Iron Man nº06

Título: Amanecer Rojo (I)
Autor: Francesc Mari
Portada: Alberto Aguado
Publicado en: Octubre 2016

Seis meses después de Civil War, Tony Stark ha dejado de ser Iron Man y se ha volcado por completo en Stark Industries. Sin embargo, cuando está a punto de despegar un cohete con rumbo al Sol para estudiar las energías renovables del astro rey, algo sucederá que trastocará todos sus planes...
Un elegante millonario, playboy, extraordinario inventor y un poderoso industrial, es Tony Stark... Pero cuando se viste su metálica armadura, se convierte en la más poderosa máquina luchadora del mundo
Creado por Stan Lee, Larry Lieber, Don Heck y Jack Kirby


Nota del editor: Este número, se sitúa seis meses más tarde que la anterior saga. Tras los hechos de la Civil War versión Action Tales. No, no te has perdido nada, no te preocupes, que poco a poco se irá explicando lo sucedido.

A través de las casi cincuenta pantallas que había colgadas en la pared del fondo de la sala de control, cualquiera podía ver que estaba sucediendo en el exterior de la plataforma de lanzamiento que Stark Industries tenía en Cabo Cañaveral. Un centenar de técnicos de la división espacial revisaban que todo estuviera listo para el despegue que tendría lugar en pocos minutos, aunque ninguna dirigía la mirada a la imagen de la pantalla central, en la que se podía ver un enorme cohete no tripulado con el logo de Stark en el lateral. Todos sabían que, si cometían el más pequeño de los errores, aquel trasto acabaría hecho añicos durante el despegue.
El ambiente era tenso, a pesar de los colores pastel de las paredes supuestamente relajantes, las pantallas emitían una incómoda y potente luz en toda la sala, haciendo que la mayoría de ellos trabajara en la penumbra de sus pantallas. Entre todas aquellas hileras de ordenadores y de técnicos tecleando sin cesar en sus ordenadores, había un reducido grupo de hombres que observaba con atención la imagen del cohete, aunque no estuviera sucediendo nada, de momento. Todos guardaban silencio menos uno, que explicaba cómo se iba a proceder y cuáles eran los pasos a seguir para levantar aquel carísimo pájaro.


—Como pueden ver, los técnicos no pierden de vista ninguna variable, por pequeña que sea, ya que, por ejemplo, una leve variación de la velocidad del viento, puede

provocar el desastre —dijo con una sonrisa burlona, como si todo aquello fuera un juego.

Uno de los miembros del grupo tosió para interrumpir al anfitrión:

—Señor Stark, ¿nos está diciendo que si solo uno de estos técnicos pestañea más de lo debido, nuestro dinero puede acabar diseminado en millones de fragmentos por los pantanos de Florida?

Tony no pudo evitar mostrar su brillante dentadura. Le encantaba tomarles el pelo a los miembros de la junta de Stark Industries. Aunque, visto fríamente, podía ser que aquel remilgado hombre de negocios tuviera razón. Pero no, llevaba seis meses dedicado en cuerpo y alma a aquel proyecto, estaba seguro que aquellos

—Tranquilo señor Weinstein, a pesar de ello, estos hombres y mujeres están preparados. —Y señalando con el dedo a la gran pantalla de la pared añadió—: Ese cohete emprenderá el vuelo exactamente dentro de quince minutos como estaba previsto y cumplirá su misión.

Mientras daba la espalda a los accionistas, que se sentían un poco perdidos entre tantos ordenadores, Tony, en su interior, no podía dejar de desear que el satélite que descansaba en la tripa de aquel cohete, acabara cumpliendo la misión para el que había sido diseñado, y no como los anteriores satélites Stark que orbitaban la

Tierra. Ese tendría que acercarse tanto como pudiera al Sol para explorar y estudiar su superficie, con el objetivo de aprovechar la desbordante energía del astro enfavor de la humanidad, que cada día necesitaba más energías renovables.
«Cumple tu misión y esperemos que no me vea obligado a utilizarlo como utilizé a tus hermanos mayores», dijo Tony para sus adentros mirando fijamente el cohete, como si hablara con él.


