Ciudadanos de Gotham nº06

Título: Bienvenidos a Gotham (II)
Autor: Simon Brenncke
Portada: Angel Legna
Publicado en: Noviembre 2014

Habían viajado a Gotham buscando hacer realidad su sueño pero la ciudad, hasta ese momento, les había escupido en la cara. Pero la noche aún no ha terminado y aún les aguardan grandes sorpresas...
Cuando la cae la noche comienza la pesadilla. Los monstruos campan por sus calles y es entonces que sólo el murciélago puede protegerlos. Pero aún con todo se muestran valientes ante lo que muchos otros huirían. Ellos son Ciudadanos de Gotham.

Nota del editor: Han pasado mas de ocho años desde que publicamos "Bienvenidos a Gotham", la atípica historia de Batman con la que el autor conocido como "Bat-fan" inauguraba esta serie. Hoy, Simon Brenneck nos ofrece una continuación de la misma,  con una perspectiva totalmente diferente. Desde Tierra-53 queremos agradecerle infinitamente el esfuerzo realizado en esta historia, ya que el español no es su lengua nativa pero, aún así,  nos envió el relato en castellano.

Jenny no se cansaba de pensar en el buen tiempo que pasarían todos ellos juntos en Metrópolis. Ella ya estaba harto de Gotham y tenía todas las ganas de volverla la espalda. ¡Cómo los chicos habían podido ser tan estúpidos de empeñarse en cumplir con su vieja promesa de ya hace muchos años: ir a Gotham y ver a Batman cuando Alan se sacara el carnet!

Batman. Jenny entornó los ojos. Como si en todos estos años no hubieran crecido. Como si los niños ilusionados no se hubieran convertido en hombres jóvenes con al menos un atisbo de realismo; escuchando todas esas discusiones aburridas sobre si matara a los hombres o solamente los dejara inconscientes, si vistiera realmente un disfraz de murciélago, si fuera un ex-militar o no...

Pero de repente, los chicos habían despertado de su sueño sempiterno. Las rejas infranqueables del Asilo de Arkham y las opiniones de los ciudadanos de Gotham en el restaurante los habían devuelto bruscamente a la realidad. “No, no había ningún Joker en Arkham” había aclarado la recepcionista secamente. Y no habrá ninguno de los otros criminales con sus nombres bizarros al parecer inspirados por los peores cuentos de hadas de los Hermanos Grimm; por supuesto que no. En su camino en el coche por la ciudad, los hermanos se los habían rememorados como una lección a aprender en la escuela: Ra's al Ghul, Acertijo, Pingüino, Dos-Caras, Hiedra Venenosa, Mr Frío, Espantapájaros…

Pero nada. Arkham había resultado una decepción saludable para ellos. Y los comentarios de los habitantes de Gothman sobre el tal Batman, que habían escuchado en el restaurante, habían enfriado aún más sus cerebros hirvientes por la ilusión infantil. Los sueños se habían acabado y Jenny se sorprendió que los cuatro se habían percatado de eso a la vez; Alan, el primo, y los tres hermanos, el siempre pensativo Dave, el imberbe Bobby y su querido Derek, acostado a su lado, respirando hondamente en su sueño, aparentemente satisfecho, al pesar de la ilusión abandonada. Pero la perspectiva de emprender el viaje a Metropolis y de pisar la ciudad de un verdadero superhéroe les había levantado el ánimo a todos. ¡Ah!, los chicos... y ella ya se imaginaba paseándose por las largas calles iluminadas con todas las tiendas de la última moda, pasmándose delante de los escaparates... Unas nuevas ropas para ella... Zapatos... Joyas... Za-pat...

Finalmente llegó al punto de conciliar el sueño y abrió por última vez los ojos para ver desde aquí el techo de la comisaría de policía desde el cual se proyectaba en el lluvioso cielo nocturno de la maldita ciudad el foco de murciélago llenando los criminales con el terror de su mala conciencia y burlando todo el resto del mundo...

Jenny dio escapar un grito y saltó de la cama.


El golpeteo intempestivo contra la puerta de su cuarto de motel despertó a Bob y Dave a la vez. Bob gruñó malhumorado y Dave se levantó tambaleando para acercarse a la puerta maltratada. Miró por la mirilla y vio la cara excitada de Derek. Detrás de él se vislumbraba el cuerpo de Jenny. “¿Qué demonios?” pensó Dave para sí. “Espero que no les han robado algo...” Quizás no había sido la mejor idea de alojarse en este motel barato, con el dueño de cara de poca confianza, por cerca a la comisaría de policía que estuviera...

Abrió la puerta. Derek andaba la ropa a medio abrochada, sujetando el pantalón con una mano. Afortunadamente Jenny había tenido la decencia de vestirse propiamente, si no, seguramente la distracción hubiera acabado con el espíritu trastornado de Dave.

-¿Qué?- exclamó Bob desde la cama, apoyándose sobre el codo, esforzándose de extraer su mente a la somnolencia.

-A la ventana.-dijo Derek, la voz sufocada por la emoción. -Mirad.

Dave y Bob dieron un respingo y se lanzaron a la ventana. Se frotaron los ojos y miraron boquiabiertos. Luego se los frotaron de nuevo. Cerraron las bocas. Fruncieron las cejas. Finalmente, dieron la vuelta, enfrentándose a su hermano. Dave lo fulminó con la mirada y Bob lo increpó:

-Te crees muy chistoso, eh? ¡Bonita broma, coño!

