Los Campeones nº01

Título: Los Dioses Vuelven a Caminar sobre la Tierra (I) 
Autor: Miguel A. Naharro
Portada: Israel Huertas
Publicado en: Junio 2012

¡Nueva serie! ¡De las cenizas del Crepúsculo de los Dioses surge un nuevo grupo de héroes! Reunidos por el señor de Asgard para proteger a los mortales ¡Red Norvell! ¡La eterna Sersi! ¡Ulik el Troll! ¡Horus, dios-halcón! ¡Skurge el Verdugo! ¡Ares, dios de la guerra! ¡Tarene, doncella del trueno! ¡Silverclaw, semi-diosa azteca! ¡Porque el mundo sigue necesitando Campeones!
Reunidos por el señor de Asgard para proteger a los mortales ¡Red Norvell! ¡La eterna Sersi! ¡Ulik el Troll! ¡Horus, dios-halcón! ¡Skurge el Verdugo! ¡Ares, dios de la guerra! ¡Tarene, doncella del trueno! ¡Silverclaw, semi-diosa azteca! ¡Porque el mundo sigue necesitando Campeones!
Stan lee y Action Tales presentan:
Creado por Miguel Ángel Naharro


Ático en el West Side de Nueva York

La fiesta era muy colorida, las luces fluctuaban al ritmo de la música y la decoración era totalmente innovadora; y los camareros no dejaban de servir sabrosos aperitivos y cócteles a los invitados. La creme de la creme de la ciudad se encontraba en ese lugar en esos momentos, nadie quería perderse una de las famosas fiestas de la anfitriona.

Entre la multitud de estrellas de la música, famosos presentadores de TV, columnistas o escritores, destacaba sobretodos ellos una hermosa mujer de cabello negro y un impresionante vestido de noche de color verde que se ajustaba a su cuerpo como un guante. Ni hombres ni mujeres le quitaban la mirada de encima.

Sersi se llevó una copa de champán de un atractivo camarero que pasó por su lado, y mientras bebía, pensaba que era una buena fiesta para celebrar su regreso a Nueva York. En cuanto se corrió la voz de que Silvia Sersi organizaba una fiesta de nuevo, todos quisieron una invitación.

Se alegraba de no haber perdido su toque.

Tras estar un tiempo en Olimpia, la ciudad de los Eternos, tenía ganas de dejarse llevar y divertirse un poco. Quien sabia cuando volvería a tener una nueva oportunidad una vez que su pueblo saliese a la luz pública. [1]

—Una fiesta magnifica. —Dijo una voz detrás de ella.

Un hombre alto y corpulento, con el cabello dorado recogido en una cola de caballo y con gafas y barba, le sonrió.

—Mmmm podría reconocer esos hombros en cualquier sitio. —Comentó Sersi guiñándole un ojo. —Curiosa vestimenta ¿nadie te reconoce bajo esas gafas?

Thor que había adoptado su disfraz  mortal de Sigurd Jarlson [2]se acercó al oído de la eterna.


—A algunos parece que les funciona. —Apuntó Thor, para después añadir. —Tengo una propuesta que hacerte, Sersi.

La encantadora eterna dibujo una sonrisa picara.

—Tu si que sabes cómo captar mi atención, Thor. Será mejor que salgamos a la terraza, tendremos algo de intimidad.

Una vez en la terraza, fuera del alcance de la música y el bullicio del interior del apartamento, Thor miró fijamente a Sersi.

—Dime, Sersi ¿no crees que tenemos una responsabilidad sobre los habitantes de este mundo?

Sersi se quedó un segundo pensativa y asintió.

—A menudo me he quejado de que mis hermanos eternos permaneciesen inactivos ante las desgracias de la humanidad tanto tiempo. Parece que eso cambiará finalmente.

—La reciente crisis nos ha hecho ver que si queremos prevenir amenazas como las que ocurrieron, debemos estar más activos en Midgard,  intentando que los peligros derivados de cualquier dios ponga en peligro a los mortales.

—¿A dónde quieres llegar, Thor? —Preguntó impaciente la bella eterna.

—El concilio de los dioses ha decidido reunir una serie de individuos extraordinarios de diferentes panteones, unos “campeones” que sean una fuerza pacificadora de paz en Midgard. Luchando y deteniendo a cualquier dios o criatura mítica que intente interrumpir la paz de los hombres. Y quiero que seas la representante de los Eternos, Sersi.

