| Título: Vril Dox Autor: Carlos Fortuny Portada: Nahikari Maltavac y Roberto Cruz Publicado en: Octubre 2016
Después de que atentaran contra su vida, Hal Jordan se centra en descubrir quién está detrás del intento de asesinato. Y para ello contará con la inestimable ayuda de Vril Dox. ¿Podrá Hal encontrar a quien intenta matarlo?
|
Hace billones de años, una raza de inmortales aprendió a aprovechar la más poderosa fuente de energía existente. Esa energía alimentaría unos anillos que serían entregados a unos pocos elegidos en el universo, aquellos con la voluntad de superar su mayor miedo. Juntos, esos tres mil seiscentos elegidos forman la mayor fuerza pacificadora del Universo. Ellos son...
Resumen de lo publicado: La misión de Hal Jordan para reestablecer el Green Lantern Corps como principal fuerza defensora del orden en el universo termina siendo más... complicada de lo que él esperaba, sobre todo cuando debe hacer frente al hecho de que han sido sustituidos por L.E.G.I.O.N. Tras enfrentarse directamente con Vril Dox para poder actuar en el planeta Jyad, los Green Lantern sufren un atentado.
Zona de Horeca, Jayd. Sector 112
Carol, Hal y Vril recorrían las calles del conflictivo barrio de Horeca rumbo a las zonas donde se hallaban los restos de los mercenarios muertos. La autoridad del lugar había precintado las zonas evitando que nadie los tocara, y sobre todo, que nadie intentara sacar partido de la chatarra resultante de las explosiones.
-No quiero ser molesto Jordan, pero te advertí que gastaras algo más de dinero para no venir a este barrio.- Dijo Dox con una sonrisa socarrona.
Hal no respondió, solo soltó un bufido mientras Carol lanzaba una pequeña sonrisa al coluano.
Los reclutas habían sido apartados por Hal en cuanto había visto la posibilidad de que atacaran a cualquier Lantern. Por lo que les había ordenado que cogieran el interceptor y volvieran a Oa; él y Carol volverían por su cuenta más adelante.
El resto del viaje hasta el primer cadáver fue prácticamente un monólogo de Vril, si bien de vez en cuando Carol hacía alguna aportación. No cabía ninguna duda de que al coluano le encantaba escucharse.
-¿Te puedo preguntar algo, Vril?- Preguntó Carol aprovechando uno de los pocos silencios.
-Por supuesto, adelante.- Respondió el coluano con una sonrisa altanera.
-¿Qué te llevó a fundar L.E.G.I.O.N.?
No fue hasta entonces que Hal recordó porque estaba aguantando a aquel tipo, quería sacarle algo de información, tal y como estaba haciendo Carol. Para Hal había sido tan condenadamente pesado que había olvidado por completo el objetivo de aceptar su ayuda.
-Es una buena pregunta, ¿Pero no estamos aquí todos para lo mismo?- Preguntó Vril con un toque burlón.- Para proteger a los débiles y que prevalezca el bien, por supuesto.
Hal Dejó salir un bufido a la vez que Carol levantaba una ceja, lo que causó la risa del coluano.
-Hemos llegado.- Concluyó Vril arrodillándose sobre una de las armaduras.
Carol y Hal intercambiaron una mirada con la que ambos dejaban claro que no confiaban en el líder de L.E.G.I.O.N.
-Tenías razón, por la forma en la que están torcidas las piezas de la armadura no cabe duda de que la explosión se originó en el interior de estas.- Aclaró Vril mientras observaba con atención cada detalle.
No sabría explicar porque, pero Hal tenía la necesidad de sentirse superior a aquel hombre, obtener aunque fuese una pequeña victoria, por lo que enseguida se puso manos a la obra.
-Anillo, dame un análisis completo del escenario.- Ordenó Hal.
En cuestión de segundos una gran cantidad de datos rodearon por completo a Hal Jordan, y aunque estaba en una posición mucho más incómoda para leer los datos, fue Vril el primero en entender el análisis y abrir la boca.
-¿Puede tu anillo seguir una impronta de energía?- Preguntó el coluano bastante interesado.
-Por supuesto.- Respondió Hal sin hacer demasiado caso mientras seguía revisando los datos.
-Pues pídele que siga esa.- Dijo señalando una sección de datos.
Hal dudó unos instantes, su primer impulso era ignorarlo, pero pronto comprendió lo que el coluano había visto, y que tenía razón; así que de mala gana ordenó al anillo que siguiera aquella impronta de energía…
Carol, Hal y Vril recorrían las calles del conflictivo barrio de Horeca rumbo a las zonas donde se hallaban los restos de los mercenarios muertos. La autoridad del lugar había precintado las zonas evitando que nadie los tocara, y sobre todo, que nadie intentara sacar partido de la chatarra resultante de las explosiones.
-No quiero ser molesto Jordan, pero te advertí que gastaras algo más de dinero para no venir a este barrio.- Dijo Dox con una sonrisa socarrona.
Hal no respondió, solo soltó un bufido mientras Carol lanzaba una pequeña sonrisa al coluano.
Los reclutas habían sido apartados por Hal en cuanto había visto la posibilidad de que atacaran a cualquier Lantern. Por lo que les había ordenado que cogieran el interceptor y volvieran a Oa; él y Carol volverían por su cuenta más adelante.
El resto del viaje hasta el primer cadáver fue prácticamente un monólogo de Vril, si bien de vez en cuando Carol hacía alguna aportación. No cabía ninguna duda de que al coluano le encantaba escucharse.
-¿Te puedo preguntar algo, Vril?- Preguntó Carol aprovechando uno de los pocos silencios.
-Por supuesto, adelante.- Respondió el coluano con una sonrisa altanera.
-¿Qué te llevó a fundar L.E.G.I.O.N.?
No fue hasta entonces que Hal recordó porque estaba aguantando a aquel tipo, quería sacarle algo de información, tal y como estaba haciendo Carol. Para Hal había sido tan condenadamente pesado que había olvidado por completo el objetivo de aceptar su ayuda.
-Es una buena pregunta, ¿Pero no estamos aquí todos para lo mismo?- Preguntó Vril con un toque burlón.- Para proteger a los débiles y que prevalezca el bien, por supuesto.
Hal Dejó salir un bufido a la vez que Carol levantaba una ceja, lo que causó la risa del coluano.
-Hemos llegado.- Concluyó Vril arrodillándose sobre una de las armaduras.
Carol y Hal intercambiaron una mirada con la que ambos dejaban claro que no confiaban en el líder de L.E.G.I.O.N.
-Tenías razón, por la forma en la que están torcidas las piezas de la armadura no cabe duda de que la explosión se originó en el interior de estas.- Aclaró Vril mientras observaba con atención cada detalle.
No sabría explicar porque, pero Hal tenía la necesidad de sentirse superior a aquel hombre, obtener aunque fuese una pequeña victoria, por lo que enseguida se puso manos a la obra.
-Anillo, dame un análisis completo del escenario.- Ordenó Hal.
En cuestión de segundos una gran cantidad de datos rodearon por completo a Hal Jordan, y aunque estaba en una posición mucho más incómoda para leer los datos, fue Vril el primero en entender el análisis y abrir la boca.
