Star Trek la serie original nº06

Título: Reencuentros (II): nuestra sangre más querida
Autor: Sikileia
Portada:
Publicado en: Octubre 2006

El espacio, la ultima frontera. Estos son los viajes de la nave estelar Enterprise, buscando nuevos mundos, nuevas civilizaciones, para llegar hacía donde ningún hombre ha llegado jamás.
Gene Rodenberry y Action Tales presentan:
Creado por Gene Rodenberry

Caithlin Dar se hallaba a bordo del USS Farragut sentada frente a un gran espejo vertical con una mesita de cristal violeta. Miró su imagen reflejada sobre el azogue, el tiempo comenzaba ha hacer mella en su hermoso rostro. Las canas habían cubierto gran parte de sus delicados cabellos. Cerró los ojos y recordó los días que había pasado junto a su marido, St. John Talbot en la colonia romulana de Kalebia IV, mientras veía a sus hijos Rolak y S’Ranis jugar entre sí con una cometa hecha en casa.

Entonces, mientras se peinaba, los recuerdos fueron fluyendo a su mente. De repente, fue como si el azogue del espejo se hiciera agua y ella pudiera recorrer años atrás el tiempo sin pasar por el Guardián de la Eternidad. Y vio el rostro de su marido, St. John Talbot, rodeado de una neblinosa aura a sus espaldas sonriendo.

Tras las fracasadas negociaciones de Nimbus III, la Federación tuvo poca piedad de él y lo mandó como su representante a un sector cercano a la Zona Neutral conocida como la “Tierra de Nadie” que era un conjunto de planetas cuya custodia en forma de protectorado secreto compartían la Federación y el Imperio Romulano. Ambas potencias mediante un pacto secreto colonizarían y compartirían dichos planetas bajo la amenaza de una guerra total caso de que una de las dos partes contravinieran lo acordado. Una muestra más de lo que se llamaba popularmente el “Equilibrio de Terror” romulano: a puño de hierro, guante de terciopelo.

El capitán Xavier Ramírez, les había alojado en unos camarotes para familia con unos enormes ventanales de duranio sobre el que se perfilaba el enorme planeta recién salvado por Kirk y Picard. El Nexus ya debía de estar distante años luz de ellos pero sin embargo el paso por el Cuadrante Alfa había dejado numerosas secuelas planetarias y gravitacionales.

Poco le importaba a Caithlin Dar el destino del Universo cuando el de su propia familia estaba en juego. Tanto la Federación como el Imperio Romulano habían sido injustos con ambos. Aquella colonia desértica perdida en la nada espacial era el peor de los lugares posibles, peor incluso que Nimbus III.

Con el paso de los años, el hábito de fumador hizo mella en la delicada salud de Talbot que terminó muriendo decenios después en Kalebia tras los acontecimientos de Narendra III de 2344. Ante la amenaza de una flota klingon enviada en represalia por los eventos de Narendra, fue evacuada de Kalebia junto con sus hijos hacia Romulus donde tenía familia.

Caithlin miró unas viejas digitografías: En ellas se veía a la viuda unos años más joven y sus dos hijos en un lago a las afueras de Ra'tleihfi, la capital de Romulus. En aquella época, muchas cosas comenzaban a cambiar en Romulus, entre ellas la presencia de Spock que trabajaba clandestinamente con el Senador Pardek en pro de la unificación con Vulcano.

Un día, Danil Dar, hermano de Caithlin, organizó una reunión secreta con partidarios de la Unificación a la que se invitó a Pardek y al propio Spock a presidirla. Caithlin estaba presente con sus dos hijos romulano-terrestres y allí los presentó al antiguo compañero de James T. Kirk para que aprendieran con él las enseñanzas de Surak y toda la tradición cultural relativa a Vulcano, incluida la lengua.

Spock se reunía con Rokal y S’Ranis bien en casa de Danil Dar o bien les hacía llevar a lo que comúnmente llamaban “las catacumbas de Ra'tleihfi”.

Un día, los chicos al volver a la casa de su tío se encontraron ésta destruida y saqueada mientras miembros de la temida guardia secreta Tal’Shiar con sus uniformes negros se llevaban a Danil Dar y a su mujer Ornarak. Los hijos de Caithlin presenciaron escondidos estas detenciones y seguidamente fueron corriendo hasta la casa de su madre. Pero estaba vacía y toda revuelta, como si alguien hubiera estado buscando algo…

Entonces un viejo vecino de ellos, les llamó y los hizo pasar a su casa:

-¿No sabéis entonces lo que ha pasado?… Estáis en peligro, chicos.

-¿El qué? –contestó S’Ranis.

-Han descubierto a unos espías de la Federación que querían traicionar al Imperio Romulano. Unos cuantos sospechosos han sido detenidos y secuestrados por el Tal’Shiar.

-¿Quiénes?

-Tu tío, hijo mío. Y han querido también secuestrar a tu madre… Pero no han podido…

-¡¡Nuestra madre!! ¿Dónde está?

-La tenemos aquí escondida sana y salva. Mira, hijo…

-¿Por qué nos ayudas? –Le espetó Rokal enfadado. –Te expones bastante a que termines igual que ellos, Kiral.