Sersi mostró sorpresa ante el señor de Asgard.

— ¿Y por qué yo, Thor?

—Entre los tuyos, eres quien más tiempo ha vivido entre los humanos en épocas modernas, y la más poderosa entre los Eternos,  sumado a tu experiencia como vengadora te hace la candidata idónea, Sersi.

—Vaya, y yo que pensaba que ibas a decir que era la adecuada por mi belleza y simpatía sin igual. —Comentó Sersi alegremente.

— ¿Y cuál es tu respuesta, bella Sersi?

—Será un verdadero placer, Thor. —Dijo la eterna. —Pero a cambio te tienes que quedar y reservarme un baile ¿vale, cielo?


Gundersheim, reino de los trolls de Asgard

Bajo toneladas de roca y piedra, en el interior de la superficie de Asgard, se encuentra una inmensa e interminable red de túneles y galerías que forman el reino de los salvajes y aguerridos trolls.

Llevando la corona que le otorgaba ser el líder entre los suyos se hallaba Ulik, otrora guerrero invencible y enemigo de Thor y los asgardianos. Las maquinaciones de Loki para con los trolls, le hizo forjar una alianza con sus enemigos ancestrales y acabar en combate con Geirrodur, lo que le hizo ser el nuevo rey de los trolls.[3]

Ulik observaba como la lava se arrastraba por las profundidades de la tierra, mientras algunos líderes

tribales le atormentaban con nimios problemas regionales.

La paciencia de Ulik el troll se agotó y con un rugido dio un golpe a una gran roca, convirtiéndola en un montón de polvo.

— ¡Basta por hoy! ¡Vuestras voces me resultan molestas! ¡Marchaos y volved cuando este de humor para no acabar con vosotros con mis propias manos! —Gritó enfurecido el rey de los trolls.

Asustados ante las palabras de su rey, los trolls abandonaron la caverna real y lo dejaron sólo con sus pensamientos.

—El peso de la corona a veces resulta abrumador, ¿verdad, Ulik?

El rostro del troll permaneció imperturbable ante la presencia de Thor, su mayor enemigo y ahora su aliado. No eran amigos, pero se tenían el respeto de un gran guerrero a otro.

—Recuerdo que fue idea tuya, tronador. —Observó Ulik sin apartar su vista de Thor.

—Supiste lo que era lo mejor para tu pueblo y actuaste en consecuencia, a pesar de nuestras diferencias, has demostrado ser un digno aliado. —Dijo Thor moviéndose por la caverna real.

— ¿Y que trae al gran y poderoso señor de Asgard a las sucias, húmedas y malolientes  cuevas de los trolls? —Preguntó Ulik.

—Estoy reuniendo a una serie de individuos excepcionales, capaces de hacer frente a todo tipo de situaciones que pongan en peligro mi hogar adoptivo.

— ¿Midgard?

Thor asintió.

—Quiero que estés entre ellos, Ulik. Si te ves capaz de ceder el trono…

—Tu oferta llega justo a tiempo, Thor. La inactividad y el aburrimiento eran tal que estaba a punto de declarar la guerra a Asgard solo para poder tener un poco de acción. —Observó Ulik haciendo una mueca.

Thor miró sorprendido al enorme troll, y de repente, Ulik estalló a reír en estruendosas carcajadas.

—Cuenta conmigo, dios del trueno. Es hora de que Ulik el Troll vuelva a seguir el camino del guerrero…


Valhalla, reino de Asgard


En los amplios salones del Valhalla, residían los Einherjar, los elegidos para habitar en el Valhalla, el hogar donde iba los guerreros caídos con honor y con valentía en combate, residían durante toda la eternidad, compitiendo entre sí, entrenándose y mejorando sus habilidades para cuando llegase su momento.

En el salón de armas, innumerables guerreros combatían entre sí, y una poderosa y temible figura destacada sobre todas las demás, manejando su mortífero y letal hacha con una pericia digna de un maestro de armas.

Skurge el Verdugo luchaba sin ningún miramiento o contemplación, ya que gracias a la magia del Valhalla, todas las heridas y mutilaciones se recuperaban, y si morías, volvías a vivir al poco tiempo.

El todopoderoso Odín, el padre de todos, lo nombró líder de los Einherjar, y los dirigió durante la batalla en las puertas de la fortaleza de Loki[4]. Aun considerando que era un honor haber sido elegido para ese puesto, en el fondo no creía ser merecedor de ello. Sus actos mientras estuvo fuera de las puertas de estos salones, cuando seguía en el mundo de los vivos le seguían persiguiendo.

