Wonder Woman nº 12

Título: El último saludo desde el escenario
Autor: Jose Luis Miranda
Portada: Jose Luis García-Lopez y Roberto Cruz
Publicado en: Septiembre 2012

Ha llegado la hora. La primera gran aventura de Wonder Woman en Action Tales termina aquí. ¡Asiste al final de esta épica historia! ¿Será también el final de la carrera de nuestra heroína? ¡Si sólo puedes leer un fic este mes que sea éste!
Nací como Diana, princesa de Themyscira, heredera mortal de los Dioses griegos y su embajadora en el mundo patriarcal, donde ellos me llaman...
Wonder Woman creada por William Moult

 La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene. (Jorge Luis Borges)

Prólogo
Asmodel había sido derrotado. Su muerte sirvió de inspiración para componer cientos de poemas épicos por parte de todos los panteones de las razas de dioses en la Tierra. Incluso en el Cielo, los ángeles con talento para las letras y la música aunaron sus esfuerzos para realizar composiciones que nunca serían escuchadas en la Tierra. Según quien compusiera el cántico, otorgaba más protagonismo a su raza en la batalla final, pero todos coincidieron en mencionar a la amazona que acabó con la vida del poderoso enemigo.
El Fantasma Desconocido llevaba errante en la Tierra desde la primera guerra civil del cielo y sus ojos estaban acostumbrados al horror y la desesperación que los seres que la pueblan eran capaces de generar. Sin embargo, pocas veces se había sentido tan apesadumbrado como al recordar el desenlace de esta guerra. A su memoria venía nítidamente el momento final, como Asmodel ya se había detenido esperando que alguna mano pusiera fin a sus días y terminar, así, el combate envuelto en la gloria, mísera gloria, que da la muerte. Wonder Woman corría hacia él con la Espada del Tiempo dispuesto a clavársela. El Fantasma consiguió paralizarla mágicamente cuando estaba a escasos centímetros del antiguo Ángel Rey. Asmodel aprovechó el tener tan cerca la Espada para suicidarse ensartándose sobre ella y, en segundos, envejeció hasta fallecer. La consecuencia siguiente, debido a la maldición de la Espada provocó que su portador, en este caso Diana, aumentara su edad hasta sus últimos días de vida.
Así, la heroína más grande del planeta parecía tener 100 años. Su vigor se esfumó, sus potentes músculos se tornaron blandos, su belleza se cuarteó de arrugas, sus labios rojos quedaron pálidos, sus senos se secaron y cayeron flácidos. Eran sus superpoderes los que la permitían mantener cierta fortaleza en sus andares y acciones, pero era plenamente consciente de que sus días de existencia estaban prontos a terminar. Cuando el Fantasma Desconocido la dejó en Isla Paraíso, sus hermanas intentaron sanarla con el rayo púrpura, un ingenio curativo ideado por la ciencia amazona, sin conseguir el más mínimo resultado positivo. La Isla entera se preparaba para llorar la próxima muerte de la más grande de todas.
Capítulo 1: Isla Paraíso
Con la excepción de Wonder Woman, Artemisa, era la mejor guerrera de Isla Paraíso. Descendiente de la rama de las amazonas escindidas de Antíope, hermana de Hipólita, fue criada en la ciudad oculta de Bana-Mighdall en Egipto. El encuentro de las dos ramas de amazonas supuso una guerra civil entre ambas, afortunadamente la paz y la unión preside ahora ambos grupos. Artemisa siempre rivalizó con Diana en poder y belleza. De hecho, incluso, durante una breve época ocupó su personalidad superheroica. Aunque su etapa de superheroína tuvo un trágico final, con su muerte en combate (1), consiguió tener una segunda oportunidad de vivir, cuando su alma fue rescatada del Hades por Diana (2). Ahora poseía el cargo de Ministra de Defensa y era la máxima responsable del ejército de las amazonas. Siempre rival de Diana la apreciaba y respetaba sin límite.
En este momento, meditabunda, entraba en la estancia donde dormía Diana. Se quedó contemplándola de pie sin mover un músculo o emitir sonido alguno. Observó la vejez de la heroína y sintió un gran pesar en su fuero interno al recorrer con la mirada los cabellos blancos, la extrema delgadez y las arrugas que surcaban su piel sin piedad. Avanzó hacia la ventana y contempló el amanecer que se introducía lentamente en la habitación.
Cuando los primeros rayos de sol bañaron el rostro de Diana, ésta abrió los ojos. Lo primero que contempló fue la estilizada y fornida figura de Artemisa, luego ascendió al rostro y enfocó la curtida faz de su antaño rival, deteniéndose en las briznas de luminosidad que rebotaban desde la ventana en su largo pelo castaño.
- Buen día, hermana-dijo Artemisa.
- Lo mismo te deseo. Pero, ya te dije ayer que no deseo que veles mis sueños.
- No lo hice, acabo de llegar. Hay algo muy importante que comunicarte.
- ¿Más pesares?
- Sí, la hechicera se ha fugado.(3)
- ¿Circe?(4)
- Sí.
- ¿Lo sabe su hija?
- No, la niña sigue en nuestras instalaciones educativas ignorante del hecho. Pero, la visitaba cada dos días y se extraña de que no haya podido verla en esta semana.
- ¿Cómo ha sucedido? La planta Moli de la Isla debía anular sus poderes mágicos.
- La ayudaron. Al parecer, dos hombres por identificar fueron transportados a la Isla por un medio que no detectamos, llegaron hasta los Jardines de la Isla Reformatoria y se la llevaron con ellos.
Diana comenzó a incorporarse, no sin dificultad. Tosió brevemente, apartó las sábanas y se puso en pie envuelta en una especie de camisón transparente, que parecía tener un par de tallas más que su cuerpo. Artemisa sintió lástima de la situación de la amazona.
- Debemos redoblar la vigilancia. No pasará mucho tiempo hasta que retorne a por su hija. Nos atacará para liberarla.
- Ya he dado órdenes de sobrevolar la Isla a centinelas montadas en águilas gigantes. He situado vigías en todos los puntos externos y en los Jardines de la Isla Reformatoria he aumentado el número de guerreras de guardia, incluso en torno a la secuoya que alberga el ser maléfico que derrotaste(5)
- Eres una buena líder.
- Hay algo más. Llegan noticias del mundo del hombre.
- Malas noticias supongo.
- El presidente de los EE.UU., Lex Luthor, ha iniciado una escalada bélica sin precedentes.(6)
- ¿Qué posición ha adoptado Superman?
- Superman lleva desaparecido muchos meses.(7)
-Necesito contactar con la Liga, pero no quiero que me vean así.
Diana se vistió con una impoluta túnica de seda blanca que le cubrió todo el cuerpo, terminaba en una capucha que se colocó hasta tapar parte del rostro. No deseaba que sus compañeros apreciaran la juventud arrebatada. Aferró un bastón y le pidió a Artemisa que le acompañara hasta el centro de comunicaciones para grabar un mensaje para la Liga de la Justicia. La amazona responsable de las comunicaciones con el exterior, Clío, le indicó que ya podía hacerlo y Diana empezó a hablar. Su voz sonaba lúgubre y cansada:
-Amigos, siento no poder estar con vosotros. Vivimos horas terribles. Una última aventura se ha cobrado un precio terrible. No me busquéis. Quiero soledad. Cuando pueda volveré con vosotros. Sé que decidiréis lo mejor para el mundo. Recordad: siempre ganamos por mal que se pongan las cosas porque estamos unidos. Recordadlo. Un saludo y que los hados nos sean propicios. Estaré en Temiscira pero, repito, no vengáis a verme. Respetad mi decisión, por favor. Sólo comunicadme el retorno de Kal… o en su defecto la confirmación de su fallecimiento.
Tras cortar la comunicación se recostó en el asiento con una absoluta actitud de desaliento. Clío, la encargada de la grabación, se dirigió a ella:
-¿Algo ha salido mal? ¿Quieres que la repitamos?
-No, no es eso. Sin Superman la Liga se dividirá y no adoptará un criterio común.
-¿Cómo puedes estar tan segura?
-Los conozco. Yo soy su corazón, Batman es su cerebro, pero Kal es su alma.
Capítulo 2: Isla Paraíso
Habían pasado meses. El estado de Diana se agravaba, aunque su poder la mantenía sana la vejez era cada vez más extrema y nadie en la Isla pensaba que terminara el año en curso. Las noticias internacionales eran cada vez más preocupantes, el Imperio de Luthor crecía, la Liga no había dado una respuesta conjunta y los héroes habían sido proscritos.(8)
Aquella mañana, Diana rezaba en la sala de las columnas del Templo de Atenea. De repente, percibió un inusual murmullo de algarabía en el exterior. Se debía al descenso de Superman a la Isla. Iba escoltado por las amazonas montadas en águilas gigantes. El héroe de Krypton ya había visto, aunando su visión telescópica y de rayos x, donde estaba Diana y en cuanto puso pie en la isla hizo ademán de querer entrar en el Templo. Artemisa se puso delante cortándole el paso al interior del edificio religioso. Después le habló con firmeza:
- Está en la Sala de las Columnas. Lleva sin hablar con nadie dos días. Ha pedido que no la molestemos.
- Necesito verla- respondió Superman.
- No puedes, no te dejaremos pasar. Ha sufrido mucho, ya lo ha dado todo por el mundo. ¿Dónde estabais vosotros cuando ella se dejaba el alma?
- Ojalá me hubiese sucedido a mí en su lugar. Déjame pasar, Artemisa. Nada me impedirá hacerlo. Aunque traigas aquí a todos los ejércitos del universo.
Artemisa sopesó la situación. Las amazonas se situaron en actitud de combate alrededor del superhombre, sabiendo que, aunque ni todas juntas podrían impedirle el acceso, hasta la última se dejaría la vida en ello si Artemisa lo ordenaba. La tensión llegaba a su punto álgido cuando sonó la voz de Diana desde el fondo del templo:
- ¡Artemisa, déjale entrar! Gracias hermanas, por vuestra devoción y entrega.
