| Título: Cielo Rojo Autor: Miguel Ángel Naharro Portada: Julio Nieto Publicado en: Mayo 2007 ¡El evento Marvel AT ! Los efectos del crepúsculo se dejan sentir en todas las partes de la Tierra, Desde Canada a Latveria, la amenaza afectará a los personajes más insospechados. |
“El hombre reina donde antaño reinaron Ellos, pero pronto Ellos reinaran donde ahora reina el hombre. Tras el invierno viene el verano, y tras el verano viene el invierno... esperan pacientes y confiados pues saben que volverán a reinar sobre la Tierra."
Stan Lee y Action Tales presentan:
Llevo eras observando y analizando a esta esfera sin igual al que sus habitantes llaman Tierra. Muchos consideran este planeta una mera mota insignificante en el cosmos, yo se que sus habitantes tienen un potencial increíble que ni ellos mismos saben que tienen parecen capaces de superar cualquier adversidad, por difícil que sea. Sin embargo, esta en mi conocimiento el saber que es lo que amenaza a los terrestres…
Si fuese mortal y humano, me estremecería y correría a esconderme para salvar mi existencia. Pero mi destino no es actuar, es solo observar los acontecimientos que han de venir, aunque su gravedad lleguen a inquietarme incluso a mí. Permaneceré aquí para ser testigo de los hechos que pueden cambiarlo todo, aunque en algún momento pueda desear arrancarme los ojos para no ver el crepúsculo que se avecina, tengo que estar aquí para observar, pues soy el Vigilante.
Nueva Attilan, zona oculta de la Luna.
- ¿Ya te has dado por vencido, fanfarrón hiperdesarrollado?
- Nunca, primo ¿y a quien llamas fanfarrón? Voy a ganarme unas buenas cervezas cuando regrese.- Dijo Gorgón con una media sonrisa.
Karnak se ajusto su mascarilla de oxigeno y comprobó que el cable de seguridad estaba en perfectas condiciones. Su primo Gorgón se adentró un poco más en el interior del túnel. El explorar la más recónditas y profundas catacumbas bajo los restos de Attilan, que habían rebautizado como Nueva Attilan, fue idea de Karnak.
La otrora magnificencia y gloria de la ciudad de los Inhumanos era solo un eco del pasado. En los restos de la ciudad solo habita la familia real, refugiados sin mundo cuando el resto de sus hermanos decidieron quedarse en las estrellas para luchar en las guerras de los kree. Attilan era ahora como una casa a la que le han quitado los niños. Una tristeza y una melancolía embargaba poco a poco a los últimos Inhumanos, preguntándose que les depararía el futuro. Esto lo había sufrido especialmente Gorgón, acostumbrado a la vida social y a las fiestas, donde se derrochaba el dinero y las cervezas, a las peleas, los combates
En este ambiente sobrecargado y angustioso para el carácter de su primo, Karnak pensó que un reto le despertaría y le haría reaccionar. Las grutas más inaccesibles, más profundas aún que donde habitaban antaño los alpha-primitivos, podían ocultar secretos y maravillas por descubrir. Al explicarle todo esto, los ojos de Gorgón, que estaban apagados y sin vida, brillaron de una manera especial, volviendo la energía que siempre tenían.
- ¿Y dices que puede que encontremos diamantes o metales preciosos?- Preguntó Gorgón.
- Todo es posible, primo. Sospecho que desde que desaparecieron los antiguos habitantes de la Luna, mucho antes de que nosotros convirtiésemos este satélite sin vida en nuestro hogar, nadie ha caminado por estos túneles.
Los dos inhumanos siguieron explorando uno de los interminables senderos escavados en la dura roca lunar, cuando, de repente, el suelo cedió bajo sus pies, derrumbándose y precipitándolos al vacío.
Una pareja de amantes se demuestran su amor, como tantas otras, solo que esta no es una pareja cualquiera. Se trata de Rayo Negro y Medusa, un rey sin pueblo y su consorte. No necesitan palabras entre ellos, nunca fue necesario para que el amor creciese entre los dos.
Rayo Negro no dejaba de preguntarse por el destino de su pueblo entre las estrellas, y si no debió haberse quedado con ellos y no soportar este exilio, en un planeta donde los odiaban y temían, pese a ser su lugar de origen. Su esposa lo consolaba en estos momentos de incertidumbre sobre lo que el futuro les deparaba.
De improviso, la expresión del rostro del monarca de Attilan cambio, reflejándose en sus ojos la alarma, al tiempo que la antena de su máscara comenzó a crepitar con una luz azulada.
Toda la estructura empezó a temblar con fuerza, agrietándose las paredes y derrumbándose parte del techo.
Por la abertura que se había formado, pudieron ver con asombro, como un objeto de enormes proporciones había aparecido frente a la Tierra. Era una nefasta esfera de color rojo óxido, más grande que el satélite natural terrestre. El planetoide emanaba un aura siniestra y en su centro, se formo lo que asemejaba un gran ojo rojo que parecía vigilar el planeta.
- ¡Sangre de Agón! – Exclamó Medusa.
Karnak se incorporó levemente aturdido, sin duda habían tenido suerte de haber sobrevivido a una casida tan grande, probablemente se encontraban a mucha distancia del subsuelo de Attilan.
- ¿Te encuentras bien, Gorgón?
- Hace falta mucho más que una simple caída para acabar con el hijo de Korath y Milena, primo.- Observó risueñamente Gorgón.
Se escuchó un sonido que les hizo estremecer a ambos. Era como un aullido espantoso y ensordecedor. Karnak encendió la luz de la linterna e inmediatamente deseo no haberlo hecho. Docenas y docenas de horrendas y repulsivas criaturas se arrastraban hacía ellos por todas las direcciones. Eran cosas grandes y resbaladizas, de un color blanco grisáceo, con una masa vibrante de pequeños tentáculos al final de un hocico vago y romo.