Derek no replicó nada durante algunos segundos. Parecía completamente desconcertado. Luego avanzó a la ventana y apartó sus dos hermanos con un gesto brusco para ver afuera.

No había nada sobre el techo. Salvo el gran proyector que lanzaba la imagen del murciélago, sobre fondo amarillo, en el cielo nocturno.

-Oh no, que lástima...,-farfulló Derek.-Ya se han ido...

-¿Quiénes?-profirió Bob y agarró los hombros de su hermano mayor, que parecía tumbar en una clase de apatía.

-Batman y un otro tipo... supongo el comisario. Su contacto. Sobre el techo de la estación.-clarificó Derek lentamente, balbuceando por la tremenda ilusión de compartir este gran momento con sus hermanos...

-No podía dormir durante un largo rato y antes de caer en sueños .Los he visto sobre el techo. He despertado a Derek y...-intervino Jenny.

-¡Tu los has visto!-Bob dio una otra sacudida a los hombros de su hermano mayor.-¡Oh, no puedo creérmelo! ¡Qué injusto es el mundo! Pero cuenta, cuenta, cómo...

-Las orejas de un murciélago.-Derek se liberó de las manos de su hermano sobreexcitado.-Eso sí. Viste en verdad ese disfraz. Cuando habló con el agente, su cabeza estaba tan cerca al foco que los dos puntos erigidos estaban claramente visibles... Jenny puede comprobarlo.

-Sí, así es.-confirmó una Jenny a medio molestada y a medio entusiasmada. Otra vez iba a comenzar todo el circo... Sin embargo, era bastante difícil no dejarse prender por la pasión repentinamente abrazada de los chicos.

-Debemos actuar.-los instigó Bob.-Voy a despertar a Alan. No podemos permitirnos ni un minuto de retraso.

Dos minutos después, Alan apareció sobre el umbral con los cabellos enmarañados y la camisa todavía desabrochada. Se puso la chaqueta sobre las espaldas, sin aprochársela. Sus ojos estaban desorbitados.-Si han avisado a Batman, algo de grave debe suceder en las calles de Gotham. Para nosotros no habrá otra oportunidad para encontrarlo. Vayamos al coche.

Finalmente, incluso Jenny se dejó llevar por la excitación general y bajó las escaleras junto con los otros con paso veloz.


Pero en su caso la excitación no duró mucho. Ya se había desvanecido cuando los otros miraban todavía como hipnotizados por las calles de esta ciudad condenada. Naturalmente, apenas podían ver fuera, con la gran cantidad de agua que caía del cielo oscurecido… La tormenta seguía creciendo y Jenny tenía la impresión que los dedos fríos del viento se deslizaban por ranuras invisibles dentro del coche y rasgaban sus uñas de hiel contra su piel.

Se estremeció y se acurrucó hecha un bulto, sujetando sus piernas contra su pecho. De cuando en cuando, Derek le dirigía una mirada tierna y unas palabras reconfortantes pero su atención estaba completamente absorta por las pútridas calles. Condujo el coche lentamente, para permitir a los otros de captar algún indicio. Pero ¿qué hubieran podido captar a través de la cortinas de lluvia que se abatían sobre el asfalto, el metal y la piedra de la ciudad, como si el cielo estuviera dando una paliza a la tierra? Las luces de las tiendas, muchas ya cerradas desde varias horas, aparecían borrosas, débiles e inciertas, como si se pudieran apagar un instante al otro.

Jenny estaba enfadada consigo misma por haberse dejado involucrar en esta descabellada aventura nocturna, en vez de quedarse cómodamente en su cuarto en el motel. Y los chicos no disponían de ningún plan. Primero Derek había parado el coche delante de la estación de policía, donde habían esperado algunos minutos hasta que habían caído en la cuenta de lo poco probable que era que Batman entrara y saliera por la puerta delantera.

-No podemos quedarnos aquí.- decía Alan sacudiendo la cabeza, entristecido -Podemos terminar para atraer la atención de la policía sobre nosotros. Y prefiero no perder mi tiempo justificando mi comportamiento sospechoso. 

-Bueno, arranca, Derek,- lo había incitado Bob con voz atropellada. -Alan tiene razón. Si han llamado a Batman, algo grave debe ocurrir. Circula por la ciudad. Tendremos los ojos abiertos y seguro que encontraremos alguna pista.

Bobby el soñador. Jenny suspiró, sujetando sus piernas más estrechamente aún contra su cuerpo. Debía haberse llevado un jersey más. Y no ayudaba en nada que su estómago estaba gruñendo sin cesar. La cena de la tarde anterior no la había saciado. En fin de cuentas, hubiera hecho mejor de caer por la tarta de manzana que Derek había ofrecido comprarla. Y para completar la mala suerte, desde algunos minutos Derek estaba girando el coche por unos callejones de aspecto especialmente desmacrado. Las luces de las tiendas se volvían más y más infrecuentes, hasta casi desaparecer por completo. Las farolas restantes emitían una luz irregular, en su entorno las sombras nacieron y murieron con alternancia vertiginosa. Jenny se asustaba viendo bultos humanos arrastrarse lo largo de las aceras. Esos hombres – ¿y mujeres ? - debían morirse del frío que hacía.

Jenny volvió la cabeza hacia Alan, que sujetaba el mapa de Gothman entre sus manos y daba indicaciones a Derek pero frunció el ceño y su mirada parecía bastante incierta. Éso fue más que Jenny era capaz de soportar.

