Doctor Extraño nº05

Título: Pesadilla skrull a 20.000 pies (II)
Autor: Julio Martín Freixa
Portada: Julio Martín Freixa
Publicado en: Octubre 2014

Extraño, con la identidad de Marvel Boy, acompañado de El Hombre 3-D, trararán de detener al infiltrado Skrull en el vuelo 717 ¿conseguirán detenerlo a tiempo?
Una vez fue un hombre como todos, hasta que Stephen Extraño renació, convirtiéndose en el hechicero supremo de este plano de existencia…
Doctor Strange creado por Stan Lee y Steve Ditko

Resumen de lo publicado: el Doctor Extraño viaja a los años cincuenta para evitar que el avión en que viajan una joven versión de él mismo y el Secretario de Defensa sea estrellado por unos conspiradores Skrull... ¡sobre la mismísima Casa Blanca! Sin duda, un acto tan abyecto como ese desencadenaría la III Guerra Mundial... ¡y nunca habría un Doctor Extraño en la línea temporal del presente! En esta ocasión, une sus fuerzas con el Hombre 3-D, quien le confunde con otro superhéroe de la época, Marvel Boy. Extraño decide no deshacer el equívoco, para proteger su condición de viajero en el tiempo. ¿Conseguirá el Hechicero Supremo abortar el plan de su misterioso enemigo sin interactuar directamente con su yo del pasado, provocando así una terrible paradoja temporal?

— ¿Cómo vamos a evitar que ese avión se estrelle, Marvel Boy? Quizás alguno de tus poderes pueda ser la clave —dijo el Hombre 3-D.

—El Skrull que acaba de inmolarse aseguró que había un tercer alienígena al acecho, por si algo iba mal en el avión —contestó Extraño, mirando de reojo los restos de cenizas humeantes a sus pies—. Si nos centramos únicamente en lo que ocurra en su interior, caeremos en la trampa.

—Tienes razón. El otro agente Skrull puede estar al acecho. ¿Qué sugieres que hagamos?

—Creo que lo más inteligente será infiltrarte a ti en el avión, Hombre 3-D, mientras que yo escolto el vuelo desde el aire. Una vez dentro, haz todo lo posible por reducir al secuestrador sin que nadie resulte herido.

—Y, ¿cómo se supone que voy a colarme ahí dentro? —inquirió el atleta bicolor, cabizbajo—

. El avión ya debe de haber despegado, a estas horas.

—Eso, déjamelo a mí; tengo mis métodos.


Una pareja de aves sin alas surcaba los cielos, muy por encima de los cuellos que se hiperextendían para observarlos desde el suelo, entre exclamaciones atónitas y muestras de incredulidad. El Doctor Extraño hacía uso de su capa de levitación, al tiempo que transportaba a su compañero mediante un hechizo de estasis.

—Suerte que el avión no ha alcanzado todavía su máxima velocidad, Marvel Boy —gritaba el Hombre 3-D, para hacerse oír por encima del sonido tremolante del viento.

—Pronto estaremos cerca de la cola. Entonces trataré de teleportarte al interior. Espero que mi memoria no me falle... Hace tiempo que no viajo en una de esas antiguallas. Espero no cometer la torpeza de materializarte en mitad de un tabique.

— ¿Antiguallas, dices? —Se extrañó el Hombre 3-D—. Este boing es un modelo bastante nuevo. No sé a qué te refieres con...

Un hecho insólito salvó la embarazosa situación en la que se había metido el Hechicero Supremo con su desliz: una llamarada abrasadora les pasó rozando, lanzada desde algún punto en la retaguardia, y les habría chamuscado de no ser por el campo protector que Extraño había conjurado antes para permitirles respirar en pleno vuelo.

— ¡Por las estrellas! —exclamó el atleta triple—. ¿De dónde salió eso?

— ¡Debe de ser el Skrull! ¡Nos ataca!

En efecto, al girarse pudieron avizorar una silueta envuelta en llamas, que serpenteaba por los aires a doscientos metros de distancia, aproximándose a velocidad creciente mientras sembraba una estela ígnea tras de sí. Stephen Extraño recordó lo que Reed Richards le había contado acerca de sus encuentros con el Super Skrull, que reunía los poderes combinados de los Cuatro Fantásticos. En su fuero interno, deseó que se tratara de una versión primitiva con tan solo los poderes de la Antorcha Humana. Aun así, tendría serias dificultades para neutralizarlo.

