Los Invasores nº08

Título: Starway to heaven
Autor: Mikelhox
Portada: J.L. Rincón
Publicado en: Sep 2004

Tras volver de la misión de la antártida, los Invasores encuentran una ciudad flotante encima de la Hidrobase. Además la aparición estelar del Halcón!
El primer grupo que lucho por la libertad durante la segunda guerra mundial. Un grupo que inspiro a generaciones de héroes. Ahora los héroes han decidido volver a primera línea.
Stan Lee y Action Tales presentan a
Creado por Roy Thomas, Sal Buscema y Frank Robbins


Resumen de lo publicado: En misión en la ántartida por  el avistamiento de unas extrañas criaturas inter-dimensionales, alli se encuentran con Jack Frost, antiguo compañero del grupo en la década de los 40. Descubren que las criaturas vienen de una grieta dimensional y que son sometidas como Ganado por un grupo de vampiros bajo el mando de Nekra. Tras luchar con los vampiros y la aparente muerte de Nekra, deciden dejar allí a las criaturas. Aarkus usando sus poderes oculta su nuevo hogar con una densa niebla. De vuelta, Valerie Cooper les informa de que algo ha aparecido encima de la Hidrobase



Ésta es una tierra extraña. Una tierra donde lo que conocemos como realidad, mas a menudo de lo coherente, supera a la ficción. Para comprobarlo, basta con echar una mirada al periódico de cada día, donde informes de lo ocurrido en cada vez menos insólitos rincones de nuestra geografía parecen salidos de la imaginación de guionistas de seriales fantásticos. ¿Quién querría ver cine o televisión si pudiera echar un buen  vistazo a este excitante mundo?



El calor generado por una cadena de volcanes ha propiciado un microclima en mitad de la helada desolación, culpable de que especies de etapas jurásicas, triásicas... o simplemente desconocidas por el hombre hayan persistido hasta nuestros días. No es preciso mencionar lo que la falta de injerencia humana ha contribuido a la manutención de esta maravillosa reserva.

Algo que, por supuesto,  no ha resultado fortuito ni sencillo.

En uno de esos eternos amaneceres que se dan en dichas latitudes, una roja figura surca el anaranjado cielo en un descompensado y renqueante vuelo de una sola ala.

-Ahí estás, maldita, casi puedo tocarte.- Piensa para sí, un ansioso y agotado Sam Wilson.

Justo un par de días antes, salía enojado una vez mas del despacho del alcalde. Cuando dedicas tu vida a rapiñar subvenciones de egomaníacos políticos, te toca tragar mucha mierda políticamente correcta, lo cual no implica que debas digerirla cuando puedes vomitarla. Y para variar toda esa bilis la tenía que soportar su confidente-ayudante-ex pareja, Glory Heinberg.

- Sí, Glory, nos dará un 40 % de lo que pedimos mientras salga en la foto con un niño-preferíblemente-árabe-y-analíticamente-sano  en brazos.

- Al menos, éste nos dará algo, Sam. Recuerda al otro candidato, al de las botas tejanas y las cheerleaders alcohólicas.

-  Sólo porque quieren ganar las próximas elecciones, no te engañes. La democracia murió con los griegos. Dudo siquiera que éstos amorales amantes del dinero se hayan planteado lo que significa el concepto.

- ¿Oigo resurgir al Trotskista?

- Calla, calla. A ver si voy a acabar investigado... otra vez.

-Que se jodan ellos y su sistema de mierda. Algún día pasaremos de ser simples analgésicos a convertirnos en sistema central.

Allí estaba una vez más, sujetando dos perritos repletos de guarradas, y sacando a relucir esa maravillosa habilidad de hacerlo reír por muy cabreado que estuviese. Casi podía perdonarle haberle dejado, casi.

-Mendigar moral es muy duro, Glory.

Susurró, sintiendo como toda la tensión le abandonaba tras las carcajadas como el aire a un globo. Mientras le clavaba una mirada de profunda desolación.

La mirada maternal con la que ésta le respondió podría haber ocupado toda la atención del Vengador, de no haber sido por que a aquel macizo de nubes sobre New York le había dado por hacer cosas extrañísimas.

El gesto de Sam se ensombreció por completo, tantos años de aventuras le habían hecho desconfiar de lo asombroso.

-¿Lees algún nombre entre las nubes, socióloga?

- ¿Entre...? Oh, es precioso...

