La Liga de los Hombres Misteriosos nº05

Título: El enemigo interno (V)
Autor: Raúl Montesdeoca
Portada: Jose Bauxauli
Publicado en: Septiembre 2012

¡Black Bat, el vigilante encapuchado recibe una llamada de auxilio del magnate del acero J.J. Vaughn, padre de Helene Vaughn y compañera de Ki-Gor para más señas. Tras pedir ayuda al F.B.I. el viejo J.J. le informa de una conspiración en las sombras para hacerse con el control del país , pero ¿de qué lado están los federales? ¿Y el Agente Secreto X tendrá algo que decir?
Antes de los superhéroes fueron los Hombres Misteriosos. Y esta es la historia de cuando los hombres y mujeres más grandes de su época se reunieron por primera vez ... y el mundo cambió para siempre.
Creado por Raúl Montesdeoca y Carlos Ríos



Tony Quinn se encontraba sentado frente a la chimenea encendida en su sillón favorito oyendo música, para cualquiera que observase a través de las ventanas de la casa sería la rutina de un hombre ciego y así es como él quería que fuese.

El timbre del teléfono interrumpió una de sus partes favoritas de Chattanooga Choo Choo del último disco de Glenn Miller y su orquesta, le gustaba la música moderna, no podía remediarlo, aquellas melodías un tanto tontas y pegadizas le reportaban una sensación de bienestar y le traían recuerdos de épocas más felices y sencillas. Pudo oír los pasos de Silk que diligentemente se dirigía a coger el teléfono, poco después apareció en la habitación.

- Es el señor J. J. Vaughn, quiere hablar con usted.

¿J.J. Vaughn? ¿Qué podrá querer de mí el rico acerero? ¿Tenía quizás algo que ver con su hija Helene Vaughn? Un montón de preguntas vinieron a la mente del ex-fiscal del distrito pero la única manera de resolverlas era ver qué quería el viejo J.J.

Sus padres habían sido muy amigos de la familia Vaughn por lo que sabía, aunque él apenas guardaba recuerdos del gran hombre o como le llamaban en el sector siderúrgico, el hombre de acero. Un juego de palabras que tenía que ver con su oficio y con su carácter, a pesar de lo cual J.J. Vaughn siempre tuvo fama de hombre justo y aunque jamás se metía en política no era de los que se quedaba callado cuando veía algo que no le gustaba, eso le había granjeado no pocos enemigos y muchísimos amigos.

Silk ayudó a Tony Quinn a acercarse hasta el teléfono cuidando hasta el más mínimo detalle la escenificación de su ceguera.

- Sr. Vaughn, que agradable sorpresa, ¿cómo se encuentra? -dijo Tony al coger el auricular

- He tenido tiempos mejores, Tony.

Su voz sonaba cansada aunque el tono era el que habría usado con un familiar o con una persona muy querida.

- Perdona por llamar tan tarde pero necesito hablar con alguien de confianza y lo más triste es que ya no sé en quién puedo confiar, -guardó silencio durante unos instantes y se le notó un deje de tristeza en la voz-, tu padre y yo fuimos como hermanos en una época. He seguido tu carrera y sé que eres un hombre honrado y valiente como pocos, tu padre habría estado muy orgulloso de tí. Sé que ya no estás en activo pero eso precisamente te convierte en el hombre ideal.

No se esperaba aquel torrente de confianza y de sinceridad, sin duda el viejo Vaughn estaba necesitado de ayuda, de no haber sido así no le habría hablado de aquella manera, no parecía ni de lejos el hombre de acero del que hablaban todas las revistas económicas del país e internacionales sino más bien un hombre vulnerable y cansado.

- Por supuesto señor Vaughn, me honraría recibirle en cuanto usted guste, sabe que después del...accidente no me gusta salir demasiado.

- Lamento causar tantos problemas pero sería mejor que vinieras tú a mi casa, por motivos que no puedo explicar ahora me es muy difícil salir de aquí, puedo mandar a alguien con un coche a que te recoja si no te puedes trasladar hasta aquí, eso no es problema.

- No, no se moleste, Silk me puede llevar, está más que acostumbrado a mis manías y casi lo prefiero así, estaré ahí lo más pronto posible.

- Muchas gracias Tony, no sabes cómo te lo agradezco.

Quinn colgó el teléfono y se quedó con la mirada perdida, una mirada que Silk reconoció enseguida.

- ¿Algo no va bien? -preguntó

- Algo no va bien,-confirmó Tony-, esta llamada me ha dejado con más interrogantes que respuestas, prepara el coche, vamos a salir.

- ¿Como Tony Quinn o como Black Bat?

- De momento como Tony Quinn pero no está de más que lleves todo lo necesario en el coche por si acabase siendo necesaria la ayuda de Black Bat. ¡Ah! y mete en el maletero ese viejo maniquí que tenemos en el almacén.

A pesar de las extrañas instrucciones Silk no cuestionó las órdenes, nunca lo hacía.

Tomaron la carretera con destino a Albany y fueron dejando atrás la ciudad, el paisaje cambiaba de las enormes moles de ladrillo a casas mucho más bajas, espaciosas y elegantes rodeadas de verdes extensiones de jardín, tras cuarenta minutos de conducción se desviaron a su izquierda a través de un pequeño bosque por lo que parecía un camino vecinal exquisitamente cuidado, poco después llegaron hasta donde el camino terminaba, en la enorme puerta de la valla de piedra que delimitaban las propiedades de J.J. Vaughn tras las puertas y a casi un kilómetro de distancia se intuía la silueta de la imponente mansión entre los árboles que bordeaban el camino. Dos hombres demasiado elegantes para ser solo unos vigilantes custodiaban la puerta de acceso y se acercaron al coche en cuanto se detuvieron. Silk bajó la ventanilla de su asiento de conductor para hablar con ellos.

- Venimos a ver al sr J.J. Vaughn, él mismo nos ha llamado y pedido que viniésemos.

- Me temo que debe tratarse de un error, el Sr Vaughn no recibe visitas.

Al oír la respuesta de aquel sujeto Tony Quinn bajó también su ventanilla para unirse a la conversación.

- Hola, permítame que me presente, soy Tony Quinn, fiscal del distrito del Estado de Nueva York y a menos que el sr Vaughn se encuentre detenido o que se trate de un asunto de seguridad nacional no nos puede usted impedir el acceso.

- Acertaste a la segunda, listillo,-le respondió el tipo enseñándole una placa del F.B.I-, asunto de seguridad nacional. Ahora lárgate por dónde has venido o te aseguro que por muy fiscal del distrito que seas como entorpezcas nuestra labor no habrá agujero lo bastante profundo donde encerrarte.

- ¿Y con qué autoridad dice usted eso?

Aquel tipo pareció dudar antes de responder, sin saber si se trataba de una extraña broma.

- ¿Es que no sabes leer o qué, no has visto la placa del F.B.I.?

- Me temo que no he visto ni eso ni nada. -dijo Tony Quinn quitándose sus gafas negras y dejando a la vista las feas cicatrices que el ácido había ocasionado alrededor de sus ojos que miraban al vacío inmóviles y sin vida

El federal tragó saliva y no supo qué decir. Tony decidió romper aquel silencio mientras disfrutaba de la incomodidad de aquel gorila.

- Lo mejor será que nos marchemos. -concedió Tony Quinn al federal

- Tipo listo. -fue la escueta respuesta del otro

Y allí se quedó plantado, desafiante frente al vehículo dejando claro que no iban a pasar de ninguna de las maneras. Silk volvió a poner en marcha el motor del auto y giró para retomar el camino que le había llevado hasta allí en sentido contrario, cuando apenas llevaban cincuenta metros recorridos la verja que daba acceso a la propiedad se abrió tras ellos y un coche salió, les seguían y no se molestaban en disimular.

Tony Quinn quitó los seguros que había tras el asiento trasero y se abrió el compartimento que accedía al amplio maletero del coche, cogió el maniquí que Silk había dejado allí y lo vistió con sus ropas mientras él se ponía una ropa negra que complementó con una capa y capucha del mismo color. Si no podía saber qué le ocurría al viejo Vaughn como el abogado Tony Quinn lo haría como el justiciero Black Bat. Una vez hubo terminado de vestir al maniquí aprovechando una curva en la que sus perseguidores perderían la visual por unos segundos se arrojó al suelo del vehículo y puso en su lugar al maniquí.

- Silk, continúa conduciendo hasta casa, no te preocupes por mí. Aparca el coche dentro del garaje para que crean que los dos volvemos al hogar.

- Ok, tenga cuidado.

- Siempre lo hago. Voy a saltar del coche en la próxima curva pero no reduzcas la velocidad, no quiero que sospechen nada.

