X-Men nº14

Título: Perdidos en el espacio (II)
Autor: Nerocles
Portada: Javier Cuevas Garcia
Publicado en: Septiembre 2009

La mitad de los X-Men siguen sus aventuras espaciales junto al Pretor de la Guardia Imperial, Gladiador, que desesperadamente intenta buscar a sus compañeros.

“Seres diferentes y por ello inquietantes. Hijos de la edad del Átomo, mutantes. ¡Temidos y odiados por un mundo que han jurado proteger! Estos son los héroes más extraños...”
Stan Lee y Action Tales presentan:
Creado por Stan Lee& Jack Kirby

Resumen de lo publicado: Tras un rápido encuentro con el miembro de la organización Zodíaco conocido como Cáncer, los hombres-x se vieron transportados (o salvados, quién sabe) hasta alguna nave o planeta del Imperio Shi’ar, en presencia de Gladiador, que solicita su ayuda. En su viaje, han encontrado la señal del guardia imperial Impulso, débil y en un planeta hostil. Se disponen a averiguar qué sucede.


Gladiador respiró aliviado al ver a su compañero, Impulso, aparecer a lo lejos. El guardián imperial huía de la marabunta alienígena que le perseguían, al menos aparentemente.

— ¡Por Dios Todopoderoso! ¿No es ese tu amigo?

—Efectivamente, es mi compañero. Aun hay esperanza – dijo Gladiador-. Mancha Solar, acompáñame para rescatarle. Los demás, poned la nave en marcha, nos reuniremos antes de abandonar la atmósfera del planeta.

— ¿Y por qué yo si puede saberse?

—Los cazadores sidrianos son sensibles al calor. Tus poderes, unidos a mi visión de calor, nos darán la ventaja necesaria para huir.

— ¿SOLO ventaja?

—Son demasiados, obviamente. Yo no estoy a plena potencia y las nubes no te permiten absorber toda la luz posible para estar al cien por cien. Lo más aconsejable es recoger a Impulso y volver a la nave.

—Puedo ayudar –dijo el Hombre de Hielo-.

—Sensibles al calor, Drake – sentenció Gladiador-. Tú eres todo lo contrario. Sube a la nave como el resto, nos vemos sobre las nubes.

Tras asegurarse que todos seguían sus órdenes, el Pretor de la Guardia Imperial se lanzó contra el enjambre. Roberto le siguió tan rápido como pudo, lanzando descargas de energía a los más próximos a Impulso, dándole más espacio para escapar. En cuestión de segundos, habían llegado hasta la posición del recién encontrado miembro del Imperio.

—Por lo más sagrado, Impulso. Por fin tenemos buenas noticias —dijo el Pretor—.

El Guardián Imperial se deshizo en los brazos de su superior, agotado. No se necesitaron más gestos para saber que necesitaban salir de allí con extrema urgencia. Mancha Solar y Gladiador giraron la vista rápidamente, descubriendo la nave, con sus compañeros a bordo, tomando altitud a gran velocidad. El alienígena cogió al mutante bajo un brazo y a su compañero bajo el otro.
—Soy mucho más rápido que tú, debemos escapar de inmediato. Espero que no te sientas avergonzando por la situación.

— ¿Qué otro remedio me queda?

Tomaron el cielo y rápidamente se situaron frente a la cabina del piloto de la pequeña nave. Impulso y Mancha Solar fueron trasladados al interior, pero el Pretor se quedó en el exterior, advirtiendo que los cazadores sidrianos les seguían ahora y que necesitarían una defensa para tener ocasión de salir de allí. Eric el Rojo, sin tanta experiencia como los demás en estas situaciones, no pudo hacer otra cosa que comenzar a rezar ante la visión de una perturbadora nube de color negro aproximándose a ellos.

—El gran jefe dice que salgamos de aquí ahora, él puede sobrevivir en el espacio.

