| Título: El rastro Gamma Autor: John Schneider Portada: Alberto Aguado Publicado en: Septiembre 2017 Mantis se encuentra muerte y desolación en el desierto de Nevada, mientras sigue un rastro de radiación gamma ¿ha encontrado por fin a Hulk? ¿ y es él el culpable de todas esas muertes? |
El Doctor Extraño. Valkiria. Estela Plateada. Namor. Dragón Lunar. Nova. Mantis. Héroes que no encajan en ningún lugar, que se reúnen sólo cuando la Tierra se enfrenta a las mayores amenazas. Ellos son el "no-grupo" más famoso de la historia. Ellos son...
Creado por Roy Thomas y Ross Andru
El desierto de Nevada, una zona asociada históricamente con la energía atómica, parecía un buen sitio para buscar al increíble Hulk. Héroe para unos, monstruo para otros. El gigante verde estaba en busca y captura una vez más tras la guerra civil que había dividido a la comunidad superheroica en dos bandos. El grupo pro-registro, vencedor del conflicto, lo buscaba para capturarlo, mientras los miembros del bando anti-registro, intentaban dar con él para ayudarle.
Mantis, la Madonna Celestial y componente de los Defensores, había seguido un débil rastro de radiación gamma desde Nueva York hasta Nevada y ahora estaba observando los restos entremezclados de un coyote y un varón blanco. O eso parecía a primera vista, pero pronto se dio cuenta de su error.
No estaba ante dos cadáveres, sino uno único que había sido descuartizado, con el fin de ocultar su verdadera naturaleza. La parte humana pertenecía a un joven barbilampiño, fibroso y en buenas condiciones físicas. La animal era un coyote joven, también en plenas facultades físicas. Alguien los había unido en un único ser, empleando radiación gamma en el proceso. Por su estado, era imposible saber si el experimento había tenido éxito o no. ¿Lo habían abatido al cumplir su cometido, o era un cebo destinado a atraer a alguien que estuviera buscando a Hulk?
Mantis revisó la zona, buscando alguna pista que indicara el origen de la criatura. A unos cien metros, bajo un montón de rocas, encontró un montón de ropa hecha jirones. Quienquiera que la había dejado, no se había esforzado en ocultarla. Las piedras estaban puestas para impedir que la ropa se desperdigara. Era un mensaje. En un bolsillo, una de las pocas partes de un pantalón vaquero que estaba intacta, había una cartera con algo de calderilla y un carnet de conducir con una dirección de Nevada. Al leerla tuvo el presentimiento de que estaba cerca y de que tanto los restos como la ropa eran un cebo al mismo tiempo que la única pista que tenía, por lo que no le quedaba otra que seguirla.
Tras dar un entierro digno a los restos de la fusión de coyote y humano, retomó su camino, concentrada en la dirección del difunto.
La monótona vida de Debby Krisy y Brittani Barb, dos chicas jóvenes recién graduadas con grandes sueños, había dado un vuelco ese día. Lo que había empezado como un día más trabajando en la tienda de la gasolinera, era ahora una pesadilla. Habían visto de lejos alguna vez a Hulk, pero para ellas no había pasado de una curiosidad, como ver un avión. Nada que afectara sus vidas. De hecho, y a pesar de saber que estaba siempre perseguido por el ejército, envidiaban su capacidad de ir de un lado para otro, sin depender de otra cosa que no fuera su propia fuerza.
Su fuerza descomunal era algo en lo que no paraban de pensar ahora que estaban encerradas en el almacén de la tienda, aterradas. Sólo tenían algún corte superficial y la ropa desgarrada en varias partes, pero su piel estaba pálida. El daño psicológico era mucho mayor que el físico. Lo que estaban experimento lo recordarían toda la vida, si es que conseguían vivir para contarlo.
Estaban en completo silencio, atentas a cada ruido. Sabían que no quedaba nadie ni nada vivo en la gasolinera, salvo el causante de la tragedia que estaban padeciendo. Había arrasado con el lugar, provocando explosiones en los depósitos de gasolina. Había reventado el tejado de la tienda. Pero eso no era nada en comparación con lo que le había hecho a los otros empleados, al dueño y a los clientes, que incluían a un par de agentes de policía. Había sido algo dantesco, sacado de una de esas películas de terror que les gustaba ver los viernes por la noche con un gran bol de palomitas. Los había desmembrado como si fueran figuras articuladas, con sadismo, y luego les había golpeado con sus propias extremidades, disfrutando de cada grito.
Ellas se habían librado por los pelos. El almacén era más resistente que el resto del local gracias a que se había encargado de su reforma un paranoico que vivía en su propio refugio nuclear. Lo había convertido en una habitación del pánico, y así se lo había hecho saber a los empleados. El dueño, que sólo pasaba para charlar con los cliente y comprobar la recaudación, no le había dado mayor importancia. Mientras que no se saliera del presupuesto y sirviera de almacén, los añadidos le eran indiferentes. Para Debby y Britanni en cambio, esos cambios les habían salvado la vida.