En la siguiente curva sin visibilidad la puerta del auto se abrió por un segundo y un borrón negro se movió a toda velocidad rodando con el impacto al caer para evitar un golpe mayor hasta alcanzar una acequia en la que quedó tumbado boca abajo, todo sucedió tan rápido que fue imperceptible para los dos ocupantes del coche perseguidor para los cuales Tony Quinn aun seguía en el asiento trasero de su coche de camino a casa. Black Bat pudo fijarse en ellos cuando pasaron a su lado sin que ellos se percatasen de su presencia, tenían la misma pinta que los tipos de la puerta, parecían federales de verdad. ¿Qué demonios estaba pasando?

Black Bat comenzó su regreso a la mansión Vaughn a través de una noche oscura como boca de lobo pero eso no le suponía ningún contratiempo, su increíble visión nocturna le permitía ver como si en esos momentos luciese un sol radiante en el cielo, había sido un regalo añadido a un milagroso trasplante de córnea. Durante un año completo de su vida Tony Quinn quedó completamente ciego, en ese tiempo llegó a desesperar y rogó al cielo para que recuperara su vista y juró que si alguna vez lo hacía dedicaría el resto de su vida a ayudar a los demás, a proteger a los desvalidos y los indefensos. La luz llegó a su vida con Carol Baldwin en más de un sentido, su padre el sargento de policía Eric Baldwin se moría lentamente a causa de las heridas recibidas en venganza por un miembro del hampa local al que el sargento se había atrevido a detener, pidió a Carol que cuando muriese se pusiera en contacto con un misterioso doctor, que insistió siempre en permanecer en el anonimato, y que trasplantara sus córneas a Tony Quinn a quién siempre había tenido por hombre justo y valiente. “Quizás con mi muerte él consiga su segunda oportunidad”, fueron sus palabras según le contó Carol tiempo después.

Alcanzaba ver a los individuos que custodiaban la puerta, los evitó y se dirigió a uno de los muchos rincones oscuros que había junto a la valla, trepó sin dificultad los casi tres metros del alto muro y sigilosamente cayó al otro lado sin hacer ningún ruido. El interior estaba tranquilo y a través de los árboles se fue acercando hasta la mansión. Por lo que pudo descubrir no había más guardias en el exterior pero era de suponer que sí los habría en el interior de la casa donde se veían varias estancias iluminadas que destacaban en la oscura noche.

Amparándose en el negro manto nocturno llegó al pie de los muros de la mansión, a través de los amplios ventanales de la primera planta pudo ver a dos federales en el salón principal, parecían bastante relajados, uno de ellos fumaba un pitillo, por lo que era muy probable que no estuvieran vigilando a Vaughn ni a nadie, que debería estar en la segunda planta en sus habitaciones disfrutando de la poca intimidad que la presencia de aquellos tipos en su casa debía dejarle. Su fino oído le permitió enterarse de buena parte de la conversación de los del interior.

- Se supone que debías evitar que el viejo usase el teléfono, ¡ja! y nada menos que a un fiscal del distrito, no quisiera estar en tu pellejo cuando Hunter se entere. -decía el del pitillo

Su interlocutor no decía nada, se mantenía con la cabeza gacha, tras otra calada el primero continuó su conversación.

- Confiemos en que ese fiscal no se dedique a hacer demasiadas preguntas.

La conversación pareció llegar a su fin y Black Bat se puso manos a la obra. Se aseguró que no hubiese ninguna mirada indiscreta que pudiera descubrir su presencia y escaló hasta la segunda planta ayudándose de la balaustrada y de los muchos ornamentos que la arquitectura de la mansión poseía para alcanzar el segundo piso e izarse sobre la estrecha cornisa, caminó en precario equilibrio hasta una zona en la que se podían observar tres ventanas iluminadas, al acercarse pudo comprobar que las tres ventanas eran de una misma habitación, muy amplia, pues era la habitación del señor de la casa, J.J. Vaughn, que estaba sentado ante una enorme y robusta mesa de despacho escribiendo algo en un cuaderno de notas, vestía un batín y su aspecto era bastante descuidado, como si llevase días sin salir de casa. Con el mayor sigilo que le fue posible abrió la ventana más próxima a él y se introdujo en la habitación. Con voz calmada y casi en un susurro se dirigió a J.J. Vaughn para hacerle saber que estaba allí.

- Buenas noches Sr. Vaughn

J.J. se volvió y se sorprendió al ver en medio de la habitación a aquella figura enfundada en negra y con el rostro cubierto por una capucha pero se recompuso para preguntar sin miedo.

- ¿Quién es usted y qué hace en mi casa?

- Tranquilo, no le haré ningún daño.

- ¿Qué le hace suponer que podría hacérmelo? No estoy en mi mejor forma pero aún puedo tumbar a cualquier ratero de un buen puñetazo.

Black Bat le veía bastante capaz de hacerlo, a pesar de su edad tenía una complexión robusta y aun quedaba algo de fuego en la caldera del viejo irlandés, se veía de dónde había sacado Helene su cabezonería y determinación.

- No he venido a robar, soy un amigo de su hija Helene, ella me pidió que le ayudase si alguna vez llegaba a necesitarlo y tengo la impresión de que ahora podría ser ese momento.

Era una mentira piadosa, Helene jamás le había pedido tal cosa pero era una manera de ganarse la confianza del gran hombre.

- Sé que varios de sus amigos han tratado de contactar con usted pero ha sido imposible. -añadió Black bat

J.J. Vaughn le miró unos instantes y pareció dudar.

- No sé quién es usted pero voy a creerle, lo hago porque necesito poder hablar con alguien antes de que me vuelva loco, ¿es realmente un amigo de Helene?

- Sí y también de Ki-Gor, en su última estancia en Nueva York los conocí a ambos y debo decirle señor que puede estar usted muy orgulloso por la hija que ha criado, es digna sucesora de su padre.

- Lo sé, es muy buena chica, nunca se lo he dicho. -parecía lamentarse

El empresario del acero parecía un poco perdido en sus pensamientos, Black Bat trató de llamar su atención.

- ¿Qué está ocurriendo aquí?

- Dios, es tan complicado todo.

- Tranquilícese señor Vaughn y comience por el principio, suele ser lo mejor. -bromeó Black Bat tratando de relajar un poco el ambiente

- La verdad es que ni siquiera sé muy bien por dónde empezar, supongo que empezaron a suceder cosas extrañas hace poco más de un mes, tras el embargo comercial a Japón fueron muchos los empresarios que pusieron el grito en el cielo, ¡qué demonios! A mí también me costó una fortuna esa decisión, Japón nos compraba el 90% de su acero a nosotros y estamos hablando de mucho dinero, todo ello sin hablar del petróleo y otras materias primas que elevan la cifra a una cantidad insultantemente elevada. Pero hay cosas que están por encima del dinero y simplemente no se pueden permitir las barbaridades que los japoneses están cometiendo en China o sin ir más lejos las de Alemania en Europa, aunque no fue una decisión unánime todos acatamos la decisión como se esperaba de nosotros. Hasta ahí todo bien, pero poco después algunos empezaron a cambiar de opinión, en principio unos pocos pero cada vez más empresarios, congresistas y senadores de todo el país empezaban a hablar de la abolición del embargo a Japón e incluso de una moción de censura al presidente Roosevelt, me pareció muy extraño porque conozco a muchos de esos hombres y sé como son, traté de hablar con algunos para que me explicaran el porqué de su repentino cambio de opinión, pero ninguno dijo una palabra, tenían miedo de algo o de alguien. Lo puse en conocimiento del F.B.I. y lo único que he conseguido es que me hayan confinado en mi domicilio para mi protección.

- ¿Su familia se encuentra bien? -preguntó Black Bat

- Sí, afortunadamente les envié con una excusa a Londres una temporada, empecé a temer por su seguridad cuando coincidí con el presidente en Washington hace una semana.

- ¿Qué le dijo el presidente?

- No fue tanto lo que dijo sino más bien como lo dijo. Me cogió de las manos y mirándome a los ojos me pidió que hiciese todo lo posible por evitar que se levantara el embargo a los japoneses, insistía una y otra vez en que era de vital importancia y que no debía olvidarlo. Seguidamente sus escoltas se acercaron y el presidente ya no volvió a hacer ninguna referencia a nuestra conversación anterior.

