Thor Señor de Asgard nº16


Título: El Crepúsculo de los Dioses (II): El Desafío del Guerrero (III)
Autor: Miguel Ángel Naharro
Portada: J. Alexander Guillen
Publicado en: Agosto 2009

¡Sigue el Crepúsculo de los Dioses! En el reino de los dioses egipcios, Balder el Bravo y sus compañeros luchan sin cuartel contra el Destructor, al tiempo que Thor hace un descubrimiento fatal y es invocado el legendario Estandarte del Cuervo ¡y las fuerzas del mal lideradas por Loki siguen acechando!
“Ha tenido muchos nombres. Vingthor el lanzador, el hijo de la larga barba y enemigo de Hrodr. En su hogar ancestral Hymir le conoce como Veur. Compañero del infeliz Hrungnir le han llamado algunos. Al este del Elvigar, en tierra de gigantes, susurran el nombre de Hloriddi. Su padre le llamaba hijo. Su madre, querido. Y bajo las bóvedas celestes es Thor Odinson, dios del trueno, temor de Jormungand.”
Creado por Stan Lee & Jack Kirby

Resumen de lo publicado: Envueltos en una emboscada en el reino de Svarga, Thor y sus hombres se  enfrentan a Imhoted y sus jinetes demoniacos.
Thor tiene una misteriosa debilidad y siente que ha perdido parte de su fuerza, sin saber que os obra de Keziah, que ha estado absorbiendo la fuerza de Odín de su cuerpo, para dársela a Loki y que este pueda liberar la legendaria Espada de Surtur “Crepúsculo”.
Imhoted esta apunto de acabar con Thor, pero Hogun lo impide, aunque no sin antes perder su mano por la guadaña del demonio. Esto enrabieta a Thor, que degüella al demonio con su misma arma.
Al mismo tiempo, los fuerzas de Loki están atacando Heliopolis, el hogar de los dioses egipcios, donde Balder el Bravo, Caber y Mewandi ayudan a Horus a defender la ciudad.