-¿Tu sabes dónde estamos?- chilló mientras su cuerpo se estremecía como una hoja sacudida por el viento.

Bob y Dave también dirigían miradas inquisitorias a su hermano.Alan carraspeó, visiblemente incómodo.

-Confieso que, por el momento, no sé a ciencia cierta...

-¡No! ¡No! ¡No!- escupió Jenny las palabras la una tras la otra. -No puedo creérmelo. ¡Estamos perdidos en esta ciudad de locos!-

-Calma, cariño.- susurró Derek a su lado. -Estoy seguro que Alan no tardará en averiguar dónde nos encontramos.- Lanzó una mirada particular a su hermano que exprimía a la vez una amenaza y una imploración. -Y estamos completamente a salvo mientras que nos quedamos en el coche y continuemos conduciendo…

De repente, un ruido chirriante estalló al lado de la cabeza de Jenny. Ella lanzó un grito ensordecedor y se tapó las orejas. Los ojos de los otros volaron perplejos a la ventana a la derecha de la chica. Una telaraña de pequeñas fisuras en el vidrio atestiguaba del impacto de un objeto pesado. Probablemente una piedra. Los habían tirado por encima.

-Seguro algún adicto quien ha perdido el contacto con la realidad.- decretó Derek.

-Seguro.- murmuró Dave.

Jenny continuaba tapándose las orejas, pero aun así no pasó inadvertida para ella el siguiente golpe. Esta vez la ventana al lado de Bob fue la que recibió el impacto de una piedra. El ruido fue insufrible, el vidrio chilló como si fuera al punto de desgarrarse. Pero el cristal resistió también este segundo choque.

De inmediato, Derek aceleró el coche para alejarse lo más pronto posible de la banda de adictos descerebrados que se imaginaban siendo los causantes del ataque. Aunque, en realidad, no habían visto más que esos trapos humanos escabulléndose entre los relámpagos inciertos de las farolas mal operantes.

Alan escudriñó por la ventana en busca de letreros de calle para averiguar su paradero. Ya había bajado el mapa, al momento inútil, sobre el regazo. Era claro para todos que no tenía la más mínima idea donde se encontraban. Y al presente todo pasaba demasiado rápido. Derek conducía el coche a través de la red intricada de las calles obscuras de este barrio, pero ninguno tenía el valor de sugerirle que bajara la velocidad. Temían demasiado que los drogodependientes o quien quiera que fuese los amenazaran otra vez.

Fue Derek mismo el que finalmente hizo el acopio de valor suficiente para parar el coche en una calle que al menos estaba iluminada, por esporádico que fuera, con farolas que aún funcionaban.

-No podemos continuar así.-dijo, subrayando lo evidente. -No sabemos dónde estamos. Supongo que hemos estado dando vueltas en círculos. No puedo creerme que este barrio sea tan grande.

Jenny miraba fijamente por delante. Desde algún tiempo, sus labios temblaban y ella se frotaba las piernas, todavía apretadas contra su pecho.

-Ahí hay una tienda abierta a veinticuatro horas,- señaló Alan hacía fuera de la ventana.

Siguieron la dirección de su dedo extendido y vieron a través de las cortinas de lluvia las luces chillones de un reducido habitáculo de tienda. Detrás de los vidrios podían divisar un hombre detrás de un mostrador.

-Estamos perdidos, chicos.- añadió Alan con un fuerte suspiro. -Debemos preguntarle cómo se llama esta calle. Sin un punto de referencia, no creo que encontraremos la salida a este laberinto de callejones. Al menos no durante la noche.

-Que optimista eres- comentó Derek. -pero estoy de acuerdo contigo. Te acompaño. Vayamos a hablar con el comerciante.

Jenny se agarró a su novio.

-No!- exclamó. -¡No salgan de la coche! ¡Es demasiado peligroso!

-Cariño, lo más peligroso sería que nos quedaríamos en esta zona de toxicómanos locos.- La abrazó suavemente, acariciándola el pelo.

Dave desvió la mirada, buscando un punto indeterminado en la oscuridad de la acera. Después de tantas semanas, todavía no podía aguantar ser testigo de semejantes escenas de intimidad.

Derek se desprendió lentamente de las manos de su novia que lo atenazaban. Hizo una señal con la cabeza a Alan. Este metió el mapa en el bolsillo de su chaqueta.

-Os acompañó- emitió Bob bruscamente. -Seremos más impresionantes si somos tres.

Bob, con su cuerpo de niño, no podría imponer respeto a nadie, pero nadie tuvo las ganas de contradecirlo. Probablemente prefería la compañía de los grandes Alan y Derek en vez del medroso Dave y de la chica con los nervios hechos pedazos.


Los tres chicos bajaron del coche y se acercaron con paso rápido a la tienda. Desaparecieron por la puerta en el habitáculo iluminado. Jenny podía ver como se pusieron delante del mostrador y como Alan desplegó el mapa por encima de él, bajo la mirada un poco inseguro- pero-bastante-curioso propietario de la tienda. Parecía dispuesto a creer que los tres jóvenes eran quienes pretendían ser y se inclinó sobre el mostrador para prestarles la ayuda de sus explicaciones bien informadas.

Dave se contentaba con mirar a la línea de casas destrozadas a su lado. Parecía mentira, pero las cortinas y maceteros que revelaba la luz de la farola sobre los alféizares comprobaban que había todavía gente viviendo bajo de esos tejados a medio derrumbar.