-¿Puede tu anillo seguir una impronta de energía?- Preguntó el coluano bastante interesado.
-Por supuesto.- Respondió Hal sin hacer demasiado caso mientras seguía revisando los datos.
-Pues pídele que siga esa.- Dijo señalando una sección de datos.
Hal dudó unos instantes, su primer impulso era ignorarlo, pero pronto comprendió lo que el coluano había visto, y que tenía razón; así que de mala gana ordenó al anillo que siguiera aquella impronta de energía…
Hangar principal del espacio-puerto, Jayd. Sector 112
Tras recibir la orden de Hal, y tras protestar un poco, los tres reclutas habían puesto rumbo al interceptor. Después de lo ocurrido en Havania tampoco era muy inteligente llevar la contraria al líder de los corps, así que no habían tenido otra salida.
-Odio que nos traten como a unos novatos.- Se quejó Sodam.
-Es que somos unos novatos.- Dijo Anya poniendo énfasis en la palabra “somos".
Sodam torció el gesto, estaba a punto de contestar a Anya, pero al ver su rostro y darse cuenta de que sin duda la chica seguía enfadada, prefirió dejar el tema; momento que aprovechó para hablar la pequeña ardilla extraterrestre.
-No pongáis esas caras, se nos ha encomendado una gran misión.
-¿Qué misión?- Preguntó Anya de mala gana. La verdad era que en cierta manera estaba de acuerdo con Sodam.
-Tenemos que llevar el interceptor a Oa. La seguridad de la nave depende de nosotros.- Dijo B’dg animado.
Sus compañeros dudaban entre si se engañaba a sí mismo, intentaba quedarse con ellos, o de verdad le parecía una misión importante.
-Te quedas conmigo…- Fue todo lo que consiguió decir un incrédulo Sodam.
-No, no, ¡En serio!- Empezó a decir B’dg.
Pero la explicación del h'lvenite se perdió para siempre, pues un niño de unos 8 años nativo del planeta salió al paso de los reclutas con los ojos bastante rojos y algunos mocos colgando que sorbía sin mucho éxito; sin duda había estado llorando no hacía mucho.
Los reclutas se quedaron mirándolo sin saber muy bien cómo reaccionar, pero aquello no duró demasiado, pues en seguida el niño empezó a hablar.
-¿Vosotros sois Green Lantern?
-Bueno, técnicamente…- Empezó a explicar B’dg.
-¡Claro que sí! ¿Qué te pasa pequeño?- Preguntó Sodam interrumpiendo a su compañero mientras Anya se arrodillaba a su lado para limpiarle los mocos.
-Necesito vuestra ayuda…- Se limitó a decir el niño.
-¿Qué te ha pasado?- Preguntó Anya muy dulcemente.
-No… No podemos intervenir… Tenemos que irnos… El interceptor…- Balbuceó B’dg.
-El interceptor seguirá allí cuando volvamos, este chico necesita nuestra ayuda.- Dijo Sodam con una gran sonrisa.
El chico no parecía entender muy bien que pasaba, pero dado que seguía siendo el centro de atención, decidió continuar con su petición.
-Mi papá, unos hombres malos le pegaron…- Empezó a decir el niño sollozando.
-No podemos intervenir…- Rogó B’dg, aunque le partía el alma abandonar a aquel niñito.
Sodam y Anya miraron a su compañero, era innegable que tenía razón, pero ¿Cómo ignorar la petición de aquel niño?
-Se va a morir…- Acabó diciendo el niño intensificando sus sollozos al ver que sus héroes no se movían.
Aquellas palabras fueron como un resorte para Anya, que enseguida se activó volviéndose hacia el niño.
-Llévanos con tu padre.- Dijo dándole la mano al niño.
-Pero Anya…- Empezó a protestar sin mucha energía B’dg.
-No vamos a intervenir, pero no podemos permitir que alguien pierda la vida si podemos impedirlo.- Respondió Anya echando a correr junto al niño.
-Vamos, anímate.- Dijo Sodam dando un golpecito en el hombro a su compañero y echando a correr detrás de Anya.- ¡Seguro que a la nave no le pasa nada!
-No es la nave lo que me preocupa…
Tras recibir la orden de Hal, y tras protestar un poco, los tres reclutas habían puesto rumbo al interceptor. Después de lo ocurrido en Havania tampoco era muy inteligente llevar la contraria al líder de los corps, así que no habían tenido otra salida.
-Odio que nos traten como a unos novatos.- Se quejó Sodam.
-Es que somos unos novatos.- Dijo Anya poniendo énfasis en la palabra “somos".
Sodam torció el gesto, estaba a punto de contestar a Anya, pero al ver su rostro y darse cuenta de que sin duda la chica seguía enfadada, prefirió dejar el tema; momento que aprovechó para hablar la pequeña ardilla extraterrestre.
-No pongáis esas caras, se nos ha encomendado una gran misión.
-¿Qué misión?- Preguntó Anya de mala gana. La verdad era que en cierta manera estaba de acuerdo con Sodam.
-Tenemos que llevar el interceptor a Oa. La seguridad de la nave depende de nosotros.- Dijo B’dg animado.
Sus compañeros dudaban entre si se engañaba a sí mismo, intentaba quedarse con ellos, o de verdad le parecía una misión importante.
-Te quedas conmigo…- Fue todo lo que consiguió decir un incrédulo Sodam.
-No, no, ¡En serio!- Empezó a decir B’dg.
Pero la explicación del h'lvenite se perdió para siempre, pues un niño de unos 8 años nativo del planeta salió al paso de los reclutas con los ojos bastante rojos y algunos mocos colgando que sorbía sin mucho éxito; sin duda había estado llorando no hacía mucho.
Los reclutas se quedaron mirándolo sin saber muy bien cómo reaccionar, pero aquello no duró demasiado, pues en seguida el niño empezó a hablar.
-¿Vosotros sois Green Lantern?
-Bueno, técnicamente…- Empezó a explicar B’dg.
-¡Claro que sí! ¿Qué te pasa pequeño?- Preguntó Sodam interrumpiendo a su compañero mientras Anya se arrodillaba a su lado para limpiarle los mocos.
-Necesito vuestra ayuda…- Se limitó a decir el niño.
-¿Qué te ha pasado?- Preguntó Anya muy dulcemente.
-No… No podemos intervenir… Tenemos que irnos… El interceptor…- Balbuceó B’dg.
-El interceptor seguirá allí cuando volvamos, este chico necesita nuestra ayuda.- Dijo Sodam con una gran sonrisa.
El chico no parecía entender muy bien que pasaba, pero dado que seguía siendo el centro de atención, decidió continuar con su petición.
-Mi papá, unos hombres malos le pegaron…- Empezó a decir el niño sollozando.
-No podemos intervenir…- Rogó B’dg, aunque le partía el alma abandonar a aquel niñito.
Sodam y Anya miraron a su compañero, era innegable que tenía razón, pero ¿Cómo ignorar la petición de aquel niño?
-Se va a morir…- Acabó diciendo el niño intensificando sus sollozos al ver que sus héroes no se movían.