Todos los errores que cometió, las veces que tropezó una y otra vez con la misma piedra…

El hacha del verdugo abrió un surco de sangre en el pecho de un oponente, y esquivó la lanza de un guerrero, agarró la lanza y levantó al adversario en el aire, lanzándole contra una columna y partiéndole el espinazo.

Una gran sombra se cernió sobre él y apenas pudo parar el golpe de un espadón que sujetaba con fuerza su dueño. Era un guerrero de más de dos metros de altura, con una acorazada armadura que le protegía todo el cuerpo y un yelmo que no le permitía verle el rostro. Se trataba de Eilif[5], el Matador de Dragones, un mortal que fue considerado digno por Thor de habitar este sagrado lugar.

— ¡No te  será tan sencillo derrotarme, Verdugo! —Exclamó el anciano guerrero.

Skurge sonrió. A pesar de ser de origen mortal, había demostrado más valor y destreza en el campo de batallas que muchos asgardianos. Seria todo un reto derrotarle.

—Hablas demasiado, Eilif. —Exclamó Skurge realizando un movimiento brusco que hizo apartar el Matador de Dragones, y ambos se pusieron frente a frente, dispuestos a estudiar los movimientos de su respectivo enemigo.

Fue Eilif quien lanzó el primer golpe, moviendo su gran espada con gran pericia, Skurge recibió un corte en el brazo, pero lo ignoró y contraatacó lanzando un hachazo que Eilif intentó detener con su escudo sin éxito. El golpe le destrozó el brazo y derribó al guerrero cuán grande era.

Cuando iba a darle el golpe de gracia, un gritó de rabia le hizo volverse justo para ver abalanzarse sobre él a otro rival.

La hoja de su espada le hizo un corte a lo largo del lado derecho de su rostro, lo que hizo enfurece al verdugo. Era Harokin, el antiguo líder de los guerreros del Valhalla, y que no acogió de buena gana la decisión de tener que dejar el manto del liderazgo.

Su hacha golpeó con dureza, destrozando metal, carne y hueso y hundiéndose en su pecho.

— ¿Aún sigues queriendo comandar a estos hombres? Pues el puesto es tuyo, Harokin.

El guerrero escupió sangre por su boca y entre toses dijo:

—Sabes que sólo el señor de Asgard tiene el poder de hacer tal cosa, —Apuntó con dificultad.

— ¡Pues sea! ¡Skurge te relevó del cargo!

Skurge reconocería esa voz entre miles de voces diferentes. Durante mucho tiempo fueron enemigos, pero al final acabaron siendo amigos.

—¡¡Thor!!

Los Einherjar se detuvieron de inmediato, dejando las armas y levantando las armas en honor al señor de Asgard y su rey.

— ¡Salve, Thor! —Gritaron varias veces los guerreros indomables del Valhalla.

— ¿A que debemos tu visita, Thor? ¿Necesitas de nuevo de nuestros servicios? —Preguntó Skurge con la incógnita en su rostro.

Se dibujó una sonrisa en el afable rostro de Thor.

—No, necesito de tu ayuda, Skurge, el hacha del verdugo es necesaria de nuevo.

Skurge recogió su arma llena de la sangre de sus enemigos y lo exhibió con orgullo.

—Cuenta con mi hacha. —Dijo secamente.

— ¿No quieres saber para que se te requiere?


—No me hace falta, Thor, te seguiré a donde quieras y llevaré con éxito cualquier campaña que me encomiendes.


Por fin podía redimirse de sus pecados del pasado, una nueva oportunidad para ello, y no la desperdiciaría.

— ¿Entonces vuelvo a estar al mando? —Preguntó Harokin acercándose con dificultad debido a las heridas recibidas.

La mirada de Thor pasó de Harokin, hasta centrarse en otra persona.

— ¡Eilif! ¡Será Eilif el Matador de Dragones! —Gritó Thor.

El anciano guerrero se acercó a Thor y sus brazos se estrecharon con fuerza.

—Soy muy honrado, mi señor, espero ser digno.

—Lo serás, amigo mío, lo serás, no tengo duda.

—Buena elección, Thor. —Intervino Skurge. —Muchos tienen que aprender de Eilif.

Skurge fulminando con la mirada a Harokin mientras lo decía.