A pesar de que habían pasado seis meses, todo parecía mucho más reciente de lo que él deseaba. En todo aquel tiempo, a pesar de llevar a cabo decenas de proyectos para olvidar aquellos horribles sucesos, su cabeza se había negado a borrar lo sucedido, y aún lo recordaba como si lo hubiera vivido apenas unos minutos antes. Todo había sucedido sin que él, el «gran» Tony Stark, hubiera podido hacer absolutamente nada. Cuando Hulk perdió el control, Tony hizo lo imposible para detenerlo antes de que pudiera causar más desgracias, pero el gigante esmeralda había perdido el control. Tony no se podía imaginar lo que sucedería a la mente compartida por Banner y Hulk cuando recordara todo lo que sucedió y a cuantos se llevó por delante. Tony siempre había tenido en cuenta que un Hulk desbocado sería una auténtica catástrofe, idea compartida por Banner, y muchos lo tildaron de desconfiado cuando fabricó la armadura Hulkbuster, pero cuando se vio obligado a usarla, nadie se negó a ello. Sin embargo, Hulk era un ser demasiado poderoso para que una armadura lo pudiera detener, así que Tony se vio obligado a usar las armas que había instalado en sus satélites cuando aún se dedicaba a ser un señor de la guerra. Lo detuvo, sí, pero a qué precio. Nadie tuvo en cuenta las consecuencias de sus actos hasta que estas le dieron en los morros. Ahora estaba enfrentado a sus viejos amigos, la mayoría de héroes no lo querían ni ver, no querían ni pronunciar su nombre. Y aunque la gente lo consideraba un gran héroe, aún más que antes, él se sentía más solo que nunca. Lo había sacrificado todo en la guerra y ¿para qué? ¿Para qué ahora saliera en todas las portadas del mundo como el gran renovador de la civilización? Lo que había perdido no se lo podrían pagar ni con toda la publicidad gratuita del mundo.


Ahora, mientras observaba las pantallas con los datas del despegue, no podía sacarse de la cabeza que gran parte de la comunidad de superhéroes le había dado la espalda. Casi lo habían obligado a que él también les diera la espalda, por lo que había decidido colgar aquella armadura que le había dado tanto dolor. Ahora volvía a ser Tony Stark, nada más. Para el público en general, Tony había vuelto a ser el mismo antes del accidente que lo convirtió en superhéroe porque héroes como el Capitán América o Thor le habían dado la espalda, sin embargo, el principal motivo de haber dejado de ser Iron Man, era otro. Otro más personal y, por ello, más doloroso.

Durante la guerra había perdido a uno de sus más queridos amigos. Y cuando sucedió, supo que debía dejar de ser Iron Man, y se arrepentía de no haberlo dejado de ser antes. Como con el resto de cosas sucedidas durante la guerra, el detonante de su retiro como superhéroe, había sucedido muy rápido. Como una noche cualquiera, ajenos a que él se estaba enfrentando con los que habían sido sus compañeros de armas, Happy y Pepper estaban cenando en su casa, como lo que eran, una familia feliz, sin mayores preocupaciones que la factura de la luz o las reformas del baño. Sin embargo, una armadura, muy parecida a una de las suyas, irrumpió en el hogar de sus amigos. Al principio creyeron que se trataba de una broma de Tony, por eso bajaron la guardia, pero la armadura cogió a Pepper y se propuso acabar con su vida, diciendo solamente:

—Con la muerte de Pepper Potts empezará el agonizante final de Tony Stark.

Él no lo sabía exactamente, y Pepper había sido incapaz de explicarle lo que había sucedido después con demasiado detalle, pero Happy, al oír aquello, había conseguido arrebatar a su esposa de las manos de aquel desconocido, pero teniendo que pagar un alto precio por ello. La armadura era mucho más fuerte que Happy y, sin apenas darle tiempo a dedicar una última mirada a su esposa, las manos metálicas agarraron con fuerza la cabeza de Happy y la hicieron girar hasta que se escuchó un desagradable crujido, acabando con la vida del fiel amigo de Tony.

Hubiera sido peor, pero J.A.R.V.I.S., que también operaba como sistema de seguridad de casa de Pepper y Happy, consiguió hacer llegar algunas armaduras de Iron Man, ahuyentando al asesino que abandonó el lugar sin dejar mayor rastro que una imagen grabada en las cámaras de seguridad y la mente de Pepper.

Cuando Tony llegó al lugar, las ambulancias y los coches de policía ya estaban allí, y se abrió paso entre la multitud como pudo, hasta que llegó al comedor. Allí estaba Pepper, aferrada aún al cuerpo sin vida de su marido. En ese preciso instante, Tony supo que debía dejar de ser Iron Man, así se lo había propuesto y así lo había hecho.

Y ahí estaba, seis meses después, dirigiendo aquello en lo que había centrado todos sus esfuerzos tras quitarse por última vez la armadura de Iron Man. Aunque había momentos en los que echaba de menos surcar el cielo como un garante de la justicia, si es que lo había sido alguna vez, ahora Tony sentía que estaba haciendo lo correcto: destinar todos sus recursos a mejorar un planeta al que había ayudado a empeorar con la guerra de los superhéroes.

—¿Señor Stark? —La voz de uno de los técnicos jefes cortó de raíz sus pensamientos, Tony lo agradeció—. Las condiciones son óptimas para el lanzamiento —le anunció.

—Gracias… —respondió Stark, hubiera querido contestarle por el nombre, pero siempre había sido un desastre para esas cosas, pero desde que se había incorporado al trabajo activo de Stark Industries, Tony se había propuesto tratar con la máxima cordialidad a sus empleados. Así que hizo un esfuerzo para conseguir que su mente recordara el nombre de ese tipo—… ¿Albert?

El técnico sonrió.