Aquellas palabras fueron como un resorte para Anya, que enseguida se activó volviéndose hacia el niño.
-Llévanos con tu padre.- Dijo dándole la mano al niño.
-Pero Anya…- Empezó a protestar sin mucha energía B’dg.
-No vamos a intervenir, pero no podemos permitir que alguien pierda la vida si podemos impedirlo.- Respondió Anya echando a correr junto al niño.
-Vamos, anímate.- Dijo Sodam dando un golpecito en el hombro a su compañero y echando a correr detrás de Anya.- ¡Seguro que a la nave no le pasa nada!
-No es la nave lo que me preocupa…
Zona de Horeca, Jayd. Sector 112
-¿Por cuánto me venderías uno de esos?- Preguntó Vril refiriéndose al anillo.
-No están en venta…- Respondió Hal sin aminorar el paso.
-Todo tiene un precio, solo hay que dar con él.- Dijo Vril divertido.
Aquel hombre era increíblemente molesto. Hal ya había perdido la cuenta de las veces que había pensado en estrangularlo, así que se limitaba a intentar ignorarlo.
-Me he dado cuenta de que apenas cuentas con robots, Havania estaba lleno de ellos.- Dijo Carol cambiando de tema.
-Havania requería otro enfoque. Traer aquí robots solo serviría para que los grandísimos reyes me los desmantelaran y se los quedasen. Así que solo traje a los que se encargan de custodiar mi nave.- Respondió divertido.
-¿No confías en los dirigentes de Jayd?- Preguntó entonces Carol algo sorprendida.
-¿Vosotros sí? Admitámoslo, lo más probable es que ni Lanterns ni nosotros tengamos jurisdicción ninguna aquí, a no ser que Jayd saque algún provecho de ello.- Dijo el coluano.
-Hubo un tiempo en el que no había que negociar con ladrones y asesinos para proteger la galaxia…- Intervino entonces Hal.
-Es lo que tiene la libertad, que la posee todo el mundo.- Respondió Vril suspicaz.
Hal se quedó en silencio meditando las palabras del coluano y recordando lo que acababa de decir sobre Jayd. La verdad es que los Lantern no podían ofrecerle nada a sistemas corruptos, pero la pregunta era ¿Podía hacerlo L.E.G.I.O.N.?
-¿Por cuánto me venderías uno de esos?- Preguntó Vril refiriéndose al anillo.
-No están en venta…- Respondió Hal sin aminorar el paso.
-Todo tiene un precio, solo hay que dar con él.- Dijo Vril divertido.
Aquel hombre era increíblemente molesto. Hal ya había perdido la cuenta de las veces que había pensado en estrangularlo, así que se limitaba a intentar ignorarlo.
-Me he dado cuenta de que apenas cuentas con robots, Havania estaba lleno de ellos.- Dijo Carol cambiando de tema.
-Havania requería otro enfoque. Traer aquí robots solo serviría para que los grandísimos reyes me los desmantelaran y se los quedasen. Así que solo traje a los que se encargan de custodiar mi nave.- Respondió divertido.
-¿No confías en los dirigentes de Jayd?- Preguntó entonces Carol algo sorprendida.
-¿Vosotros sí? Admitámoslo, lo más probable es que ni Lanterns ni nosotros tengamos jurisdicción ninguna aquí, a no ser que Jayd saque algún provecho de ello.- Dijo el coluano.
-Hubo un tiempo en el que no había que negociar con ladrones y asesinos para proteger la galaxia…- Intervino entonces Hal.
-Es lo que tiene la libertad, que la posee todo el mundo.- Respondió Vril suspicaz.
Hal se quedó en silencio meditando las palabras del coluano y recordando lo que acababa de decir sobre Jayd. La verdad es que los Lantern no podían ofrecerle nada a sistemas corruptos, pero la pregunta era ¿Podía hacerlo L.E.G.I.O.N.?
Casa de Tikil, zona de Horeca, Jayd. Sector 112
Los reclutas habían llegado sin ningún problema a la casa de Tikil, que así se llamaba el niño. Se habían sorprendido al entrar nuevamente en la zona Horeca, parecía que todo lo malo ocurría en aquella zona.
En cuanto entraron a la casa del niño se encontraron con su padre tendido en un sillón respirando con dificultad. El hombre había recibido una tremenda paliza y tenía heridas y moratones por doquier.
Anya se apresuró a pedir un análisis completo del hombre, lo que les descubrió que aparte de todas las heridas visibles, el hombre también tenía algunos huesos rotos.
Todas las dudas que había tenido el pequeño B’dg se desvanecieron en cuanto vio al herido, entonces fue el primero en lanzarse a su “rescate”. Fueron unos largos diez minutos, pero tras ellos, B’dg anunció que el hombre estaba fuera de peligro, incluso había recuperado el conocimiento.
-¡Vamos papá! ¡Diles quien fue! Ellos nos ayudarán.- Insistió Tilik.
-No deberías haberlos traído…- Se negó su padre bastante asustado.
Los propios Lantern preferían la actitud del padre, aunque les dolía no ayudar más a Tilik, pero lo mejor sería dejar el tema y volver a Oa; eso pensaban al menos dos de los tres reclutas.
-¡Vamos! Hemos venido aquí para ayudarle. No podemos irnos ahora. Esta vez estábamos aquí, pero ¿Qué pasará la próxima? ¿Dejará a su hijo solo por su cabezonería?- Dijo Sodam adelantándose al resto.
-Yo…- Dudó el padre.
-Tiene que pensar en su hijo, deje que le ayudemos.- Insistió Sodam.
El padre suspiró y asintió, y aquello provocó otro suspiro, esta vez por parte de los otros dos reclutas, quienes sabían que Sodam les acababa de meter en otro lío.
Los reclutas habían llegado sin ningún problema a la casa de Tikil, que así se llamaba el niño. Se habían sorprendido al entrar nuevamente en la zona Horeca, parecía que todo lo malo ocurría en aquella zona.
En cuanto entraron a la casa del niño se encontraron con su padre tendido en un sillón respirando con dificultad. El hombre había recibido una tremenda paliza y tenía heridas y moratones por doquier.
Anya se apresuró a pedir un análisis completo del hombre, lo que les descubrió que aparte de todas las heridas visibles, el hombre también tenía algunos huesos rotos.
Todas las dudas que había tenido el pequeño B’dg se desvanecieron en cuanto vio al herido, entonces fue el primero en lanzarse a su “rescate”. Fueron unos largos diez minutos, pero tras ellos, B’dg anunció que el hombre estaba fuera de peligro, incluso había recuperado el conocimiento.
-¡Vamos papá! ¡Diles quien fue! Ellos nos ayudarán.- Insistió Tilik.
-No deberías haberlos traído…- Se negó su padre bastante asustado.
Los propios Lantern preferían la actitud del padre, aunque les dolía no ayudar más a Tilik, pero lo mejor sería dejar el tema y volver a Oa; eso pensaban al menos dos de los tres reclutas.
-¡Vamos! Hemos venido aquí para ayudarle. No podemos irnos ahora. Esta vez estábamos aquí, pero ¿Qué pasará la próxima? ¿Dejará a su hijo solo por su cabezonería?- Dijo Sodam adelantándose al resto.