- ¡Randaj nos proteja!- Pudo exclamar antes de que las criaturas se les lanzasen encima.
Esta no es la parte más elegante de la ciudad, bueno, él tampoco era un tipo muy elegante. El Gastown Bar estaba situado en Vancouver, en la Columbia Británica. Era un local viejo y gastado, con no muy buena reputación para la gente decente de la ciudad. Muchos dirían que es un antro... pero era su antro.
Aparcó la moto en la entrada y se encendió un puro.
Escuchó el ruido de cristales rompiéndose y vio a un tipo salir despedido por una de las ventanas del local. Un sucio camionero borracho se removió dolorido en el suelo, parecía haber mordido más de lo que podía tragar. No le resultaba difícil imaginar quien era el responsable de tan severo correctivo. Dos segundos más tarde otro tipo atravesó la puerta y cayó junto al primero. Este, demasiado estúpido para saber cuando ha recibido una lección, intentó entrar de nuevo... para encontrarse con su puño en su estómago. Lo dejo retorciéndose de dolor.
Al entrar en el bar, observó que todo estaba como siempre. Humo, alcohol, sudor y mucho ruido. El Gastown Bar era una auténtica demostración de cómo acabar con los sentidos de la clientela. Le encantaba. Lo echaba de menos.
Algunos clientes se distraían de sus charlas y de sus risas un instante, para mirarle .La mayoría eran camioneros de paso y leñadores de la zona. En busca de un poco de diversión para olvidar la dura rutina diaria. En un momento vuelven a lo que estaban haciendo.
Casi todos estaban observando una de las muchas peleas que se suceden en el local.
Esta era diferente. Tres robustos leñadores se enfrentan a un pequeño hombrecillo de apenas un metro. Los movimientos del hombrecillo eran rápidos y gráciles, más de lo que se podría esperar de sus cortos miembros. Con una agilidad sorprendente, salta contra la pared para rebotar en ella y lanzarse encogido y hecho una bola contra los leñadores, derribando a dos de ellos como si fueran bolos. Sonrió al ver como Puck seguía siendo tan eficiente como siempre.
-En un momento estoy contigo ¿eh?- Dijo Puck con una sonrisa.
-¿Necesitas una mano?- Preguntó Logan.
-¿Quien, yo?- Dijo mientras derribaba al tercer leñador de un puñetazo en pleno rostro sin volverse.
-No esperaba verte por aquí, Judd, pensaba que estarías con tus amigos de Alpha Flight- Comentó Logan mientras se acercaba a su viejo amigo.
-Después de los problemas que hemos tenido últimamente con el departamento H, estamos reorganizando el grupo, se puede decir que estoy de vacaciones, al menos de momento... ¿Una cerveza?- Sin esperar su respuesta saltó encima de un taburete y se sentó en la barra, haciendo un gesto al camarero para que sirviese dos cervezas bien frías.
-¿Qué te trae por aquí, Logan?
-Buscaba un poco de calma y tranquilidad. Xavier esta reestructurando a la Patrulla-X, intentando colaborar con el gobierno, y digamos que en estos momentos no soy bien visto por los altos cargos, así que me he tomado un descanso y decidí venirme a darme una vuelta por aquí. (1)
-Bueno, no se si has venido al sitio adecuado para buscar paz, ¿eh? La Patrulla-X trabajando con el gobierno de los estados Unidos, quien me lo iba a decir, los tiempos están cambiando ¿he?
-Los tiempos están cambiando, si...- Dijo Logan antes de dar un largo trago a su cerveza. -¿Como está, Heather, Judd? Hace tiempo que no nos vemos.
-Muy bien, ahora mismo está de visita en casa de sus padres... Estamos saliendo juntos, ¿lo sabías, Logan?
La expresión del rostro de Lobezno cambio.
-¿Sí?, vaya, me alegro, por los dos. Pero cuídala bien, si no te las tendrás que ver conmigo, “enano”
-Por supuesto, y, ¿a quien llamas enano? ¿Eh?
Sonrió y le dio un nuevo trago a su cerveza. Siempre había notado que Puck sentía algo especial por Heather. Si ella le correspondía significaba que era feliz. Eso era suficiente para él. Judd era un buen tipo, un buen hombre... Se alegraba por ellos.
-Supongo, Logan, que sigues siendo tan duro ¿eh?-Dijo Puck sacándole de mis pensamientos.
-Por supuesto, pequeñín, ¿quieres comprobarlo?- Contesto con una sonrisa apurando el último trago de cerveza.
-¡Bambi, cielo, trae el “especial” de la casa!, ¡este fanfarrón va a averiguar quien es el mejor bebedor de la zona!
Un par de horas después, el vencedor de este juego es el esperado, como no podía ser de otro modo. Ventajas de tener un sistema de recuperación mutante. Aunque Lobezno tenía que reconocer que el bueno de Puck, había aguantado el tipo muy bien... en la mesa quedaban una docena de botellas vacías del veneno que habían estado bebiendo.
El pequeño cuerpo de Puck era mucho más duro de lo que aparentaba, sin duda.
Se enciendo un nuevo puro mientras contemplaba a su amigo.
Miró a Judd, que seguía durmiendo con la cabeza reclinada hacia atrás. Dejó un buen puñado de billetes sobre la barra.
-Esta ronda la pago yo, viejo amigo. Dale recuerdos a Heather. Nos veremos en unos días.
-Clarooooooo, la prózzzima la pagggoooo yyo, Logan.- Dijo Puck cayéndose de la silla.
Bambi le ayudó a incorporarse y le dedicó a Lobezno un guiño cargado de sentido, le dedica una sonrisa inocente y se dirige a la puerta.
En ese momento, se da cuenta de que hay varios clientes mirando atentamente por las ventanas, agolpados con cara de estupefacción.
- Pero que es lo que… Comienza a decir Lobezno, se quedan sin palabras al salir por la puerta y contemplar lo que todos estaban mirando.