-Hace muchos años también mis antepasados vinieron de Vulcano, -dijo el viejo desabrochándose la camisa y enseñando un colgante de oro en el que se hallaba grabado un IDIC. –Los llamaban los “Vo’Tosh katur”.

- Aquellos que llamaban Los “Sin emociones”

-Los mismos… Durante décadas fuimos marginados tanto en Vulcano como en Rómulo. Al final terminamos aquí…

-¿Cómo?

La pregunta quedó sin respuesta ya que un pitido sonó en la puerta del camarote de Caitlin Dar. La imagen mental que la ex cónsul de Rómulo visualizaba en el espejo desapareció repentinamente. De nuevo la mujer romulana se vio a sí misma frente al espejo.

-Pase, por favor.

Envuelta en una capa negra con inscripciones vulcanianas bordadas con hilos de oro en el tejido, entró Saavik. Se paró delante de la puerta, inclinó la cabeza e hizo el saludo vulcaniano.

-Vic tor e smursma, Dar’an[1].

-Vic tor. –saludó la romulana. –Saavik, tenga la bondad, pase y acomódese.

-Gracias. –Respondió la comandante mientras se sentaba en un sofá cerca de la ventana.

La puerta se cerró y por unos instantes se hizo el silencio. Las dos mujeres se miraron cara a cara. Entonces Caitlin Dar fue la primera en hablar.

-Saavik, quería agradecerle personalmente la ayuda que usted y el embajador Spock nos han prestado para huir de Rómulo. Desde la traición del Senador Pardek la situación se hacía insostenible para nuestra familia cada vez más, especialmente tras el secuestro y… muerte de mi hermano Danil.-

-Sé que su cuerpo apareció días después en el río Zal, siento muchísimo que tuviera ese final tan horroroso. Es una verdadera tragedia. Uno de los pocos sabios y poetas de los que el pueblo romulano podía estar orgulloso.

-Eso no les importa a esas bestias del Tal-Shiar.

“Semanas antes de llegar al espacio de la Federación, los miembros supervivientes de la familia Dar: Caitlin, sus hijos S’Ranis y Rokal, su sobrino Aloan, el administrador de la casa Manek y un primo lejano llamado Sarman, antiguo centurión de la Guardia Romulana y convertido en desertor, se hallaban refugiados en unas cuevas cerca de Ra'tleihfi.

Spock a través de la mediación de un joven discípulo y mercader de cerveza romulana fue sacando poco a poco a los miembros de la familia Dar y dándoles refugio en casa de Montgomery Scott en la Colonia Federal Norpin. El hijo de Sarek además les proporcionó unos salvoconductos escritos en vulcaniano e inglés federal de su puño y letra para poderlos llevar consigo en caso de que fueran capturados en el espacio federal. El joven mercader estuvo cumpliendo con diligencia su encargo hasta que un día dejaron de recibir noticias de él. Spock entonces se temió lo peor.

-Así fue como llegamos a territorio de la Federación. Allí, durante unos meses nos acogió el señor Scott y nos hicimos pasar por primos del embajador Spock. Para mí y mis hijos tener que adoptar los dictados de Surak fue una tarea harto difícil. Para ellos resultó más fácil dada la formación que recibieron de Spock pero no a mí ni a los parientes mayores.

-Sé que fue abocaros a lo desconocido, pero entre acabar como tu hermano y sobrevivir, la única opción válida y lógica era el exilio.

-¿Qué pasó después de irnos?

-La situación política del planeta se hizo cada vez más insostenible. Se sucedieron asesinatos, purgas políticas. Todos sospechaban de todos. –Saavik cerró los ojos y continuó: -Entonces fue cuando sugerí a Spock el escapar nosotros también. Lo único que ocurría es que no sabíamos cómo. Entonces, el embajador ideó un plan “lógico de huída.

-Fascinante, -respondió Dar mientras escuchaba aquello.

-Eso mismo habría dicho el Embajador.

“La noche era cerrada. Embozados en sus capas negras tres figuras se amparaban en las sombras nocturnas haciéndose uno con ellas. Al fondo, de una garganta se distinguía un gran recinto vallado e iluminado con grandes luces artificiales. Una de las figuras sacó un aparato parecido a unos prismáticos y miró a través de él.

-Unos 200 moal desde aquí. Aproximadamente tardaremos 4 minutos solares romulanos en llegar hasta la puerta principal.

-No, espera –añadió una segunda figura embozada. –Ahí detrás hay una puerta que parece estar menos vigilada y con sólo un centinela en su puesto de control.

El visor del prismático enfocó esa puerta. Efectivamente parecía ser una zona de carga y descarga. Vio que efectivamente en lo alto de un puesto de control se recortaba contra la luz que provenía de las instalaciones una silueta humanoide.

-¿Tienes lista la cerbatana con el dardo tranquilizador?

-Si aquí esta, señor.-Respondió la figura segunda enseñando su arma. –Un veneno paralizador instantáneo pero que no matará al centinela, lo sedará durante unas cuantas horas solares de Rómulo.

-Pues ya sabe. Proceda.

De las sombras de la noche algo como un zumbido cruzó el aire buscando su presa. El dardo ponzoñoso hábilmente tirado había dado en el blanco, el cuello de su víctima.