Iba a preguntarle si debía ir, si le había ocurrido con anterioridad, si eran amigos o enemigos... pero se dio cuenta que ya no estaba con ella, ahora corría hacia un callejón a cumplir como siempre lo había hecho, con todos menos con ella.

Minutos después, Sam Wilson  y su arnés de construcción wakandiana volaban hacia una la construcción de nubes donde se podía leer la palabra Falcon (Halcón en inglés).


Hidrobase. La actualidad.

- Parece lo suficientemente sólida, ¿Qué opinas, Jack?

- Sip, diría que podríamos subirla sin grandes problemas. Si supiéramos adonde conduce, claro. O su longitud, o algo.

-Jack, amigo, creo que de los presentes eres el único que no tiene ni idea de las maravillas que esconde el final de esta escalera.

-Eso es, vieja gloria, recréate.

Aún no existía la confianza suficiente como para que ver al capi sonreír y (casi) bromear, no resultase vergonzosamente incómodo. Pero sí era cierto que lo conseguido en la misión anterior había aflojado muchas tensiones.

- Yo tampoco lo sé, Rogers, señor.

- Harías bien en relajarte Thundra, que insista en desarrollar el trabajo en equipo no implica que estemos en el ejército.

- Pero Los Invasores...

- Vivimos nuevos tiempos, amazona, dios lo sabe, tiempos en los que la paz depende de efectos colaterales de acciones humanas puntuales, que atraviesan fronteras afectando a ciudadanos que solo pueden defenderse levantándose contra el grueso de los ciudadanos del otro lado de dicha frontera imaginaria. Para prevenir todo ese despropósito hemos de trabajar, diplomacia antes que intervenciones militares.  Cada vez que ningún ejercito deba movilizarse, será señal de nuestro éxito salvaguardando vidas civiles y militares.

No era ningún secreto lo que Steve Rogers, alias Capitán América, adoraba exponer sus sólidos ideales, se le escapaban solos con cada inocente pregunta. Con una ensoñadora mirada perdida en el atardecer, meditaba con nostalgia sobre el tono de sus palabras, y el cambio de discurso respecto a cuando estaba con Los Vengadores. Debía hacer grupo, sentía que debía hacerlo, algo importante se acercaba, y éste viejo soldado podía sentirlo en los huesos.

A su espalda, Union Jack seguía sometiendo a severos tirones a la roja escala de mano, que descendía sobre la playa de la Hidrobase y subía hasta perderse en un racimo de nubes. Algo mas lejos, Jackie Falsworth que se había detenido por un momento a escuchar las palabra del Capi, volví a lanzar piedras sobre la solas, perdida en sus pensamientos, perdida en su vida, perdida.

Rígida y marcial, Thundra trataba de atisbar lo que las nubes escondían. El Capitán América la impresionaba, veneración, admiración, adoración... Frenando un escalofrío, y un impulso a mirar de reojo al abanderado americano, continuo escudriñando el cielo de manera impasible. Era la luchadora definitiva, no podía ser un ápice menos, para algo había dejado a Arkon, para demostrárselo a todos.

Algo blanco y brillante se acercaba sobre el mar a gran velocidad,  vestido con una chaqueta larga de piel marrón, Jack Frost cabalgaba una alfombra de hielo, en dirección a sus compañeros. Sobre su hombro, Jim Hammond, La Antorcha original, descansaba inconsciente.

- Como suponíais vos, un campo desconocido impide atravesar volando dicha aglomeración de nubes. Los miembros del último autogiro ya vienen en una de esas cosas sobreacuáticas gomosas y motorizadas.

Escuchar a Jack Frost era como oír tronar una tormenta en una noche de Verano.

-¿Cómo está Jim? – Preguntó ávidamente Spitfire.

- Supongo que bien, milady, pero debo advertir que como insista en tratar de atravesar volando dicho campo una cuarta vez, deberá ir otro a buscarlo donde sea que caiga inconsciente.

- ¿Y Druida?

- Está hablando con el Viento, o algo así. Ya sabéis.- 

Igual que con todo lo anterior, el Capi, ya había tomado la determinación de respetar las manías y espacios vitales de todos aquellos seres anacrónicos (no lo era él mismo?), confiando en que cada uno era capaz de buscar lo mejor para el grupo.