Espesas nubes se movían por el cielo. Y este había adoptado una tonalidad rojiza, como la misma sangre. Lobezno supo al instante que esto sólo había comenzado, fuese lo que fuese. Corrió hacía el interior del Gastown Bar y se acercó a donde estaba Puck, que permanecía sentado con una mano cubriéndole el rostro. Sin pensárselo, Lobezno agarró una jarra de agua con hielo y se la arrojó encima a Puck.
- ¿Pero que demonios haces?- Dijo Puck con cara de enfado.
- Sólo quería asegurarme de que se te había pasado la borrachera. Ven conmigo, tenemos que avisar a los demás.
- ¿Por qué?
Puck salió de dudas al acompañar a su amigo a las afueras del bar, donde la gente miraba al cielo con temor y con el pánico reflejado en sus rostros.
- Vaya, parece que no podemos tener un día tranquilo ¿he?
- No somos el tipo de gente con vida tranquila. Sube a mi moto.
De pronto, el suelo comenzó a temblar ostensiblemente.
- Esto no puede ser una casualidad ¿he?
- Será mejor que busquemos a Heather y los demás. Sospecho que los vamos a necesitar.
Lobezno arrancó su motocicleta y él y Puck desaparecieron por la carretera.
Reserva de los indios saarce. En la consulta del doctor Michael Twoyoungmen ya se han acabado las visitas. Las ropas del doctor se encuentran en un rincón de la habitación
Sus ojos permanecen cerrados. Su mente esta concentrada en la meditación espiritual, alejada de nuestra realidad más mundana, explorando el mundo de los espíritus de sus ancestros. Algo le hace regresar con brusquedad a nuestra realidad. Una presencia que hacía mucho que sentía. Shaman abrió los ojos justo a tiempo para ver a una mujer que estaba en el umbral de la puerta de su despacho.
- ¡Elizabeth!- Dijo Shaman el ver a su hija. Su rostro pasó de la alegría a la sorpresa al observar que había un cambio en su hija desde la última vez.
- ¿Estas embarazada? ¿Cómo? ¿Quién es el padre?
La cara de su hija no reflejaba nada más que desconcierto y ¿miedo?
- Tienes que ayudarme, padre. Esto no puede estar pasando…
Shaman se acercó a su hija y le abrazo.
- Sea lo que sea, lo afrontaremos juntos, Elizabeth, no tienes que temer por tu hijo.
- No sé como ha podido ocurrir, no ha habido padre, es imposible. Hace dos semanas estaba normal y ahora estoy embarazada de ocho meses. Tenemos que salir de aquí, ellos me encontrarán, siempre lo hacen, eres mi última esperanza…
- ¿Ellos?
Las paredes del despacho, comenzaron a temblar con inusitada fuerza y los cristales de las ventanas estallaron.
- ¡Me han encontrado!- Exclamó desesperada Elizabeth.
Varias sombras, alargadas y retorcidas, vagamente humanoides, se colaron por las ventanas. Shaman pudo percibir una maldad y una malignidad que emanaban de ellas.
Alargaron sus retorcidas y afiladas garras hacía Elizabeth.
- Ponte detrás de mí, hija, yo te protegeré.
Shaman llevó la mano a su mística bolsa, introduciéndola en su interior, cuando la volvió a sacar, tenía un puñado de polvo azulado. Se lo llevó cerca de su cara y sopló con fuerza. El polvo se dispersó sobre las sombras, y con un alarido lastimoso y espeluznante, las sombras se retiraron velozmente.
- Ya se han marchado. Eran espíritus malignos, entes al sirvicio de engendros aún mayores, perros de presa en busca de almas.- Dijo Shaman mientras ayudaba a incorporarse a su hija. ¿Pero buscaba el alma de Elizabeth o la del niño que crecía en sus entrañas? Había algo en todo esto que se le escapaba.
- Desde que estoy en estado aparecen allá donde voy, a duras penas he conseguido llegar hasta tu consulta.
- ¿Por qué no has usado tus poderes místicos contra ellos? Aún sigues siendo Talismán, la elegida.
- De algún modo que no puedo comprender, siento como si el bebé se alimentase de mis poderes, a medida que iba creciendo en mi interior se iban debilitando. Estoy desesperada y tengo mucho miedo, padre.
- Tranquilízate, Elisabeth, creo que puedo ayudarte.- Dijo con voz tranquilizadora Shaman, al tiempo que pensaba en que clase de criatura era la que estaba creciendo en el interior de su hija.
En el corazón de la Europa oriental, rodeado por altas montañas, se encuentra un minúsculo país llamado Latveria.
El pequeño territorio no destacaría demasiado del resto de países de la zona, si no fuese por que el nombre de su monarca y gobernante era temido en todo el mundo. No en vano, la fama de Víctor Von Muerte trascendía cualquier frontera conocida.
Presidiendo la capital, desde la cima de una colina, se encontraba el castillo Muerte, morada del autoproclamado monarca de los latverianos. Desde una de las más altas torres del antiguo castillo, el Doctor Muerte se deleitaba con la hermosa belleza del paisaje que se podía contemplar desde el castillo.
La mascara de hierro solo dejaba ver los ojos del monarca, que reflejaban pasión y a la vez respecto por lo que contemplaban. Muerte escuchó unos pasos detrás suyo y se giró sabiendo a quien pertenecían.
- Lord Muerte, su almuerzo.
Un anciano, de apariencia apacible y gentil, vestido con un sencillo traje. Era Boris, el más fiel sirviente del monarca de Latveria.
Boris había sido el único que había permanecido todos estos años al lado de Muerte, sin protestar, sin ninguna queja o reproche. Era de las pocas personas que habían tenido el honor de sentir el aprecio de Muerte.
- Enseguida voy, Boris.- Dijo Muerte.
