Manhunter de Marte nº05

Título: La guerra de Nuevo Marte (II)
Autor: Martín Xicarts
Portada: Juan Andrés Campos
Publicado en: Septiembre 2016

Re's Eda y los supervivivientes marcianos lanzan su ataque contra el planeta Ungara buscando venganza! Y ni el poder combinado de J'onn J'onzz y de un Green Lantern pueden ser capaces de detenerlos!!
Mi nombre es J'onn J'onzz. Soy el único superviviente de un mundo devastado. Llevo en este planeta muchos años, los suficientes como para sentirme cómodo aquí... todo lo cómodo que puede estar un marciano entre hombres.
Manhunter from Mars creado por Joseph Samachson y Joe Certa

Resumen de lo publicado: Secuestrado por supervivientes del holocausto marciano y condenado a muerte por no poder evitarlo, J'onn trata de huir terminando siendo apresado por Manga Khan. De su nave consigue huir con la ayuda de Al-Exim, el Green Lantern del sector 2817. Mientras tanto, Re's Eda lanza su ataque contra el planeta Ungara.
 
Nota: Como vas a poder comprobar, en este relato aparecen un buen montón de marcianos que no habían aparecido o no lo habían hecho hace mucho tiempo en los comics. Para facilitarte identificarlos, te recomendamos que leas el siguiente artículo.

El transbordador planetario H’ron II observaba la superficie ungarana como si fuese el juez que determinaría el destino de su población. E’ss Cott se encontraba de pie junto a uno de los grandes ventanales que daban hacia el espacio exterior. Meditaba intranquilo, dejándose llevar por el peso de sus pensamientos. Sin haberlo esperado, la sombra de una duda se había depositado en su corazón y no parecía querer abandonarlo. Las puertas corredizas de la sala de mando se abrieron y a través de ella entraron Uar’en y Cay’an.

―¿Cuál es la situación aquí? ―preguntó el marciano recién llegado.

El silencio fue toda la respuesta que obtuvo a su pregunta. Los dos Manhunters se miraron, sin entender nada, aquella no era una actitud propia de E’ss Cott.

―Comandante ―le llamó la atención Cay’an. Ahora sí se giró hacia ellos, pero mantenía su mirada ausente.

―Veo que ya están aquí ―mencionó como quien no quiere la cosa.

―¿Te encuentras bien, E’ss? ―preguntó la marciana, un poco preocupada ante el comportamiento de su compañero.

―Sí, claro que sí ―contestó el otro, espabilándose de repente.― ¿Cuál es la situación? N’or bajó al planeta junto a cinco de nuestros transbordadores. Los otros cuatro se encuentran a mis órdenes, defendiendo la retaguardia.

―¿N’or Cott está peleando?

Uar’en y Cay’an no podían menos que asombrarse al escuchar eso. No porque no tuviese sentido, sino porque hacía mucho tiempo que no se ensuciaban las manos personalmente. Ante aquella pregunta, E’ss volvió de nuevo su mirada hacia Ungara.

―Así es. Los ungaranos no estaban solos, junto a ellos peleaba un escuadrón de mercenarios espaciales. Estaban avisados de nuestra llegada.

―Eso es imposible, sólo los Ocho estábamos al tanto de la invasión ―murmuró Uar’en, también acercándose al ventanal.― ¿Creen que J’onzz pudo haber tenido algo que ver?

―No lo creo. No tuvo tiempo ―le respondió E’ss, sin llegar a ninguna conclusión aparente.

Los tres marcianos mantuvieron el silencio durante un largo rato, sin interrumpirlo. Pensaban y pensaban, y la única respuesta lógica ante aquel enigma les daba escalofríos. Debía haber un traidor entre ellos, alguien que enviase un mensaje a Ungara. Pero, ¿quién?

―No tenemos tiempo para esto. Voy a bajar allí personalmente para oficializar el arresto de la familia Sur ―dijo Cay’an, sacándolos de sus elucubraciones.― Mantengan la posición hasta que Re’s Eda se contacte con ustedes.

