Star Trek la serie original nº16

Título: Reencuentros (y XII): Vulcano
Autor: Sikileia
Portada: Esteban Decker
Publicado en: Diciembre 2007

La antigua tripulación de la Enterprise se despide de su capitán: James T. Kirk, reviviendo viejas aventuras, emociones y diversiones con su antiguo camarada.
El espacio, la ultima frontera. Estos son los viajes de la nave estelar Enterprise, buscando nuevos mundos, nuevas civilizaciones, para llegar hacía donde ningún hombre ha llegado jamás.
Gene Rodenberry y Action Tales presentan:
Creado por Gene Rodenberry

Ayala y sus hombres esposaron a los dos traidores que salieron cabizbajos por la puerta de la sala de reuniones entre murmullos y abucheos.

Picard subió al atril y empezó a hablar a la audiencia:

-Sé que esto que han visto no es muy agradable y lo que se iba a convertir en un acto de homenaje a uno de los más grandes héroes de la Federación se ha transformado en un espectáculo bochornoso.

Esto no ha sido un golpe de estado, como ha pretendido hacerles ver el almirante Branon, es sólo la punta del iceberg de algo más profundo y enrevesado que está a punto de amenazar a la Federación. Ustedes lo han visto aquí, estos conspiradores han intentado atentar contra la vida de una persona cuyo mayor delito es haberse exiliado por problemas de conciencia y creer en la paz y hemos salido hace horas de una de las mayores invasiones que habría sufrido la Federación y sus mundos indirectamente causada por uno de estos ‘aliados’ de la Federación que conocían.

Ellos no encarnan el futuro, caballeros, encarnan el pasado, las guerras del pasado con su afán de conquista y depredación. ¿Es eso lo que queremos para nosotros y para nuestros hijos?

Ellos, vengan acá, por favor, –continuó haciendo un gesto con la mano hacia donde estaban los amigos de Kirk y los familiares romulanos de Caithlin Dar, han luchado de nuevo por ese futuro. Y ellos son el futuro y debemos aprender mucho aún como personas y como proyectos de vida.

Quiero pedirles su apoyo a estas personas que han venido de lejos, porque lo necesitarán, caballeros. Acójanles en sus mundos y compartan conocimiento mutuo.

Y debemos estar preparados para lo que venga. Por eso les pido, paciencia y capacidad de resistencia y sobre todo no pierdan la capacidad de soñar, como lo hizo James T. Kirk de cuerpo presente aquí y como lo hizo Zefram Cochrane [1] más de trescientos años atrás.

Muchas gracias por su atención, señores y mucha suerte.

La multitud estalló en aplausos. Picard bajó del estrado y comenzó a ser abrazado y felicitado por los invitados.

Picard subió de nuevo al estrado y comenzó de nuevo a hablar:

-No me den las gracias a mí personalmente, dénselas a ellos. –Dijo señalando a los viejos compañeros de nave de Kirk.

Chekov, Uhura, McCoy, Scotty, Spock, Sulu… estaban reunidos de nuevo, en otro lugar y en otro tiempo.

La multitud empezó de nuevo a aplaudir a rabiar.

Spock estaba como ausente y sin emociones mientras que el resto de antiguos lloraban de emoción. Entonces, se abrazaron entre ellos.

Entonces Scotty se dirigió a Picard en voz baja:

-La historia se repite a sí misma, capitán Picard.

-¿Por qué?

-Hace un siglo fue en Khitomer, ahora en Deneva… ¿No es curioso?

-Sí, capitán.-Se añadió McCoy a la conversación. -Que conste que es la segunda vez que les salvamos la Galaxia. Espero que no haya una tercera… si no, yo y mis huesos no aguantarán tanta traya.

Picard sonrió.

-Espero que para entonces hayamos aprendido de ustedes. Créanme que ustedes han sido toda una inspiración para muchas generaciones de cadetes, entre ellas la mía.

-Nosotros ya no tenemos nada que hacer, capitán. Cumplimos nuestro tiempo y nuestra tarea y ya está. –Comentó un resignado Scotty.