— ¡Es ahora o nunca, Hombre 3-D! ¡Prepárate!

El Hechicero Supremo se concentró todavía más, viendo sus poderes retados al máximo. Se trataba de calcular el lugar exacto en el que su compañero aparecería en la cabina del avión, pero al mismo tiempo debía mantener los otros hechizos que ejercía de forma simultánea... ¡y esquivar los ataques del Skrull!

Una segunda llamarada, esta vez de mayor tamaño, se acercaba al Hombre 3-D con certera precisión. Si no se apresuraba en su conjuro, ni siquiera el campo de fuerza evitaría que el héroe bicolor resultase dañado. Pero en el último instante, Extraño completó su hechizo y la silueta verde y azul se desvaneció sin tan siquiera un parpadeo.

— ¿Cómo? —gritó el Skrull, confundido—. No sé a dónde habrá ido el otro, pero tú vas a morir. ¡Nada se interpondrá en nuestro camino!


Los pasajeros asistieron atónitos al hecho insólito que tenía lugar ante sus ojos: un hombre llamativamente vestido con mallas ajustadas en rojo y verde se materializó de la nada en mitad del pasillo. Escrutando en todas direcciones, en busca del supuesto secuestrador, el Hombre 3-D se preguntaba, desconcertado, si todo habría sido un truco para desviar su atención; no había ni rastro de Skrulls a bordo.

Las azafatas luchaban por ocultar su propio miedo, tratando de calmar a los asustados pasajeros, que gritaban y se revolvían en sus asientos. El Secretario de Defensa, sentado en primera fila, no lograba ver el origen del tumulto; el joven estudiante de medicina llamado Stephen Extraño, en cambio, pudo ver de cerca la aparición.

— ¡Damas y caballeros! —Exclamó el Hombre 3-D—. Guarden la calma. ¡Estoy aquí para protegerles!

—Protegernos, ¿eh? —surgió una voz entre la multitud—. ¿Y quién nos protege de ti?

De pronto, una figura imponente, vestida de forma impecable, se irguió en mitad del pasillo, sonriendo para sus adentros ante el inesperado giro del destino. Su primera reacción había sido de contrariedad, al percatarse de que el desconocido sin duda venía en busca suya. Pero por algo le habían asignado aquella misión precisamente a él; en cuestión de segundos, su mente había ideado la forma perfecta de volver la situación en su favor. Llevaría a cabo su misión sin que nadie se diera cuenta de sus verdaderas intenciones, hasta que fuera ya demasiado tarde; se haría pasar por el protector de los inocentes, oponiéndose al diablo verde y rojo. Con voz potente, retó al Hombre 3-D, al tiempo que le apuntaba con su dedo índice acusador:

— ¡Tú, maldito demonio! No sé de dónde has salido, pero te aseguro que voy a mandarte al infierno de una patada en tu maldito trasero...


—Antes, tendrás que acertarme, Skrull —contestó el Doctor Extraño, deflectando las llamas con su infalible escudo de Seraphim—. Y tendrás que hacerlo mucho mejor que hasta ahora.

—Aún no has visto nada, terráqueo. Represento a la elite del Imperio Skrull, el resultado de largas investigaciones y experimentos concebidos con el fin de producir los guerreros más mortíferos de la galaxia —El alienígena ejecutó un rizo perfecto en el aire y concentró las llamas de ambas manos en una columna de fuego descomunal, que estuvo a punto de alcanzar una de las alas del avión.

—Desconozco si sois los más mortíferos, pero desde luego sí que sois los más parlanchines. —Una oleada de ondas concéntricas de pura fuerza mística surgió del aire que circundaba al Doctor Extraño, siendo canalizado por sus manos expertas hacia el invasor extraterrestre, que se vio sorprendido en pleno vuelo. Se quedó paralizado durante unos segundos, hasta que pudo zafarse de la fuerza opresora, al aumentar su temperatura corporal hasta alcanzar el rojo blanco.