Black Bat trataba de organizar toda aquella información en su cabeza, ¿por qué retenían los federales a Vaughn? No daba la impresión de que le protegiesen, o quizás sí, pero de lo que estaba seguro era que les preocupaba que el viejo J.J. hablase. Aquel asunto apestaba a Harold Nielsen y sus camisas marrones, encajaba con su modus operandi. Había estudiado el amplio historial delictivo del líder de los nazis americanos y sabía que con anterioridad había organizado un ataque al sistema económico del país haciendo acopio de grandes cantidades de oro, para ello se valió de su red de agentes que secuestraron y extorsionaron a cientos de pequeños y grandes inversores obligándoles a firmar contratos donde vendían su oro por precios irrisorios a Harold Nielsen, llegó incluso a hacerse con los derechos de explotación de buena parte de las minas del país donde se obtenía el preciado material. Todo ello obtenido a base de extorsión, chantajes y amenazas a seres queridos. De no haber sido por la intervención de Green Lama probablemente aquel maldito loco ególatra de Nielsen habría mandado al país a una crisis económica con consecuencias iguales o más graves que la del año 29 que les había sumido en una depresión de casi una década de duración.

- No se preocupe señor Vaughn, ya no está solo en esto, ahora tiene un amigo. Volveremos a vernos pronto.

J. J. Vaughn trató de decir algo pero ya solo tenía ante sí una ventana abierta y unas cortinas que ondeaban al viento con el fresco aire de la noche.



Demasiadas pistas apuntaban al F.B.I., Black Bat necesitaba saber cuál era la versión oficial de los federales y aunque la idea no le gustaba demasiado había que reconocer que si había una autoridad sobre lo que pasaba en el F.B.I. ese era el Agente X, el hombre de las mil caras y el imbécil que había tratado de tenderle una trampa no hacía demasiado tiempo para entregarle a las autoridades, pero como decía el refrán popular “la política y la guerra hacen extraños aliados”, y él estaba en guerra permanente contra el crimen.

Pero representaba un serio problema tratar de contactar con X, ¿cómo se pone uno en contacto con una persona que no tiene identidad y de la que no se conoce siquiera su rostro?

Creía tener una posibilidad, no sabía a ciencia cierta si aquel plan iba a funcionar pero era la única opción que tenía. Cuando Black Bat ofreció cobijo a Ki-Gor y a Helene Vaughn durante su última estancia en Nueva York, en una pequeña y cómoda casa en una discreta zona residencial de Queens, sospechaba que el agente X había pinchado la línea telefónica de la casa para tenerlos vigilados, tanto a él como a Ki-Gor y Helene, así que era probable que aun lo estuviese. Era agarrarse a un clavo ardiendo pero no se perdía nada por intentarlo.

Por eso aprovechando la noche Black Bat se introdujo en la casa, olía un poco a cerrado y no parecía haber sido utilizada desde que ellos habían estado allí por última vez, nada parecía estar fuera de lugar. Se dirigió hacia la mesa del teléfono y levantó el auricular para empezar a hablar sin marcar ningún número en la rueda del teléfono.

- No estoy muy seguro de si estás ahí o si simplemente estoy haciendo un ridículo espantoso hablando solo en mitad de la noche en una casa abandonada pero si me oyes, tenemos que hablar, estaré aquí durante una hora, sé que eres un hombre de recursos y puedes estar aquí en ese tiempo. Esto es entre tú y yo, no intentes ninguna tontería como la de la última vez.

Colgó el auricular y esperó con sus extraordinarios sentidos en alerta ante el primer indicio de la presencia de alguien o de algún problema. Los minutos pasaban despacio, ya empezaba a pensar que estaba perdiendo un tiempo muy valioso cuando oyó unos débiles pasos en la parte trasera de la casa seguido de unos ligeros golpes en la puerta. Alguien tocaba y trataba de no llamar la atención.

Black Bat se acercó con extrema precaución y sigilo a una de las dos ventanas que poseía la casa en su parte de atrás, apartando mínimamente con el cañón de su automática la cortinilla que cubría el cristal su increíble visión nocturna le permitió ver claramente la silueta de un hombre vestido con gabardina abierta que dejaba entrever un traje elegante y funcional debajo de ella, una discreta corbata a juego con una bufanda que llevaba colgada sobre los hombros y un sombrero bajo de ala ancha que mantenía su rostro sumido en las sombras incluso para la excepcional visión de Black Bat, no cabía duda de que era el agente X, nadie era tan federal como él, casi se podría decir que transpiraba “federabilidad” si es que tal palabra existiese.

Con la espalda pegada a la pared y sin dejar de empuñar el arma con su mano izquierda Black Bat abrió la puerta con la mano derecha tratando de evitar ponerse frente a la puerta porque no acababa de fiarse de su invitado. Una voz tranquila le llegó desde el otro lado.

- ¿No duermes nunca? -preguntó X

Un tanto más relajado y bajando su arma pero sin enfundarla por si era necesario pasar a la acción en cualquier momento respondió.

- Creo que lo hice una vez allá por el 37 pero no estamos aquí para hablar de mis problemas de insomnio.

- ¿Y para qué estamos aquí exactamente? Por cierto, ¿puedo pasar? Hace frío y no son horas para que la gente honrada esté en la calle.

Black Bat no pudo evitar una sonrisa sarcástica y con la cabeza le hizo un gesto para que entrara, pudo ver en su mano el característico anillo con la letra X grabada en él. En todo momento mantuvo la casa a oscuras, la oscuridad le daba ventaja y no estaba dispuesto a desperdiciar ninguna oportunidad que se le favoreciese llegado el caso.

- Quiero saber qué está pasando en el F.B.I. -dijo Black Bat

- Bienvenido al club. -ironizó X

Black Bat ignoró el críptico comentario y fue directo al grano.

- J.J. Vaughn habla de un complot para levantar el embargo comercial a Japón y de una posible moción de censura al presidente, lo puso en conocimiento del F.B.I. y estos lo tienen retenido en su casa y aislado del mundo, teóricamente por su protección. ¿Qué sabes de eso?

- Están habiendo muchos cambios en el F.B.I. en estos últimos tiempos. Es un momento de incertidumbre y muy delicado el que vive nuestro país en estos momentos, moviéndonos en un delicado equilibrio en un mundo en guerra. El presidente tiene claro que sin nuestra ayuda Europa no tiene ninguna opción que no sea la de rendir vasallaje al Tercer Reich pero hay muchos que no lo tienen tan claro, Alemania es imparable en estos momentos y no hace sino ampliar a cada día que pasa su territorio y sus riquezas, la mayoría quieren apostar al caballo ganador pero otros, los que manejan las cuerdas en las sombras, quieren a los Estados Unidos del lado del Reich y sus aliados. Para que eso suceda deben pasar dos cosas inevitablemente primero.

- Que se levante el embargo y quitarse de en medio políticamente a Roosevelt que saben que nunca apoyará una iniciativa como esta. -dedujo Black Bat el resto de la explicación

- ¡Bingo! -dijo X

- ¿De qué lado están los federales?

- Esa es una pregunta complicada con una respuesta aún más complicada, pero a grandes rasgos el F.B.I. es el feudo absoluto de Edgard J. Hoover y sus ideas políticas lo sitúan a veces más cerca de Berlín que de Washington, es conocido por sus opiniones racistas y es un antisemita convencido, apoya tímidamente la operación y trata de acorralar políticamente al presidente siempre que puede, pero es un zorro viejo y sabe nadar y guardar la ropa, no hará nada tan grave que pueda suponerle un cargo de traición. Por eso tiene a sus hombres de más confianza como el subdirector Hunter haciendo el trabajo más turbio.

- Hunter, ese es el nombre que dijeron los federales que custodiaban a Vaughn. -dijo Black Bat

- Y ese es también el nombre del agente que montó el fiasco cuando tratamos de impedir el plan de fuga de Harold Nielsen en la prisión estatal de Florida, él fue el que envió a la policía y a prácticamente todos los federales del estado a una trampa cuando le había advertido específicamente que mantuviese a las fuerzas del orden alejadas del perímetro de la prisión. ¿Crees en las casualidades? - le preguntó X a Black Bat

- No demasiado.

- Yo tampoco.

Algo captó la atención de Black Bat en la periferia de sus muy desarrollados sentidos, un pequeño crujido, era la segunda vez que lo oía y esta vez había sonado más cerca, el primer ruido había podido ser descartable al haber sido producido por alguna ardilla o animal pero hablando de casualidades las probabilidades empezaban a ponerse en contra. Apuntó con su automática a la cabeza del Agente X.

- Dime que ni siquiera tú eres tan idiota como para tratar de tenderme dos veces la misma trampa. -exigió Black Bat

- No entiendo qué quieres decir.

- Ahí fuera hay alguien, te dije claramente que esto era entre tú y yo, nadie más.

