Marvel Knights nº11

Título: La lista (III)
Autor: The Stranger
Portada: Rick Leonardi
Publicado en: Octubre 2008

Marta Plateada sigue con la lista de Marc Spector y su siguiente parada es Canadá. ¿Hace falta decir quién está allí? Mientras tanto, Jessica Jones sigue buscando a Veneno, aunque puede que él la encuentre antes a ella.
Cuando reina el caos y los criminales campan por sus anchas, solo un grupo de solitarios héroes es capaz de hacer lo necesario para mantener la paz y seguridad urbanas. No salvan universos, ni planetas, ni al mundo...se dedican a salvar a la gente de a pie. No tiene nombre oficial pero nosotros les conocemos extraoficialmente como...
Creado por Chuck Dixon y Ed Barreto

Resumen de lo publicado:Si procediese, unas líneas para situar a nuestros lectores respecto a lo que ha ocurrido. De nuevo, no os paséis en la extensión. Si quieren detalles, que se lean los fics anteriores.


Canadá.

Marta Plateada entró en el tugurio que se hacía llamar “Carl´s” y que era un bar de carretera para camioneros, motociclistas o viajeros que necesitasen un descanso, una cerveza bien fría o, simplemente, un poco de espectáculo. Había de las tres cosas en abundancia, más alguna camarera preparada para salir de allí con el primer hombre decente que se presentase (de los cuales quedaban pocos) y mucho dinero que ganar en las apuestas que se hacían por las duras peleas en la Jaula del Dolor. La mercenaria leyó el rotulo de neón desde donde estaba, justo antes de cerrar la puerta de madera tras de si y dejar, como si fuese su pasado, la pequeña nevada que la había pillado desprevenida.

La llamada Jaula del Dolor estaba justo en el centro del bar de carretera, mucho más grande de lo que solían ser ese tipo de antros donde el olor a alcohol y cigarrillos hacían el ambiente irrespirable. Era un ring, como los de lucha libre, rodeado por una alambrada de metal desde el suelo hasta el techo, haciendo que quien se metiese dentro no pudiese salir más que por una puerta que solo servía para entrar y para que saliesen los derrotados. Una pequeña escalera de madera hecha a mano de tan solo cinco peldaños conducía ala puerta que se abría para dar paso a los contendientes. La mayor parte de los presentes rodeaban la Jaula del Dolor, animando a sus luchadores elegidos que se peleaban entre ellos. Dos hombres normales partiéndose la cara por dinero. Esa la era brutal diversión que se encontraba en aquel sitio, aparte del alcohol y las camareras.

La mercenaria se extrañó de que apenas dos hombres la mirasen cuando entró. Aún se extrañó más cuando los hombres apenas pasaron más de diez segundos observándola. Uno de ellos siguió conversando con el hombre que había tras la barra sirviendo bebidas y el otro siguió viendo la televisión que se encontraba colgada encima de la barra para quienes se sentaba allí a beber.

Se ajustó el blanco anorak, de cuyos hombros se quitó un poco de nieve del exterior. Iba completamente de blanco, incluidos sus pantalones militares en los que había tantos bolsillos que cualquiera se hubiese aburrido contándolos. Solo llevaba un cuchillo de combate enganchado en la parte trasera de su cinturón. No había ido allí en busca de pelea y a quien buscaba no se la iba a dar. No, eran viejos conocidos y no solí atacar a menos que le provocasen de manera directa y sin miramientos.

El hombre que buscaba por orden de la lista de Marc Spector se encontraba sentado solo en una silla bastante apartado del gentío que se agolpaba alrededor de la Jaula del Dolor. Observaba el espectáculo desde lejos, pero no parecía prestarle demasiada atención. Tomaba una jarra de cerveza que apoyó en la mesa que ocupaba tras un largo sorbo. Era de baja estatura, con el pelo alborotado hasta conferirle un extraño peinado, grandes patillas, mirada feroz y poderosas habilidades.

-Hola, Logan- saludó Marta Plateada.

El mutante canadiense conocido más por todos como Lobezno, miembro de los X-Men, grupo de superhéroes mutantes americanos, sonrió a la mujer, tomó otro sorbo de cerveza terminando la jarra y con un gesto hacia la camarera pidió otra bebida.

-¿Quieres algo, Marta?- le ofreció Logan.

-Paso, pero gracias.

Logan asintió a la camarera para que fuese a por su nueva jarra de cerveza. Con un educado gesto, ofreció a la mercenaria la silla vacía que estaba a su lado. Marta se quitó el anorak, lo dejó sobre otra de las sillas vacías de la mesa y se sentó junto a Logan, quien no parecía demasiado sorprendido ante la aparición de la mujer. A Marta tampoco le extrañó esa falta de sorpresa. Pocas cosas podían sorprender a Logan a esas alturas.

-¿De visita?- preguntó el mutante canadiense.

-Ya me gustaría- la mujer le sonrió-. Buen entretenimiento.

-Una buena pelea, sí. Nada de poderes, nada de armas, nada de habilidades especiales... solo dos tíos, con sus motivaciones, con su determinación, con la resistencia que tengan pegándose, desahogándose sin hacer daño a nadie más. Un buen espectáculo para tomar una cerveza.