Sus pensamientos se desviaron salvajemente del curso que estaban siguiendo para ser sustituidos por una serie de ideas y emociones nuevas. Era como si una fuerza invisible estuviese tirando de él, arrastrándole contra su voluntad. Le invaden sensaciones, fragmentos de emociones, briznas de pensamientos...
...Dolor...
...Garras afiladas deslizándose sobre una pared cubierta por una película viscosa....
Siente su miedo. Su dolor.
Ya no esta en el castillo Muerte. Se encuentra en un desierto. El sol, como un foco de pintura roja, arroja un resplandor carmesí sobre él.
El viento le golpea cruelmente.
Un remolino de polvo cruza el árido desierto en su dirección, una rueda en continuo movimiento, hecha de aire seco y cálido. El remolino cambia, se hace cada vez más denso, hasta convertirse en una sombra plateada.
Comienza a tomar forma humana.
Se convierte en una mujer. Parece una chica joven. Su cabello, rubio plateado, flota tras su rostro como una telaraña de gasa. Está desnuda.
Parece ser sólida pero, a su vez, da también la impresión de ser insustancial. Su rostro es muy hermoso.
Sus sentidos le dicen que todo es real... el desierto, la mujer...
“-...Ayudadme, que alguien me ayude, es que nadie va a.... se acerca, esta aquí, ya viene...”
Extiende los brazos. Y grita...
De nuevo se encuentra en su morada, con un confuso Boris que le observaba en silencio.
Algo llamo la atención del monarca de Latveria. El viento comenzó a aullar, y a soplar con fuerza, formando remolinos. El cielo cambio de color, cambiando a un rojo intenso.
- Ese almuerzo tendrá que esperar, Boris.
Muerte se dirigió a las entrañas de su fortaleza, pensando en la visión o experiencia onírica que había tenido y el extraño fenómeno que acababa de aparecer no podían ser casuales. Esta apunto de ocurrir algo muy grande, podía sentirlo.
Las ocho personas se internaban en las profundidades de la Tierra, caminaban por lugares donde la presencia del hombre era totalmente desconocida. El hombre que iba liderando el grupo, sujetaba una linterna con la que se iluminaban levemente por donde reinaba la oscuridad. Se guiaba por un mapa que sólo estaba en su mente, memorizado de antiguos pergaminos, sabiendo que si en este momento fracasasen en su cometido, quizás no volverían a tener una nueva oportunidad. Finalmente llegaron a su destino. Una inmensa caverna, esculpida en la roca hace miles de años por algo totalmente ajeno a la humanidad. En el centro había un gran sello de piedra, con símbolos e inscripciones escritos en una lengua oscura e inhumana.
- ¿Estáis preparados? No hay marcha atrás.- Dijo uno de ellos, observando uno por uno los rostros de sus acompañantes.
Todos asintieron, sin dudar en lo más mínimo.
Se acercó al único del grupo que permanecía atado y con una venda tapándole los ojos. Le retiró la vendría, dejando sus ojos asustados y aterrados al descubierto.
Intentó suplicar en vano, ya que su lengua había sido arrancada.
La daga se movió por su piel, cortándola, dejando brotar lentamente la sangre.
-Yo te invoco a ti, que vives en el vacío, terrible, invisible y poderoso, dios de dioses, portador de destrucción y asolador de la tierra, cuyo poder es indiscutible, ¡Iiiaaa Nyogtha!
La daga se movió con rapidez, grandes pedazos de carne son separados de la victima aullante y lanzados hacía el resto de personas, que los atrapan como animales hambrientos y comienzan a devorarlos con ansia. Sus cuerpos empiezan a retorcerse y a cambiar, transformándose al tiempo que la sangre llena el sello de piedra, que comienza a temblar.
- ¡Seréis los portadores del caos! ¡Los avatares de Nyogtha!
Seis figuras siniestras y poderosas. Seis caballeros del caos y la oscuridad habían sustituido a los seis mortales.
- Nyogtha, oh, mi dios y mi señor.
El sello se rompió en mil pedazos bajo los pies, dejando liberada una sustancia negra, similar al petróleo que lo llenó todo….

Quizás por su pasado en asuntos que escapaban al entendimiento humano pensó Gideon Marks que era el candidato ideal para ingresar en su sociedad. Una sociedad dedicada desde hacía más de cuatro décadas a enfrentarse con lo sobrenatural, y a los siervos de lo que llamaban dioses primigenios.
Y para su sorpresa, acepto el ofrecimiento. Puede que pensando que le faltaba un objetivo en su vida, algo a lo que aferrarse realmente. Desde luego, nunca llegó a pensar que acabaría en un poblado de África un simple neoyorquino de a pie.
Elsa Bloodstone revisaba su equipo mientras acariciaba con sus dedos la joya que llevaba en una gargantilla el cuello. Un fragmento de la piedra sangrienta que su padre llevaba incrustada en el pecho y que le hizo prácticamente inmune al envejecimiento hasta el momento de su muerte (3). Como perteneciente a una estirpe de cazadores de monstruos, las misiones a las que se dedicaba eran ideales para ella. Desde se introdujo en la sociedad, sus ojos no habían dejado de contemplar horrores surgidos de las más espantosas pesadillas, sin embargo, ninguno le daba miedo. El único miedo que tenía era fallarle a los suyos cuando más la necesitasen. Su mirada se cruzó con la de Taj Nital. El gigante hindú esbozó una sonrisa en su habitual pétreo rostro. Sólo a ella le estaba reservada esa sonrisa. Taj llevaba más tiempo que Elsa en la sociedad, y a pesar de que él era incapaz de pronunciar palabra alguna, no le hicieron falta para conquistar su corazón. Sabía que Taj sufrió mucho en el pasado, por culpa de sus encuentros con los vampiros (4), por lo que intentaba que olvidase sus tristes años donde no había parado de sufrir. Apartó esos pensamientos y dedicó de nuevo su atención a revisar que todo el equipo estuviese en orden.