-¿Lo cree de veras así? –dijo Geordi LaForge. –Usted ya se puede ir poniendo al día, Scotty porque va a trabajar conmigo de nuevo.

-¿Cómo?

-Me acaba de llegar un despacho de la Flota Estelar, de San Francisco, la Tierra. Quieren que vaya allí conmigo a supervisar como Ingeniero Senior la construcción de la Enterprise… E.

-¿Yo…? ¡No sé que decir? –Titubeó un emocionado Montgomery Scott.

-¡Diga sí, hombre…! Un poco de acción no le vendrá mal a su artrosis, consejos de su doctor –Le animó McCoy. –¿Y yo, qué se cree? ¿Que no seguiré supervisando hospitales y más hospitales?

-La Flota Estelar necesitará un nuevo Presidente… Spock… Usted es la mejor elección. –Dijo Picard.

-Como ya le dije antes, mi lugar ya no está en la Federación. Pasaré un tiempo en Vulcano y después volveré a Rómulo, a continuar con mi tarea… la Unificación.

-Mira que son testarudos los vulcanianos y más cuando las neuronas se les van secando. –Bromeó McCoy.

-Gracias por su opinión, pero es mi decisión personal.

-Le entiendo, Spock. –Le apoyó Picard.

-Creo que usted debería ser ese presidente que la Federación necesita, al menos hasta que se encuentre un nuevo candidato.

-Costará, pero yo estoy hecho al espacio, no a calentar sillas en un despacho.

-¿Cómo que usted ya no la calienta en ese sillón de mando? Anda, capitán, no nos sea quejica.

-Pero no es lo mismo, doctor, hay algo que me llama en el espacio… La Frontera Final…

-Aunque se tenga que pasar 8 horas sentado frente a una pantalla…–Ironizó Bones.

-Jejeje… Bueno, también.

-Gracias de nuevo, capitán. En nombre de todos nosotros.

-Gracias a ustedes… Y ahora, si quieren ir a descansar porque ha sido un día muy movido y más para ustedes.

-No es mala idea. –dijo Scotty. –Nos retiramos a nuestros aposentos le vemos mañana.

Scotty y los demás tripulantes dejaron solos a Picard y a su equipo.

De flores se acercó hasta él con su esposa.

-Peter Kirk… ¿verdad?

-Sí, capitán… El mimo… Desearía invitarles a que vengan al ceremonial familiar a usted y a los suyos. Es algo íntimo pero pienso que quienes fueron su única familia en el espacio también deben estar con él.

-Aceptamos su invitación con sumo gusto.

-Entonces mañana al atardecer.


Picard tenía que terminar los informes de sus aventuras contando lo que había ocurrido en su viaje desde Veridiano III hasta Deneba V. Aunque odiaba la burocracia, tenía que hacerlo y más cuando se estaba jugando el tipo como capitán frente a la Flota Estelar y al Consejo de la Federación.

Firmó el último de los PADDS que iban a ser enviados a la Flota Estelar, allá en la Tierra. Apagó la pantalla del ordenador y cerró los ojos.

Vio una foto enmarcada de su sobrino René que tenía en su escribanía. Empezó a acariciarla con ternura y luego se quedó meditabundo, mirándola.

En ese momento llegó William T. Riker.

-¿Puedo entrar, capitán?

-¡Eh, disculpe! ¡Pase! –Dijo Picard saliendo de sus pensamientos. –Perdone mi distracción.

-Señor, la lanzadera está lista para salir a la superficie del planeta.

-Estaba viendo la foto de René, Número Uno. Todavía no lo acabo de asumir…

-Le compadezco, señor. Quiero que sepa que tiene el apoyo de todos los miembros de la Farragut y la Enterprise.

-Por lo menos, James T. Kirk tiene quien le suceda y quien le acoja, pero yo…

-Nos tiene a nosotros, señor…

-Sí, desde luego… Vamos a dejar esta charleta sentimental. Será mejor… Que me esperen cinco minutos. Enseguida bajo al hángar.

-De acuerdo, señor. ¿Necesita algo más o puedo retirarme?

-Retírese, gracias por avisarme.


La lanzadera aterrizó en una playa. Junto a ellas había algunas casas con barcas amarradas junto a ellas.