Todos miraban a los rivales con tensión. Los soldados se habían arremolinado para poder contemplar mejor el duelo. Sin perder detalle, gritaban y vitoreaban, e incluso hacían apuestas sobre quien seria el vencedor en el reto.
Harald era un guerrero asgardiano perteneciente a la guardia de los Halcones Carmesí, el cuerpo de elite de guerreros del reino dorado. Era muy alto y corpulento, le sacaba varias cabezas a su contrincante. En una situación normal, las apuestas estarían claras a su favor. No era así cuando ti oponente era Lady Sif, la doncella guerrera más famosa de Asgard.
- Sin miedo, guerrero. Atácame.- Dijo Sif desafiante.
La hoja de la espada de Harald trazó un arco en el aire, Sif esquivó el ataque de su contrincante, y contraatacó con un rápido mandoble con su espada liguera. A duras penas el gigantón pudo parar con su espada a dos manos el golpe destinado a su costado.
Sif sonrió. Y de nuevo el sonido del entrechocar del acero ensordeció los gritos y vítores del público que estaba observando el espectáculo.
Mandobles y acometidas, paradas y contragolpes les dejaban boquiabiertos. Sin duda eran dos grandes guerreros y era un combate digno de verse.
Harald parecía envalentonarse en cada nueva acometida. Tras un certero golpe, Sif pudo detener la punta de la espada en el último momento. Esto pareció motivar a la diosa guerrera, que lanzó un golpe con su espada, Harald lo paró desesperadamente, pero le desequilibró momentáneamente, lo cual aprovechó Sif para con un veloz movimiento de su pierna, derribar al corpulento guerrero, que cayó como si fuese un árbol segado por un hacha de leñador.
Harald sintió la punta de la hoja de acero en su pecho y la mirada fija, concentrada de Sif.
- Ha sido un buen combate. Te doy las gracias, Harald.- Dijo Sif ofreciéndole su mano para ayudarle a incorporarse.
- ¡Por mi tartán! ¿Qué locura es esta?
Los soldados se dispersaron al escuchar la voz de Leir, que los apartaba con el rostro desencajado.
- Milady, aún estáis débil, no estáis totalmente recuperada de las heridas que se os inflingieron en combate  [1] .- Dijo Leir con la preocupación reflejada en su rostro.
- ¿Vas a ser mi perro guardián, Leir?- Dijo Sif divertida.- Me dolían ya los huesos de permanecer en cama. Mis aposentos se estaban convirtiendo en una auténtica prisión para mí. Ansiaba la libertad, el volver a sentir el peso de una espada en mis manos…
- Entiendo vuestra impaciencia, lady Sif, pero debéis tomaros las cosas con calma.
- ¿Y eso me lo dice la persona más impaciente e impetuosa que conozco?- Dijo con ironía Sif.
Ante este comentario, el celta soltó varias carcajadas escandalosas.
- Tienes razón, como siempre, milady. Es sólo que si te ocurriese algo no podría perdonármelo por el resto de mi vida inmortal.
- Apreció tu preocupación, amigo mío.- Dijo Sif poniendo las manos entre las suyas-.Eir me contó como vigilabas día y noche, estuviste siempre a mi lado mientras me debatía entre la vida y la muerte. Tienes mi gratitud, Leir.
- Y-yo… No podía hacer menos, Lady Sif. – Dijo Leir algo turbado.
- ¿El valiente dios de la lanza y el rayo se esta sonrojando?- Comentó Sif riendo divertida.- Ven, mi valiente guerrero celta, te dejo invitarme a una jarra de hidromiel.
La música se mezclaba con el sonido de las risas y las canciones que cantaban los guerreros ya casi totalmente ebrios por las jarras de hidromiel ya terminadas. La taberna era un ir y venir de personas de toda clase y condición que venían simplemente a olvidar por unas pocas horas los rigores de la guerra. Los soldados de permiso, así como los civiles se mezclaban sólo con el pensamiento de la diversión en sus mentes.
Thor había decidido que necesitaba salir un rato de la corte de palacio, para poder despejar su mente, como antaño siempre hacía, entre batalla y batalla. A pesar de que era consciente de que ya no era aquel joven y bravucón guerrero, que se creía invencible y capaz de las más grandes hazañas. Los siglos habían ido pasando y aquel joven se transformó en un hombre más responsable, que recordaba con algo de añoranza aquella etapa de su vida.
Una camarera tropezó y derramo parte de su bandeja sobre Thor. La muchacha, al reconocer su rostro, se arrodilló e imploró su perdón.
- Levántate, muchacha. Sólo soy un cliente más en este local. Debes tratarme como uno más.- Dijo con voz tranquilizadora.
La muchacha le sonrió agradecida y tras recoger los restos del contenido de su bandeja, regresó a la cocina.
- ¡Thor! ¡Estos viejos ojos me deben estar engañando ya! ¿Qué se te ha perdido lejos del trono, amigo?
Thor no pudo evitar sonreír al ver al viejo y risueño Volstagg, que llevaba en una bandeja varios manjares amontonados para degustarlos más tarde.
- Volstagg ¿nunca esta saciado tu apetito?
- ¿Acaso se sacia alguna vez el hambre de un león?- Contestó Volstagg bebiendo de una copa de vino.- ¿Y no soy yo el león de Asgard?
- Claro que si, no podría ser de otra manera, viejo amigo. He venido a dejar las preocupaciones aparcadas fuera y poder distraer mi mente en otros placeres.- Comentó Thor dando una amplia mirada a la taberna y su clientela.
- Pues has venido al sitio adecuado.- Volstagg hizo un gesto a una de las camareras, que se acercó a tomarles nota.- A mi tráeme dos jabalíes bien asados y mi amigo que tomé lo que quiera…
La joven le miró con cara de incredulidad.
- Para mí una jarra de hidromiel. Y trae la comida que ha pedido mi compañero de armas, créeme, su apetito es voraz.- Observó Thor riendo.
Los ojos de Thor se fueron a un rincón de la taberna, donde en una mesa solitaria se sentaba con la mirada perdida y pensativa alguien que conocía muy bien.
- ¡Hogun! ¡Me alegro de verte!
La sonrisa de Thor se borró al posarse su vista en el muñón de su amigo. Desagradable recuerdo de la lucha con Imhoted con el que debería vivir el resto de sus días. [2]