Ian Minfle se sacó varios frascos de los bolsillos y depositó un buen montón de capsulas de diferentes colores en la palma de su mano. Se las introdujo en la boca y bebió un poco de agua de su cantimplora para ayudarle a tragar.
Se colocó bien sus gafas y no dejo de quitarle ojo a las cajas que estaban cargando en el barco. Era gran parte de su material personal, aparatos de alta tecnología que les ayudarían en su búsqueda.
- Minfle ¿terminaste tu aparato a tiempo?- Preguntó Gideon Marks al profesor.
- Descuida. Cuando llegue el momento, estará preparado.- Contestó Minfle sin dejar de mirar a Marks.
Resultaba extraño que con el calor que tenían que soportar en este lugar, Marks no permaneciese cubierto por sus habituales vendajes que le cubrían todo el cuerpo. Ninguno de sus compañeros, ni siquiera los más cercanos, sabían realmente lo que se ocultaba bajo las vendas. Unos decían que eran horribles quemaduras, otros hacían la broma del hombre invisible. Fuese cual fuese la verdad, sólo la sabia el mismísimo Gideon Marks.
Cuervo permanecía en silencio, como en él era habitual. Como el mismo decía, sólo hablaba cuando tenía algo realmente importante que decir. El indio navajo era quien se encargaba del tema de la magia en el grupo. Aparentaba unos cincuenta años, pero a veces daba la sensación de que había vivido mucho más, casi como si no tuviese edad real.
- Vaya, vaya, Gideon, tu por aquí.- Dijo una voz que Gideon Marks reconoció muy bien a su pesar.
Un hombre de pequeña estatura, con el cabello blanco, y arrugas que dejaban ver su elevada edad, con un monóculo en uno de sus ojos.
- Abner Little. ¿Qué haces tú en este lugar?
- Te podría decir lo mismo, viejo amigo. Ha llegado a mis oídos que pretendías organizar una expedición.
- ¿Quién es este tapón?- Comentó Elsa Bloodstone divertida.
Little le fulminó con la mirada.
- Dime que es lo que quieres, Little, no tengo tiempo para estas cosas.
- Quiero acompañaros a la biblioteca de Celaeno.
Marks se quedó mirándole durante un instante y después lo agarró por la solapa y lo levantó.
- ¿Cómo demonios te has enterado de eso? ¿Sabes lo que esta en juego?
- No te pongas así, Gideon. Tengo mis contactos. Además, si me lleváis con vosotros, os dejare esto.-
Y de uno de sus bolsillos sacó un medallón de bronce, con extraños grabados y símbolos.
- La llave.- Observó Cuervo, hablando por primera vez desde que habían llegado al poblado.
De repente, comenzaron a escuchar el sonido de la gente del poblado gritando y exclamando en su dialecto. En ese momento se dieron cuenta, el cielo se había tornado de un color rojo, tan rojo como la sangre.
Little miró hacía el cielo y después a los miembros de la sociedad Theron Marks.
- No estáis sorprendidos, puedo verlo en vuestros rostros ¿Qué es lo que ocurre?
- Es el principio del fin.- Dijo Gideon Marks.
Jennifer salió de la discoteca un poco mareada. Estaba cansada, varias horas de diversión desenfrenada tras una larga semana de duras jornadas en la oficina donde trabajaba. Se despidió de sus amigas entre risas y bromas, quedando para verse al día siguiente. Desechó la invitación de alguna de ellas para irse en coche, le apetecía caminar, el aire le despejaría un poco antes de llegar a su casa.
Sacó un paquete de chicles de su bolso y se metió uno en la boca. Iba caminando sumida en sus pensamientos, y no se dio cuenta de que varias personas iban tras sus pasos.
- ¿Tienes fuego?- Le preguntó un chico que estaba apoyado en un coche. No tendría ni veinte años, y tenía cara de no haber roto un plato en su vida, casi angelical, lo que hizo que Jennifer bajase la guardia.
- Claro, espera un momento.-Dijo Jennifer mientras dirigía su atención a su bolso.
Aprovechando ese momento de distracción, una mano le cubrió la boca y alguien la sujeto con fuerza. Intentando defenderse con todas sus fuerzas, fue arrastrada hasta un pequeño callejón. Las cuatro personas, se reían y se burlaban de las lágrimas que brotaban de sus ojos. Sus esfuerzos por liberarse fueron inútiles, la sujetaban con fuerza y sin ningún miramiento. Sacaron todo lo que llevaba en el bolso y después lo arrojaron a un lado. El chico que momentos antes parecía tener un rostro angelical, ahora sonreía maliciosamente.
- Ahora vas a darnos lo que queremos y te vas a portar bien.
Jennifer abrió mucho los ojos al darse cuenta de lo que quería decir. Reuniendo las últimas fuerzas que tenía, se revolvió desesperada. Uno de ellos le golpeó en la cara, haciéndole un corte en el labio que comenzó a sangrar.
- Maldita zorra, ahora vas a saber lo que es bueno.
Le desgarraron su ropa dejando al descubierto su ropa interior. Se la arrebataron rápidamente, dejando al descubierto su desnudez. La miraron con la lujuria en sus ojos.
Lágrimas brotaron de los ojos de Jennifer, lágrimas de desesperación y de impotencia ante lo que estaba sucediendo. Uno de ellos, el chico que había hablado con ella, que parecía ser su cabecilla, se puso encima y comenzó a forzarla con violencia, haciéndole daño y humillándola. Uno tras otro la poseyeron una y otra vez, indiferentes ante su dolor y su sufrimiento. Cuando terminaron, dejaron Jennifer tirada en el fondo del callejón, débil y llorosa, con el cuerpo y la mente doloridos.
Entre risas la dejaron allí, y se marcharon sin preocuparse por ella. Su llanto estremecería a cualquiera que pudiese escucharlo. Peor no había nadie que pudiese consolarla, que pudiese ayudarla.
