Star Trek la serie original nº09

Título: Reencuentros (V): por los viejos tiempos
Autor: Sikileia
Portada:
Publicado en: Marzo 2007

Mientras se realizan las investigaciones pertinentes, los compañeros de la Enterprise Original recuerdan a Kirk y por fin, Picard llega a la USS Farragut, asumiendo el mando de su nueva nave.
El espacio, la ultima frontera. Estos son los viajes de la nave estelar Enterprise, buscando nuevos mundos, nuevas civilizaciones, para llegar hacía donde ningún hombre ha llegado jamás.
Gene Rodenberry y Action Tales presentan:
Creado por Gene Rodenberry


En un rincón de una especie de bar, Montgomery Scott apuraba su última ronda de Brandy de Aldebarán. No estaba solo. A su alrededor numerosos tripulantes y civiles de mil y un mundos bebían, comían o charlaban. Y en su mesa, un invitado especial compartía con él el demasiado tiempo libre del que ahora disponía.

Pidió otro vaso a la camarera quien enseguida se lo trajo. Scotty se lo acercó a su amigo. Entonces, alargó su brazo con la botella de Brandy y le echó un poco a su amigo.

-Gracias. –Contestó el invitado de Scotty.

-Brindemos por los viejos tiempos… y por los amigos ausentes. –Dijo mientras alzaba su vaso.

-Por los amigos… ausentes. –Repitió el desconocido haciendo chocar su copa contra la de Scotty. -¿Qué es… esta bebida?

-Es… verde, señor.

-Más que verde… es el famoso licor de Aldebarán, ¿no?

-Brandy de Aldebarán auténtico y del bueno, no como ese aguachirris llamado Synthehol… ¿Otra ronda?

-No debería beber estando de servicio ¿No cree, Scotty?

-¿Quién nos va a ver? Además, ya bebimos aquella Cerveza Romulana estando de servicio y no podíamos… ¿Recuerda aquella vez que vino el General Chang a bordo? Acabamos tan beodos como peonzas [1] .

-¿En serio?

-¿Es que no lo recuerda?

-Hay tantas cosas que recordar…

En ese momento, entraron Spock y McCoy, ambos se quedaron parados frente al umbral de la puerta.

McCoy, creyendo ver un fantasma, sólo pudo musitar en voz baja:

-Jim…

Allí estaba el capitán James T. Kirk con su uniforme rojo compartiendo mesa con su ingeniero. Era tan real como el capitán Kirk de carne y hueso pero en realidad era un doble, una copia.

-¡Ah, caballeros! ¡Pasen por favor! –Les invitó Montgomery Scotty gritando desde el fondo. –Siéntense, conmigo.

Tímidamente los dos amigos de Scotty pasaron al interior del bar. En una esquina un par de klingons peleaban, en otra varios alienígenas mal vestidos jugaban a una especie de billar acuático y en lo alto de una columna una danzarina de Orión bailaba una sensual música de Argelius III.

McCoy y Spock tomaron asiento.

-¿Qué hace aquí, capitán Scott?

-Recordando los viejos tiempos ¿Es que no lo ve? Dígaselo, capitán.

-Si, Scotty tiene toda la razón, es nuestro técnico en milagros.-Respondió el James T. Kirk virtual.

-¿Qué sitio ha elegido, Scotty? –Preguntó un curioso McCoy mientras miraba a su alrededor ignorando.

-Es aquel viejo antro de Nimbus IV, “El paraíso perdido”. Me gustaba aquel sitio me recordaba a un saloon del Lejano Oeste.

-Nimbus III. –Le corrigió James Kirk

-Estamos ya sufriendo los efectos retardados de aquel Mal de Gamma Hydra III [2] .-Añadió Scotty. –Esa memoria mía…

Spock levantó una ceja. Reconoció efectivamente que algo de su capitán había en la personalidad programada de aquella figura.