Sin aguardar respuesta, la Manhunter transparentó las moléculas de su cuerpo y atravesó el ventanal de la sala de mando. Atrás dejó al transbordador H’ron II mientras volaba velozmente hacia el enorme planeta que se imponía frente a ella. Temía que N’or Cott cometiese algún estúpido error, o que ya lo hubiese hecho. Temía llegar demasiado tarde y encontrarse con otro mundo destruido, como su querido Marte.


La esfera esmeralda se dirigió a la pequeña luna que orbitaba el planeta Ungara. Allí se detuvieron los dos pasajeros que viajaban en su interior, y se quedaron observando lo que tenían por delante. J’onn aún no tenía idea de qué iba a hacer, sólo persistía en su decisión de detener la guerra.

#Del otro lado están los transbordadores marcianos# ―le dijo telepáticamente a Al-Exim, que miraba todo atentamente.― #Ve hacia ellos y gana tiempo de la forma que veas mejor. Más no te confíes: si ves que no puedes contenerlos, huye. No hay ninguna necesidad de que mueras hoy aquí.#

#No te preocupes, grandote, ya me reporté con Oa, estarán aquí en cualquier momento# "Espero" pensó para sí.

#Muy bien. Yo estaré allí abajo, intentando razonar con los invasores para detener toda esta locura. En cuanto pueda, volveré a establecer un enlace psíquico contigo.#

Ambos se elevaron y se separaron sin decirse nada más. El Green Lantern lo observó irse y en su interior supo que se quedó con las ganas de desearle suerte. Pese a todo, el marciano no había sido el compañero ideal para tener una conversación, por lo que tampoco se molestó por ello. Tenía una importante misión por delante, la más significativa desde que había entrado al Corps, y no iba a dejar pasar la oportunidad de mostrar su valor.

Los sensores de las naves marcianas lo detectaron apenas ingresó en su radar. Un pequeño y solitario individuo envuelto en un aura de color verde que se acercaba a ellos como si no representaran ningún tipo de amenaza. Al-Exim se detuvo enfrente del puente de mando de la nave más grande y saludó al interior con un gesto de la mano. A continuación proyectó su voz a través de su anillo para que lo escucharan todos:

―SE ENCUENTRAN EN EL SECTOR 2814 Y ESTÁN INVADIENDO EL ESPACIO DEL PLANETA UNGARA, PROTEGIDO POR EL GREEN LANTERN CORPS Y LOS GUARDIANES DEL UNIVERSO. LES PIDO AMABLEMENTE QUE ABANDONEN SUS INTENCIONES CON RESPECTO A ESTE MUNDO Y SE VAYAN POR DONDE VINIERON. EN CASO CONTRARIO, ME VERÉ OBLIGADO A INTERVENIR. TENGAN EN CUENTA QUE LOS REFUERZOS ESTÁN EN CAMINO PARA DESPEJAR EL ÁREA.

En la sala de mando del H’ron II, E’ss y Uar’en se miraron, sorprendidos ante aquel breve discurso. Sabían que atacar Ungara era un riesgo por sus lazos con el Corps, pero esa era justamente la razón que los había motivado. Y, después de todo, eran una especie extinta, la vida bien valía tomarse algunos riesgos.

―Abran fuego ―fue la órden concisa y directa de E’ss Cott.

Los cañones del transbordador apuntaron hacia el Green Lantern y comenzaron a bombardearlo con potentes rayos láser de color dorado. Al-Exim se defendió con un muro enorme de energía verde, y contraatacó construyendo su propio cañón de pura fuerza de voluntad.

―Los Green Lantern no son poca cosa. Me ocuparé de él, tú comunícate con tu hermano y reporta el ataque. Si viene un destacamento de Lanterns, es mejor estar preparados ―dijo Uar’en, antes de abandonar la nave. Iba a demostrarle a ese niño que nadie jugaba con un Manhunter de Marte.


