The Spider nº12

Título: ¡A Través Del Fuego Y Las Llamas!
Autor: Luis Guillermo del Corral
Portada: Jose Baixauli
Publicado en: Abril 2014

El Mal no pocas veces se cree superior y seguro en su fortaleza.... hasta que la batalla final estalla y solo queda matar o morir. Pero, quien morirá? ¿Los Hijos de Lee y su gris odio, o el Amo de los Hombres en un baño de sangre en su solitaria guerra contra los malvados?
Su justicia  es rápida, despiadada, y absoluta. En secreto, él es el rico criminólogo Richard Wentworth, pero también es el demonio que aterroriza a los criminales que tienen la fatalidad de caer enredados en su Web de la Justicia. Él es...
Creado por Harry Steeger


Sin poder contenerse más, el general bramó de rabia ante la osadía de aquel mensaje. ¡Amenazarle! ¡A él! ¡Ni el mismísimo Diablo seria capaz de superar lo que haría con él en cuanto le atrapara!

-¿Y bien General? -interrogó el de la voz madura-. ¿Que piensas hacer ahora, niño? Nos ha derrotado y es un solo hombre.

El aludido desenvainó su sable de caballería y lo puso casi rozando con su filo el cuello del que había hablado.

-Degollarle como el cerdo amante de los monos que es. ¡Por Satanás! ¡¿Que ocurre ahora, cerdo cebado?! -El obeso y el restante coronel señalaban con los ojos desorbitados, casi atravesando sus capuchas.

Una fina línea de sangre se deslizaba por debajo de la puerta junto al inequívoco aroma de la madera quemándose. El General empuñó su revolver en la diestra y dio una seca orden. Los tres coroneles empuñaron sus propias armas y lo siguieron. Más por afán de supervivencia que lealtad. Ya no por lealtad. ¡Querían conservar la vida que habían negado a sus víctimas!

La puerta daba a un gran recibidor. Formaba parte del piso superior y ala residencial del Southern Cross Club. La estancia se hallaba amueblada con vitrinas conteniendo reliquias de la Guerra de Secesión, retratos de héroes sudistas y una gran bandera de los Estados Confederados.

Del alto techo colgaban varias lámparas, y de ellas, como amargos frutos, no menos de cinco de sus hombres. Maniatados y degollados como ganado. Todos lucían en su entrecejo el sello de the Spider. La sangre manaba de sus cuellos abiertos como una telaraña hasta tocar las botas de los cuatro hombres.

La gran bandera estaba ardiendo, devorada por las llamas que se aferraban a las cortinas y paredes. En el umbral de la puerta que tenían enfrente lo vieron: La silueta de un hombre jorobado, con máscara, áspero cabello blanco y colmilluda sonrisa. Su capa ceñía su espalda de modo truculento.

Dejó caer la botella de gasolina con la que había incendiado la estancia y guardó su mechero. Miró su expresión despiadada e inmisericorde a los cuatro hombres, pronunciando solo seis palabras:

-No saldrán vivos de esta casa. -Con un vuelo de su capa, abandonó el lugar a grandes zancadas.


-¡Todos tras él! ¡Tiene que morir! -Apartando a los muertos colgantes salieron a un estrecho pasillo con varias puertas a ambos lados. Comenzaron a llamar a voces a los miembros del servicio, pero nadie les respondió.

Tan solo el fuego extendiéndose a través de la puerta y la voz de su némesis.

-¡Se han marchado todos! ¡Están SOLOS! -A través de una puerta próxima escucharon un ruido extraño. Inhumano. Un furioso arañar contra madera. -¿Escuchan eso? ¡Son sus verdugos, impacientes por cumplir con su sentencia y ejecutarlos!

El trueno de una pistola hizo estallar desde el otro extremo del pasillo la cerradura de la puerta tras la cual se escuchaba aquel desesperado sonido. De la estancia, salieron en tromba dos docenas de enloquecidos sabuesos de caza. Tras ellos, apareció más humo y afiladísimas lenguas de fuego.

-¡Quiere quemarnos vivos! -El más joven y callado de los coroneles, desquiciado por el terror, trató de calmar a los alterados canes hablándoles con suavidad, como si fueran inocentes mascotas-. Buenos chicos, sentaos, quietos... ¡Ah!

Uno de los animales le mordió la mano, partiéndoles los huesos de sus dedos sin remedio. Con la zurda, apuntó y vació el tambor de su revolver en la cabeza de la bestia gris. Sus acompañantes empuñaron los revólveres con ansia.