-Spock, siempre tan serio… Usted no cambia con los años, ¿verdad? –Se burló McCoy.

-¿Qué va poder a recordar un holograma? Tan sólo está interpretando el papel de Jim, nada más. –Manifestó el vulcaniano.

-Spock, no veo nada malo que nuestro Scotty esté aquí. Además es su manera de homenajear a Jim, igual que usted lo hizo durante tres días con ese famoso ayuno que vaya usted a saber cómo se llama.

-El T’pal-Tor-Pan, ‘El Largo Camino sin Retorno’, doctor. Yo al menos me despedí del verdadero capitán.

-O al menos eso cree usted, Spock. Lo que hizo seguramente fue estimular la serotonina [3] de su cerebro con aquel ayuno y tuvo una alucinación autoinducida.

-Eso era tan real como la conversación que estamos manteniendo ahora.

-Para mí esto es lo real, Spock. –Reconoció el ingeniero escocés. –Quizás no sea tan místico pero aquí estamos con Jim de alguna manera.

El James T. Kirk virtual sonrió y les interrumpió.

-Spock, ¿A qué se refiere con que se “despidió de mí”? Estamos todos juntos ¿es que no lo ve?

Spock levantó una ceja. No se esperaba aquella respuesta.

-El capitán ha hablado, Spock. –Se burló un histriónico McCoy con una sonrisa maliciosa. –Agradézcaselo a la tecnología del siglo XXIV.

-Creo que se equivoca, doctor… Estamos en 2290. –Matizó el Kirk virtual.

-Bueno, Jim, como decía aquella vieja canción… “Los deseos no envejecen a pesar de la edad”. El Tiempo no parece haber pasado, parece que era ayer. –Respondió el doctor.

–Propongo un brindis, caballeros… Por los viejos… y nuevos tiempos, por los amigos ausentes y por los… reencontrados. –Dijo mirando a su capitán mientras los ojos se le empañaban de lágrimas.

-Le entiendo, Scotty. –Contestó McCoy en tono paternal apoyando su brazo en el hombro del escocés. -Y ahora brindemos. –Dijo pillando la botella de Brandy de Aldabarán y llenando los vasos vacíos a sus amigos reales y virtuales.

Aunque aquello no era lógico, Spock brindó con ellos era lo más humano que podía hacer por quien fue su viejo amigo.


Mientras tanto, Picard ya estaba en el puente de mando. Hacía dos horas que había llegado a bordo de la lanzadera. Junto al él venía William T. Riker quien le pasó a su capitán el informe de progresos del desguace de la USS Enterprise-D. Aunque Jean-Luc Picard confiaba en la pericia y la profesionalidad de sus subordinados, la Flota Estelar era desde su creación un inmenso atolladero burocrático en el que por ejemplo, Riker tenía que demostrar y hacer constar a dónde iba a parar hasta la última de las tuercas de su antigua nave.

Ahora las dos tripulaciones de la USS Farragut y la USS Enterprise-D estaban reunidas en una a bordo de una misma nave. En las últimas 24 horas que habían pasado, había llegado un importante mensaje de la Flota Estelar y Picard como capitán provisional de la nave reunió a su staff en la Sala de Reuniones de la nave para comunicársela.

También cómo no, estaban presentes McCoy, Spock y Scotty y la delegación de refugiados romulanos con Caithlin Dar al frente. Por motivos de seguridad, los invitados elegidos eran pocos. Cathlin Dar estaba vestida de gala al modo vulcaniano.

Todos tomaron asiento alrededor de la gran mesa de reuniones, Picard se alzó de pie.