Aunque siempre era difícil poder adivinar lo que pasaba por la mente de Hogun, no en vano nunca dejaba que se mostrasen sus emociones en su rostro, los ojos del hosco guerrero denotaban una tristeza que nunca recordaba haberle visto a Hogun.
- Thor, Volstagg… Quería hablar contigo, Thor.- Dijo Hogun
- ¿Sí? ¿Cúal es el tema que quieres tratar conmigo, Hogun?- Preguntó Thor mientras tomaba asiento en la mesa.
La camarera sirvió la jarra de hidromiel a Thor y dos camareros fornidos trajeron los dos jabalíes cocinados para regocijo de Volstagg.
- Tenía que decírtelo en persona. Dimito, Thor. Ya no puedo ser útil en esta guerra. Sólo seria un estorbo y no quiero que nadie muera por mi culpa. Es mejor que no este en el frente en estos momentos.
Volstagg pareció atragantarse con un trozo de carne al escuchar esas palabras. Thor dejó la jarra de hidromiel encima de la mesa y miró fijamente a Hogun.
- ¿Cómo puedes decir eso? Te necesito. Hay pocos hombres a los que confiaría mi vida y tu estas entre esos pocos elegidos, viejo amigo. Una herida de guerra no hará que te arrebate mi confianza,
Hogun. Con guerreros como tú ganaremos esta guerra, estoy seguro.
- ¿Acaso no lo ves, Thor?  Sólo soy un tullido. Nunca volveré a ser el guerrero que fui. Hogun el torvo no volverá a ser el guerrero temido por sus enemigos.
- ¿Me traicionan mis oídos? ¿Fue mi padre debilitado al perder su ojo en el pozo de Mimir? ¿No perdió Tyr su mano en las fauces de Fenris? Y te  estoy hablando de dos de los más grandes guerreros de la historia de Asgard. No te infravalores, viejo amigo. No me abandones en este preciso momento…
Antes de que Hogun pudiese responder ante el discurso de Thor, se volvieron ante un alboroto que se había formado en una parte de la taberna. La gente se apartaba y pudieron ver que se trababa se un grupo de guerreros olímpicos, pertenecientes a los destacamentos del ejército del Olimpo enviados a Asgard por Zeus. A la cabeza del grupo se hallaba Ares, el dios de la guerra, y su hermano Apolo.
- ¿Son estas nenazas asgardianas con quienes tenemos que compartir bando en el frente de batalla? Hasta una mujer olímpica es mejor guerrera que cualquiera de vosotros.- Dijo Ares señalándoles a todos.
- Ares, compórtate…- Dijo en voz baja Apolo a su hermano.
- Zeus me dio el mando de las tropas olímpicas en este conflicto, Apolo. Puedo decir lo que quiera sin que me puedas decir nada ¿Acaso nadie tiene lo que hay que tener para retarme?
- Como siempre, Ares, tu boca te pierde.- Dijo Thor.
Pudo sentir como todas las miradas se clavaban en él. Ares se acercó a la mesa donde estaban. Thor notó el aliento al alcohol del olímpico. Estaba claro que hasta el dios de la guerra necesitaba liberar tensiones de vez en cuando.
- Vaya, vaya, si es Thor, el monarca de este reino de asustadizas doncellas.- Dijo Ares arrogante.- Si no fuera por que ahora eres rey, te Daria una buena lección, dios del trueno. Si eres un rival digno...
He oído que has perdido gran parte de tu fuerza...
- Estas mordiendo más de lo que puedes tragar, Ares.- Le dijo al oído Apolo
La taberna al completo aguardaba en silencio la respuesta de Thor.
El señor de Asgard se incorporó y mostró su mano a Ares.
- ¿Ves este anillo? Es el sello real del reino dorado.- Dijo Thor que rápidamente se lo quitó del dedo.- Ahora sólo soy un asgardiano más. ¿Sigues queriendo pelear conmigo?
Ares fue a decir algo, pero un grito le interrumpió.
- ¡No! No debes mancharte las manos, Thor. Déjame a mí.- Dijo Hogun, que se había interpuesto entre los dos.
Thor asintió y se apartó detrás de su amigo.
- No lo puedo creer. El poderoso Thor se defiende tras un tullido mutilado para que lo proteja. ¿Acaso el señor de Asgard es un cobarde?- Se jactó Ares girándose para mirar a sus hombres.
Ni siquiera vio venir el primer golpe. Con su mano sana, Hogun dio de pleno en el mentón del olímpico, que cuando quiso responder con un tremendo derechazo, fue esquivado con la habilidad que sólo tiene un guerrero curtido en mil batallas.
Sin tiempo de reacción, le golpeó con su pie una de sus rodillas. Ares gruñó de dolor y se tambaleó. Enfurecido, se lanzó como un toro desbocado contra Hogun. Este saltó por encima de él, dándole un golpe en la sien que dejó aturdido al dios de la guerra.
Un codazo en el plexo solar lo dejo doblado de dolor, hasta que finalmente cayó derribado.
Los hombres y mujeres del local empezaron a corear el nombre de Hogun.
Thor se acercó a su amigo y le dio una palmada en la espalda.
- Parece que no has perdido tu habilidad, viejo zorro.- Comentó sonriente Thor
- Y también puede ser que Ares estuviese tan atiborrado de alcohol que no fuese un rival digno para casi nadie de los presentes… Aún así, quizás tuvieses parte de razón, Thor.
- Tenemos que celebrar tu regreso, Hogun. Y recordar viejas hazañas con una buena jarra de hidromiel en nuestra mano.
Ares abrió los ojos, pensando en que beber tanta hidromiel y cerveza sin descansar en varios días desde que llegó del Olimpo no fue una gran idea. Notó que no podía moverse, algo se lo impedía. Miró para arriba y vio el risueño y sonriente rostro de Volstagg.
- ¿Cómo te atreves? ¡Quítate de encima, gordinflón!
- Has perdido el reto con Hogun, pero te doy la posibilidad de revancha, dios de la guerra. ¿Acaso hay mayor hazaña que puedas lograr que liberarte de la presa letal del león de Asgard?
-¡Pagarás cara esta osadía, barrigón! ¡Nadie humilla de esta manera al dios de la guerra!
- Oh, cállate y mientras tratas de liberarte, te contaré como Thor, Fandral, Hogun y un servidor conseguimos realizar el juramento de sangre hace ya mucho tiempo atrás…
                                                               