Las amazonas se apartaron. Superman se adentró en la penumbra. Sus poderes visuales le permitían ver con nitidez a la amazona envuelta en una túnica de lino blanco que le cubría cuerpo y rostro:
- Diana.
- Kal. Me alegro de tu vuelta.
- ¿Cómo estás?
- Bastante mal. Has venido a pedirme algo, ¿verdad?
- Diana, necesito tu ayuda. El mundo corre un gran peligro.
- Y se supone que tú vas a salvarlo…
- Juntos, como siempre, tú y yo, y la Liga y…
- Ya… poco puedo hacer yo ahora mismo.
- Necesito un ejército que se enfrente a los Iron.
- Y has pensado en mí.
- Y en las amazonas…
- Morirán muchas.
- Morirán más en todo el mundo si no triunfamos.
- No puedo prometer que luchen. Debe ser una decisión de ellas.
- Lo sé. Diana… ¿podemos hablar? ¿Qué te sucedió…?
- No quiero contarlo… ahora no. Necesito tiempo y descanso.
- Cuando quieras, aquí estaré.
- Decían que habías muerto.
- Ya sabes… no será la última vez que lo digan.
- Kal… mírame. Una vez me besaste. Me deseabas. ¿Serías capaz de desearme ahora?
Diana mostró su rostro quitándose el velo y sintió vergüenza de mostrarse así. Parecía tener cien años. Superman se acercó y la abrazó.
- Veo a mi amiga. Una de las personas más maravillosas que he conocido. Siempre te he querido y siempre lo haré.
Diciendo esto la besó. La envejecida Diana no pudo reprimir el llanto, se soltó del abrazo y volvió a la penumbra.
- Estaremos en contacto Kal. Te comunicaré nuestra decisión en breve.
Capítulo 3: Isla Paraíso
- Superman me ha pedido que vayamos a la guerra.
Las palabras sonaron como el anuncio de una muerte en la sala de gobierno de las amazonas. Diana había reunido al grueso de sus hermanas.
- El presidente de los EE.UU. ha comenzado un ataque mundial a muchas naciones con el objeto de dominarlas. Superman me ha pedido que le ayudemos a derrotar a los ejércitos robóticos de Luthor. No hace falta que nadie me diga que es una decisión terrible, pues, aún en el supuesto de salir triunfantes, supondrá la muerte de varias de las aquí nos encontramos. Mi respuesta, no podría ser otra, es que dependía enteramente de vuestra voluntad.
- Otra vez el mundo del hombre- dijo Artemisa. Su voz, sin duda, creaba opinión entre un buen número de amazonas. Otra vez ese mundo que siempre nos trae desgracia.
- Artemisa, te pido que tu antiguo rencor no interfiera en la decisión que…
- ¿Mi antiguo rencor? Esto no tiene nada que ver con el pasado. Nos estás pidiendo que vayamos hacia la muerte. Si tuvieras tu juventud y poder, no lo dudarías. Te adentrarías en esa lucha con tus amigos superhéroes. ¿No te das cuenta de que esto supondrá el fin para muchas de nosotras?
- Acabo de decirlo…- Diana se fatigaba al hablar. Sólo os trasmito lo que Kal-El me ha pedido… Pero, entended la situación. Mirar para otro lado significará que al final Luthor llegará hasta esta isla y entonces no quedará nadie para ayudarnos. Estoy convencida que la escalada militar del presidente nos afectará tarde o temprano.
- Eso no puedes saberlo. Quieres que nos mezclemos en los asuntos de los humanos. ¿No has dado ya suficiente por ellos? Te han arrancado tu juventud, tu fuerza, tu destreza… Tu madre y tu hermana perdieron la vida para protegerlos. Todo por esa raza de mortales a los que te empeñas en considerar amigos. Se te olvida que tu verdadero hogar es esta isla. De nuevo, quieres que arriesguemos nuestras vidas por ellos. Estimas más a ese mundo de mortales que a tus hermanas amazonas.
- Artemisa, nadie sabe más que yo los sacrificios que… - Diana tuvo que detenerse, se alteraba y la faltaba el aliento. Paró un segundo recuperó fuerzas y soltó una última frase. Detener a Luthor es evitarnos una futura invasión.
- Tu cerebro ya no rige como antes.- Artemisa subió al estrado, miró a las amazonas y gritó: ¡Hermanas, hemos oído las palabras de Diana! ¡Quiere llevarnos a una guerra en el mundo del hombre! Sin embargo, aunque en el pasado siempre ha sido sabia y justa, yo creo que se equivoca. Os pido lo contrario. Esa lucha no nos concierne. No nos condenemos en esta elección a una masacre sin sentido. Hemos ayudado a los humanos muchas veces. Hemos compartido nuestro saber y, en ocasiones, hemos dado nuestra sangre por ellos. Creo, sinceramente, que este conflicto no nos compete. Votemos.
Dedicaron la mañana a votar y la tarde a contabilizar los votos. La posición de Artemisa fue clara vencedora. Acercándose a Diana le dijo:
- No creas que me alegro de tu derrota. Te deseo que esta vejez prematura sea vivida en completa armonía y que la muerte te llegue en paz y sin dolor. Pero, seguir tus planteamientos nos hubiera llevado a la desolación. No había opción posible y en tu fuero interno lo sabes.
- Ojalá que jamás tengamos que arrepentirnos de este día.
Casi al mismo tiempo Circe ya había recibido de manos de Luthor un millar de los monstruos metálicos llamados Iron, preparados para la invasión de la Isla.
Capítulo 4: Isla Paraíso
La hechicera más poderosa de la Tierra irrumpía en mitad de la isla, acompañada de los mil Iron. Su hechizo de transporte generó un estruendo impresionante que alertó en segundos a todas las guerreras. Al pisar el suelo de la Isla, la maga, empezó a perder sus poderes, debido a la planta mágica moli que anulaba la magia y se extendía por doquier. Rápidamente, ordenó a los Iron que proyectaran llamaradas de sus bocas para exterminar toda aquella flor morada y sintió, según lo hacían, como retornaba el poder a su cuerpo. Sus objetivos estaban claros: rescatar a su hija y asesinar a Wonder Woman.
La amazona Archon Phillipus dio la señal de alarma. Las guerreras acudían pergeñadas con las primeras armas que pudieron obtener. Todas contemplaron horrorizadas como las predicciones de Diana estaban cumpliéndose. Los Iron sembraban el terror de manera brutal. Incendiaban edificios y atacaban a las guerreras. Algunas de ellas accedieron al pabellón militar, para conseguir armamento tecnológico. Su habilidad en el combate conseguía evitar que los Iron las matasen. Pero, la fuerza militar robótica era muy superior a la oposición que podían ofrecer las amazonas. Artemisa se puso al frente de la defensa amazona, comprendiendo enseguida que no estaban a la altura de los Iron. Entonces, centró su atención en eliminar a Circe, si la hechicera caía quizá las fuerzas robóticas desistirían de su empeño. Así que ordenó a cien guerreras que la buscaran, sin detenerse en los seres metálicos, para matarla. No sin gran dificultad, ya que muchos de los robots que sobrevolaban las atacaron con misiles y rayos. Por fin, este comando la halló acercándose a las instalaciones educativas de la isla. Sin duda buscaba a su hija. En segundos la rodearon amenazándola con arcos y flechas. La mirada de la villana no tuvo asomo de preocupación y con desprecio total a la amenaza que suponían les gritó:
- ¡¡Amazonas!! ¡Devolvedme a mi hija y a lo mejor os permito conservar vuestras vidas! ¡Si no me la entregáis, arrasaré este lugar piedra a piedra y separaré la carne de vuestros huesos! ¡¡Alejaos de mí si queréis seguir disfrutando del sol!!
- ¡Ahora! Fue la respuesta de una de ellas.
Cien flechas salieron despedidas hacia el corazón de la hechicera. Pero, cuando estaban próximas a ella, todas fueron convertidas en inofensivas flores.
- Estúpidas, dijo Circe mientras una lluvia de pétalos se depositaba a sus pies. Vais a conocer lo que es el dolor.
Con un par de gestos la mitad de las arqueras sintió como se fracturaban los huesos de los brazos. Otro grupo, tuvo que apartarse al aterrizar varios Iron entre ellas. La risa de la bruja se mezcló con los aullidos de dolor de las guerreras. Circe siguió su camino y pensó:
- ¿Cuándo vas a dignarte a salir a pelear Wonder Woman?
A pocos metros, Artemisa saltaba por encima de un Iron con dos dagas una en cada mano. Clavó la de la derecha en uno de los sensores ópticos del robot. Éste se ladeó para evitar que clavara la otra y proyectó una descarga eléctrica que Artemisa detuvo con sus brazaletes. Tras hacerlo, la mujer sacó una mini granada y, con un nuevo salto, la situó pegada al cráneo metalizado. El Iron al sentir la cercanía de la guerrera movió con rapidez el brazo impactando en el cuerpo de Artemisa, que rodó por el suelo sin aliento con una costilla fracturada. El robot se dispuso a matarla disparando dos misiles cuando el artefacto colocado por la amazona explotó, dañándole seriamente la cabeza. Sin tiempo para el descanso, Artemisa vio una zona abierta en su coraza y sosteniendo una lanza que portaba en la espalda atravesó de parte a parte al engendro metálico. Aprovechando su desorientación y viendo que estaba cercano a una de las cataratas de la isla decidió despeñarlo por ella. Asió firmemente la lanza y la utilizó para empujar al robot hacia ese punto. Sin embargo, el Iron clavó sus pies en la roca y quedó firme como un tronco de árbol. A pesar de los daños en la cabeza seguía operativo. De nuevo, emergió de su cuerpo una descarga eléctrica que inundó por completo a la guerrera. La heroína aflojó su presa y se sintió derrotada. De repente, Eubea, Aella y Phillipus, otras tres amazonas, aparecieron como ángeles salvadores, clavaron un trío de lanzas en el cráneo de la máquina y empujaron en la dirección de la catarata. Artemisa, se levantó y redobló sus esfuerzos consiguiendo entre las cuatro arrojarle al abismo. El Iron escupió dos misiles antes de caer que explotaron entre las guerreras separándolas. Aturdida y exhausta, Artemisa, quedó tumbada en el suelo cuando cinco Iron la rodearon. La amazona murmuró:
- Dioses, jamás me habéis ayudado en esta vida. Podría ser un buen momento para empezar…
Mientras tanto, Diana era avisada por Clío y Mnemosyne.