El centinela romulano se giró sobre si mismo, profirió un chillido apenas perceptible y cayó inconsciente al suelo de su puesto de control.

Las figuras embozadas esperaron al acecho unos minutos más. Aparentemente nadie se había dado cuenta del grito del centinela. Entonces la figura primera hizo a las dos restantes la señal de avanzar.

Parapetados tras las rocas poco a poco se fueron acercando hasta el recinto vallado. La figura primera miró en su aparato electrónico si había algún campo de fuerza protegiendo el recinto. Por fortuna no, pero había que andarse con cuidado por si hubiera minas o algún arma extraña escondida en las entrañas de la tierra.

-No, nada por ahora. Tenemos el acceso libre. Ahora el siguiente paso es cruzar el umbral de esa puerta, lo más rápidamente e ir a uno de los hangares en los que guardan sus cazas. Es tu turno ahora.

-De acuerdo. –Contestó la tercera de las figuras encapuchadas. –Sé que en un par de horas debe salir una nueva tanda de naves a patrullar la Zona Neutral. Así que cogeremos una de ellas.

La figura tercera guió a los dos encapuchados a través de las distintas estancias del recinto esquivando como pudieron a los guardias romulanos y remanos que patrullaban la base aérea. Hasta que se detuvieron frente a un hangar en el que había dos naves romulanas repostando. Una de ellas era mas grande que la otra y tenía una extraña forma insectoide con un casco azul-violáceo y estaba escoltada por varios guardianes.

-Esa nave de la izquierda es el último prototipo remano y permite alcanzar una velocidad de curvatura 3.

-Intrigante. –Respondió la segunda de las figuras.

-Bien, ¿a qué esperamos para apoderarnos de ella? A proceder con nuestro plan.

De una especie de mochila que llevaba la tercera de las figuras cayeron al suelo tres trajes protectores y una especie de casco con visor.

-Vístanse rápido, por favor.

Pasaron varios minutos, las tres figuras habían cambiado la negra capa por el mono de trabajo. Entonces entraron abiertamente y a cara descubierta con el nuevo disfraz.

-Jolan Tru, dijo la tercera de las figuras a un grupo de obreros que estaban haciendo reparaciones a la lanzadera remana.

-¡Sarman Dar! –Le reconoció un obrero del equipo de trabajo. -¿Qué haces aquí? Te creíamos muerto junto a tu familia.

-Pues no, Tor, aquí sigo. No me ha quedado más remedio que volver a mi odiado trabajo… De algo hay que vivir…

-Si, hombre, claro… ¿Y esos que te acompañan?

-Mis nuevos ayudantes… Últimamente se encuentra muy poca gente dispuesta a ayudarte como mecánico de cazas…

-Sí, aunque no saben lo que se prepara contra la Federación, esté es el primer prototipo de los muchos que usaremos para invadir a esos engreídos.

-¿Pero es tecnología remana, nor

-Sí, viejo amigo. Los remanos algún día pondrán un poco de orden en todo este atolladero burocrático en el que se está convirtiendo el imperio[2].

-Eso espero…

-Brindemos por ese nuevo futuro, Sarman; aunque no tenemos cerveza sí hemos podido conseguir algo de Brandy de Antares. La cerveza nuestra es un lujo reservado ya sólo para la aristocracia y los extraños.

-Es una lástima. Pero sólo podría beber yo, mis “chicos” no porque entran a trabajar ahora de noche ¿Ya acabó vuestro turno?

-Sí, y ahí en casa tengo a mi esposa esperándome. –Dijo mientras le ofrecía una copa plateada y le echaba un líquido verdoso de una botella de cristal tallado.

-Hmmm, gracias. –dijo Sarman. –Está delicioso. Mi brindis por vosotros y por el futuro de Rómulo. Mientras, Tor, te importaría que mis “chicos” vayan a relevaros a dentro de la nave?

-No, desde luego, Sarman. Por el mejor Ingeniero del Imperio Romulano, tú. –dijo el compañero de trabajo mientras alzaba su copa en el aire.

Sarman asintió y acercó su copa a la altura de los ojos de Tor. Las copas metálicas chocaron entre sí produciendo un agradable tintineo.

Mientras tanto, los furtivos acompañantes de Sarman entraron en la nave remana. La figura numero uno se quitó el casco de trabajo con visor que le ocultaba. Sus orejas en punta y la manera de llevar el peinado delataban un origen común con los romulanos.

Sus ojos se fueron posando en cada grafico, mando y pantalla. Todo era completamente nuevo para ellos dos. Entonces el que había sido la figura primera se sentó ante los mandos de pilotaje. La figura tres hizo otro tanto de lo mismo. Entonces, la figura uno sacó un aparato y con una especie de cable lo conectó a un cuadro de mandos que parecía ser el cerebro electrónico de la nave. Los caracteres remanos que aparecían en pantalla fueron sustituidos por la caligrafía llena de remolinos nativa de Vulcano.

-Así está mejor. –Comentó la figura primera.

Entonces unos gritos comenzaron a oírse fuera de la nave. Y se oyeron varias detonaciones.

-¡A por los traidores! ¡A por los traidores! ¡Buscadles!