El dulce olor a algodón de azúcar entraba por sus narices. No pudo resistir al impulso de girar la cabeza hacia Jenny, retorcida en el asiento delantero. La vio temblando y de repente se sintió preso a un malestar insuperable. Derek, este gilipollas, que no sabía cuidar de su novia. Se desabrochó la chaqueta y la tendió a la chica.

-Toma.

Ella se dio la vuelta, le agradeció el gesto y se ajustó la chaqueta grande del chico por encima de la suya, que ya llevaba puesta

 -Hace un frío espantoso. ¿No te parece?- dijo muy quieto.

-Sí,- asintió Dave mecánicamente y se volvió otra vez a la contemplación distraída de las casas ruinosas. Se fijó en una entrada de casa donde creyó haber captado un movimiento. Se imaginó que se trataba de la puerta meciéndose en sus goznes, sacudida por el viento de la tormenta.

El perfume de algodón de azúcar le nublaba los pensamientos. Sus ideas se agolpaban, su mente comenzaba a bullir. Le torturaba la pregunta de qué pasaría si finalmente se atrevía a hacerlo. Pero se recriminó,  se reprochó que no era el momento. Se habían lanzado en una carrera loca a través de Gotham, no teniendo ellos mismos suficientemente claro lo que buscaban. ¿Tal vez Batman batiéndose por las calles con uno de sus archienemigos, ofreciendo un espectáculo público? Y ahora estaban perdidos en un barrio de mala muerte, con el coche magullado por una banda de locos o fuera lo que fueran. Debía preocuparse por muchas cosas, incluso cómo explicar a su padre por lo del coche y cómo iban a pagar la reparación. Pero no, el perfume de la chica le hacía olvidar todo. Y no era el perfume, los atributos efímeros de ella no le interesaban ni un pelo. Era la chica. Solo ella. Jenny. Finalmente. Tantas cosas a decirle, a confesarle. Pero no era el momento.

-Dave,- ella susurró.

-¿Qué?- dio un respingo. Sin embargo, se forzó de fijar sus ojos en la entrada de la casa, con la puerta moviéndose irregularmente entre las sombras densas. La puerta o...

-David, te veo muy preocupado las últimas semanas. Y no es como antes. Antes éramos amigos pero ahora me parece que estas huyendo de mí. En fin, de todos nosotros, no sé. Al menos Derek me ha dicho que siente también que tú lo estas rechazando. ¿Te ocurre algo, verdad?

Dave sentía la mirada inquisitiva de Jenny sobre él como un fuego abrasador. Desistió al impulso de también buscar sus ojos. Eso lo hubiera complicado todo.

Jenny no se podía contentar con su silencio. Seguramente a estas horas necesitaba de escuchar a alguien hablar de algo que no fuera relacionado con su situación poco envidiable de encontrarse perdido en la noche de Gotham City. Probó con voz insinuante:

-Se trata de una chica, ¿no es así?

Él se estremeció involuntariamente.

-¡Ah, yo lo sabía! Derek me dijo que yo estaba viendo fantasmas, pero yo lo he sospechado desde el principio.- Su voz cobró ánimo. El tema era apropiado para sacarla de su apatía. -Tu comportamiento te ha delatado mil veces. Dave, en verdad, eres un romántico. Si te ayuda algo, sabes que yo estoy aquí para que te puedas desahogar a cualquier hora.-

Dave cerró los ojos. Cierto, Desahogarse. “Te amo, Jenny. No sé por qué, no eres mi tipo ni nada, pero no puedo impedirlo, y me da rabia; me pone furioso siempre que te veo en los brazos de mi hermano.” Sí, por supuesto. Desahogarse con Jenny.

Ella hacía el momento más penoso para él, estirándole con un silencio expectante, un silencio que él se viera forzado de romper.

Dave carraspeó y abrió los ojos. Vio la misma entrada de casa hundida en la negrura desteñida de una noche de tormenta lluviosa.

-Sí, tienes razón. En efecto, me he enamorado de una chica. Desde yo no sé cuánto tiempo. Parece desde años, sin que yo cayera en la cuenta. O... no... la verdad es que yo no ignoraba mis sentimientos para ella. Pero prefería de ignorarlos, de hacerlos callar. ¿Y tú sabes por qué? Porque yo era un cobarde. Estaba huyendo de mi corazón. Temía un rechazo. Temía no sé qué. Y el tiempo pasa, pasa, y a alguien u otro momento te ayudará a darte cuenta queya es demasiado tarde.- Le costaba mucho guardar la calma de su voz. -Y en la vida nada se puede borrar. Dicen que cada día comienza una nueva vida para cada cual que sabe aprovecharse de la oportunidad. Pero no es así. Lo que ha pasado no puede deshacerse. Y también queda lo que no ha sucedido, con todas sus consecuencias.

-Al menos podrías intentarlo.- sugirió Jenny. -Ella tiene novio, ¿no es cierto? Da igual. Dile lo que sientes por ella.

Dave se frotó los ojos con los nudillos. No estaba viendo muy claro. Pero ¿cómo traspasar el aire espumoso de lluvia con la mirada? No, no se trataba de una puerta. Algo diferente se estaba moviendo en la entrada de la casa. ¿Otros pordioseros de quienes debían temer un ataque? Oh no, esto no era el momento... Pero, de otro modo, nunca era el momento adecuado para cosas como estas.

-Jenny, debo decirte algo.- comenzó en un hilo de voz. -Es que te...- Se interrumpió bruscamente.