- Diana, tenías razón. Es el ataque que pronosticaste. Debes huir. En tu estado no vas a poder enfrentarte a este ejército. Además, Circe lo acompaña. No podremos vencer.
- ¿Huir? Jamás.
Salió al jardín que rodeaba la sala de las columnas. A lo lejos, veía el resplandor de los incendios y el humo. Se apoyó en uno de los árboles y ordenó:
- Venid conmigo, amigas, vamos a detener a Circe.
Artemisa estaba a punto de dejar esta vida cuando un nutrido grupo de amazonas atacaron a los robots que la rodeaban. Rápidos y mortales las máquinas aplastaban la resistencia de las mujeres. Artemisa se puso en pie y andando con dificultad intentó alejarse del combate. La costilla hacía que le ardiera su interior. El dolor crecía. Entonces miró al frente y vio como Circe se jactaba de su invencibilidad. Estaba situada a sus espaldas y pensó:
- Si no advirtiera mi presencia… podría poner punto y final a esto.
Sostuvo con fuerza la última daga que le restaba y avanzó con determinación hacia ella. Cuando estaba casi a su altura, Circe giró el rostro y la vio:
- Estúpida. ¿Y tú te atreviste a llevar el nombre de Wonder Woman? ¿Pretendes matarme con una simple rama?
Artemisa miró su cuchillo y, en efecto, vio cómo se había transformado en un palo de madera. Aún así, se abalanzó sobre la maga intentando golpearla en el rostro. La bruja abrió las manos y lanzó una energía mística que golpeó a su adversaria con la fuerza de un huracán. La guerrera salió despedida chocando contra el suelo y quedó inmóvil. Circe alzó su mano izquierda y el palo con que iba a ser golpeada volvió a convertirse en un arma blanca. Lo elevó con su magia y le hizo volar a una velocidad impresionante, consiguiendo empalar la mano derecha de la amazona en el terreno.
- ¡Arrgggg!, gritó derrotada la poderosa Artemisa.
Circe levantó la otra mano y se preparó para convertir en cenizas a su rival, cuando una voz a su espalda la detuvo.
- Tu lucha es conmigo. Date la vuelta y enfréntate a mí.
La hechicera sonrió al reconocer la voz de Diana, aunque sonaba distinta. Al volver la vista, la vio envejecida y no pudo ocultar su desilusión. Aquella anciana no sería en modo alguno rival para su magia. Desde luego, no iba a librar la batalla de su vida. La muerte de Wonder Woman estaba cerca. Diana estaba cubierta con la capa azul que a veces complementaba su uniforme y miraba a la hechicera sin miedo. Circe sonreía y habló:
- Mírate, vieja y podrida. Sin fuerza alguna para detenerme. Creo que este es tu final. Te reconozco que tu nombre estará en los libros de historia muchos siglos después de este día. Tus victorias han sido innumerables, pero todo en esta vida debe tener un final.
- Mi final no será hoy.
- ¿Cómo crees que vas a detenerme? Apenas puedes andar sin bastón. Mis Iron están masacrando a tus hermanas. Hoy es el día en que las amazonas morirán a mis manos.
- Vete o la única culpable de lo que va a suceder serás tú.
- ¿De qué estás hablando?
A su espalda, una temblorosa voz pronunciaba la siguiente palabra:
- ¿Ma…má?
- ¿Hija?- preguntó Circe.
Cuando la terrible bruja llevó su visión hacia el lugar de dónde provenía la voz, sintió un terror en sus entrañas como pocas veces había padecido. Su hija estaba arrodillada sostenida por dos amazonas que levantaban el cuello de la infante. Una tercera sostenía un cuchillo que tocaba con la punta el cuello de la niña. De todas ellas colgaban collares hechos de plantas moli. La planta que anulaba las habilidades mágicas. Si ordenaba a algún Iron intervenir su hija podría resultar dañada. Circe se paralizó ante el peligro que estaba viviendo su hija. Diana, avanzando despacio, había llegado hasta las tres amazonas. Allí, reemplazó a la que portaba el cuchillo. Después habló con firmeza:
- O abandonas esta isla al momento y te llevas a tus tropas de metal o segaré el cuello de tu hija.
- Mientes, no serías capaz…puta asquerosa… ¿Y tú te llamas heroína?
- Me odiaría toda la vida, pero no puedo dejar que masacres a mis hermanas. Si he de elegir entre la vida de tu hija y la de todo mi pueblo no me dejas elección. Vete de la isla y ella no sufrirá daño alguno.
Circe no sabía qué hacer. Miró fijamente a los ojos de Wonder Woman, apreció algunas gotas de sudor en su mente y le gritó:
- ¡Mientes!
- ¿Eso crees?
- Sí. Voy a ordenar a algún Iron que os arranque esas flores moli. No matarás a mi hija.
Diana abrió un poco la capa azul y dejó al descubierto el lazo de Hestia atado a su cuerpo. Las propiedades del lazo hacían que fuese imposible decir mentiras en contacto con él. Diana se lo enseñó a Circe diciéndole:
- O te vas con los robots o mataré a tu hija.
La maga comprendió horrorizada que Wonder Woman estaba hablando en serio:
- Hija de puta…- susurró.
Acto seguido, ordenó a los Iron que se replegaran. Los robots autónomos en sus decisiones no la obedecieron. Circe nerviosa vio como Diana pinchaba con el cuchillo en la garganta de la niña provocando un finísimo reguero de sangre.
- ¡Espera!-gritó la bruja. Dame diez segundos.
Circe concentró su poder y un vendaval mágico bañó a todo robot que estaba en la isla. En apenas un minuto, todos los Iron desaparecieron. Circe hizo lo mismo tras decir:
- Volveremos a vernos anciana. Te mataré por esto.
Wonder Woman alejó el cuchillo del cuello de la niña cuando vio que la calma retornaba a la Isla.
- Soltadla- ordenó a las amazonas que retenían a la hija de Circe.
- Eres mala-gimió ésta.- Pensé que eras buena, que querías cuidarme. Alejarme de la maldad de mi madre. Pero eres como ella. Haces daño. Acto seguido, salió corriendo hacia sus habitaciones.
- ¿Lo hubieras hecho? ¿Hubieras matado a una niña inocente? - preguntó Clío.
- Si no hacerlo hubiese supuesto la muerte de todas y la conquista de la isla, la respuesta es sí. Aunque probablemente me hubiese estado arrepintiendo durante el resto de mi vida.
- Diana.
Artemisa puso su mano en el hombro de Wonder Woman y habló:
- Este ataque lo cambia todo. Tenías razón. Creo que hablo en nombre de todas. Iremos a la guerra.
Diana bajó el rostro y dos lágrimas asomaron de sus ojos. La determinación de sus palabras fue tal que, después de las mismas, pasó mucho tiempo antes de que ninguna amazona dijera nada.
- Maldigo a los dioses. Maldigo al destino. Ojalá nunca jamás debamos afrontar una decisión tan terrible como la que ha acontecido hoy. Pero sé que no será así. Sé que la desgracia invadirá nuestras vidas prácticamente mientras sigamos respirando. Y que sólo podremos descansar cuando estemos muertas.
Los acontecimientos futuros supusieron el final del imperio Luthor. Superman reunió un ejército de superhéroes para enfrentarse al de supervillanos que había creado Luthor, a la par que había conseguido que las amazonas se unieran a thanagarianos y atlantes para enfrentarse a los Iron. Artemisa asumió el manto de Wonder Woman y junto a Aquaman y Hawkman lideraron ese ataque consiguiendo detener a R’as Al Ghul e introducir un virus en los Iron que los dejó sin funcionamiento. Mientras tanto los héroes liderados por Superman derrotaban a los villanos, el propio Zod caía ante el Hombre de Acero y Circe era derrotada gracias a los esfuerzos del Fantasma Desconocido, Zatanna y el Doctor Fate. De hecho, en el combate el rostro de la villana había quedado desfigurado por las llamas (9). Así, el mundo parecía volver a la normalidad, aunque el paradero del Hombre de Acero volvía a ser un misterio (10)
Capítulo 5: Isla Paraíso.
La hechicera Circe, con medio rostro dominado por las cicatrices de las quemaduras, se encontraba tumbada en una cama del recinto hospitalario. Numerosas muestras de la planta Moli, anuladora de su magia, se repartían por toda la habitación. Pero, aunque no hubiese estado anulado su poder, Circe se sentía plenamente derrotada, había perdido la visión de un ojo, y con el que le quedaba sano miraba fijamente una ventana que daba a un jardín. En ese momento, entraba Diana apoyada en un bastón de mando dorado más grande que ella misma. La bruja hizo una mueca de asco mientras comentaba:
- Vete por donde has venido. No tenemos nada de lo que hablar.
- No opino igual.
- Amenazaste a mi hija.
- Atacaste mi Isla, heriste a muchas de mis hermanas. No podía oponerme a ti físicamente. No me dejaste muchas opciones.f
- De acuerdo, has ganado. ¿Quieres oírmelo decir? Déjame llorar mi fracaso y lárgate.
- No me siento en paz conmigo misma. Tu hija no merecía mi acción. Quiero pedirte disculpas.