J’onn J’onzz descendió al planeta y puso en acción sus súper sentidos para buscar signos de vida. Volaba alto para no ser detectado, y desde aquella posición descubrió que había cerca de una docena de comunidades en aquel lado del mundo. Cerca de la mitad ya estaban bajo ataque y sus habitantes hechos prisioneros o asesinados. La noche le permitía ver los fuegos y las explosiones a la distancia. Seguía sin poder creer que su propia gente pudiera haber hecho algo semejante, pero ya no tenía elección: debían ser detenidos.

Mientras el marciano descendía sigilosamente hacía unos montes que le servirían de escondite, su mente comenzó a trabajar. Había una pregunta que seguía dándole vueltas y no podía terminar de entender: ¿por qué vengarse de un muerto? El Green Lantern Allen Ansur fue el responsable de no velar por la extinción de los marcianos, y había sido un ungarano. Esa conexión podía hacerla, pero ¿un planeta entero iba a pagar por los errores de una persona que había vivido siglos antes? O Re’s Eda y sus Manhunters se habían vuelto locos, o ahí había algo más. Y él era un detective, después de todo; durante décadas se había dedicado a encontrar los muertos en los armarios. Todos tenían uno.

Era hora de pasar a la acción, pero eligió un toque más desapercibido. Tomó la forma de un ungarano cualquiera, cambiando su piel a un color púrpura y sus ropas se volvieron desgastadas y de color azules, excepto por una capa raída de color negro que cubría su cuerpo.

De aquella forma fue hacia el poblado más cercano, donde algunos habitantes organizaban una defensa y otros una evacuación. J’onn se acercó a ayudar a una mujer que cargaba con cestos realmente pesados, y aprovechó la oportunidad para informarse.

―¿Ya se sabe por qué nos atacan?

La ungarana lo miró con sorpresa y desconfianza, como si algo en él no estuviese bien.

―¿Cómo que no lo sabes? Lo anunciaron como si se tratara del Nuevo Ciclo ―le espetó, para luego comenzar a buscar con la mirada a sus hijos.

El Manhunter supo que tenía razón: ¿cómo no iba a saberlo? Tal vez iba a ser mejor no levantar sospechas al preguntar directamente, por lo que optó por una vía menos diplomática. Iba a ser mejor que se cuidara; no era normal que decidiera irrumpir psíquicamente en la mente de las personas de forma tan seguida. Pero, de nuevo, no tenía opción.

Ingresó en los recuerdos de aquella mujer y atestiguó todo lo que vivió en los últimos días, desde un misterioso mensaje avisándoles de una invasión inminente, hasta la invasión propiamente dicha. El ejército de Marte II, con N’or Cott a la cabeza, sólo les dijo dos cosas antes de iniciar el ataque: conquistarían Ungara y apresarían a la familia de Abin Sur.

J’onn interrumpió el enlace y se alejó de los ungaranos para perderse en las sombras de la noche, volviéndose invisible. De esa forma nadie iba a molestarlo y podría pensar mejor. Los habitantes de Ungara no entendían por completo de qué iba todo eso, ni podían saberlo, pero él ató los hilos. Abin Sur fue un descendiente de Allen Ansur, por lo que aún había personas vivas de quienes podrían vengarse personalmente. ¿Eso significaba que si rescataba a los Sur, la guerra se detendría? Tal vez, no era una certeza, pero no perdía nada intentándolo.

Aún cubierto por su invisibilidad recuperó su forma cotidiana y se elevó nuevamente por los aires. Iba a tomar un poco más de tiempo, después de todo.


El rostro de Al-Exim se giró involuntariamente hacia un costado al recibir el golpe de un brazo verde del tamaño de un camión. Afortunadamente, el campo protector de su anillo evitó que las lesiones fueran mayores, por lo que sólo quedó medianamente atontado. Antes de que pudiera ponerse en guardia, otro golpe igual de poderoso lo envió medio kilómetro a través del vacío del espacio.