X levantó la cortina y miró afuera ignorando por completo la pistola que tenía a escasos centímetros de su sien, la tranquilidad y sangre fría que mostraba era sorprendente.

- No veo a nadie. -dijo X

- Que no los veas no significa que no estén ahí, -respondió Black Bat-, te advierto que si me has vuelto a tender otra trampa esta vez no te vas a escapar sin unos cuantos huesos rotos.

Aunque las sombras cubrían su cara los ojos de X eran claramente visibles asemejando a dos faros en la noche, dos luces en medio de la oscuridad que reinaba a su alrededor.

- No seas tan presuntuoso, ¿qué te hace suponer que vienen a por tú?

Black Bat se quedó sorprendido, no era la respuesta que esperaba oír.

- ¿De qué estás hablando? -exigió Black Bat una respuesta

- Es otro de los cambios que te comentaba antes, Edgard J. Hoover ha decidido que no quiere agentes independientes que informen directamente al presidente sin pasar por él. En un emotivo memorándum interno hablaba de jugar en equipo, de que nadie está por encima de la ley y de que los tiempos en que esos agentes eran necesarios ya eran cosa del pasado. A mí y a otros miembros de lo que extraoficialmente es conocido como el Departamento-G, como por ejemplo el agente G-8 y el Operador 5 que al igual que yo estamos fuera de su organigrama de poder se nos instó a entregar nuestras placas, acreditaciones y armas para ser transferidos a unidades dentro de la organización del F.B.I. como agentes de campo ordinarios. Grandes palabras pero en el fondo lo único que persigue es que nada escape a su control, el presidente Roosevelt no quiere abrir otro frente contra él y menos en estos momentos de clara debilidad política así que le deja hacer.

- ¿Y qué has hecho? ¿Entregaste tu placa?

- Ninguno de nosotros lo hizo, la respuesta de los tres fue unánime, nuestro trabajo es defender los intereses de la nación y respondemos solo ante el presidente de los Estados Unidos, nada ni nadie va a cambiar eso. A Hoover le faltó tiempo para declararnos en rebeldía, acusándonos de traidores a la patria, amantes de los judíos y no sé cuantas cosas más. Dió orden de búsqueda y captura contra nosotros, ahora estoy solo en esto, me persigue tanto la policía como el F.B.I., hoy soy una amenaza para la seguridad de este país cuando ayer era un héroe nacional.

- Vaya, vaya, lo que son las cosas, el Agente X es ahora un fuera de la ley, hay algo de justicia poética en todo esto. -sonrió Black Bat

- No uses ese tono ni te las des de héroe del pueblo conmigo, mucho antes de que tú entrases en el negocio de los hombres misteriosos yo ya me había enfrentado al poder y estuve fuera de la ley cuando fue necesario hacerlo, no es la primera vez en mi vida que tengo que esquivar balas de un policía de Nueva York. - le reprochó X a Black Bat

- Bien, ya que nos estamos sincerando, debes saber que jamás he asesinado a nadie. Es cierto que en defensa propia he tenido que matar para evitar mi propio fin y que varios hombres han muerto por mi mano, dejo mi marca en los cadáveres para hacer creer que soy un asesino sin piedad, el miedo que eso genera en los criminales hace mucho más fácil mi trabajo en la lucha contra el crimen, cuando alguien tiene miedo, comete errores. Y los criminales saben que no hay negociación posible con Black Bat porque si no puedes acabar fiambre con un adhesivo en forma de murciélago pegado en tu frente.

- Reconozcamos que los dos teníamos una impresión equivocada del otro, olvidemos el pasado y empecemos de cero, ¿ok? -ofreció el Agente X extendiendo su mano

Black Bat bajó finalmente su arma y dejó de apuntar al Agente X, aceptó el saludo y estrecharon sus manos.

- Una vez olvidado el pasado solo queda ver si tenemos algo de futuro. -dijo señalando hacia afuera de la casa

X se dirigió a la puerta principal y a través de una ventana escrutó el exterior.

- Son muchos, hay agentes de la policía de Nueva York y federales. Tienen bien cubiertas las dos salidas.

- Lo sé, les oigo acercarse, la cosa se pone fea. No podemos abrirnos pasos a tiros, no dejan de ser agentes de la ley que cumplen órdenes pero tampoco podemos dejarnos coger. -apostilló Black Bat

- Toma, -X le lanzó dos cargadores-, sería conveniente que usaras estas balas, solo en el caso de que sea estrictamente necesario.

Varios fogonazos de luz procedentes de potentes focos instalados en el exterior de la casa y una voz que les llegaba intensificada a través de un altavoz rompieron tanto el silencio como la oscuridad que reinaba en la casa.

- ¡Les habla el Detective McGrath de la policía de Nueva York! Estamos acompañados por agentes del F.B.I., salgan con las manos en alto y prepárense a ser detenidos.

Black Bat puso gesto de disgusto.

- ¡Maldita sea, es McGrath!

- ¿Lo conoces? -preguntó X

- Es un buen policía pero se ha propuesto meterme entre rejas por mis crímenes, un agente de la ley con exceso de celo en su trabajo, en cierta manera me recuerda un poco a ti.

- ¿No habíamos dejado atrás el pasado?

- Es la costumbre. -rió Black Bat

- ¿Quieres que le respondamos algo a tu amigo? -dijo X

- No creo que sirviese de nada.

El encapuchado se acercó a una de las ventanas frontales para tener una perspectiva de lo que estaba pasando afuera y una bala le pasó rozando a escasos centímetros de la cabeza. Instintivamente se agazapó bajo el marco de la ventana y desenfundó sus calibres 45.

- Van a por todas, este no parece el estilo de McGrath.

Afuera en la calle, el Detective McGrath trataba de averiguar quién había sido el idiota que había abierto fuego, uno de sus hombres de uniforme aseguraba que no había sido uno de los suyos, se dirigió hacia el agente Perkins, el federal a cargo de la operación.

- Su gente debería respetar el procedimiento, esto no es un ajuste de cuentas en el Viejo Oeste, las cosas han de hacerse de acuerdo a la ley, quiero a esos hombres vivos.

Perkins lo miró con cierto aire de prepotencia.

- Agradezca usted que le hayamos permitido participar en esta operación por su experiencia anterior con Black Bat pero hágase cargo de que quién está al mando aquí es el F.B.I., los dos individuos que están en el interior están acusados de asesinato y de alta traición, crímenes federales ambos, por tanto le agradecería que se limitase a su papel de observador y que deje actuar a los profesionales.

- ¿Está insinuando usted que mis hombres no son profesionales? -dijo McGrath un tanto molesto

- No se lo tome como algo personal, detective, pero ¿cuánto tiempo llevan usted y sus hombres tratando de detener a Black Bat?

McGrath tensó su puño y por unos instantes estuvo dudando si estrellarlo con toda su fuerza en la cara de aquel payaso pero optó por dejarlo pasar y simplemente dijo.

- Muy bien, pero tenga por seguro que informaré de estas irregularidades.

- Haga lo que estime conveniente. -respondió Perkins con total frialdad

El detective se dirigió a uno de los coches patrullas y cogió el emisor de su radio portátil.


Jethro Dumont, que acababa de llegar recientemente de un “viaje de negocios” a la ciudad de Los Ángeles escuchaba atentamente cualquier información proveniente de su aparato de radio conectado a la emisora de la policía de Nueva York como hacía tantas noches, un chasquido y ruido de estática anunciaban al fin alguna novedad en aquella aburrida noche.

- Aquí el Detective McGrath, me encuentro en el cruce entre la Avenida Jamaica y la calle 117, estamos acompañados de varios agentes federales y tenemos acorralados en el interior de una vivienda a dos individuos extremadamente peligrosos. Sospecho que uno de ellos puede ser Black Bat. Escúcheme atentamente, quiero que encuentre al superior del agente Perkins del F.B.I. y que le informe de que está a punto de mandar al traste toda esta operación con sus tácticas de pistolero. ¿Me han entendido?, cambio.

- Alto y claro, -respondió una voz al otro lado de las ondas-, ¿quiere que enviemos refuerzos?, cambio.

- Afirmativo, prefiero tener la ventaja del número si los federales se descontrolan, cambio y corto. -finalizó el detective la conversación

Dumont dio un respingo de alegría, ese era el golpe de suerte que andaban buscando, el detective McGrath hablaba de dos sospechosos en una dirección que le sonaba familiar, uno de ellos era Black Bat, aparte de él la única persona que sabía de aquel lugar y que se encontrara en aquellos momentos en Nueva York era el agente X.

Lo había encontrado finalmente. Mientras se caracterizaba como Green Lama para no perder un solo segundo giró al mismo tiempo el dial de su radio a una frecuencia previamente convenida y habló al micrófono de su estación de radio tras pulsar el interruptor de su base.