La portecilla de la navecilla se abrió. El primero en salir fue Jean-Luc Picard que sintió la fresca brisa marina chocar contra su cara. Tras los paisajes desérticos de Veridiano III, aquella playa denevana le parecía un paraíso.

Unos niños pasaron correteando al lado de Picard persiguiendo a una especie de perro.

Junto una especie de casa, junto a unas palmeras, aparecieron el matrimonio Kirk acompañados por varios niños y personas de edad intermedia.

Reconoció al que había sido sobrino de James T. Kirk.

-Señor Peter, encantado de verle de nuevo por aquí -dijo Picard ofreciendo protocolariamente su mano.

-El placer es mío, capitán. Bajen por aquí, por favor.

Tras recorrer un prado durante unos cuantos cientos de metros, Picard divisó una colina que se inclinaba hacia el mar, llena de lápidas cuadradas blancas.

Era un cementerio al borde del mar.

El cielo de aquel atardecer apenas tenía nubes y el sol caía sobre el horizonte llenado el vacío de un dorado lleno de vida.

Una decena de personas se concentraba dentro de un cercado.

Era el terreno en el que reposaban dos siglos de varias generaciones de Kirk. Picard leyó rápidamente alguno de los nombres allí enterrados. Leyó el de George Samuel Kirk, el primer Kirk que había alcanzado las estrellas. Junto a su tumba estaba la de Winona Kirk, su esposa. Luego llegaban los hijos, el hermano de Peter, Sam Kirk Junior, el de su esposa Aurelan, muerta en la enfermería del doctor McCoy un siglo atrás. También por expreso deseo de Kirk, allí estaba la tumba de Carol Marcus.

Junto a ellos iba a descansar la tumba de James T. Kirk, una tumba sencilla, rodeada por un pequeño jardín de flores exóticas y una simple lápida sobre la que se hallaban esculpidos unos versos que a Kirk le gustaban mucho: Little Giding de T.S. Eliott.

Cuando Jean-Luc Picard llegó se encontró allí a los tripulantes de la segunda nave Enterprise y los saludó de uno en uno. La que estaba más visiblemente afectada era Uhura, que aún no había asimilado a lo que había ocurrido en Veridiano III. Uhura había llegado al cargo de almirante de la Flota Estelar y era uno de los nombres que sonaban con más fuerza para sustituir a Branon.

El capitán francés acarició brevemente la lápida.

-Al menos esta es mucho mejor que el túmulo de piedras con el que le sepulté en Veridiano III. No puede tener mejor escenario para volver con los suyos… Este mar, este cielo, este paisaje…

-¿Qué más da, Picard? Él no está aquí para disfrutarlo…No se despidió de ninguno de nosotros cuando fue succionado por esa fuerza del Nexus, su muerte aquella gallery_4_69152.jpg vez fue tan repentina como lo ha sido ahora. –Se lamentó la antigua oficial de comunicaciones.

-Lo sé, almirante. Sé como se siente, pero también el sabía que iba a morir solo… Algún día tenía que pasarle.

-Desde que tuvo aquel encuentro con la Onabi nunca volvió a ser el mismo… Es verdad. El sabía que ocurriría y lo tenía asumido desde el principio. Pero irse sin decir adiós.

Picard puso la mano sobre el hombro de Uhura y la confortó unos segundos de esa manera.

Peter Kirk estaba terminando de montar un viejo dispositivo sobre un trípode. De una caja de madera sacó un estuche de plástico que encerraba un chip del s.XXIII.

-Es un viejo proyector holográfico. Aunque Jim no esté entre nosotros, en cierto modo va a estarlo ahora de nuevo.

El sobrino del difunto capitán metió en el chip por la ranura del proyector. En cuestión de segundos una imagen borrosa fue poco a poco tomando forma hasta tomar la apariencia de alguien que ellos conocían.

-¡Oh, cielos…! ¡James T. Kirk! ¡Qué joven! –Se asombró Picard.

El Kirk que aparecía ante ellos llevaba los galones de almirante y vestía uniforme rojo. Tendría sobre unos 50 años de edad más o menos.