―¿El arma más poderosa del Universo? ―preguntó Uar’en con sorna, volando hacia su contrincante. Había transformado su cuerpo a un ser mucho más grande: presentaba una boca enorme y llena de colmillos, una cola larga en lugar de piernas, y los dos brazos gigantes con puños como rocas.

El Green Lantern pudo observarlo más detenidamente desde su posición y, cómo no, sintió temor. “Eres un Lantern, somos el poder de la voluntad, no puedes ceder al miedo” pensó para sí mismo, mientras ideaba algún tipo de plan que lo ayudara a combatir a ese monstruo verdoso.

―Claro que es el arma más poderosa ―rebatió, como si se tratara de un juego.― ¿No lo crees? Pero, por favor, permíteme una demostración ―exclamó, al tiempo que levantaba su anillo y recreaba frente a él dos placas enormes, una encima y otra debajo del marciano. Sin darle tiempo, unió ambas placas y aplastó a su rival entre ellas.

―Apuesto a que no puedes hacer algo así con tu cuerpo, ¿eh? ―agregó Al-Exim, satisfecho por su victoria momentánea. Así es, momentánea, puesto que duró un suspiro. El Manhunter escapó de su aprisionamiento gracias a su intangibilidad. Había vuelto a recobrar su forma humanoide marciana, y se lo veía realmente furioso.

―Tal vez quieras imaginar alguna otra cosa, porque eso no lo sentí.

―No te preocupes, también tengo esto.

El Lantern diseñó una pequeña nave espacial alrededor de Uar’en y le construyó dos potentes propulsores. Aprovechó su breve segundo de sorpresa para activar el poder de vuelo y enviar la nave lejos y hacia arriba, fuera de su campo de visión.

―Eso lo retrasará el tiempo suficiente ―murmuró para sí, mientras volvía hacia el transbordador más cercano. Debía apurarse si quería evitar los disparos de los cañones, por lo que se decidió a hacer algo que nunca antes había realizado. Algo que requería muchísimo poder de voluntad.― ¡En el día más brillante!

Su anillo de poder brilló con fuerza y espada gigante nació encima de la nave marciana. Con increíble esfuerzo la dejó caer sobre el puente central, que en un primer momento pareció resistir el peso, pero que finalmente cedió ante tanta masa concentrada. El transbordador se partió a la mitad, pero en ese preciso instante, Al-Exim se dio cuenta de la falla en su plan: cientos de virèlanos fueron absorbidos por el espacio... cientos de inocentes.

―Maldición.

Voló lo más rápido que pudo para atraparlos en burbujas esmeraldas, salvándolos de una muerte casi instantánea. No era una tarea nada sencilla, pero tampoco tuvo oportunidad de completarla. Dos pesadas piernas aplastando su cabeza desviaron totalmente su atención.

―Esos fueron dos buenos trucos, pero ahora se va a acabar tu suerte ―exclamó Uar’en, aprovechando su ataque sorpresa para golpearlo repetidamente con sus puños.

Al-Exim consiguió crear un escudo para separarlo del violento marciano, que aún así siguió atacándolo.

―Los... los soldados...

―No deberías haber destruido la nave ―fue la respuesta del Manhunter, antes de enviarlo hacia el centro de la catástrofe con un solo puñetazo.


Manhunter de Marte observaba el capitolio que había capturado N’or Cott y en el que mantenían prisioneros a los Sur. Quiénes y cuántos eran todavía resultaba un misterio. J’onn flotaba en los aires, a gran altura por encima de la ciudad más avanzada de Ungara, pero que aún era evidencia de los problemas que había pasado el planeta. La guerra había invadido la ciudad, provocando fuego y ruinas, junto a los prisioneros y muertos.

―Todo esto es nuestra culpa, ¿verdad? ―dijo una voz detrás de él.

El marciano se giró velozmente, dispuesto a defenderse de un ataque, pero ante sí vio a Cay’an. Ella no lo miraba a él, sino a la ciudad bajo ellos.