Con sus ojos envueltos en lágrimas, pudo ver una luz azul y clara, pura. Era la cosa más hermosa que jamás había contemplado. Sintió paz, paz y serenidad.
“Dulce niña, no tengas miedo. Soy la diosa Scathach. He acudido para ayudarte”
Jennifer escuchaba esa voz en su mente. Tenía que estar viendo visiones. No podía ser real.
“Los culpables de tu estado pueden y deben pagar por lo que han hecho. Yo puedo ayudar a que nunca vuelvas a tener miedo, a que puedas volver a vivir sin que el temor te embargue. Nunca volverás a doblegarte ante los hombres, ni a sufrir bajo su mano”
Las imágenes de su violación, de la terrible experiencia vivida durante esta noche pasaron por su mente en un segundo.
La ira creció en lo más profundo de su corazón, la ira y la venganza.
Deseaba su muerte, saborear el dulce placer de la venganza.
- Si.- Pronunció débilmente.- Ayúdame…
Un resplandor surgió de diosa la Scathach, bañando por completo el cuerpo de Jennifer. La muchacha
empezó a cambiar, su figura se tornó diferente, más fuerte, más salvaje, más indomable. Una larga cabellera pelirroja, una cota de malla que apenas cubría su cuerpo y en sus ojos una furia que no conocía limites. Recordaba una vida, nacida como una guerrera de la majestuosa hyrkania, hizo un juramento de que no yacería con ningún hombre, si no la vencía antes en un combate justo. Recorrió los reinos hybóreos, vendiendo su espada al mejor postor, la conocían como Red Sonja, y en muchos lugares le llamaron la diablesa de la espada.
Sin mirar atrás, aferró con fuerza su espada, y comenzó a correr en busca de sus presas.
- Esto es bueno.- Dijo Harry tras darle una fuerte calada al porro que se acababan de hacer.
- Hoy ha sido una buena noche. No veas como estaba la chica.- Observó Dan con una sonrisa de oreja a oreja.
- ¿Crees que nos denunciara?- Preguntó Larry preocupado.
- Nah, esa zorra no se atreverá ni a comentárselo a nadie, conozco a las de su clase.- Comentó Harry risueño.
- ¡Vosotros! ¡Vais a pagar con vuestras vidas!
Todos ellos se giraron para contemplar una hermosa mujer, semidesnuda, apenas vestida con lo que parecía a simple vista un bikini de acero. En su mano llevaba una afilada espada.
- Jajaja ¿de donde has salido esta tía?
La mujer sonrió.
¡Por la sangre de Tarim que caeréis bajo el filo de mi espada, chacales!
Uno de ellos sacó una pistola y empezó a disparar contra Sonja. La guerrera se movió como una auténtica diablesa, poniendo su espada frente a ella y haciendo que las balas rebotasen en su acero. Sentía una vitalidad y una fuerza que jamás había tenido, se sentía con posibilidades de hacer cualquier cosa.
Red Sonja seccionó de un fuerte golpe la mano con la que sujetaba el arma, el chico se quedó mirando el miembro amputado, para después notar como era atravesado su corazón con la hoja de frío acero.
- ¡Puta! ¡Lo has matado!- Gritó Larry.
La hyrkania lanzó una daga contra él, clavándose en su cuello. Antes de que pudiese reaccionar, su espada rajo la carné de otro y con su pierna derribó a otro.
Indiferente a sus gritos, le cortó la garganta sin ningún remordimiento.
Sólo quedaba uno en pie, en sus manos sujetaba una navaja y le temblaban los brazos del pánico que tenía.
- P-por f-favor, n-no m-me mates.- Dijo entre sollozos y lágrimas.
La diablesa de la espada se le quedó mirando fijamente, mientras ponía el filo de su espada junto a su garganta.
- ¿Tu me pides piedad? ¿Qué piedad le diste a la chica a la que forzasteis?
- T-te l-lo imploro… Yo
De un veloz giró de su muñeca, la espada de la guerrera pelirroja decapitó al muchacho.
Sonja caminó entre los restos bañados en sangre de sus enemigos.
Una intensa luz se apareció ante ella. Sonja la reconoció, era la misma diosa que la hizo la guerrera más peligrosa de su era.
- Me has traído de vuelta, a esta extraña tierra.
“Tu misión será enfrentarte a los dioses oscuros y primigenios que han vuelto a esta realidad. Compartirás el cuerpo de esta joven, cuando la necesidad lo requiera, y gracias a un colgante en forma de espada que lleva alrededor del cuello, Jennifer Winters se transformara en la diablesa de la espada, en Red Sonja”
Un colgante apareció en su cuello y después el olvido. Jennifer despertó en su cama, en su pequeño piso. Se levantó con urgencia, entró en el baño y encendió la luz. Se miró en el espejo, intentando encontrar rastros del ataque que había sufrido. ¿Había sido sólo un sueño? Se percató de que llevaba un colgante de plata con la forma de una espada. Jamás lo había visto antes, estaba segura de ello. La imagen del espejo cambió, cambiando en una mujer pelirroja, de larga cabellera el viento. Su aspecto era el de una guerrera.
Sintió una voz en su mente. Una voz que le tranquilizaba, era como si siempre hubiese estado allí, como si conociese a la dueña de esa voz desde siempre. En ese momento, supo que ella y la mujer del espejo estarían unidas. Alargo la mano para tocar el cristal del espejo, la mujer pelirroja hizo lo mismo. De alguna manera, Jennifer se sintió reconfortada con su presencia, ya nunca más tendría miedo de nada ni de nadie, nunca más seria una victima. Una nueva vida se abría para ella.
Isla de la Cartuja, Sevilla, España.