—Ni dos palabras más –contestó Eric, que aumentó la velocidad para escapar de la gravedad del planeta-. Los sistemas de armas en ésta nave son irrisorios, ¿Qué podemos hacer para ayudarle?

—Gladiador no necesita ayuda en estos momentos. Sobrevivirá pase lo que pase, puede largarse de aquí cuando quiera. Pero nosotros no estamos a salvo –dijo Forja-. Salir del planeta es sólo el principio. Una vez llegados al vacío del espacio debemos llegar rápidamente a la nave madre, allí estaremos a salvo. Hasta entonces debo decir que estamos en serios apuros.

La nave, que hasta ahora había ascendido horizontalmente, tomó cierta inclinación y aceleró. El
Pretor les seguía, mirando hacia atrás en todo momento y deteniéndose a cada segundo, cuando era necesario. Llevaba dos o tres cazadores en todo momento pegados a la espalda y a los que no conseguía poder alcanzar con su mirada calorífica, simplemente les atizaba hasta reventar. La situación pareció empeorar cuando, ya fuera de la atmósfera del planeta, los tripulantes de la nave vieron como una gran horda negra cubría buena parte de su campo de visión, engullendo rápidamente la triste figura roja y azul de Gladiador.

—Esto se pone serio, ¿de verdad podrá con todos ellos?

—Confiemos en que sí –dijo Forja.

—Prefiero no confiar. Forja, o Eric. El que esté al mando de dicho control. Levantad el escudo aislante y abrid la escotilla de salida, voy a ayudarle.

—Drake, ¿Qué coño te ha sentado mal ahí bajo? La situación nos supera con creces. Ni con toda la Patrulla-X podríamos vencer ahora. No en el espacio.

—No estoy respirando. No necesito respirar cuando estoy en mi forma helada. No hay un organismo que mantener vivo. Se lo expliqué a Madrox y tú eres lo suficientemente listo como para darte cuenta al instante. No tiene sentido ni que pueda emitir sonidos. Soy un trozo de hielo que se mueve y habla, no voy a congelarme ahí.

Todos callaron y miraron a Forja, que debido a su experiencia se había puesto al mando de la situación de forma natural.

— ¿Estás completamente seguro?

—Sabes que sí.

—A mi me gustaría preguntarte qué tan seguro estás de poder sobrevivir al espacio, Bobby.

—Roberto... je.

— ¿Qué sucede?

—Nos llamamos igual, pero conmigo utilizan un diminutivo. Y soy mayor que tú. No... No pasa nada. Os prometo a todos que estaré a salvo y además, os salvaré. Confiad en mí tanto como yo lo hago en vosotros.

—Hijo – dijo Forja poniendo su mano biónica sobre el hombro de Bobby— si puedes salvarnos, hazlo. Pero luego lárgate y devuélvenos al Hombre de Hielo que habla de forma que yo me sienta más inteligente y que no deja de decir estupideces, ¿De acuerdo?

—Como órdenes.


Desde la perspectiva de Gladiador, las cosas se ponían serias. No era que no pudiese acabar con los cazadores sidrianos y salir volando a velocidades que ellos jamás alcanzarían. Era simplemente que no podía, no mientras sus aliados estuviesen a salvo. No obstante, pese a su gran poder e invulnerabilidad, las constantes descargas energéticas que recibía comenzaban a hacerle mella, como a cualquier otro ser vivo, por excepcional que fuese.

—Por el Gran Imperio Shi’ar, marchaos de una vez amigos míos – dijo para sí mismo, entre el lamento y la esperanza-. No podré retenerlos a todos eternamente.