- ¿Estabas oyendo la emisora de la policía?

- ¿Te refieres al incidente con Black Bat? -respondió una bien modulada voz por el altavoz

- En efecto. El Agente X se encuentra con él.

- Perfecto, voy en camino, ¿dónde quieres que te recoja? - preguntó el Fantasma


http://pulpcovers.files.wordpress.com/2012/07/5981717036_3ca94641fe_o1-scaled1000.jpg?w=685&h=1000

El detective McGrath no estaba de muy buen humor, esperaba impaciente una respuesta de su central junto a la radio de su coche.

- Maldición, ¿tanto trabajo cuesta hacer una jodida llamada? ¿No hay respuesta aún de los superiores de Perkins en el F.B.I.? Por amor de Dios, esto es Nueva York, no Illinois, Idaho o uno de esos estúpidos sitios que empiezan por “i”. Cambio.

- Perdón, detective -se excusó la voz del agente que hablaba por radio-, pero la oficina del F.B.I. no está poniendo ninguna facilidad, se niegan a pasarnos con el responsable y después de haber sido informados de la situación la única respuesta que hemos obtenido y cito textualmente “declinamos realizar cualquier tipo de declaración al tratarse de asuntos que podrían poner en peligro la seguridad nacional”. Cambio.

- Bien, eso es todo por ahora. Cambio y corto.

Depositó el auricular en su soporte, su rostro delataba preocupación. “Declinaban realizar declaraciones” lo que traducido al lenguaje de la calle significaba que se desentendían del asunto, eso como mínimo, sin entrar en teorías conspiratorias en las que incluso apoyasen este tipo de actuaciones. Nadie está por encima de la Ley y por mucha seguridad que haya de por medio las cosas debían hacerse según lo especificado en el reglamento. No ayudó a mejorar su humor de perros ver la llegada de un furgón del F.B.I. del que descendían un grupo de seis agentes equipados con armaduras antibalas, máscaras de gas y ametralladoras Thompson. A pesar de aquel excelente equipamiento McGrath temía que Perkins iba a mandar a aquellos hombres al matadero, McGrath se había enfrentado muchas veces a Black Bat y sabía que no se lo debía menospreciar, encaminó sus pasos hasta donde estaba el federal por hacer un último intento para tratar de hacerle cambiar de opinión.

- Perkins, no mande a esos hombres ahí dentro, es un riesgo innecesario. Tenemos a los sospechosos completamente rodeados. No tienen escapatoria, sólo tenemos que esperar, la ventaja está de nuestro lado.

- Esos tipos son amenazas públicas, tenemos órdenes de neutralizarlos por cualquier medio necesario.

- ¿Neutralizar? ¿De qué estamos hablando? Pensé que estábamos aquí para detenerlos, todo esto es muy extraño. Su manera de actuar disparando a la primera oportunidad sin provocación previa me hacen sospechar que tiene más interés en matarlos que en tratar de llevarlos ante la justicia.

- Con todo mi respeto, detective. Me importa una mierda seca lo que piense, vuelva al perímetro y mantenga alerta a sus hombres por si los sospechosos deciden salir.

McGrath trataba de decidir qué insulto era el que le iba a soltar a Perkins pero desistió, no merecía la pena. Él había hecho todo lo posible, a partir de aquí era la operación de Perkins, su plan y su responsabilidad. Cuando todo se fuera al garete sería la cabeza del federal la que rodaría. Algo se le revolvía en el interior del estómago, por mucho que desease poner a Black Bat entre rejas había líneas que nunca cruzaría, esa era la diferencia entre Black Bat y él. Por los mismos motivos eso le ponía en esta situación en contra de los federales, el todopoderoso F.B.I., ¿quién era el enemigo aquí?, se preguntaba McGrath.

Sin intermediar palabra alguna el detective de la policía de Nueva York volvió al perímetro a continuar la vigilancia tal y como le había sido ordenado.

Como estaba previsto Perkins envió a su equipo de asalto al interior de la propiedad tras ordenar apagar los focos que iluminaban el área.


- Ya vienen. -dijo X

- Los veo. Una duda que me asalta ¿esas balas que me diste antes no serán tus balas de gas somnífero? Porque con esas máscaras antigás poco vamos a hacer. -preguntó Black Bat

- No te preocupes, después de nuestro último encuentro he realizado algunas mejoras, ahora es suficiente con que el gas tome contacto con la piel del objetivo, incluso a través de la mayoría de tejidos es capaz de hacer efecto.

Black Bat asintió con cara de que le parecía una gran idea.

- Si me pillas una vez con la guardia baja, es mérito tuyo. Si me pillas dos veces, es culpa mía. -terminó de explicar X

Ya no era el momento de las palabras, los seis agentes habían accedido a la casa saltando la valla exterior, se acercaban cuerpo a tierra, tratando de ofrecer el menor perfil posible y buscando cobertura tras arbustos, cubos de basura o cualquier objeto que pudiese servirles de improvisado parapeto.

Sin dar tregua pues tampoco la esperaba Black Bat empuñó sus automáticas y abrió fuego contra el federal que se encontraba más a su izquierda, el primer disparo impactó contra la valla exterior de la casa a escasa distancia de donde se encontraba el objetivo que al verse bajo fuego trató de evitar la acometida desviándose hacia la derecha según la posición de Black Bat que ya contaba con ello y de un segundo disparo fue derribado limpiamente. La cobertura de la oscuridad era inútil contra la visión nocturna de Black Bat. El Agente X no lo tenía tan fácil pero no estaba ni mucho menos indefenso, oteaba atentamente cualquier cambio en las sombras y vio una silueta recortada contra la oscuridad moverse a su derecha, justo al otro extremo de donde centraba su ataque Black Bat, apuntó cuidadosamente tomándose unos segundos y tiró del gatillo, otro de los agentes federales había caído.

El grupo de asalto del F.B.I. empezaba a darse cuenta de que aquella no iba a ser una misión fácil ni mucho menos, así que extremaron las precauciones y respondieron al fuego con sus Thompson, fue como si el infierno se abriera, el ruido ensordecedor de las continuas ráfagas de las ametralladoras se adueñó del silencio de la noche y los destellos de los proyectiles iluminaban por momentos las posiciones de los asaltantes. La lluvia de balas agujereó toda la parte frontal de la casa, a pesar del riesgo Black Bat se asomó brevemente a una de las ventanas frontales y disparó dos veces, una de ellas derribó a uno de los agentes pero la segunda se perdió en la noche, este acto tuvo como consecuencia que una bala perdida de los asaltantes acabara alojándose en el hombro izquierdo de Black Bat que dio un respingo por el dolor y se arrojó cuerpo a tierra, desde la otra ventana X volvió a disparar y un federal más cayó inconsciente al suelo, uno de los muchos proyectiles disparados desde afuera le dio de lleno en el pecho pero el chaleco blindado hizo bien su trabajo, el impacto casi le lanza al suelo y sentía dolor en su pecho pero estaba agradecido porque de no haber contado con la protección del chaleco probablemente estaría criando malvas ahora mismo. Tras abandonar su parapeto temporalmente se cercioró del estado de salud de Black Bat.

- ¿Estás bien?

- He estado mejor si te soy sincero. -respondió Black Bat aguantando el intenso dolor que recorría su hombro y alrededores-, pero creo que podrá aguantar y aun tengo mi mano derecha para disparar.

X asintió aunque sabía que la situación se estaba poniendo bastante fea, no había manera de escapar, estaban rodeados y sabía que había francotiradores apostados en el exterior, tratar de abandonar la casa era suicida dadas las circunstancias y tampoco iban a poder aguantar allí por mucho tiempo más.

Los dos agentes del equipo de asalto que aún quedaban en pie no querían correr ningún riesgo innecesario y envalentonados al ver que desde el interior no devolvían ya el fuego avanzaron hasta la entrada de la casa y se apostaron a ambos lados de la puerta principal

con la espalda pegada a la pared.

Desde dentro el fino oído de Black Bat captó las pisadas de los federales al otro lado de la puerta, metió su mano derecha bajo la capa y sacó un cilindro de buen tamaño del que pendía una anilla metálica, tiró de ella y un blanquecino humo espeso empezó a salir.