Al terminar la frase, Diana hizo un gesto a dos amazonas que guardaban la puerta y dejaron pasar a la hija de Circe que corrió hasta donde estaba su madre y la abrazó fuertemente. Madre e hija se entrelazaron sin soltarse durante casi dos minutos. Diana hizo otra señal y responsable del hospital, Epíome, se acercó con un aparato entre las manos, colgándolo de la percha de un cuentagotas lo situó sobre el rostro de Circe, para luego, delicadamente, apartar a la niña un metro. Epíome iba diciendo:
- Ese aparato proyecta el rayo púrpura curativo. La magia arruinó tu rostro, la magia puede regenerarlo.
La doctora conectó el rayo y la radiación bañó el rostro de la hechicera, ésta empezó a sentir un picor que se iba convirtiendo en dolor, pero no se movió. En segundos había recuperado parte de la visión del ojo y muchas cicatrices habían sanado.
- Basta por hoy, dijo la doctora. Quedan muchas sesiones más para acabar de sanar. Todos los días vendré para curarte. Hay enfermedades y daños que el rayo púrpura no puede curar, como hemos comprobado recientemente. Tienes suerte que tu daño no sea uno de ellos.
- ¿Qué pretendéis con esto?
- Nada- dijo Diana.- Cumplirás tu anterior condena, serás juzgada por tu ataque, pero tendrás acceso a tu hija todos los días y sanaremos tus heridas. ¿Sabes cómo se llama a esto?
- No.
- Justicia.
- Si no mueres de vejez, estoy segura de que volveremos a enfrentarnos.
- Mi supervivencia no parece muy probable, pero si pudiera retomar mi juventud espero que, para entonces, hayas recapacitado y no tenga que ser así. La voluntad es capaz de curar heridas del alma que a veces son más extremas que la de tu rostro. .
- Has vuelto a ser buena- dijo la niña mientras volvía a abrazar a su madre.
- Espero que algún día puedas decirle a tu madre lo mismo- respondió Diana.
Dicho esto se aferró con la fuerza que pudo al bastón y se levantó para encaminarse hacia la salida. La voz de Circe la detuvo ya en el umbral.
- Diana.
- ¿Sí?
- Gracias.
Diana sonrió y prosiguió su marcha.
Eran cerca de las cuatro de la mañana cuando Diana despertó envuelta en un ataque de tos. Al cesar se sintió más débil y desorientada que nunca. Una neblina empañaba sus pensamientos y no era capaz de concentrar nítidamente su mente. Se le amontonaban fugaces estallidos de recuerdos sin orden y concierto y tan pronto aparecían ante ella enemigos como Cheetah, como seres queridos como Hipólita, Donna o Julia Kapatelis. No he temido vivir, a pesar de los retos que se me han planteado, tampoco temeré la muerte, se repitió con firmeza. Enseguida tuvo un sobresalto al comprobar que no estaba sola en la habitación, una oscura figura permanecía cerca de la ventana. Diana intentó distinguir quién era:
- ¿Cómo has podido entrar en mis habitaciones personales? ¿Quién eres?
- Conoces de sobra mi identidad. Perdona mi intromisión.
- Fantasma Desconocido.
Diana intentó incorporarse, pero fue el Fantasma quien fue hasta a la cama y, tras sentarse en ella, le dio un fuerte abrazo, gesto absolutamente inusual en él. La amazona rompió a llorar y habló entre sollozos:
- Me consuela saber que detuvimos a Asmodel.
- Lo hiciste. Derrotaste a las Lacras y al antiguo ángel rey. Triunfaste donde los mismos dioses no pudieron.
- ¿Me llega ya la hora? ¿Has venido a estar conmigo en mis últimos momentos?
- He venido para pedirte que vengas conmigo a un último destino. Los dioses olímpicos están planeando un viaje para devolver la Espada del Tiempo al lugar donde estaba oculta: en la Roca de la Eternidad. Hermes perdió allí su vista (11), y, al igual que tú, tanto Ares como Afrodita perdieron su juventud al usar la Espada (12). Heracles va a guiarlos y tienen la esperanza que al depositar la Espada recuperen salud y vitalidad.
- Entonces…
- Iremos con ellos. Tal vez exista una posibilidad de recuperar la juventud arrebatada.
Capítulo 6: Olimpo
Lo primero que llamó la atención de Diana fue el aspecto del Olimpo. Donde ella recordaba radiante blancura y grandiosidad, aparecía ante su vista apagado y desgastado. Daba la sensación que aún resonaban los ecos de los gritos de los dioses asesinados por la lacra del Dolor (13). Los salones blanquecinos se mostraban grisáceos, no se habían reparado los destrozos originados por la pelea, ni limpiado la sangre. Los cadáveres de los dioses muertos como Hipnos, Hefesto, Asclepio, Enio, Tique presidían cubiertos con sábanas el salón. A todo ello se unía el sentimiento de malestar que anidaba en el interior de todos aquellos autodenominados inmortales que acababan de descubrir que no lo eran. Diana se sintió algo intimidada por las discusiones que observaba en el gran salón y preguntó al Fantasma:
- ¿Qué sucede? Este no es el Olimpo que yo recuerdo.
- Muchos dioses se han sentido traicionados por Zeus al descubrir que eran seres de un gran poder, pero no creadores de la realidad. Las razas de dioses poseían realmente un poder excelso y pactaron entre ellos repartirse las áreas de influencia en el mundo y mostrarse ante las razas de humanos como sus creadores (14). No es que todas las leyendas en las que han participado fueran falsas, casi todas, de una u otra manera, sucedieron, se trata de que han pasado de creerse en el último escalón a descubrir que existen poderes muy por encima de su posición.
- Pero, ¿acaso, Zeus no les ha liderado en esta lucha contra Asmodel?
- Sí, pero han descubierto algunos de sus engaños como que les borró recuerdos a todos.
- ¿Cuáles?
- La historia es larga. Los titanes de Cronos dominaban el mundo, las Lacras atacaron y Cronos pudo rechazarlas con la Espada del Tiempo, arma que él mismo forjó. Después Cronos tuvo a sus hijos con Gea. Como la profecía le anunciaba que uno de ellos le destronaría fue asimilando sus formas de energía en su interior, así Hestia, Demeter, Hera, Hades y Poseidón fueron literalmente devorados. Sólo se salvó Zeus, gracias a que su madre Gea le escondió.
- Esto lo sabemos todos en Isla Paraíso. Al crecer se enfrentó a Cronos y liberó de su vientre a sus hermanos. Comenzó la guerra entre Dioses y Titanes que se extendió por diez años. Los Titanes fueron derrotados y encerrados en el Tártaro.
- Efectivamente. Pero aunque pasaron siglos, las Lacras retornaron atacando, esta vez, a los dioses. Zeus bajó al Tártaro a pedir ayuda a Cronos, pero éste se negó a decirle dónde había escondido la Espada. Zeus tuvo que improvisar otro plan y la solución se la dio uno de sus hijos, Hefesto, dios de la forja y el fuego, que construyó una caja con forma de ánfora que absorbió las almas de esos ocho seres. Una vez encarcelados se la dio a Morfeo, el fallecido Eterno rey del sueño, para que la guardara en su reino. Para que nadie la buscase ordenó a Hipnos, dios heleno del acto de dormir, que borrase de la memoria de todos, tanto la segunda venida de las Lacras, como la existencia del ánfora. Nadie recordó nada salvo Zeus, Hipnos, Hefesto y Morfeo. De nuevo pasaron siglos, hasta que Hefesto traicionó a Zeus y reveló a Asmodel la existencia de la caja. El resto ya lo conoces.
- Sí sólo un mortal podía abrirla y Asmodel la entregó a Maxie Zeus, el criminal de Gotham, que la abrió dejando escapar los males que hemos combatido.
- La traición costó cara a Hefesto, murió asesinado por Asmodel, al igual que Hipnos. No hace falta seguir con la larga lista de muertos.
- Todo ello ha hecho que se pierda la fe en Zeus.
- Al menos tambaleado. Además, el ataque de la lacra del DOLOR en el Olimpo, la irrupción del mismo Asmodel crucificando a Zeus, y la batalla en el Cielo, han hecho germinar un sentimiento de humillación en cada uno de ellos, de no poder dirigir sus destinos y estar a la altura de los simples mortales.
La conversación entre ambos se cortó cuando la que se estaba produciendo a la par en el Olimpo cobró en intensidad. La heroína se apoyaba en el brazo del Fantasma y su mano izquierda en el largo bastón de mando cuando Heracles elevó el tono de sus palabras:
- Es hora de que pagues por tus manipulaciones, padre. No somos dueños de la creación, ni señores de los humanos, implantaste en nuestras mentes recuerdos falsos. Nada puede permanecer igual.
Zeus respondió con vehemencia:
- Hice lo que hice por el bien de nuestra raza. Cada panteón de dioses se repartió una parte del mundo y eso evitó guerras entre nosotros. El presentarnos como creadores y dioses a los humanos les salvó la vida, había voces que pedían que les extermináramos antes de que pudiesen hacernos daño. He guiado a este pueblo y nuestras hazañas resonarán eternamente en el universo.
- Somos una mota en el devenir de la creación. Hemos sido humillados. No podemos seguir pensando en la grandeza. El orden interno debe cambiar, volvió a intervenir Heracles.
Algunos dioses vitorearon estas palabras. Zeus se levantó con dificultad, aunque su velocidad de curación era extraordinaria, todavía renqueaba por las heridas de la cercana batalla, y gritó generando un estruendo terrible:
- ¡¡Estaré esperando al que quiera venir a discutir mi posición de mando!! Sigo siendo el más poderoso de todos.
Hera, hermana y esposa de Zeus, se acercó a su lado y le acarició el brazo en señal de que se calmase. Después inició su turno:
- Si rompemos el orden establecido todo lo que conocemos desaparecerá. ¿Alguien se cree con la autoridad suficiente para estar sentado en este trono? ¿Quién nos lideró contra la dictadura de Cronos y los titanes? ¿Quién nos guió en la Gigantomaquia?