La batalla proseguía su curso en Heliopolis, con resultado incierto. Los defensores de la ciudad, bajo el liderazgo de Horus, dios del sol, mantenían firmes sus líneas ante el empuje de las hordas invasoras.
Espadas, lanzas y hachas golpeaban y herían a ambos bandos. Las hachas golpeaban los escudos con sonido sordo. Los arcos silbaban y el cielo se llenaba de flechas que derribaban a sus objetivos. Horus soltaba órdenes a sus hombres, disponiéndolos de la mejor manera para orquestar la defensa de la fortaleza.
El androide rigeliano cuya designación era el Registrador, observaba y registraba todos los acontecimientos con mucha atención. Se volvió hacía Balder el bravo, Caber y Mevanwi. El asgardiano limpiaba la hoja de su espada, manchada con la sangre de un oponente caído.
- Observación: El ejército enemigo es claramente más numeroso y no dejan de llegar refuerzos cada minuto que pasa. La opción más lógica es una retirada mientras aún se tienen vías de huida.- Dijo el androide.
Balder oteo el horizonte y sus ojos veían a incontables enemigos que se movían como una marabunta que arrasa todo a su camino.
- Puede que tenga razón, Horus. Las defensas no resistirán eternamente.- Dijo Balder.
- ¡Nunca! ¡Mi hogar no será mancillado por esta carnada de cuervos!- Gritó Horus
Varios guerreros sumerios habían conseguido colarse en la muralla, y corrieron espadas en mano hacía el dios egipcio, elevando un gritó de guerra.
Horus esquivó el primer mandoble, no dando opción a su oponente de volver a atacarle. Del arma en forma de ka que llevaba en su mano salió un haz de energía dorada que le derribó. Una flecha pasó silbando por delante de Horus, y este pudo observar que Mevanwi conservaba perfectamente su puntería, la flecha se clavó en la garganta del sumerio, que se llevó las manos al cuello, de donde brotaba sangre en gran cantidad, en pocos segundos cayó muerto.
La espada de Balder dio buena cuenta del otro sumerio. Horus miró con despreció a los enemigos caídos a sus pies.
- Espero que ardan en el infierno que les corresponda por toda la eternidad. Ellos y todos los dioses que han elegido unirse a Loki.- Dijo Horus.
Sumerios, aztecas, hindúes… A cada día, los aliados de Loki no hacían nada más que acrecentarse.- Reflexionó Balder.
- Balder, ¡mira!- Dijo Caber, el dios celta de la velocidad señalando algo con su mano.
La vista de halcón del dios asgardiano alcanzó a ver una figura metálica que avanzaba pesadamente hacía las puertas principales de la ciudad, haciendo caso omiso de las flechas y lanzas que le lanzaban con la intención de derribarle.
Horus vio una repentina alarma en los ojos de Balder.
- ¿Qué ocurre, asgardiano?
- ¡Por la sangre de Odín! ¡Es el Destructor!
Hasta Heliopolis habían llegado los ecos de historias sobre el temible Destructor. No en vano, fue
fabricado por Odín, el antiguo señor de Asgard, para enfrentarse a los seres conocidos como los Celestiales.
Las puertas de la capital del reino egipcio habían permanecido invioladas durante eras. Con docenas de hechizos y encantamientos de protección, las puertas eran impenetrables. Ningún enemigo fue capaz de traspasar sus puertas en los numerosos conflictos y guerras que fueron pasando a lo largo de los siglos. Hasta ahora. Por que ninguna criatura como el Destructor había osado atacarles.
Las lanzas y las flechas se quebraban al chocar con su coraza. Modi fijo su mirada en las legendarias puertas de Heliopolis y chispas de energía pura empezaron a salir despedidas de su yelmo.
- ¡A cubierto!- Gritó Balder.- ¡Esta abriendo su visor!
Una onda de choque de fuerza incontrolable surgió al abrirse el visor del yelmo. La explosión de energía fue tan grande que todo se iluminó con un resplandor cegador.
Una nube de polvo y escombros se levantó, cuando este se despejó, se pudo observar que las antaño todopoderosas y mágicas puertas de la ciudad eran sólo un montón de cenizas.
- ¡Han abierto brecha! ¡Es imposible! ¡Nadie ha mancillado la entrada de la ciudad nunca!- Exclamó Horus.
- Me temo que nunca os habéis enfrentado a un poder como el del Destructor.- Apuntó Balder.-
Debéis replegar vuestras fuerzas, el enemigo se abrirá pasó sin piedad y asesinará a hombres, mujeres y niños sin contemplaciones, Horus.
 Uno de los edificios se había venido a bajo por la fuerza de la explosión, varios soldados se esforzaban en extinguir las llamas y abrirse paso a través de los escombros para tratara de rescatar a los supervivientes. Los oficiales  esperaban órdenes, los soldados se miraban atemorizados...
Las tropas invasoras, a través de la brecha abierta por el Destructor estaban entrando en oleadas. Los sorprendidos guerreros egipcios se veían impotentes ante su avance.
-¡No! ¡Me niego a rendirme ante estos bastardos!- Gritó Horus, que levantando su Ká voló y aterrizó ante varios oponentes, que sufrieron la ira del dios de l sol egipcio.
Balder, Caber y Mevanwi corrieron a su lado, junto a un buen numero de sus hombres.
El Registrador Rigeliano flotaba en el aire, observando todo lo que estaba ocurriendo.
El Destructor aplastó el cráneo de un guerrero egipcio sin ningún esfuerzo.
-¡Tú! ¡Enfréntate si te atreves a Horus, dios del sol!
El Destructor apenas se inmutó y se pudo escuchar unas carcajadas metálicas y frías, sin apenas atisbo de humanidad en ellas.
-¡Nadie puede detenernos! ¡Convertiremos vuestro reino en escombros y mataremos a toda tu gente!
Horus descargó toda su furia y su fuerza en un tremendo golpe con su Ka. El Destructor se quedó inmóvil mientras recibía la lluvia de golpes del dios del sol.
- Mi turno.- Dijo el Destructor.
Se escuchó el crepitar de la energía que surgió de los dedos blindados del Destructor y haces de fuerza impactaron con violencia contra Horus.
Balder abrió mucho los ojos al escuchar los gritos de agonía del egipcio. El cuerpo de Horus cayó al suelo totalmente abrasado y quemado.
- ¡Has acabado con Horus!- Gritó Balder.
El asgardiano blandió su espada contra el poderoso adversario y esta se quebró en varios pedazos al chocar contra su coraza imbatible.
- ¿Eso es todo lo que podéis hacer? Sois insignificantes insectos que aplastaré con mis pies sin ningún esfuerzo…
El Destructor apartó a Balder con un leve empujón que hizo que el asgardiano saliese despedido.
Una veloz estela de colores rodeó al blindado oponente, creando un torbellino a su alrededor.
- ¿Te encuentras bien, Balder?- Preguntó con preocupación Mevanwi.
- Si… No podremos derrotar al Destructor, es un rival digno del mismísimo Thor.- Dijo Balder incorporándose con dificultad.
Caber corría cada vez con más velocidad, intentando distraer lo más posible a su enemigo.
Hasta que el Destructor pareció cansarse de que el dios celta de la velocidad diese vueltas a su alrededor. Con un movimiento que parecía imposible para alguien de su tamaño y peso, atrapó a Caber por el cuello, levantándolo del suelo y presionando con fuerza en el cuello del celta.
-¡Suéltalo!
Una fuerza conmocionadora alcanzó al Destructor. Una figura alada descendió para situarse a su nivel. Tenía cuerpo de hombre, cabeza de halcón y grandes alas que le surgían de la espalda. En sus manos sujetaba una vara en cuyo extremo estaba el sagrado símbolo del Ka.
- Horus ¿eres tu?- Preguntó incrédulo Balder.
- Así es, asgardiano, el Destructor acabó con uno de mis aspectos, ahora he adoptado el del halcón.- Dijo Horus.
- Acabaré con esta forma tan fácilmente como hice con la otra.
Horus comenzó a hacer girar con velocidad su vara.
- Hay fuerzas que incluso tú debes temer, Destructor. Y poderes que escapan a tu comprensión.- Dijo el dios halcón mientras se iba formando un haz de luz alrededor de su vara.
-¡Lanza tu mejor golpe! ¡No podrás derrotarme!
Un rayo de luz salió despedido en dirección al temible Destructor, pero cuando estaba apunto de alcanzar su objetivo, algo interfirió su trayectoria, lo que parecía una maza de guerra.
- ¡No! Si quieres dañar a mi hermano ¡tendrás que pasar por encima de Magni!
El joven guerrero de melena pelirroja recogió su maza que regresó a su mano y se encaró a Horus.
- ¡No necesito ninguna ayuda!- Dijo molesto el Destructor.
¿Hermano?- Pensó Balder.
- Es hora de la retirada.- Dijo Horus, y con un movimiento de su vara, Balder, Caber y Mevanwi se vieron arrastrados por una fuerza que los hizo levitar fuera del alcance de sus enemigos.
- ¿Has cambiado de opinión? Pensaba que la retirada no estaba en tus pensamientos.- Comentó Balder.
- Esta forma es más sabia y reflexiva que la de mi anterior aspecto, Balder. No sirve de nada morir aquí, habremos perdido una batalla, pero no la guerra.
El androide Registrador se situó al lado de los dioses, que ya se hallaban por encima de la ciudad egipcia.
-  Advertencia: Mis sensores detectan varias brechas en las barreras dimensionales.- Observo el Registrador.
En el cielo se abrieron varios portales de donde empezaron a surgir decenas de soldados enemigos y criaturas aberrantes. Balder se fijó en que de uno de ellos cruzó una embarcación voladora que reconoció muy bien. Se trataba de barco Naglfar, nave hecha con las uñas de los muertos del reino de Hell y cuyo capitán era el gigante Hrym, que se suponía surcaría el cielo en el Ragnarok. Pudo observar como de otro de los portales se desplegaban tropas con vestimentas greco-romanas y una pareja de gigantes de cabellera rubia que Balder identificó como los olímpicos Titanes de Cresta Amarilla. Las fuerzas del mal de todas las partes del cosmos se habían aliado con Loki en esta guerra ¿tenían alguna posibilidad de salir victoriosos de semejante reto?
- No temas, Balder. He ordenado que se evacue la ciudad, tenemos pasajes subterráneos en el subsuelo que permitirá a gran parte de mi gente salir con vida. Tendremos la oportunidad de una revancha, te lo puedo asegurar.
- Has cambiado para mejor, Horus.- Dijo con una sonrisa.- Será mejor que nos dirijamos a Asgard, allí darán refugio a tu pueblo.
En las profundidades de la tierra, existen lugares llenos de maravillas inimaginables, donde viven criaturas ajenas a los dioses desde épocas remotas. En el Nidavellir, reino de los enanos, los yunques de los herreros resonaban con el golpe de la maza sobre puntas y hojas de acero. Había una actividad frenética, más incluso de lo habitual en los hornos de Eitri, señor de los enanos y el mejor maestro herrero de su raza. Las grandes forjas de los enanos eran un lugar donde se han creado algunos de los objetos más maravillosos, hermosos y prácticos desde el inicio de los tiempos.
- Gloi ¿Lo has traído contigo?- Dijo Eitri a su amigo.
El herrero enano dejo en el suelo un cofre. Eitri lo abrió con sumo cuidado y en su rostro se observó cierto desanimo al contemplar su contenido.
- Mi corazón se estremece. Ojala me hubiese quedado ciego para no llegar a ver a mi mayor creación rota y sin vida. Pues aunque los dioses y los hombres creen que nuestras creaciones son objetos inanimados y muertos, para nosotros tienen luz y vida y una voz que sólo nosotros podemos escuchar. Es hora de que la canción vuelva a ser escuchada, y temida.
Eitri cerró de nuevo el cofre y con un gesto atrajo a sus maestros de la herrería alrededor suyo.
-¡Encended los hornos! ¡El tiempo apremia! ¡Debemos superarnos a nosotros mismos!- Gritó el señor de los enanos a sus hombres.