La figura primera miró hacia atrás sobre su hombro, diversos destellos se dejaban ver a través de la portilla entreabierta de la lanzadera. De repente, la puerta se abrió por completo y Sarman entró herido con sangre verde que le manaba de la boca y cayó pesadamente bocabajo mientras levantaba sus brazos pidiendo ayuda.

La segunda persona se levantó de su asiento y se dirigió hasta donde estaba herido Sarman, arrastrándolo por los brazos hasta adentro. Cerró con rapidez la puerta mientras se oían como algunos disparos impactaban sobre el metal. Y se agachó junto al herido.

-¿Qué ha pasado, Sarman?

-Nos han descubierto, capitán, han venido de repente algunos soldados remanos y…

-No te esfuerces por hablar. –La segunda de la figuras le giró levemente y sobre su espalda vio dos manchas negras que habían quemado el tejido y que se mezclaba con sangre verde. –Me lo imaginaba, rifles fásicos remanos. Ahora ¿qué hacemos? Estamos aquí atrapados como dos sehlats.

-Escapar. –Le espetó en un tono serio la figura primera. –Para eso estamos aquí y es lo que haremos. Acomoda ahora a Sarman porque la escapada va a ser muy movida.

A través de las pantallas internas se podía ver a los soldados remanos disparando contra el casco de la nave fugitiva. Los mecánicos que instantes antes habían estado hablando con Sarman estaban en el suelo cubriéndose con los brazos sus cabezas.

La figura segunda sujetó el cuerpo de Sarman a una especie de camilla o sofá con unas tiras de trasportar paquetes y tomó asiento junto al piloto.

-Las puertas del hangar se están cerrando, señor.

-Tenemos todavía posibilidades… de salir. Agárrese bien, capitana. Creo que todavía me acuerdo de aquellos tiempos en los que estuve a bordo de una gran nave. Mientras haga disparos de advertencia a nuestros atacantes, intente causar el menor número de bajas posible.

-Sí, señor.

-Ahora… ¡¡Prepárese!!

La nave remana comenzó a girar sobre sí misma como una peonza y se elevó unos metros en el aire por efecto de sus motores antigravitatorios. La persona numero dos disparaba por doquier: esto hizo que por unos instantes la ráfaga de disparos enemigos se detuviera unos segundos.

Las puertas del hangar se iban estrechando más y más. La nave fugitiva encendió las toberas de impulsión. Las llamas alcanzaron una gran distancia, parecía la estela de un gran cometa de clase II.

Desde el control de pilotaje, la figura uno computó la velocidad y el tiempo en el que tardarían las compuertas en cerrarse. Hizo un cálculo que aplicó enseguida a la velocidad de arranque que necesitaría el vehículo pero era ya tarde. Entonces la figura segunda disparó unas salvas contra las compuertas que estallaron en mil cascotes de hierro y dejó el paso libre.

-Señor, creo que éste es el resultado de la cuenta más directo.

-Bien, ahora salgamos. Un cuarto de impulso.

La nave salió veloz como un ave de presa enjaulada en pos de su libertad y se perdió en el cielo nocturno de Rómulo.

-Aunque me pareció una alternativa un tanto ilógica me parece que ha estado bien hecho, capitana. La felicito.

-Sólo cumplí con la opción más lógica, señor. –dijo la segunda persona con una leve sonrisa en sus labios.

-Y ahora rumbo hacia la Zona Neutral, hacia el espacio de la Federación.

-Si, señor, rumbo trazado, llegaremos en siete horas solares de Rómulo.

-Bien. Nos turnaremos en dos turnos de tres horas y media solares. Comenzará usted, ¿de acuerdo?

-Sí, señor.

-Mientras me encargaré de cuidar de Sarman.

La figura uno levantó y comenzó a mirar cada compartimiento de la nave. Almacenados había algunos cilindros metálicos y un tanque de agua. Recostado bocabajo en un camastro improvisado Sarman se quejaba. Entonces con sus dedos tocó algunos puntos neurálgicos en la cabeza y cuello del joven romulano. Éste inspiró profundamente y cayó en un profundo sueño.

-¿Qué tal se encuentra Sarman? –Inquirió la mujer desde el fondo del vehículo espacial.

-No muy bien, tiene un par de quemaduras por fáser que tienen muy mal aspecto. Intentaré al menos desinfectárselas.

-Es usted médico, señor.

-No, pero aprendí un poco de medicina natural en mi juventud junto a mi padre.

Entonces con cuidado comenzó a rasgar el tejido quemado del mono de trabajo que llevaba Sarman y dejó su espalda al aire. Dos heridas de quemadura, una en el hombro y la otra cercana al corazón[3] en la parte de las dorsales. El desconocido puso agua en un recipiente que encontró y mojando algunos jirones del mono de trabajo roto comenzó a limpiar las dos quemaduras. La sangre verde había formado una costra alrededor del tejido quemado y comenzaba a supurar pus. En esto, las hábiles manos del desconocido limpiaron también la pus.

El fugitivo se levantó y miró en el resto de compartimentos. Estos estaban vacíos. Quedaba ya un último armario y ¡bingo! allí encontró lo que parecía ser un botiquín rudimentario. Que bajó enseguida y colocó a la altura del herido. También dentro del armario había unos monos de trabajo limpios.