Tras esto, el verdugo y Thor se marcharon de los atrios del Valhalla.


Universidad Empire State, Manhattan

María de Guadalupe Santiago, a la que todos sus amigos conocían como Lupe, era estudiante de intercambio de Costa Verde que estaba en estresada por los últimos exámenes que había tenido que pasar en las últimas semanas.

Cerró las puertas del gimnasio universitario. Sabía que a estas horas no habría nadie y necesitaba ejercitarse como solo ella podía lograrlo. Dio un salto en el aire, y su piel adquirió un brillo plateado y se transformo en una forma simiesca que comenzó a dar volteretas y colgarse de las cuerdas que había en el techo.

Lupe no era una estudiante “normal”, con el alias de Silverclaw era vengadora en la reserva y su padrino era Edwin Jarvis, mayordomo de los Vengadores. Por si eso fuese poco, era mitad humana, mitad diosa, hija de la diosa Peliali[6]. Aunque era una condición que no tenía asimilada del todo, se consideraba una chica mortal, no una semi-diosa.

Esa parte de su legado no la había explorado aún, ni creía que lo fuese hacer nunca, claro que uno puede equivocarse de vez en cuando.

Se levantó un viento  y un resplandor que hizo entrecerrar los ojos a Lupe, que regresó a su forma humana. Cuando los abrió, Thor, el dios del trueno se hallaba frente a ella haciendo girar su mágico martillo.

— ¡Thor! ¿Ocurre algo? ¿Necesitan mi ayuda los Vengadores?

—Cálmate, joven Silverclaw, es hora de que reclames tu papel entre los dioses. —Anunció Thor.

—Necesito de tu ayuda…Para unirte a un grupo que estoy formando.


— ¿Un grupo? ¿Dioses? Thor…No sé si estoy preparada para eso, no acabo de hacerme a la idea de que tengo sangre divina corriendo por mis venas, me veo como una chica mortal normal y corriente, que ve Big Bang Theory, sale de fiesta por las noches y quiere tener citas con chicos… Lo de vivir entre los dioses no sé si es lo mío realmente.

Thor sonrió y la miró con rostro afable y comprensivo.

—Es precisamente eso lo que necesito de ti, Silverclaw. La mezcla de humanidad y divinidad te hace única, y el haber vivido siempre en Midgard te da una perspectiva única. Los dioses a veces se dejan llevar y olvidan su lugar entre los mortales, tú serás el contrapunto adecuado en la balanza que les hará tener los pies en el suelo. —Comentó Thor. —Eres única y especial, Lupe, y me gustaría que te unieses a lo que estoy formando. —Te necesito en él.

La sorpresa se vio en el rostro de la joven.

— ¿De verdad? Y-yo, no sé qué decir, me siento honrada con tus palabras, Thor. —Dijo Silverclaw apesadumbrada.

Thor le puso una mano encima del hombro a la joven.

—Di que sí, no te arrepentirás, te lo puedo garantizar.

Silverclaw se quedó pensativa un instante y después asintió.

—Será todo un honor para mí. —Respondió finalmente, sin saber exactamente como seria su vida a partir de ese instante.


Las forjas de Hefesto, herrero del Olimpo

El calor sofocante de los hornos incandescentes y el martillear de los obreros y trabajadores, que forjaban armas y objetos sin cesar, bajo la mirada atenta de Hefesto, dios del fuego y de la forja. El olímpico maestro de la herrería trabajaba sin descanso en su última obra, a la que había dedicado su magia particular con el metal, dándole forma y detalles. Los introdujo en el agua para que se enfriasen y miró a una figura que con el gesto serio y severo, le observaba apoyado en una columna de piedra.

— ¿Está ya listo, hermano? —Preguntó Ares, el dios olímpico de la guerra.

Hefesto dio la espalda a Ares para contemplar a sus operarios y el dios guerrero se removió inquieto.

—Paciencia, Ares, esto es un arte y requiere el tiempo que requiere.

En el rostro del olímpico se vio una leve sombra de una sonrisa.

—Tengo muchas virtudes, Hefesto, pero la paciencia no es una de ellas.

Con unas tenazas, sacó dos objetos del agua y los depositó humeantes sobre la piedra.

Ares se acercó y se quedó quiero mirándolos. Eran dos guanteletes de mental, con una hermosa factura, a la vez que practica. Sin esperarse a que terminasen de enfriarse del todo, se los ajustó a sus manos y apretó el puño con fuerza. Un pequeño destelló y de la nada apareció un hacha de doble filo en su mano, otro destello y el arma desapareció para aparecer una espada bastarda. Dos nuevos brillos y en una mano apareció una ballesta y en la otra una jabalina.