-¿Qué?- ella preguntó, perpleja, la mirada todavía clavada en él. -¿Qué te pasa?

Las mejillas de Dave se sonrojaron. Las sombras móviles en la entrada de casa cobraron vida. Se revelaron siendo tres hombres. Y de repente corrieron a través de la calle, dirigiéndose a la tienda.

Jenny siguió la mirada hipnotizada de Dave y lanzó un grito. Las farolas delataron el metal reluciente de las armas que los tres hombres agarraban en sus manos.


En la tienda el propietario y los tres jóvenes estaban inclinados sobre el mapa por encima del mostrador. El comerciante trazó con su dedo unas lineas sobre el plano y movió sus labios, obsequiando a sus oyentes con indicaciones visiblemente detalladas..

Al instante que los tres matones interrumpieron en la tienda, los chicos se giraron bruscamente y levantaron las manos por un reflejo de desconcierto. Derek creyó ver como el comerciante esbozó un gesto por debajo del mostrador, antes de levantar también las manos. Esperaba que se trataba de alguien mecanismo de alarma, avisando a la policía, a Batman, o a cualquier que podría sacar sus hermanos y su primo del aprieto.


Después Dave no se pudo explicar qué lo había incitado a actuar de esta manera. Tampoco logró recordar cómo había sacado la cartera de la mochila de viaje, como había saltado del coche y como había atravesado la calle. Pero todo eso debía haberlo hecho, porque cuando volvió a ser consciente de sí mismo, estaba en la puerta de la tienda y la empujaba violentamente. Irrumpió en el reducido habitáculo y se enfrentó inmediatamente a la embocadura de una pistola. Retrocedió espantado, terminando de despartar brutalmente de su trance.

El propietario ya estaba vaciando su caja, obedeciendo la orden de los matones. Uno de esos tres estaba observando cada uno de los movimientos del comerciante. Otro se había dado la vuelta al intruso inesperado y el tercero estaba increpando a los tres jóvenes, acusándoles de esconderle el dinero que les había mandado entregarle.

Dave se percató al instante del peligro de la situación. Sacó la cartera del bolsillo trasero de su pantalón y la tendió al hombre furioso que amenazaba a sus hermanos y su primo con desparramar sus sesos por el suelo de la tienda si no le dieran inmediatamente todo el dinero que llevaran por encima. El ladrón era nervioso, febril, sus ojos estaban inyectados de sangre y desorbitados. Dave reconoció los efectos de la adicción. El tipo era imprevisible.Al ver la cartera delante de sí, la tomó con un gesto ávido. Miró a Dave como a un espectro, parecía no haberse dado cuenta de su entrada. Sin embargo, seguía apuntado a los tres otros jóvenes.El comerciante estaba contando los últimos billetes y el matón que se ocupaba de él los estaba metiendo en una bolsa de plástico.

El toxicómano abrió la cartera con los dedos de una mano y miró adentro.

-¿Qué es esto?- espetó. -¿Quieres burlarte de mí?-

-Es todo lo que tenemos.- Dave se sorprendió de la firmeza de su voz, al pesar del susto que hacía latir su corazón a romperle el pecho.

-¡La madre que te parió! ¡¡Coño, todo que tengáis!- El adicto sacudió la embocadura de su arma delante de las caras descoloridas de los otros tres chicos. -¡Dadme vuestro maldito dinero!- Fijó la desembocadura errante sobre Derek.-¡Serás el primero al que que voy a matar si no sacáis la plata! ¡Voy a matarlo, coño!

El comerciante había terminado de entregar los billetes de la caja al matón impávido a su lado, quien cerró la bolsa con una cinta elástica. El hombre, desvalijado del fruto su trabajo honesto, llevó otra vez las manos por encima de la cabeza y seguió con cara pálida y aprehensiva la escena que se representaba delante de sí.

-No tenemos nada más,- balbuceó Derek.

Por toda respuesta, de la garganta del toxicómano surgió un aullido inhumano que maltrató los tímpanos a todos. Retiró el gatillo de su arma con un clic sonoro.

Dave intervino. Se interpuso entre la pistola y su hermano. La desembocadura se taladró en su estómago. Vio a distancia de unos pocos centímetros los ojos extraviados del adicto, por el momento estupefactos, pero también relucientes con una determinación fría por encima de toda locura.

-Quieres jugar el héroe, ¿eh?- Echó a Dave el hedor de su respiración en la cara. Sus dientes eran podridos y negros. -Bueno, me da igual. Acabaré primero contigo. Reza tu última plegaria.

Se dice que cuando vas a morir, en ése último instantes toda tu vida pasa de nuevo ante tus ojos. Dave nunca lo había creído, pero se sorprendió mucho de dos cosas a la vez: primero, que el tiempo parecía extenderse hasta algún punto que podría retroceder hasta la infinitud, de manera que nunca sería alcanzado; y segundo, que él era totalmente consciente de todo en ese momento. Este instante en el cual el adicto ejerció una primera ligera presión sobre el gatillo, antes de hundirlo por completo para que la bala se desprenda, este instante podría nunca acabar. Por toda la eternidad, la eternidad de un instante, del fragmento de un segundo, Dave pudoa ver esta determinación ciega del hombre al disparar su arma. Tenía todo el tiempo para reflexionar sobre lo que estaba haciendo, lo que había hecho. Otro momento fatal.