Abrió con cuidado la caja de lo que parecía ser el botiquín. Había varios frascos con letras en romulano, así como una inyección hipo-spray intradérmica y varias vendas. El desconocido acercó su aparato electrónico hasta el botiquín, cogió uno de los frasquitos al azar y frente a un sensor puso el cartel con las indicaciones en romulano. El aparato las reprodujo en una pantalla y enseguida las letras romulanas se transformaron en grafía vulcaniana.

-Éste frasco es para la fiebre rigeliana… Este otro para la Choriocytosis[4] … Creo que más que un botiquín son vacunas…

-Debe haber alguna que le sirva.

-Quizás esta vacuna para la Choriocytosis, seguro que tiene estrobolina[5], un poderoso antibiótico. Al menos nos servirá hasta llegar a territorio federal. ¿Cuánto nos queda, capitana?

-Unas cuatro punto doce horas, señor…

-Bien, espero que sea suficiente.

Un ruido como un pitido comenzó a oírse en el interior de la nave.

-Señor, tres naves nos siguen. Distancia de nosotros tres horas-luz.

-Intente aumentar la velocidad si puede…

-Sí, señor.

El desconocido inyectó a Sarman la inyección contra la Choriocytosis en un brazo. El herido se quejó levemente y volvió a caer dormido. Sin duda se hallaba en una especie de trance. Entonces, con el resto de la dosis del frasco embebió un par de paños y los puso a modo de gasa sobre ambas heridas sujetándolas con una especie de membrana adhesiva parecida a la piel. Se levantó después y cogió una especie de camisa que se hallaba en el armario. Era unas tallas mayores que la de Sarman pero era lo único que tenia a mano para vestirle. Una vez vestido lo arropó con una manta que también encontró en el armario.

Entonces la figura primera se dirigió hasta el mando de pilotaje.

-Puede descansar e ir a cuidar a nuestro enfermo… Sí, señor… Y no deje de vigilar a esas naves que están intentando darnos caza…

-Sí, señor.

Entonces el desconocido calculó el tiempo de llegada al espacio federal. Quedaban menos de dos horas para llegar al espacio de la Federación.

-Voy a lanzar una llamada de socorro al puesto de control de la Federación número 23.

Después de varios minutos la figura de un hombre de raza negra apareció en la pantalla principal de la nave remana.

-Soy el comandante Brian Francis, responsable… del… puesto… .-La figura de la pantalla abrió los ojos hasta quedarse tan abiertos como dos platos. –¡¡¡Embajador… Spock!!! ¿Qué hace a bordo de esa nave? –Titubeó.

-Como puede ver no estoy de paseo, señor. Nos persiguen varias naves romulanas necesitamos su ayuda y la asistencia médica para uno de nuestros pasajeros, ha sido disparado con un fáser en la espalda.

-Sabe que nos exponemos a una declaración formal de guerra si penetramos en la frontera con Rómulo?

-Lo sé, comandante Francis pero nuestra situación es grave.

Entonces la mujer se levantó y se sentó al lado del embajador Spock.

-Creo que yo oiría lo que dice el embajador, señor… Los vulcanianos no sabemos mentir y realmente nuestra situación requiere asistencia inmediata.

-¡¡Capitana… Saavik!! ¡La creíamos muerta después de la desaparición de su lanzadera!

Saavik levantó una ceja por toda respuesta y miró a Spock de reojo.

-Estuve a punto de ser capturada pero gracias al embajador pude salir sana y salva. Desde entonces he estado ayudándole en el proceso de reunificación allí en Rómulo dado el conocimiento de esa lengua por mi ascendencia mitad romulana.”

-Y fue así como Sarman, Spock y yo fuimos rescatados. Spock ideó un plan para estrellar nuestra nave vacía en uno de los asteroides que bordean la frontera con la Zona Neutral y con Sarman herido cogimos una de las cápsulas de escape y nos dirigimos al puesto 23. Entonces las naves perseguidoras de Rómulo estuvieron sobrevolándonos, al menos durante el resto del día. Mientras, nosotros tres y la cápsula de escape estábamos sanos y salvos en las dependencias de la Federación.

-Increíble…

-Sí, la pena es que luego supimos de la muerte del capitán Kirk y el embajador Sarek estando en la Colonia Norpin con el Sr. Scott.

-En efecto, -aseveró Dar mientras se levantaba, se giró hacia la cristalera de la nave. Las estrellas convertidas en líneas de luz pasaban a velocidad de vértigo. Luego, se volvió sobre sí misma y se sentó junto a Saavik.- La Federación ha perdido a dos de sus grandes héroes del pasado ¿Qué será de nosotros ahora?

-Queda mucha esperanza aún, Caitlin. Spock puede aún ser el promotor de algo muy grande que no se haya visto nunca en siglos…

-¿La unificación de romulanos y vulcanianos?

-Eso es…

-Hasta que la Federación no nos de status de refugiados, Saavik, aquí somos unos prófugos sin ningún derecho legal que nos ampare en caso de necesidad.

-Os ampara una ley fundamental por la que se os tiene que respetar por el mero hecho de existir: La Primera Directriz.