Caía la noche y eso daba mayor realismo y luminosidad. Ante los ojos atónitos de los allí presentes, la figura del James T. Kirk virtual comenzó a caminar sobre un escenario imaginario saludando con nombres y apellidos a algunos familiares y compañeros del USS Enterprise. Algunos estaban allí aún, otros, como la doctora Marcus o su hijo David estaban ya ausentes desde hacía mucho tiempo.

Entonces la cara de Kirk asumió un semblante más serio aunque en tono familiar:

-“Hace unos días, Spock me ha regalado por mi cumpleaños un viejo libro de aforismos vulcanianos traducidos al inglés federal. Entre las citas encontré ésta de Surak: ‘Si estás preparado para la muerte, estás preparado para la vida’. Esas palabras han calado muy hondo en mi interior, suena extraño pero me ha movido a hacer este video para la posteridad, lo que sería mi testamento.

Si estáis viendo este videomensaje es porque he muerto o estaré a punto de hacerlo. Suena extraño tener que decir estas palabras cuando estoy aún en el albor de la vida, pero la Flota Estelar nos exige a cada oficial hacer un videomensaje similar a éste que os estoy mandando.

Si me tenéis que recordar, quiero que lo hagáis como a una persona que amó la vida y la Vida con letras mayúsculas. Quiero que me recordéis a bordo del USS Enterprise, porque ellos han sido los mejores y también peores momentos por los que hemos tenido que pasar.

Los hombres como nosotros, por desgracia no tenemos familia, aunque nuestros parientes existan y nuestros compañeros a bordo, son los únicos que tenemos cerca y ellos son los que han sido mi ‘familia’ adoptiva. Peter, si me oyes, quiero que me perdones por obligarte a entrar en la Flota Estelar, pero si te motivé fue porque quería tenerte cerca, a mi lado. Tener a un Kirk en la que era y es mi familia a bordo: Personas como Spock, McCoy, Chekov, Sulu, Uhura… Scotty… Los cadetes a los que veo con ilusión hacer sus prácticas a bordo de mi nave, e incluso a la gente que he ido encontrando en mi camino por la vida. Todos ellos, todos vosotros… habéis sido y sois mi familia.

No soy ningún héroe ni un ídolo de masas y como tal quiero ser tratado incluso cuando deba ser enterrado. Nada de mausoleos de mármol o panteones. Quiero la misma sencillez y soledad que ha caracterizado mi vida… Quiero tener el cielo por techo y cúpula y flores que me recuerden, que os recuerden la alegría de vivir… Porque sé que algún día moriré solo… -La figura de Kirk bajó la cabeza y volvió a mirar a su imaginario auditorio. –Esto nunca se lo he comentado a nadie salvo a mi buen Spock.

La sensación de soledad que he tenido muchas veces la he intentado remediar adentrándome en la Totalidad del Universo… Para mí cada viaje que hacíamos también era un viaje a mí mismo como persona, quiero pedir perdón a aquellos que siempre me pedíais que me dedicara más a la familia y menos al Enterprise… A causa de ello no vi a mi hijo David Marcus crecer y hacerse un hombre ni a ti, Peter… Y lo siento de veras… Perdonadme… -Dijo compungido mirando de nuevo al suelo.

Sólo quiero que sepáis que os quiero mucho a todos por igual, a mis familiares directos, sobretodo a ti, Peter y también a mis amigos y colegas de la USS Enterprise. Si no estuviera más o no pudiera deciros adiós desde aquí lo hago. –Kirk dio un beso con la mano. –Cuidaros mucho y tened mucho cuidado en vuestro camino por la vida. Hasta siempre o hasta que nos veamos en el otro lado…”


La figura virtual de Kirk se volvió a sentar en su banco. Y con un mando apagaba esa escena. Entonces de nuevo se vio a Kirk de pie pero en ese instante Peter Kirk apagó el aparato y encendió las luces del vallado. Había muchas caras con lágrimas en los ojos, especialmente las de Chekov, Uhura y Scotty.