- Busca un sitio donde ponerte a cubierto, van a entrar. -advirtió Black Bat

El Agente X siguió la recomendación, en cambio Black Bat dejó caer la bomba de humo a sus pies y aferrando bien su automática se agachó para que la creciente nube de humo lo envolviese por completo. Cuando la puerta principal se vino abajo y los federales entraron en la casa pudieron ver una nube de humo grisáceo que cubría la parte central de la amplia estancia, pero nadie a la vista. Uno de los federales cayó al suelo, su compañero trataba de averiguar qué había sucedido, el disparo había venido del interior de aquella nube pero antes de que pudiese reaccionar una figura encapuchada salió del interior como si de un demonio que saliera del mismo infierno se tratara, llevaba una 45 automática en su mano derecha y disparó tres disparos limpios casi a bocajarro. Los efectos del gas paralizante fueron inmediatos, el último del grupo de asalto cayó.

- Bien ¿y ahora qué? -preguntó X

- Sinceramente no lo sé, no nos quedan tantas balas paralizantes como para deshacernos de todos. -fue la única respuesta que Black Bat pudo darle

El Agente X se dirigió hasta el marco de la ahora inexistente puerta y habló a los del exterior.

- Soy el Agente X, con licencia especial del F.B.I. y miembro del Departamento G, exijo hablar con mi superior en el departamento.

McGrath no podía creer lo que estaba oyendo, el otro sospechoso que estaba en el interior era el Agente X, si desde el principio aquella operación había levantado ya sus sospechas ahora la alarma interior del detective gritaba como loca, Perkins había ido mucho más allá de lo que los límites de la buena conducta de un representante de la ley permitían, había llegado el momento de detenerlo. Cogió a varios de sus hombres y el detective volvió a acercarse hasta donde se encontraba el federal al mando.

- ¿De qué va todo esto? -preguntó McGrath

- Le dije antes que se quedara en el borde del perímetro. -trató Perkins de ignorar al policía

Pero el detective esta vez no pensaba ceder.

- Ahí dentro hay un agente de la ley y sus tácticas han puesto repetidamente su vida en peligro, podría estar retenido contra su voluntad.

Perkins se disponía a responder de no muy buenos modos cuando un agudo chirrido llamó la atención de todos los que allí estaban, eran producidos por los neumáticos de un Lincoln Continental de color negro y con los cristales tintados que se acercaba a toda velocidad a la escena. Los policías que guardaban el perímetro se pusieran en alerta por lo que pudiese pasar, nadie parecía estar muy seguro allí de quiénes eran los buenos y quiénes los malos. El vehículo frenó con tal brusquedad que lo hizo derrapar hacia un lado hasta detenerse finalmente a unos pocos metros de donde se encontraba el cordón policial, la puerta del trasera del vehículo se abrió y de su interior descendió el Fantasma, al otro lado del vehículo que quedaba fuera del campo visual de los policías se abría también de manera mucho más discreta la otra puerta trasera por la que se deslizaba Green Lama aprovechando que todas las miradas se centraban en su aliado. Iba a tratar de entrar en la casa, usando su dominio de los secretos de la mente aprendidos en Shangri-La nublaría la percepción de todos aquellos que le viesen y sus cerebros lo ignorarían al no considerarlo una amenaza, era un reto hasta para un maestro como él y habría sido imposible de realizar si la atención de todos no hubiese estado centrada en El Fantasma.

Green Lama ayudándose de las sombras inició su camino hasta la casa, de momento funcionaba, nadie le prestaba atención, El Fantasma era la distracción ideal, cualquier otro en aquella situación de combate con hombres armados parecería ridículo plantado allí con su chaqué y su elegante sombrero de copa, pero no El Fantasma, él había salvado a aquella ciudad más veces en los últimos siete años de las que ninguno de los presentes podía recordar y se había ganado el derecho a vestir como le viniese en gana. Además estaba su mirada, cuya fuerza e intensidad hacía que pareciese igual de imponente vistiera como vistiera. Era toda una institución en Nueva York como podía verse en las caras de los policías que le miraban con una mezcla de respeto y admiración.

El Fantasma, buen conocedor de los protocolos oficiales, identificó a primera vista a los responsables de la operación sin necesidad de preguntar, no era necesario, para alguien con una percepción tan agudizada como él esos detalles saltaban a la vista así que se encaminó hacia donde estaban McGrath y Perkins. Al llegar a su altura sacó una placa identificativa en la que podían verse las iniciales N.Y.P.D, que lo acreditaban como miembro del Cuerpo de Policía de Nueva York, lo más llamativo de la placa era que donde debería estar el número de identificación del agente sólo figuraba la silueta de un antifaz.

- Agente Especial de la Policía de Nueva York con acreditación presidencial nivel 5 para todo lo que acontezca en esta ciudad. -aclaró El Fantasma por si hubiese alguna duda

Tanto el detective McGrath como el agente federal estaban bien al tanto de lo que significaba una acreditación de nivel 5, probablemente no había más de una decena de personas en todo el país que la tuvieran.

- Esto es un asunto del F.B.I. -protestó Perkins-, han matado a seis de mis hombres y son extremadamente peligrosos.

- ¿Está usted seguro de que están muertos? -preguntó inquisitivamente El Fantasma clavando en el agente su férrea mirada

Perkins tragó saliva para intentar hablar pero no supo que decir.

- Porque no me parece el modus operandi de X, el agente más laureado y condecorado del F.B.I., modelo a seguir según su propia agencia hasta no hace mucho tiempo. No me lo imagino matando a compañeros suyos. -continuó El Fantasma

La frialdad que Perkins había mostrado anteriormente con McGrath se había derrumbado, se le veía claramente superado por las circunstancias y no sabía muy bien cómo salir de aquel atolladero en el que le habían metido sus superiores.

- A partir de aquí, yo me hago cargo de esta operación.

Sin esperar respuesta alguna por parte de Perkins, El Fantasma se dirigió a McGrath.

- Detective, coja dos de sus hombres y acompáñeme.

El Fantasma se adentró en la propiedad seguido de los tres policías y portando un megáfono en su mano derecha.

- Atención a los del interior de la casa, vamos a entrar, no disparen ¡repito! no disparen, sólo queremos hablar. - rugió su voz amplificada por el altavoz

No hubo respuesta alguna del interior, los policías miraron al Fantasma sin saber qué hacer, este con una inclinación de su cabeza que señalaba a la casa dejaba bien claro el curso de la acción a seguir, iban a seguir el plan original y entrar en la casa. Los policías llevaban sus armas listas para ser usadas en cualquier momento, El Fantasma sin embargo no portaba ningún arma de fuego, al menos a simple vista. Durante el corto tramo se cercioró de que los federales del equipo de asalto seguían vivos como atestiguaban los regulares movimientos de sus torsos y vientres al respirar.

Fue El Fantasma el primero en atravesar el quicio de la destruida puerta principal, seguido inmediatamente por McGrath y los agentes de policía que se apostaron a ambos lados cubriendo con sus pistolas cualquier palmo de terreno que quedaba bajo su ángulo de visión, las precauciones resultaron ser innecesarias, allí no había nadie. Los agentes registraron cada rincón de la casa sin que se produjera ninguna novedad en aquel sentido, simplemente ya no estaban allí. El grupo volvió sobre sus pasos y comunicó la situación a Perkins que terminó definitivamente por perder los estribos.

- Todos vosotros sois iguales, enmascarados y vigilantes que os creéis por encima de la ley. Por mucha chapa de la policía que luzcas estoy seguro de que tú has tenido que ver algo en esto.

- No seas absurdo, Perkins. El Fantasma estuvo en todo momento con nosotros. -interrumpió McGrath

El Fantasma tocándose el ala de su elegante sombrero de copa dijo.

- Les ruego me disculpen pero debo atender otras obligaciones. Hasta otra.

Y sin dar opción alguna a respuesta se marchó con paso ágil de vuelta a su coche. La cara de Perkins estaba desencajada y contrastaba con la sonrisa de McGrath, extrañamente contento para haber perdido una vez más a Black Bat.

Una vez en el interior del coche el Fantasma volvió a saludar a los ocupantes de la cabina de pasajeros del amplio automóvil que esta vez habían aumentado su número en dos, Black Bat y el Agente X para ser más exactos.

- Buenas noches, caballeros, es un placer.

Green Lama hizo las presentaciones más por mera cortesía que porque realmente fuese necesario, todos se conocían por su reputación y El Fantasma había sido uno de los primeros hombres misteriosos, era una leyenda.

- Un truco excelente ese de nublar la mente, me vendría de perlas para dar esquinazo a las emboscadas de McGrath, tienes que enseñarme como se hace. -dijo Black Bat a Green Lama

- No hay problema, avísame cuando tengas diez años libres y te enseñaré. ¿Y ahora qué te parece si extraemos la bala de tu hombro?