—Te arrepentirás de tus palabras, cuando estrelle tu preciado avión contra el suelo. ¡No podrás impedirlo! —Como para rubricar sus ominosas palabras, el Skrull comenzó a describir un amplio círculo hacia atrás, tomando impulso para un ataque demoledor. El Doctor Extraño se preparó para lo peor.


— ¡Tú debes de ser el Skrull! —Acusó el Hombre 3-D—. ¡No te saldrás con la tuya, monstruo!

— ¡Eso es! —Contestó el hombretón, con sorna—. Sigue desvariando... Por tratarse de un desequilibrado, no seré demasiado duro contigo. Pero no puedo permitir que amenaces a toda esta gente.

Avanzando por el pasillo con pesadez, la montaña viviente se aproximaba al Hombre 3-D sin borrar su sonrisa de suficiencia del rostro. El héroe triple comprendió la treta que le había tendido el Skrull disfrazado y desistió de hacer más intentos de desenmascararlo... por el momento. Cuando lo tuvo lo bastante cerca, se agarró con ambas manos enguantadas a los compartimentos para el equipaje y tomó impulso para golpear el rostro del Skrull con ambos pies por delante. Éste no hizo nada por evitar el impacto, que pareció no hacer mella en su integridad física.

— ¡El tipo es más violento de lo que pensaba! —dijo el Skrull, asegurándose de que todos los pasajeros pudiesen oírlo con claridad—. Será mejor que lo deje frío.

Con un movimiento sorprendentemente rápido, teniendo en cuenta su tamaño, el hombretón estrelló un puño enorme como una bola de demolición en mitad de la frente del Hombre 3-D, que salió disparado como una muñeca de trapo hacia el fondo del pasillo. Donde cualquier otro hombre se hubiera roto varios dedos, el Skrull camuflado ni siquiera soltó un gruñido de dolor. Con un ruido sordo, el Hombre 3-D vio su vuelo súbitamente detenido al chocar contra la pared. Con horror, sintió que ésta no era tan resistente como hubiera deseado. ¿Cómo iba a ocuparse del Skrull en aquel espacio reducido, sin poner en peligro la vida de inocentes?


— ¿Qué clase de artimaña es esta? —Tronó el Skrull—. No importan los trucos que emplees, terráqueo, voy a convertirte en cenizas...

—Entonces, tendrás que hacerlo mejor que hasta ahora. —El Doctor Extraño conjuró una niebla mística que se interpuso entre ambos contrincantes, dificultando la visión del Skrull.

— ¿Más trucos? Estoy empezando a cansarme de tus juegos. Te enseñaré que yo también tengo mis recursos. —Comenzó a emitir un intenso brillo ígneo, haciendo ondular el aire a su alrededor. Entonces, proyectó una llamarada ante sí que permaneció suspendida en el aire, como una estrella titilante. Súbitamente, la columna de fuego tomó forma vagamente humanoide y comenzó a moverse con una fluidez terrorífica.

—¡Por las hirsutas huestes de Hoggoth! ¡Enciérrese el engendro en un cubo impenetrable! —Seis sólidas paredes de un material fosforescente se materializaron en torno al falso elemental de fuego, conteniéndolo. Cuando volvieron a desvanecerse del mismo modo en que habían sido conjuradas, la figura ya no estaba ahí—. ¿De verdad pensaste que podrías engañar a un maestro de las artes místicas con una impostura tan evidente? ¡Afronta ahora el abrazo envolvente de las bandas carmesíes de Cyttorak!

—¿Cómo...? —gritó el sorprendido Skrull, que serpenteaba en el aire tratando de esquivar los zarzillos mágicos. Finalmente, quedó envuelto como un tenedor entre un haz de espaguetis. Incapaz de mantenerse en el aire, comenzó a caer al vacío—. ¡Noooooooo!


