Blade nº08

Título: La muerte de los monstruos (I): Tambores de guerra
Autor: Carlos Javier Eguren
Portada: Conrado Martín
Publicado en: Agosto 2012

Un enemigo del pasado tiende una mano a Blade para ayudarlo en su cruzada contra los Ángeles de la Mañana Silenciosa, pero ¿podrá fiarse el Cazador de su archienemigo, EL MISMÍSIMO DRÁCULA?
Solo hay una persona que se interpone entre la humanidad y los Hijos de la noche. Un cazador solitario cuya misión es eliminar de la faz de la tierra a ese cáncer llamado Vampiro.
Creado por Marv Wolfman y Gene Colan


UNO

Dicen de ellos que por sus venas corre la sangre de los primeros ángeles que batallaron contra Lucifer.

Por mi parte, solamente creo que son una pandilla de fanáticos con el ego demasiado elevado.



Los Ángeles de la Mañana Silenciosa. Ese es su nombre.

Son una poderosa organización. Han trascendido lo de ser una mera secta religiosa. Se extienden como un cáncer desde tiempos inmemoriales. Eso según su credo.

No obedecen a ninguna religión ni creen en la Biblia… Piensan que cumplen las órdenes de un delegado de Dios en la Tierra. Del Auténtico y Único Dios, que no es ni siquiera el cristiano. Es el suyo y punto. Solamente ellos pueden adorarlo.

En realidad, son asesinos consumados. El único objetivo de su vida es matar a seres sobrenaturales, es su razón para seguir respirando.

Aniquilan a vampiros, licántropos, brujas, nigromantes… Matan a todo lo que sea diferente.

Cuando acaben con ellos, irán a por los mutantes; luego, irán a por cualquier persona cuya religión o color de piel sea distinto… Su mundo homogéneo, es decir, un planeta donde solamente haya Ángeles de la Mañana Silenciosa.



TRES

La cruzada de esa orden es bastante ardua.

Llevan siglos buscando cómo destruir a los vampiros, por ejemplo. Durante un tiempo, pareció que lo consiguieron, pero no por ellos, sino gracias a ti y tus amigos, Blade…

Pero esta Edad Mítica ha traído cosas bastante diferentes, cosas olvidadas por algunos y que, pronto, se han hecho recordar de nuevo.

Seguramente, sin nosotros, los monstruos, esos Ángeles habrían terminado volándose la tapa de los sesos tras matar a todos… Pero hemos vuelto y ellos han recuperado su fe, llegando a mostrarse incluso ante el único hombre que ha supuesto una gran amenaza para nosotros, los monstruos, y ese eres tú Blade.

El Maestre es el padre de todo esto.



CUATRO

Hace siglos, un hombre perdió a su familia.

Era un bravo caudillo que regresó de la guerra, de defender a su Dios y este le dio como premio la muerte de los seres que quería. Se marchó a pelear por ellos y pese a sus victorias, los perdió.

Dicen que los culpables fueron demonios, no se sabe si realmente vampiros u otra criatura. Lo que se conoce es que contagiaron su monstruosidad: su familia sufrió una transfiguración. Sus hijos y su esposa se transformaron en monstruos y él no pudo tolerarlo. Mató a la sangre de su sangre entre lágrimas de fuego. Era un gran señor de la guerra.

Su poder fijó la mirada de omnipotentes fuerzas. ¿Quién sabe cuál fue el que le concedió un poder inmortal? ¿Mefistófeles? ¿Qué villano fue? ¿Qué héroe? ¿Qué ente?

Quería vengarse de todos los monstruos y alguien quiso que lo hiciera.

El Maestro, ese viejo paladín loco, consiguió un pacto. Energías extrañas le hicieron inmortal; al menos estaría vivo hasta que matase al último monstruo. Por eso ha vivido siglos, porque no ha podido con todos.

Por un lado, quiere vengarse de nosotros; por otro, nos mata porque la inmortalidad debe parecerle ya una carga.

Eso lo hace doblemente peligroso.