-¿No peleas?

-Acabo de decírtelo- Logan señaló el lugar de la lucha con su jarra vacía de cerveza-. Nada de poderes. Hace tiempo que yo no me puedo permitir meterme en una pelea así. No sería justo, ni divertido.

-Vaya, había oído rumores de que últimamente eras... más violento.

-Rumores- afirmó el mutante con una sonrisa-. Solo rumores.

-Me gusta... el viejo Logan...

-No has venido aquí solo para piropearme, Marta. Ni de visita ni para ligar conmigo- Logan observó con gratitud a la camarera mientras llegaba a su mesa con su fría cerveza entre las manos. La chica la dejó frente al mutante con una educada sonrisa. Logan se lo agradeció y pegó un buen trago de la fría bebida en cuanto pudo cogerla.

-He venido por esto- Marta Plateada sacó la lista de Marc Spector.

-¿La lista de la compra?- bromeó el hombre-x.

-Se puede decir así- la mujer sonrió al pensar que, realmente, se acercaba bastante a lo que era en el fondo-. Estoy en un grupo... bueno... realmente no estoy dentro, pero han contratado mis servicios y se me ha encargado la tarea de buscar un suplente.

-¿Un grupo? ¿Marta Plateada en un grupo?

-Por dinero. Tengo una reputación que mantener.

-¿Un grupo que tiene a Marta Plateada dentro y del que no he oído hablar?- a Logan se le veía cada vez más interesado-. Dime quién lo lleva y entonces veré si lo haces por dinero o no.

La mercenaria tuvo la tentación de no decírselo e incluso de mentirle. Total, decía que no había oído hablar de los Caballeros, así que bien podía mentirle. ¿Cuánto tiempo llevaría Lobezno en Canadá para no haber escuchado algo de ellos? Incluso allí deberían haber llegado noticias del nuevo grupo de vigilantes que tenía Nueva York que no solo se concentraba en esa ciudad. La autentica pregunta era... ¿Cuánto tiempo llevaba Lobezno lejos de la Patrulla-X y perdido allí en aquellos terrenos nevados?

Siguió meditando si mentirle o no decirle nada. La primera opción dejó de ser viable cuando Marta recordó que muy pocas personas podían mentirle a Logan sin que él lo supiera. La mayoría, y no eran muchos, eran psíquicos o telépatas de alto nivel. La segunda opción tampoco era muy viable. ¿No iba a responderle a una sencilla pregunta?

“Puedo decir que Spector no quiere darse a conocer, pero tarde o temprano lo descubrirá, aunque... ¿Qué hago complicándome la vida simplemente por no revelarle para quién trabajo? Estoy en el grupo por trabajo, por amor de Dios”, pensó Marta Plateada sin saber qué hacer exactamente y sin conocer la existencia de tanta duda ante pregunta tan simple.

-Caballero Luna- respondió finalmente la mercenaria.

-Marc Spector.

-Tú también le conoces.

-Pocos no conocemos su identidad no tan secreta- Logan dibujó un corazón en la jarra mojada-. Ahora ya sé por qué trabajas para él.

-¿En serio?- la mujer completamente vestida de blanco decidió desviar el tema-. Entonces, sabrás por dónde quiero...

-¿No me preguntas por qué sé que estás con él y no trabajando para él en realidad?

-No es la razón de que esté aquí- replicó Marta.

-¿Me lo contarás luego? ¿Mientras nos tomamos unas cervezas?

-No todos tenemos tu factor curativo- a la mujer se le ocurrió una buena idea-. Puede que si aceptas mi propuesta me sincere.

-Habrá que escucharla entonces- Logan oyó como, en la Jaula del Dolor, un hombre obeso caía ante los rápidos puñetazos de uno mucho más bajo y delgado que él. El bajito se había pasado el combate moviéndose a tal velocidad que el gordo solo le había dado una sola vez. Por dentro, Logan se alegró que hubiese ganado ese luchador. No solo había jugado bien sus cartas, sino que había demostrado que, en una pelea, la fuerza y la corpulencia no lo son todos. Eso mismo enseñaba él a sus enemigos cada día que combatía contra ellos.

-Spector ha montado un grupo llamado los Caballeros, formado por Capa, Shang-Chi, el Merodeador, la tercera Spiderwoman, él mismo como Caballero Luna y yo. Hace poco tuvimos un enfrentamiento contra la Abominación que nos costó a Capa.

-¿Murió el chaval?

-No, pero perdió sus poderes.

-Uhm- el mutante se rascó la barbilla-. Os enfrentasteis a Blonsky y solo perdió sus poderes. Es de admirar. Un equipo algo... extraño, pero parece que Spector ha hecho los deberes. ¿Sigue tan inestable como siempre?

-Únete a nosotros y compruébalo por ti mismo.

-Estoy con la Patrulla-X, nena.

-Ya no (1)- Marta esgrimió una sonrisa de satisfacción ante el brillo de sorpresa en los ojos de su compañero de mesa-. Spector ha hecho los deberes.