- Todas las veces que le ha sido infiel y le sigue defendiendo con ardor, susurró Hades al oído de Poseidón. Hera prosiguió su discurso:
- Dar la espalda a Zeus será como dárnosla a nosotros mismos. Atenea, acércate y diles lo que han profetizado las Moiras.
Atenea dio un paso adelante. Era de las diosas más respetadas, sabia en la paz y feroz en el combate. Portaba su armadura bélica:
- Hera tiene razón. No dudéis de mi padre. Su juicio ha sido el correcto en muchas ocasiones. Ella ha hecho alusión a la Gigantomaquia. Yo nací esos días. ¿Debo recordaros a quienes allí estábamos, como los gigantes de cabellos y barbas de serpiente dominaron y plantearon destruir el planeta? ¿Debo recordar a Poseidón, Ares, Hefesto, Hermes, Apolo, Dioniso, Hera, Afrodita, Cibeles, Éstige, Nice, Hécate y Heracles, quién nos lideró en aquel combate de años? Al final conseguimos ganar unidos e imponernos al mal.
- Su hija más fiel, volvió a susurrar Hades a Poseidón.
Atenea concluyó:
- Además, las Moiras han profetizado que si Zeus pierde el trono, los dioses se separarán y dejarán el Olimpo vagando por la Tierra como seres anónimos y desprovistos de mente. La decisión es vuestra.
Heracles tomó la palabra de nuevo aumentando su tono de voz.
- ¡Ares. Hermes, Afrodita y yo mismo iniciaremos de nuevo un viaje a la Roca de la Eternidad para devolver la Espada del Tiempo al lugar que le corresponde! Ojalá que el espíritu de Cronos nos devuelva lo robado. Cuando retorne propondré que derroquemos la dictadura de mi padre.
Zeus abrió los ojos al máximo de sus posibilidades y su ira se encendió como pocas veces lo había hecho. Miró a su hijo y vociferó:
- ¡¡No se puede cambiar el orden establecido, estúpido hijo!! Los errores de tu padre son divinos y nada puede modificar la autoridad que tengo ganada desde el origen de mi nacimiento y de haberos liderado a todos antes de que tú siquiera hubieras nacido. ¿Cómo te atreves siendo el más nuevo entre nosotros cuestionar la grandeza de mis actos? ¿Quieres votar? ¡¡Votemos ahora!! Aquel que quiera cuestionar mi mandato sobre el Olimpo que se ponga al lado de Heracles.
Hubo muchos murmullos, pero nadie se movió. Heracles se dirigió al resto de dioses y titanes en actitud suplicante:
- Hermanos, nos mintió y manipuló. Nos hizo creernos dueños de la creación. ¿Nos es hora de que pague por sus mentiras?
El silencio fue la única respuesta. Zeus retornó a hablar con mayor tranquilidad:
- Soy el señor del Olimpo. Mi derecho es natural y tus palabras las considero un ataque a mi persona. Liderarás la expedición para devolver la Espada y cuando vuelvas espero una disculpa.
Heracles volvió a pedir alguna voz a su favor. Sabía que muchos estaban de acuerdo con sus palabras:
- ¿Nadie va a hablar en mi favor? Sé que muchos pensáis como yo. Dad un paso al frente. ¡Unidos podemos cambiarlo todo!
Todos callaron. De repente, se oyó una débil y envejecida voz.
- Todopoderoso Zeus. Pido permiso para hablar.
Zeus la contempló. Bajo aquel aspecto envejecido le costó reconocer a Wonder Woman.
- La hija de Hipólita y viene acompañada del Errante. Sed bienvenidos. Tienes mi permiso para hablar.
- Solicitaste mi ayuda y me dejé la vida por complacerte. Derroté a las Lacras y subí a los cielos a combatir. Pediste que mi mano acabase con Asmodel sin advertirme de los efectos de la Espada. Creo que Heracles tiene parte de razón. Yo, Diana de Temiscira, proclamo que las amazonas desde este momento no seguirán a Zeus hasta que las herramientas de su mandato sean la bondad y la compasión hacia sus semejantes.
- ¿Cómo osas? Te perdono la vida para agradecer tu servicio y honrar el sacrificio que padeces. Todos sabemos que Asmodel se suicidó y que no tuviste el valor para ensartarle con la Espada. No eres nadie para hablar así al dios supremo del Olimpo.
Entonces, Hades y Poseidón decidieron subir al estrado del trono. Imponentes ambos, el dios del inframundo, vestía una túnica negra y llevaba el mítico casco, Kinéi, que le hacía invisible a voluntad, el dios de los océanos con una poblada barba con forma de algas, el torso desnudo, unos pantalones forjados de conchas marinas de un verde oscuro y en la mano derecha su enorme tridente mágico. Precisamente, fue Poseidón quien inició su discurso:
- Hades y yo estamos con Zeus. Ninguna autoridad podría sentarse en su sillón. Creemos que es fundamental que permanezca en el trono si queremos que la unidad se mantenga.
Hades también habló en la misma dirección:
- Suscribo lo dicho por mi hermano. Pero voy más allá, es hora de plantearse si debemos volver a la Tierra para que los humanos retomen nuestra adoración. Quizá deberíamos tomar el sendero del poder e intervenir más activamente en el mundo del hombre. Unirnos todos los dioses, presentarnos ante los humanos como lo que realmente somos, sus superiores, y conseguir que nos adoren o nos teman. Recuperar el prestigio perdido y conseguir ser un referente para ellos.
Al oír estas palabras Demeter y Hestia se aproximaron a ellos. Ambas vestidas con túnicas de colores suaves, que contrastaban poderosamente con los llamativos trajes de sus antedecesores. Al llegar ellas, estaban todos los hijos de Cronos en el estrado, los dioses primigenios. Hestia era la mayor, la diosa más antigua, diosa de los hogares y la familia. Respetada por todos, casi siempre en segundo plano, comenzó a hablar:
- Ese no es el camino. Todos sabéis quien soy yo. Fui la primera en ser alumbrada por Rea, devorada por Cronos en primer lugar, salvada por Zeus. No estaría ninguno vivo si no fuera por él. Quizá su sentido de la justicia deba fortalecerse, o renovarse. Quizá sea hora de que piense en los demás, como antaño hacía antes de que su prepotencia le hiciese creerse indispensable y prefiriera ver realizadas sus apetencias personales antes que las de la colectividad. Escúchame Hades. Si, como propones, interferimos en el mundo del hombre sólo conseguiremos destruirnos. Porque el hombre no necesita dioses que le guíen y hace tiempo situó su fe en un segundo plano en los intereses de su vida. Es tiempo de que nosotros nos cuidemos, de unirnos sin esclavizar ni oprimir a nadie. ¿Queremos ser como Asmodel? Recuperemos el entendimiento entre nosotros. Hermano Zeus, levántate y ven a mi lado, sé el líder que rodos esperamos.
Zeus se alzó y situó junto a Hestia.
-Diles a todos lo que quieren oír.
El dios de dioses dudó, pero Hestia tenía razón. Su orgullo no le dejaba abrir la boca más para que defenderse atacando. Recordó al mirar a su hermana mayor tiempos de juventud, donde la preocupación por su pueblo era el motor de cada una de sus acciones. Y en el discurrir de los siglos el egoísmo había desplazado aquella directriz.
- Hermanos, hijos, titanes, dioses todos. Lo siento...
Todos callaron.
- He cometido errores. He abusado de los dones que la naturaleza me ha otorgado. Hija de Hipólita, Diana de Temiscira, reconozco que te envié a la lid sabiendo que la Espada produciría tu prematura vejez. He mentido y engañado tanto como he luchado por todos y cada uno de vosotros. Hoy debe comenzar una nueva era para todos, en la que espero que me permitáis lideraros con justicia.
El debate pareció zanjarse de momento. Aunque Hades y Poseidón se miraron anunciando que hablarían con su hermano en privado, sin intervenciones mojigatas como la de Hestia. No renunciarían a sus planteamientos tan fácilmente. Hestia descendió hacia Diana y el Fantasma. Abrazó y besó en la mejilla a la amazona:
- Mi niña pequeña, el regalo de los días te ha sido negado. Recuerdo tu nacimiento, fuiste moldeada del barro de la playa por tu madre Hipólita, Démeter te concedió vigor, Afrodita belleza y bondad, Atenea sabiduría, Artemisa habilidades visuales y la facultad de entender a los animales, Hermes velocidad y vuelo, y yo te otorgué el fuego de la verdad para poder abrir el corazón de los hombres. Veo que llevas el Lazo de la Verdad que forjó Hefesto a partir del Cinturón Dorado de Gea., al que yo imbuí con mi fuego para que la verdad siempre estuviese sujeto a él.
- Hestia, venimos para viajar a la Roca de la Eternidad.
- Espero que la fortuna realice vuestras aspiraciones. Aguardaré con ansia tu retorno, eres un faro de ética y bondad para humanos y dioses.
Diana la abrazó. Heracles andaba hacia el grupo:
- Saludos. Me alegro de vuestra presencia. Es hora de comprobar si podemos compensar el sacrificio realizado. Es el momento de partir.
Capítulo 7: Roca de la Eternidad
Ares, Afrodita y Diana se agarraron de las manos, Diana puso su mano izquierda en el hombro del Fantasma, Hermes ciego fue conducido por Heracles hasta tocar el otro hombro del Fantasma. Éste se concentró y desaparecieron rumbo a la Roca de la Eternidad. Todos sintieron surcar el espacio en medio de estrellas. En segundos estaban descendiendo, como si fueran montados en tablas de surf, una gigantesca cascada de luz que desembocaba en una enorme montaña flotante con forma de rombo. En apenas medio minuto todos pisaban la zona de entrada de la Roca de la Eternidad, el lugar donde empezaba y terminaba Tiempo y Espacio.
Como siempre se acercó el guardián de aquel lugar, el anciano mago Shazam. Su semblante estaba más sonriente que la anterior vez:
- Bienvenidos a mi humilde morada. Veo que el sacrificio ha sido extremo, vejez y…, se detuvo un segundo al contemplar a Afrodita y Diana,… belleza perdida.
