por sus vecinos. Los Gomag habían entrado en guerra con los Bontos y los Forkonz, las otras dos naciones que, de menor tamaño, buscaban expandirse. Para fortuna del mundo, Re’s y sus compañeros arribaron llevando la justicia y clemencia marciana, y en poco tiempo ofrecieron tiempos de paz y prosperidad entre las distintas facciones.
En su honor, los virèlanos aceptaron renombrar a su planeta como Marte II, y se entregaron a las decisiones de la nueva Corte Superior marciana, guiada por el Manhunter Supremo Re’s Eda. Para cuando el relato mental había alcanzado ese punto, los pensamientos de J’onn se desequilibraron. Algo estaba revolviendo su mente y provocándole un severo dolor de cabeza. Pero, ¿qué era? Él sabía algo más, algo que no terminaba de cuajar con todo aquello. Lo había visto en una mente ajena y distinta, hacía no demasiado tiempo… No podía recordarlo, su juicio era como un nido de avispas que no lo dejaba concentrarse. De pronto, y tal como había llegado, el marciano de la Tierra abandonó ese plano astral y volvió junto a su cuerpo
Y cumplieron. Los ocho marcianos presentaron su demanda, pero no recibieron la respuesta que esperaban. El Lantern Allen Ansur, del planeta Ungara, lidiaba con una guerra entre un planeta de la orilla exterior de la Vía Láctea y unos piratas espaciales. Marte había sido abandonado a su suerte mientras los Guardianes les daban la espalda. J’onn palpitó el odio que habían sentido sus compañeros ante semejante injusticia, pero nada podía hacer al respecto: habían pasado cientos de años desde entonces, y lo hecho, hecho estaba. Sin embargo, la historia no acababa allí, puesto que su viaje psíquico continuó junto a la nave, surcando el espacio exterior. Lo siguiente que pudo presenciar le rompió el alma.
Los marcianos consiguieron regresar a Marte, meses después, pero se encontraron con destrucción y muerte. Sus familiares y amigos se habían ido a un sitio del que no podían retornar, y en aquel mundo árido y desolado sólo quedaba la tristeza de lo que había sido. Una civilización majestuosa que había encontrado su lugar en el universo y lo había perdido. Pocos sabrían que alguna vez había existido, pero para el resto caería inexorablemente en el olvido. Al no encontrar a nadie vivo, Re’s y N’or se vieron invadidos por una insana sed de venganza, y tomaron la decisión de viajar a Ungara para hacer pagar a Allen Ansur el precio de su ausencia. Pese a su superioridad numérica, los Manhunters de Marte no pudieron derrotar al Green Lantern, que se vio reforzado por varios de sus camaradas. Re’s debió ordenar la retirada, pero su siguiente plan de acción fue ejecutar distintas emboscadas para los Green Lantern que viajaban por aquel sector; finalmente tuvieron que replegarse y se convirtieron en fugitivos de la justicia galáctica, teniendo que esconderse en muchos mundos, lunas y asteroides durante cientos de años.
Eventualmente encontraron un planeta al que llamar hogar, según pudo ver J’onn en los recuerdos compartidos. Aquel mundo se llamaba Virèlan, y formaba parte de un sistema planetario que se encontraba en un extremo de la Vía Láctea. El planeta tenía características muy similares a Marte y estaba habitado por tres sociedades distintas. Los Gomag gobernaban desde la imponente Baltaz, ciudad de ciencia y poder; era el pueblo más numeroso de Virèlan, de piel celeste y cabellos blancos como las nubes, y el más envidiado por sus vecinos. Los Gomag habían entrado en guerra con los Bontos y los Forkonz, las otras dos naciones que, de menor tamaño, buscaban expandirse. Para fortuna del mundo, Re’s y sus compañeros arribaron llevando la justicia y clemencia marciana, y en poco tiempo ofrecieron tiempos de paz y prosperidad entre las distintas facciones.
