| Título: El Libro de los Muertos (I) Autor: Federico Hernan Bravo Portada: Lea Chillaud Publicado en: Febrero 2017
Sam y Dean, junto a Castiel, se ven envueltos en un caso donde deben buscar el libro de los muertos, el necronomicón, e impedir que caiga en manos de ángeles y demonios...
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Su familia tiene una tradición familiar: Son Cazadores de monstruos. Dean y Sean Winchester deben enfrentarse a todo tipo de criaturas sobrenaturales salidas de las más aterradoras pesadillas, recorriendo el país dando caza a los entres y criaturas más terroríficas.
Creado por Eric Kripke
1
El Libro de los Muertos
Universidad de Miskatonic. El Libro de los Muertos
Arkham City, Massachussets.
Llovía torrencialmente y mientras el viento hacía golpear las ramas de los árboles contra la ventana de su oficina, el profesor Henry Hermitage se sobresaltó. Levantó los ojos de la lectura de su libro y los fijó en la puerta. Unos ruidos como de pasos se hicieron sentir en el pasillo contiguo.
¿Quién podría ser? Hermitage estaba solo en la Universidad a aquellas horas de la noche, a excepción de los guardias de seguridad. ¿Acaso serian ellos, dando su ronda nocturna de vigilancia por el predio?
Para salir de la duda, el académico se levantó y fue hasta la puerta. La abrió y contempló el pasillo sumido en la oscuridad.
-¿Jones? ¿Davidson? ¿Son ustedes? – preguntó. Nadie le respondió, salvo el eco de su propia voz.
En ese momento un rayo cruzó el cielo y por un breve instante el pasillo quedó iluminado. No había nadie a la vista.
Nervioso pese a todo, Hermitage retrocedió hacia su oficina. En cuanto cerró la puerta y se volvió, se llevó el susto de su vida. Un hombre se encontraba sentado frente a su escritorio, en el mismo lugar donde momentos antes estuvo él, sonriéndole.
-¿Quién es usted? ¿Cómo entró? – preguntó Hermitage, con el corazón latiéndole a mil por hora en el pecho.
-Buenas noches, profesor. Me llamo Crowley. He venido por el libro.
Hermitage parpadeó. Iba a preguntar al intruso sobre qué libro se refería, cuando lo recordó…
Era aquél libro, el que nunca, jamás de los jamases debía caer en malas manos.
-No tengo idea de lo que dice. No sé como entró, pero ésta es una institución privada. Llamaré a seguridad si no se marcha de inmediato.
Crowley suspiró. Hizo una seña y dos de sus hombres, salidos de la nada, aparecieron tras Hermitage sosteniéndolo de los brazos, inmovilizándolo.
-¡Suéltenme!
-El libro, profesor. ¿Dónde está? Sabemos que usted lo guarda – Crowley se levantó y se le acercó amenazadoramente – Entréguemelo.
Hermitage se resistió. Se negó de lleno a decirles dónde se hallaba oculto lo que buscaban.
-Estamos perdiendo tiempo valioso – otro hombre, esta vez de piel negra, había aparecido súbitamente uniéndose a la escena. Con una mirada dura y severa se acercó al cautivo, apartando a Crowley – Nos dirás donde lo guardas. Ahora mismo.
-¡Nunca!
Rafael le colocó una mano en la cabeza. Los lacayos de Crowley se apartaron. Una potente luz envolvió al erudito. Cuando acabó, Hermitage yacía en el piso con el cerebro chamuscado.
-¿Era necesario matarlo? – preguntó el demonio - ¿No deberíamos averiguar antes donde tenia guardado el libro?
-Idiota. Ya lo he averiguado. Con mi toque he extraído la información que necesitábamos. Sé donde lo tiene.
El arcángel caminó en dirección hacia un gran cuadro. Lo corrió y una caja fuerte quedó al descubierto. Sin tocarla, Rafael la abrió destrozando la pesada puerta de acero y sacó de su interior lo que buscaban: un grueso libro viejo, encuadernado en piel de reptil. A simple vista, Crowley calculó que tendría como ochocientas páginas.
En la parte frontal, sobre su lomo, había un dibujo de una estrella de cinco puntas invertida y un titulo en letras arabescas:
El Necronomicón
Rafael sonrió. Miró a Crowley.