―¿Tú crees? ―le preguntó él con enojo y angustia en la voz.

―No se suponía que fuera así.

―Es una guerra, ¿qué otra cosa esperabas? ¿Banquetes y música?

La Manhunter aceptó el golpe en silencio y esperó unos instantes antes de continuar.

―Le dije a N’or Cott que Re’s nos había desviado de nuestros objetivos. Primero Virèlan y ahora Ungara. ¿Cómo se supone que salvaremos nuestra raza si destruimos otras?

J’onn podía sentir culpa en ella, junto a un poderoso remordimiento. Intentó visualizar a la antigua Cay’an, a la que él había conocido en Marte, a la que había llegado a respetar y apreciar, pero no se parecía en nada a lo que tenía frente a sí.

―Eras mi ejemplo a seguir, ¿sabías? ―dijo ella, de repente.― Allá en Ma’aleca’andra, cuando te convertiste en el Líder de los Manhunters. Te hubiese seguido hasta el fin del mundo.

El silencio volvió a ganarlos tras aquellas palabras, pero algo no dicho seguía rondándolos como un molesto mosquito que no se daba por vencido. Cay’an volvió a tomar la palabra, pero esta vez su voz fue más suave y tenue.

―Nunca te diste cuenta.

Él la miró sin entender a qué se refería. Sin pedir permiso, la marciana se acercó a J’onn y colocó sus manos en sus sienes, para luego cerrar los ojos. Él la dejó hacer y, en apenas un instante, sus esencias se fusionaron.


La unión mental entre dos marcianos era un hecho significativo, y el primer paso de algo más grande. Compartir la intimidad en un nivel tan profundo era realmente importante y no se hacía a la ligera. Claro que no era lo mismo que fusionar dos cuerpos, pero eso estaba reservado únicamente para una pareja, tanto como muestra irrefutable de amor, como del proceso natural de reproducción entre los marcianos.

Lo que J’onn y Cay’an hicieron fue compartir las perspectivas de sus memorias y los sentimientos que venían con ellas. La marciana los llevó intencionalmente hacia un recuerdo en específico. Estaban de regreso en Marte, en el salón donde se llevaban a cabo las reuniones de los Manhunters con los sabios Ancianos. Una junta acababa de concluir y J’onn se alejaba por uno de los pasillos, cubierto con su pesada capa azul.

―¡J’onn! ―lo llamó una voz femenina.

Él se volvió y encontró tras de sí a la joven Cay’an, a quien dedicó una media sonrisa.

―Cay’an Li’ber, me da gusto verte de regreso.

―Mi intención era poder hablar contigo antes de la reunión, pero comenzó antes de que pudiera encontrarte.

―Ven, camina conmigo ―la invitó J’onn, mientras retomaba su camino.― ¿Cómo estuvo tu viaje al Confín Este?

―Agradable, pero solitario ―dijo ella, mirándolo, pero sin conseguir el mismo gesto de su parte.― ¿Y tú? ¿Has tenido mucho trabajo con tu nuevo cargo?

―No demasiado. Ocupé mi tiempo mayormente con la Ceremonia de Unión ―respondió J’onn, sin poder disimular su felicidad.


Puesto que se trataba de un recuerdo, el marciano pudo percibir los sentimientos que habían invadido a Cay’an en esa ocasión, y que le estuvieron vedados en el momento en que aquello sucedió. Lo que pudo percibir fue dolor y pena.

―¿Disculpa? ―le preguntó la Manhunter, sin entender a lo que se refería. O sin querer entenderlo.

Él se detuvo en el pasillo, dispuesto a compartir las buenas nuevas.

―Voy a unirme a M’yri’ah en la próxima ceremonia a H’ronmeer.

Cay’an no dijo nada, pero le dedicó una sonrisa forzada. Quería felicitarlo y, al mismo tiempo, huir de aquel sitio. Finalmente dijo, con la voz pendiéndole de un hilo.

―Me alegro mucho por ti, J’onn, te mereces lo mejor.

