Motorista Fantasma y Kamen Black Rider nº07

Título: Capitulo 7
Autor: Luis Guillermo del Corral
Portada: Ángel Legna
Publicado en: Octubre 2016

Birugenia se pone en marcha ¡Y ataca en varios frentes al tiempo! Kamen Rider Black no puede separarse de sus aliados, no hasta que derroten... ¡al Mutante Hormiga!

Stan Lee y Action Tales presentan:

Resumen de lo publicado:El Espejo de Mabelode. Gracias a él sabremos de inmediato donde se halla Birugenia. Nos ahorrará problemas y tiempo, algo de lo que no andamos sobrados. Kotaro, pon las manos aquí y concéntrate en tu enemigo.
El aludido obedeció. Apoyó las manos en unos asideros que se amoldaron a sus miembros como una segunda piel. El vértigo desapareció, sustituido por una imperiosa necesidad de buscar y encontrar. Sus pupilas cambiaron de color con una rapidez tal que casi no se podía seguir. Como esferas que siguieran una frenética e incomprensible secuencia. El contacto duró apenas unos segundos. Cuando retiró las manos, su mirada recuperó la normalidad.
— ¡Están aquí, a las puertas de esta misma casa! ¡Ha enviado al Mutante Jaguar!

—Unmomento —Kotaro parpadeó extrañado—. ¡Se retira! está dando órdenes a un mutante con aspecto de hormiga. Marcha al frente de un grupo de sus secuaces junto al Mutante Jaguar y deja sola a la hormiga.

—Es suficiente —dijo el hechicero Supremo—, puedes retirarte. Sé que quieres saber más y a donde se dirige. Pero luchar en dos frentes es algo que no nos podemos permitir.

-Emplear el poder de espejo durante un periodo prolongado es contraproducente. Retira tus manos. ¡Ahora!

De inmediato el héroe de otro mundo retrocedió empujado por una fuerza invisible. Sus ojos recuperaron al instante su aspecto normal. Dan tosió de manera forzada para llamar la atención del campeón y el mago.

—Creo saber lo que ocurre. Pero diría que lo más importante ahora es enfrentarnos a un problema cada vez. ¿Estos mutantes tienen alguna debilidad que podamos emplear contra ellos?

—Sí. Su soberbia y arrogancia. Podrían dar lecciones de ello.


Entonces creo que tengo un plan para deshacernos de él y de paso averiguar a donde se dirige su amo —Se volvió hacia el Doctor Extraño con una acechante sonrisa—. Doctor, ¿qué tal se le da ser el anfitrión de abominaciones inhumanas?

Por un instante el aludido pensó en mencionar alguno de los encuentros con entes más allá del Universo. Decidió callar. Su instinto le advirtió que, con toda probabilidad, pensarían que estaba bromeando. En lugar de eso, tan solo respondió con absoluta seriedad.

—Se me da más que bien. ¿Qué tienes en mente, Dan Ketch?

—Recibir a nuestro visitante como se merece, por supuesto.

— ¿Qué pretendes, Daniel—san?

—Ahora veras como hacemos las cosas en este mundo Kotaro. Prestad atención. Este es el plan...


Frente al camino de entrada al Sancta Sanctorum había quedado el Mutante Hormiga. Era el primero de los seguidores de Lord Birugenia en haber sido reconstruido en aquel mundo. Inhumano, poderoso, casi inmortal... Y con una esclava lealtad hacia su amo. Obedecería, tal era su naturaleza.
Sus antenas vibraron emitiendo una onda de choque que atravesó el espacio hacia la puerta de la mansión. El ataque no llegó a alcanzarla. Protegida por arcanas fuerzas, la energía impactó en una barrera invisible. El asalto se disipó en un conjunto de ondas cada vez más débiles, como las provocadas por un guijarro que atravesara la superficie de una charca.

La hormiga humanoide lanzó uno, dos, hasta cinco ataques más, cada uno más furioso que el anterior. Todos y cada uno de los chorros gemelos de poder que emitieron sus antenas se disiparon sin rastro alguno. Chasqueó sus mandíbulas con más fastidio que ira.

—Si no puedo entrar por la puerta, ¡lo haré por debajo! ¡Recuperaré el Biruescudo sin que puedan evitarlo!

En apenas el tiempo de tres latidos el mutante Hormiga ya avanzaba bajo tierra, excavando en la dirección en que se hallaba la mansión de Stephen Strange. La tierra era penetrada con pasmosa facilidad. A medida que avanzaba, sin embargo, sentía una fuerza que le empujaba hacia arriba.

Cuanto más se aproximaba, aquel impulso se hacía más fuerte hasta que no pudo resistirlo, atravesando el terreno hasta romperlo en una erupción de tierra y diminutas raíces rotas. Con un chillido de rabia la criatura se alzó para acto seguido tratar de alcanzar de nuevo el subsuelo. Sin embargo, la misma fuerza que le había expulsado impedía que penetrara der nuevo en el subsuelo.