-Y muy bien. Debo rechazar vuestra oferta.

-¿Alguna razón en particular?

-¿Qué es lo que busca Spector con esto?- preguntó ignorando la cuestión de la mercenaria.

“Eso me gustaría saber a mi”, pensó Marta antes de responder.

-Limpiar las calles, mejorar las cosas y darles a los criminales lo que necesitan de parte de quienes saben dárselo. Que cuiden otros del mundo, nosotros nos encargamos de la gente que necesita ayuda. ¿Te vale eso?

-Buen discurso, nena. Si Charlie te hubiese tenido en los viejos tiempos, los hombres-x serían legión.

-¿Qué me dices entonces?

-Suena muy bien- Logan dio un gran trago a su cerveza antes de continuar, notando, con placer, como el frío liquido caía por su garganta-. Siempre he dicho que los Vengadores y los Cuatro Fantásticos salvan el mundo, nosotros nos encargamos de Magneto y los demás capullos mutantes, pero hacía falta alguien encargado de las calles. Me gusta el concepto... pero debo decir que no, cariño.

-¿Razones?

-Estoy... con otro grupo (2)

-¿Otro grupo?- murmuró Marta intrigada.

-No puedo decir más hasta que no se concreten ciertos detalles- Logan terminó la cerveza, soltó la jarra con fuerza sobre la mesa y se dispuso a encenderse un puro para terminar de disfrutar la pelea-. ¿Vas a decirme de todos modos qué haces en ese grupo?

Marta Plateada le miró con el ceño fruncido, a la vez que sacaba la lista, un bolígrafo y tachaba el nombre de Lobezno del papel. Logan miró con cierta curiosidad el folio con nombres y lo señaló con su puro aún apagado.

-¿Quiénes iban delante de mi?

-No querrás saberlo- respondió la mujer con una sonrisa, sabiendo la reacción que tendría Logan cuando lo supiese.

-¿Y después? ¿A quién te toca buscar ahora, nena?

Marta Plateada leyó el nombre con atención. Volvió a leerlo unas cinco veces antes de mirar a Logan con cansancio y hastío. Prometió montarle una buena bronca a Marc Spector por hacer que buscase a esa mujer.

-Te vas a reír...- murmuró Marta instantes antes de contestarle.


Unas pocas horas después. Nueva York.

Jessica Jones miró a la camarera que le llevó la cerveza hasta su mesa y dio las gracias con una tosca sonrisa. La camarera se alejó, dejando a la mujer con su cerveza y su estofado y al trajeado hombre que la acompañaba con su zumo de naranja y su ensalada.

-¿Solo vas a comer eso?- preguntó Jessica dando un sorbo a su cerveza.

-Solo esto- respondió Marc Spector pinchando un trozo de lechuga con su tenedor.

“¿Dónde ha ido a parar lo de señor Spector?”, se preguntó Marc ante la confianza repentina de Jessica Jones hacia su persona.

-Invitas tú, ¿verdad?- dijo descaradamente la investigadora privada.

-Sí, pero no he quedado para darla de comer, señorita Jones.

-Jessica está bien.

-Deberíamos seguir teniendo una relación nada más que...

-¡A la puta mierda, señor Spector!- gruñó Jessica-. Déjate de tonterías. Tú me conoces y yo te conozco. Será mejor que dejemos eso claro. No dije nada cuando me viniste a buscar porque me estabas ofreciendo un trabajo.

-Sigues trabajando para mí.

-¡Error!- Jessica sonrió, pinchando un trozo de carne del estofado-. ¡No trabajo para ti, ricachón! ¡Estoy investigando para ti, nada más! ¿Crees que no sé por qué me has elegido?

-Había oído decir que eres muy buena- Spector probó el zumo de naranja, saboreándolo antes de seguir hablando-. Veo que me equivocaba. En vez de estar contándome lo que tienes estás ahí sentada, comiendo el almuerzo que te estoy pagando y “sorprendiéndome” al descubrir el porqué de elegirte. Eres una detective privada de la que puedo fiarme, estabas juntos en todo este rollo de...

-¿Todo este rollo?

-Esta mierda de los superhéroes- Spector gruñó con una voz que no parecía la suya-. Hace tiempo que he terminado con esto. Ahora quiero hacer algo bueno, cambiar las cosas, algo que los superhéroes nunca hacen. Por eso estoy con la gente que estoy y por eso estás investigando para mí. Eres dura, eres buena en esto y, más concretamente, con estos casos y además tienes poderes extra por si Brock te descubre. Así que déjate de mierdas de tía dura. Era mercenario muchísimo antes de que tus padres tuvieran pensamiento de hacerte, niña.

Jessica Jones se había quedado sin habla. Cualquiera que la conociera bien sabía que eso le había pasado muy pocas veces en su vida. Ella misma sabía que le había pasado en contables ocasiones en la vida; podía contarlas con los dedos de una mano y le sobraba alguno. Pero Spector la había dejado sin habla, sorprendida. No esperaba esa reacción de aquel antiguo superhéroe (si es que alguna vez se le podía haber llamado así) metido a emulación de hombre rico y elegante.