Bajo el lago de España se encuentra la base secreta del grupo de superhéroes conocido por el nombre clave de Iberia Inc. (5)
Miguel Ángel Roldán alías Trueno, supervisaba desde la sala de control el entrenamiento de sus compañeros. Se acarició pensativo la barbilla con sus dedos metálicos.
- ¿Qué te preocupa, Cariño? La sesión de entrenamiento no se sale de los parámetros normales, así que tiene que ser otra cosa.
Trueno sonrió al escuchar la voz de Duna. Duna era su esposa y a la vez la inteligencia artificial que controlaba la base donde tenían su cuartel general. Tras un accidente en un laboratorio, el cuerpo de su esposa se transformo en silicio, haciendo que cambiase en roca inmóvil. Duna se acabo fundiendo con los cimientos del edificio, lo que hizo que su mente controlase todo mecanismo de la base, manteniendo su conciencia intacta.
En el mismo accidente que su esposa fue afectada, Trueno perdió ambas manos. Aprovechando sus amplios conocimientos de robótica y cibernética de los que disponía, se fabricó dos manos metálicas artificiales. El rostro de Duna se formó en una de las paredes de la sala de control. A pesar de las dificultades que habían pasado juntos a lo largo de los años, separándoles físicamente, su amor no se extinguió en ningún momento. Todo lo contrario, su relación iba mucho más allá de lo terrenal.
- Me conoces muy bien, Duna. Antes de venir por aquí he visto unas imágenes por TV, se veía a los Campeones del Viejo mundo combatiendo contra unos terroristas.
- ¿Todavía sigues cabreado por eso?
- Nuestro gobierno no contó para nada con nosotros para elegir el candidato de España para el supergrupo oficial de la unión Europea. No consideró oportuno que diésemos nuestra opinión sobre quien podría ser el representante de nuestro país allí. El Águila, por Dios, si es un Burlador de segunda…- Observó Trueno.
- ¿Te gustaría haberte unido a ellos?-Preguntó Duna.
- No, no se trata de eso. El caso es que no me gustaría que hiciésemos el ridículo por hay. El Águila representa a la perfección todos los estereotipos que tienen los extranjeros de nosotros. Además, es un juerguista y un alocado.
- ¿Lo conoces?
- Una vez peleamos juntos contra el mutante llamado el Conquistador. El muy imbecil combatió con varias cervezas encima. Con suerte conseguimos vencer, pero casi hace que nos maten a los dos.
- Bueno, creo que…
Una voz interrumpió la conversación entre marido y mujer.
- Será mejor que subas en dificultad la sesión de entrenamiento, Trueno, esto esta siendo demasiado fácil.- Comentó Lobisome a través del comunicador.
Trueno miró a la efigie de su esposa y después volvió su atención a los ejercicios de entrenamiento de sus compañeros.
Varios paneles se abrieron, saliendo despedido un drone de forma esférica. Los drones habían sido diseñados especialmente por Trueno para este tipo de entrenamientos.
Lobisome se movió con agilidad, esquivando los rayos de energía que salían de los drones. Se subió encima de uno y comenzó a atravesar la superficie de metal con sus garras. Cuando había conseguido romper una parte de ella, una descarga neuroeléctrica le golpeó haciendo que se cayese al vacío.
Una figura envuelta en una armadura de metal oscuro recogió al licántropo.
- Te tengo, Lobisome.
El metal líquido de la armadura fluyó, reabsorbiendo las alas creadas para poder volar.
Uno de los drones se abrió en dos mitades, comenzando a transformarse, a cambiar de forma, hasta convertirse en un androide de aspecto vagamente humanoide.
- Esto es nuevo.- Indicó Lobisome.
- Veremos si aguantan esto.- Dijo Drac de Ferro disparando un rayo de plasma desde la palma de su mano que impacto de pleno en el androide, que absorbió la energía y multiplico su tamaño por tres. El androide golpeó a Drac de Ferro, que salió disparado contra uno de los muros de la sala de entrenamiento.
- Métete con alguien de tu tamaño.
El coloso pétreo conocido como Dolmen apresó al androide con una de sus gigantescas manos.
- ¿Y esto representa un reto? Trueno, tienes que mejorar tus programas de…
El androide se tornó en una forma pseudo gelatinosa que comenzó a expandirse por el cuerpo de piedra de Dolmen. Antes de que pudiese hacer nada para evitarlo, se encontró atrapado por él, sin poder liberarse.
- ¡Eso si que no se lo esperaba!- Exclamó Cascabel que se encontraba al lado de Aquaviva y el Burlador.
Cascabel llevaba poco tiempo con el grupo. Se había unido como parte de un programa para formar a jóvenes héroes de cara a formar parte de Iberia Inc. Cascabel, que en el pasado formo parte del grupo al que llamaron Tríada Vértice() fue la primera en graduarse y tener el privilegio de formar parte del grupo de héroes por excelencia de la península ibérica. Su padre, Juan Pedro Lázaro, ex-superhéroe y antiguo enlace gubernamental con Iberia Inc, por fin se sentía orgulloso de su hija rebelde, que no le había dado más que quebraderos de cabeza en los últimos años.
- Será mejor que nos movamos, viejo y ayudemos a Dolmen.- Le dijo la joven impertinente a su compañero.
- ¿Viejo? ¿A quien llamas viejo, jovencita?- Dijo el Burlador corriendo hacía donde se encontraba Dolmen, que se intentaba liberar sin éxito de la sustancia que lo cubría por completo.
El espadachín a quien todos conocían hacía décadas como el Burlador, movió su florete con rapidez, dando estoques a diestro y siniestro, intentando cortar la sustancia que envolvía al gigante de piedra.
De pronto, Dolmen movió uno de sus enormes puños hacía el héroe enmascarado, que esquivó con una agilidad superior a la de cualquier hombre de su edad.
- ¡No puedo controlarme! ¡Esta cosa controla mi cuerpo! - Gritó Dolmen.
