Sobrenatural nº10


Título: War of the Worlds (I)
Autor: Federico Hernan Bravo
Portada: Kitt Rose
Publicado en: Noviembre 2017

Los hermanos Winchester se han enfrentado a toda clase de seres sobrenaturales: Vampiros, fantasmas, demonios... Pero esta vez, cuando investiguen sobre el objeto que cayó del cielo, se  enfrentarán a algo más allá de las estrellas... ¿Estarán preparados para semejante reto?

Su familia tiene una tradición familiar: Son Cazadores de monstruos. Dean y Sean Winchester deben enfrentarse a todo tipo de criaturas sobrenaturales salidas de las más aterradoras pesadillas, recorriendo el país dando caza a los entres y criaturas más terroríficas.

Creado por Eric Kripke

 



 
1
El inicio de la invasión


En las primeras décadas del siglo XXI, nadie hubiera creído que la Tierra estaba siendo observada atentamente a través del espacio por inteligencias superiores a las del hombre… y tan mortales como él. Desde un antiguo mundo de nuestro sistema solar, mentes que son para nosotros lo que nosotros somos para los animales –fríos e indiferentes- envidiaban a la Tierra y hacían planes en contra nuestra.
Ocupado en sus asuntos, el hombre había sido analizado y estudiado, como el hombre con su microscopio puede estudiar a los diminutos seres que habitan en un vaso con agua. Al observar nuestro planeta con aparatos e ingenios que ni siquiera podemos imaginar, vieron en nuestro mundo una estrella de esperanza, puesto que el suyo, Marte, estaba yermo frío y seco, y agonizaba. Con potentes telescopios, los marcianos miraron hacia nuestro planeta y vieron el verde de la vegetación y el azul del agua, con una atmósfera llena de nubes de fertilidad. Y a través de esas nubes pudieron ver en la superficie vastas extensiones de tierra habitada, y mares surcados por los navíos.
Dirigir sus esfuerzos hacia nuestro mundo fue la única manera en que ésta agónica raza pudo escapar de su pronta destrucción; mientras Marte se colocaba en el punto más cercano a la Tierra, se extendió la noticia de un destello en su superficie, como el disparo de un gran cañón.
Los detectores satelitales de la NASA indicaron una bola de gas incandescente que avanzaba a gran velocidad hacia la Tierra. Cientos de observadores astronómicos vieron el destello esa noche, y durante diez noches… un destello de “gas” cada noche de ese año. Nadie pudo explicar por qué cesaron abruptamente después del décimo…
Con infinita complacencia, la gente siguió con sus asuntos, confiada, como siempre, en su dominio casi total sobre la materia.
Es posible que las bacterias bajo el microscopio se sintiesen igual…


Grovers Mill, Nueva Jersey.
Noche.


El Chevrolet Impala negro salía del pueblo por la ruta rápidamente. En la radio sonaba “Creedence” y mientras su hermano manejaba, Sam Winchester bostezó de sueño. No dormía desde hacía varias horas; el caso con ribetes sobrenaturales ocurrido en la localidad que acababan de abandonar había consumido casi todas sus fuerzas. Dean se dio cuenta y le prometió que pararían en el próximo motel que encontraran.

-Con un poco de suerte, los dos echaremos una larga siesta – dijo – Yo también estoy molido – volvió su mirada a la carretera. La única iluminación que había venia de los faros delanteros del coche - ¿Quién dijo que luchar contra Leviatanes no era agotador? Esos monstruos siguen dándome escalofríos.

-A mí también – Sam volvió a bostezar – Ojala pudiéramos terminar con esto y… - se interrumpió.
La radio comenzó a producir un fuerte sonido de estática. Dean frunció el ceño. Le dio un golpe al aparato.

-Maldición. Otra vez se arruinó esta porquería – molesto, tocó el dial y cambió de estación emisora.

La estática siguió hasta que la onda volvió y escucharon hablar a un locutor de noticias – Voy a tener que hacerla revisar. ¡Lo único que falta es que empiece con problemas en el equipo de audio!
Sam asintió distraídamente. La voz del hombre de la radio centró su atención. Estaba dando un parte de algo acaecido hace poco. Cuando Dean amagó con cambiar de emisora a por música otra vez, lo detuvo.

-Espera. Quiero oír esto.