El Hombre 3-D se incorporó, con la vista nublada por lucecitas de vivos colores a consecuencia del impacto. El mastodonte avanzaba pausadamente hacia él por el pasillo, con una irritante sonrisa de suficiencia. Tenía que actuar de inmediato, si quería evitar que lo convirtiese en una hamburguesa roja y verde. Anticipándose a sus movimientos, cargó con toda la energía que fue capaz de reunir contra la mole, acertando a encajarle un directo en la mandíbula. El gigante apenas acusó el golpe, deteniendo su avance con cara de asombro. Un rodillazo certero en la entrepierna le hizo doblarse un tanto hacia delante, para recibir un segundo puñetazo en el mentón, un gancho de auténtica furia en tres dimensiones. Esta vez, el Skrull con apariencia humana se tambaleó, arrancando un sillón de cuajo al apoyarse en él. Los pasajeros que contemplaron la escena gritaron, aterrorizados; esto pareció enfurecer al alienígena, que blandió el asiento sobre su cabeza en dirección al Hombre 3-D.

—¡¡¡Muere!!! —estalló, arrojando el pesado sillón con todas sus fuerzas. El héroe bicolor esquivó el proyectil gracias a sus reflejos aumentados, pero no pudo hacer nada para impedir que se estrellara contra la ventanilla de la puerta de emergencia. Ésta comenzó a resquebrajarse, al tiempo que se podía ver y oír la puerta tremolar frenéticamente, golpeando su marco como un taladro percutor: ¡había saltado el cierre de seguridad! Sería cuestión de tiempo que la fricción del aire en el exterior terminase de arrancar la puerta, causando la descompresión de la cabina y sentenciando a todos los ocupantes del Boing.

—¿Qué has hecho? —Clamó el Hombre 3-D—. ¡Vas a hacer que nos matemos todos...!

—Tanto da, gusano. Mi misión será cumplida de todos modos.

Con un impulso bestial, el Skrull cargó contra el héroe de las gafas especiales, arrollándolo en dirección a la maltrecha puerta de emergencia. El impacto fue épico y ambas figuras saltaron al vacío abrazadas en un lazo mortal, llevándose la puerta por delante.


¡BOOM! El impacto, escuchado por encima del estruendo del avión, atrajo la atención del Doctor Extraño. Atónito, contempló a la pareja caer desde el boquete que una vez ocupara la puerta de emergencia. Tenía que detener su caída, o el Hombre 3-D no sebreviviría al impacto. Por otra parte, no podía dejar a la Antorcha Skrull morir del mismo modo, inmovilizado por las bandas de Cyttorak. Y, mirando hacia arriba, cayó en la cuenta de que no tardarían en ser despedidas nuevas víctimas del avión, debido a la diferencia de presión con el exterior. ¿Qué acción tomar? El futuro de la humanidad dependía de su decisión.


—¡Vamos a morir todos! ¡Que el Cielo nos asista!

Los chillidos de terror llenaban el interior del vuelo 717 en dirección a Washington, D.C. Por fortuna, todos los pasajeros conservaban puesto el cinturón de seguridad desde el despegue. Las azafatas no tenían tanta suerte y trataban de aferrarse al primer asidero que tenían a mano. Uno de ellos resultó ser el brazo de un joven estudiante de medicina llamado Stephen Extraño.

—¡Agárrese fuerte, señorita! —Dijo el muchacho—. No permitiré que la corriente la arrastre hacia fuera...

—¿Es que nadie va a hacer nada? —aulló la voz histérica de un hombre calvo de mediana edad. Otras voces lo secundaron, formando un guirigai cacofónico.

—¡Que no cunda el pánico! —sonó una voz profunda desde algún asiento de primera clase, que solo pudo ser escuchada por los que estaban más próximos—. Tengo un plan.

Un hombre maduro avanzaba con dificultad por el pasillo, luchando por cada nuevo paso contra la fuerza que tiraba de él y lo reclamaba desde el abismo. Quienes giraron la cabeza para mirar, pudieron reconocer en él a Charles Erwin Wilson, Secretario de Defensa de los Estados Unidos de América. Agarrándose a los cabeceros de los asientos, ganaba cada palmo como si de una batalla se tratase, cada vez más cerca del agujero infernal. Volcó en carro del servicio, que se había quedado atascado en mitad del corredor. Tomándolo con dificultad con ambas manos, se dejó arrastrar finalmente por la fuerza irresistible. Voló los tres metros que lo separaban del hueco que había dejado la puerta de emergencia, con el carro por delante, que bloqueó la salida momentáneamente.

—¡Rápido, que alguien me ayude! No aguantaré mucho...

