Star Trek Defensor nº08


Título: Y con ella cabalgaba al muerte(I)
Autor: Guillermo Moreno
Portada: Alberto Aguado
Publicado en: Octubre 2016

Después del Juicio, la Capitana Kuriko Matsumoto se ha limitado a cumplir su deber, sin llamar la atención de sus superiores o buscar problemas. Una misteriosa llamada de auxilio pondrá a la tripulación de la USS Hermod en un curso de colisión con el artífice de todos los males que aquejan a Cestus III ¿Estará Kuriko a la altura del reto que se le presenta? ¿Podrá salvar a Cestus III y a su carrera al mismo tiempo?
Durante la última invasión la Federación fue sorprendida con la guardia baja, desliz que ha costado muchas vidas y recurso. El alto mando consciente de las fallas en Seguridad y Defensa ha decidido tomar una actitud más proactiva en ese tema; para ello se ha creado el Proyecto: Defensor. Este consiste en una serie de naves y personal dedicados únicamente a garantizar la seguridad y estabilidad de la Federación y sus aliados. Y estas son las crónicas de aquello que han sacrificado todo en pos del sagrado deber
Gene Rodenberry y Action Tales presentan:
Creado por Guillermo Moreno


I

Era inconcebible, sin duda alguna lo era, ver a un gorn asustado. Eso era lo que pensaba aquel vendedor de naves usadas cuando terminó la transacción con Sthi´rell. Por alguna extraña razón borró sus registro de ventas, decidió cerrar sus dependencia y perderse un buen rato en la feria, comer y beber algo, hacerse invisible, pues aquello que llenaba de terror el corazón de un gorn debía de ser terrible.

Aquel vendedor hizo bien en cerrar su tienda y borrar los registros, pero eso fue insuficiente, habría sido mejor si hubiese tomado una de sus chatarras voladoras y usadas, tomase rumbo hacia el espacio klingon y se dedicase a vivir bajo las draconianas leyes de aquella civilización. Pues el rastro warp de la pequeña astronave que vendió a Sthi´rell, no se había enfriado cuando aquella gigantesca nave hizo acto de presencia. El vendedor no tenia forma de saberlo, pero mientras degustaba una aguada cerveza romulana, la gran nave discutía con aquellos que gobernaban aquella estación, preguntaban por el arribo o la partida de un gorn, ya fuese por cuenta propia o como pasajero en una nave; y a la par que planteaba estas interrogante, recibía respuestas negativas… respuestas que no eran de agrado de aquel capitán, que agobiado y cada vez más molesto —y sin duda, no tenia ánimos que nadie supiera sobre su presencia— optó por atacar a la estación y todos los astronavíos alrededor.

Los sensores de largo alcance pusieron a Sthi´rell al tanto de lo ocurrido, no podía verlo con detalle, pues no era nada más que una serie de números en su consola, pero podía imaginarse muy bien los trozos de flotando a la deriva, los cadáveres calcinados, los gases aun estallando y dilatándose. Tal vez al poco tiempo hicieran acto de presencia recolectores y otra clase de saqueadores espaciales. Lanzó un bufido y se sacudió un poco para dejar de lado aquellos pensamientos y la sensación culpa que le embargaba, no había tiempo para remordimiento, debía ocultar su presencia y llegar con ellos cuantos antes.

—Los federales acabaron con Rex, podrán con su Zesstara´s.

Con aquel pensamiento en mente, termino de planear su itinerario, pasaría por el espacio klingon, y desde allí se proyectaría a Cestus III.

—les llevaré la guerra a casa, pero ellos lo disfrutaran; los primates klingons son así— se masculló por lo bajo.


II

—Este pueblo es muy pequeño para ambos, fuereño.

—No lo creo, Sheriff— replicó el pistolero mientras lanzaba un sonoro escupitajo al piso—. Lo que paso en Tombstone va a palidecer con lo que tengo pensado para este pueblo. ¡Verdad de Dios!— volvió a escupir.