-Yo…- Dudó el padre.
-Tiene que pensar en su hijo, deje que le ayudemos.- Insistió Sodam.
El padre suspiró y asintió, y aquello provocó otro suspiro, esta vez por parte de los otros dos reclutas, quienes sabían que Sodam les acababa de meter en otro lío.
Hangar principal del espacio-puerto, Jayd. Sector 112
Finalmente, el rastro de energía que seguía el anillo condujo al variopinto grupo hasta el hangar principal del espacio-puerto, pero desde aquel punto era como buscar una aguja en un pajar.
-El rastro se dispersa aquí.- Dijo Hal un tanto desesperanzado.
-Por supuesto.- Fue toda la respuesta de Vril, siempre confiado.
-¿Y ahora qué?- Preguntó Carol.
-Preguntaremos a los encargados, puede que alguno haya visto algo.- Dijo Hal.
Aunque la verdad es que era una pequeña posibilidad, bien era cierto que las armaduras eran un material bastante exótico, pero ¿Quién sabía con cuantas extrañas pertenencias traficarían allí?
-Brillante idea, Lantern.- Dijo Vril sonriente.
Instantes después, los tres se estaban entrevistando con los dos encargados del lugar gracias a los recursos de Vril Dox, quien al parecer era bastante conocido en aquel espacio-puerto.
-¿Te quedas conmigo?, traen cuatro enormes armaduras súper avanzadas, pero no habéis visto nada, ¿Me lo tengo que creer?- Preguntó Hal algo enfadado.
-Lo siento mucho, Lantern, pero…- Empezó a decir uno de ellos, un tamariano gordo.
-¿Pero qué? ¿No comprobáis los paquetes?- Preguntó Hal aumentando su enfado.
Carol no dijo nada, se limitó a colocar su mano sobre el hombro de Hal calmándolo. Se había dado cuenta que no era el hombre que conocía, el mando lo estaba aprisionando por completo y era como una olla a punto de explotar; tanta responsabilidad y no conseguía controlarla. Cualquier cosa parecía ponerlo en tensión y solo Carol conseguía hacer que se relajara.
Aun así, Hal no era ajeno al tema, en cuanto sintió el contacto de su pareja supo que estaba perdiendo los nervios, y que así no conseguiría nada, tenía que centrarse. Pero no tendría tiempo para ello, Vril había entrado en acción, y aunque estaba siendo de gran ayuda solo ponía más nervioso a Hal.
-Vamos, Kazka, ¿De verdad no has visto nada? ¿Ni siquiera unos cuantos créditos?- Preguntó Vril escrutando al otro encargado.
El otro encargado, Kazka, era un jaydiano que hacía tiempo que había superado la mediana edad, y se encontraba en sus últimos años como trabajador. A diferencia del tamariano, Kazka era increíblemente canijo, tanto que se le marcaban los huesos, y su cabello era casi completamente blanco; eso sí, aún conservaba una estupenda cabellera.
Vril había visto varios gestos en él que lo habían delatado; estaba nervioso, sudaba ligeramente, no sabía qué hacer con las manos. Seguramente la propia presencia del coluano lo ponía nervioso, pero sin duda era el Lantern quien más le incomodaba, al fin y al cabo era un constatado asesino.
Kazka solo balbuceó un par de palabras incomprensibles.
-Vámonos querida.- Ofreció Vril a Carol tendiéndole el brazo.- Creo que al viejo Kazka le apetece pasar un rato a solas con el nuevo líder de los Lantern.
-¡¿Qué?!- Preguntó aterrorizado Kazka, rompiéndose por completo.
El hombre cayó de rodillas al suelo y se agarró a los pies de Vril asustado, volvía a balbucear cosas incomprensibles, pero estaba claro que lo que venía a significar era que no quería quedarse a solas con Hal.
Vril sabía que el jaydiano no tenía la culpa, era un hombre débil al que habían colocado precisamente en aquel puesto para poder hacer lo que quisieran, aunque ahora lamentarían haberlo hecho. Un hombre débil era fácil de manejar, pero era un arma de doble filo, pues se podía volver fácilmente en tu contra.
Finalmente, el rastro de energía que seguía el anillo condujo al variopinto grupo hasta el hangar principal del espacio-puerto, pero desde aquel punto era como buscar una aguja en un pajar.
-El rastro se dispersa aquí.- Dijo Hal un tanto desesperanzado.
-Por supuesto.- Fue toda la respuesta de Vril, siempre confiado.
-¿Y ahora qué?- Preguntó Carol.
-Preguntaremos a los encargados, puede que alguno haya visto algo.- Dijo Hal.
Aunque la verdad es que era una pequeña posibilidad, bien era cierto que las armaduras eran un material bastante exótico, pero ¿Quién sabía con cuantas extrañas pertenencias traficarían allí?
-Brillante idea, Lantern.- Dijo Vril sonriente.
Instantes después, los tres se estaban entrevistando con los dos encargados del lugar gracias a los recursos de Vril Dox, quien al parecer era bastante conocido en aquel espacio-puerto.
-¿Te quedas conmigo?, traen cuatro enormes armaduras súper avanzadas, pero no habéis visto nada, ¿Me lo tengo que creer?- Preguntó Hal algo enfadado.
-Lo siento mucho, Lantern, pero…- Empezó a decir uno de ellos, un tamariano gordo.
-¿Pero qué? ¿No comprobáis los paquetes?- Preguntó Hal aumentando su enfado.
Carol no dijo nada, se limitó a colocar su mano sobre el hombro de Hal calmándolo. Se había dado cuenta que no era el hombre que conocía, el mando lo estaba aprisionando por completo y era como una olla a punto de explotar; tanta responsabilidad y no conseguía controlarla. Cualquier cosa parecía ponerlo en tensión y solo Carol conseguía hacer que se relajara.
Aun así, Hal no era ajeno al tema, en cuanto sintió el contacto de su pareja supo que estaba perdiendo los nervios, y que así no conseguiría nada, tenía que centrarse. Pero no tendría tiempo para ello, Vril había entrado en acción, y aunque estaba siendo de gran ayuda solo ponía más nervioso a Hal.
-Vamos, Kazka, ¿De verdad no has visto nada? ¿Ni siquiera unos cuantos créditos?- Preguntó Vril escrutando al otro encargado.
El otro encargado, Kazka, era un jaydiano que hacía tiempo que había superado la mediana edad, y se encontraba en sus últimos años como trabajador. A diferencia del tamariano, Kazka era increíblemente canijo, tanto que se le marcaban los huesos, y su cabello era casi completamente blanco; eso sí, aún conservaba una estupenda cabellera.
Vril había visto varios gestos en él que lo habían delatado; estaba nervioso, sudaba ligeramente, no sabía qué hacer con las manos. Seguramente la propia presencia del coluano lo ponía nervioso, pero sin duda era el Lantern quien más le incomodaba, al fin y al cabo era un constatado asesino.
Kazka solo balbuceó un par de palabras incomprensibles.
-Vámonos querida.- Ofreció Vril a Carol tendiéndole el brazo.- Creo que al viejo Kazka le apetece pasar un rato a solas con el nuevo líder de los Lantern.