El recuerdo se disipó y las consciencias de los dos marcianos volaron y viajaron por otras tantas experiencias, algunas efímeras y otras más extensas. Cay’an había probado su punto, y Martian Manhunter descubrió lo que nunca había visto. ¿Por qué debería, después de todo? Él se había enamorado de su esposa y sólo había tenido ojos para ella.


Sus consciencias regresaron a sus cuerpos, que seguían flotando sobre una ciudad invadida y ocupada. Él la miró a sus brillosos ojos rojos, intentando demostrarle que la entendía. La expresión de ella, por el contrario, había cambiado: ahora se mostraba determinada a su misión inminente. Sólo tenía ojos para el capitolio.

―No confío en ti, J’onzz, pero tenemos un trabajo que hacer. No puedo permitir que Re’s Eda destruya otro planeta.


En el Salón Azul del Capitolio de Ungara estaban reunidos algunos invasores con algunos invadidos. El Comandante N’or Cott observaba los asientos destinados a los líderes políticos del planeta que se habían dispuesto a conquistar. Las puertas se abrieron y dos guardias escoltaron a una anciana hacia donde los esperaba el marciano.

―¿Es la única? ―preguntó el Manhunter, mientras hacia un gesto con la mano para que se detuvieran.

―Así es, señor ―respondió uno de los nuevos marcianos.

―Eso es imposible ―murmuró el líder.― Debería haber más.

Cott se sentó en uno de los asientos de piedra y miró a la anciana de arriba abajo. A diferencia de sus congéneres, el marciano usaba su forma natural, que llegaba a asustar a quienes no estaban acostumbrados a verla.

―¿Eres familiar de Allen Ansur?

La vieja ungarana lo miró desafiante, pero no hizo nada para cambiar su situación. La habían dejado arrodillada ante él, completamente sometida.

―No lo sé.

―¿Eres familiar de Abin Sur?

―Sí.

―¿Dónde están los demás?

―No hay nadie más.

N’or Cott dio un golpe en uno de los apoyabrazos, astillándolo. La furia lo había dominado, pero consiguió calmarse para seguir con el interrogatorio.

―Sé que Abin Sur tuvo un hijo. Si quisiera podría robarte la información de tu mente y destruirte, pero respeto tu edad y tu rol en la sociedad de Ungara. Los marcianos tenemos clemencia con los ancianos, pero no fuerces mi paciencia.

Ella pareció sopesar sus opciones, por lo que finalmente respondió:

―Amon Sur está vivo, pero desconozco su paradero. Por favor, pido compasión por mi pueblo, no hemos hecho nada.

―Esto no es sobre ustedes ―respondió N’or, refiriéndose a la invasión.― Es por nosotros.

Con un gesto ordenó que se la llevaran de regreso al calabozo, antes de dirigirse a uno de sus capitanes.

―¿Dijo la verdad?

―Eso parece, comandante. Nos dijo lo mismo a nosotros, así que puse a un equipo a investigar. Amon Sur no está en Ungara.

―¿Dónde se encuentra?

―Está trabajando para L.E.G.I.O.N.(1)

Una llamada entrante interrumpió la conversación. La figura holográfica de E’ss Cott apareció frente a su hermano.

##N’or, tenemos problemas. Un Green Lantern destruyó uno de los transbordadores y otro destacamento está en camino.##

―Mantén la posición.

El comandante cortó la comunicación y se quedó pensativo. Las cosas no habían resultado tan fáciles como él había pensado, pero aún tenían mucho a su favor. Sus oídos pronto captaron la presencia de otra persona que se deslizaba por el aire detrás de él.

―Bo’bbi B’iorzz. Re’s te envió.

―Así es ―dijo el otro Manhunter.― Estoy persiguiendo a J’onn J’onzz.

N’or lo miró sin entender.

―Así es, el Manhunter de Marte está en Ungara. Parece que necesitarás mi ayuda.

Continuará...


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Referencias:
1 .- Ver Green Lantern Corps #02 de AT

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