-Después este video tenía una especie de addenda con lo que legaba a cada uno de nosotros. –Añadió el sobrino de Kirk. –Les he querido ahorrar el discurso completo. Pero ésta es la parte que merece la pena, capitán.

-No se preocupe, lo entiendo perfectamente. –Contestó Picard en tono comprensivo.

-Sí, ya recuerdo. –Dijo McCoy. –A mi me regaló uno de sus relojes antiguos… De eso hace un siglo. No sé que se pensó… Porque soy un médico no un cronómetro… En fin…

Todos rieron la ocurrencia del doctor. Después de un siglo, McCoy no había perdido su chispa de viejo cascarrabias.


EPÍLOGO:VULCANO

Tras dos meses de permiso en el planeta Déneva V, llegó la hora de la partida. La USS Farragut había completado también sus reparaciones y estaba de nuevo operativa lista para ser de nuevo varada al espacio. Haciendo una broma que databa de un siglo y medio atrás, los tripulantes de la nave comenzaron a llamarla USS Farragut-A, a pesar de tratarse de la nueva nave rehecha y con nuevos motores.

Mientras tanto, Peter Kirk ofreció la posibilidad de radicarse en Déneva a los tripulantes que habían sido amigos de James T. Kirk. De los que quedaban, Uhura, Sulu y su hija Démora y Chekov aceptaron. Para ellos sería el principio de una nueva vida, lejos de la impersonalidad de una colonia geriátrica como podría ser la de Norpin V. Por muchas comodidades que tuviera no había nada como estar cerca de los amigos y familiares.

La tripulación de Picard había estado repartida entre las reparaciones de la Farragut y el permiso por turnos que había recibido.

En el caso del capitán francés, tenía derecho a un permiso prolongado al menos durante un año debido a los permisos acumulados. Pero él se conformó con un par de meses, tiempo que fueron muy terapéuticos y con los que pudo olvidar desgracias familiares y el estrés de varias misiones consecutivas.

El par de meses los aprovechó para recuperar hábitos que estaban ya olvidados como el placer de la lectura, el tocar su flauta y sobre todo el placer de la escritura a la manera antigua, con papel y pluma. Se dedicó a escribir una autobiografía que un día, esperaba, pudiera transmitir a las generaciones de futuros cadetes los valores de la Federación y sobre todo una visión innovadora de lo que había sido la Historia de la Federación.´

La USS Farragut se disponía a dejar la órbita del planeta cuando una imagen apareció en la pantalla del ordenador de mesa de Picard. Era Zimmerman.

-Bueno, capitán… Espero verle pronto en la otra punta de la Galaxia. Créame que ha sido un placer ayudarle y reencontrar de nuevo a esas viejas leyendas de la Flota Estelar.

-Zim… No son ‘viejas’ leyendas, son Leyendas… con L mayúscula.

-Sí, es verdad. Por cierto, ¿Hacia dónde están partiendo?

-A Vulcano, vamos a dejar allí a la familia Dar, a Spock y al doctor McCoy y después a la Tierra, a casa. Scotty y Geordi supervisarán la construcción de la nueva USS Enterprise – E que ya está en astilleros.

-¡Cuánto le envidio! ¡Si supiera dónde me ha mandado el Almirante con mi nave… después de lo que hemos hecho por ellos!

-¡A dónde?

-A registrar cargueros ferengis… Bueno, no está mal un poco de relax después de tanta movida… La verdad es que me faltaba añadir lo de aduanero a mi largo historial como oficial de la Flota.

-No se preocupe, quizás habrá tiempo de que demuestre su talento como oficial, Zim. Y será pronto.

-Eso espero. Bueno buen viaje a casa y cuídese.

-Lo mismo le deseo.

La imagen de su aliado desapareció de su vista. Entonces Picard se levantó y se dirigió al puente.

Tras varias decenas de parsecs de travesía, la nave de Jean-Luc Picard había llegado a Vulcano. Éste sería el nuevo hogar de la excónsul de Rómulo y su familia. Asimismo, Spock y McCoy también pasarían un tiempo con ellos para asegurar su adaptación a la nueva vida en la Federación.