CINCO

He investigado en antiguos escritos que muchos ni creeríais que fueron reales.

He descifrado lenguas arcaicas de las que los eruditos ni siquiera tienen conocimiento.

He hablado con cientos de personas. A lo largo de mi vida, reuní piezas para conocer a ese viejo adversario y puedo decir que él creó a los Ángeles, más allá de esa mitología inventada por sí mismo.

Antaño, hubo más monstruos y si ya ni siquiera se mencionan en el folclore es porque ellos se han encargado de matarlos. ¿Sabéis cuándo una criatura pasa a ser una leyenda? Cuando es exterminada y desaparece, su fama perdura como misterio, pero no por largo tiempo. Los Ángeles se encargan de extinguir todo sobre ellos.

Soy un vampiro, tú eres una bruja, tú un licántropo y tú un mestizo. No tardaremos en ser víctimas de los Ángeles de la Mañana Silenciosa… A menos que contraatacaremos.



SEIS

El Maestro ha matado a muchas bestias. Esta época es de nuevo un sueño para él al haber recuperado a ciertos rivales que creía muertos, como es la comunidad vampírica.

Ahora, el Maestro ha centrado su punto de mira en mí. He muerto muchas veces y él nunca me ha matado a mí, que represento todo lo que odia.

Por eso te quiso unir a su causa a ti, Blade. Llegó a tu vida en tu momento de mayor debilidad y duda. Si hubieras sido humano no hubiera dudado en convertirte en un Ángel, pero tú también eres un monstruo. Por tanto, eres peligroso.

Él pensaba usarte como arma de campo, eliminar por medio de ti algunos enemigos y mientras él aprender cómo te mueves y cómo piensas. Cada vez que vencías, él hallaría debilidades para luego vencerte… Porque tú, al fin y al cabo, eres otro monstruo más y él mata monstruos. Es así de simple.

El Maestro es un hábil estratega, debía mover mis piezas si quería que mis hijos sobreviviesen. Soy un ser viejo, considero al resto de vosotros sangre de mi sangre… Y no dejaré que os aniquilen.



SIETE

El Padre de los Ángeles sabía que esto podía pasar, que podía perderte Blade y siempre ha preparado otro plan, por si acaso. Ha vivido siglos para pensar y no errar. “Más sabe el diablo por viejo que por diablo”, se dice.

He buscado a través del mundo, reconstruyendo sus viajes y sus preguntas y las de sus agentes… Y he descubierto algo.

¿El qué? Un objeto por el que otro bando está luchando también.

Esa otra hueste pertenece a la Creadora. Es la líder de un grupo de vampiros del submundo. Ella ansía esa arma porque le permitirá eliminar a toda la raza de la primera criatura cuya sangre pruebe esa espada.

Porque es eso, la Espada de Azrael, una creación que no se sabe de dónde viene, pero cuyo poder es muy grande.

Ya has chocado con la Creadora antes, Blade: un vampiro nazi y una niña vampiresa ya han estado cerca de tu camino, al igual que la familia de vampiros que liquidaste hace poco. Ella te busca a ti también, aunque desconozco el motivo.

Si la Creadora obtiene la Espada de Azrael matará a todos los humanos y ellos son nuestro rebaño y alimento… Aunque, quizás, gracias a su mente de lunática nos liquide a todos nosotros. Por eso, no me gusta. Nadie sabe qué hará.

Si el Maestro consigue ese objeto, matará a todos los monstruos. Por eso, no me gusta.

Tengo aprecio por mi vida, ¿por qué creéis que sigo resucitando de formas imposibles?

Los Ángeles mezclan su sangre con la del Maestro. Si se mata a uno de ellos, se matará a todos. No son siquiera humanos…

Por tal motivo, os he reunido para encontrar y destruir esa Espada de Azrael, tras matar a los Ángeles.



OCHO

— ¿Qué me dices, Blade? ¿Dejarás atrás tanto duelo del pasado para conseguir nuestro objetivo común: eliminar a los que acaban con gente como nosotros?