Como con Jenny, con la cual había dejado transcurrir una multitud de momentos, sin jamás aprovecharse de ninguno de ellos, hasta que el plazo no se había prolongado más, hasta que ella y Derek salieron como pareja.

Otro momento fatal, ése cuando él se había interpuesto entre el cañón de la pistola que al instante se hurgaba en su vientre, que podría continuar hacerle daño al estómago durante toda una eternidad; interpuesto entre ese cañon y su hermano, su hermano Derek contra quien había sentido tanta rabia. Los momentos del tiempo eran impasibles, no tenían ninguna compasión, eran irrepetibles. Él había querido salvar a su hermano y moriría en su lugar.

Y la eternidad del instante se terminó por Dave cuando el cerró los ojos, llevando consigo la impresión óptica de un movimiento más negro aún en la negrura borrosa de la noche.

Pero... qué?

Su corazón dio un salto.

Parpadeó violentamente.

Todo en la fracción de un segundo.

La puerta de la tienda se abrió con un golpe tremendo.

Todos en la tienda brincaron. La distracción hizo girar la cabeza al adicto loco hacia la entrada.

Un objeto pequeño, negro, redondo fue lanzado en el estrecho habitáculo. De repente, un humo ácido se desprendió del objeto y llenó toda la habitación. Los chicos y los hombres tosieron violentamente. Dave sintió las lágrimas agolparse en sus ojos. Un mareo le sobrecogió. Solamente pudo percibir una visión distorsionada de una sombra negra entrar como un rayo por la puerta. Enseguida al ladrón adicto le fue arrebatada el arma, que se perdió en un rincón de la tienda. Batman le asestó un golpe y el hombre se desplomó sobre el suelo.

Batman. En verdad era él.

Giró en rondo, su pierna extendida, y hizo caer los dos otros matones sobre sus espaldas. Batman se abalanzó sobre ellos y los dejó inconsciente con dos golpes rápidos en regiones clavo. El tercero de la cuadrilla, el adicto, se puso trabajosamente sobre sus pies e intentó escabullirse. Sin embargo, con un sólo gesto tan rápido que hubiera podido pasar inadvertido, Batman le otorgó el mismo trato que a sus cómplices. Se desplomó otra vez y esta vez quedó inmóvil sobre el suelo de la tienda.

Los chicos miraron boquiabiertos al superhéroe que habían tanto esperado ver todo este tiempo. Su figura era alta, recta, impresionante. Un tipo de coraza pectoral trazaba el paisaje de los tendones de los músculos de su torso con líneas profundas. Una larga capa negra colgaba de sus anchos hombros. De su rostro no se veía nada más que un mentón y boca firmes y unos ojos fulgurantes; el resto de la cabeza era ocultado por un casco fino del cual se erizaban a ambos lados dos orejas agudas y metálicas, como las de un murciélago.

Por asombro, por incredulidad, por espanto incluso, Bob cayó sobre sus rodillas, sus ojos clavados en esta aparición tan anhelada. Ni Derek, ni Alan, ni Dave no quisieron ni pudieron romper el momento transcendental con una sola palabra.

El propietario de la tienda recobró el primero la compostura.

-Gracias, muchas gracias, Batman,- farfulló. -He activado la llamada de urgencia a la patrulla de policía, pero aún...

De repente se oyó de lejos el chillido de una sirena.

-De nada.- dijo el Señor de la Noche. Su voz llenó el escaso habitáculo con una sonoridad segura y serena, y al mismo tiempo abismal y escalofriante, como si llegara de ultratumba. Se giró hacia Dave, al quien el corazón latió con insistencia al contacto de sus ojos con los, insistentes e inflexibles, de Batman. -Eres muy valiente. Y muy temerario.- Había una inflexión extraña en su voz, como un atisbo de compasión. -No te olvides que estás vivo.

Dave recibió estas palabras como un golpe en las costillas. Retrocedió un paso y sus caderas se chocaron contra el mostrador. Los ojos del superhéroe parecieron traspasar toda su alma, hasta sondear sus más profundos pensamientos. Sintió que ellos grabaron su mensaje en los más hondos pliegues de su corazón.

Mientras tanto la sirena iba acercándose.

Batman miró otra vez a todos los presentes y después giró sobre sus talones. Desapareció en un giro de su capa como única señal de despedida. La lluvia seguía batiendo el asfalto desgastado de la calle y el viento la dispersaba por ráfagas intermitentes como si fuesen de latigazos. El Hombre Murciélago desapareció en el raudal tumultuoso entre las luces de dos farolas, fundiéndose con las sombras.

Los cuatro chicos, dentro de la tienda, quedaron en shock. Todavía no se habían asimilado completamente lo ocurrido. La llegada de la patrulla de la policía los sacó de su estado. Dos agentes bajaron del coche, las armas en alto. Debían sorprenderse ante de la escena que se les ofrecía. Uno de ellos apuntó de repente a su izquierda, porque había oído unos pasos furtivos mezclados con el fondo sonoro de la lluvia al caer. Una chica se aproximó a ellos. Prorrumpió en gritos de alegría y corrió dentro de la tienda. Los agentes vislumbraron a través del vidrio de la puerta los cuerpos extendidos por el suelo del estrecho habitáculo. Intuyeron lo que había sucedido. Para ellos, Batman no era une leyenda, sino una presencia real con la cual había que contar diariamente. Bajaron aliviados las armas. Vinieron recoger a los criminales mientras que la chica cubría uno de los jóvenes con besos y los otros tres se contaban, una y otra vez, lo que acabaron de vivir.