-¡Al que dispare yo mismo le mato! ¡Quiere dejarnos indefensos para asesinarnos sin problemas! ¡Usad el sable, malnacidos! -El general avanzó bramando y maldiciendo. A sus espaldas, las llamas restallaban hambrientas, azuzándoles contra la marea de colmillos consumidos por la locura. Frente a ellos, el fuego se arrastraba y reptaba con su destructor beso.

Las hojas partieron huesos, rajaron vientres y gotearon roja muerte de la punta a la empuñadura. Era una infernal escena de furia y rabia irracionales. El general jadeaba, con la máscara empapada de sudor, ceñida como una piel colgante. Abrió el costado de uno de los canes con el sable y se arrojó hacia el extremo del pasillo. Hacia la puerta que llevaba directamente a las cocinas. Si lograba llegar allí estaba salvado.

-¡Seguidme sabandijas cobardes! ¡Aun podemos salvarnos y conseguir lo que queremos!

Los tres hombres siguieron a su líder, forzándose a arrastrar los pies. Cuando llegó a la puerta, se detuvo por un instante. La madera estaba marcada por una araña escarlata. Tres perros que aun vivían cosidos a cortes, con el pelaje chamuscado, se abalanzaron sobre el más obeso de los coroneles, el más rezagado del grupo.

-¡AAAH! -Intentó librarse pero fue inútil. Estaban entrenados para matar y a pesar de las heridas sus mandíbulas no dejaban de cerrarse una y otra vez sobre su fofa carne. Desesperado, alzó su revolver, disparando sobre el can que le estaba mordiendo el cuello.

Hubo un estampido, un can muerto y el gordo se convulsionó, permaneciendo inerte ante el fugo que ya les rodeaba. Había apuntado de tal manera que al matar al animal, la bala lo atravesó, llegando hasta el corazón del hombre.

-¡Abre la puerta de una maldita vez! -El de la voz madura apartó sin miramientos a los dos hombres que aun permanecían con vida. Tras él, sus compañeros de maldad vieron como llegaba a un punto donde los crujientes escalones giraban en ángulo y desaparecía con un agudo grito. Segundos después, un estruendo metálico y la sombra de las llamas comenzaron a vislumbrarse en la oscuridad de aquella escalera de servicio.

The Spider había plantado trampas por todo el Southern Cross Club aprovechando el sueño de la droga. Aquel hijo de Lee había pisado un escalón especialmente preparado para derrumbarse y disparar un artefacto incendiario más.

El general y el último coronel que le quedaba retrocedieron hasta la puerta del piso superior. Quedaba una remotísima posibilidad si lograban bajar hasta el vestíbulo principal y llegar hasta la cocina. ¡Pero tenían que darse prisa!

El pasillo estaba ahora casi tapizado por las llamas, con el cadáver estorbando el paso. Corrieron hacia la puerta que era su salvación. Cuando estaban a punto de abrirla, un pedazo de techo cayó, bloqueando su fuga.

¡La puerta se abrió! En el umbral se hallaba the Spider. Las ardientes sombras danzaban sobre sus lúgubres rasgos, dándole el aspecto de una criatura vomitada por el mismo infierno.

-¡No dispare! -El coronel que quedaba con vida hizo ademán de avanzar con las manos en alto-. ¡Me rind...

El cuerpo cayó hacia delante, impulsado por los tres disparos que se habían alojado en su espalda. El Maestro de los Hombres esquivó el cadáver al tiempo que lanzaba sus pistolas hacia delante... y retrocedió de nuevo. Dos vigas más habían caído, impidiendo que alcanzara al general. Todo lo que veía ahora ante si era un muro de llamas.

Voraz fuego que todo lo envolvía y también acabaría con él a menos que se diera prisa en abandonar el lugar. Ya podía oír el crujir de la estructura que pronto se derrumbaría como un castillo de cristal.

No bajó por las escaleras. Eso seria demasiado peligroso. Cuando examinó los planos de edificio, se dio cuenta de lo cerca que estaban las ventanas del piso superior de los árboles del jardín trasero. Corrió esquivando el fuego que como una celosa amante quería atraparle y no dejarle marchar.

Escuchó un ominoso ruido y justo en ese momento, ¡se arrojó a través de una ventana! Detrás de él, el primer piso del edificio se colapsó, arrojando un llameante eructo de materia en combustión y cenizas al cielo del ocaso.