Las de todos menos uno, aún debía hablar con Phestos, y si era necesario expulsarlo de aquel proyecto. Que mandase a un doble robótico  en una misión sin avisar a nadie, con la simple excusa de una desmotivación centenaria, era totalmente inadmisible. Según conocía, aún se encontraba en los hangares sub-subterráneos, realizando mejoras, construcciones o lo que fuera aquello en lo que se entretenía. Ya habría tiempo de mantener una conversación, de momento y para la exploración de lo que presumía se escondía tras aquellas nubes ya había decidido que no lo quería con el grupo.

Una determinación importante, puesto que Aarkus, la Visión original, aún se hallaba inmerso en su singular (¿qué no lo era en aquel ser?) trance, rodeado de aquella sobrenatural niebla púrpura con la que se transportaba parecía estar recuperándose en un estado semi-embrionario. Horas antes lo había visitado, en una gran cámara vacía, toda blanca, donde sólo una joven a la que supuestamente había salvado la vida días antes, le hacía compañía, sentada en el suelo y leyéndole colecciones de tiras cómicas de distintos semanales del Post. La ternura de la situación, le había hecho darse cuenta del aprecio que le había cogido en las últimas semanas, bien por el tiempo sin verlo, bien por aquella nobleza desmedida que marcaba sus actos, resultaba un tipo al que era imposible no cogerle cariño.

- Hablándole AL viento, Capitán. Lo que no es lo mismo.


Materializándose entre ellos, Druida parecía mas seguro de sí mismo y poderoso que nunca. Su progresión era tan evidente como desconcertante.

Jack rompió el silencio sacudiéndose tras la realización de la tarea de enganchar la escalera a dos sólidos eslabones unidos a la estructura de la isla artificial.

- Si Aleister Crowley ya está aquí, cuando deseen se agarran las faldas y faldones y subimos, mis queridas damiselas.

- Maldito bretón, tu ruda voz es lo último que desea escuchar un hombre al despertarse.

Sobre el hombro de Frost, la Antorcha comenzaba a reaccionar. La escalada podía comenzar.


La Tierra Salvaje. Entonces.

Entre los muchos pueblos que habitan en ella, solo hay uno alado. El pueblo de la Cascada. Y si además observamos que los humanos que lo forman poseen pieles de los mas diversos colores, nos parecerá aún mas insólito.

Es una raza guerrera, pero también mucho mas desarrollada tecnológica y culturalmente que cualquiera de sus vecinos. 

Sus secretos han permanecido ocultos a los extranjeros hasta hoy. Hasta Sam Wilson.

Con un ala rota, y efectos de una congelación aguda en la mayoría de sus extremidades, el Halcón ponía al fin sus pies en la plataforma que daba paso a aquel reducido reino. Un mínimo gesto, un humano arrodillado aún lejos de la entrada principal, activó las polvorientas alarmas de la ciudad alada, y 2 docenas de bravos guerreros aparecieron surcando los cielos tras el gran portón.

El primero en llegar al extranjero, se suponía el jefe de aquel destacamento, iba armado con un mazo redondo de algún metal grisáceo, como gris era la piel del bravo guerrero.

-¡Extranjero, en este momento posees el tiempo de contados parpadeos para abandonar esta superficie por tu propio pie. En caso contrario prepárate a ser arrojado a los abismos de la manera mas violenta posible. Contando.*

* = Traducido del Alto Lenguaje de los Cielos.

-¿Sabes lo que es un pájaro, facha alado? Los pájaros, son unas inofensivas criaturas que habitan mas allá de estas montañas, en mi mundo. Un día, gracias a uno de los mayores genios del mal que han pisado este planeta, un absoluto bastardo, fui premiado con el don de ser su contacto con los humanos. Confían en mí, yo en ellos... ¿Me sigues?*

- Adivina quienes fueron los antepasados de dichos seres, maldito simio emplumado.*

Tras el Halcón, y desplegándose alrededor de la plataforma ante los anonadados ojos de la guardia alada, decenas de Pterodáctilos esperaban cualquier señal que éste les pudiese dar.

-Y si miráis abajo, es aún peor. Ahora... ¿me lleváis con vuestro líder o voy yo solo?*

Considerables metros sobre la Hidrobase. En esos momentos.

-¿Cómo es que no se han atrevido a mandar una misión antes de que llegáramos?

Preguntaba una Spitfire que empezaba a dar síntomas de agotamiento.