En su honor, los virèlanos aceptaron renombrar a su planeta como Marte II, y se entregaron a las decisiones de la nueva Corte Superior marciana, guiada por el Manhunter Supremo Re’s Eda. Para cuando el relato mental había alcanzado ese punto, los pensamientos de J’onn se desequilibraron. Algo estaba revolviendo su mente y provocándole un severo dolor de cabeza. Pero, ¿qué era? Él sabía algo más, algo que no terminaba de cuajar con todo aquello. Lo había visto en una mente ajena y distinta, hacía no demasiado tiempo… No podía recordarlo, su juicio era como un nido de avispas que no lo dejaba concentrarse. De pronto, y tal como había llegado, el marciano de la Tierra abandonó ese plano astral y volvió junto a su cuerpo
―Ya conoces la verdad, J’onn J’onzz, y puedes ver que no mentimos ―dijo E’ss Cott en voz alta y clara. Todos estaban de regreso en sus posiciones, como si hubiesen estado apenas un segundo ausentes.― Es tiempo de pasar al veredicto.
La atención volvió a recaer en Re’s Eda, el cual se veía pensativo, como reflexionando sobre algo. De todos ellos, a la única que veía turbada era a Cay’an, pero sus labios se mantuvieron sellados y calló todo aquello que podría haber dicho.
―Siendo los últimos representantes de la casi extinta raza marciana, es nuestro deber disponer del destino de los nuestros ―exclamó finalmente el Manhunter Supremo de Marte II.― No me place emitir esta sentencia, pero J’onn J’onzz, el antiguo Líder de los Manhunters, debe pagar por sus crímenes. Por su ineptitud sólo quedamos nueve de los nuestros, así que en nombre de la Justicia de Nuevo Marte, te sentencio a morir por fuego.
Tras aquellas palabras, nadie volvió a hablar. Los mismos dos guardias se llevaron a J’onn de la sala y lo transportaron de regreso a su celda. Pese a todo lo que había pasado, el marciano no estaba preocupado por su suerte. Algo más pesaba en su corazón, algo de lo que no tenía certezas. Ante su panorama se extendía un enorme rompecabezas, y la información que tenía no terminaba de encajar. Él había visto una guerra en los recuerdos del guardia, eso era cierto, pero también había presenciado un mundo que no era rojo. Eso no dejaba de desconcertarlo una y otra vez.
La atención volvió a recaer en Re’s Eda, el cual se veía pensativo, como reflexionando sobre algo. De todos ellos, a la única que veía turbada era a Cay’an, pero sus labios se mantuvieron sellados y calló todo aquello que podría haber dicho.
―Siendo los últimos representantes de la casi extinta raza marciana, es nuestro deber disponer del destino de los nuestros ―exclamó finalmente el Manhunter Supremo de Marte II.― No me place emitir esta sentencia, pero J’onn J’onzz, el antiguo Líder de los Manhunters, debe pagar por sus crímenes. Por su ineptitud sólo quedamos nueve de los nuestros, así que en nombre de la Justicia de Nuevo Marte, te sentencio a morir por fuego.
Tras aquellas palabras, nadie volvió a hablar. Los mismos dos guardias se llevaron a J’onn de la sala y lo transportaron de regreso a su celda. Pese a todo lo que había pasado, el marciano no estaba preocupado por su suerte. Algo más pesaba en su corazón, algo de lo que no tenía certezas. Ante su panorama se extendía un enorme rompecabezas, y la información que tenía no terminaba de encajar. Él había visto una guerra en los recuerdos del guardia, eso era cierto, pero también había presenciado un mundo que no era rojo. Eso no dejaba de desconcertarlo una y otra vez.
―¿Qué turba tus pensamientos, bella Cay’an? ―le preguntó Re’s mientras se acercaba a ella. La marciana estaba apoyada en la baranda de mármol de una terraza imponente que se extendía por casi cuarenta metros. Era parte del palacio principal de Baltaz, donde se congregaba la realeza y ellos mismos, los nuevos protectores del mundo.