-Tengo algunas noticias de parte del almirante Bowers. Algunas son de carácter restringido y privado obviamente pero hay una que quería comunicarles oficialmente. Como bien sabrán, hace unas semanas perdimos a la nave insignia de la Federación, la USS Enterprise-D. Pero como me comentó días atrás otro buen amigo, -Entonces sus ojos se posaron en William Riker. –quedan más letras en el abecedario. Pues bien, tengo a bien comunicarles, que el Alto Mando de la Flota Estelar ha decidido que la noble tradición de la nave Enterprise continúe y han decidido aprobar la construcción de una nueva nave que llevará con orgullo tal nombre… La USS Enterprise… E….

Los allí presentes, tripulantes e invitados, prorrumpieron en aplausos y vítores. Jean Luc Picard sonrió ya que le habían dejado sin poder continuar el discurso. Tras varios minutos de alegría y felicitaciones entre sí, se impuso otra vez el silencio aunque las caras de los asistentes denotaban felicidad y de vez en cuando comentaban entre sí algo. Picard prosiguió:

-Bien, veo que aprueban esta decisión de la Flota… Pero no había terminado aún… El Alto Mando de la Flota Estelar ha designado también una persona muy especial para coordinar la construcción en los astilleros de Utopía Planitia. Hace tiempo, yo y el Ingeniero Geordi LaForge aquí presente le propusimos ante la Federación para que volviera a incorporarse a la Flota Estelar. Creo que todavía puede aportar algo y ser una inspiración para los nuevos cadetes y los jóvenes ingenieros. Pero por ahora quiero que ese nombre sea una sorpresa.

Los asistentes aplaudieron de nuevo. Entonces Picard ordenó alzarse a la gente y les invitó a pasar a una sala contigua donde el encargado del Ten Foward había preparado algunos canapés y unas cuantas bebidas. Era una especie de coctail o un piscolabis para celebrar el renacimiento de la nave Enterprise así como de la asignación del capitán francés como nuevo capitán de la USS Farragut.

Picard vio a Caithlin Dar, estaba vestida con un elegante traje femenino vulcaniano casi idéntico al de las diplomáticas o embajadoras de esa raza. Se acercó hasta ella junto con Riker y Data. El nuevo capitán de la USS Farragut tomó la palabra:

-Siento lo ocurrido con Sarman. Aunque le traté muy poco es una pena que haya fallecido en esas circunstancias, cónsul Dar. Le aseguro que llegaremos al final de todo este asunto.

-No se preocupe, capitán Picard. Sé que usted también perdió a un de la misma manera oficial muy prometedor. No murió en vano, créanme. Como diría el embajador Spock, murió realizando aquello que creyó más lógico.

-¿Puedo hacerle una pregunta relacionada con Sarman? –Inquirió con suma delicadeza William Riker.

-Sí, por favor. Hágamela.

-Está bien. ¿Estaba Sarman amenazado por alguien? ¿Alguien que quisiera matarle de esa manera por algún asunto?

-Su único crimen era ser un disidente contra el Imperio Romulano, como todos los que tuvimos que exiliarnos. Por supuesto, estábamos amenazados de muerte y lo seguimos estando.

-Hemos ordenado que les vigilen día y noche, cónsul. –Le informó Picard. –No tienen nada de que temer entre nosotros.

-Una pregunta… sólo por curiosidad, Dar. –Interrumpió Data. –El arma utilizada, el rifle de red de tela de araña. ¿Había oído hablar de ella?

-Sí… -Contestó la romulana tras pensárselo un poco. –Las vi usar en Nimbus III. Varios de esos miembros del Ejército Galáctico de la Luz que dirigía Sybok [4] las usaban. No sé como llegaron ahí pero seguro que de contrabando.

-¿Cree que alguien de entonces actuó para vengarse de Ustedes? –curioseó Riker.

-¿De aquel asunto de Nimbus III?

-Sí.

-No, no creo, oficial. Además hace casi un siglo de aquellos eventos. Lo más probable es que muchos de aquellos salteadores y mercenarios de Nimbus III sean hoy unos venerables ancianos. No creo que haya podido ser nadie de ellos.

-Está bien, señor Data… Número Uno… Es suficiente. Gracias, Cathlin.