-Repetimos: alarma general por la entrada a la atmósfera de un objeto volador no identificado – decía el locutor – Se cree que el objeto estaría dirigiéndose a una zona cercana a Nueva Jersey, en Grovers Mill. No tenemos certeza de… pura especulación y… Guardia Nacional…

La transmisión radial se vio interrumpida de a momentos por explosiones de estática. Sam y Dean se miraron, perplejos. Fuera lo que fuera, la cosa se dirigía hacia algún lugar cercano al que acababan de salir.

-Me pregunto qué rayos… - Dean no acabó la frase. Súbitamente el coche se paró. La radio enmudeció y las luces delanteras del Impala se apagaron. Consternados, los Winchester no entendían qué sucedía; en ese momento un potente destello venido del cielo los iluminó.

Atronando, un objeto envuelto en llamas cayó a cierta distancia de donde ellos estaban. La explosión fue tal que los dos saltaron en sus asientos. Cuando la cosa acabó, el auto arrancó solo y la radio y los faros se encendieron.

-Ok, no voy a negarlo: esto es bien raro – comentó Dean.

-Cayó cerca de Grovers Mill – observó Sam - ¿Qué crees que sea?

-No sé. ¿Un meteorito, tal vez?

-Vamos. Echémosle un vistazo.

-¿Por qué? Que yo sepa, no somos astrónomos…

-Pero puede haber algo raro en todo esto. Digo, ¿desde cuando la caída de un meteorito afecta a los aparatos? El coche se apagó justo cuando esa cosa pasó encima de nosotros.

-Okey, okey – Dean suspiró. Puso el coche rumbo a la zona del impacto- Vamos a mirar, pero solo será un momento. Hay cosas más importantes que hacer, que ir tras un pedazo de basura espacial.

-¿Cómo qué?

-Por ejemplo, dormir. O tomar una cerveza, claro.

Sam resopló. Había veces en que su hermano se pasaba de gracioso, para su gusto.


2
El cilindro


El sol empezaba a salir por el horizonte. Dean condujo el coche hasta el final de la ruta. Lo detuvo al inicio de un camino de tierra. A lo lejos, en la distancia y tras los árboles, una inmensa columna de humo se elevaba hacia el cielo del amanecer.

-Es lo más cercano que puedo llegar – dijo, mientras su hermano y él bajaban – Tendremos que ir a pie hasta el lugar.

Sam y Dean caminaron por el bosque hasta llegar al límite del mismo. Una vez ahí, ambos se quedaron pasmados ante lo que vieron… y no eran los únicos. Una surtida multitud de personas se agolpaban alrededor del objeto caído.

-Dios mío – musitó Sam.

-No se parece a ningún meteorito que yo haya visto jamás – reconoció Dean, rascándose la cabeza – Más bien, ésta cosa parece…

-Un enorme cilindro demasiado ancho – acabó la frase su hermano por él. Efectivamente, enterrado hasta la mitad en un gigantesco cráter abierto en la tierra y humeando todavía, un gran cilindro de metal de treinta metros de ancho yacía bajo la luz del amanecer.

-Sammy…creo que estoy borracho – Dean se pasó una mano por la cara- No puedo creer lo que veo.

-Yo tampoco, pero es real. ¿Te das cuenta de lo que esto significa?

-Tengo la mente revuelta, Sammy. Ilústrame.

-¡Extraterrestres! Dean, ¡eso que hay ahí es una nave extraterrestre!

-¡Whoa! ¡Despacio, vaquero! ¿Nave extraterrestre? ¿Esa cosa? No se parece en nada a un plato volador. Es solo un inmenso cilindro enterrado en el suelo, nada más.

-¿Un cilindro de metal? ¿Qué cayó del cielo? – Sam enarcó una ceja.

-Lo admito. ¡Pero tiene que haber una explicación racional para esto!

-Seguro… como también la hay para los vampiros, lobisones, fantasmas, demonios y monstruos que siempre enfrentamos.

Dean se encogió de hombros, rindiéndose. Pensar en extraterrestres lo ponía nervioso. Siempre consideró las historias sobre hombrecitos verdes meros delirios. Ahora que tenía frente a sus narices una prueba real y tangible de vida más allá de las estrellas, no sabía qué pensar.

-Vamos. Vamos a ver allá abajo – dijo Sam, de repente – Hay gente trabajando al lado del cilindro.

-Espera. Hay policías también. ¿A poco crees que esto es presentarse y pedir ver la zona como si nada? No nos van a dejar que nos acerquemos.