Jessica Jones mantuvo el botellín de cerveza pegado a sus labios, para que Spector no pudiese ver su expresión de asombro y evitar, de paso, que la boca se le abriese hasta dejar ver los trozos sin masticar del estofado que estaba degustando. No solo le había sorprendido la reacción de su interlocutor, sino que había notado cierto cambio de voz en Spector. Incluso la mirada era diferente, como si todo aquello se lo hubiese soltado otra persona. Otra persona que había tomado el control del cuerpo de Spector para decirla todo lo que la había dicho.

-No hace falta ponerse así- murmuró Jessica Jones en cuanto se recobró de su asombro.

-Bien. ¿Qué has encontrado sobre Veneno?

-No mucho- Jessica se aclaró la garganta, carraspeando ruidosamente-. Desde todo lo que lió hace unos meses no se ha dejado ver mucho el pelo. Unos cuantos matones apaleados en el hospital, otros tantos aterrorizados, unos cuantos mafiosos con la cabeza vuelta del revés y constantes rumores entre la escoria sobre un Spiderman que sale de las sombras y te lleva con él. Lo normal.

-¿Nada exacto?- Spector no parecía demasiado contento con la escasez de información.

-He estado en la calle tan solo un día- la mujer se apresuró a contestar antes de que Spector lo hiciese por ella-. No soy tan buena.

-Pensaba que sí.

-¿Siempre debes tener la última palabra?- protestó la mujer.

-¿Siempre quieres tenerla tú?

La investigadora privada se calló. Pocas veces se había encontrado con alguien que le contestase tan contundentemente. Aquel no era el Caballero Luna que recordaba y lo que había oído de él no dejaba claro que tuviese ese mal genio. Le comenzaba a caer bien.

-He estado investigando los barrios bajos- continuó la mujer-. El Bronx, el Bowery, la Cocina del Infierno, Harlem... nada de nada. Solo muchos rumores por todas partes, pero nada serio. Algunos de esos rumores sitúan a Brock fuera de la ciudad, incluso del estado.

-Si está fuera del estado... ¿Qué hay de los muertos?

-Puede que no los matase él- Jessica sonrió levemente mientras comía estofado. Estaba bastante bueno, a pesar de no estar en uno de los restaurantes más reputados de Nueva York, pero Jessica siempre había creído que las mejores comidas, la que satisfacían cualquier estomago hambriento, se encontraban en barrios obreros como aquel.

-¿Algo que decirme?- preguntó Spector demasiado serio.

-Descúbrelo tú- la investigadora le guiño un ojo con descaro, sin dejar de masticar el estofado caliente que tenía en su boca.

-¿Cómo saben que esos cadáveres los ha dejado Veneno?

-Bingo- la chica soltó el tenedor-. Han encontrado restos de simbionte en algunas de las victimas. Restos ya muertos, por supuesto y mínimos, pero restos al fin y al cabo. Los forenses comunes no disponen de una base de datos tan sofisticadas como para detectar tejido simbionte alienígena, así que enviaron los datos al FBI y otras comisarías de más alto nivel. Eso y que hay bastantes testigos, incluso gente a la que salvó ese asesino.

-Bonita frase.

-¿Qué?

-Gente a la que salvó ese asesino- Spector sonrió ante la ironía.

-He leído el expediente que me diste, bastante completo por cierto y sé algo sobre Veneno. Noticias, documentales y algún que otro libro especializado. Eso de “yo protejo a los inocentes” es solamente una excusa para poder matar. Cuando se harte de matar culpables intentará asesinar a Spiderman o a los Vengadores, con los que se enfrentó hace poco.

-Por eso lo busco, para entregarlo a la justicia.

-¿Tú y tus niños podréis con Veneno?

-Por supuesto- afirmó Spector de manera determinante-. Continuando con su seguimiento, creo que deberías seguir buscando por los barrios bajos. Estás haciéndolo muy bien.

-Vaya, ahora me siento mucho mejor.

Marc Spector la miró con frustración ante su sarcasmo, terminó su ensalada y acabó de un solo trago su zumo de naranja. Se limpió la comisura de los labios con una de las servilletas de papel que la camarera les había puesto largos minutos antes y, a continuación, se levantó.

-Tengo que irme. Sigue investigando.

-Antes voy a terminarme el estofado- dijo Jessica señalando su plato aún repleto de comida-. ¿Y tanta prisa?

-Tengo una cita con un amigo y antes tengo muchas cosas que hacer.

Marc Spector hizo ademán de irse, pero se paró justo cuando pasaba por al lado de Jessica Jones. Dos obreros sucios y hambrientos se volvieron y comentaron algo acerca de la elegancia de Marc Spector. Una mujer que estaba tomando sola un batido de chocolate, mientras esperaba a su marido, le reconoció como el millonario Steven Grant y pensó que se lo imaginaba más alto y que parecía una persona normal. Con ropa más cara, pero por lo demás, como el resto de gente que allí había.

-Ten cuidado- murmuró Spector a Jessica poniéndole una mano en el hombro que sobresalía de su sitio a modo de gesto de ánimo.