- Mago-dijo el Fantasma- necesitamos tu ayuda para devolver la Espada del lugar donde fue recogida
- Deseo que la suerte os acompañe como a mí. Mi pupilo vive de nuevo, gracias al hijo de las estrellas (15).
Diana entendió que se refería a Superman que había logrado devolver al Capitán Marvel al reino de los vivos. Shazam extendió las palmas de las manos y la roca de la pared más próxima se abrió. Heracles entró primero, le siguieron los tres dioses y cerrando el grupo el Fantasma y Diana. El pétreo techo fue inundándose de estrellas. Las paredes desaparecieron y los pasos siguieron sucediéndose sin que ninguno pudiera asegurar la dirección en la que andaban, si estaban colgados del techo o proseguían en un camino normal. Sólo Hermes iba tranquilo, al no poder ver, la sensación de vértigo no le afectaba. Finalmente, aparecieron en una enorme estancia circular engalanada con frases en griego antiguo y una enorme urna de cristal con los ojos de Hermes depositados en su interior, que era la que debía albergar la espada. Ante todos ellos estaba Cronos. Aunque Cronos había muerto en el combate contra la lacra del DOLOR, cuando escondió la espada aquí había dejado una fracción de sí mismo para vigilarla y protegerla. Les contempló con fiereza a la par que les dirigía unas primeras palabras:
- Ya os dije que debíais estar desesperados para usar la Espada del Tiempo. Para poder llevarla un dios perdió su visión, para matar a los enemigos tres perdieron la juventud.
Heracles se sentía responsable de la situación y algo culpable por no haber padecido él este castigo, en lugar de alguno de sus compañeros. Por ello fue el que inició la conversación:
- Ante ti de nuevo se presenta Heracles, hijo de tu hijo Zeus, sangre de tu sangre. Te traemos la Espada que tú forjaste. Te pedimos humildemente que, si está en tu mano, devuelvas lo perdido a los seres que se hayan ante ti.
- Para mi no eres nada. Fui creado por Cronos antes de concebir hijos, mis recuerdos se reducen a la derrota de las Lacras y después no he hecho otra cosa que velar por el cuidado de la Espada. Si Cronos ha muerto no podré existir fuera. Además, tú me contaste que mi hijo se rebeló contra mí. Nada os debo pues.
- Traemos la Espada.- Heracles la ofreció tendida entre sus manos.
- Depositadla en la urna y marchad.
- ¡No!, gritó Ares. Si tienes el poder del tiempo que poseía Cronos estoy seguro que puedes devolvernos la juventud. ¡Hazlo o no descansaremos hasta…!
- ¿Te atreves a alzarme la voz en este lugar? Ni tuviste poder para arrebatarme la Espada por la fuerza cuando viniste la otra vez, ni podrás hacer cosa alguna en este estado lamentable en el que te encuentras. Además, yo sólo soy una sombra de Cronos. Esta personalidad carece de tiempo propio. Si salgo de esta estancia desapareceré. Fui creado por Cronos para guardar la Espada y sólo entregársela a él o alguien muy desesperado que estuviera dispuesto a perder su visión. Guardar la espada es mi misión. Marchad.
Afrodita estuvo a punto de suplicar postrada de rodillas, pero las palabras de Diana lo impidieron:
- Tal vez no seas sólo un aspecto de Cronos.
- ¿Qué puedes saber tú?
- Quizá lo eras cuando Cronos vivía, pero ahora que ha muerto, todo lo que fue está en ti. Sólo tienes que abrir tu mente a las experiencias que tuvo desde el momento que te dejó aquí y serás él.
- Eso es imposible.
- Compruébalo saliendo de aquí.
- Mi poder sólo tiene validez en este lugar, Cronos dejó esto muy claro.
- Cronos te dio entidad propia y su poder vive en ti. Depositemos la Espada en su urna y ven con nosotros al exterior, a vivir por vez primera, a gozar del aire y del sol.
- Reconozco que tus palabras me hacen dudar. Pero, ¿el mandato de Cronos?
- Cronos murió. Tú eres Cronos, sólo te hace falta aceptar tu destino. Ahora debes decidir qué vas a hacer con tu vida. ¿Seguir un mandato de ti mismo que sólo te esclaviza o utilizar tu propia voluntad para elegir tus pasos?
Cronos quedó pensativo, las palabras de la amazona despertaron su curiosidad. Cronos había muerto, él era una parte de Cronos, ¿podría convertirse en el todo?
- Sin duda, tengo que comprobarlo. Depositad la Espada donde corresponde.
Hermes levantó la mano y pidió a Heracles:
- Me gustaría hacerlo yo.
Hermes dio un paso adelante, Heracles le cogió de la mano y le dio la Espada. Acto seguido le ayudó a llegar a la urna de cristal y a levantarla para introducirla. Cuando estuvo allí el arma se quedó congelada de pie de manera mágica y una energía purificó la urna desintegrando los arrancados ojos de Hermes.
- ¿Y ahora, recuperaré la vista?- se preguntó el dios de los mercaderes.
Cronos negó con la cabeza, pero pronunció un enigmático:
- ¿Quién sabe? Ahora partamos, quiero saber si vuestras palabras son ciertas.
Cronos dio un paso adelante, saliendo de la estancia. Todos los presentes le siguieron esperando algún gesto mágico que les curara. Diana creía firmemente que al salir asumiría el legado de Cronos y tendría poder para sanarles. Hermes tocaba ansioso su cara sin obtener el premio deseado. Pero cuando el Titán puso el pie fuera del espacio que llevaba habitando siglos, cayó de rodillas envuelto en un dolor extremo y su piel y carne empezaron a pudrirse a ojos vista. El aullido de su agonía era impresionante:
- ¡¡Aaarrgggg, me habéis engañado!! Solamente soy un espectro condenado a vigilar un arma. La existencia me está negada fuera de este habitáculo.
Su vista se posó en Diana e hizo un ademán amenazante hacia ella. Pero el Fantasma se interpuso y con un gesto mágico le elevó y le devolvió al interior de la estancia de la Espada. Allí, su cuerpo fue regenerándose hasta conformarse por completo. Una vez sano, se puso en pie y les miró despidiéndose:
- Cronos ha muerto, yo sólo soy una sombra. Nada puedo hacer por vosotros. Idos en paz.
- Tienes que ayudarnos, tienes que…-suplicó Afrodita.
- Perdéis el tiempo. El sacrificio está hecho. ¿Es que alguno pensaba que en un chasquido de dedos todo volvería a la normalidad? Además, ahora me dejáis en mi prisión con sueños que nunca había tenido sobre respirar aire y contemplar el sol. Soñando en ser un Titán que nunca podré ser. La agonía de mi encierro será más amarga desde este momento.
El grupo fue alejándose. Diana murmuró un sincero lo siento. Al aparecer en la Roca de la eternidad, Shazam bajó la mirada al comprobar que el viaje había resultado en vano.
- ¿Tú no puedes hacer nada, venerable Shazam?-dijo Afrodita.
- Si pudiera lo hubiera hecho ya.
- Estúpido viejo.-murmuró Ares.
Capítulo 8: Olimpo
El retorno al Olimpo fue presidido con una gran pesadumbre. Hestia fue la primera en acercarse a ellos, visiblemente afectada porque ninguno hubiese obtenido nada del viaje. Ares se fue a sus estancias maldiciendo la suerte que le había tocado. Afrodita enamorada como estaba de él le siguió, sabía de la dificultad de hacerle ver que el tiempo que les restase deberían pasarlo con el mayor optimismo posible. Diana les miró partir sintiendo compasión por su antaño poderoso enemigo, ahora convertido en un pálido reflejo de lo que había sido. Hermes, su mayor amigo en todo el Olimpo se sentó en el suelo pensativo y de sus cuencas yermas brotaron una especie de lágrimas negras. Diana le pasó la mano por el hombro. Así estuvieron varios minutos hasta que el Dios Pan, hijo de Hermes, le cogió la mano y le llevó hacia su morada. Hestia, el Fantasma y Diana quedaron solos. Heracles, después de pedirles que le esperaran, subió los tres escalones que conducían al trono de Zeus en el que ahora estaba sentada Hera. Se odiaban mutuamente, no en vano Hera, celosa por haber sido fruto de una de las múltiples infidelidades de Zeus con mortales, había intentado acabar con su vida desde que era un bebé, pero el mayor héroe heleno fue educado:
- Gran esposa de Zeus.
- Heracles, héroe entre los héroes, hijo de mi esposo, convertido en dios por su todopoderosa mano. ¿Puedo servirte de ayuda?
- Quiero hablar con mi padre.
- Está reunido con Hades y Poseidón. Ha prohibido el paso a todos.
- Le están planteando intervenir más activamente en el mundo del hombre. ¿Dominarlos, esclavizarlos, mostrarse como dioses todopoderosos? ¿Esto es lo que ha conseguido Hestia con sus palabras, unir a los dioses a costa de sojuzgar a los humanos? Aparta.
Heracles continuó adelante con decisión. Hera no hizo gesto alguno para detenerle. Prefería que lo hiciera la ira de Zeus al ser interrumpido. Heracles abrió las enormes puertas doradas de la estancia secreta donde Poseidón, Hades y Zeus hablaban. El trío quedó sorprendido de su aparición.
- ¡Padre!
- ¿Cómo osas?
- He combatido con las Lacras y con el ejército de Asmodel por salvar la creación. ¿Serás capaz de negarme audiencia?
- Habla.
- No dejes que esta serpiente de Hades te influya y sigue el sendero que te ha marcado Hestia de bondad y compasión hacia los tuyos. Gobierna el Olimpo con justicia y libertad y olvídate de los humanos.
- Me corresponde a mí tomar tales decisiones. ¿Algo más que decir antes de que colmes mi paciencia?
- Renunció al Olimpo. Vuelvo a la Tierra. Me exilio por propia voluntad. No puedo seguir viviendo en este lugar que para mí significa ahora mentira y traición.