—Te saludo, criatura del mal. Soy el hechicero Supremo de la Dimensión de la Tierra. ¿Quién eres y que te trae hasta mi hogar?

El monstruoso secuaz de Neo Gorgom se dio cuenta: Había sido devuelto a la superficie justo enfrente de la abierta puerta de la mansión. En el umbral permanecía el Doctor Extraño con una severa mirada imposible de sostener.

— ¡Soy el Mutante Hormiga y vengo a recuperar algo que pertenece a mi amo!

— ¿Acaso se trata de este escudo? —El mago agitó la mano conjurando una imagen en el espacio que disparó la reacción de la criatura.

— ¡El escudo de Lord Birugenia! ¡Entrégalo, mortal!

—De acuerdo —fue la inesperada respuesta del hechicero—. No me es de utilidad ni posee poder alguno que me sea de interés. Acompáñame.

Aquella reacción desconcertó a la hormiga humanoide. Un relámpago de desconfianza destelló en su mutada mente. Aquella aprensión de inmediato fue extinguida por su arrolladora confianza en sí mismo. Otros, más juiciosos habrían llamado a ese sentimiento orgullo suicida.

—Tu delante, mago. Los enemigos de Neo Gorgom no sois dignos de confianza.

—Por supuesto. ¿Pero acaso conoces tú los caminos de mi hogar?

— ¡Sin trucos!

El Maestro de las Artes Misticas guió al Mutante Hormiga a través de los pasillos de su hogar. A pesar de emplear la ruta más directa, los sentidos místicos del mago le advertían de que aquel engendro desconfiaba. Aunque por fortuna era algo natural, sin alcanzar niveles de amenaza hostil.

Por fin alcanzaron lo que parecía la habitación donde una persona normal guardaría los útiles de limpieza de su vivienda. Sin embargo, lo que reveló la anodina puerta al girar sobre sus bisagras era algo diferente.

Aquello que había ido a reclamar el lacayo en nombre de su cruel amo y señor.

Contra la pared de un pequeño salón estaba apoyado el escudo de Lord Birugenia. A ambos lados como trofeos de caza, ostentadas en sendasplacas de madera pudo ver dos cabezas. Un cráneo envuelto en llamas y otra negra de enormes ojos rojos de insecto, con dos antenas surgiendo de entrecejo.

—Quisieron desafiar mi poder y robarme el escudo. Este ha sido su fin.

— ¡Un escudo que no te pertenece!

—Llevátelo pues —respondió el hechicero fingiendo un desdeños disgusto—. Y abandona mi hogar canto antes. Tu presencia no me es grata, abominación.

— ¡Tú serás el primero en morir cuando lord Birugenia conquiste este mundo! —Dando la espalda al humano caminó con ansiosas zancadas alargando sus manos hacia el escudo. En cierto modo se sintió decepcionado. Esperaba poder probarse como guerrero ante su amo. Pero este le había dejado muy claro cuál era su propósito principal: recuperar el escudo y entregárselo.

Alzó la vista observando con odio aquellos trofeos: Dos enemigos personales de su amo derrotados por un tercero. Aquel mago había firmado su sentencia de muerte sin saberlo. Si su arrogancia no le hubiera cegado el Mutante Hormiga habría captado un peculiar fenómeno.

El cráneo del Espíritu de la Venganza se giró dedicando un breve asentimiento al de Kamen Rider Black. El Doctor Extraño murmuró unas palabras en un lenguaje no humano y una gaseosa aura rodeó ambos trofeos alargándose hasta el suelo. En menos tiempo del necesario para contarlo los trofeos en la pared habían desaparecido.

Como habían desaparecido las nubes de gas gemelas, reemplazadas por los dos héroes. Antes de que el monstruo pudiera reaccionar ambos se echaron sobre él sujetándole con fuerza de los brazos. Bramando de rabia, se revolvió sin lograr nada.


—Ahora nos dirás lo que queremos saber, amigo —El Motorista fantasma arrimó su rostro aún más al de su enemigo—. ¡Sujétalo bien Black!

— ¡No se escapará! ¡Extraño—san, ahora!

Sin responder, el mago se desvaneció como una gota de tinta en el océano. Al mismo tiempo la puerta desapareció como si nunca hubiera existido. A partir de ese momento, todo dependía de los dos campeones encerrados con el monstruo.

— ¡Me habéis engañado! ¡Llevaré vuestras cabezas a Lord Birugenia y mi recompensa será aún mayor!

—Sigue soñando, monstruo —replicó el espíritu de la venganza—. Pronto sabrás lo que sufrieron tus víctimas inocentes... ¡Lo vivirás tú mismo!


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