-¡¿Qué?!- Preguntó aterrorizado Kazka, rompiéndose por completo.
El hombre cayó de rodillas al suelo y se agarró a los pies de Vril asustado, volvía a balbucear cosas incomprensibles, pero estaba claro que lo que venía a significar era que no quería quedarse a solas con Hal.
Vril sabía que el jaydiano no tenía la culpa, era un hombre débil al que habían colocado precisamente en aquel puesto para poder hacer lo que quisieran, aunque ahora lamentarían haberlo hecho. Un hombre débil era fácil de manejar, pero era un arma de doble filo, pues se podía volver fácilmente en tu contra.
Zona de Horeca, Jayd. Sector 112
Según el padre de Tilik, desde hacía algún tiempo tanto él como otros comerciantes de la zona de Horeca se habían visto obligados a pagar la mitad si no más de sus ganancias a unos hombres conocidos como “la neblina”, que se dedicaba a “proteger” a los comerciantes en la peligrosa zona de Horeca. El líder de dicha organización, y por lo tanto el principal responsable, era un tal Dorkelo Brammo.
Lo más gracioso de todo es que dicha protección no había impedido que el padre de Tilik fuera atracado dos veces en las últimas tres semanas, por lo que cansado, se había plantado ante esta “neblina”, pero no solo le habían dado una paliza casi mortal sino que habían amenazado la vida de su hijo de volver a negarse a pagar.
Todo esto había decidido por completo a un Sodam, que no necesitaba incentivo alguno para entrar en acción, y a los otros dos reclutas, que aunque no estaban tan convencidos de primeras no podían permitir que aquellos malnacidos hicieran daño a inocentes.
-No parece que les importe mucho que les vean.- Dijo Sodam.
Los tres reclutas se encontraban frente a las puertas de “El Cruce”, una taberna galáctica de mala muerte donde al parecer se encontraban los miembros de la neblina. Estos eran fácilmente reconocibles, pues todos llevaban cazadoras con su logo bien grande. En la puerta había tres de estos haciendo la función de porteros.
-¿Por qué les iba a importar?- Preguntó Anya, quien parecía haber olvidado ligeramente su enfado con Sodam.- Al fin y al cabo son los dueños del barrio.
-Sin duda no temen las consecuencias de la ley.- Apuntó B’dg.
-Bueno, vamos allá.- Dijo Sodam haciendo crujir sus nudillos a la vez que se acercaba a la puerta.
Los porteros miraron con muy mala cara a los Lantern, y enseguida les gruñeron que aquel no era su lugar. Pero Sodam no intercambió ni una palabra. Sin ni si quiera usar el anillo se encargó de los tres miembros de la banda con un golpe a cada uno. Haciendo que el último de estos destrozara la puerta.
-Muy sutil.- Dijo Anya cruzada de brazos y ligeramente molesta.
-Gracias.- Dijo Sodam con una gran sonrisa.
Acto seguido, el daxamita entró en la taberna. Los músicos habían dejado de tocar en cuanto el miembro de la neblina atravesó la puerta, y ahora los casi cincuenta miembros de la banda que esperaban dentro miraban entre indignados y temerosos a Sodam, preguntándose quién era aquel tipo y que quería de ellos.
En aquella ocasión Anya se adelantó, pues sabía cuál sería el estilo de su compañero, y tenía alguna esperanza en no luchar.
-Somos Green Lantern, venimos en busca de Dorkelo Brammo. Si se entrega prometemos no hacer daño a nadie más.
Un khund de gran melena y numerosas cicatrices, presumiblemente Brammo, comenzó a reírse; para acto seguido ser acompañado en las risas por el resto de sus compañeros, hasta que finalmente se hizo el silencio.
-Matadlos.- Ordenó Brammo.
Enseguida todos los miembros de la neblina se lanzaron a por sus armas sin dudar ni un segundo.
-¿Podemos ya partirles la cara?- Preguntó Sodam divertido.
-Está bien, pero Brammo es mío.- Dijo Anya de mala gana.
Sodam sonrió por toda respuesta mientras se lanzaba a lo loco contra cinco hombres armados con láser y espadas. Por su parte Anya era un poco menos alocada, se construyó una armadura y un par de AK-47 con los que disparaba bolas de energía, que si bien no eran letales eran increíblemente dolorosas. Mientras, B´dg ofrecía cobertura a sus amigos, más preocupado por defenderlos que por tomar la ofensiva.
El daxamita se encargaba de los miembros de la banda sin ninguna dificultad, y al verlo como el más peligroso de los tres, la mayoría de miembros de la neblina se habían centrado en él. Lo que permitió que Anya se quedara con el líder a solas.
-B´dg, cúbreme, no dejes que nadie nos moleste, me voy a encargar de este cerdo.- Dijo Anya bastante molesta.
B’dg asintió sin protestar, tampoco era una misión difícil, se limitaba a echar una mano a Sodam desde la distancia y a encargarse de cualquiera que se les acercara, aunque a este ritmo estaba seguro de que al daxamita no le llevaría ni dos minutos acabar él solito.
-Venga, vamos, putita.- Dijo Brammo con una sonrisa entre sádica y pervertida.
La verdad es que el líder de la neblina estaba ligeramente preocupado por la paliza que recibían sus hombres en aquel instante, pero confiaba plenamente en poder al menos tener la satisfacción de cargarse a aquella chica.
Brammo disparó con su láser, pero este rebotó en la armadura de Anya que se acercaba a gran velocidad al líder de la banda, este pasó al plan b, el uso del sable. Pero dicha arma voló de su mano cuando Anya se la arrebató con un constructo en forma de tubería, que acto seguido usó para atizarle en pleno rostro haciendo caer redondo al líder a la vez que perdía un par de dientes.
Sodam por su parte había acabado con más de cuarenta hombres, y ahora permanecía en pie sobre un montón de cuerpos inconscientes.
Lo que los Lantern no notaron es que con tanto alboroto había pasado desapercibido todo el canto de sirenas que acompañaba a la autoridad local rodeando el lugar.
-Pongan las manos en alto.- Ordenó el oficial al mando.
-Vámonos de aquí.- Sugirió Sodam.- No quiero otra charla de Hal…
-¡¡Sodam!!- Gritó Anya asustada.
Y entonces Sodam lo vio, el pequeño cuerpo de su compañero, de B’dg, yacía en el suelo. El disparo de Brammo, que había hecho instantes antes, había acabado dando a la pequeña ardilla humanoide por la espalda hiriéndolo en el acto.
Según el padre de Tilik, desde hacía algún tiempo tanto él como otros comerciantes de la zona de Horeca se habían visto obligados a pagar la mitad si no más de sus ganancias a unos hombres conocidos como “la neblina”, que se dedicaba a “proteger” a los comerciantes en la peligrosa zona de Horeca. El líder de dicha organización, y por lo tanto el principal responsable, era un tal Dorkelo Brammo.
Lo más gracioso de todo es que dicha protección no había impedido que el padre de Tilik fuera atracado dos veces en las últimas tres semanas, por lo que cansado, se había plantado ante esta “neblina”, pero no solo le habían dado una paliza casi mortal sino que habían amenazado la vida de su hijo de volver a negarse a pagar.