- Estupendo. Esta vez Trueno se ha superado, sin duda.- Observó Drac de Ferro incorporándose después del duro golpe recibido anteriormente
El Burlador, Lobisome, Cascabel, Aquaviva y Drac de Ferro se lanzaron para intentar liberar a su amigo y compañero sin dañarlo.
En otra parte de la base, se encontraba en la sala de monitores, una pequeña figura, que si alguien no se fijase bien, confundiría con un niño de ojos verdes y rasgos levemente élficos. Su nombre real era desconocido incluso para sus amigos, pero se hacía llamar Trasnu. Nadie sabia a ciencia cierta si era un mutante o un duende, ya que el propio Trasnu era contradictoria en sus respuestas cuando se le preguntaba al respecto. Trasnu se encendió su pipa y puso los pies encima de la mesa, que estaba llena de envoltorios vacíos de dulces. Con el poder de su mente, comenzó a desembalar una caja que le acababa de llegar. Su telequinesis se encargo de ir sacando de uno en uno el contenido de la caja.
- ¡Perfecto! ¡Ya tenia ganas de disfrutar completar mi colección de comics de Flash de la silver age!
Mientras cavilaba sobre su futuro pedido al Previews. Una luz roja se encendió en uno de los paneles.
- ¿Qué ocurre, Duna?- Preguntó Trasnu.
- Tenéis que ver esto, esta saliendo en todas las cadenas de televisión del mundo. El resto de Iberia Inc viene de camino, ya les he avisado.
En unos segundos entraron corriendo Trueno y compañía.
Dolmen había regresado a un tamaño normal, e iba quitándose los restos de la sustancia que hasta hace poco lo cubría.
- ¡Que asco!- Exclamó Dolmen.- Espero que la próxima vez le toque a otro ser envuelto por el drone de entrenamiento.
- ¿Cuál es le emergencia, Duna?- Preguntó el líder de Iberia Inc.
- Será mejor que lo veáis con vuestros propios ojos.
En los distintos monitores se empezaron a ver imágenes de diferentes canales de distintos países. En todas se veían toda clase de desastres naturales. Vientos huracanados, maremotos, volcanes entrando en erupción, la tierra resquebrajándose.
Pero lo que más les llamo la atención era el color del cielo. Era de un color ojo, casi como si una enorme mancha de sangre se hubiese extendido por toda la atmósfera.
- Madre de Dios, ¿que es eso?- Preguntó Trueno señalando a uno de los monitores.
En el monitor se podía ver claramente como había ahora dos satélites orbitando la Tierra. La luna estaba ahora acompañada de otro objeto, de un tamaño mayor que el del satélite terrestre. Permanecía colgado del firmamento como un gran ojo rojo vigilante.
Aquaviva sintió un malestar en su interior, podía sentir que algo no iba bien, que algo horrible estaba pasando.
Las puertas de la sala se abrieron de golpe, dejando ver a una figura de porte regio y indiscutiblemente divino. Melkart, el dios de origen fenicio que puso nombre a las tierras de Iberia.
- ¡El antiguo mal ha regresado, poniendo en peligro todo lo que queremos y amamos en nuestro mundo! ¡El crepúsculo amenaza con engullirnos a todos y extinguir cualquier luz!
Una figura de extraña vestimenta cruzaba el umbral de uno de los monumentos y atracciones de la ciudad de Barcelona. La iglesia cuyo nombre era Templo Expiatorio de la Sagrada Familia. La figura caminaba sin ser percibida por el resto de personas que pululaban por el lugar, casi como si fuese invisible o imperceptible para sus sentidos.
Esteban De Ablo, más conocido como Diablo sonreía con una sonrisa malévola. Hacía mucho tiempo que no pisaba suelo de su patria, desde que fue expulsado por la orden de los diáconos hacía siglos, por sus prácticas consideradas oscuras y paganas.
Aún con el tiempo transcurrido, reconocía el lugar donde se encontraba. Sus ojos, instruidos en la materia, podían ver los haces de energía que recorrían cada piedra de este templo. Casi podía ver como Antonio Gaudí, el arquitecto que diseño este lugar, era influido inconscientemente por una voz, unos susurros que le manipulaban, le levaban por sus senderos oscuros y ocultos. Haciendo que su construcción tuviese la forma adecuada para su verdadero propósito, ser un amplificador de las energías místicas y sobrenaturales que abundan en este lugar. No un lugar cualquiera, si no un auténtico centro de poder.
De uno de los múltiples bolsillos de su traje, extrajo un vial de cristal, con un liquido de color azulado, que comenzó a vertió por el suelo del lugar, dándole una forma concreta. Allí donde caía el líquido, comenzaba a humear. Diablo cerró los ojos y entonó un cántico, al tiempo que en su mente se repetían una y otra vez las mismas imágenes.
Unas criaturas demoníacas y humanoides de gran tamaño. Era de color grisáceo, larga cola y una mandíbula llena de dientes afilados como navajas. Sus ojos eran como dos carbones unos ojos que desprendían una maldad inhumana y terrible. Eran odio puro, instinto puro, rabia pura...
Al abrir los ojos, un círculo de energía se expandía, dejando salir de su interior a las criaturas demoníacas que había visualizado en su mente.
Mientras las criaturas devoraban a los visitantes de la sagrada familia, Diablo observó impasible, entendiendo que un nuevo orden estaba apunto de regir en este mundo.
Próximo Número:
¡Diablo contra Iberia Inc! las bestias lunares invaden Attilan! Red Sonja sigue su cruzada, el Doctor Muerte actúa y mucho más!
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Referencias:
1 .- Como se ha visto en la serie regular de los X-Men en AT
2 .- Que hemos podido ver últimamente en la serie de Thor en AT
3 .- En la mítica saga de Surtur en Thor
4 .- En la serie clásica la Tumba de Drácula de Wolfman & Colan.
5 .- Sí, a partir de ahora, Iberia Inc estará integrado plenamente en el universo Marvel.
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