-Porque entre los reclutas de ahí abajo no hay nadie mas con tu metabolismo, con mi desarrollo hormonal o el del Capi, con la fuerza de Thundra, con los cuerpos de la Antorcha o Frost, o con lo que carajo sea que haga Druida.

Contestó un Jack que tras mucho insistir para subir primero, subía segundo. Apenas a un metro de las botas de Druida, viejo conocido del sitio adonde pensaban conducía aquello, y mejor intérprete en el caso de que se equivocaran.

El último era Frost, listo para recoger en una construcción de hielo al que tuviese el infortunio de tropezar.

-Aparte de que nadie mas quiso subir, claro. Para eso estamos nosotros, nuestro salario no está ahí por nuestra hermosura.

-¡Mirad abajo, Invasores!

Justo en medio de la expedición, el Capi ensoñaba una sonrisa. La distancia subida ya era tan grande, que podían ver a muchas millas a la redonda, y al fin, el horizonte mucho mas curvado. Una vista tan indiscutiblemente sobrecogedora que sin necesidad de hablar, todo el grupo se detuvo al mismo tiempo, hipnotizados por la avanzada puesta de sol.

-Ésa es nuestra tierra, hemos de conservar todo eso...

-Creo que sí, que subiré el resto del camino mirando hacia abajo. Cualquier cosa antes de seguir mirando lo que esconde un viejo hechicero que podría usar pantalones en lugar de faldones.

-Tu irreverencia es tan absoluta, que no puede dejar de ser graciosa en sí.

Respondió Druida, que no hacía esfuerzos por callar una potente risa que de inusual, fue rápidamente contagiada entre todos los escaladores.

La Tierra Salvaje.

- Kemil Hox, ¿serías tan amable de soltar a nuestro invitado en el suelo? ¿O han de alarmarse los tres triunfos de cómo se trata aquí ahora a los invitados?*

El bárbaro grisáceo de la maza soltó al exhausto Halcón frente a tres ancianos barbudos y alados que recorrían la gran sala patronal como si de golondrinas atrapadas se tratasen.

- No comprendéis, podría traer cualquier amenaza...*

- ¿Realmente crees que tienes algo que aportar Jefe Hox? Silencio, joven impetuoso, deja que la explicación surja.*

Comentó ahora otro de los ancianos alados, sin parar de aletear por todos lados.

- Sí -coff-, sobre todo cuando fuisteis vosotros los que me llamasteis.*


La mente del Halcón retrocedió hasta días atrás, hasta aquel momento en el consiguió alcanzar una nube con su nombre.

Sólo atravesarla, su sorpresa rozó lo inconcebible. Frente a él vio a dos figuras hechas de jirones nubes, sobre sendos tronos de la misma composición. Creía recordarlas, creía que podían ser los mejores amigos de sus padres. Cuando él no era mas que un niño.

- Sam, cuanto tiempo, pequeño...

Comentó la figura de rasgos femeninos.

- Angela, Patrick... No sois vosotros, es otro truco mental, ¿verdad?

- En eso tienes razón, nuestro querido niño, no somos nosotros. No somos mas que restos de espíritu animados por los cuatro vientos. Pero nada de eso es importante ahora, debe escuchar.

La figura masculina se detuvo, parecía dejar a hablar a su compañera.

- Debes ir a la Tierra Salvaje, al pueblo alado sobre la Gran Cascada, decirles que sus hermanos se mueren, que una plaga de adversarios está acabando con ellos, que el tiempo de volver a ser uno, ha llegado.

-No entiendo...

- Sam, es el momento de poner en práctica todo lo que tu padre te enseñó, descubrir que realidades inspiraban sus ideales. ¿Recuerdas el lenguaje que te enseñó, la lengua de los ángeles?

- Sí.*

- Bien, ahora escucha. Solo ve allí, y movilízalos. Todos los que puedas. Si alguien debe salvar Ciudad Celeste han de ser ellos. Nadie de la superficie debe verse involucrado. 

- No nos podrían ver porque no creen ya en Los 4 Vientos, ¿comprendes?

Las figuras continuaban alternándose el discurso.

- Debes ser tú, Sam. Debes abandonar aquello que nunca tuvo tu padre, y ocupar tu lugar natural en este momento. Pero ve con cuidado, pequeño, el mal se extiende como un tumor, con cuidado pero raudo.

Tras esto, todas las figuras comenzaron a disolverse en el aire.

- ¡Esperad, esperad! No podéis iros así, necesito saber más... Necesito que os quedéis...