Llevando en su interior a los pasajeros que debían descender en el planeta, una lanzadera tomó tierra cerca de las ruinas del monasterio de Shi’Khar. En ese momento, caía la tarde sobre los montes que rodeaban a la capital vulcaniana.

La delegación oficial de la Farragut fue recibida por la nueva sacerdotisa del templo, T’Mara. Ella había organizado desde hacía días una ceremonia de iniciación para los nuevos habitantes de Vulcano según el ritual de Surak y otra de carácter más íntimo que habría de celebrarse en la Cueva de la Memoria, el nombre que recibía un lugar especialmente simbólico para la cultura vulcaniana donde millares de cristales contenían los recuerdos emocionales de más de cien generaciones de antepasados. En el caso de Spock, se trataba de los katras de Sarek y de James T. Kirk.

Tras dos semanas en la que Spock tuvo que ayunar y retirarse a la Forja de Vulcano, estaba listo para enfrentarse a la ceremonia llamada en Vulcaniano, Fal-Tar-Nun o el “Camino a Casa”. Consistía en una especie de purificación mental de cualquier recuerdo vinculado a un difunto. Ello permitiría según la creencia de Vulcano, favorecer el desapego al mundo terrenal del katra que debería iniciar al otro lado su existencia.

La ceremonia se inició con una comitiva presidida por T’Mara y acompañada por timbales y gongs que fueron a recoger al embajador en una especie de eremitorio en el que estaba meditando. Con ellos iba Picard vestido con una túnica blanca y grabados vulcanianos. Spock lo había elegido como su Th’y’la o compañero ya que Picard había asumido en sí tanto los recuerdos de Kirk en los últimos momentos como los del katra de Sarek que había tenido en su cabeza mientras éste negociaba con los legaranos [2] .

La comitiva salió del lugar bajo un sol de justicia que caía sin piedad sobre sus cabezas. Tras recorrer varios Kilómetros, T’Mara indicó a Spock y a Picard la entrada de una cueva y entregó al vulcaniano un par de cristales fascetados parecidos al cuarzo hermosamente tallados. Estos cristales actuarían como canalizadores de esos recuerdos emocionales y el dejarlos allí, una vez acabada la ceremonia, era como en la tierra dejar una vela en memoria de los antepasados. Otro de los sacerdotes de la comitiva dio a Picard un par de antorchas para que pudieran descender a la caverna con luz.

Tras escucharse el sonido de un gong, T’Mara tomó la palabra.

-Es vuestra hora… Allí dentro os esperan vuestros antepasados, estás preparado Spock, hijo de Sarek, hijo de Skonn

-Sí. Lo estoy. –Respondió con firmeza el embajador.

-¡Sea y que los Guardianes Sagrados de este lugar os sean propicios!

Spock asintió con la cabeza. El sonido del gong volvió a repicar con fuerza y los timbales comenzaron a responder al unísono.

Guiados por la luz de la antorcha, Spock y Picard descendieron cueva abajo por unas escaleras toscamente excavadas en la roca.

Llegaron a lo que parecía ser una especie de atrio y el corazón de la caverna. A la luz de diminutas velas resplandecían, docenas, cientos de cristales bajo los cuales en habían esculpidos los nombres de los que parecían ser los ancestros de Spock, de Sarek, de Skonn.

Quedaban todavía varias columnas todavía para ser rellenadas con esos cristales. Spock tomó la antorcha y se encaminó hasta ahí. Picard temblando le siguió despacio. Entonces Spock puso la antorcha en una especie de saliente de roca y se plantó frente a Picard:

-Necesitaría unirme mentalmente a usted una vez más, capitán. Necesito su colaboración.

-Desde luego. Proceda.

Spock puso suavemente sus dedos en la cara de Jean-Luc Picard buscando puntos y meridianos para transmitir la energía. Picard cerró los ojos suavemente. Puso el primer cristal que iría dedicado a Sarek en la mano de Picard y la sostuvo también por el otro extremo.

Ambos se sumieron en un profundo trance. Spock a través de la mente de Picard visualizó escenas como la muerte de su padre, el momento de la fusión mental con el capitán de la USS Enterprise-D y Kirk, los últimos momentos de su vida en un viaje a través del tiempo que le llevó a rememorar su infancia y aquella desgraciada frase que le marcó los primeros años de su vida: “Es un humano” [3] .