Se encontraban ya fuera de la atmósfera, cuando mirando por última vez a la nave, creyó ver un brillo provinente de una de sus compuertas. Debía ser su imaginación, pensaba. Al cabo de unos segundos, cuando se decidió a dejar atrás a los cazadores para intentar huir con sus compañeros, no pudo hacer otra cosa que asombrarse ante la figura del Hombre de Hielo, que se posaba frente a él en una plataforma plana, una extensión de su mismo cuerpo, que recordaba enormemente al legendario Estela Plateada, antiguo heraldo de Galactus. Trató de advertirle de que huyera, pero fue en vano. En el espacio los sonidos quedaban ahogados en la oscuridad y frialdad absoluta. El Hombre de Hielo le parecía impasible, no comprendiendo la situación en la que se encontraba, ¿Puede que incluso sonriendo?

—No temas Gladiador – dijo el Hombre de Hielo, aun sabiendo que no le escucharía-. Saldremos de ésta vivos. Os lo prometo a todos.

Bobby Drake comenzó entonces a concentrarse. Nunca había hecho esto, pero con todos los descubrimientos que interiormente había realizado, ¿Podía fallar? No era Dios, obviamente, pero se sentía como uno.

Visualizó frente a él a los cazadores sidrianos, uno por uno. Debían haber miles. Durante un segundo pensó en cómo hacerlo. La temperatura de todos los cazadores era igual, la de Gladiador diferente. No podía equivocarse y herirle. Enfocó a los cazadores de forma que en su mente su representación visual fuera “azul”, el Gladiador sería “rojo”. Entonces todo estaba más claro. Veía en aquel momento no figuras definidas, sino temperaturas corporales, separadas en dos colores. Aunque no lo necesitaba, alzó sus manos por delante de él, con las palmas hacia delante. Intentaba crear la situación más sencilla para concentrar su poder de forma ordenada, así que trataba de simular el uso cotidiano de sus poderes.

Cerró los párpados con fuerza y “tomó aire”. Luego se dejó llevar.
Al cabo de unos segundos estaba inconsciente.


[Interludio]

En algún lugar, no (relativamente) muy lejos de los Hombres-X, en el espacio, se encontraba ÉL. Recordaba su nombre, pero le daba miedo pronunciarlo en voz alta, los enemigos podrían encontrarle fácilmente. Había dividido su cuerpo en un centenar de componentes, rastreadores. Buscaban nutrientes en la tierra, en el aire. Intentando revitalizar algo que ÉL había guardado en su interior. Más o menos, en la parte no-física que los humanos denominaban “alma”. Al principio todo había ido bien, pudo hacerlo lentamente, sin complicaciones. Pero cuando ELLOS llegaron, comenzó a darse más prisa. Sus hermanos jamás le dejarían terminar su cometido.
Todo ser con razón en el Universo suele buscar su razón de existir. Encajar la pieza que es en el inmenso puzzle cósmico. ÉL pensó que su destino era devolver a su mundo a su amigo, aunque para eso primero tenía que devolverle a la vida. Su trabajo estaba, técnicamente, hecho. Pero no podía soltarle en un mundo cruel e inhóspito, dominado por ELLOS. Debía seguir esperando. Esperando que sus viejos amigos se acordaran de ellos. Esperando que un día pudiera volver a saludar aquel planeta que tantas alegrías y penas le dio.
Esperando la resurrección.


[Bobby Drake]

Cuando el Hombre de Hielo comenzó a abrir los ojos, seguía en su forma helada. Su visión volvía a ser normal, distinguiendo colores y formas, pero resultaba borrosa. No necesitaba ser un genio cuando, al ver el techo, descubrió que estaba acostado sobre algo. Giró su cabeza a la izquierda y vio una pared. La giró a la izquierda y se encontró con otro cuerpo; era Impulso, de la Guardia Imperial. Sonrió complacido. Estaba totalmente agotado, pero se sentía satisfecho con su trabajo, pese a no saber dónde estaba.

—Deja de moverte y hacerte el héroe Drake, por hoy al menos – la voz era la de Forja-. Eric, fíjate bien en éste marcador y asegúrate que nunca baje de 50 ni supere los 100, ¿entendido?

—Si, ¿Qué es?

—Lo más parecido a un horno que he encontrado en la nave, me está calentando la cena – sonrió el cheyenne-. Drake, mírame. ¿Sabes lo que has hecho?