-Pero esa “Primera Directriz” no evita que se hayan burlado de mis hijos esta mañana al ir a tomar algo al Ten Forward de la Farragut. Hay todavía en el alma de los humanos demasiadas heridas abiertas y todavía después de doscientos años.

-Te entiendo, Caitlin, pero es lo que hacen las guerras… Abren fracturas más hondas que las placas tectónicas.

-Yo soy romulana e hija de una mujer terrícola cautiva, una mezcla nada agraciada para quien vive en Rómulo, mis hijos son hijos de esta mestiza que soy yo y ese humano llamado St. John Talbot. Ellos son tres cuartas partes humanos y un tercio, romulanos. Eso les acerca más a Scott o al capitán Spock que al senador Pardek. Están desarraigados, lo sí pero tampoco quisieran que olvidaran todo lo que Spock les estuvo enseñando.

-Yo soy medio romulana y medio vulcaniana. –Respondió Saavik poniendo su mano en el hombro de Caitlin Dar. –Spock me encontró en una colonia romulana abandonada cerca de la Zona Neutral. [6] Los únicos supervivientes fuimos nosotros, un producto de la ingeniería genética ultrasecreta romulana. Spock entonces me descubrió y acogió, educándome en la cultura vulcaniana.

-¡Oh, no lo sabía, Saavik! –Se compadeció la ex cónsul de Rómulo.

-No, no tiene importancia. Por supuesto que me costó muchas lágrimas… No es nada fácil pasar de un estado de mujer Cro-Magnon a ser una mujer educada de la Era Espacial.

-Entiendo…

-Pero tuvieron suerte que yo fuera una cría. Lo más duro fue la educación de los primeros años allá en Vulcano. Tampoco allí era muy aceptada, tan solo Sarek y Amanda con los que estuve acogida me entendieron y velaron por mi progreso personal.

-Pero al menos con el tiempo has sido aceptada y te has realizado, espero que mis hijos vean en ti un modelo a seguir,

-Gracias, Caitlin Dar.


Mientras, en la superficie de Veridian III, los ingenieros de la Flota Estelar desmantelaban rápidamente lo que quedaba de la fenecida Enterprise-D con ayuda de grúas antigravitatorias y robots. La nave comenzaba a adquirir un tétrico aspecto de esqueleto metálico puesto que las grandes planchas de la duranio habían sido retiradas de la superficie plana del disco. En su interior, centenares de obreros, cual hacendosas abejas en su colmena, se esforzaban por recoger y embalar todas las cosas de valor para transportarlas arriba a la Farragut.

Mientras, en el improvisado refugio prefabricado que hacía de centro de operaciones de desmantelamiento, Jean-Luc Picard examinaba en su terminal el último mensaje llegado vía subespacio. Con un rápido movimiento de mano apretó activó su comunicador de pecho.

-Picard a Farragut.

-Aquí, Farragut, señor.

-Acabo de recibir un mensaje de la Flota Estelar comunicándome que la USS Valiant acaba de llegar a este cuadrante. Dígale a su capitán que esté preparado para transferirle el mando.

-Si, señor.

-Picard, fuera.

Picard miró unos instantes a sus invitados de honor quienes le miraban silencioso desde el otro lado de la mesa. Sobre la misma, unos platos vacíos, unos cubiertos, un canasto de frutas y una jarra de agua con sus vasos componían una escena de bodegón digna de ser pintada.

-¿Han comido bien, embajador?

-Para lo que son mis necesidades alimenticias básicas son las dosis correctas.-Contestó fríamente el embajador vulcaniano.

-Spock ¿es que lo mide todo como si fuera una dieta? –cortó con ironía el ultracentenario Dr. McCoy. –Debería ponerse en manos de un endocrino, o en las mías que para eso me ha estado aguantando como su médico personal casi un siglo.

-Le agradezco sus sugerencias, doctor. Pero conozco mi capacidad de metabolización, puedo cambiarla a voluntad…

-¡Vaya, Spock, no deja de sorprenderme! Seguro que su glándula tiroides debe estar enloquecida.

-¿Decía, doctor? –concluyó Spock levantando una ceja.

Picard sonreía viendo las trifulcas dialécticas de los dos antiguos tripulantes de la Entreprise Original, y sentía que su capitán no estuviera presente para poderlas ver. Se los imaginó a bordo del puente de la Enterprise, la primera de clase Constitución con sus viejos uniformes conocidos desde entonces como “pijamas”. Los rostros del Spock y McCoy recreados en la mente del capitán francés se rejuvenecieron tal cual como aparecían en los viejos registros de abordo que siendo estudiante en la Academia de la Flota Estelar había tenido oportunidad de ver.

La puerta de la caseta se abrió de golpe. Un piquete de honor irrumpió en ese mismo momento en las oficinas de manera un poco brusca y borrando súbitamente los recuerdos borrosos de aquel viejo estudiante de 15 años. Picard saltó del susto y recriminó al oficial:

-¿No le han enseñado que ante de entrar es de buena educación el llamar?

-Eh… Esto es…, señor…. Lo siento.

-Me ha dado un buen susto, alférez.

-Señor, disculpe.

-No pasa nada, dígame.

-Señor, ya hemos…trasladado el cuerpo…del capitán… Kirk. –Dijo con voz temblorosa mientras pronunciaba con reverencia el nombre del fallecido tripulante. Los invitados están comenzando a llegar.