- El momento de empuñar el mango de las palabras debe llegarte, es tu sino...

Susurró el viento mientras desaparecía el último filamento de nubes.

- Y desde entonces he cruzado medio Planeta, para cumplir lo que he entendido –coff- como la supuesta misión de mi vida y que aún no comprendo.*

- La comprendes y empiezas a ejercerla, portador de la palabra, ahora descansa. Kemil Hox, reúne al resto de tus cabecillas, esta noche hay mucho de que hablar frente al fuego.

Con la última indicación del último de los ancianos, el rudo bárbaro de alas grises se retiró preocupado marcando su pesado paso, dejando a un ya inconsciente Halcón a manos de la servidumbre que lo conducían a las fuentes termales restauradoras.

Seguía anocheciendo en La Gran Cascada.

Una altura indefinida sobre la Hidrobase. Mas o menos por entonces. 

Druida se les había adelantado, para establecer contacto primero. El Capitán América comenzaba a impacientarse, pues ya hacía casi 30 minutos que él y el resto de sus compañeros esperaban dificultosamente en aquella escala de mano, bajo la última nube.

Con el clásico ademán de “adelante”, indicó al resto del grupo que no esperarían mas al brujo.

Poco después ya pisaban el suelo de una de las ciudades que mas ha hecho soñar al hombre. Ciudad Celeste, paraíso barroco de hombres y mujeres alados, la pureza de su arquitectura dejaba muy atrás a las propias nubes que las rodeaban, que parecían sucias frente a sus bellas cúpulas, torreones, y construcciones imposibles realizadas para seres voladores.


- Como me rodeen osos de colores con tatuajes en el pecho, os juro que me tiro.

- Sssshhhhhhhhh...

Una mano del Capi haciendo callar a Jack, indicaba lo poco que se fiaba de no haber sido recibido por la correspondiente escuadra. Y mas aún allí.

En lo que dura un latido, autoritarias voces rompieron el silencio a sus espaldas.

- ¡Capitán América, Spitfire, Union Jack, Antorcha Humana, Jack Frost y una encantadora dama a la que no reconozco de los archivos de mi antecesor!

Todos se volvieron sobresaltados para ver a un joven con el estandarte de Cuervo Rojo, acompañado de un séquito que indiferentes clavaban su mirada en los recién llegados. Thundra permanecía en silencio.

- Al fin estáis aquí, invitados de lujo para el triste acontecimiento de los funerales de vuestro aliado Cuervo Rojo, y la coronación del nuevo.

- Al que si no me equivocó tenemos enfrente.

- Tan intuitiva como me habían indicado, Milady Falsworth.

Respondió su atento anfitrión, con una sonrisa que se suponía que debía tranquilizar tanto que inquietaba.

- Y ahora amigos, el banquete en honor al caído en su grandeza. Vuestro amigo el hechicero ya os espera en sus aposentos. Seguidme, os lo ruego.

Mientras andaban siguiendo al joven, Thundra no perdía ni un ápice de las expresiones de Rogers, que mascullaba cada vez que salía el nombre de Anthony Druida. Todo iba muy deprisa, pero mejor ver que ocurría con todo aquello. Jack atendía divertido, Jackie parecía algo inquieta, mientras Frost y Hammond seguían la ruta indiferentes.

Un gigantesco manto de estrellas iluminaba su camino hasta palacio. Un par de alados más se cruzaron en su camino, menos quizás de lo que cabía esperar en aquella ciudad.

Una vez acomodados provisionalmente en un palacete frente al denominado Teatro de los Sueños donde se realizarían los actos, el grupo se disgregó a regañadientes entre sus aposentos.

Los “aposentos” eran todo aquello que se podía esperar con un extra del 150 %. El piso en el que iban a vivir Steve y Jack resultaba tan grande como una cuarta parte de aquellos dormitorios.

Una vez solo y con la mascara retirada, al Capi lo que le ocupaba toda la atención era el vino, o lo que fuera aquella bebida oscura, tan burdamente puesta junto a la cama.

¿Era junto a aquella horripilante sonrisa todo lo que necesitaba para aceptar que algo olía mal en Palacio? ¿ O su mente estratégicamente superior volvía a conducirlo a una paranoia detallista?

Tenía claro que por encima de todo, no debía beber. Pero estaba tan cansado, y tan sediento... Solo un poquito no podría con el suero de supersoldado, solo un poco, una gota nada mas.