―No fuimos sinceros con J’onn ―le respondió ella, mirando a lo lejos y hacia arriba. En el horizonte se ocultaba con lentitud un sol de color anaranjado que proyectaba luz dorada.
―Es verdad ―dijo el marciano, deteniéndose frente a ella.― Pero estuvimos de acuerdo en que no era necesario que supiera toda la verdad, especialmente si sólo ocultábamos algunos… detalles.
Cay’an decidió no mirarlo, y en su lugar observó sus propias manos, como si algo estuviese mal con ellas.
―Es inevitable notar que no ha escapado como podría hacer. Él tampoco puede controlar sus poderes aquí, Re’s. Algo está fallando con este mundo, el dominio celular que tenemos sobre nuestros cuerpos no responde como debería.
―Ya lo sé ―dijo él con cierto enojo en la voz.― Pero no podemos hacer nada para arreglarlo, no hasta que la máquina vuelva a funcionar. Haremos de este mundo aún más perfecto de lo que fue Marte ―Los ojos del marciano brillaban mientras veían un futuro que aún estaba fuera de su alcance. Poco duró aquella sensación, porque casi de inmediato se paró frente a ella para verla a los ojos.― ¿Has pensado en lo que te pedí?
Los ojos rojos de ambos se encontraron apenas un instante antes de que ella desviara su mirada.
―Sí, lo he hecho.
―¿Tomaste alguna decisión?
Cay’an podía notar cierto nerviosismo impropio en su líder. ¿Por qué comportarse así después de todo ese tiempo? Al fin y al cabo, el emparejamiento entre marcianos no era algo tan sencillo como sucedía con otras razas y debía ser tratado con firmeza.
―No.
―¿Aún no? ¡Te ofrecí demasiado tiempo! ―A Re’s le temblaba la voz cuando hablaba.
―No, Re’s ―respondió ella, volviéndose hacia él.― Mi respuesta es no.
El Manhunter Supremo mantuvo los labios sellados, sin decir nada, sin respirar siquiera. Se palpaba su furia como si se tratara del mismo calor del sol, y aún así se mantuvo en silencio. Finalmente, el marciano le dio la espalda y la dejó sola en aquel sitio, mientras el atardecer terminaba por extinguirse.
―No fuimos sinceros con J’onn ―le respondió ella, mirando a lo lejos y hacia arriba. En el horizonte se ocultaba con lentitud un sol de color anaranjado que proyectaba luz dorada.
―Es verdad ―dijo el marciano, deteniéndose frente a ella.― Pero estuvimos de acuerdo en que no era necesario que supiera toda la verdad, especialmente si sólo ocultábamos algunos… detalles.
Cay’an decidió no mirarlo, y en su lugar observó sus propias manos, como si algo estuviese mal con ellas.
―Es inevitable notar que no ha escapado como podría hacer. Él tampoco puede controlar sus poderes aquí, Re’s. Algo está fallando con este mundo, el dominio celular que tenemos sobre nuestros cuerpos no responde como debería.
―Ya lo sé ―dijo él con cierto enojo en la voz.― Pero no podemos hacer nada para arreglarlo, no hasta que la máquina vuelva a funcionar. Haremos de este mundo aún más perfecto de lo que fue Marte ―Los ojos del marciano brillaban mientras veían un futuro que aún estaba fuera de su alcance. Poco duró aquella sensación, porque casi de inmediato se paró frente a ella para verla a los ojos.― ¿Has pensado en lo que te pedí?
Los ojos rojos de ambos se encontraron apenas un instante antes de que ella desviara su mirada.
―Sí, lo he hecho.
―¿Tomaste alguna decisión?
Cay’an podía notar cierto nerviosismo impropio en su líder. ¿Por qué comportarse así después de todo ese tiempo? Al fin y al cabo, el emparejamiento entre marcianos no era algo tan sencillo como sucedía con otras razas y debía ser tratado con firmeza.
―No.