-Tranquilo. Soy una tía dura- añadió la mujer con una sonrisa en la cara.

Marc Spector no le devolvió la sonrisa. Simplemente quitó la mano del hombro cubierto por una cazadora de cuero y se fue del recinto de comidas y bebidas que satisfacían a trabajadores honrados cada día en aquel barrio normal y corriente. Ninguno de los que allí estaban tenía la menor idea que dos poderosos superhéroes y antiguos miembros de los Vengadores habían estado comiendo junto a ellos, como dos personas totalmente normales.


Washington, DC.

Marta Plateada entró en el bar del elegante hotel en el que había entrado. Observó a la gente que allí había, miró su caro reloj de plata cuyas manecillas se movían a su debida velocidad y resopló al pensar que, seguramente, tendría suerte si llegaba para la hora de la cena. Debía admitir que el Lunacoptero de Spector era rápido, muy rápido, pero aún así, no era un teletransporte como el que usaba Capa de funcionamiento inmediato.

Se adentró en el bar, observándolo todo a su paso y, sobre todo, la cara de cada persona. Tenía claro a quien buscaba, pero aún no había localizado a tal persona. Su mirada iba de las caras de las pocas personas que allí había hasta el resto del bar, cuya decoración iba a juego con el lujo del resto del hotel. En una parte del bar, no demasiado lejos de la barra ni demasiado cerca, había una zona con bastante buena pinta en la que había unos cuantos sillones y mesas bajas de aspecto caro. No había zona VIP ya que aquello no era el restaurante, sino el bar donde esperar mientras abren el restaurante del hotel, donde poder tomar una copa rápida antes de ir a la habitación a dormir o donde concertar una cita. Eso era lo que ella tenía, aunque la otra parte de la cita no sabía que estaba allí.

Llevaba un elegante traje blanco de dos piezas, pantalones y chaqueta. Le había dado tiempo de cambiarse y comer algo antes de embarcarse a buscar al siguiente candidato para decirle que no a Marc Spector. O eso esperaba. Ni en sus sueños se imaginaba colaborando con esa persona. Tendría que discutirlo con Spector, pedro ya sabía cómo iba a ir la conversación. Se planteaba que si decía que no, dejarlo pasar y no discutir con Marc. Si decía que sí... ya podía darse por perdido.

Marta plateada llegó hasta la larga barra del bar, tras la cual, un joven barman de pelo rubio la saludo con una sonrisa. La mujer se sentó en uno de los taburetes, miró hacia atrás por si la persona que buscaba estuviese cerca y se volvió hacia el camarero.

-¡Buenas tardes, señorita!

-Buenas tardes- Marta forzó una sonrisa-. Un martini, por favor.

-Enseguida.

El barman se volvió para servirle la bebida a la mercenaria, la cual volvió de nuevo su cabeza, buscando su objetivo. Sus ojos se posaron de repente en una mujer que llevaba su largo y rojo pelo recogida en un bonito moño. Vestía un largo y espectacular vestido rojo, adornado con un collar de perlas blancas como los dientes de un millonario. La punta de los tacones era asombrosamente fina. La mujer deseaba llamar la atención, de eso estaba segura.

A Marta le extrañó que estuviese sola, esperando en uno de los sillones de aspecto cómodo. Nadie se la acercaba, ningún hombre, ni ninguna mujer. Tampoco era la hora en la que el bar estaba más concurrido, pero a la mercenaria le extrañó bastante la forma de llamar la atención de la mujer en una hora tan poco concurrida y que, aún así, nadie se le acercase.

-Increíble, ¿Verdad?

Marta se volvió hacia la voz masculina que le llegó desde su derecha. Un hombre alto, de melena negra suelta sobre los hombros, vestido con un elegante traje italiano y con unos enormes ojos castaños la sonrió, sentado en el taburete justo a su lado.

-¿Perdone?

-La mujer- el hombre señaló a la pelirroja-. Tan guapa y sola... como usted.

-Gracias- Marta Plateada prestó atención al barman que le dio su bebida. La pagó al instante, le dio las gracias y tomó un pequeño sorbo del martini, sintiendo una sensación de satisfacción que la embargó.

-¿Puedo invitarla a otra copa?

-Ya tengo una- murmuró Marta queriendo no ser demasiado seca ante tal obviedad.

-Hasta ahí llego aunque sea un hombre- el desconocido soltó una pequeña carcajada-. Digo que si puedo invitarla a una copa cuando se termine esa.

-¿Usted no bebe?

-No suelo hacerlo solo. Cuando se acabe esa nos tomaremos una. ¿Verdad?

-Estoy buscando a una persona- le informó Marta.

-Puede que ya la hayas encontrados- la sonrisa del hombre se hizo más ancha.

-Estoy buscando a una persona con la que me iré después de tomarme la copa- Marta no dejaba de observar en ningún momento a la pelirroja.

-¿La chica?

Marta Plateada sonrió como si hubiese ganado el primer premio en un concurso de ciencias. De la misma forma que sonreía, la mayor parte de las veces por dentro, cuando atrapaba al hombre para el que la habían contratado atrapar. Tomó otro sorbo de su martini, miró al hombre a los ojos y después de nuevo siguió observando a la espectacular pelirroja.