— ¡Demonios! Teniente Castellani ¿Por qué tiene que escupir en el suelo? ¿Acaso no sabe lo poco higiénico que es eso?

—No se salga del papel, mi Teniente Comandante.

— ¡Por los profetas! ¿Se van a disparar o se van a besar?

—Yo digo lo mismo, quiero que empiece el tiroteo.

— ¡Puerca Miseria! No se salgan de sus roles.

—Modere su lengua, Teniente— le imprecó el Teniente Comandante Leonardo Bolívar.

—Nada de eso, Señor. Ustedes querían participar en un Spaghetti Western….

—Yo tengo una duda con respecto a esto. ¿Si la cultura del viejo oeste pertenece a los Estados Unidos de América, porque rayos se refiere a esta holoaventura con un término italiano?— el

Comandante Ran se rascó la caballera con su revólver— ¿acaso usted no es italiano?

—Mi Comandante— comenzó Bolívar— el termino se refiere al tipo de películas western, que se hicieron en Italia, o por un famoso director de esa nacionalidad.

—Sergio Leone— acotó Giuseppe— y gracias por la escueta explicación. ¿Seguimos?

—Entiendo. Sí, antes de que lleguen…

El bajorano no pudo terminar la frase, pues, como salidas de la nada, aparecieron la Doctora Dan y la Teniente Tamist, cabalgando y gritando enloquecidas, mientras disparaban a diestro y siniestro. El programa, como era de esperarse, reaccionó y en pocos segundos en el pueblo comenzó un tiroteo de padre y señor nuestro.

Leonardo Bolívar se carcajeaba a viva voz, mientras disparaba a enemigos y aliados por igual. Por su parte el Comandante Thalas se movía de un lado a otro, recordando sus tiempos en la resistencia y su formación militar. Solo Giuseppe y Mekor, se mantenían en sus puestos, la expresión en el rostro del medio cardasiano era de asombro, mientras que el italiano estaba a punto de iniciar un berrinche.

De repente escucharon el silbido de los comunicadores.

— ¡Puerca Miseria! Ya era tiempo.

—Comandante Thalas y Teniente comandante Mekor, repórtense inmediatamente al puente, estamos en estado de alerta amarilla.

—En camino, mi capitana— replicaron todos a la par, mientras el programa de la holocubierta pasaba a estado de hibernación.



—Siento haber puesto fin a su hora de esparcimiento— dijo Kuriko, mientras su segundo al mando y el jefe de ciencias entraban al puente. Tuvo que reprimir una sonrisa al verlos vestidos como vaqueros— pero la USS. Barracuda nos retransmitió unos datos telemétricos de interés.

—Esa nave estaba patrullando la frontera con el Imperio Klingon.

—En efecto, Comandante.

La puerta sonó y por el rabillo del ojo la capitana observó como el Teniente Comandante Bolívar, con su uniforme federal, ocupaba su espacio en la estación de seguridad.

—Es un llamado de auxilio encriptado— comenzó Mekor.

—Según el capitán de la Barracuda, lo transmitió una nave sin identificación que entró en curso de persecución las fuerzas de defensa klingon.

— ¿A quién le solicita ayuda?

—A nosotros mi Comandante— rápidamente el medio cardasiano transmitió la información a la pantalla principal de la astronave. Frente a ellos hizo acto de presencia un gorn. La imagen era borrosa y estaba contaminada por el ruido de fondo espacial.


“… mi nombre es Sthi´rell, antiguo bioingeniero de la Hegemonía Gorn y actual desertor. Solicitó asilo humanitario a la Federación Unida de Planetas. Solicito la asistencia de la hembra humana que comanda las fuerzas en el planeta llamado Cestus III por los humanos…. Estoy bajo ataque klingon…. Es el menor…. De los males…. Los Dioses que crearon a Rex… me siguen…. Puedo enseñarles a vencerlos…”

Durante unos minutos los principales oficiales se miraron la cara. Una serie de preguntas aquejo a Kuriko ¿Qué debía hacer? ¿Debía reportarse con el Almirante Janeway o actuar como una bala perdida? Aquella decisión podía costarle su comisión, y por encima de todo, su carrera.