Ya no faltaba mucho para el amanecer cuándo los aventureros nocturnos regresaron a su motel. En sus caras, descompuestas, se notaba todavía la repercusión del espanto que habían aguantado, pero todos, incluso Jenny, estaban terriblemente emocionados por no solamente haber visto Batman, sino porque también les había salvado la vida.

Cuando Jenny, a medio muerta de terror, había divisado la forma oculta aparecer por la noche fuera de la tienda, casi se había desmayado dentro del coche. Solamente cuando la sirena de la patrulla de la policía había tronado frente a ella, logró salir de la inconsciencia. Pero ella también había visto Batman, entrando sobre la escena. Todo lo ocurrido antes y después, todo el resto de los acontecimientos, el horror lo había borrado de su memoria, gracias a un mecanismo de auto-protección, para que su alma no sucumbiera bajo el impacto de las impresiones.

Cuando averiguó lo que Dave había hecho para salvar la vida de su novio, lo abrazó con fuerza. Dave, sin embargo, no sintió nada. Incluso fue el primero a retirarse, a deslizarse suavemente del abrazo, tras cubrir fraternalmente las espaldas de Jenny.

-Es mi hermano, chica,- se había oído decir, con un falso tono de suficiencia. -Es lo mínimo que he podido hacer.

Cuando subieron las escaleras a sus habitaciones se dieron cuenta de cuan fatigados estaban. Los efectos de la adrenalina se habían desvanecido. De repente, tuvieron prisa de meterse entre las sábanas calientes de sus camas.

Dave miró fuera de la ventana, pero ya habían apagado el foco del proyector. Seguramente, por esta noche el trabajo de Batman había terminado. Y como todos, no podía más que sentirse loco de felicidad por el golpe de suerte que había puesto el superheróe sobre su camino en esta noche que casi había terminado fatal.

En la cama, al cerrar los párpados, la imagen de los ojos de Batman y el recuerdo de sus palabras mantuvieron Dave todavía largo rato despierto, mientras que Bob ya resoplaba contentamente en su sueño. “No te olvides que estás vivo” ¿Cómo un hombre jamás podría olvidar algo así? Pero a David no le había pasado desapercibido la advertencia intrínseca de aquella frase. ¿Acaso, en algún u otro sentido, el mismísimo Batman compartía su pena, la pena de sentir que continúa con una vida a pesar de sentir que ésta ya había terminado mucho tiempo antes? Dave había creído que su cobardía referente a sus sentimientos por Jenny lo había hecho perder la ocasión aun cuando había sido imposible orientar el corazón de la chica hacia él. Quizás él tuviese razón: su error del pasado era ya irremediable. Pero habrá otras mujeres, otras Jennys, no las mismas  pero si diferentes. Habrá otros momentos para luchar contra la cobardía y exprimir valientemente lo que su corazón le inspiraba.

Por fin, la mente de Dave, rendida por el cansancio, se hundió en un sueño profundo en el cual figuraba un murciélago gigantesco y bondadoso que lo llevó volando hacia nuevos mundos a descubrir.


Unas cuantas horas antes, por encima del tejado de Gotham Central, el comisario Gordon dio vueltas alrededor del proyector. Se había quitado la capucha de su abrigo, aunque así las ráfagas de agua helada le azotaban el rostro. Pero necesitaba sentir el frío para despejarse la mente de los espectros que allí se habían amontonados durante el día.

Fue pocos minutos antes que Jenny viera por la ventana esbozarse contra el fondo de la luz amarilla esparcida por el proyector las contornas de la cabeza del policía y las orejas puntiagudos del casco de Batman.

-¿Por qué me llama?

El corazón del comisario saltó por encima de un latido. Se dio la vuelta bruscamente y se encontró frente a frente con el Hombre Murciélago. Se esforzó de reprimir el susto que le puso la carne de gallina. El policía veterano era todo menos miedoso, incluso había ganada cierta fama en su carrera por su sangre fría, pero ese hombre no dejaba de proporcionarle una pequeña angustia siempre que se hallaba en su presencia.

Los separaba solamente un metro de distancia y, sin embargo, el comisario no le había oído llegar al tejado ni acercarse a él. Suspiró hondamente. Ya se había rendido a la superioridad incuestionable de Batman desde hace mucho tiempo.

-De momento la guerra entre las cuadrillas en el East End nos tiene muy preocupados.- explicó. -Sé que usted ya está a lo tanto de todos los nombres y acrónimos. Notamos un movimiento de cambio, las fuerzas dominantes vacilan. Hay una nueva banda, muy bien equipada y conectada, que desafía el status quo. Particularmente, debemos mantener vigilados las tiendas de pequeños comerciantes, restaurantes y tabernas. La mayoría de los propietarios se ha negado a pagar la cuota de protección que los nuevos han exigido, porque esperan que los dueños del status quo los protegerán, pero la verdad es que están bastante sobrecargados. Y hemos obtenido la información que los nuevos planifican esta noche de vengarse a los que han resistido a la extorsión. Serán grupos pequeños, muy poco profesionales, muchos toxicómanos. Van a cometer robos por todo el East End.-

Las palabras de Batman fueron incisivas como una hoja de acera.

-¿Y por qué quiere intervenir?