-De nada. Siempre a su disposición. Por cierto, Picard, ¿le resulta extraña esta nueva asignación? Creo saber que la Enterprise-D era la nave más grande que surcaba el espacio de la Federación.

-Era la nave insignia de la Flota, y creo que la mejor que nunca haya comandado… Ya veremos cuando saquen la nueva Enterprise-E. –Contestó un nostálgico Jean-Luc Picard. –Veremos en qué nos la convierten.

-De acuerdo, caballeros, si me disculpan voy a saludar al Embajador Spock y a la capitana Saavik que está con él.

-Por supuesto. –Accedió Picard con su caballerosidad francesa. –Vaya, vaya, por favor.

La ex cónsul de Rómulo hizo una reverencia a los oficiales que la rodeaban y se marchó del grupo con la cabeza bien alta. En una esquina frente a un gran ventanal de duranio transparente y una mesa repleta de aperitivos Spock, Saavik, Scotty y McCoy hablaban sobre los viejos tiempos. Todos estaban de pie menos el doctor McCoy a causa de la fragilidad de sus huesos. 145 años sobre sus rodillas eran ya muchos.

Mientras, Picard, Data y Riker miraron unos instantes a lo que quedaba de la mítica tripulación de la Enterprise-A. Sonrieron entre sí y volvieron a la conversación. Data habló el primero.

-Me intriga lo del hecho de que ese arma se usara en Nimbus III, señor.

-Es una posible pista interesante.

-No le entiendo, señor. –Contestó Riker.

-Necesitaríamos reunirnos a puerta cerrada. LaForge me ha comunicado algo que si se confirma es bastante serio. Bueno, ¿Numero Uno y Sr.Data pueden hacerme de maestro de ceremonias y de artista invitado?

-¿Señor?

-Mire allí… -Dijo Picard señalando hacia unas cortinas. –Computadora abra cortinas. –Éstas se abrieron dejando al descubierto una esquina con varias sillas e instrumentos musicales. –Acompáñenme, caballeros.

Los guió. Cuidadosamente ordenados sobre un estrado, en cada silla alguien había colocado un clarinete, un violín, una cajita sobre una silla y un arpa vulcaniana. Y en frente de cada una de ellas un atril con unas partituras ubicadas.

-Hay que fastidiarse, señor… -Exclamó un atónito William T. Riker. –Cómo es posible…

-Un pequeño homenaje a nuestros invitados y a una época de leyendas, Will.

-¿De quién ha sido la idea? –Preguntó Data.

Picard sonrió unos instantes, les miró en silencio y continuó:

-Cuando estuve hablando con el embajador estos días de atrás; surgió como una manera de homenajear a James T. Kirk. Había una pieza que le gustaba mucho a Kirk que es la que vamos a tocar esta noche. Y otra que les sugerí yo al embajador.

-¿”Vamos a tocar”, dice usted, capitán? –Inquirió un cada vez perplejo Riker.

-Es lo que he dicho. Usted, el Sr. Data, el embajador Spock y yo.

-Se puede saber qué pieza tocaremos, señor. –Se interesó el androide.

-Por supuesto, Data… “La luna ilumina Rigel V”, por Gale Revilla [5] y la “Luz Interior” [6] que yo mismo toqué una vez. No sé que les parece… Fue una elección del embajador y creo que la he tocado alguna vez con ustedes en los permisos que hemos tenido, así que la conocen de sobra.

-Si, señor… pero en petit comité como dice usted. –Matizó un gozoso Riker.

-Sí, Numero Uno, aunque esta vez tendremos que actuar para un público más numeroso y exclusivo. Y a usted, señor Data, ¿qué le parece?

-Opino como el comandante, capitán, las veo un elección impecable.

Jean-Luc Picard sonrió por el vocabulario tan elegantemente preciso usado por el androide.