En una sala de reuniones cedida amablemente por Frank Havens, el director del prestigioso periódico Clarion con tirada nacional, se encontraban sentados tres de los individuos más singulares de su época, Green Lama, el Agente X y El Fantasma. Era justo este último quien explicaba al resto como había llegado hasta este punto en el que se encontraba.

- Llevaba tiempo siguiendo pistas y oyendo rumores, nada en concreto. Sospechaba que algo se estaba tramando, podía ver algunas piezas pero no alcanzaba a ver cuál era el puzzle que estas debían construir, si me permiten la metáfora. Tras los disturbios en Florida que pudieron haber sido mucho peor de no ser por vuestra intervención y posteriormente en California, empecé a ver lo que pretendían.

- Efectivamente -continuó el Agente X-, han sabido disimular sus crímenes entre otros muchos. Una extorsión aquí y un secuestro allá no hacen una conspiración.

- A menos que alguien investigue las conexiones entre los crímenes. -apostilló Green Lama

- Debo reconocer que el F.B.I. no ha hecho lo que tenía que hacer, incluso a estas alturas sigue sin haber ninguna investigación oficial. -dijo X con la cabeza gacha

- Cada vez se vuelven más osados, sus zarpazos son cada vez más directos, están uniendo en sus filas a todos los que están en contra de la guerra y a los que apoyan entrar en el bando del Eje, ofreciendo a cada uno lo que quiere oír. A aquellos que están en contra de sus intereses les compran, hostigan, chantajean y secuestran sus seres queridos como medida de presión.

El resto asintió a las palabras del Fantasma, el timbre del ascensor privado que daba acceso a aquella sala sonó y la luz de la puerta se encendió, alguien llegaba. La puerta se abrió y allí estaban Black Bat y el viejo J.J. Vaughn que se apoyaba en el hombro del primero para caminar. Black Bat ayudó durante unos metros más al viejo irlandés hasta depositarlo en un cómodo sillón, tras recuperar el aire dijo.

- Desde que estoy con vosotros empieza a ser preocupante la de veces que he tenido que enfrentarme al F.B.I., espero sinceramente que esto no se convierta en una costumbre. Por cierto, los federales saben que he sido yo el que ha secuestrado a J.J., no hubo manera de evitarlo sin saltarme vuestras estrictas normas de “nada de muertos”.

Green Lama se acercó hasta J.J. Vaughn para interesarse por él.

- ¿Se encuentra bien?

- Perfectamente,-dijo entre jadeos-, solo tengo que recuperar el aire.

- J.J. peleó como un jabato, tumbó a uno de los federales. -aclaró Black Bat

El Agente X bromeó.

- ¿Ha golpeado a un federal? ¿No teme que le arresten por agresión a un agente de la ley?

- Mira hijo -dijo Vaughn que no estaba para mucha fiesta-, a estas alturas de mi vida, con una Guerra Mundial a mis espaldas, pocas son ya las cosas que temo y le aseguro que un puñado de tramposos corruptos no me van a quitar el sueño.

- Perfecto, para eso le necesitamos Mr. Vaughn, es usted imprescindible si queremos evitar que triunfen. -dijo El Fantasma

- ¿Yo? -preguntó incrédulo el magnate siderúrgico- ¿Que puede hacer un viejo como yo que no puedan hacer ustedes?

- Contarlo a América, usted conoce a muchos de los afectados y sabe cuál es la situación de cada uno. Los secretos y las sombras les favorecen, así pasan desapercibido pero si lo sacamos a la luz, si la gente de América sabe cuáles son sus propósitos y esto llega al conocimiento público será imposible evitar una investigación, ni siquiera Hoover se arriesgaría a tapar un escándalo así por temor a que le salpique, sabe que hay muchos que estarían encantados de tener su cabeza.

- No creo que ningún periódico publicara esa historia, serían amenazados al igual que hacen con todo el resto,-se quejó apesadumbrado Vaughn-, mirad lo que me ha pasado, fui a contarlo todo al F.B.I. y lo único que conseguí es convertirme en un prisionero en mi propia casa.

- Ahí se equivoca usted, Mr. Vaughn -dijo con total seguridad y confianza El Fantasma-, el Clarion la publicará, el Director Frank Havens le espera en su despacho en cuanto usted se encuentre con fuerzas para empezar a escribir la edición especial de mañana.

- Mejor ahora que después. -fue la respuesta de J.J. levantándose del sillón

- Mr. Vaughn, ¿sabe usted que mañana será el objetivo número uno para todos aquellos que apoyan esta conspiración? -preguntó Black Bat con cierta preocupación en su voz

- Sí.

Y esa fue la única respuesta que el viejo empresario dio antes de marcharse de vuelta al ascensor, sin reproches ni explicaciones ni excusas, Vaughn era de una especie y época de la que ya no quedaban muchos y explicaba a los que la conocían de dónde había sacado su excepcionalidad la bella compañera de Ki-Gor, Helene Vaughn. Fue acompañado por El Fantasma que amablemente apretó el botón que le llevaría directo al despacho de Havens, no sin antes agradecerle lo que estaba a punto de hacer.

- Ahora solo nos queda esperar a que los acontecimientos se vayan desarrollando, por desgracia seguimos sin saber dónde se esconde esa sabandija de Nielsen. -dijo El Fantasma

- Es muy probable que cuando sus planes se vean expuestos, Nielsen y sus hombres opten por métodos de acción más directos, debemos estar preparados para cualquier cosa, cuentan con el apoyo de la Genyosha, los servicios secretos japoneses. El fantasma y yo nos enfrentamos a ellos en Los Ángeles, por desgracia no se pudo interrogar a ninguno pues sus asesinos prefieren la muerte antes que traicionar a la Genyosha y el único que parecía dispuesto a hablar fue asesinado por la flecha de una mujer de su propio grupo antes de que pudiese darnos alguna información.-aclaró Green Lama

- ¿Una mujer? Debe tratarse de Burakurozu. -dijo X

- ¿De quién? -preguntó Black Bat

- La llaman La Rosa Negra por el tatuaje de su espalda, es la asesina más eficiente de la Genyosha, mano derecha y guardaespaldas personal del Barón Kakichi, el líder supremo de la Genyosha.

- Pero el Barón Kakichi murió no hace mucho, yo mismo vi como se suicidó. -dijo Green Lama

- Al parecer el título es hereditario, así que estaríamos hablando del hermano menor del anterior Barón Kakichi. Si él cree que tuviste algo que ver en la muerte de su hermano o en la deshonra de su familia, estás en un serio problema. -le advirtió X


Al día siguiente, en un viejo fortín español perdido en los Everglades de Florida tenía también lugar otra reunión en la cumbre. La sala era amplia y estaba presidida por una gran mesa redonda en el centro de la estancia, la decoración de los pesados muros de piedra era excesivamente recargada y giraba siempre de manera monotemática sobre águilas y esvásticas.

Alrededor de la mesa se encontraban sentados de manera equidistante el Mago, cubierto de arriba abajo por una pesada túnica y portando una máscara de cristal de espejo sobre su cara. Desde su asociación con Nielsen y los camisas marrones sus inventos le habían labrado un ascenso meteórico en el Tercer Reich, sus invenciones estaban muy por delante de cualquiera de sus colegas en Alemania, eso permitía que se respetara su excéntrico gusto por evitar que un solo centímetro de su piel quedase expuesto.

Siguiendo el sentido de las agujas del reloj se encontraba Eisenkiefer, mitad hombre, mitad máquina, todo nazi. Los rumores decían que había perdido buena parte de su cuerpo en una explosión que iba dirigida al Führer, éste en agradecimiento le puso en manos de El Mago que logró salvarle la vida injertando partes mecánicas allí donde las biológicas habían quedado demasiado destrozadas para que pudiesen ser recuperadas o sanadas.

Por último estaba también el Barón Kakichi, el líder de la Genyosha, vestido como un dandy, repeinado con gomina y atusándose su fino bigotillo a lo Clark Gable como mandaba la moda americana del momento, justo detrás de él se encontraba su fiel asistente y guardaespaldas Burakurozu. La bella ninja iba vestida con un ajustado vestido de seda azul con bordados amarillos que se ceñía a su figura como un guante y que dejaba expuesta su espalda en la que podía admirarse además de su exquisita forma el tatuaje de una rosa negra.

Por la disposición de la mesa parecía que quedaba una zona por ocupar pero no había allí silla alguna. Dos pesadas puertas blindadas se abrieron a un lado de la sala, allí pudieron ver a Nielsen en la silla gravitatoria que el Mago le había diseñado, llevaba su capucha puesta. Todos sabían que era para disimular los estragos que el veneno que portaba estaba haciendo en su cuerpo pero nadie osó hablar de ello.