Ares emitió un gruñido de satisfacción y disparó los pivotes de la ballesta a una autómata de metal, seres moldeados y animados por el poder de Hefestos que trabajaban sin descanso en sus forjas. El autómata siguió trabajando con el pivote clavado en su costado, ya que no tenía vida, y por lo cual no sentía dolor alguno.

—Veo que estas satisfecho. —Observó Hefesto.

—Sin duda, poder acceder al innumerable arsenal que poseo como dios de la guerra me será de mucha utilidad.

Ares hizo regresar sus armas a su armería divina y se miró las manos. Se sentía frustrado, tras la guerra contra Loki, se hallaban aparentemente en paz, y no había nada más irritante para un dios de la guerra que pasear pacíficamente por los campos del Olimpo sin ningún combate o guerra en la que poder poner en práctica sus habilidades únicas.

— ¿Y qué piensas hacer con tu nueva adquisición, Ares?

Al escuchar el sonido de esa voz, instintivamente hizo que dos espadas apareciesen en sus manos.

— ¡Tú! ¿Qué hace Thor en el Olimpo? —Preguntó Ares señalando con su espada al señor de Asgard que estaba bajando las escaleras que llevaban a la forja.



—El mismísimo Zeus me ha dado permiso para visitarlo y hablar contigo. —Comentó Thor acercándose a los dioses olímpicos.

—Será mejor que os deje solos para que habléis entonces, lord Thor. —Apuntó Hefesto.

—No será necesario, no tengo nada que hablar con el hijo de Odín. —Añadió despreciativamente Ares.

—Hemos tenido nuestras diferencias y nuestros conflictos, Ares. Pero como enemigo has demostrado ser un adversario formidable y lo hiciste bien liderando a las tropas olímpicas en el reciente conflicto. —Dijo Thor sosteniendo la mirada hostil de Ares.

—No estás aquí para regalarme los oídos con tus halagos, dios del trueno, dime qué quieres y márchate.

—Estoy reuniendo un equipo. —Inquirió el señor de Asgard. —Y tus habilidades excepcionales serian muy útiles para los peligros y las batallas que están por llegar.

Esto pareció atraer la atención del belicoso olímpico.

— ¿Batallas? ¿Me necesitas para combatir? —Dijo Ares frunciendo el ceño.

—Podrás usar tu talento sin igual contra todos los enemigos que se crucen en tu camino. ¿Acaso el dios de la guerra prefiere quedarse en los campos elíseos antes que enfrentarse a un nuevo desafío?

Ares hizo una mueca y la ira se mostró con claridad en su rostro.

— ¡Ares no se esconde  de nada! Mi sangre bulle por entrar en guerra y desatar mi furia contra incontables enemigos, intenta que tú no te encuentres entre ellos de nuevo, dios del trueno.

— ¿Y bien? ¿Serás parte de ese equipo? —Preguntó Thor ante  el encolerizado Ares.

— ¿Estarás tu entre ellos?

Thor negó con la cabeza.

El dios de la guerra del Olimpo se ajustó su yelmo y clavó su mirada en Thor.

—Bien, porque entonces tendría que matarte de una vez y por todas…—Musitó entre dientes Ares.

—Quieres un dios de la guerra y lo tendrás, reza por no arrepentirte de esa decisión.


Chicago, Usa


Roger"Red" Norvell caminaba por entre los transeúntes de las calles perdido en sus pensamientos.  Sus casi dos metros de altura y su envergadura hacía que destacase sobremanera sobre los demás. Eso no le preocupaba en absoluto a Norvell[7], su mente se iba a Cassie, con quien había roto recientemente. Le daba vueltas una y otra vez al asunto y no conseguía comprender que era lo que había sucedido para que las cosas no funcionasen.

Tras participar en la defensa de Europa en la reciente crisis y ayudar a Thor contra los ejércitos de Loki[8], Cassie y él habían reemprendido una relación cortada por la influencia de Odín en la época en que Norvell fue el Dios del Trueno en Asgard. Al principio todo fue rodado, como en un sueño maravilloso, pero al final la convivencia fue imposible y acababan siempre peleándose. Quisieron que no fuese así, pero al final, todo se rompió y tuvieron  que seguir cada uno por su camino, con todo el dolor de su corazón y el de Cassie.