-¿De cuánto tiempo disponemos para prepararnos?

-De una media hora, señor.

-Está bien, oficial. Dígales que estén listos para ese tiempo.

-¡De acuerdo! –dijo el oficial mientras se marchaba.

-¡Eh, alto!

-¿Sí? –respondió el alférez con inseguridad.

-Antes de irse cierre la puerta, o no querrán que nos vean en paños menores mientras nos cambiamos.

-¡Oh, no, señor! ¡Gracias, señor!

La puerta se cerró tras él. Y encogiéndose de hombros miró a sus dos ilustres invitados.

-¡Estos jóvenes…! ¡Hay que enseñarles modales!

-Un par de buenos azotes en el trasero es lo que les iba a dar. –Cortó la conversación el viejo almirante. –Hoy ya nada es como antes, ya nada… En mi época, tomábamos bebidas auténticas, no como ese sucedáneo que me sirvió la encargada de su bar cuando estuve allí… ¿Cómo se llamaba esa cosa insípida?

-¡Ah, si! ¿Guinan! ¡Y ese líquido era el Synthehol!

-Un Bourbon, un buen Bourbon de Kentucky con unas hojas de menta, y me estoy tomando una bebida como Dios manda y no ese aguachirles.

Picard sonrió. El mismo diálogo lo había mantenido con Scotty años atrás cuando estaba aún recién rescatado de la USS Jenolen[7]

-Tendrán que disculparme. Voy a cambiarme por las ropas de gala para la… ceremonia de su… capitán. Volveré en unos minutos. Pueden si quieren quedarse o ir para allá, han montado el palco cerca del lugar en el que yo levante el túmulo de piedras.

-McCoy y yo saldremos a dar un paseo. Le vemos allí capitán.

-Muy bien, nos vemos enseguida… Y…

-Y no se preocupe, le cerramos bien la puerta. –dijo en tono burlón el viejo médico de Georgia.

Salieron. Caía la tarde sobre Veridian III.


Saavik, Ramírez y Sarman y la familia Dar al completo acababan de descender juntos, de una lanzadera que aterrizó en una zona de la llanura, cerca de las primeras estribaciones del que comenzaban a llamar El Valle Kirk.

Mientras, al lado de la que había sido antigua sepultura de su capitán, Montgomery Scott vestido con su viejo kilt[8] y de cintura para arriba con su chaleco negro de Ingeniero y el jersey blanco de la Enterprise-A, estaba sentado en una roca afinando su vieja gaita escocesa de tres tubos.

Seis guardias de honor, con sus uniformes de gala color rojo, custodiaban la cápsula con forma de torpedo fotónico que hacía de ataúd del capitán James T. Kirk. Era de un material negro parecido al azabache. Sobre ella estaba extendida la bandera de la Federación de Planetas Unidos.

Los tripulantes supervivientes de la USS-Enterprise-D así como una representación de la Farragut y las recientes dos naves incorporadas a la flotilla. Todos vestían sus uniformes multicolores de Gala. Centenares de oficiales de todos los rangos abrieron un pasillo hasta una especie de plataforma desde la que se transportarían al hangar 2 de la USS Farragut los restos mortales del capitán James T. Kirk, que se convertiría en los dos días de viaje hasta Deneva V en improvisada capilla ardiente para los que le quisieran dar el último adiós.

En un palco de honor adornado con tonos azules y banderas de la Federación, los cuadros de mando de todas las naves se hallaban allí sentados al igual que los invitados ilustres: los viejos compañeros del capitán en sus aventuras espaciales y los exiliados de Rómulo.

En otro palco decenas de periodistas con sus minúsculas cámaras y micrófonos grababan y emitían en directo el evento para todo el espacio de la Federación. Seguro que en la Tierra o desde algún lugar de retiro unos ultracentenarios Uhura, Sulu y Chekov estarían mezclados con los trillones de televidentes viendo esta ceremonia.

Más cercano, en Veridiano II, Scotty, con la gaita afinada y ya colocada al hombro se subió a una especie de escenario frente a la cápsula-ataúd del capitán Kirk. Sus ojos, llorosos, eran como un mar azul en el que la tristeza se bañaba.

Los capitanes Picard y Ramírez, ataviados con sus uniformes de gala, medallas y galones, fueron los últimos en subir al palco. Jean-Luc Picard de pie tomó la palabra:

-Estamos aquí para rendir nuestro sentido homenaje a un hombre cuyo heroísmo y valor han pertenecido a dos épocas, a dos siglos. Muchos de nosotros, querríamos que James T. Kirk estuviera hoy con nosotros compartiendo los honores y la gloria de la victoria. Pero no podrá ser… –Tragó saliva porque sintió que la voz se le quebraba por la emoción: -Hace unos días murió… -De nuevo tragó saliva.- …entre mis manos sin que yo pudiera hacer nada. Se me fue entre mis manos la sangre más preciada…

Jim Kirk murió por aquello en lo que creía, como un héroe y en el servicio a una buena causa: La vida, las cualidades que nos hacen ser seres sentientes y con una existencia plena.