―¿Aún no? ¡Te ofrecí demasiado tiempo! ―A Re’s le temblaba la voz cuando hablaba.
―No, Re’s ―respondió ella, volviéndose hacia él.― Mi respuesta es no.
El Manhunter Supremo mantuvo los labios sellados, sin decir nada, sin respirar siquiera. Se palpaba su furia como si se tratara del mismo calor del sol, y aún así se mantuvo en silencio. Finalmente, el marciano le dio la espalda y la dejó sola en aquel sitio, mientras el atardecer terminaba por extinguirse.
En el camino de regreso a su celda, J’onn intentó volver a meterse en la mente de uno de los guardias, pero le fue imposible. ¿Qué le estaba pasando? Sus poderes iban y venían sin ningún tipo de control, y los que creía haber tenido antes ahora le resultaba imposible dominarlos. Si eso era así, entonces tal vez cabía la posibilidad de que alguno de los otros despertara, fuese la invisibilidad o la intangibilidad. Al fin y al cabo, tenía muchas habilidades útiles que podía desplegar, y debía usarlas si no quería morir incinerado al día siguiente. En el momento en que intentó cambiar de forma con su cuerpo, recibió una descarga de alto voltaje eléctrico que lo incapacitó completamente. Su consciencia ahora había vuelto a vagar hacia atrás, años, décadas, siglos…
Se había convertido en el líder de los Manhunters de Marte, aquella fuerza de protección y servidumbre que había caracterizado al planeta rojo. Aquella policía que no lo era, aquel ejército que no era ejército… aquel movimiento de paz y justicia que iba de un sitio a otro para impartir el orden entre sus habitantes. Uno de los Manhunters más importantes era N’or Cott, a quien se le había asignado la tarea de custodiar los límites fronterizos del planeta junto a sus familiares. J’onn apenas lo conocía, puesto que sus tareas rara vez coincidían, pero lo estimaba y respetaba.
Sin embargo, cuando volvió a verlo no fue en la mejor de las circunstancias. Junto al Manhunter fronterizo se encontraba la más hermosa marciana que había visto en su vida: M’yri’ah. Ella era un misterio para J’onn, y no podía controlar los sentimientos que generaba en él. Entre los marcianos era de muy mala educación adentrarse en las mentes ajenas, puesto que los lazos psíquicos estaban reservados sólo a aquellos que compartían un lazo especial, cosa que él no tenía con ella. Deseaba aquello, pero era algo que no podía tener y eso lo rompía en mil pedazos. Como dirían en la Tierra, M’yri’ah estaba “comprometida” con N’or, o al menos eso era lo más cercano que se podía pensar.
J’onn intentaba evitarlos a toda costa, cosa que le resultaba un poco más fácil gracias a sus tareas como líder. Iba de un sitio a otro buscando el consejo de los sabios y de otros Manhunters; aquel sistema no era una dictadura ni mucho menos, y las decisiones solían reflexionarse y decidirse entre la mayor cantidad de marcianos disponible. Él debía guiarlos, pero no era su rey. Eventualmente tuvo que encontrarse con el Manhunter fronterizo, y en su interior temía que sus sentimientos hacia M’yri’ah lo delataran.
―Estás haciendo un gran trabajo, J’onn J’onzz ―le dijo N’or mientras levitaba hacia él.― Pero deberías guiar tus preocupaciones más hacia afuera que hacia adentro.
―¿A qué te refieres? ―preguntó el aludido, un poco nervioso por ese comentario tan vago e impreciso.
―Marte es un mundo de luz y esplendor, pero es lo que podría venir del universo lo que debería ocupar nuestras mentes. Si algún peligro ha de acecharnos, estoy seguro que no vendrá de estas tierras.
J’onn desvió sus ojos rojos hacia las estrellas mientras pensaba en sus palabras. Tal vez tenía razón, pero podía estar actuando de forma paranoica. Al fin y al cabo, el sistema solar estaba pobremente habitado, y ellos representaban la verdadera amenaza en aquel sector. No tenían competencia lo suficientemente fuerte para destruirlos.