-El fin está por comenzar…
2
Historia del Necronomicón
Al día siguiente, Dean y Sam Winchester acudieron a la Universidad disfrazados de agentes del FBI. Apenas entraron en la escena del crimen, mostraron sus placas falsas al detective encargado del caso.
-Agente Johnson. Agente Phillips – Dean señaló a su hermano. Se guardó la placa y miró al cadáver de Hermitage echado en el suelo - ¿Qué ocurrió aquí?
-Asesinato y robo – dijo el detective. Señaló a la caja fuerte destrozada. Sam se acercó a inspeccionarla – Dos guardias de seguridad muertos y un profesor con el cerebro frito. No sé cómo lo hicieron. No hay huellas ni entradas forzadas. A menos que quien lo hiciera fuera mago, no sé cómo entró, mató a tres personas y se fue de tal manera que ninguna puerta fue violentada.
Dean asintió. Tenía toda la pinta de ser uno de sus típicos casos.
-¿Qué se robaron? – preguntó Sam, husmeando con una linterna de mano el interior de la caja fuerte vacía.
-Eso es lo más raro. Según supimos, no guardaba ni joyas ni dinero ahí. Los más cercanos e íntimos del difunto juran que ahí dentro solo había un viejo libro de nombre raro.
Dean enarcó una ceja.
-¿Un libro? ¿Se robaron un libro?
-Me imagino que debe ser valioso – comentó el detective – sino, no se tomaría el trabajo de ponerlo ahí.
-¿Cuál era el titulo del libro? – Sam se volvió hacia él, curioso.
El detective consultó sus notas.
-Necronomicón – dijo. Se encogió de hombros – Creo que es latín. Ni idea.
Sam palideció. Miró a su hermano. Dean no dio muestras de reconocimiento. No fue hasta un rato después, con ambos dentro del Impala color negro, que el menor de los Winchester pudo explicárselo…
-¡El Necronomicón! Dean, ¿sabes lo que eso significa?
-No tengo la más remota idea. ¿Debería?
Sam suspiró.
-¿Qué nunca leíste a Lovecraft?
-¿Love-qué? – Dean arrugó el ceño – Con semejante nombre, no lo creo.
-Howard Phillip Lovecraft. El mejor escritor de terror y ciencia ficción de todos los tiempos. Vivía en Providence, Rhode Island. ¡Por Dios, Dean! ¡No me digas que no lo conoces!
-Hum... Depende. ¿Era amigo de Stephen King?
Sam bajó la vista, derrotado.
-Vamos a casa. Bobby te lo explicara.
Dean puso en marcha el coche. Mientras manejaba, no puedo evitar alegrarse de que Sam volviera a ser el mismo…
Después de su encuentro con la Muerte, había conseguido que éste devolviera el alma a su hermano, restaurándolo. Para Sam, completo de nuevo, había sido un duro golpe de sobrellevar y más cuando los recuerdos del Infierno asaltaron su mente. Solo la ayuda de Bobby y de su hermano mayor sirvió de contención y evitó que el chico se volviera loco. En esencia, Sam era ahora el de siempre, pero Dean lo vigilaba tratando de ayudarlo, por si las memorias de su estadía en la jaula con Lucifer y Miguel lo perturbaban otra vez.
Bobby reaccionó igual que Sam al oír más tarde el nombre del libro robado. Se sentó tras su escritorio, pensativo.
-Es muy, muy preocupante. Demasiado – dijo.
-Un momento. ¿Sabes de lo que se trata?
Bobby miró a Dean, estupefacto.
-Por supuesto que lo sé – replicó – El Necronomicón. El Libro Maldito. Debió haber sido destruido hace tiempo. De hecho, lo intentaron, pero no sirvió. Cielos… y ahora se lo han robado.
-Ok, ok. Un segundo – Dean se exasperó – Solo digamos hipotéticamente que no sé nada sobre ese libro. ¿No puedes explicármelo mejor?
Bobby lo pensó un momento. Se levantó y fue hasta el armario más cercano. Lo abrió y sacó un libro de su interior. Le leyó una parte a Dean:
-“El Necronomicón. Según la historia, el libro fue escrito con el título de Kitah Al-Azif (en árabe: “el rumor de los insectos por la noche”, rumor que en el folclore arábigo se atribuye a demonios como los Djins y Gules) alrededor del año 738 d.C. por el poeta árabe Abdul Al-Hazred (cuyo nombre original podría haber sido Abdala Zahr-ad-Din, o Siervo-de-Dios-Flor-de-la-Fe), de Saná, Yemen. Se dice que Alhazred murió a plena luz del día devorado por una bestia invisible delante de numerosos testigos, o que fue arrastrado por un remolino hacia el cielo.