-¿Y para qué tenemos nuestras identificaciones falsas de agentes del FBI, eh? – Sam sacó su placa. Sonrió, astuto. Dean asintió.

-Cierto. Lo había olvidado.

Comenzaron a caminar hasta el borde del cilindro. Un policía local quiso impedirles el paso. Los Winchester, con toda calma, le mostraron sus identificaciones.

-Agentes Forrester y Gump – dijo Dean. El policía se apresuró a corregir su error. Los dejó pasar de inmediato.

-¿Quién está a cargo? – le preguntó Sam.

-El Sheriff Landis, junto con el profesor Ogilvy – el policía señaló a dos hombres parados al borde del cráter, dando órdenes a los que trabajaban en desenterrar una parte del cilindro. Los Winchester fueron hacia ellos y se presentaron.

-Que rápido que llegan ustedes dos – comentó el Sheriff – Nos vimos en el pueblo, ¿recuerdan?

-Como olvidarlo, Sr. Landis – Dean sonrió, falsamente – Justo andábamos cerca cuando esta… cosa se estrelló. ¿Qué pueden decirnos sobre ella?

-Cuando Ogilvy, mis hombres y yo llegamos, la parte superior de éste cilindro se estaba desenroscando – explicó el Sheriff – Parece haberse detenido.

-No es tan así – intervino Ogilvy. Se trataba de un venerable anciano de cabellos blancos, con peinado a lo “Einstein” y lentes redondos. Fumaba copiosamente de una pipa – Todavía se sienten ruidos en su interior, por lo que presumimos que es hueco.

-Perdone, profesor… ¿Ésta cosa podría tratarse de una nave extraterrestre? – preguntó Sam. El Sheriff bufó, incrédulo. El científico se tomó un momento antes de responder.

-Evidentemente, no es natural – dijo – Creemos que está relacionado con ciertas explosiones misteriosas en Marte.

-¿Marcianos? – Dean tampoco se lo podía creer, pese a todo– Perdóneme, pero pensé que Marte estaba deshabitado. ¿No era una roca yerma y estéril?

-Alguna vez pudo ser diferente – dijo otro hombre, acercándose a ellos- Alguna vez pudo tener un ecosistema similar al nuestro, en el pasado.

-¿Y usted es…?

-Soy el doctor Richard Pierson – les tendió la mano, saludándolos – Soy astrónomo de Princeton y colega del Prof. Ogilvy. Un gusto.

-¿Usted cree que ésta sea una nave alienígena, Dr. Pierson? – Sam repitió su pregunta. El segundo científico miró hacia el cilindro.

-Es seguro que terrestre no es. Lo estamos escaneando con aparatos sofisticados que trajimos con nosotros, y ninguno revela mucho. Al parecer, algo interfiere con ellos a propósito – el astrónomo frunció el ceño- La probabilidad de que haya algo humano ahí dentro es de un millón a una.

-Pero vamos, doctor. ¿Marcianos? – el Sheriff resopló, disgustado – Yo no lo creo, la verdad.

-¿Qué piensa usted? – quiso saber Sam.

-Pienso que esto es obra de alguna nación de la Tierra. Hasta puede ser un intento de ataque terrorista frustrado.

-¡Oh, vamos Landis! – Pierson se quejó - ¿Desde cuando Grovers Mill, Nueva Jersey, es tan importante para Al-Qaeda?

-¿Pretende usted que me crea en hombrecitos verdes, doctor?

La discusión acalorada entre el astrónomo y el policía se vio súbitamente interrumpida por un sonido agudo. Todos miraron a la parte superior del cilindro: ¡Se estaba abriendo!

-¡Se desenrosca otra vez! – exclamó Ogilvy, excitado.

-¡Todos aléjense de esa cosa! ¡Ya! – el grito del Sheriff hizo que la gente que trabajaba en desenterrar al aparato alienígena saliera del cráter y se alejara. Lo mismo hicieron los Winchester y los científicos.

La tapa giró y giró… hasta que cayó libre a un costado provocando un estruendo. Todos contuvieron la respiración, esperando. Algo comenzó a moverse desde las sombras del interior de la abertura…

-Algo está saliendo – comentó Dean en voz alta – Parecen… ¿Tentáculos?

-¡Cielo santo! – exclamó alguien.