Todo esto había decidido por completo a un Sodam, que no necesitaba incentivo alguno para entrar en acción, y a los otros dos reclutas, que aunque no estaban tan convencidos de primeras no podían permitir que aquellos malnacidos hicieran daño a inocentes.
-No parece que les importe mucho que les vean.- Dijo Sodam.
Los tres reclutas se encontraban frente a las puertas de “El Cruce”, una taberna galáctica de mala muerte donde al parecer se encontraban los miembros de la neblina. Estos eran fácilmente reconocibles, pues todos llevaban cazadoras con su logo bien grande. En la puerta había tres de estos haciendo la función de porteros.
-¿Por qué les iba a importar?- Preguntó Anya, quien parecía haber olvidado ligeramente su enfado con Sodam.- Al fin y al cabo son los dueños del barrio.
-Sin duda no temen las consecuencias de la ley.- Apuntó B’dg.
-Bueno, vamos allá.- Dijo Sodam haciendo crujir sus nudillos a la vez que se acercaba a la puerta.
Los porteros miraron con muy mala cara a los Lantern, y enseguida les gruñeron que aquel no era su lugar. Pero Sodam no intercambió ni una palabra. Sin ni si quiera usar el anillo se encargó de los tres miembros de la banda con un golpe a cada uno. Haciendo que el último de estos destrozara la puerta.
-Muy sutil.- Dijo Anya cruzada de brazos y ligeramente molesta.
-Gracias.- Dijo Sodam con una gran sonrisa.
Acto seguido, el daxamita entró en la taberna. Los músicos habían dejado de tocar en cuanto el miembro de la neblina atravesó la puerta, y ahora los casi cincuenta miembros de la banda que esperaban dentro miraban entre indignados y temerosos a Sodam, preguntándose quién era aquel tipo y que quería de ellos.
En aquella ocasión Anya se adelantó, pues sabía cuál sería el estilo de su compañero, y tenía alguna esperanza en no luchar.
-Somos Green Lantern, venimos en busca de Dorkelo Brammo. Si se entrega prometemos no hacer daño a nadie más.
Un khund de gran melena y numerosas cicatrices, presumiblemente Brammo, comenzó a reírse; para acto seguido ser acompañado en las risas por el resto de sus compañeros, hasta que finalmente se hizo el silencio.
-Matadlos.- Ordenó Brammo.
Enseguida todos los miembros de la neblina se lanzaron a por sus armas sin dudar ni un segundo.
-¿Podemos ya partirles la cara?- Preguntó Sodam divertido.
-Está bien, pero Brammo es mío.- Dijo Anya de mala gana.
Sodam sonrió por toda respuesta mientras se lanzaba a lo loco contra cinco hombres armados con láser y espadas. Por su parte Anya era un poco menos alocada, se construyó una armadura y un par de AK-47 con los que disparaba bolas de energía, que si bien no eran letales eran increíblemente dolorosas. Mientras, B´dg ofrecía cobertura a sus amigos, más preocupado por defenderlos que por tomar la ofensiva.
El daxamita se encargaba de los miembros de la banda sin ninguna dificultad, y al verlo como el más peligroso de los tres, la mayoría de miembros de la neblina se habían centrado en él. Lo que permitió que Anya se quedara con el líder a solas.
-B´dg, cúbreme, no dejes que nadie nos moleste, me voy a encargar de este cerdo.- Dijo Anya bastante molesta.
B’dg asintió sin protestar, tampoco era una misión difícil, se limitaba a echar una mano a Sodam desde la distancia y a encargarse de cualquiera que se les acercara, aunque a este ritmo estaba seguro de que al daxamita no le llevaría ni dos minutos acabar él solito.
-Venga, vamos, putita.- Dijo Brammo con una sonrisa entre sádica y pervertida.
La verdad es que el líder de la neblina estaba ligeramente preocupado por la paliza que recibían sus hombres en aquel instante, pero confiaba plenamente en poder al menos tener la satisfacción de cargarse a aquella chica.
Brammo disparó con su láser, pero este rebotó en la armadura de Anya que se acercaba a gran velocidad al líder de la banda, este pasó al plan b, el uso del sable. Pero dicha arma voló de su mano cuando Anya se la arrebató con un constructo en forma de tubería, que acto seguido usó para atizarle en pleno rostro haciendo caer redondo al líder a la vez que perdía un par de dientes.
Sodam por su parte había acabado con más de cuarenta hombres, y ahora permanecía en pie sobre un montón de cuerpos inconscientes.
Lo que los Lantern no notaron es que con tanto alboroto había pasado desapercibido todo el canto de sirenas que acompañaba a la autoridad local rodeando el lugar.
-Pongan las manos en alto.- Ordenó el oficial al mando.
-Vámonos de aquí.- Sugirió Sodam.- No quiero otra charla de Hal…
-¡¡Sodam!!- Gritó Anya asustada.
Y entonces Sodam lo vio, el pequeño cuerpo de su compañero, de B’dg, yacía en el suelo. El disparo de Brammo, que había hecho instantes antes, había acabado dando a la pequeña ardilla humanoide por la espalda hiriéndolo en el acto.
Gremio de los Alas Rojas, Jayd. Sector 112
Finalmente, la ayuda de Kazka había sido inestimable, cuando le amenazaron con dejarlo a solas con Hal cantó como un pajarillo.
Al parecer el envío no podía ser rastreado desde su origen, pero sí que sabía su destinatario, Drek Daorlen, líder del gremio de mercenarios “Alas Rojas”.
Fue solo sumar dos y dos cuando supieron que las armaduras habían sido enviadas a unos mercenarios y usadas por otros, sin duda aquellos cuatro mercenarios eran parte de Alas Rojas. Hal solo esperaba que Drek no fuera uno de los cuatro a los que se había enfrentado, pues eso significaría no obtener respuestas de él.
Encontrar la base de los Alas Rojas no fue difícil, ya que era un grupo legal de mercenarios, cualquiera podía contratar sus servicios, si bien en teoría no podías hacerlo para concertar un asesinato.
Solo tuvieron que traspasar la puerta principal para notar que algo no encajaba en aquel lugar, estaba demasiado tranquilo.
Aunque unos pasos después confirmaron sus sospechas descubriendo el por qué estaba todo tan tranquilo, de unas seis personas que ocupaban el gremio en diferentes puntos de este no quedaba ni uno con vida. Sus atacantes no parecían haberles dado tiempo ni para armarse.
-Qué horror…-Dijo Carol asqueada ante aquella masacre.
-Conocían a sus atacantes.- Observó Vril.
-¿Cómo…?- Empezó a preguntar Carol, pero fue Hal quien se adelantó.
-Todos estaban en calma, ni si quiera tenían las armas cerca, no se esperaban que abrieran fuego…
-Muy bien Hal.- Dijo Vril como si fuera un profesor premiando a un niño chico.
Hal le echó una mirada enfurecida, para acto seguido empezar a analizar la escena con su anillo esperando encontrar algo que le condujera hacia el asesino de aquellos mercenarios, a quien iba tras él.