                                                     

En una finca situada en las lejanas praderas de Asgard, Helgi disparó la flecha con su arco compuesto e hizo un buen tiro en la diana.
- No superarás eso, Finna. Una mujer no puede competir con el brazo fuerte de un hombre.- Dijo él con una sonrisa de autocomplacencia que no resulto ajena a la mirada de Finna.
La joven se recogió el largo cabello rubio en una coleta y sacó una flecha de su carcaj.
- Mira como dispara una verdadera guerrera de Asgard, Helgi.- Comentó Finna justo cuando soltó la cuerda y la flecha salió volando a toda velocidad.
La flecha dio en el centro mismo de la diana y la joven levantó los brazos e n señal de victoria.
- No te sientas mal, Heigi. Finna es la mejor arquera de esta parte de Asgard, no tenías nada que hacer.- Dijo Ivar Bjarni fumando en su pipa de madera y acariciándose su larga barba blanca.
- No te preocupes, Heigi, te daré la revancha. A ver quien de los dos es capaz de traer más piezas para la cena en la caza de hoy.- Dijo Finna a su amigo.
Ivar Bjarni giró su cabeza al escuchar como sonaba la campana.
- Mmm..... Parece que tenemos visita, y eso no suele ser habitual en los últimos tiempos.- Dijo el anciano.
Jora se encontraba frente a dos jinetes que estaban desmontando. Sin duda eran caballeros de la corte de Asgard, pensó Finna. Al mirar a uno de ellos ahogo una exclamación. Su rostro… Era similar el de un equino, no al de una persona. Había oído historias referentes a un extranjero que era como un hermano para el monarca de Asgard, cuyo aspecto era muy extraño a los ojos de los habitantes del reino dorado, pero nunca pensó que lo fuese de esa forma.
- Ivar Bjarni, Heigi y Finna os presento a Billy Rayos Beta y a Thialfi. – Dijo la amable anciana.
- ¿Qué os trae a Hranfell, la sede del estandarte, nobles caballeros?- Dijo Ivar Bjarni.
- Venimos en nombre de Thor, señor de Asgard. Ha llegado el momento, la convocatoria del Estandarte del Cuervo es necesaria.- Dijo Billy Rayos Beta.
- No he escuchado muchas historias acerca de ese estandarte.- Comentó Billy Rayos Beta. 
- ¿Tan mal están las cosas por el reino? Se escuchan historias, pero…- Comentó Heigi.
- Vivimos en tiempos tenebrosos en estos momentos, joven, pero bajo el liderazgo de Thor no debemos temer nada.- Observó Billy.
- Debes estar orgulloso. Llevar el estandarte a la batalla es todo un honor para el elegido.- Dijo Thialfi poniéndole una mano encima del hombro.
- No es Heigi quien será el portador del estandarte, caballero.- Dijo Ivar Bjarni.
Billy Rayos Beta frunció el ceño.
- ¿Tu serás quien soporte? Tienes muchos inviernos a tus espaldas…
- Finna Greyval será la portadora del estandarte. Es la descendiente natural de la familia de los portadores, ya que sus padres no tuvieron más hijos.
Billy Rayos Beta miró a la joven y se estremeció. Según cuenta la leyenda, quien porta el Estandarte del Cuervo tiene la victoria asegurada, pero aquel que tiene el honor de llevar la enseña siempre muere en la misma, tal es la magia del estandarte.
¿Debía llevar a esta muchacha al palacio de Asgard a sabiendas de que su destino estaba sellado?