―Tendré en cuenta tus consejos, N’or, no te preocupes por eso ―le dijo como toda respuesta antes de dejarlo en aquella explanada de arena.
N’or Cott no se equivocó. Marte sí recibió la visita de un enemigo temible: Apokolips. Pero aquella historia tuvo un final feliz sólo para uno de los dos marcianos. M’yri’ah fue abducida y J’onn la rescató, lo cual formó un vínculo irrompible entre ambos. Nada tuvo que decirse y ella terminó convirtiéndose en su esposa, lo que dejó a un miembro del Clan Cott con el corazón en ruinas. J’onn y N’or volvieron a verse sólo una vez más luego de aquel incidente… cuando el Manhunter de las fronteras aceptó unirse a una escuadra espacial que se internaría en el espacio profundo en busca de ayuda.
Sin embargo, cuando volvió a verlo no fue en la mejor de las circunstancias. Junto al Manhunter fronterizo se encontraba la más hermosa marciana que había visto en su vida: M’yri’ah. Ella era un misterio para J’onn, y no podía controlar los sentimientos que generaba en él. Entre los marcianos era de muy mala educación adentrarse en las mentes ajenas, puesto que los lazos psíquicos estaban reservados sólo a aquellos que compartían un lazo especial, cosa que él no tenía con ella. Deseaba aquello, pero era algo que no podía tener y eso lo rompía en mil pedazos. Como dirían en la Tierra, M’yri’ah estaba “comprometida” con N’or, o al menos eso era lo más cercano que se podía pensar.
J’onn intentaba evitarlos a toda costa, cosa que le resultaba un poco más fácil gracias a sus tareas como líder. Iba de un sitio a otro buscando el consejo de los sabios y de otros Manhunters; aquel sistema no era una dictadura ni mucho menos, y las decisiones solían reflexionarse y decidirse entre la mayor cantidad de marcianos disponible. Él debía guiarlos, pero no era su rey. Eventualmente tuvo que encontrarse con el Manhunter fronterizo, y en su interior temía que sus sentimientos hacia M’yri’ah lo delataran.
―Estás haciendo un gran trabajo, J’onn J’onzz ―le dijo N’or mientras levitaba hacia él.― Pero deberías guiar tus preocupaciones más hacia afuera que hacia adentro.
―¿A qué te refieres? ―preguntó el aludido, un poco nervioso por ese comentario tan vago e impreciso.
―Marte es un mundo de luz y esplendor, pero es lo que podría venir del universo lo que debería ocupar nuestras mentes. Si algún peligro ha de acecharnos, estoy seguro que no vendrá de estas tierras.
J’onn desvió sus ojos rojos hacia las estrellas mientras pensaba en sus palabras. Tal vez tenía razón, pero podía estar actuando de forma paranoica. Al fin y al cabo, el sistema solar estaba pobremente habitado, y ellos representaban la verdadera amenaza en aquel sector. No tenían competencia lo suficientemente fuerte para destruirlos.
―Tendré en cuenta tus consejos, N’or, no te preocupes por eso ―le dijo como toda respuesta antes de dejarlo en aquella explanada de arena.
N’or Cott no se equivocó. Marte sí recibió la visita de un enemigo temible: Apokolips. Pero aquella historia tuvo un final feliz sólo para uno de los dos marcianos. M’yri’ah fue abducida y J’onn la rescató, lo cual formó un vínculo irrompible entre ambos. Nada tuvo que decirse y ella terminó convirtiéndose en su esposa, lo que dejó a un miembro del Clan Cott con el corazón en ruinas. J’onn y N’or volvieron a verse sólo una vez más luego de aquel incidente… cuando el Manhunter de las fronteras aceptó unirse a una escuadra espacial que se internaría en el espacio profundo en busca de ayuda.