Por su parte, Vril se acercó a una computadora. Estaba colocada en el despacho de Daorlen, así que esperaba encontrar algo útil. Mientras revisaba los datos no dejaba de pensar en las heridas. El láser causante le era demasiado familiar, no estaba seguro, pero creía haber identificado el calibre de estos y se parecía sospechosamente a uno demasiado cercano a él.
Era por ese mismo motivo por el que había corrido a la computadora, algo le decía que allí encontraría algo interesante.
Enseguida una ceja de Vril se levantó al ver un mensaje. En él acordaba unas condiciones increíblemente cuantiosas y el regalo de unas armaduras a cambio de cierto trabajo, pero no era eso lo que llamaba la atención del coluano, sino la dirección desde donde estaba enviada; tendría que comprobarlo más tranquilo, pero estaba casi seguro de reconocerla. Tras realizar una copia en un pequeño dispositivo, Vril se dispuso a borrarlo, era mejor no comentar nada por el momento.
-¿Has encontrado algo?- Preguntó Carol asomándose a la puerta.
-Me temo que aquí no hay nada útil…- Dijo a la vez que borraba todo rastro del mensaje de la computadora.
-¿Me permites?- Preguntó la zafiro estelar.
-Faltaría más.- Respondió el coluano cediendo su asiento con una gran sonrisa.
Aunque Carol nunca llegó a sentarse en la computadora, pues Hal hizo acto de presencia con cara de pocos amigos.
-Tenemos que irnos…
-¿Qué pasa?- Preguntó Carol, aunque empezaba a imaginarse la respuesta.
-Esos niñatos lo han vuelto a hacer…
Finalmente, la ayuda de Kazka había sido inestimable, cuando le amenazaron con dejarlo a solas con Hal cantó como un pajarillo.
Al parecer el envío no podía ser rastreado desde su origen, pero sí que sabía su destinatario, Drek Daorlen, líder del gremio de mercenarios “Alas Rojas”.
Fue solo sumar dos y dos cuando supieron que las armaduras habían sido enviadas a unos mercenarios y usadas por otros, sin duda aquellos cuatro mercenarios eran parte de Alas Rojas. Hal solo esperaba que Drek no fuera uno de los cuatro a los que se había enfrentado, pues eso significaría no obtener respuestas de él.
Encontrar la base de los Alas Rojas no fue difícil, ya que era un grupo legal de mercenarios, cualquiera podía contratar sus servicios, si bien en teoría no podías hacerlo para concertar un asesinato.
Solo tuvieron que traspasar la puerta principal para notar que algo no encajaba en aquel lugar, estaba demasiado tranquilo.
Aunque unos pasos después confirmaron sus sospechas descubriendo el por qué estaba todo tan tranquilo, de unas seis personas que ocupaban el gremio en diferentes puntos de este no quedaba ni uno con vida. Sus atacantes no parecían haberles dado tiempo ni para armarse.
-Qué horror…-Dijo Carol asqueada ante aquella masacre.
-Conocían a sus atacantes.- Observó Vril.
-¿Cómo…?- Empezó a preguntar Carol, pero fue Hal quien se adelantó.
-Todos estaban en calma, ni si quiera tenían las armas cerca, no se esperaban que abrieran fuego…
-Muy bien Hal.- Dijo Vril como si fuera un profesor premiando a un niño chico.
Hal le echó una mirada enfurecida, para acto seguido empezar a analizar la escena con su anillo esperando encontrar algo que le condujera hacia el asesino de aquellos mercenarios, a quien iba tras él.
Por su parte, Vril se acercó a una computadora. Estaba colocada en el despacho de Daorlen, así que esperaba encontrar algo útil. Mientras revisaba los datos no dejaba de pensar en las heridas. El láser causante le era demasiado familiar, no estaba seguro, pero creía haber identificado el calibre de estos y se parecía sospechosamente a uno demasiado cercano a él.
Era por ese mismo motivo por el que había corrido a la computadora, algo le decía que allí encontraría algo interesante.
Enseguida una ceja de Vril se levantó al ver un mensaje. En él acordaba unas condiciones increíblemente cuantiosas y el regalo de unas armaduras a cambio de cierto trabajo, pero no era eso lo que llamaba la atención del coluano, sino la dirección desde donde estaba enviada; tendría que comprobarlo más tranquilo, pero estaba casi seguro de reconocerla. Tras realizar una copia en un pequeño dispositivo, Vril se dispuso a borrarlo, era mejor no comentar nada por el momento.
-¿Has encontrado algo?- Preguntó Carol asomándose a la puerta.
-Me temo que aquí no hay nada útil…- Dijo a la vez que borraba todo rastro del mensaje de la computadora.
-¿Me permites?- Preguntó la zafiro estelar.
-Faltaría más.- Respondió el coluano cediendo su asiento con una gran sonrisa.
Aunque Carol nunca llegó a sentarse en la computadora, pues Hal hizo acto de presencia con cara de pocos amigos.
-Tenemos que irnos…
-¿Qué pasa?- Preguntó Carol, aunque empezaba a imaginarse la respuesta.
-Esos niñatos lo han vuelto a hacer…
Sala de reuniones, Interceptor 21. Sector 112
-¿Es que os habéis propuesto que ningún planeta acceda a que patrullemos su sector? ¡Porque lo estáis haciendo de lujo!- Gritó Hal terriblemente enojado.
-Teníamos que…- Empezó a excusarse Sodam.
-No quiero escuchar ninguna protesta, habéis fallado a los corps. Lo que es peor, os habéis fallado a vosotros mismos, ¡¿No os dais cuenta que casi perdemos a B’dg por vuestra temeridad?!
-Lo sentimos, señor, pero aquel niño…- Comenzó a decir Anya.
-¡Me da igual el niño!-Gritó Hal, aunque pronto se arrepintió de sus propias palabras.- Deberíais habérmelo dicho… Sois novatos, reclutas, ni si quiera sois aun Green Lantern. Maldita sea, ¡No podéis hacer lo que os de la gana!
Hal abandonó la sala y se dirigió a su cuarto dejando en la sala a Sodam, Anya y Carol, que había permanecido en silencio hasta el momento.
-Siempre igual…- Se quejó Sodam.
-¿Es que no te das cuenta de que tiene razón? ¡B’dg casi muere por nuestra culpa!- Dijo Anya con los ojos ligeramente vidriosos.
-Comprendo porque lo habéis hecho, en serio.- Empezó a decir Carol.- Yo misma os habría apoyado, pero no podéis tomar estas decisiones por vuestra cuenta. ¿Sabéis lo que ha tenido que hacer Hal para que no os procesaran?
Los dos reclutas se quedaron mirando sin decir nada, no tenían ni la más remota idea de que había hecho el Lantern, suponían que al igual que en el planeta anterior simplemente había sacrificado la oportunidad de unir otro planeta por ellos; aunque a decir verdad el planeta tenía pocas opciones de ser “fichado” por los Corps.
-Ha tenido que renunciar a su investigación, a seguir investigando sobre su asesino. Obviamente puede seguir haciéndolo, pero sin poner un pie en Jayd será una tarea cuanto menos complicada.- Dijo Carol enfadada.