Como uno de los generales de los ejércitos de Loki, Wrarrl, el Devorador de Almas pasaba revista a sus interminables tropas. Notó una punzada de dolor en encostado de su cara y se llevó la mano a la cuenca vacía, obra de una flecha de una guerrera celta que acompañaba al asgardiano Balder. Saldaría cuentas con ambos cuando llegase el momento de cruzar sus caminos de nuevo.
Siguió centrado en su faena, sin dejar de admirar como su número crecía y crecía sin límites a cada día que pasaba, pronto serian invencibles.
Esta idea le resultó graciosa y llevó su mano a la bolsa de su cinturón, donde sacó un puñado de gusanos que se retorcían, que no eran si no almas de sus victimas preparadas para ser engullidas por el demonio.
En un estante había un cierto número de fetos humanos que flotaban en un fluido preservador, el aire estaba cargado del hedor de la podredumbre. Había intrincados pentagramas y símbolos trazados en el suelo con tiza, mapas y viejos pergaminos desplegados sobre una mesa.
Hela, la diosa de la muerte, pisaba por primera vez las estancias de su padre y se preguntaba cuanta locura no habría en los actos de su padre y a la vez aliado, pero en parte esa locura le podría conducir a una victoria sobre sus enemigos.
- ¡Que inesperado! La hija visitando a su padre ¿a que debo este honor?- Dijo Loki que acababa de salir sin hacer sonido alguno de algún rincón de sus aposentos, sin que Hela se hubiese dado la más mínima cuenta.
- Vengo a informarte, padre. La mayoría de dioses de la muerte de los panteones divinos estarán de nuestra parte.- Dijo Hela.
  
Loki se echó a reír como un enajenado.
- Magnifica noticia. ¿Y como no iba a ser así? Cuando acabe este conflicto, habrá suficientes almas para llenar mil infiernos donde podréis torturarlas hasta el fin de los tiempos.
- Dime, padre ¿Qué planes tenéis para el hijo de Odín?
- Hm... Denoto interés especial en mi hermanastro… Más de una vez quisiste emparejarte con él, pero te rechazo una y otra vez ¿no es cierto?- Comentó Loki.
- Eso es algo del pasado. Quiero que me garantices que podré apresarlo en el reino de Hell hasta que se hiele el reino de Surtur.- Observó Hela.- Le haré pasar por tormentos inimaginables y me suplicará el perdón una y mil veces.
- Ah, un alma tan pura, es como poner una golosina delante de un niño, no puedes e vitarlo, hija mía. Me temo que no podré complacerte. El destino de Thor solo me compete a mí y a nadie más.
- ¡No! ¡Me he ganado ese derecho! ¿Acaso los ejércitos de almas de los muertos no se sumarán a tus fuerzas? ¿No tendrás el letal toque de la muerte de tu lado? ¡Thor tiene que ser mío!
- ¡No olvides cuales tu lugar, mujerzuela!- Gritó Loki.
Extendió uno de sus largos dedos acabados en una afilada garra y fue moviéndolo, dejando una estela de fuego azul allá por donde se movía.
Hela se sintió inmóvil y paralizada. Y Loki se acercó a ella y le puso una mano en su barbilla.
- Por más que seas mi hija, eso no evitará que te de de comer a los cuervos si no eres respetuosa… Si alguien tiene derecho a ver sufrir a mi hermanastro es Loki, ¡Loki y nadie más! ¿Entendido?
Loki movió su dedo, y una agonía atroz cruzo el cuerpo de la diosa.
- Thor me ha humillado una y otra vez, siempre ha desbaratado mis planes, él y todos y todos los pomposos dioses de Asgard se han atrevido a tratarme con un bufón… Pero esta vez no, esta vez será
Loki quien se ria sobre sus restos descarnados…  Será Loki quien saldrá triunfante finalmente…
Volvió su atención hacía Hela, como si hubiese reparado de nuevo en su presencia. Hizo un gesto, y la monarca de Hell recuperó la movilidad de nuevo.
- Puedes marcharte, hija mía. Tengo asuntos importantes que atender.
Hela iba a replicar, pero finalmente decidió que era mejor guardar silencio. Tras cerrar las puertas de los aposentos de Loki, una mueca demacrada intentaba simular una sonrisa. Ve con ojo, padre, quien sabe si al final será tu alma quien acabará residiendo eternamente en los oscuros rincones del reino de Hell…
Con este pensamiento, Hela se alejó de allí, con paso firme.