Re’s Eda se cercioró de que no lo siguieran antes de internarse por los muros y cámaras del palacio de Baltaz. Escondido en sus propias estancias se encontraba T’ann T’azz, el marciano blanco también conocido como Protex. Si bien sabían de su presencia, los otros Manhunters desconocían el propósito de los trabajos que llevaba a cabo para Re’s… o, dicho de otro modo, estaban engañados al respecto. Cuando el Manhunter Supremo llegó hasta donde se encontraba su antiguo enemigo, lo vio concentrado en una máquina que intentaba arreglar.
―Algo ha sucedido ―dijo Protex sin darse la vuelta, totalmente abocado a lo suyo.
―Así es ―respondió Re’s, sin preguntarse cómo era que sabía aquello. Aquel marciano blanco seguía siendo un misterio para los de su raza, pero no estaba allí para intentar desvelarlo.
―¿Ya está aquí?
―Sí.
―¿Fue juzgado?
―No te olvides quien es el que hace las preguntas aquí, T’azz ―exclamó Re’s marcando su territorio.―Te ofreceré la información que yo crea que necesitas, ni más, ni menos.
Protex no lo miró ni hizo gesto alguno, pero en su interior sonrió con júbilo. Re’s Eda era un tonto que creía tener la sartén por el mango, pero no tardaría en demostrarle lo equivocado que estaba.
―Entonces, dime Manhunter, ¿vas a ejecutarlo? ―esta vez preguntó mirándolo directamente.
El Manhunter Supremo no respondió de inmediato, sino que se contentó con dejarlo con la duda. Le divertía demostrarle el poder que tenía sobre él, puesto que una de las cosas que más ansiaba era acabar con la vida del último maldito marciano blanco del universo. No podía hacerlo aún, pero ese momento llegaría.
―Me encargaré personalmente de ello al amanecer.
―¡¿Qué?! Estamos hablando del Manhunter de Marte, no de un marciano común ―dijo T’ann sin poder creer lo que oía.― Tiene amigos poderosos en esa Liga de la Justicia terrestre, y si no te ocupas pronto de él, los tendrás a todos ellos tocando a tu puerta en cualquier momento. Tienen kryptonianos, Green Lanterns, dioses entre ellos, no puedes estar jugando como si fuese una mascota.
Re’s Eda lo fulminó con la mirada ante tamaña impertinencia. No iba a dejar que aquel pedazo de estiércol le dijera lo que debía hacer.
―Fuiste derrotado por cometer errores de infante. Nunca jamás volveré a subestimar a J’onn J’onzz, así que termina tu trabajo antes de que me arrepienta de nuestro acuerdo.
Sin decir más, Re’s abandonó la habitación. Debía reunirse con los Cott para planear un ataque a cierto planeta que era una ofensa para ellos sólo por seguir existiendo. Debían cumplir una de sus tantas venganzas, y los primeros en caer serían los familiares de Allen Ansur y todos los miembros de su raza. Era el momento de que Marte II le declarara la guerra a Ungara.
Continuará
―Algo ha sucedido ―dijo Protex sin darse la vuelta, totalmente abocado a lo suyo.
―Así es ―respondió Re’s, sin preguntarse cómo era que sabía aquello. Aquel marciano blanco seguía siendo un misterio para los de su raza, pero no estaba allí para intentar desvelarlo.
―¿Ya está aquí?
―Sí.
―¿Fue juzgado?
―No te olvides quien es el que hace las preguntas aquí, T’azz ―exclamó Re’s marcando su territorio.―Te ofreceré la información que yo crea que necesitas, ni más, ni menos.
Protex no lo miró ni hizo gesto alguno, pero en su interior sonrió con júbilo. Re’s Eda era un tonto que creía tener la sartén por el mango, pero no tardaría en demostrarle lo equivocado que estaba.
―Entonces, dime Manhunter, ¿vas a ejecutarlo? ―esta vez preguntó mirándolo directamente.