La criatura asomó su amorfo cuerpo fuera de la entrada abierta. Se trataba de una especie de pulpo gris, de piel húmeda y gomosa, dos pares de enormes ojos negros como el ébano y una diminuta boca que parecía una “V”, de la cual soltaba unas babas. Se deslizó fuera de la nave cilíndrica y miró a todos los presentes con frialdad, sin emitir sonido alguno.

-¡Dios mío, Dean! ¿Lo ves? ¿Lo ves? – preguntó Sam a su hermano, entre susurros. Dean asintió.

-Esto no me gusta nada. Esa cosa no se parece en nada a E.T – palpó la culata de su pistola, para sentirse más seguro – Sammy, creo que mejor nos alejamos de aquí cuanto antes…

-¡Landis! ¡Que nadie se acerque a la criatura! – ordenó Pierson. El Sheriff lo ignoró; tan embobado estaba con el marciano que no atinó a moverse, siquiera.

El extraterrestre siguió mirando a la multitud reunida con gelidez, hasta que volvió a meterse en el cilindro. El profesor Ogilvy y varios hombres decidieron tomar la posta y esgrimiendo una bandera blanca, se acercaron a la abertura.

-¿Qué hacen esos inconscientes? – Dean se alarmó - ¡Hey! ¡No se acerquen! ¡Vengan!

Ogilvy lo ignoró. Junto a su grupo, sacudió la bandera blanca en señal de paz.
Fueron recibidos por un nuevo movimiento dentro de la nave: un largo tentáculo de metal se estiró y de su punta, brotó un potente rayo abrasador de color verde.
Ogilvy y su gente perecieron achicharrados en un parpadeo. No contentos con eso, los alienígenas dirigieron su potente arma hacia el resto de la multitud, barriendo el lugar e incinerándolos a todos.
Dean y Sam echaron a correr. El rayo de energía pasó muy cerca suyo. Atinaron a esconderse tras un montículo de tierra, aterrorizados por lo que sucedía.

El rayo acabó con casi todos e incineró el cercano bosque también. Cuando acabó, el tentáculo de metal se retrajo dentro del cilindro y se hizo el silencio… roto solo por el crepitar del fuego que devoraba a los árboles.

-¿Estas bien? – preguntó Dean a su hermano menor. Muy impresionado, Sam asintió - ¡Mierda! – echó un vistazo al incendio a su alrededor- ¡Estamos jodidos! ¡Son hostiles!

-¿Qué hacemos? ¿Qué hacemos?

-Por lo pronto, salir de aquí. Decididamente cazar extraterrestres está fuera de nuestra jurisdicción. A la cuenta de tres, nos levantamos y echamos a correr hacia donde dejamos el auto… ¿Okey?

-Okey.

-Uno… dos… ¡Tres!

Los Winchester salieron a la carrera de su escondite. Nada les ocurrió hasta llegar al Impala negro. Justo en ese instante, comenzaron a aparecer camiones del Ejército, acompañados por Jeeps, Humvees y soldados a pie, cargando sus armas…

-¡Quietos! – varios soldados les apuntaron con pesadas ametralladoras. Los registraron y encontraron las identificaciones falsas del FBI. Desconociendo el engaño, las creyeron ciertas al toque.

-¡Son Federales, capitán! – dijo alguien hablándole al hombre al mando.

-¡Que rápido que han llegado! – el militar se les acercó – Soy el capitán Wells. Vimos un destello cuando veníamos para acá… - hizo una pausa. Miró en dirección al cilindro y el incendiado bosque que lo rodeaba- ¡Cielos! ¡Hay cadáveres carbonizados allí! ¿Qué paso?

-¡Les dispararon! – le informó Dean - ¡Con una especie de rayo! Son una clase de monstruo…

-¡Muy bien! – lo interrumpió Wells - ¡Desplieguen la artillería! ¡Hay que acordonar el área! – el militar empezó a ladrar ordenes a sus soldados – Ustedes dos, será mejor que se marchen de aquí. Ésta misión se ha vuelto una acción militar autorizada por el Estado Mayor. ¡No puedo perder el tiempo haciendo de niñera de dos Federales!

-No lo diga dos veces, capitán. Vamos, Sammy.

-¡Espera! ¡Mira eso! – Sam señaló al cilindro - ¡Algo sucede!

Con un súbito estruendo y sonido de aparatos activándose, una inmensa maquina de tres patas surgió del cilindro, lista para atacar…

Continuará...


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