Al inicio del día, el gallo Gullinkambi despertó a los Einherjar, los elegidos para habitar en el Valhalla, el hogar donde van los guerreros caídos con honor y con valentía, esperando durante toda la eternidad para combatir en el Ragnarok, el fin de los tiempos.
En los amplios salones del Valhalla, los valientes guerreros combatían entre ellos, mostrando su bravura en el arte de la guerra, bajo la atenta mirada de una figura en la penumbra, presidiendo una larga mesa y vigilándolo todo atentamente con su único ojo.
El sonido del entrechocar del metal contra metal, de la espada contra espada, fue silenciado cuando la figura se levantó y alzó una de sus manos.
Todos se arrodillaron ante él en señal de respeto. Todos excepto uno. Le hizo un gesto para que se acercase.
- Lo lamento, mi señor, pero Skurge el Verdugo no se arrodilla ante nadie. Ni en mi anterior vida ni en ninguna otra.
En vez de enojarse, esto pareció divertirle y rió. Les ordenó reincorporarse nuevamente.
- La hora ha llegado, héroes del Valhalla. Skurge, tu pericia con el hacha será más necesaria que nunca en estos momentos. Capitanearas a los Einherjar y los llevarás a la victoria.
- ¿Yo líder de los Einherjar?… No tengo palabras, sire, no creo ser merecedor de tal honor.- Dijo Skurge bajando la mirada.
- Lo serás, Verdugo, lo serás. El señor de Asgard necesitará de vuestra mano en esta batalla ¡No lo defraudéis! ¡Alzaos valientes! ¡Desenfundad las espadas, héroes del Valhalla!
Los guerreros estallaron en un clamor. La espera había concluido, por fin podrían volver a demostrar su valía.
- ¿Y vos, mi señor? ¿No os uniréis a la batalla?- Observó Skurge.
- Todo en su debido momento, Verdugo. Me uniré a vosotros cuando sea preciso, no antes. ¡Apremiaos! ¡Cabalgad ahora, la supervivencia de toda la realidad esta en juego!
Los majestuosos salones quedaron vacíos y observó en silencio como partían en post de una batalla que quizás nadie podía ganar.

                                                     