Se preguntaba como seria su vida si no hubiese dejado de ser un simple cámara de TV y los dioses asgardianos no le metiesen en sus planes a la fuerza. Es algo que se preguntaba muy a menudo.

Aún distraído, con el rabillo del ojo pudo ver un movimiento que le puso todos sus sentidos en alerta de nuevo. Una chica, apenas una niña, cruzaba distraída la carretera, escuchando música con unos auriculares no era consciente de que un camión se dirigía hacia ella.

Sin pensárselo, Red Norvell saltó y se puso delante de la chica, protegiéndola con su cuerpo; el camión chocó contra la espalda de Norvell y la parte delantera quedó destrozada, deteniéndose el vehículo inmediatamente.

— ¿Estas bien, muchacha? —Le preguntó Norvell.

La chica asintió, sin saber mucho que es lo que había ocurrido.

La gente le comenzó a rodear expectante, bombardeándole a preguntas y sin dejarle ni hablar.

“¿Eres mutante?” “¿Eres miembro de los Vengadores?” “Pareces un Thor de segunda”

Red Norvell resopló y pensó en sacar el martillo que llevaba guardado en la mochila que llevaba colgada a su espalda, cuando de repente, desapareció en un fogonazo de humo y reapareció en una azotea cercana. Norvell miró confuso  y vio que frente a él se hallaba Thor.

— ¡Thor! —Exclamó Norvell sorprendido y a la vez con alegría.

Norvell le dio un fuerte y caluroso abrazo.

—El truco de magia ha sido cosa tuya, ¿verdad, colega?

Thor asintió.

—Me pareció que estabas un poco apurado, Red.

—Pero no estas aquí por eso…

—Estas en lo cierto, amigo mío. Quiero contar contigo para formar parte de algo.

Red Norvell se rascó la coronilla y soltó un silbido.

— ¿Qué te pasa, Red?

—Sinceramente, no doy una a derechas, lo he intentado de todas las formas posibles, pero siempre acabo metiendo la pata, no merezco tu confianza, Thor.

— ¿No? ¿Acaso no salvaste la vida de esa chica sin pensártelo? Eres un hombre valiente, Red Norvell, y no querría a ningún otro más que a ti para ello.

Red Norvell respiró hondo, emocionado con las palabras de su amigo Thor.

—Yo…No sé qué decir… Me has dejado sin palabras, Thor.

—Pues acompáñame simplemente, amigo mío. De nuevo se necesita a Red Norvell.


Valkynor, monte Wyngold, Asgard


La fortaleza de Valkynor se hallaba situada en lo alto de la montaña, sin accesos terrestres, solamente se puede acceder por el aire, lo cual para sus habitantes es muy práctico al cabalgar caballos alados.

Las valkirias, también llamadas las que escogen a los muertos y las doncellas de la muerte, residían en Valkynor, donde vivían, se entrenaban y convivían mientras no estaban de servicio.

En una de las áreas dedicadas al entrenamiento, las valkirias veteranas enseñaban a las noveles a usar sus habilidades de combate.

La lección de hoy era la  dedicada al tiro con arco, muy útil cuando combates desde el aire. Las doncellas tiraban de la cuerda, antes de dejar salir las flechas hacia la diana.

Una esbelta y fibrosa mujer de cabello rubio recogido en una larga trenza movió el rostro negativamente.

— ¿Es lo único que podéis hacer? ¿Sois simples campesinas o las guerreras de la muerte? —Gritó

Niebla levantando la voz hacia las últimas elegidas.

La valkiria hizo un gesto a una chica que se hallaba un poco apartada de las demás. Llevaba un traje negro y una capa roja, un yelmo plateado con dos alas a los costados y un martillo dorado que le colgaba del cinto. La chica agarró un arco compuesto y cogió una flecha. En un segundo disparó tres flechas y todas ellas dieron impecablemente en el blanco.

— ¿Veis como se hace, novatas? ¡Seguid practicando hasta que anochezca!

Niebla se acercó a la chica que había hecho el lanzamiento y le sonrió.

—Un disparó fantástico, Tarene. —Apuntó la valkiria.

Tarene asintió.

—No puedo que seguir dándoos las gracias por permitirme pasar una temporada entre vosotras,

Niebla. Estoy aprendiendo mucho y me lo he pasado fenomenal aquí. —Dijo Tarene.