- Nunca lo consideraste tu casa.
- Deseo que tomes la decisión sabia que anida en las palabras de Hestia. Ella debería estar presente en esta reunión. Y no refugiaros en la sombra, ocultos a los ojos de los demás, escuchando la ponzoña de odio hacia la humanidad que brota de los labios de Hades y Poseidón.
Hades dio un paso adelante enfadado, pero Zeus le hizo un gesto y lo detuvo. Acto seguido miró severamente a su hijo e intervino:
- Mis hermanos están a mi lado, cosa que tú no haces. No toleraré ni una palabra más contra ellos. Proclamas exiliarte, ¿así luchas por la convivencia de los dioses? Probablemente este nunca haya sido tu hogar.
- Tal vez. Adiós padre, me marcho. Se va el hijo que te quiere y espera que tomes una decisión correcta. Si atacas a la humanidad no tendré reparo en enfrentarme a ti.
- Iluso. Vete. Regresa al mundo del hombre, pero sin mi favor. Sin el don que te concedí de la inmortalidad. Vivirás tantos años como viven los mortales.
Zeus dio una fuerte palmada y una energía azulada bañó por completo a Heracles que hincó las rodillas en las baldosas del suelo. Pronto, de su cuerpo brotaron haces de luz que se deshilachaban al contacto con el aire. Cuando todo cesó, Heracles se sintió vacío. Zeus avanzó hacia él, se agachó y le beso en la mejilla.
- Te permito mantener tu legendaria fuerza, porque, a pesar de todo, siempre serás mi hijo, aunque aparentarás la edad de un mortal de cincuenta años, disfruta de los otros cincuenta que, como mucho, podrán quedarte. Y recuerda, si te opones a mí, no dudaré en aplastarte. Ahora parte a donde quieras. Ya no eres bienvenido en el Olimpo.
- Adiós padre. espero que nos crucemos en el camino de la paz y no en el de la guerra.
Al salir Heracles las puertas de la estancia se cerraron. El antiguo dios del poder volvió donde le aguardaban Hestia, Diana y el Fantasma. Todos ellos advirtieron que su aspecto tenía algo más de edad, pero sobre todo que algún otro cambio se había producido. Hestia comentó:
- La divinidad… las has…
- ¿Perdido? Mi padre me la ha arrebatado. Pero no me importa, vuelvo a la Tierra y allí viviré hasta que mis días mortales toquen a su fin. Más me preocupa la decisión que pueda tomar si deja guiar por el influjo de Hades, porque si se deja arrastrar por sus pensamientos, el Olimpo pronto estará envuelto en una nueva guerra. Nada me retiene aquí, partamos enseguida.
El Fantasma cerró los ojos y tal y como habían llegado, desapareció del Olimpo junto con Diana y Heracles. Hestia quedó pensativa, creía haber influido positivamente en su hermano, pero ahora dudaba. En segundos vio como Hades y Poseidón salían de la sala. Se acercó a ellos y les habló:
- ¿Qué le habéis dicho?
Hades respondió.
- Nada a lo que no tengamos derecho. Que debemos ser glorificados, ahí residirá nuestra unión y poder. Debemos convencer a los humanos que somos realmente sus creadores y sus dueños. Además, ahora los panteones de los demás dioses están debilitados y el pacto que se hizo antaño para repartirse las áreas del planeta ha quedado obsoleto y puede incumplirse. Dominaremos a quien se nos oponga.
Poseidón continuó el discurso:
- Piénsalo hermana, Hades tiene razón. Si no actuamos, ¿cuánto tiempo pasará antes de que nuestras disputas internas nos separen y carcoman? La grandeza de antaño puede ser nuestra otra vez.
Hestia mostró preocupación y pesar.
- ¿Y qué ha respondido?
- Debe pensarlo, pero Hera está con nosotros, ¿verdad?, las palabras de Poseidón fueron rubricadas por la misma Hera que bajaba del trono, sonriendo y asintiendo con la cabeza.
Hestia les miró a los ojos:
- Si Zeus toma esa decisión será e
l final de los dioses. Los humanos no nos seguirán, ni se someterán. Pero, estoy segura que nuestro hermano y líder tomará la decisión acertada.
Zeus quedó solo. Meditaba en las palabras de paz y bondad de Hestia y en las de guerra y poder de Hades y Poseidón. ¿Alejarse de los humanos y utilizar la paz para unir el Olimpo? ¿Deberían mostrarse a los humanos como sus dioses e intentar dominarlos? ¿Someterlos incumpliendo el pacto firmado con los otros panteones de dioses? ¿Mantendría el Olimpo unido sin un reto? ¿Conseguiría recuperar la confianza en él de todos los dioses?
Zeus quedó en silencio envuelto en la oscuridad meditando las opciones.
Capítulo 9: Metrópolis
En un callejón de la ciudad, alejados del bullicio de una de las avenidas principales, el Fantasma, Heracles y Diana se despedían.
- ¿Seguro que quieres que te dejemos aquí?
- Cualquier lugar es bueno. La ciudad más grande de la Tierra tendrá mucho que ofrecer.
Hubo una ráfaga de viento fuerte y súbito que provocó que un ejemplar del Daily Planet de hace un par de días, tirado en el suelo, empezara a desplegarse por el aire. Las enormes páginas de la prensa se arremolinaban por el aire dirigiéndose hacia el trío, Heracles agarró la portada antes de que contactara con ellos y enseñó el titular a los tres: Superman sigue en paradero desconocido. Heracles sonrió:
- Y después de todo si el mayor héroe del planeta ha desaparecido, quizá yo pueda ocupar su lugar. Puede que no sea inmortal, pero no he perdido un ápice de mi fuerza y resistencia. Además, ¿cuánto hace que no realizo actos heroicos? Adiós amigos, espero que cuando llegue tu momento, Diana, sea en la más completa placidez.
- Gracias Heracles, espero que encuentres aquí felicidad.
- Tu madre era una gran mujer. Has superado sus logros con creces y te has hecho merecedora de su legado.
- Gracias, de nuevo.
El Fantasma tocó el ala de su sombrero y de nuevo desaparecieron rumbo a Isla Paraíso. Aparecieron frente a la gran secuoya que albergaba a la única de las Lacras que no había muerto, la del HAMBRE. La Cosa del Pantano la había trasplantado en la Isla. La lacra estaba atrapada mientras durase la vida del árbol, ya que no podía salir de un cuerpo vivo hasta que este falleciese. Su esperanza de vida se estimaba que podía estar entre 2000 y 3000 años. El Fantasma Desconocido miró con tristeza a su amiga:
- Bueno Diana, siento de todo corazón que no haya servido para nada este viaje.
- No te culpes…-Diana vaciló al hablar.
- ¿Te encuentras bien?
- No, creo que…
- ¡Diana…!
La amazona cayó al suelo, sus piernas no podían sostenerla más. El Fantasma gritó y multitud de amazonas llegaron hasta ellos trasladándola al recinto hospitalario.
- Se le acaba el tiempo.-dijo Epíome.
Diana les escuchaba, sabía que sus hermanas la rodeaban, pero no tenía fuerzas para mirarlas o levantarse. A su memoria acudían retazos de su vida: sus amigos de la Liga de la Justicia, sobre todo Superman, en Julia y su hija Vanessa, en Steve Trevor, un hombre que en otra realidad seguro hubiese amado, en Etta Candy, en sus enemigos, en Circe, en Chettah, en Ares, en el Doctor Psycho… Pensó que le hubiera gustado grabar un mensaje de despedida a sus seres querido. Y, sobre todo, se le aparecieron imágenes fugaces de su madre Hipólita y su hermana Donna. Entonces cerró los ojos y todo fue oscuridad.
- ¿Diana?
- ¿Quién eres? ¿Qué les has hecho a todos?
Todos en el salón hospitalario estaban paralizados, el tiempo se había detenido.
- Nada, simplemente he venido a acompañarte en este tránsito.
- Eres la Muerte.
Diana la contempló detenidamente, era una chica muy joven que no aparentaría ni veinte años. Le colgaba del cuello una cruz egipcia o ank, símbolo de la vida. Su pelo era oscuro como la noche, pero su tez blanca como la leche. Vestía por completo de negro con una camiseta de tirantes, unos vaqueros que tenían un cinturón con una enorme hebilla y unas botas con adornos metálicos.
- Sí, ha llegado el momento. Debo darte la bienvenida a una nueva etapa.
- ¿A dónde voy?
- Lo sabremos juntas. Levántate y dame la mano. Nos vamos.
Diana se levantó sorprendida de que su cansancio había desaparecido. Contempló un segundo a las amazonas y al Fantasma congelados en el tiempo. Miró la mano tendida de Muerte y dudó si tocarla.
- Ha sido una buena vida. ¿Veré a mi madre y a mi hermana Donna?
- Me he encontrado con tu madre, pero aún no he saludado a Donna.
- ¡¿Sigue viva?!
- Debe estarlo. Todos los seres tienen un último encuentro conmigo y ella no lo ha tenido. Es la hora, no podemos retrasarlo más.
- Supongo que hay normas.
- Siempre las hay.
La mano de Diana avanzaba despacio hacia la mano de Muerte. Había aceptado la situación y sintió alegría de que Donna estuviese viva en algún lugar. Después tomó aliento y se dispuso a tocar a Muerte.
Una voz lo impidió.
- ¡Alto!
- ¿Qué haces tú aquí?- habló Muerte.
- Necesito un momento de conversación contigo, hermana., habló el recién llegado.
- Después- respondió algo enfadada Muerte.
- No habrá tiempo después. Debe ser antes de que toques a Diana.
- Sueño, tu antecesor Morfeo, nunca interrumpió un momento similar. No hay marcha atrás.
- Yo no soy Morfeo. Pido ser escuchado.