Steve se sentía cada vez mas mareado y sediento, decidió salir al pasillo, donde todo terminó de ponerse patas arriba, los colores se le clavaban como agujas. Mientras toda superficie recta se ondulaba como si pretendiese ahogarle.

Asfixiado en su sudor frío, el Capi cayó al suelo. De espaldas al suelo el techo parecía formar extrañas combinaciones que se peleaban por decirle algo.

- ¿No ha bebido el refrigerio, verdad Oh-Capitán-Mi-Capitán?

Aquella odiosa sonrisa había vuelto. Los brazos del abanderado se contrajeron para alcanzar al joven de la insignia. Algo imposible, naturalmente.

- En el “vino”, o digamos sangre, estaba el antídoto para este hechizo, patético mortal de barro y mierda. Después de todo, los vampiros siempre hemos mantenido un largo romance con el cinismo. ¿ O el tiempo te ha hecho olvidar, viejo?

Con un sutil gesto que casi ni se alcanzó a ver, el joven alado se cubrió la cara con algo muy bien conocido, demasiado.

Décadas después, un Barón Sangre reía frente al Capitán América. La parálisis ya sólo permitía alsoldado respirar, y observarlo todo.

El resto del grupo no había tenido tanta suerte, no se les había dado la oportunidad de tener antídotos en sus habitaciones, ni se les había explicado absolutamente nada, solo se veían paralizados, observándose cruelmente torturados, mientras escuchaban gritos de euforia en las habitaciones contiguas. Gritos no-humanos, como los susurros que trajo el frío, palabras pronunciadas por hojas afiladas.

Jack, el joven vestido con la orgullosa Unión Jack se supo desnudo, en una posición ridícula, siendo objeto de burlas y cruentas torturas, en un gran sala iluminada por candelabros. Junto a él, Thundra era sometida como un perro, pateada, escupida y zarandeada. Frente a él, vampiros (¿alados?) jugaban haciendo incisiones en los abdómenes de Frost y una encendida Antorcha para, a continuación, introducir las manos del otro dentro de la cavidad de su compañero.

En el centro, Druida permanecía como abstraído, mientras que pequeños murciélagos atravesaban su torax de manera compulsiva, éste parecía reconstruirse de ¿madera?, inútilmente, pues volvía a ser perforado, como si aquellos bichos quisieran no mas que anidar dentro del hechicero.

Ninguno podía gritar, y saber su imposibilidad les hacía intentarlo con todas sus fuerzas.

Solo faltaban el Capi y Spitfire...

No. Allí estaba Jackie, desnuda sobre rojos cojines de terciopelo. Tras ella había una figura alada colgada bocabajo entre cadenas, llena de cortes, inconsciente. Su sangre parecía llenar ornamentados jarrones. Enormes jarrones.

Jack, nubladamente, identificó primero la pose, la crucifixión invertida, y después al desafortunado,

Warren Worthington III, el mutante conocido por su afiliación a los X Men como el Angel.

Dos portones inmensos se abrieron con un simple gesto de alguien vestido como el legendario Barón Sangre. Arrastrando, traía el cuerpo de Rogers.

- Miss Falsworth, querida y vieja amiga. Disculpe la reiteración, pero... ¿no es usted un poco mayor para menstruar?

Con una expresión que a ninguno de los presentes se le olvidaría jamás, aquel Barón Sangre terminó su pregunta desplegando una lengua que pegó contra su esternón. Se movía y ondulaba como una húmeda anguila.

Mientras tras él los portones se cerraban, se encaminó hacia donde yacía inmóvil Spitfire.

Risas y aullidos perforaban los oídos de los míticos Invasores, que yacían expectantes frente al horror mas absoluto. 


La Tierra Salvaje. Esa Noche.

- Despierta, Samwilson.*

El Halcón, aturdido, trataba de erguir completamente su amoratado cuerpo desnudo en las termas restauradoras, como señal de respeto a los tres viejos ancianos que le sobrevolaban.

- Viejos y jóvenes han puesto en común sus ideas. Partiendo de lo que ya estaba escrito, tú has de conducirnos a lo incierto. Tu mera aparición en estos momentos ya nos ha devuelto la fe, tu tarea a partir de ahora no debe ser otra que moldearla.*

- Pero, antes debes conocer de que hablamos, conocer la verdad, conocer las profecías. Y sobre todo, conocer a tus nuevas alas.*

Continuará... 


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