Hecho el proceso con Sarek llegó el turno de extraer los recuerdos de Kirk, de preservar de alguna manera su “memoria emocional” en aquellos cristales místicos.

-Ya está. –Confirmó el embajador con voz pausada y clara. –Puede ir recobrando la consciencia, capitán.

Picard poco a poco salió de aquel estado de trance. Y lo primero que vio fue a Spock colocando los cristales en sus peanas. Éstos habían adquirido una extraña tonalidad verde que alternaba con los azules y los violetas.

-Los espíritus del katra os sean favorables.

Picard y Spock salieron de la cueva. La noche comenzaba a aparecer sobre Vulcano.

-Siento como si un peso se me hubiera quitado de encima. –Preguntó con extrañeza el capitán. -¿Por qué?

-Usted se ha librado de varios recuerdos emocionales que le estaban haciendo mella sin usted saberlo: Los de Sarek y los del capitán Kirk. Pero hay otros que están ahí y que no he podido acceder a ellos; de hecho, si lo hiciera… le volvería loco.

-Sí… uno de ellos es cuando fui asimilado y convertido en Locutus de Borg… No se lo diga a nadie… Pero creo que se están movilizando… He empezado a soñar con la reina Borg muchas noches… Tengo miedo…

-Le entiendo… Quizás ese sea el anuncio de algo terrible que le habría de ocurrir a la Federación… Daniels no me lo precisó.

-¿Daniels?

-Una especie de guardián del Tiempo.

-Comprendo ahora por qué detectaron un humanoide en su lanzadera cuando se enfrentó a los Suliban.

-Exacto… porque en la línea temporal correcta, esa invasión Suliban y todo lo que nos ha ocurrido nunca tendrían que haber sucedido. ¿Comprende ahora?

-Esto da sentido a muchas de mis preguntas.

Era plena noche en Vulcano. Picard, más aliviado y renovado espiritualmente, miró las estrellas que formaban en el cielo la figura del mitológico Río Erídano.

-Un poeta de mi mundo dijo algo así como “Leo en las estrellas las guerras del Mañana”… ¿Qué va a ser de nosotros? De lo que somos como Federación si aparece gente como el Almirante Brannon.

-No se preocupe por el mañana, piense en el Aquí y el Ahora y la vida le parecerá más larga y plena, capitán. Cuando ese momento llegue, lo afrontaremos juntos.

-Sólo nos queda esperar.


Pasaron varios días más, la USS Farragut iniciaba la última etapa de su viaje camino de la Tierra.

La lanzadera que les había mandado para recogerles estaba aterrizando, cuando se posó en tierra salieron Data, Riker y Geordi LaForge, que pusieron una escalerilla para que subiera Scotty y el capitán Picard.

Un gentío se agolpó en los alrededores de la nave; al frente de ellos llegaron junto a Spock, Saavik y Scotty, Caitlin Dar y su familia para despedirse de sus protectores.

-Quería agradecerles una vez más toda la ayuda que nos han prestado con ese coste de vidas para su tripulación.

-No hay de qué… Era… nuestro deber. ¿Qué tal se encuentran aquí en Vulcano, por cierto? Veo que se están adaptando rápidamente.

-Mis hijos más que yo, pero no por ello lo intento. Creo que necesitaré mi tiempo.

-Desde luego.

-Los hijos de la cónsul están haciendo grandes progresos. Se han familiarizado enseguida con la lengua y escritura vulcanianas y las enseñanzas de Surak. –Confirmó Spock. –Y Aloan, su sobrino ha manifestado su deseo de entrar en la Academia de las Ciencias de Vulcano.

-Me alegro mucho por ellos, Caithlin. –Se felicitó Picard.

-Quizás sean ellos los que abran nuevos caminos a la Federación. –Dijo la romulana. –Sé que no les miran bien por venir de donde venimos pero acabarán aceptándonos.

-Yo también lo creo así. Recuerde que yo mismo soy medio humano.

-Gracias por su comprensión, embajador.