Uno a uno, hombres y mujeres anónimos se fueron sumando a los esfuerzos de aquel hombre extraordinario. Entre ellos, un joven estudiante de medicina.

—Juntos, podremos mantener cerrado el agujero hasta que el piloto pueda tomar tierra —dijo el Secretario de Defensa—. ¿Alguien ha resultado herido? ¿Hay algún médico a bordo?

—Creo que yo puedo servir para eso, señor —dijo el joven Stephen Extraño.


El Hechicero Supremo se lanzó hacia los dos luchadores sentenciados a morir en breves instantes. «Tengo que acercarme más para estar seguro», se dijo, a medida que iba preparando mentalmente un hechizo de estasis para detener la caída del Hombre 3-D. Sin embargo, no estaba seguro de poder salvar a los dos a la vez, debido al enorme peso que parecía tener el coloso. Faltaban treinta metros para darles alcance, y el suelo avanzaba a gran velocidad a su encuentro. Veinte, y se podían distinguir las azules piscinas en las propiedades de los ciudadanos pudientes. Diez... ¡ahora o nunca!

La figura verde y roja se detuvo con suavidad, suspendida como un funambulista que ejecutara el número más increíble de su carrera. El Doctor Extraño expulsó el aire contenido en sus pulmones con alivio, al tiempo que escuchaba el grito de rabia y frustración del Skrull desvanecerse en la lejanía. Sin duda, iba a reunirse con la Antorcha Skrull en la lista de bajas de las tropas imperiales. Poco sospechaba el Hechicero Supremo que aquel taimado extraterrestre aún guardaba un último as en la manga.

—¡Justo a tiempo, Marvel Boy! —Dijo el Hombre 3-D—. Empezaba a ponerme nervioso.

—No cantemos victoria todavía. ¡Aún tenemos que salvar el avión! —Conectando con el Ojo de Agamotto que colgaba sobre su pecho, tomó consciencia instantánea de lo que sucedía en el interior del boing. La escena que contempló le hizo sonreír, regocijándose con la valentía y el aplomo de aquellos a los que había jurado proteger. Su intervención no sería necesaria allí.

—¿Te pasa algo? Parece que te has quedado traspuesto...

—No es nada, Hombre 3-D. Solo... pensaba en la tragedia que acabamos de evitar. Estoy seguro de que podrán arreglárselas sin nosotros.

Sin embargo, de pronto tuvo la horrible percepción de que algo no iba como debiera en el avión. Un nuevo peligro se cernía sobre los pasajeros.


—¡Socorro! —Gritó una azafata, que corría desde la cabina de mando—. Son el piloto y el co-piloto... ¡Les pasa algo malo, no se mueven!

Como para corroborar sus palabras, el avión se venció hacia la derecha, provocando el pánico entre los pasajeros. Aquellos que sujetaban el carro de servicio contra el hueco mortal estuvieron a punto de perder pie.

—¿Quiere decir que nadie pilota el avión? —ladró una voz estridente—. ¡Les demandaré, juro que lo haré!

—¡Eso será si sale con vida de ésta, merluzo! —fue la réplica del Secretario de Defensa.


—¡Esa rata verde! —Masculló Extraño—. Les ha hecho algo a los pilotos, no sé muy bien qué... ¡No puedo hacer nada por contrarrestarlo desde aquí!

—¿Están muertos?

—No, percibo sus latidos. Pero no se mueven... Si nadie lo remedia, el vuelo se va a estrellar.

—Marvel Boy, muchacho... —comenzó a decir el Hombre 3-D—. ¿Puedes volver a meterme ahí dentro? Tengo que intentar algo descabellado, pero que tal vez funcione.

—Lo haré, chico. Pero si te equivocas, el mundo podría haber firmado su sentencia de muerte.


Por segunda vez, la atlética figura del Hombre 3-D se materializó en el pasillo del vuelo 717. Algunos pasajeros, creyéndolo responsable de la tragedia que se estaba fraguando, le dedicaron improperios, pero nadie osó oponérsele en su camino hacia la cabina de mando. Una vez dentro, echó un vistazo a las dos figuras yacentes, desparramadas sobre el panel de control. Apartó al piloto y se sentó a los mandos del aparato. Contempló aquellos diales y palancas que nada le decían.