Blade fulminó con la mirada a Drácula. Solamente pensaba en una cosa: ¿dónde estaba su katana cuando tanta falta le hacía?

— ¿Por qué crees que no me gustaría que matasen a todos los monstruos? ¿Por qué crees que amo a mi vida por encima de la posibilidad de extinguir a los chupasangres?

—Estuviste a punto de dejarte morir cuando los vampiros dejamos este mundo, ahora, con su retorno, has vuelto a la vida tras tu caída.

—No me conoces.

—Nos necesitas, somos tu droga como la sangre lo es para nosotros– habló Drácula con una voz severa, capaz de conjurar tormentas de nieve–. Guerrero, ¿no lucharás por poder seguir batallando hasta tu fin?

Blade contempló la sala donde había despertado. Vio el rostro de Rex, aguardando alguna respuesta del Cazador. Belladona estaba igual, intrigada. Los dos eran siervos de unas palabras en aquel momento.

Pero lo que el Cazador dijo fue:

— ¿Cómo regresaste de la muerte, conde Drácula?

Su adversario dibujó una sonrisa que extendió su perilla. Sus ojos relampaguearon.

—La Edad Mítica. Viejas fuerzas han caído, otras han renacido, el panteón de dioses se mueve y el mundo cambia.

>> ¿Cómo me perdería algo así? Además, soy un ser que ha pensado en todo, incluso en volver de más allá del punto y supuesto final…

Blade se dio cuenta de la verdad:

—Ni siquiera tú sabes por qué has regresado de la tumba.

—He regresado para eliminar a los Ángeles. Seré el adalid en la batalla final. Es la única posibilidad que cabe.

—Eso es lo que quieres pensar.

—Por algo he de haber resucitado y esta es la respuesta más sensata que puedo dar, Cazador.

A todo esto, Rex encendió un cigarrillo y se sentó en un sofá cercano; Belladona seguía sin perderse detalle.

—Nosotros buscaremos esa Espada si contamos con tu ayuda, Drácula– habló la joven hechicera–. Haremos lo que tengamos que hacer para encontrar la Espada de Rafael.

—De Azrael– corrigió Rex.

—Azrael, eso quería decir.

—Yo no quiero morir, así que tendré que hacer algo– se pronunció Rex tomando una calada.

Drácula, mirando a Blade, les respondió:

—No espero vuestra respuesta, más que obvia… Espero la suya, Cazador.

Blade paseó su vista por la estancia de nuevo. Había un par de utensilios que fácilmente podrían convertirse en una estaca.

Podría acabar con aquella amenaza que representaba Drácula y luego encargarse de la otra… Pero los Ángeles eran nuevos, él no los conocía, no sabía cómo podían sorprenderle… ¿Haría un pacto con aquel demonio, Drácula, para saber a qué se enfrentaba?

—Drácula– nombró Blade con tono severo–. Buscaré la Espada. Luego, Drácula, te mataré yo mismo.

El vampiro sonrió:

—No esperaba menos de ti, Cazador.



NUEVE

Sus futuras víctimas se unirían para evitar serlo. Eso lo sabía desde hacía tiempo y nunca le había preocupado.

Respiró profundamente cuando desenvainó su espada. Una imagen de Blade se reflejó en ella, una visión de lo que esperaba en el futuro, una ilusión de los días que estaban por venir.

El Maestro saboreó el aire con su arma y emitió una sonora risa.

Había comenzado a amanecer y con él los tambores de una guerra cada vez más y más próxima.



DIEZ

A las doce de la mañana, el detective Marlo, un hombre que había visto muchas cosas a lo largo de su carrera (y más en las últimas semanas, fue testigo de la escena del crimen: una familia empalada en la azotea de su casa. Se apellidaban Lobos y alguien dijo que hubo aullidos durante la luna llena de la noche anterior.

Marlo sacó su petaca y bebió con ganas ante la nueva obra de los Ángeles de la Mañana Silenciosa.

El sol despuntó, el alba había nacido y la luz luchó contra las tinieblas.

Continuará…


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