Nielsen acercó su silla hasta el borde de la mesa y lanzó al centro varios ejemplares de la edición del Clarion, en portada anunciado a bombo y platillo venía la palabra “conspiración”.

- Los acontecimientos se precipitan, pero esto no es el fin. -dijo Nielsen

- No creo que haya nada que celebrar.,-aclaró el Barón Kakichi-, esto hace casi imposible que se levante el embargo a Japón

Nielsen no estaba acostumbrado a que le hablasen en aquel tono y menos un mono amarillo presuntuoso como aquél, pero un intercambio de miradas con Burakurozu y la cortesía con los aliados lo hicieron optar por consentir aquella familiaridad excesiva del japonés.

- Dentro de poco, serán los ingleses y franceses los que sufran el bloqueo económico de esta poderosa nación.

- ¿Y cómo será eso? -continuó quisquilloso el japonés

- ¿Están listos los nuevos escuadrones de los Ángeles Negros? -esta vez Nielsen se dirigía al Mago

- Sí, las primeras unidades han sido desplegadas en el Congo y estamos a la espera de la confirmación de los objetivos por parte del Coronel Bauer. -dijo El Mago con su metálica y reverberante voz

- ¿Seguimos sin noticias de Bauer?

- Eso me temo.

Nielsen golpeó en la mesa con su puño enguantado y agachó la cabeza, se recompuso al ver la manera en la que Kakichi lo miraba, había cosas que ni siquiera la máscara podía ocultar y no quería dar muestras de debilidad ante él.

- En breve tendremos disponibles nuevas armas que nos harán invencibles y tomaremos el control de este país. Pero antes de eso debemos evitar a toda costa que J.J. Vaughn siga hablando, hay que retrasar el comienzo de una investigación del Senado como sea, estamos en una fase muy delicada del plan.

- Nosotros nos haremos cargo de eso y corregiremos su error. -dijo Kakichi

- ¿Mi error? -dijo Nielsen poniendo las palmas de las manos sobre la mesa en actitud desafiante

- No se lo tome como una ofensa pero ha menospreciado a esos hombres misteriosos, optando por ignorarlos y hasta ahora han ido desmontando cada uno de sus brillantes planes, incluído éste último en el que tanto tiempo y dinero ha invertido el Imperio del Sol Naciente. Eso se acabó, la muerte de esos hombres misteriosos es ahora nuestro objetivo prioritario. -sentenció contundente el líder de los servicios secretos japoneses

- ¿Cómo se atreve a hablarme así? Dentro de poco seré el führer de este país y haré que se trague usted sus palabras. -amenazó Nielsen claramente excitado

- Hasta entonces cumpla usted con sus cometidos y nosotros lo haremos con los nuestros. -dijo Kakichi mientras se levantaba con la clara intención de abandonar la reunión

Kakichi dejó la frase en el aire a la espera de la reacción de Nielsen, Burakurozu se movió un paso a su izquierda y movió de manera casi imperceptible el pulgar de la mano que agarraba la vaina de su katana, muy poco pero lo suficiente para que apenas un centímetro de acero pudiese verse, el reflejo metálico de la luz sobre la hoja recordaría a Nielsen que no salía gratis amenazar al jefe de la Genyosha.

Sin más palabras, los dos japoneses abandonaron la sala.

Nielsen continuó hablando con sus colaboradores en parte por evitar el incómodo silencio que se había producido.

- Mago, quiero que te asegures que está todo en orden y que se asignen a nuestros hombres las nuevas pistolas de energía, si la cosa se complica vamos a necesitarlas muy pronto.

La mirada de Nielsen indicaba que quería que lo hiciese ahora mismo, así que El Mago abandonó la habitación sin que nadie tuviese la menor pista de cuáles eran las emociones que pasaban bajo aquella máscara de cristal espejado.

Finalmente solo quedaron en la sala Nielsen y Eisenkiefer que no había pronunciado ni una sola palabra durante toda la reunión, aquello no era tan extraño, era hombre de pocas palabras. Nielsen se dirigió a él.

- Sé que eres un soldado y que solo hablas cuando se te pide, sé también que no te gusta mi manera de actuar, tú no eres de sobornos y conspiraciones, tú eres un guerrero y solo entiendes que el poder es para quién tenga la fuerza de ejercerlo. A pesar de eso nunca te has quejado y has seguido siempre fielmente mis órdenes. Los acontecimientos han demostrado que eras tú quién tenía razón. Estamos a punto de hacer historia, vamos a dar un vuelco inesperado a esta guerra y haremos realidad el vaticinio de nuestro Führer sobre un Reich de mil años.

Nielsen estaba extasiado casi fuera de sí.

- Tú serás mi general, dirigirás a los komandotruppen a la batalla cuando asaltemos el Capitolio en Washington, tomaremos lo que es nuestro por derecho. Muchos tratarán de oponerse a nosotros pero los barreremos gracias a las armas que nos ha proporcionado el Mago, somos una fuerza imparable. Tengo toda mi confianza puesta en ti porque sé que no hay otro mejor.

- Jawohl Herr Nielsen. ¡Heil Hitler! -gritó brazo en alto antes de abandonar la sala

- Heil Hitler. -contestó Nielsen con bastante menos pasión y sin haber logrado detectar ni un ápice de sentimiento o emoción en Eisenkiefer


J.J. Vaughn abandonaba después de una agotadora noche el edificio del Clarion escoltado por dos policías de paisano, tendría que acostumbrarse por un tiempo a llevar protección, era el héroe del día, no se hablaba de otra cosa que de sus declaraciones en la ciudad y en buena parte del país exponiendo una conspiración orquestada por la ultraderecha con el fin de llevar a la guerra a los Estados Unidos del lado del Eje. Muchos políticos estaban en el ojo del huracán por sus cimbreantes cambios de opinión y a todos aquellos que pedían la abolición del embargo económico a Japón se les miraba con lupa, muchos congresistas no iban a renovar su escaño. Al parecer las cosas iban a terminar bien y acabarían con los villanos.

De repente un dolor lacerante y muy intenso atenazó el pecho de J.J. Vaughn, una flecha se incrustó en su torso, sus ojos se abrieron como platos sin comprender y antes de que pudiese articular palabra una segunda flecha impactó justo en su corazón y cayó al suelo como un fardo. Los policías de paisano que le escoltaban gritaban pidiendo que alguien llamara a una ambulancia y con sus armas en la mano escudriñaban toda la zona para averiguar de dónde provenían aquellos letales proyectiles, la sangre se le escapaba a borbotones a J.J. Vaughn y manchaba la acera en la que esperaba la llegada de ayuda.

Desde la azotea de un edificio de tres plantas divisaba la escena una mujer vestida de seda negra que tapaba la parte inferior de su rostro con un pañuelo, no se la podía ver con exactitud por la distancia pero podía apreciarse que el vestido le dejaba la espalda al descubierto y que llevaba tatuada en ella la silueta de una rosa negra. Su silueta desapareció de la balaustrada de la azotea y a pesar de que se enviaron a varios agentes en su persecución no lograron dar con ella.

Finalmente llegó la ambulancia aunque por las señas de los policías parecía que ya era demasiado tarde. Los paramédicos subieron a J.J. al interior del vehículo medicalizado y los agentes hicieron lo mismo una vez que Vaughn fue instalado.

De camino al hospital el cadáver de J.J. Vaughn se levantó.

- Dios mío, ¿de qué está hecho ese maldito arco? Llevaba dos chalecos anti-impacto y aún así la punta de la flecha los ha atravesado, se ha quedado a milímetros de conseguir su objetivo a pesar de todas las precauciones.

- Bueno, al menos ahora dejaran a J.J. Vaughn y su familia en paz si le creen muerto. -dijo uno de los policías que llevaba un antifaz bajo su sombrero.

- Deja que te trate esas heridas. -dijo el otro policía al que yacía tumbado en la camilla mientras se quitaba el sombrero y la gabardina. Extrañamente, debajo de ella vestía una túnica de color verde de cuerpo entero a la que levantó la capucha y se la echó sobre su cabeza

El revivido J.J. Vaughn empezó a quitarse el maquillaje y los apósitos plásticos y capilares que habían conseguido que el Agente X se hiciera pasar por el rico magnate del acero. Se quitó los chalecos que le protegían y observó como la punta de la segunda flecha había rozado su objetivo dando justo en el centro de la cicatriz en forma de equis que llevaba en el pecho desde la Gran Guerra, recordó lo que su viejo sargento de instrucción le decía cuando hacía ejercicios de tiro.

- Es muy fácil, solo hay que apuntar a la X.

Continuará...


Si te ha gustado la historia, ¡coméntala y compártela! ;)

No hay comentarios:

Publicar un comentario