—Un poco más despacio. Lo último que recuerdo es reducir la temperatura corporal de los cazadores por debajo de – 10 grados, ¿Lo conseguí?
—Bueno, considerando que había alrededor de cinco mil y que ninguno ha sobrevivido... si, lo conseguiste. ¿Cómo te encuentras?

—Hecho mierda.

—Ese es el Bobby Drake que a mí me gusta. Pero a parte de eso, ¿Cómo demonios lo hiciste?
—Comprendí que, cuando congelo las cosas, no estoy manipulando humedad, como muchos dicen. No necesito humedad ambiental. Manipulo temperaturas. Eso si, con limitaciones. No puedo hacer que las cosas se calienten.

—Pero sí que se enfríen – dijo Forja, intrigado-.

—Hasta donde me plazca, si. Lo de los bloques de hielo, bueno... creo que deben ser una representación de mi ambición por alcanzar algo. Extensiones de mí mismo. Todo ser vivo tiene temperatura y bueno, si, también humedad en su interior. Congelé a esas cosas al unísono, asegurándome de que Gladiador se quedaba fuera de esa ola de congelación.
Se escuchó el ruido de unas puertas abriéndose.

—Y yo te lo agradezco, muchacho. Realmente sorprendente. Y además hemos rescatado a Impulso vivo. Eres algo realmente especial Robert Drake. Entre mi gente, serías conocido como un “caballero del Fénix”. Un elemental, guerreros inmortales que representan la naturaleza y nos recuerdan que el fin y renacimiento siempre debe estar presente en nuestras vidas.

—No creo que...

—Pero lo eres. Un Caballero del Fénix. Hacía generaciones que no se veía uno. Mucho menos uno con tanto poder en su interior.

—...prefiero olvidarlo. ¿Cómo está tu amigo?

—Impulso está estable –respondió Eric El Rojo, que miraba con recelo la máquina de cocina que le había indicado Forja-. No obstante, no ha recuperado la conciencia. Estamos tratando de reanimarle con todo lo que tenemos, pero puede que la única cura sea el tiempo.

—“Cualquier cura es mejor que la muerte”, dice un viejo proverbio Shi’ar.

—“La venganza es un plato que se sirve frío”, dice otro Klingon, Les has dado bien a todos ¿eh Bobby?

—Me alegro de verte, Madrox ¿Dónde está Banshee?

—Está con el chico que pilota nuestra nave. Me apetecía venir a verte y él te ha estado vigilando todas las noches.

—“¿Todas las noches?” ¿Cuánto tiempo se supone que he dormido?

—Tres días – respondió Eric-.

En aquel momento Impulso comenzó a temblar. Todos se giraron hacia él y pronto Forja y Eric, que se habían hecho con el equipo médico, le atendieron. El Hombre Múltiple, que en aquel tiempo se había familiarizado mucho con aquella tecnología al haberse dividido por toda la nave, también corrió a auxiliarle. Los espasmos eran cada vez más violentos y el propio Gladiador tuvo que sujetar a su amigo por los hombros.

— ¿Qué te sucede mi buen amigo? ¿Qué es lo que te ha pasado a ti y al resto de nuestros camaradas?

Un último espasmo echó hacia atrás a todos, incluido al propio Gladiador. Impulso entonces se levantó:

—¡52!¡52! ELLOS VIENEN Y DEVORAN TU ALMA ¡52!¡52!