Thor se hallaba en sus aposentos, con aire pensativo tras un relajante baño que le había dado nueva vitalidad para poder afrontar el merecido descanso.
Sonrió cuando noto como unos brazos le rodeaban la cintura y como los labios de  Brighid entraban en contacto con los suyos.
- ¿En que piensas, amor?- Dijo la celta con voz melosa.
- Me han informado de que Heliopolis ha caído bajo el poder de las fuerzas de Loki.  Primero Avalón, luego Svarga y ahora Heliopolis ¿Cuál será el siguiente reino en caer? Puede que la misma Asgard…
Los labios de Brighid fueron bajando por el cuello el monarca.
- No dejes que las preocupaciones enturbien tus pensamientos, Thor. Todo se solucionará pronto, más pronto de lo que crees…
- Ojala tuviese tu entereza, Brighid. La maldad de Loki parece no tener fin. En verdad a veces pienso si no erré al no acabar con él cuando tuve ocasión en Avalón.- Dijo con algo de tristeza en sus ojos. Aún con todo el mal que le había causado su hermanastro, seguía siendo su familia, con quien creció y con quien pasó su infancia y gran parte de su vida. No le era fácil desear su mal y mucho menos su muerte, aunque sabía que si llegaba el momento, no tendría opción.
- Yo te haré olvidar, mi rey…- Dijo Brighid besándole.
Thor la abrazó y abrió mucho los ojos al ver durante unos instantes que el hermoso rostro de su amada esposa estaba cambiando. Por un momento era el de una anciana decrepita, con verrugas y arrugas por todos lados y al instante siguiente era el de una hermosa joven con larga melena castaña y ojos malignos.
El dios del trueno la apartó bruscamente de su lado.
- ¿Qué brujería es esta?- Exclamó asombrado Thor.
- ¿Acaso no soy bella, mi señor?- Dijo Brighid.
Thor se frotó los ojos y de nuevo volvió a ver el hermoso porte de su esposa.
- Y-yo, por un momento creí… Debo estar más agotado de lo que creía.
- Túmbate, esposo mío y yo te ayudaré a relajarte.- Dijo ella con una sonrisa conciliadora.
Los dos se tumbaron en la cama, y como dos amantes que eran empezaron a acariciarse y besarse apasionadamente. Thor sintió los dedos de Brighid deslizándose por su espalda, con ternura, hasta que de improviso, notó como sus uñas se clavaban en su carne hiriéndole.
Sus ojos buscaron a los de su esposa, y encontró unos ojos crueles y malignos.
Thor se revolvió, con las garras clavándose más profundamente en su espalda, con un brusco movimiento de sus brazos, lanzó a quien creía su esposa fuera de la cama.
- ¿No te gustan mis caricias, amor?- Dijo ella sonriente, mostrando unos dientes podridos y negros.
Con un simple gesto, Thor hizo aparecer en su cuerpo desnudo su armadura y su yelmo, así como a Gungnir en su mano.
- ¿Quién eres, engendro? ¿Qué has hecho con mi esposa?
- Pobre infeliz. ¿No notaste que no era tu adorable Brighid con quien yacías cada noche y con quien compartías tu lecho? – Dijo Keziah acariciando a su familiar que se retorcía en su hombro.
- ¡Mientes!
- Oh, en el fondo sabes que es así, pero te da miedo saber que has estado quitándote enfrío de las largas noches con otra mujer sin advertirlo… No subestimes el poder de la magia negra, Thor.
- Si le has puesto una mano encima a mi esposa ¡lo pagaras caro! ¡Lo juro por mi honor!
Keziah soltó una risita malévola y dejó a su familiar en el suelo. Su cara, que era diabólicamente humana sonrió para mostrar una hilera de dientes afilados. La criatura empezó a crecer con velocidad hasta superar en altura al mismísimo Thor.
- Mi familiar mágico no se ha tomado muy bien tus amenazas, dios del trueno.
La criatura chilló con un sonido desagradable y se lanzó sobre Thor con sus zarpas dispuestas a destrozar al hijo de Odín.
Con un saltó evito el primer golpe, clavándose las garras en el mismo suelo. Sabiendo que no podía desfallecer, por que si no moriría enfrentándose a esa abominación, movió su lanza sagrada y la punta de metal se clavó en un costado del monstruo.
Este gritó por el dolor al sentir la hoja de la lanza atravesando su carne, y cegado por la agonía, apresó con sus grandes garras a Thor.
Sintió como sus costillas empezaban a ceder ante la presión de las poderosas zarpas de la criatura. La vista se le nublaba, y la respiración se le entrecortaba.
Con las pocas fuerzas que le restaban, consiguió llegar a su cinto y agarrar con su mano la empuñadura de su daga.  Velozmente, le hundió la daga en la garganta y la criatura soltó a Thor y empezó a retorcerse de dolor hasta que murió soltando un último aliento.
- Lo has matado, maldito seas…
Como pudo, Thor se incorporó y sacó a Gungnir del cuerpo sin vida.
- Te espera su mismo destino si no me revelas que ha sido de Brighid, bruja.
- Tu hermanastro tiene planes muy diferentes para los dos me temo.
Los labios de Keziah murmuraron sin cesar encantamientos. Vio como una neblina azul se levantaba del suelo, a su alrededor, envolviéndolo, rodeado completamente de vapores incandescentes hasta no dejar que viese nada fuera de su alcance.
Trato de moverse, pero sentía como si sus miembros se hubiesen vuelto pesados, como si se hubiesen tornado de piedra. Apenas si podía arrastrar los pies. La niebla seguía espesándose,  lo cubría todo por completo. Casi parecía como si ya no estuviese en el palacio real, si no en un mundo sobrenatural y tenebrosos.
De repente vio sombras sinuosas que se movían entre la neblina. Las sombras se movían hacía donde se encontraba él, casi como arrastrándose.
Thor intentó prepararse para combatirles, pero su cuerpo no le respondía como debiera.
Las sombras borrosas le rodearon, y para sorpresa del dios del trueno, reconocía sus rostros, todos sus rostros. Eran cada uno de los enemigos que habían caído bajo su mano en su larga vida. Sus gritos y lamentos le atravesaron como una fría hoja penetrando en su corazón.
Y sus ardientes ojos parecían querer arrebatarle el alma y llevársela a Hell.
Thor se estremeció de pánico, trató de liberarse con toda su fuerza de voluntad, pero sus miembros se negaban a obedecerle. El pánico que le dominaba no podía ser normal, era consciente, aún así no podía deshacerse de él.
-Tu alma quedará encadenada por toda la eternidad en los negros abismos del infierno.- Dijo la voz de Keziah.- Y cuando termine contigo, sólo serás un recipiente vacío que podremos manejar a nuestro antojo y que conducirá a los tuyos a la perdición…
Thor se arrodilló y se llevó las manos a los oídos, intentando no escuchar las voces lastimosas de sus victimas.
La risa de la hechicera se elevó por encima de los aullidos de las almas en pena.
Con los ojos profundamente cerrados, luchaba con toda su fuerza de voluntad y su espíritu de superación para librarse de la influencia de Keziah. Sintió una presencia familiar, abrió los ojos y entre las sombras sinuosas se movía una nueva figura, que en contraste al lugar tenebroso donde se encontraba, brillaba con un aura resplandeciente.
La figura alargó su mano, ayudándole a incorporarse.
“- Recuerda tu linaje, ¡¡Piensa en  tus antepasados, y suma su fuerza a la tuya!!”
Las sombras sinuosas se apartaron ante la presencia cuyo resplandor cegador hizo huir a las almas condenadas al infierno de donde procedían. Thor forzó su vista para intentar descubrir el rostro de quien trabaja de ayudarle. La sorpresa se mostró en las facciones del dios del trueno.
- ¡¿Tú?!

Continuará...

Próximo número: ¿Quién es el misterioso benefactor de Thor?  Todo esto y mucho más en el siguiente capitulo del Crepúsculo de los Dioses


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Referencias:
1 .- Como vimos en el Thor # 12, aquí mismo en AT
2 .- Ocurrió en el número anterior.

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