Sé que muchos de los que estáis aquí sólo conocisteis y conocéis de oídas el nombre de James T. Kirk pero varios de los que estamos aquí presentes conocimos a este gran capitán. Yo no soy el más adecuado para hablar en nombre de los que le conocieron más que yo, pero sé que ellos fueron los primeros en hacer realidad aquella visión de Zefram Cochrane[9]: “Ir valientemente donde ningún hombre ha ido antes.”

Que el recuerdo de este día quede grabado en vuestras mentes y en vuestros corazones hasta el fin de nuestras vidas, y mientras sólo una persona lo siga recordando, su nombre y su alma seguirán vivos en el mundo de los… vivos.

La multitud prorrumpió en aplausos. Y Picard volviendo a su sitio se saludó ante el féretro haciendo una reverencia con la cabeza. Hizo después otro gesto con la cabeza hacia el grupo de oficiales que custodiaban el cuerpo de Kirk. El oficial Odis estaba mirando fijamente a sus superiores desde otro lado de la tribuna y se fijó en el gesto de asentimiento que el capitán francés hizo con su cabeza.

-¡Honores! –ordenó en tono marcial.

Los piquetes de honor levantaron en alto el féretro y lo cargaron entre seis sobre sus hombros. La multitud comenzó a aplaudir.

Desde lo alto de su pequeño estrado, Montgomery Scott hizo sonar su gaita, y tocó como nunca lo había hecho en su vida, incluso más que aquella vez cuando murió Spock. Pero esta vez, Spock estaba en el mundo de los vivos oyéndola y su amigo, quién sabría decirlo, desde algún lugar inaccesible, más allá del espacio y el tiempo.

Los guardias avanzaron solemnemente al compás de las notas de la gaita escocesa y llegaron hasta el lugar de transportación. Hasta el lugar señalado una multitud se abría portando antorchas para iluminar la incipiente noche veridiana. Aquella escena parecía una de aquellas celebraciones mistéricas que antiguamente se hacían a la luz de la luna.

-¡Bajen!

El piquete de honor depositó con sumo cuidado la cápsula mortuoria que quedó expuesta durante unos instantes, como si fuera una antigua ofrenda a los dioses del cielo. Durante unos instantes más se oyó sonar la melodía escocesa que tocaba Scotty para su capitán. Acto seguido se hizo el vacío…

-¡Energicen! –Ordenó Jean-Luc Picard, apretando el comunicador con forma de delta que llevaba en su hombro.

Bajo el manto de las primeras estrellas una potente ráfaga de luz azulada con chispas multicolores comenzó a desmaterializar lentamente el féretro cubierto con la bandera federal y en fracciones de segundo, desapareció ante la vista de los allí presentes.

Mucha gente en los palcos de honor estaba llorando y otros a punto de hacerlo, la tensión era incontenida.

El comunicador de Picard sonó:

-Aquí la USS Farragut, transporte completo, señor.

-Bien, gracias. Picard, fuera.

En el palco de honor, los viejos amigos de James T. Kirk se consolaban unos a otros dándose abrazos y palabras de afecto. Incluso Spock parecía haber perdido por unos momentos su semblante serio para adoptar uno más emocional impropio de él:

-Adiós, Jim… -Musitó.

Para muchos, el acto de transportar los restos de Kirk era algo más que un acto de despedida, era también el viaje simbólico del alma de un capitán, el último de los capitanes de una “era de leyendas.”

La multitud comenzaba a deshacer el pasillo y a teletransportarse, la ceremonia había finalizado.

Por unos instantes, sin cruzar palabra, la expresión de Deanna Troi que se encontraba a espaldas de Picard se tornó seria.

-¡Dolor…! –Dijo en voz baja y quejumbrosa.

Spock la miró y se acercó hasta ella.

-Ha sentido lo mismo que yo… ¿Violencia, dolor?

-Sí… ¡cómo lo sabe!

-Acompáñeme, por favor, consejera Troi.

Picard vio como Spock y su consejera se iban del lugar de la ceremonia, quizás la emoción había podido con Deanna, aún afectada por un complejo de culpa por la pérdida de su nave bajo su mando y necesitaba una voz amiga. Quizás Spock podría ayudarla a superar esos miedos interiores con alguna de sus técnicas mentales de Vulcano.

Mientras en el cielo, el paso de una estrella fugaz se interpretó por algunos como el alma de James T. Kirk queriendo saludar por última vez antes de perderse entre las esferas del firmamento.

Continuará...


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Referencias:
1 .- Larga y próspera vida en vulcaniano. Es dicho por la sacerdotisa de Vulcano en la ceremonia del Koh-li-narh (ST I)
2 .- Alusión a futuros eventos de ST: Némesis
3 .- Recordemos que vulcanianos y romulanos tienen el corazón en la posición equivalente al hígado humano. La fisiología romulano-vulcaniana y la humana son radicalmente diferentes.
4 .- Enfermedad vulcaniana que aparece mencionada en “Los Piratas de Orión” (TAS)
5 .- Medicina usada para tratar la choryocitosis mencionada en “Los Piratas de Orión” (TAS)
6 .- Comic “The Untold Voyages”
7 .- “Relics” - TNG
8 .- Falda escocesa a cuadros.
9 .- Inventor de la velocidad de curvatura. (ST: Primer Contacto)

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