Y tan súbitamente como empezó a moverse, volvió a su extraño sueño.
FIN


| RELATOS DE LOS X-MEN #1 |

Siempre unidos, pensó Éxodo. Responso estaba con él, tranquila gracias a su influencia mental. Sus poderes psiónicos permitían a la chica absorber la energía residual de los muertos sin necesidad de absorber parte de su psique residual. En pocas palabras, sin volverse loca. Ella no era consciente de todos los pensamientos de su nuevo guía, pero estaba a punto de compartir algunos con él.
-Existe un monstruo llamado Apocalipsis, no sé si lo sabes. Si lo conoces... si la respuesta es afirmativa, puedes guardártela si quieres, pues sé lo que supone el toque de esa criatura. Incluso su sola presencia. Él me hizo como soy, inmortal. Hizo crecer mis habilidades hasta el límite y yo, inexperto, tuve la osadía de creerme el maestro, cuando entonces lo era él. Debo agradecerle que me haya dado tanto tiempo y poder, porque gracias a la experiencia que he ganado, sé que hoy podría presentarle digna batalla en igualdad.

-¿Por qué me cuentas todo esto Bennet? – Preguntó la chica-

El la miró y recordó cuán desquiciada estuvo en el pasado. Adoraba el tono de su voz en la actualidad, tranquilo y tranquilizante, le había dicho él mismo a ella. Mojó sus labios.

-Apocalipsis planea algo. Él me cambió y entonces me hizo suyo, en parte. Siento en mis tripas que se mueve. Que el mundo está en peligro. Estamos en medio de algo grande y surge algo así. Y aun así, en lo único que pienso es...

-Dime, sabes que puedes contármelo.

-Mi único pensamiento es una pregunta. Melody, ¿Estarás tú a mi lado mañana? ¿Me apoyarás en ésta contienda?

Ella se acercó y le besó, sin mediar palabra.

-Tortolitos, tenemos que hablar – el Ejemplar Cantero se movía sobre una plataforma de piedra, cuyo panel de control era una pequeña columna, a su derecha. Se controlaba con un simple joystick.

-¿De qué se trata? –preguntó Éxodo, evitando usar precipitadamente sus poderes

-Problemas y... asuntos “familiares”. ¿Por cuáles empiezo?

-Los problemas.

-Era una pregunta trampa. Ambos van unidos. Un Ejemplar solicita verte.

-¿Su nombre?

-Tempestad.

Éxodo accedió, y pronto tuvo lugar la reunión. Cantero y Responso eran los únicos presentes. La Ejemplar fue la primera en hablar.

-Te agradezco que me hayas concedido audiencia.

-Hablas como si fuera un rey, y no lo soy. Pero habla.

-Te pido asilo en Genosha. He vagado, a veces sola, a veces con alguno de mis iguales, intentando encontrar nuestra humanidad. Nuestro sitio en el mundo. Anunciaste que aquí todo el mundo podría encontrar su sitio. Te hago dueño de tus palabras.

-Y yo las acepto, pero tengo que preguntarte, ¿Qué puedes ofrecer tú que no puedan otros?

-El clima. Al igual que el Dios del Trueno, Thor, controlo la tormenta. Puedo mantenerla alejada si se necesita la luz, acercarla si necesitamos de su lluvia o lanzarla contra el enemigo si somos atacados. Genosha puede brillar eternamente, si me dejas acompañarte en tu viaje.

-¿Y si rechazara tu propuesta?

-Yo... no sabría dónde ir.

-Entonces, sin lugar a dudas, éste es tu lugar. Dime qué necesitas.

-Nada. Ni vivienda, ni comida. Tan sólo éste hogar. Te agradezco enormemente tu regalo. Que
Watoomb traiga prosperidad a Genosha.

Tempestad entonces alzó el vuelo, mientras los tres presentes la contemplaban. Entonces Éxodo pudo admirar toda su belleza pues, aunque en realidad controlaba la tormenta, eso suponía también alejarla, dejando paso a un clima perfecto. Genosha brilló entonces hermosa, como ningún otro día desde que Éxodo había estado allí. Y lo comprendió. Entendió el sueño de Xavier. Entendió las ideas de Magneto. Y vio tan claro como el agua que rodeaba Genosha que, tan fácil como ahora podía parecer que tenía en sus manos el Paraíso, ahí afuera aguardaba el Infierno, y no le daría tregua alguna.

FIN
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