En el año 950 fue traducido al griego por Theodorus Philetas y adoptó el título actual griego, Necronomicón. Tuvo una rápida difusión entre los filósofos y hombres de ciencia de la Baja Edad Media. Sin embargo, los horrendos sucesos que se producían en torno al libro hicieron que la Iglesia Católica lo condenara en el año 1050. En el año 1228 Olaus Wormius tradujo el libro al latín, en la que es la versión más famosa, pues aún quedan algunos ejemplares de ella, mientras que los originales árabe y griego se creen perdidos.
A pesar de la persecución, se realizaron distintas impresiones en España y Alemania durante el siglo XVII. Supuestamente, se conservarían cuatro copias completas: una en la biblioteca Widener de la Universidad de Harvard, dentro de una caja fuerte; una copia del siglo XV, en la Biblioteca Nacional de París; otra en la Universidad de Miskatonic en Arkham, Estados Unidos, y otra en la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Además, quedarían algunos fragmentos dispersos en Simancas.”
Cuando terminó, observó a su amigo.
Cuando terminó, observó a su amigo.
-Oh. Vaya. Toda una historia esa.
-¿Comprendes ahora por qué es importante ese libro? No es simplemente un libro de hechizos, es el Libro de los Muertos. El conocimiento en sus páginas, empleado para el mal, podría acarrear grandes desastres.
-La pregunta es: ¿Quién pudo robárselo? – dijo Sam.
-Crowley y Rafael – respondió alguien.
Todos se volvieron. Castiel, el ángel, estaba con ellos. Había aparecido de la nada, como de costumbre.
-¿Para qué quieren esos dos ese libro? – le preguntó Dean.
-En él hay hechizos, conjuros y símbolos poderosos, capaces de abrir portales a otras dimensiones donde horrores innombrables aguardan – explicó Cass.
-¿El Purgatorio?
-Entre otras cosas.
-¡Tenemos que detenerlos!
-Cálmate, Sammy. Primero tenemos que encontrar el escondite de Crowley – Dean miró a Castiel -
¿Alguna idea?
-Sugiero que investiguemos su vieja guarida – dijo Cass – Puede que ahí hallemos pistas que nos conduzcan hacia el paradero actual de Crowley.
-Muy bien. Hagámoslo.
3
El regreso de Meg
El regreso de Meg
La vieja guarida de Crowley era un hospital abandonado. Sam, Dean y Castiel miraron desde afuera el inmenso edificio en deplorable estado e iniciaron la marcha hacia su interior, con sumo cuidado.
-Falta Boris Karloff y la momia – comentó Dean, mientras atravesaban un largo pasillo ruinoso sumergido en una eterna penumbra.
-Te olvidaste de Drácula – Sam esbozó una semi-sonrisa.
-Por favor, Sammy. Estoy tratando de olvidarlo…
Cass los observó, enarcando las cejas. Dean se encogió de hombros.
Abrieron la puerta de un viejo quirófano. Sam levantó su pistola y apuntó. Entró primero. Dean le siguió, escopeta en mano, cubriéndolo.
-Nada – dijo éste ultimo, echando un vistazo – Si Crowley estuvo aquí, voló hace rato.
Castiel se adelantó. Miró a los dibujos desteñidos en las sucias paredes de azulejos rotos. Eran símbolos demoníacos, sellos para repelar presencias sobrenaturales o mantenerlas atrapadas ahí dentro.
Estaba claro que cuando los Winchester cazaban monstruos para él, el demonio los traía a ese lugar y allí los interrogaba sobre el Purgatorio.
-¡Perdemos el tiempo aquí! –Dean le dio una patada a un par de cajas de cartón vacías - ¡Solo hay basura! Crowley se marchó de aquí… y por lo que estamos viendo, no debe tener intenciones de regresar.
-¿Cómo podremos encontrarlo?
La pregunta de Sam tuvo su inmediata respuesta en un ruido provocado cerca. Dean levantó su escopeta y apuntó. El sonido se repitió: venia de detrás de un biombo.