Después de la última batalla contar Loki, [9]Tarene fue invitada por las mismísimas valkirias a vivir durante un tiempo en su hogar. Esta accedió gustosa y resultó ser muy estimulante aprender su estilo de vida único y diferente. Había hecho grandes amigas como Niebla o Hacha, y realmente había disfrutado de su estancia allí.

—Las valkirias sois magnificas, ojala pudiese quedarme aquí para siempre. —Añadió algo melancólica Tarene. —Pero ni siquiera soy una asgardiana auténtica.

— ¿Y por qué no? No sería la primera vez que aceptamos entre las nuestras a alguien de fuera. —Observó Niebla pensando en la mortal llamada Danielle Moonstar. [10]

Tarene elevó su mirada al cielo y en su rostro se pudo ver la sorpresa, Niebla miró también hacia donde tenía puestos los ojos la elegida y se quedó sin aliento.

Thor, el dios del trueno y señor de Asgard descendía del aire haciendo girar su mágico martillo de Uru.

Una vez hubo aterrizado, las doncellas de la muerte se pudieron de rodillas ante quien debían también obediencia.

— ¡Levantaros, nobles valkirias! No es necesario arrodillaros ante Thor. —Observó Thor.

Niebla se acercó al asgardiano.

— ¿A que debemos el honor de la visita del todopoderoso señor de Asgard?

—He venido a hablar con la elegida, la doncella del trueno conocida como Tarene. —Indicó el dios del trueno señalando a la joven.

Tarene se quedó  petrificada, totalmente pillada por sorpresa.

Momentos más tarde, en una de las salas interiores de la fortaleza, ambos compartían una jarra de hidromiel.

— ¿Para qué habéis venido a verme, Thor?

Thor dio un largo trago a su bebida y analizó el rostro de Tarene.

—Para darte un nuevo propósito en tu vida. Fuiste creada para ser la elegida, la que llevaría a la humanidad a un nuevo salto evolutivo… Pero esa ya no es vuestra misión, desde la muerte de Odín.

Tarene miró por los grandes ventanales de la sala, y después se volvió hacia Thor.

—Así es. Tuve que darle la mayoría de mi poder a vuestro padre, que se hallaba debilitado por el sueño de Odín, para que pudiese hacer frente al demonio Surtur. Tras la muerte de vuestro padre, el poder se desvaneció en la nada, sin ese poder, mi destino era inalcanzable y me quede sin rumbo, [11]vagando de un lado a otro, intentando imitar tu valencia sin mucho éxito.

—Eso no es cierto, habéis demostrado vuestra valía una y otra vez. Puede que ya no podáis alcanzar la divinidad por encima  de los propios dioses que se profecito, pero aún estáis destinada a grandes hazañas, Tarene. —Intervino Thor. —Me gustaría que fueras uno de los baluartes de una fuerza de paz que quiero instaurar en Midgard.

— ¿Protectores de Midgard?

Thor asintió.

—Para proteger a los mortales de los excesos de los dioses y de cualquier peligro generado por ellos. Pienso que alguien tan valiente y noble como tú, será una importante aportación.

Los ojos de Tarene le brillaron con un brillo especial.

— ¡A eso digo si! —Exclamó con entusiasmo la muchacha. —No te fallaré, lo prometo, Thor.

—No tengo dudas de ello, Tarene.

Poco después, en los establos donde las valkirias alojaban a su corceles alados, Niebla se hallaba dando de comer a su montura, con quien como todas las de su clase, mantenía un vínculo muy especial.

—Niebla, debo marcharme.

La valkiria se dio la vuelta rápidamente y la tristeza se reflejó en su rostro.

—Thor te reclama, ya veo… ¿Y no te volveré a ver? —Dijo con un tono triste en su voz.

Tarene la abrazó y se dieron un largo y apasionado beso.

—Nada me impedirá volver a verte de nuevo, Niebla, ¡juro  por lo más sagrado que nada ni nadie nos separará!


Un lugar indeterminado de la dimensión de Heliópolis
Horus, el dios halcón y dios del sol egipcio, se hallaba sentado sobre el mar de dunas con las piernas cruzadas y los ojos cerrados. Otrora fue un dios guerrero, impulsivo y belicoso, pero todo eso fue en una encarnación pasada, que fue aniquilada por el ser conocido como el Destructor[12]en la invasión de las fuerzas de Loki a su hogar. El murió y Heliópolis cayó. Renació con su aspecto de dios halcón, más inteligente y reflexivo, más sabio y más calmado.