Diana quedó sorprendida, reconocía al Eterno Sueño. No sólo es que la Liga de la Justicia le había ayudado a detener la amenaza onírica de Ello, en una etapa en la que había sido sustituida por su madre Hipólita (16), si no que más recientemente le había liberado, junto a Superman y Batman, de la prisión en la que Asmodel y Maxie Zeus le habían confinado (17). Su aspecto contrastaba con el de Muerte, porque vestía enteramente de blanco y su pelo rubio platino. Sólo parecían hermanos por la piel blanquecina.
- La amazona me ayudó. Prometí devolver el favor con un deseo que estuviese en mi mano conceder. ¿Recuerdas?
- Sí, dijiste que si necesitábamos de ti, deberíamos pensar en un deseo antes de dormir y que acudirías en nuestro sueño.
- Éste es tú último sueño y mi última oportunidad para cumplir tu deseo.
- Sueño… no puedes interferir…- dijo Muerte.
- No cambio nada, no voy a impedir su muerte, sólo la retraso. Contéstame Diana, ¿quieres tu juventud?
- Sí, respondió la heroína.
- No debes incumplir el orden natural de las cosas.
- Hermana, debo un favor a esta persona y tengo que pagárselo mientras pueda. Eso también está en las normas. ¿No? Si muere, debiéndole algo un Eterno, también es se incumplirá ese orden natural.
Sopló sobre su palma derecha saliendo una especie de polvo violeta que cayó como lluvia sobre la amazona. Diana se estremeció y su cuerpo tembló con furia. Notaba sus músculos ensanchándose, la flacidez de los senos sustituirse por vigor, las manos aliviarse de arrugas y el corazón latir con energía. Su cabello cano se había oscurecido de nuevo y su rostro volvía a ser el de siempre pleno de una belleza sin mancha.
- Ya está hecho. Tardarás en ver a mi hermana unos cuantos años más.
- Señor del Sueño, Oniromante, Sandman… No sé como agradecerte...
- Hoy y por una sola vez, llámame Daniel. Somos, en cierta forma, parientes(18). No tienes que agradecer nada, sólo pago mi deuda. Y ahora, con permiso de mi hermana, vuelve a la vida.
Sueño y Muerte desaparecieron. El eco de sus voces discutiendo sobre el orden natural de la realidad fue apagándose.
Su conciencia retornó a la cama. Abrió los ojos y contempló a todas las amazonas, y al propio Fantasma, con expresiones de absoluto asombro. Nadie daba crédito a lo sucedido cuando les pareció que exhalaba su último suspiro, la juventud empezó a retornar a su cuerpo. Todas se abalanzaron para besarla y abrazarla, incluida Artemisa. Cuando hubo un segundo de respiro el Fantasma preguntó:
- Pero ¿cómo?
- Daniel, ha sido Daniel.
Epílogo
Los vítores se escuchaban en todos los rincones de la isla, la más querida de todas se presentaba de nuevo joven y poderosa. El ofrecimiento de ocupar la regencia de la Isla fue aceptado por Diana, aunque se sentía más joven y vital que nunca, también sentía que la aventura vivida la había llevado hasta el límite y necesitaba descanso. Tras la ceremonia de proclamación como reina se apartó un tanto de los festejos para hablar con Artemisa.
- Artemisa, tengo que recuperarme psicológicamente de los últimos acontecimientos. Además, quiero cumplir correctamente mi labor como reina y no defraudar a nadie. Esto significa estar centrada en mis responsabilidades actuales.
- ¿Quiere decir que renuncias al manto de Wonder Woman?
- De momento es necesario. Pero, Wonder Woman puede realizar una importante labor en el mundo.
- ¿Me estás pidiendo?
- Quiero que vuelvas a serlo tú.
- ¿Estás segura? La última vez no estuve a la altura.
- La última vez derrotaste a los Iron hace bien poco. Sí estuviste a la altura.
- Tenía a la Liga conmigo.
- Es que también quiero que ocupes mi lugar en la Liga.
- ¿Confías en mí?
- Sí, estoy convencida de que realizarás un grandísimo papel como heroína.
- De acuerdo, pero con una condición.
- ¿Cuál?
- Llevaré mis propias armas. Mi espada, mi arco y flechas.
- De acuerdo, pero acéptame este regalo.
- ¿Qué es?
- El brazalete de Atlas, multiplicará por diez tu fuerza. Haz honor al nombre. Te pondré en contacto con J’Onzz y éste te llevará a la nueva encarnación de la Liga.
Artemisa se abrazó largamente con Diana y partió vestida de Wonder Woman (19). Diana quedo sola, escuchó a lo lejos la ovación que le brindaban el resto de las amazonas al ver salir a Artemisa con el atuendo de heroína. Abrió un arcón e introdujo en él su uniforme de Wonder Woman, sus brazaletes, su tiara y el Lazo de la Verdad. Cerró el arcón con una sonrisa y giró el rostro para observar por última vez en mucho tiempo a su amigo:
- Fantasma Desconocido, ¿de nuevo aquí?
- Vengo a despedirme. Quería decirte que me alegro de que te hayas recuperado.
- Gracias. Ojalá volvamos a vernos en circunstancias más agradables.
- Lo deseo, pero no creo que lo sean.
- Si no lo son, tampoco flaquearemos e intentaremos obrar con justicia.
- No puede ser de otra manera. Por cierto Diana…
- ¿Sí?
- Sabes que esto será temporal.
- ¿El qué?
- Tu vida como reina. Volverás a ser la Mujer Maravilla, cabalgarás el viento, beberás océanos, derretirás glaciares y apagarás infiernos. Tus hazañas seguirán resonando por todos los rincones del planeta dando lumbre al que pase frío, comida al hambriento y justicia al oprimido. Como has hecho durante toda tu existencia y como harás hasta que el último aliento exhale de tu boca.
- Amigo… ¿crees que lo he dudado un solo segundo?

De mayo a agosto de 2012
José Luis Miranda Martínez
jlmirandamartinez@hotmail.com

El último saludo (de momento) desde el escenario de Temiscira
Comencé La Saga de la Maldición de Pandora en febrero de 2005, cuando Raúl Peribáñez me pidió que hiciera una serie de la heroína más importante del universo DC y en la que nadie parecía querer gastar su tiempo. La Saga llega a su fin en agosto de 2012, feliz de haberle hecho caso y de haber intentado crear para la Mujer Maravilla una aventura épica que estuviera a la altura de su trayectoria.
En siete años y medio cambian muchas cosas, a mejor y peor, la vida me ha dado dos niños maravillosos Diana, que cumple 7 en septiembre (¿en honor de quien se llamará así?) y Carlos, que cumplió 4 en junio. ¿De qué puede quejarse uno mientras tenga salud y trabajo para cuidarlos?
Igual que pasó cuando terminé Imperio, siento que un círculo se ha cerrado y quiero realizar una serie de agradecimientos: a Raúl por abrirme la puerta (aunque ya no hablemos, me has otorgado la posibilidad de realizar un sueño y nunca lo olvidaré), a Roberto por su constante optimismo y paciencia para conmigo (cada vez que veo un correo tuyo es como recibir una enorme sonrisa) y por sus excepcionales portadas para los relatos, a Juan Luis Rincón por ilustrar brillantemente las portadas de los primeros episodios (siempre quise, aunque nunca pude, hablar con él del personaje), a Edgar Rocha, Esteban Decker y José Ángel Pater también por sus extraordinarias cubiertas, a Juan Conde de México y a Pablo Cortés de Chile por sus mail a mi correo alabando los relatos y pidiéndome que acabara la historia (ya está, por fin, no me pidáis segunda parte, por favor) e, igualmente, a Samuel Rueda, futuro historiador gallego, que me ha acribillado, positivamente, a mail con correcciones sobre el universo DC, en general, y sobre la mitología en particular (la decisión de Zeus está en manos del destino, Samuel).
Perdón por la tristeza, la cursilería y un abrazo a todos.
Espero, de corazón, que Diana quede en buenas manos.

Referencias: 
1 En el número 100 USA de la Post Crisis. Publicado por Ediciones Zinco en España.
2 En la miniserie Artemis: réquiem USA.
3 Ver Especial Imperio Escuadrón Suicida en Action Tales. La mayor parte de este número suceden antes y/o durante nuestra saga Imperio
4 Su última batalla contra Wonder Woman tuvo lugar en el 176 USA (Tomo Norma Editorial La Bruja y la Guerrera), aparecería prisionera en el 186 USA (Tomo Planeta Gente Maravillosa).
5 Ver Wonder Woman 6 en Action Tales. Se refiere a la secuoya que alberga a la lacra del HAMBRE.
6 Ver Superman 17-18 en Action Tales. El comienzo de la saga Imperio.
7 Ver Superman 16 en Action Tales.
8 Ver la saga de Imperio en Action Tales.
9 Ver Liga de la Justicia Especial Imperio y Superman 20 ambas en Actio Tales con el final de la saga.
10 Ver actuales aventuras de Superman en Action Tales. La saga de Errante.
11 Ver Wonder Woman 6 en Action Tales.
12 Ver Wonder Woman 8 y 10 en Action Tales, respectivamente.
13 Ver Wonder Woman 5 y 6 en Action Tales.
14 Ver Wonder Woman 6 en Action Tales.
15 Ver El poder de Shazam Especial Imperio en Action Tales.
16 Ver JLA de Grant Morrison 22-23, publicado por Planeta en el tomo JLA de Morrison.
17 Ver Wonder Woman 1 a 5 en Action Tales.
18 Antes de ser el Eterno Sueño, Daniel fue hijo de Lita Trevor, hija a su vez de los Wonder Woman y Steve Trevor de Tierra 2. Es decir nieto de la primigenia Wonder Woman.
19 Ver en Action Tales "Liga de la Justicia" para ver su participación en la nueva Liga de la Justicia.

1 comentario:

  1. "Excelente el capitulo, realmente muy bueno el cierre, y como lo unió con los eventos de Imperio."

    Comentario publicado originalmente por el usuario "William Darkgates" el día 27/09/2012

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