Sin concederse un momento de respiro, descendió del árbol y fue hasta el lugar donde Jackson había dejado el Hispania. El chofer permanecía tras el volante. Se extrañó cuando su jefe le dijo que conduciría él.

-Te dejaré en la casa más cercana -explicó mientras arrancaba el motor-. Alguien tiene que avisar a los bomberos.

-Pero...

-El general de los Hijos de Lee... -apretó los dientes-. Estoy seguro de que ha logrado escapar con vida. Si es así, se donde encontrarle.

Jackson no respondió. Sabía muy bien la razón de que la persona que tenia al lado fuera el Maestro de los Hombres. Asintió en silencio y vio como el automóvil desaparecía en la ya noche. Llamó a la puerta de la vivienda frente a la cual se había apeado. Una mujer de expresión inquieta le abrió.

El chofer señaló el resplandor en el horizonte:

-¡Llame a los bomberos!

Sin pensarlo, el General alzó su revolver y lo descargó tres veces contra la espalda del traidor. El cuerpo cayó hacia delante, impulsado por los disparos. Casi al tiempo, dos vigas cayeron interponiéndose entre él y the Spider. La única salida que le quedaba era la escalera de servicio que daba a la cocina.

No logró explicarse como, pero usando el cadáver de uno de los coroneles como colchón, logró amortiguar su zambullida desde la escalera comida por las llamas. Hizo caso omiso del truculento crujido y se oriento con rapidez. El fuego no se había extendido hasta allí. La trampa incendiaria estaba en las escaleras. Aquella parte del edificio era de piedra, precisamente en previsión de posibles incendios.

Localizó la puerta que conducía a la carbonera tras hacerse con una linterna eléctrica. Se le acababa el tiempo. Sabia que the Spider, una vez iba tras una víctima, jamás se detenía. ¡El seria el primero en escapar de su tela! ¡Nunca lograría marcarle!

Arrojó la ahora inútil máscara al suelo y encendió su linterna. Localizó una puerta oculta en un armario en el que se guardaban cubos y palas para el carbón y entró. Era una precaución que había aprendido de su abuelo materno. El siempre había tenido un caballo rápido, armas y una bolsa con oro por si todo se perdía.

El había tomado la misma precaución, cambiando el caballo por una motocicleta. A partir de ahí, trataría de llegar a Canadá. Viviría oculto y fugitivo el resto de su vida. Pero viviría habiendo burlado al mayor azote del submundo criminal.

El túnel ascendía hasta una cabaña medio oculta en unos terrenos de su propiedad próximos al Southern Cross Club. Ahí podría cambiar su ropa por prendas más anodinas y huir de inmediato. Cundo levantó la trampilla en medio del suelo de la cabaña, ya era de noche.

La mortecina luz de las estrellas apenas revelaba nada y dirigió el haz de la linterna hacia el rincón donde sabia que estaba la motocicleta. ¡No! ¡Imposible! Los neumáticos estaban inservibles. Algo o alguien los había reducido a tiras con despiadada dedicación.

-¡No! -El derrotado general empezó a llorar amargas lágrimas de frustración-. ¡No ahora!

Dejó caer el revolver -se había deshecho del sable en el túnel por estorbarle- aterrorizado al ver aquel sello escarlata refulgiendo sobre la negra goma del neumático destrozado. Su cuerpo se quedó rígido al sentir el frío metal de una pistola contra su sien.

-Se acabó, miserable. -The Spider echó hacia atrás el percutor y apretó el gatillo. La sangre salpicó manchando los colmillos de celuloide que formaban parte de su aspecto.

Hors más tarde, daba la bienvenida a Ram Singh a su casa. El fiel hindú lamentaba no haber podido ayudarle. Wentworth sonrió y le miró directamente a los ojos.

-Habrá más oportunidades para que demuestres tu valía, mi fiel amigo.

-¿Nunca se detendrá todo esto Richard? -Nita le observaba con sincera preocupación y temor. Ambos deseaban una vida de paz, buscando su propia felicidad-. ¿Cuando se parará todo esto?

-No lo se, querida. -Se encogió de hombros. Su respuesta adoptó un tono de extremo cansancio-. Ojala llegue el día en que yo ya no sea necesario.

>>Pero hasta entonces, the Spider seguirá defendiendo a los indefensos.

FIN

Si te ha gustado la historia, ¡coméntala y compártela! ;)

The Spider regresará en:LA TITIRITERA DE LA CARROÑA

No hay comentarios:

Publicar un comentario