En medio del casi completo silencio del desierto, destacaba el caminar constante del ser, al igual que su respiración, que recordaba el de un motor de gran cilindrada. No tenían forma de pedir ayuda, en su ordalía de destrucción, les había dejado sin cobertura y nadie pasaría por ahí en unas horas. Y aunque lo hicieran, ¿qué podían hacer ante esa monstruosidad? Sólo les quedaba rezar para que algún superhéroe sobrevolase la zona. Hulk, por ejemplo. Él sí podría salvarlas, pero ¿querría hacerlo el “monstruo” esmeralda?
Estaba concentradas repasando todas las oraciones que habían aprendido cuando algo cambió. La criatura detuvo su deambular y su respiración se intensificó. Era como si hubiera dado con una nueva presa. Una voz asiática inquirió a la criatura sobre lo que había pasado. Esa voz se refería a sí misma en tercera persona. Debby estuvo tentada de salir de la seguridad del almacén para gritarle que corriera, pero su amiga de la infancia y compañera de insituto y trabajo Brittani la agarró con ambas manos y le susurró.
- Debe ser una superheroína.
- ¿Qué?, ¿cómo puedes saberlo?
- ¿Qué otra cosa puede ser una mujer asiática que habla en tercera persona y le pide explicaciones a ESO?
- Ojalá tengas razón.
Como respondiendo a las únicas empleadas supervivientes de la gasolinera, se oyeron una serie de golpes. La recién llegada estaba peleando con la criatura. El ser era un monstruo moldeado a base de carne y radiación gamma. Tenía bocas por todo el cuerpo llenas de dientes. Sus músculos tenían músculos. Era una pesadilla viviente, una fuerza destructora. Para su desgracia, no obstante, había dado con la proverbial horma de su zapato. Mantis veía el rastro que habían dejado sus víctimas en
sus innumerables dientes, trozos de carne enganchado y sangre que chorreaba de sus bocas.
sus innumerables dientes, trozos de carne enganchado y sangre que chorreaba de sus bocas.
No tuvo piedad. El ser no la merecía. A su favor tuvo que la criatura carecía de experiencia, tenía la
fuerza de un titán, pero nadie le había enseñado a utilizarla. Sólo lo habían dejado suelto. Con sus artes marciales, lo redujo en un tiempo algo superior al que le habría gustado. Al final era un manojo de músculo agitándose sin ton ni son. Lo remató al instante, al comprender que la radiación gamma haría que se recuperase como pasaba con Hulka o su prima Hulka. No quería un segundo round.
Sin detenerse más de lo necesario a comprobar que estaba muerto, se dirigió al almacén, la única estructura de la gasolinera que permanecía en pie y llamó a la puerta.
- Estáis a salvo, el monstruo ha sido eliminado.
Las únicas supervivientes de la carnicería salieron. Debby estaba temblorosa, aún no se creía que la pesadilla había terminado. Su amiga Brittani en cambio, miraba fascinada a Mantis, que le devolvía la mirada con curiosidad.
- Eres verde, como Hulk.
- Sí, pero esta no es verde por la radiación gamma. Esta es la Madonna Celestial.
- Y tienes antenas.
- ¿Quieres tocarlas? A esta le gustaría tocar tu cabello. En condiciones normales debe ser muy bonito.
Britanni se puso colorada y tocó por reflejo su largo pelo rubio, que estaba cubierto por una mezcla de polvo y sangre. Debby, ya más calmada, sonreía a su amiga y parodiaba su gesto, haciendo lo propio con su pelo corto moreno. Britanni tocó con sumo cuidado una de las antenas de Mantis, mientras la defensora hacía lo propio con su pelo.
- ¿Cómo os llamáis? Esta es Mantis.
- Yo soy Brittani Barb y ella es Debby Krisy, trabajamos, bueno, trabajábamos en esta gasolinera.
- ¿Conocéis un pueblo llamado Prouwell? Esta se dirige ahí.
Sus caras de shock confirmaron que lo conocían antes de que pronunciaran una palabra. En este caso fue Debby la que habló.
- Es nuestro pueblo, ¿está en peligro?
- Esta encontró un cadáver con su cartera.
Les enseñó el carnet de conducir. Brittani vomitó y Debby lo sostuvo pálida. Las dos habían reconocido al dueño del carnet al instante.
- Es Billy. Íbamos al mismo intituto. Había empezado a trabajar como mecánico.
- Esta tiene que llegar a Prouwell, alguien está experimentando con radiación gamma. La criatura que pos atacó es una de sus creaciones.
- ¿Por qué?
- Esta creía que era un cebo para superhéroes, pero ahora sospecha que tiene un objetivo muy concreto. El mayor experto en el mundo en radiación gamma. El Doctor Bruce Banner, también conocido como Hulk.
- Hay diez millas hasta Prouwell y ese monstruo destrozó todos los coches. ¿Puedes pedir ayuda?
- Esta no está registrada y mis compañeros están ocupados, intentar contactar con ellos u otros sería arriesgado.
- Entonces nos espera una buena caminata, menos mal que el almacén está intacto. Brittani, cojamos lo necesario y en marcha. No hay tiempo que perder. ¿Cree que habrán soltado algo parecido?
- Es muy posible, también lo es que estén esperando a saber qué ha pasado aquí. No lo sabremos hasta que lleguemos.
- Gracias por todo.
- Esta es una superheroína y es su deber proteger a los inocentes. La Guerra Civil superheroica no lo ha cambiado.
Continuará...
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