-¿Vas a seguir mucho más tiempo con esto, Mística?

Un brillo de sorpresa se asomó a los ojos del hombre durante una milésima de segundo. Fue el suficiente tiempo como para que Marta Plateada lo captase y disfrutase de ello por todo lo alto.

-¿Cómo?- preguntó el hombre algo confundido-. No he entendido bien a lo que se refiere.

-Al principio creí que eras la chica pelirroja, pero no fue hasta que noté que ni siquiera la mirabas cuando comencé a sospechar de verdad. Y luego está ese torpe intento de ligar conmigo. ¿Una copa? ¿Después de esta? Admite que solo se te da bien ser un hombre cuando debes pegar o romperle la cabeza a alguien.

El hombre frunció el ceño y cambio su gesto. De repente, parecía serio e incluso algo enfadado, como un mal ganador que pierde la primera partida de cartas en una noche de victorias seguidas una detrás de otra.

-Vaya, sigues tan rápida como siempre, mercenaria- dijo el hombre con voz gutural, casi en un grave susurro, quedando claro que quería que lo que hablasen quedase entre ellos (o ellas) dos.

-Gracias. ¿No te cambias, Mística?

La mutante multiforme negó con la cabeza.

-Hay suficiente gente como para llamar la atención.

-¿Es eso o es que estás en Washington por algo en concreto?

-No es asunto tuyo- murmuró la mutante transformada en hombre-. ¿Tú has venido para algo más que buscarme? Dime quién te ha dado mi localización exacta. ¿Has ido a ver al buen Charles Xavier?

Marta Plateada soltó una pequeña risa seca. Sabía bien lo peligrosa que era la mutante azul multiforme enemiga de los X-Men durante bastante tiempo. Podía transformarse en cualquier persona, adquirir cualquier aspecto, ocultarse de cualquiera... la espía perfecta. Una gran espía, una brutal enemiga y una de las asesinas más peligrosas del planeta. Si a eso le unías que odiaba a los humanos, que era mutante y que había colaborado con algunos de los más peligrosos mutantes del planeta e incluso, había sustituido a Magneto en el liderazgo de la Hermandad de Mutantes Diabólicos, sabía que tenía frente a ella a alguien que podía matarte en cualquier momento. Su mejor baza es que la había pillado con la guardia baja y que sabía qué la había llevado hasta Washington.

-No, últimamente tengo amigos muy listos- la cara de Microchip apareció en la mente de la mercenaria-. Además, llevo hacia delante todo un país, tengo a mi disposición el Grupo Salvaje, miles de informadores repartidos por todo el planeta y dirijo Marta Plateada Internacional. ¿Sigo o crees que tengo lo suficiente para saber qué haces en Washington?

-Uhm. Creo que no me lo estás contando todo.

-Tú tampoco, querida.

-¿Vienes a detenerme?- preguntó el hombre que era en realidad Mística tensándose en el taburete, dispuesta a atacar a Marta si hacía algún gesto brusco y peligroso.

-No. Vengo a hacerte una oferta del hombre que sabe que estás aquí.

-Sabía que no me habías localizado tú- replicó Mística con una sonrisa de victoria en su rostro masculino.

“Porque no quiero perder mi valioso tiempo contigo, zorra asesina”, pensó Marta intentando evitar una expresión furiosa en su cara.

-También sé por qué estás aquí- soltó Marta intentando picar a la terrorista mutante-. Has venido a matar a una futura senadora de los Estados Unidos que no tiene muy bien vistos a los mutantes. ¿Piensas reivindicar el asesinato o cargárselo a alguien inocente?

-Aún no lo he decidido- gruñó Mística admitiendo que lo que estaba diciendo Marta Plateada era totalmente cierto. Sin embargo, se le escapaba cómo lo había descubierto exactamente.

-No te molestes en preguntarme quién me ha dado toda la información.

Marta Plateada miró de soslayo al hombre que en realidad era una mutante y sonrió por dentro. Pudo ver en sus ojos el brillo de la rabia que la invadía debido a que alguien inesperado la había descubierto. Seguramente lo tenía todo tan preparado para el asesinato de aquella futura senadora que, él que surgiera algo imprevisto como aquello, la ponía de los nervios. Estaba claro que Mística estaba confundida, sin saber qué hacer exactamente. ¿Era más o menos peligrosa estando así?

“No sabe que trabajo con el Caballero Luna”, pensó Marta Plateada al no percibir ningún comentario acerca de los Caballeros por parte de la terrorista mutante.

“Mejor. Así puedo cogerla por sorpresa cuando quiera. Lo que no sabe, es que Spector no me ha dicho nada de la misión de Mística aquí. ¿Por qué iba a saberlo Marc? ¿Para qué? Sabe muchas cosas, pero no tantas. Simplemente he intentado marcarme un farol. Conocía la existencia de dicha mujer que se presentaba a senadora esta semana. He acertado y he pillado con la guardia baja a esta zorra. Siempre he sido buena jugando alas cartas”

-El trato es muy simple: te unes a nosotros y no te perseguimos como la perra rabiosa que eres hasta dar contigo.