El comisario miró a los ojos del hombre de la noche con determinación, pero después de pocos segundos desvió la mirada. No podía aguantar de someterse a la energía abrazadora de esos ojos, siempre devorados por un deseo, incluso por una obsesión que el comisario no lograba descifrar, y tal vez ni siquiera quería conocer. Se aclaró la garganta y dijo:

-Quiero intervenir por una de las razones que espero que compartamos. No quiero abandonar el East End, no quiero abandonar Gothman a los criminales. Ya es una bestialidad que todos los tenderos puedan solamente sobrevivir en esta ciudad pagando fielmente sus cuotas de protección a los jefes de mafia quienes inundan la ciudad con substancias nocivas que crean almas dependientes que se dejan explotar por toda clase de acciones turbias con la sola promesa de un puño de pastillas más, o un sobre de polvoa más...- La voz del policía se quebró. Había desgranado su frustración en una sola respiración de aire interminable. Resopló fuertemente. -No, simplemente no puedo aceptar que la criminalidad sea la normalidad en Gotham. Ahora no lo puedo. Y ojalá los próximos años de servicio no me conviertan en un sucesor fiel a la tradición de corrupción de mis predecesores. Pero la verdad es...- Esbozó un gesto de rabia y también de impotencia. -La verdad es que nos faltan los recursos en hombres y material para asegurar solamente el mínimo de una normalidad en Gotham. Parece que desde hace mucho tiempo los dirigentes del país han dado Gotham por perdida. Con los hombres que tenemos tan sólo podemos asegurar una apariencia de normalidad, en los barrios menos infestados por el genio criminal. Pero en una noche tal como ésta, con una acción a gran escala a perturbar...-

-Esta bien,- repuso Batman, la voz mucho menos duro que solía sonaba. -No creo que el status quo sea mejor que el orden que la nueva banda implantaría, pero reconozco que la lucha contra el robo en el East End deba continuar. Voy a vigilar el East End.

-Gracias, Batman.- Gordon se asomó por la balaustrada y miró hacia abajo sobre la ciudad. -Su ayuda en Gothman City es imprescindible.- Se decidió de hacer una tentativa para aproximarse a la mente de este hombre misterioso. Después de todo, la comprensión quizás podría posibilitarle de perder esta angustia vergonzosa. -De verdad, Batman, muchas veces me pregunto en qué consiste su motivación para trabajar con nosotros, para hacer todo lo que usted está haciendo por Gotham City.- El comisario no se atrevió de mirar directamente al hombre negro, pero intentó captar su reacción por el rabillo del ojo.

Pero no captó nada más que el suelo del techo de la estación, iluminado por el halo de luz que se desprendía del foco del proyector que lanzó la imagen del murciélago en el cielo.

Gordon se giró bruscamente a su derecha, pero ya Batman había desaparecido en la noche atormentada, volando a la protección de la gente recta que luchaba cada día para mantener una vida ordinaria, mientras que estaba sumergida en un mar de putrefacción.   

Fin

2 comentarios:

  1. "Debo comenzar diciendo que tenía ciertas dudas y muchos prejuicios, especialmente positivos, sobre este relato. Especialmente cuando me enteré que el autor no es Castellano-parlante. Aun así, debo comentar que la historia se lee bien, esta mejor escrita que algunos escritos de algunos hispanoparlantes que conozco, y también que algunos escritos de Estemoreno Bello sin revisar.

    La historia es interesante, no he leído el relato que le antecede hago la salvedad, porque nos muestra la otra cara de la moneda. Como perciben a los superhéroes quienes viven en su mundo. Es interesante el relato porque nos fue introduciendo lentamente al meollo del asunto, sin abandonar la tensión, durante unos segundos pensé que diría que todo el mundo superheroico es una fabula, lo que me impulsó a seguir adelante. Tampoco nos planteó la posibilidad de que lo superheroico sea tan cotidiano que pierde gracia.

    Hay una historia de fondo entre los personajes, pero lo interesante aquí es el retrato de la ciudad y su relación con quienes viven allí y el héroe encapotado. En fin, es un tremendo relato, espero que autor se anime a participar en esta u otras líneas. Creo que con Star Trek ya lo hizo.

    En cuanto a la portada, es una composición interesante entre el realismo de fondo y los personajes. Parecía hasta cierto punto una ilustración de cuento de navidad."

    Comentario publicado originalmente por el usuario "William Darkgates" con fecha 09/11/2014

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  2. “El relato me ha gustado mucho. Mientras el relato original jugaba con la idea de “leyenda urbana” que algunos le atribuían a la figura de Batman, Simon consigues darle la vuelta al planteamiento con su historia, reafirmando su presencia en Gotham y la necesidad que de él tiene la ciudad. Pero lo hace muy hábilmente, convirtiendo todo eso (que comenzaba siendo el motivo principal de la historia) en algo secundario frente a la historia de amor no correspondido de los jóvenes.

    Y es quizás en esa segunda parte dónde se reafirma la necesidad que de Batman tiene Gotham dónde quizás “falle” un poco al desviarse totalmente del tono y la historia central de los dos números: los protagonistas dejan de ser los jóvenes turistas para trasladarse al Murciélago y a Gordon. Da la impresión que estamos “echando un vistazo” a un relato aparte, totalmente diferente. Y por eso queda un tanto “raro”…

    Respecto a la portada, Angel Legna nos sorprende con dos estilos pictóricos muy diferente: un hiperrealismo en los fondos con unos personajes caricaturescos, casi infantiles. Pero, a pesar de todo eso, encajan perfectamente. Una portada muy bonita.”

    Comentario publicado originalmente con fecha 06/11/2014

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