—Casi… Herbert.

—Eso es, Herbert. Gracias, Herbert —insistió Tony con una sonrisa—. La próxima vez me acordaré —añadió apuntando con el dedo al técnico que ya regresaba a su asiento.

Tony giró sobre sí mismo contemplando cuanto le rodeaba.

—¡J.A.R.V.I.S.! —exclamó sin dirigirse a nadie.

¿Sí, señor? —preguntó la voz robótica de su asistente por los altavoces de la sala.

—Confirma los cálculos y prepáralo todo para el lanzamiento.

En seguida, señor.

Un pensamiento melancólico cruzó la mente de Stark. J.A.R.V.I.S. era lo único que le quedaba, él único que no le había abandonado. Tras la muerte de Happy, Pepper se había retirado lejos de él y de todos aquellos que le pudieran recordar a su marido, dejando de ser la principal responsable de Stark Industries. Por lo que el peso de la empresa había recaído de nuevo en él y, por lo tanto, en una inteligencia artificial, que nunca protestaría por el exceso de trabajo.

En ese momento se sentía pletórico, todo por lo que había trabajado estaba a punto de dar sus primeros frutos, pero lamentaba que Pepper, Happy y Rhodey no lo vieran a su lado. Con la muerte de Happy y el retiro de Pepper, Tony puso toda su confianza en el coronel James Rhodes, y este había correspondido. Durante la guerra, no había dudado en apoyar a su amigo con el acta de registro. Pero tras ella, cuando las consecuencias de ella serían más palpables, Rhodes fue destinado como enlace entre el Pentágono, S.H.I.E.L.D. y la comunidad de superhéroes, por lo que Tony lo había visto más bien poco desde entonces.

—Esperando su confirmación para dar luz verde al lanzamiento. —La voz del fiel J.A.R.V.I.S. devolvió a Tony a la realidad.

—¿Todo está en orden? —preguntó Stark a los técnicos que lo observaban desde sus respectivos asientos.

Uno a uno, los jefes de sección fueron dando el visto bueno al lanzamiento, y cuando el último de ellos habló, Tony miró de reojo a los miembros de la junta y ordenó:

—Pongan en marcha la cuenta atrás.

Unos segundos después de la orden de Tony, la voz de J.A.R.V.I.S. resonó en las paredes de la sala de control, mientras que la cabeza del que fuera una vez Iron Man volvía a perderse en sus pensamientos.

—¡10!

«Happy…»

—¡9!

«Pepper…»

—¡8!

«Rhodey…»

—¡7!

«Steve R…»

—¡Atención! —exclamó una de los técnicas.

—¿Qué sucede? —preguntó Tony acercándose al lugar del que había surgido la voz de alerta. La chica que había hablado era joven y de mirada resuelta, y no perdía de vista lo que estaba viendo en su monito.

—En la pantalla principal —ordenó Tony.

La imagen de la pantalla principal se acercó a una de las secciones del cohete. Allí dónde solo se tendría que ver la reluciente cubierta blanca del cohete, dos puntos rojos se movían sobre su superficie.

—¡Más cerca! —ordenó Tony.

Mientras las cámaras se acercaban, se pudieron ir distinguiendo dos figuras humanas enfundadas en sendas armaduras rojas.

—¡¿Qué narices…?! —Tony hizo el amago de una exclamación, pero cuando las cámaras estuvieron lo suficientemente cerca para distinguir las figuras, no pudo evitar reconocer a dos personas que creía que nunca más volvería a ver… Whiplash y Dinamo Carmesí estaban abriendo una parte de la cubierta del cohete y trasteando en su interior.

—¡Detened la cuenta atrás! ¡Parad el lanzamiento! —berreó Tony desesperado.

—No podemos señor —respondió J.A.R.V.I.S.

—¿Qué?

Sin permitir que la inteligencia artificial respondiera, Tony salió de la sala a paso ligero, dirigiéndose al pequeño despacho que tenía en la base. Si aquellos dos estaban allí era por qué no tramaban nada bueno. Con la cuenta atrás en marcha no podía pedir a nadie que se acercaran al cohete para sacar a aquellos dos villanos del cohete. Solo había una posibilidad… Iron Man debía volver.
A pesar de que se había prometido que nunca volvería a ser el vengador dorado, Tony irrumpió en su despacho y buscó bajo diversas cajas llenas de papeleo y encontró lo que buscaba. Un maletín metálico rojo con acabados plateados.

«Lo siento, Pepper», pensó para sus adentros antes de activar la armadura plegable Mark 5.

Mientras las placas de metal se extendían sobre sus brazos, su cuerpo y sus piernas, Tony no pudo evitar preguntarse: «¿Por qué siempre la seguía llevando encima? ¿La costumbre? ¿Por si acaso?».

Pero no había tiempo para hacerse preguntas y mucho menos para encontrar respuestas, debía convertirse en Iron Man una vez más para proteger aquello en lo que había estado trabajando durante meses.

Continuará…
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