-¿Perseguimos?- susurró Mística alegando el hecho de que hablaba de “ellos”.

-Sí. Somos unos cuantos de los que te imaginas- respondió Marta aprovechando la baza que era que Mística no conociera la existencia de los Caballeros-. ¿Qué me dices?

-Vete al Infierno- le contestó Mística-. ¿Crees que tú, tu jefe en las sombras y los demás que estén metidos en el asunto me dais miedo? Chica, he vivido mucho más que tú, sé de amenazas mucho más que tú y me han perseguido más que a ti. Y tipos mucho más peligrosos que para los que trabajas. Me has pillado con la guardia baja y, aunque no sé quienes sois, me dais igual. Venid por mí. Podéis intentarlo pero os saldrá caro.

Marta Plateada la miraba directamente a los ojos sin dar muestras de ir a contestarla. El hombre que era Mística se levantó del taburete, se arregló la corbata (que en realidad formaba parte de su cuerpo) y saludó a la mercenaria con un leve gesto de cabeza.

-¿Me vas a detener?- preguntó la mutante con descaro.

-No- admitió Marta Plateada

-Lo suponía- el hombre sonrió-. Que tengas buen viaje.

La mercenaria soltó un suspiro de frustración. Aún no podía creerse que hubiese estado negociando y amenazando a una conocida asesina y terrorista para trabajar con ella. Sí, ella era una mercenaria que había contratado a personas de dudosa reputación para su Grupo Salvaje. Pero una cosa era contratar al Hombre de Arena y otra cosa era trabajar con Mística. Había asesinado a inocentes por sus ideales retorcidos sobre la superioridad del homo superior. Había colaborado con algunos de los peores y más crueles mutantes de la historia. Aún no sabía cómo había aceptado irla a buscar por la estúpida lista de Spector. ¿Por la charla que había tenido con él? ¿Por algo más en realidad?

Observó como Mística, transformada en hombre, se dirigía hacia la salida del bar. Sabía perfectamente por qué Mística tenía tanta seguridad en que no la detendría. En el bar había gente y a ambas les gustaba la discreción.

“A la mierda la discreción”, pensó Marta Plateada levantándose del taburete.

“Una cosa es venir a hacer un trato con ella por Marc. Otra cosa es dejarla irse cuando sé que va a matar a alguien”

Marta Plateada sacó su pistola de tranquilizantes, apuntó a la mutante y silbó. Mística se volvió y abrió los ojos sorprendida antes de que Marta le disparase un dardo con un tranquilizante bastante potente en pleno cuello. Sonrió al comprobar que su puntería, como siempre, era perfecta.

La mujer vestida de blanco se acercó hacia Mística, que comenzaba a perder su forma de hombre ante los sorprendidos presentes, debido al tranquilizante que surcaba sus venas con celeridad. Marta Plateada hizo caso omiso de los gritos de exclamación y sorpresa y se agachó ante la mutante.

-¿De verdad pensabas que te iba a dejar ir?- preguntó con una sonrisa.

Mística fue a contestar, incluso intentó levantarse, pero cayó dormida en el suelo enmoquetado del elegante bar de aquel lujoso hotel de Washington D. C.


Horas después. Ciudad de Nueva York. .

Una cansada y agotada Jessica Jones abrió la puerta de su despacho. Levantó la mirada levemente al cerrar la puerta tras de sí, leyendo las letras de imprenta que rezaban el nombre de la oficina de investigación privada que llevaba ella sola. Al cerrar la puerta tras de sí, entrar en su despacho y soltar la cazadora de cuero en el perchero que había comprado en un rastrillo, se dio cuenta de que estaba sola. Completamente sola. Como siempre.

¿Cuánto llevaba así de sola? Era su lugar de trabajo, no era su casa, que estaba cerca de allí, pero en su casa estaría más sola aún. Lo único que haría en su apartamento sería tomar una cena fría o calentar una lasaña congelada, ver un poco de televisión insulsa o algún programa de alto contenido erótico que la haría dormirse más excitada de lo que podía permitirse estando sola y, finalmente, se metería en la cama a dormir.

Se sentó en la silla que había tras su escritorio y suspiró en voz alta, un acto que contrastó lo sola que se encontraba en el despacho. Su mano izquierda se dirigió hacia el botón de la lamparita de su mesa de trabajo y, a medio camino, se paró. La apetecía estar durante un buen rato inmersa en la oscuridad, disfrutándola y regodeándose en ella. Entrelazó los dedos de sus manos tras su cabeza y se inclinó ligeramente hacia atrás. ¿Por qué no había invitado a Spector a repasar el caso en su casa?