Llevaba tiempo esperando en la arena del desierto, consultando su oráculo y sabiendo que pronto llegaría su momento.

Unos leves pasos en la arena le hicieron abrir sus ojos de halcón, y contempló la figura del rey de los asgardianos ante él.

—Sabia que vendrías a buscarme, Dios del Trueno. —Anunció Horus.

—En verdad has cambiado, te notó muy diferente, dios-halcón.

Horus se incorporó y extendió sus alas.

—Como la luna, el sol tiene diversas fases y ahora me toca la época de la sabiduría del sol, Thor. —Comentó Horus.

Thor forzó la vista y en la lejanía vio las ruinas de la gran ciudad de Heliópolis, convertía en cenizas por los ejércitos de su hermanastro.

—No había contemplado el estado de tu hermosa y gran ciudad, Horus. —Dijo Thor. —

Lo lamentó mucho, ojala hubiese podido evitarlo.

—Mucho se perdió en la guerra, Thor, y nadie pudo hacer nada, lo que tiene que ser, será, no puede cambiarse. Mi gente encontrará un nuevo sitio para reconstruirla.

— ¿Entonces sabes a que se debe mi presencia?

—En efecto, Thor. —Dijo Horus. —Quieres que me una a tu grupo de héroes, de campeones, para poder hacer funcionar el nuevo status tras el Crepúsculo de los Dioses.

—Cierto, Horus. ¿Crees que lo lograreis?

—Ni mis oráculos serian capaces de decírmelo con exactitud, asgardiano.

Horus levantó su ankh de oro y se formó un portal de energía.

—No nos demoremos más, Thor, es la hora. —Dijo calmadamente Horus antes de caminar tranquilamente hacia el portal que había creado.

Thor siguió su ejemplo, y los dos desaparecieron al traspasar el umbral del portal místico.


En otro lugar…


En una distante realidad, más allá del tiempo y el espacio. En el vacío cósmico, se hallaba una pequeña superficie de tierra y piedra que servía habitualmente para las reuniones del concilio de los dioses. Varios de los señores de los panteones se hallaban allí, observando con atención un círculo de piedra con lo que parecía agua, donde se observaban diversas imágenes que iban apareciendo.

—Ya están reunidos ¿creéis que tendrán éxito? —Dijo Viracocha del panteón maya.

Zeus se mesó la abundante barba e hizo un gesto de asentimiento.

—Por nuestro bien, esperemos que sí. La iniciativa de lord Thor es la que ha llevado a esta decisión y tiene mi total apoyo. —Indicó el olímpico.

—Sus elecciones para la composición de este grupo, esta defensa de los dioses, es cuanto menos discutible. —Observó Anansi.

—Algunos parecen muy inestables…—Apuntó Izanagi de los Kami. — ¿No es posible que causen más mal que bien?

—Si, son potencialmente peligrosos. —Dijo Anansi apoyado en su cayado de madera. —E incontrolables.

— ¡Basta! —Exclamó Zeus enfurecido. —Le dimos nuestro apoyo a Thor para que llevase adelante su cometido, no hay motivo para dudar de él y de sus decisiones.

—No dudamos de Thor, lord Zeus ¿pero y si esta equivocado? —Dijo Yu-Huang de los Xian.

—Thor tiene el apoyo de este concilio, y mientras sea así, tiene mi respaldo y debería ser también vuestra posición. —Comentó Manitú y la mayoría asintieron, pero no todos, un detalle que no pasó desapercibido para Zeus.

¿Dudas entre nosotros? ¿Disensión entre los miembros del consejo? El señor del Olimpo esperaba que no fuese un germen de algo mayor.

Continuará….
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Referencias:
1 .- Todo lo referente a los Eternos, se puede leer en Triple Acción y Thor
2 .- Usado por última vez en el nº4 de Thor en AT.
3 .- En Thor#06-09 en AT.
4 .- En los números 18 al 22 de Thor en AT.
5 .- En el Thor#344 Usa
6 .- Como se vio en la ya mítica etapa de Busiek&Perez en el vol. III de los Vengadores.
7 .- Cassie, miembro del Panteón.
8 .- En la miniserie del Crepúsculo de los Dioses y en Thor#18 al 22 respectivamente.
9 .- En Thor#18 al 22
10 .- La miembro de los Nuevos Mutantes.

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