El Manhunter Supremo no respondió de inmediato, sino que se contentó con dejarlo con la duda. Le divertía demostrarle el poder que tenía sobre él, puesto que una de las cosas que más ansiaba era acabar con la vida del último maldito marciano blanco del universo. No podía hacerlo aún, pero ese momento llegaría.
―Me encargaré personalmente de ello al amanecer.
―¡¿Qué?! Estamos hablando del Manhunter de Marte, no de un marciano común ―dijo T’ann sin poder creer lo que oía.― Tiene amigos poderosos en esa Liga de la Justicia terrestre, y si no te ocupas pronto de él, los tendrás a todos ellos tocando a tu puerta en cualquier momento. Tienen kryptonianos, Green Lanterns, dioses entre ellos, no puedes estar jugando como si fuese una mascota.
Re’s Eda lo fulminó con la mirada ante tamaña impertinencia. No iba a dejar que aquel pedazo de estiércol le dijera lo que debía hacer.
―Fuiste derrotado por cometer errores de infante. Nunca jamás volveré a subestimar a J’onn J’onzz, así que termina tu trabajo antes de que me arrepienta de nuestro acuerdo.
Sin decir más, Re’s abandonó la habitación. Debía reunirse con los Cott para planear un ataque a cierto planeta que era una ofensa para ellos sólo por seguir existiendo. Debían cumplir una de sus tantas venganzas, y los primeros en caer serían los familiares de Allen Ansur y todos los miembros de su raza. Era el momento de que Marte II le declarara la guerra a Ungara.
Continuará
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Referencias:
1 .- En la serie Martian Manhunter v2 (1998) John Ostrander determinó que la destrucción de Marte fue más provocada por Maalefak que causada por la guerra con los Marcianos Blancos.
2 .- Con la coincidencia en los nombres, era inevitable que al final alguien desarrollase alguna relación. Quedó determinado que los Guardianes del Universo se inspiraron en los Manhunters de Marte para crear su cuerpo de androides.
1 .- En la serie Martian Manhunter v2 (1998) John Ostrander determinó que la destrucción de Marte fue más provocada por Maalefak que causada por la guerra con los Marcianos Blancos.
2 .- Con la coincidencia en los nombres, era inevitable que al final alguien desarrollase alguna relación. Quedó determinado que los Guardianes del Universo se inspiraron en los Manhunters de Marte para crear su cuerpo de androides.
"También he leído este numero después de mucho tiempo. Realmente me ha gustado como despejan las dudas que plantearon en el número pasado. La explicación de como se creo el nuevo Marte, además de plantear nuevas interrogantes con el Marciano Blanco.
ResponderEliminarLa prosa es amena y los diálogos fluyen. De verdad pinta interesante para el próximo numero."
Comentario publicado originalmente por el usuario "William Darkgates" con fecha 06/09/2015
¡Qué bueno! :O
ResponderEliminarMe ha gustado mucho esta segunda entrega. Escribir un número 1 interesante y que enganche puede resultar relativamente fácil, pero volver a continuación con un número 2 que cumpla las expectativas creadas y dote de aún mayor solidez a la historia que se apuntaba en el primero... ah, eso no es tan sencillo. Y sin embargo, Martín lo ha conseguido con esta nueva entrega.
Muy bien escrito, muy bien dialogado, muy buen ritmo narrativo y muy bien insertados los flashbacks. Y a pesar de tratarse de una número tan expositivo, muy bien planteado al guardarse una sorpresa para el final que ofrezca una nueva dimensión sobre la historia que se nos está contando, para concluir con un perfecto cliffhanger que te deja con ganas de mucho más.
Lo único que se lo podría criticar es su falta de acción, pero teniendo en cuenta el punto en el que nos deja el autor, con casi todas las cartas puestas ya sobre la mesa, no dudo que el próximo número compensará esta ausencia.
¡Enhorabuena, Martín! ;)
Y la portada de Ernesto Treviño, pues también me ha gustado. Se ajusta perfectamente a la historia que presenta, y su composición resulta tan sencilla como funcional.
Comentario publicado originalmente el 06/09/2015