-Capitán, perdone que les interrumpa, -dijo Riker acercándose a ellos. –La lanzadera tiene que partir ya.

Picard se percató de Saavik.

-Capitana… Viene con nosotros a la Tierra.

-No señor, me quedo con ellos, me necesitan como mediadora entre su cultura y la nuestra.

-De acuerdo. ¿Y usted, Doctor McCoy? ¿No viene con nosotros? Su trabajo aquí ha finalizado.

-No, capitán, me quedaré unas cuantas semanas más por aquí… Ya he estado trotando de nave en nave mucho tiempo… Lo que necesitan mis huesos ahora es mucha vitamina D para regenerar calcio… y ¿qué mejor sitio que en el mismísimo infierno?

-Comprendo, doctor.

-Y además seré la pesadilla de nuestro elfo favorito… Supongo que ya me estaba echando de menos después de varias décadas.

-Muchas gracias por su deferencia. –Contestó Spock levantando una ceja. –Aunque comparar a Vulcano con el Infierno…

-Si es el lugar ideal para los tipos con orejas de punta… Además, no merezco que me agradezca nada, Spock. Gracias a usted me volveré a sentir 100 años más joven como cuando estábamos con Jim a bordo del Enterprise.

-Y sin letras A, B, C… o D… Sólo la genuina Enterprise. –Cortó Scotty.

-No sé si se ha fijado en la lanzadera que nos va a llevar a la nave, señor… -Dijo Riker con tono burlón.

Montgomery Scott miró fijamente las letras de la lanzadera. Era la “Goddard” intacta y recién pintada.

-“Mi niña”, “mi lanzaderita”…. ¡Estás a salvo! –Exclamó acercándose a ella y besando el metal que la recubría.

-¿”Mi niña”? –preguntó Data a Riker entre curioso y sorprendido.

-Cuando se tiene afecto a las cosas los humanos tendemos a personificarlas.

-¡Ah! –dijo el androide intentando convencerse a sí mismo. –Tendré que estudiar esta faceta de las reacciones humanas.

-Lo aprenderá enseguida y le cogerá el tranquillo, ya verá, Data. –Le animo Geordi Laforge.

-Bueno, hemos de decir adiós… Se nos hace tarde, capitán.

-De acuerdo, Número Uno. –Asintió Picard. -Embajador, doctor… Saavik… Nos veremos pronto. En cuanto a usted, Caithlin, que sea feliz aquí… Jolan Tru [4] …

-Jolan Tru, y que viva larga y prósperamente, capitán Picard. Gracias de nuevo por todo.

Los demás acompañantes de la lanzadera se despidieron de los que dejaban atrás. Picard fue el último en subir acompañado por Scotty quien entro reluctante de alegría.

-¡Qué feliz me siento, capitán! Me siento rejuvenecido. Ahora entiendo al capitán Kirk cuando viendo el planeta Génesis me comentó que se sentía “joven”.

-¿Y eso? –Preguntó en tono satiricón Geordi LaForge.

-Porque vuelvo a verla, a cuidar de ‘ella’, caballeros…

-¿Hay por ahí algún ligue, Scotty? –Preguntó lleno de curiosidad William Riker.

-No, hijos míos… y… Sí…

-La Enterprise –E, Will, se está refiriéndose a la Enterprise- E… -Cortó Picard dándose cuenta a qué estaba aludiendo el ingeniero.

Los tripulantes de la lanzadera estallaron en risas mientras proseguían su camino hacia la USS Farragut.

Entre tanto, en Vulcano, desde lo alto de una colina, unos ojos avizores observaban fijamente la estela que dejaba la nave de Picard.

Era Leonard H. McCoy.

La nave entró en velocidad warp dejando una estela multicolor tras de ella. Era como la promesa de que todavía quedaba un futuro por escribir.

Aunque los que lo escribirían habrían de ser de una Nueva Generación.

FIN

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Referencias:
1 .- Inventor de la velocidad transluz (ST: Primer Contacto y “Metamorfosis” (TOS))
2 .- Episodio “Sarek” (TNG)
3 .- Star Trek V.
4 .- Saludo en romulano

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