«Hermano, si estás ahí dentro, es hora de que te hagas notar.»

Solo el silencio fue la respuesta a la llamada de socorro de Hal Chandler.

«Vamos, sé que estás ahí. No me obligues a suplicar.»

Una azafata apareció de pronto, quedándose helada ante la visión del Hombre 3-D sentado a los mandos, completamente en silencio. Fascinada, siguió contemplando la escena sin hablar.

«Venga, Chuck. Te necesito ahora mismo, más de lo que te he necesitado nunca.Tú eres el intrépido piloto de pruebas, no yo.»

Hal Chandler, la mente que ocupaba el cuerpo del Hombre 3-D, originado a partir del de su hermano tras el extraño accidente que había impresionado su imagen en sus propias lentes, profundizó aún más en su concentración. Vagó por los más recónditos rincones de su subconsciente, hasta encontrar una traza... Una señal que, aunque vaga, le sirvió de ancla para invocar con más fuerza la presencia de Chuck. De pronto, una respuesta. Como un eco distante, el yo de Charles Chandler se abrió paso hacia el origen de la llamada. Cuando abrió los ojos, no era Hal Chandler quien controlaba el cuerpo fabuloso del Hombre 3-D.

—¡Santo Buck Rogers! —exclamó, al ver la complicada situación en que se encontraba. Por fortuna, sus incontables horas de vuelo le ayudaron a recuperar el control del avión, que ya había comenzado a entrar en barrena. En cuestión de segundos, lo enderezó hasta dejarlo paralelo al horizonte y, tomando el micrófono, se dispuso a tranquilizar a los pasajeros—: Les habla el Hombre 3-D. Pueden estar tranquilos. Aunque los dos pilotos han decidido echarse una siesta en un momento tan inoportuno como este, acabo de encontrar un completo manual de iniciación al vuelo debajo del asiento. Si consigo llegar al último capítulo, en el que se explica detalladamente cómo aterrizar, antes de que se acabe el combustible, nos salvaremos todos. —Esperó unos segundos antes de continuar—. Es broma. He pilotado trastos más complicados que este, así que no tienen nada que temer. ¡Pronto estarán todos riendo, al contarles esto a sus familiares y amigos!


Testigo de los hechos que tenían lugar en el avión que se encogía en el cielo, el Doctor Extraño sonreía aliviado. Una vez más, había conseguido frustrar los planes de su enemigo misterio, pero tal vez la próxima amenaza sería aún más terrible. Sin tiempo apenas para pensar su siguiente paso, el molesto zumbido del interior de su cabeza anunció que Madame Web estaba entablando contacto con él:

«Stephen, escúchame bien. La confrontación final se acerca. Tu enemigo estrecha el cerco en torno a tu persona y no puedo precisar hasta qué punto es capaz de triunfar sobre ti... de triunfar sobre ti... de triunfar sobre ti... »

El Hechicero Supremo sintió una perturbación de origen místico, abriéndose paso hacia su mente. El bucle redundante en el que se había sumido la voz de Madame Web hacía patente que su conversación telepática estaba siendo saboteada por algún agente del Mal.

«Stephen, escúchame —la voz de ultratumba parodiaba el tono de Madame Web, con resultado perturbador—. ¡Qué patético! Dependiendo de la ayuda de una vieja tullida. Pero no importa, pronto estará muerta. ¿Te importa si antes me divierto un poco torturándola? ¡Jajajajajajaja!.»

Horrorizado, el Doctor Extraño sintió cómo la conexión se perdía de forma abrupta. Su enemigo estaba al tanto del papel de Madame Web en el fracaso de sus planes, y estaba dispuesto a hacérselo pagar. Tenía que acudir en su ayuda cuanto antes, pero... ¿y si se trataba de una trampa? Y, ¿cómo podía estar seguro del lugar de la corriente temporal en que estaba teniendo lugar el espeluznante suceso?

Próximo: el Hechicero Supremo se enfrenta a uno de sus peores enemigos de todos los tiempos... ¡y esta vez, solo! No te pierdas la próxima entrega de esta trepidante saga en tu web de fan fiction favorita... ¡Action Tales!


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