-¿Hace una ronda más de syntehol antes del debut? –Sugirió William Riker.

-Por mí, si… -Asintió Picard. -¿Data?

-Eh sí… -Dijo el androide. –Aunque no sé si sabría disfrutar de ese líquido, para mí es solo un estado de la materia y un compuesto químico.

-Pues por una vez le ordenará a ese chip que le puso LaForge que active la subrutina “gusto” y créame que su paladar disfrutará de lo lindo. –Le replicó Riker en tono picarón

-¡Excelente idea, señor!

Mientras, algunos asistentes fueron preparando el que iba a ser el recital homenaje al fallecido capitán Kirk. En la misma esquina donde habían aparecido las sillas con los instrumentos musicales se colocó una digitografía del capitán de la USS Enterprise-A junto con su uniforme rojo impecablemente doblado adornado todo con una bandera azul de la Federación. Unas velas blancas erguidas sobre enormes candelabros vulcanianos daban a esa parte de la nave un halo místico y misterioso a la celebración.

Entonces se hizo el silencio, y sentado en una silla sobre un estrado apareció bajo una luz cenital, al amparo de las velas vulcanianas, Jean-Luc Picard vestido con su traje de gala de bordes dorados. En silencio, el nuevo capitán de la nave cerró los ojos, se concentró y comenzó a tocar su pequeña flauta de Ressak. Cualquiera diría que esa pequeña pieza metálica con tantos siglos de antigüedad todavía sonara con tan delicados tonos pero el talento del capitán francés fue capaz de ello. La pieza era “La Luz Interior”. Si quieres escuchar pincha . La pieza poco a poco fue in crescendo: haciendo acompañamiento, el arpa vulcaniana de Spock, el violín de Data y el clarinete de Riker fueron poco a poco adornando armónicamente la pieza tocada por Jean-Luc Picard.

Cuando acabaron de tocar las luces comenzaron a encenderse lentamente. Durante unos instantes un silencio conmovedor cubrió la estancia. Aunque algunos espectadores intentaron disimular mirando hacia otro lado se notaba que las lágrimas estaban empañando sus ojos. La emoción era incontenida.

De nuevo, las luces se fueron apagando para dejar sólo la sobriedad de las velas encendidas. Fue cuando comenzó a sonar la pieza, “La luna ilumina Rigel VII” de Gale Revilla. Comenzó Spock al arpa vulcaniana seguido por Data acompañándole al violín. Casi a la par entró la flauta ressakana y el clarinete terráqueo. A través de la música tocada por instrumentos alienígenas y humanos, el espíritu de IDIC por el que tantas generaciones humanas habían luchado, se estaban uniendo en un gran homenaje al capitán James T.Kirk. Los cuatro tocaron como nunca lo habían hecho. Era como si la música de las esferas que una vez alabó Pitágoras, les hubiera inspirado. Un coro de voces humanas sampleadas hacían de corifeo a aquella composición cósmica.

Mientras oía la melodía. Unos ojos llorosos se cruzaron con la luz de una de las velas y miraron a las estrellas a través del ventanal. Era Scotty. Sus labios temblorosos sólo pudieron vocalizar una palabra, casi en un susurro inaudible:

-Jim…

Continuará...

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Referencias:
1 .- Alusión a eventos de ST VI: Aquel País desconocido.
2 .- “The deadly years” (TOS)
3 .- Hormona cerebral del placer.
4 .- Referencia a “STAR TREK V: La Frontera Final”
5 .- El título original es “Moon over Rigel VII” y aparece mencionada como título entre las canciones que cita Kirk en la escena del campamento en “STAR TREK V”. Era sólo el título de una canción hasta que en 2006 la compositora americana Gale Revilla compuso una melodía que está incluida como banda sonora del fanfilm “Star Trek: Origins” en el que está colaborando la autora de este relato. Su mención en este fanfic es un pequeño homenaje a esta compositora y al equipo de STO.

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