Los Lantern solo pudieron agachar la cabeza.
-Sí, ahora un asesino anda suelto por ahí persiguiendo a Hal, pero lo que a él le preocupa no es no saber quién va a por él, lo que le preocupa es si el objetivo no serán los Lantern en general.
Sodam admitía que la había cagado, si incluso Carol se enfadaba con él quería decir que la había cagado muy mucho, y ahora solo podía pensar en aquella figura.
“Tú alzarás a los Lanterns o los hundirás en las penumbras… pero ten cuidado, hay más cosas en juego…”
Eso había dicho, y empezaba a pensar que de verdad sus acciones podían hundir a los Corps…
-¿Es que os habéis propuesto que ningún planeta acceda a que patrullemos su sector? ¡Porque lo estáis haciendo de lujo!- Gritó Hal terriblemente enojado.
-Teníamos que…- Empezó a excusarse Sodam.
-No quiero escuchar ninguna protesta, habéis fallado a los corps. Lo que es peor, os habéis fallado a vosotros mismos, ¡¿No os dais cuenta que casi perdemos a B’dg por vuestra temeridad?!
-Lo sentimos, señor, pero aquel niño…- Comenzó a decir Anya.
-¡Me da igual el niño!-Gritó Hal, aunque pronto se arrepintió de sus propias palabras.- Deberíais habérmelo dicho… Sois novatos, reclutas, ni si quiera sois aun Green Lantern. Maldita sea, ¡No podéis hacer lo que os de la gana!
Hal abandonó la sala y se dirigió a su cuarto dejando en la sala a Sodam, Anya y Carol, que había permanecido en silencio hasta el momento.
-Siempre igual…- Se quejó Sodam.
-¿Es que no te das cuenta de que tiene razón? ¡B’dg casi muere por nuestra culpa!- Dijo Anya con los ojos ligeramente vidriosos.
-Comprendo porque lo habéis hecho, en serio.- Empezó a decir Carol.- Yo misma os habría apoyado, pero no podéis tomar estas decisiones por vuestra cuenta. ¿Sabéis lo que ha tenido que hacer Hal para que no os procesaran?
Los dos reclutas se quedaron mirando sin decir nada, no tenían ni la más remota idea de que había hecho el Lantern, suponían que al igual que en el planeta anterior simplemente había sacrificado la oportunidad de unir otro planeta por ellos; aunque a decir verdad el planeta tenía pocas opciones de ser “fichado” por los Corps.
-Ha tenido que renunciar a su investigación, a seguir investigando sobre su asesino. Obviamente puede seguir haciéndolo, pero sin poner un pie en Jayd será una tarea cuanto menos complicada.- Dijo Carol enfadada.
Los Lantern solo pudieron agachar la cabeza.
-Sí, ahora un asesino anda suelto por ahí persiguiendo a Hal, pero lo que a él le preocupa no es no saber quién va a por él, lo que le preocupa es si el objetivo no serán los Lantern en general.
Sodam admitía que la había cagado, si incluso Carol se enfadaba con él quería decir que la había cagado muy mucho, y ahora solo podía pensar en aquella figura.
“Tú alzarás a los Lanterns o los hundirás en las penumbras… pero ten cuidado, hay más cosas en juego…”
Eso había dicho, y empezaba a pensar que de verdad sus acciones podían hundir a los Corps…
EPILOGO
Despacho de Vril Dox, La Mente, Jayd. Sector 112
La mente era la nave personal de Vril Dox, una pequeña nave con capacidad para unas 10 personas, no tenía una gran potencia de fuego, pero tenía buenos lugares donde esconder mercancía; además poseía una gran maniobrabilidad y velocidad de vuelo, todo lo que el coluano necesitaba. En aquellos momentos 7 de sus androides preparaban el viaje de vuelta a casa, aquella era hoy toda la tripulación de la nave aparte de él mismo.
Llevaba cerca de una hora comprobando diferentes datos en su computadora personal. En primer lugar se había encargado de comprobar el mensaje que había robado del gremio de los alas rojas, había tardado un poco, pero finalmente había corroborado sus sospechas, el mensaje había sido enviado ni más ni menos que desde el ordenador central de L.E.G.I.ON. No es que le molestara eliminar a un duro competidor para el negocio como Hal Jordan, era el hecho de que hubieran ordenado su asesinato a sus espaldas delante de sus narices lo que más le cabreaba. Iba a encontrar a aquel que se creía que podía disponer de L.E.G.I.O.N. a su antojo y se lo iba a hacer pagar.
Aunque aquello no era lo peor, aquel dato había despertado aún más sus sospechas sobre los asesinatos, y tras realizar varias comprobaciones en la inteligencia artificial de sus siete androides, dio con unos pequeños datos borrados de lo más interesantes. Alguien había reprogramado a los androides para que aniquilaran a los alas rojas, el mismo alguien que sin duda había contratado a los mercenarios.
-Así que quieres jugar con mi organización ¿Eh?- Preguntó Vril a nadie en concreto.
Acto seguido sonrió, ya casi podía saborear el momento en el que encontraría al gusano que se había atrevido a jugar a sus espaldas. Y cuando diera con él destruiría todo lo que tuviera algún valor para aquel traidor.
Despacho de Vril Dox, La Mente, Jayd. Sector 112
La mente era la nave personal de Vril Dox, una pequeña nave con capacidad para unas 10 personas, no tenía una gran potencia de fuego, pero tenía buenos lugares donde esconder mercancía; además poseía una gran maniobrabilidad y velocidad de vuelo, todo lo que el coluano necesitaba. En aquellos momentos 7 de sus androides preparaban el viaje de vuelta a casa, aquella era hoy toda la tripulación de la nave aparte de él mismo.
Llevaba cerca de una hora comprobando diferentes datos en su computadora personal. En primer lugar se había encargado de comprobar el mensaje que había robado del gremio de los alas rojas, había tardado un poco, pero finalmente había corroborado sus sospechas, el mensaje había sido enviado ni más ni menos que desde el ordenador central de L.E.G.I.ON. No es que le molestara eliminar a un duro competidor para el negocio como Hal Jordan, era el hecho de que hubieran ordenado su asesinato a sus espaldas delante de sus narices lo que más le cabreaba. Iba a encontrar a aquel que se creía que podía disponer de L.E.G.I.O.N. a su antojo y se lo iba a hacer pagar.
Aunque aquello no era lo peor, aquel dato había despertado aún más sus sospechas sobre los asesinatos, y tras realizar varias comprobaciones en la inteligencia artificial de sus siete androides, dio con unos pequeños datos borrados de lo más interesantes. Alguien había reprogramado a los androides para que aniquilaran a los alas rojas, el mismo alguien que sin duda había contratado a los mercenarios.
-Así que quieres jugar con mi organización ¿Eh?- Preguntó Vril a nadie en concreto.
Acto seguido sonrió, ya casi podía saborear el momento en el que encontraría al gusano que se había atrevido a jugar a sus espaldas. Y cuando diera con él destruiría todo lo que tuviera algún valor para aquel traidor.
Si te ha gustado la historia, ¡coméntala y compártela! ;)
No hay comentarios:
Publicar un comentario