-Parece que no estamos solos – murmuró – Tenemos compañía…
Le hizo un gesto a su hermano. Sam asintió. Mientras uno rodeaba el biombo por la derecha, el otro lo hacía por la izquierda.
-¡Muy bien, seas lo que seas! ¡Estas rodeado! ¡Sal y da la cara!
Una figura de apariencia humana salió de su escondite, las manos en alto. Se trataba de una chica. Los Winchester y Cass la reconocieron al instante.
-¿Meg?
-Hey, chicos. Cuanto tiempo. ¿Cómo andan?
La demonio sonrió. Castiel se le acercó. Al verlo, Meg le guiñó un ojo.
-Hola, Clarence. ¿Cómo te ha ido?
-¿Clarence? – Dean no entendía.
-Ah… es un ángel protagonista de una vieja película – le murmuró su hermano – Es un chiste.
-Oh.
-Mejor que tú, sin duda – Cass la miró de arriba abajo - ¿Qué haces aquí?
-Si me dejan bajar las manos, se los cuento.
-Woa. Nada de eso, corazón. Ya tenemos experiencia de sobra contigo como para saber tus trucos –
Dean apuntó la escopeta a su cabeza – Empieza a hablar y mejor que sea convincente, sino despídete de este mundo.
Meg suspiró. Castiel respondió por ella.
-Está buscando a Crowley, como nosotros. Quiere vengar a Lucifer.
-¿Qué no te cae bien el bastardo inglés?
-Lo odio. Ha estado cazando y exterminando a todos los demonios que fuimos leales al Señor de las
Tinieblas – explicó Meg. Bajó las manos y se cruzó de brazos – Es el responsable de que tanto yo como otros ahora estemos en la miseria.
-Que triste.
Meg miró a Dean con fuerza. Ignoró su comentario cínico.
-¿Sabes donde se esconde ahora? – inquirió Sam. La demonio sonrió.
-Tal vez sí, tal vez no. ¿Por qué debería decírselos?
Dean colocó el cañón de su escopeta más cerca de la cabeza de Meg.
-Porque me estoy cansando de sostener el arma y, francamente, de tu presencia – la amenazó.
-Uuuh. Pero que rudos estamos hoy. Me encanta eso en un hombre…
-Dinos dónde se encuentra Crowley, si lo sabes.
-El maldito tiene una mansión en los pantanos de la Florida. Por lo que oí, planea hacer una fiesta con un conocido tuyo – señaló a Cass.
-Rafael.
-El mismo. Y parece que será movida la cosa. También escuché que planean hacerla en la próxima noche de Luna llena…
Sam y Dean miraron a Cass. El ángel frunció el ceño.
-Esto es malo. Habrá un eclipse de Luna esa misma noche. Es seguro que Crowley y Rafael lo necesitan para llevar a cabo el ritual para abrir la puerta al Purgatorio con el Necronomicón.
-Suena a desastre jodidamente grande – Dean se volvió hacia Meg - ¿Cómo sabemos que no mientes?
-No lo saben, pero puedo garantizarles que odio a Crowley tanto como ustedes. Les propongo un trato…
-Ni hablar.
-Dean, escuchémosla. A lo mejor podría sernos útil – pidió Sam.
-Gracias, Sammy. Siempre tan amable – le guiñó un ojo – Este es el asunto: les ayudaré a ir tras Crowley si ustedes prometen destruirlo para siempre.
-No veo que ganemos nada con hacerte el trabajo sucio…
-La cuestión es, Dean, que los apoyaré. Somos varios demonios los que queremos muerto a Crowley. Con mi ayuda, no solo podran acabar con él, también podrán plantarle cara al arcángel. ¿Qué me dicen?
-Que no somos tan idiotas como para confiarte nuestras espaldas.
-Dean, ¿tienes otra opción?
El mayor de los Winchester lo consideró. A la final, bajó su escopeta.
-Voy a arrepentirme de esto. Sé que voy a hacerlo… Okey. Adelante. Pero déjame aclararte algo antes, Miss Simpatía – la señaló con un dedo – Haz algo, cualquier movimiento en falso y te juro por
Dios que te volaré los sesos. ¿Está claro?
Meg sonrió. Colocó una mano en su pecho, sobre su corazón, y alzó la otra.
-Juro por Dios, por la Patria, y los Santos Evangelios no traicionarlos – miró a los Winchester - ¿Satisfechos?
Continuará
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