“Porque Spector es un chiflado. Has leído su expediente en los Vengadores. Tienen una extensa ficha sobre él. Spector fue mercenario hasta que, traicionado por un compañero de negocios, un asesino llamado Bushman, se le dio por muerto. El dios egipcio Khonshu le resucitó de alguna manera y le convirtió en su sacerdote. Lo preocupante de todo esto no es que Spector resucitase de la muerte o, al menos, eso es lo que decía su ficha, sino que comenzó a inventarse múltiples personalidades que fueron abriéndose paso en su cabeza hasta que le crearon serios trastornos. Puede que por eso me guste... los chicos malos me atraen. Hasta este mediodía, Spector solo me había parecido un rico presuntuoso queriendo revivir sus tiempos de héroe segundón. Creo que es algo más. Todo ese rollo de Steven Grant, filántropo, millonario que renace de sus noticias y reconocido por todos hasta el punto de que todas las cadenas de televisión se pelean por tener hacerle una entrevista, es una gran farsa. La manera en la que me ha contestado hoy... me he excitado. Un chico malo buscando a un criminal. Debería haberle invitado a repasar el asunto de Veneno. Quizás nos hubiésemos divertido”

Jessica Jones abrió uno de los cajones de su escritorio, sacando de él, su petaca llena de Jack Daniels. Le quitó el tapón, miró su reflejo en la reluciente petaca plateada que se había autorregalado en las últimas Navidades y bebió de ella.

“¿Y sobre qué íbamos a trabajar si hubiese quedado con Spector sin tener nada nuevo sobre Veneno? ¿Sobre mi?”

Jessica sonrió levemente con la idea. Hacía tiempo que no estaba íntimamente con un hombre y era una mujer con necesidades. Como todas las demás, pensaba, pero las demás no eran como ella. No eran tan directas. No sabían lo que querían, pero ella sí lo sabía. Quería tener, en ese preciso momento, a Spector con ella.

“Aún no he cerrado el caso. Puede que el próximo día pueda decirle algo si deja de lado su papel de Grant y se presenta como el Marc Spector que es en realidad. Aunque... ¿Estoy así porque de verdad me atrae Spector o porque estoy demasiado sola? Mejor concentrarme en el caso en lo que queda de noche o acabaré demasiado borracha, llamando a Spector y quedándome dormida antes de que llegue. No es la primera vez que me pasa, pero no quiero repetirlo. No mientras llevo mi vida por el buen camino y...”

Miró la petaca de la que acababa de beber. Un brillo de repugnancia por el alcohol por si misma cruzó su mirada durante un ligero instante. Cerró el envase de metal y lo guardó rápidamente en su cajón correspondiente.

“Ya basta de beber por hoy. Pensemos en el caso, pero... ¿Qué caso? Cuando comencé ya tenía poca cosa, pero hoy me he pateado medio Manhattan y nada de nada. En unas semanas tendré pateada toda Nueva York y no habré encontrado ni el más mínimo rastro de Veneno. ¿Cómo encuentras a un tío que tiene un traje que puede hacerle invisible? ¿Un traje que pude cambiar de forma y hacer que tenga ropa nueva cada día de forma gratuita? Que dineral debe ahorrarse al salir de compras ese Brock”

Se inclinó sobre la mesa, suspirando de nuevo, aunque en esa ocasión por no saber qué hacer exactamente para encontrar a Veneno. Al menos sabía que seguía en la ciudad, pero un montón de rumores y cuchicheos entre matones y pandilleros asustados, no le servían de nada si no le llevaban hasta su hombre.

Decidió no darle más vueltas al caso aquella noche. Se levantó y fue a buscar su cazadora. Molestándola la oscuridad y harta ya de ella por esa noche, encendió la lamparita de su escritorio. Se dirigió hacia el perchero junto a la puerta de su despacho, cogió la cazadora, se la puso y, cuando su mano estaba a escasos centímetros del botón que apagaría la poca luz que la lamparita provocaba vio algo que se movía en las sombras, concretamente, en las tinieblas de una de las esquinas del despacho a las que apenas tocaba la mortecina luz.

Antes de poder moverse lo suficientemente rápido hasta la puerta del despacho, una figura salió de las tinieblas, la agarró del cuello y la aplastó contra la pared que había cerca de su escritorio. Jessica intentó desembarazarse de la presa de su misterioso invitado, pero aún usando su superfuerza no conseguía quitárselo de encima. Se dio cuenta de que le aire se le escapaba en apresuradas bocanadas y que su enemigo le agarraba el cuello con una sola mano. Una mano que en realidad era una garra negra con una extraña mancha blanca en el dorso.

Eddie Brock mostró su cara sacándola de las sombras (o quizás estaba fundido con ellas) y miró fijamente a una Jessica Jones que pensaba que iba a morir asfixiada de un momento a otro. Brock aminoró su presa en torno a la garganta de la detective privada para que pudiese tomar aire. El simbionte solo se dejaba mostrar por encima de la mano con la que agarraba a Jessica, quien pensó que el traje negro y la gabardina que llevaba Brock eran el mismo alienígena.

-¿Por qué nos buscas?- preguntó Eddie Brock-. Responde o muere.

Jessica pensó que hubiese sido una idea genial quedar con Marc Spector.

Continuará...


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Referencias:
1 .- “X-Men”
en Action Tales donde se deja claro quién está trabajando en la Patrulla-X y quien no. Lobezno es uno de los que no, como bien indica Marta Plateada.
2 .- Ver la futura serie “Alpha Flight” en Action Tales.

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