— ¿Mi señora?— Kuriko miró a Ran Thalas con calma y luego a Mekor, paso su mirada del metódico medio cardasiano al bajorano, solicitándole apoyo. Al parecer ninguno captó la indirecta.

—Capitana, de acuerdo a los principios de seguridad y defensa de la Federación, y la Carta De Principios y Derechos estamos obligado a asistir al gorn— dijo rápidamente el Teniente Bolívar desde la estación de seguridad.

— ¿Tiene las coordenadas?

—En efecto, mi capitana— replicó el medio cardasiano.

La capitana tocó su comunicador —Giuseppe espero que estés en tu puesto.

—Presto y listo, mi capitán.

—Afina el motor, porque saldremos al máximo de velocidad.

—Mientras... no sea sostenido.

—Prepararemos la energía auxiliar para darte apoyo— tocó su comunicador y se dirigió a la tripulación— señores se nos ha presentado una misión complicada, por la cual pueden acusarnos de insubordinados, sepan que asumo toda la responsabilidad en este caso. Desde este momento pasamos a alerta roja, todos el mundo a sus estaciones de batalla. Los departamentos y puestos esenciales cesan ahora sus trabajos, esos tripulantes estén atentos en caso de que se les solicite. Enfermería, prepárense para recibir heridos, y tal vez a un gorn al borde la muerte. Sala de transporte los quiero a tiro— la japonesa cortó la comunicación—. Señor Mekor, ingrese las coordenadas, saldremos a Warp 8 a mi orden.

Kuriko esperó unos minutos hasta que sintió a la nave en condiciones.

—Ahora.


III


La vastedad del espacio los recibió. Frente a la USS. Hermod no había más que escombros y trozos de lo que otrora fuese una astronave, las chipas de antiguas consolas flotaban y una destellaban como luciérnagas para el monitor de la nave federal.

—Llegamos tarde, mi capitana— empezó Ran señalando lo obvio.

—Pasen a alerta amarilla.

—Señora, los klingons son aliados.

—Pero veleidosos e impredecible, Señor Bolívar.

—El telescopio de taquiones indica dos naves camuflajeadas.

—Saludos generales, señor Bolívar. Teniente Comandante Mekor, peine la zona buscando cualquier lectura anómala o perteneciente a alguna capsula de escape.

—Estoy en ello.

Kuriko levantó la vista hacia el monitor y observó como un crucero D-7 klingon se descubría frente a ellos. Leonardo silbó con fuerza, sacando a todos del estupor.

—Nos saludan desde el clásico.

—En pantalla.

A la orden de Matsumoto hizo acto de presencia en el monitor un muy malhumorado klingon.


—Soy Kavath, comandante de la Kos´sch´ei de las Fuerzas de Defensa Klingon, diga que asunto la trae a la frontera.

—Soy la Capitana Kuriko Matsumoto de la USS Hermod de la Federación, del puesto de control y vigilancia ubicado en Cestus III estamos…

—Muy lejos de casa, Capitana.

—Atendiendo al llamado de auxilio de un astronavío.

—Lo destruimos— confesó el klingon sin premura y sin alegría alguna— no dio pelea, no respondió a los llamados, y violo espacio soberano klingon.

—No debieron usar fuerza letal.

—No asistía el derecho, capitana.

—Pero…

—Por el chasis la nave deduzco que la nave no era federal. Le faltaba la chapa y el brillo que a sus naves de juguete le sobra. Pero si la cascamos como a una nave federal— el klingon comenzó a carcajearse y los oficiales a su alrededor le acompañaron en el chiste.

—El tripulante de la nave solicitó asilo.

—Debió de gritar en klingon y con más fuerza— sonrió sardónicamente mostrando los dientes chuecos y filosos— ¿acaso sus navecitas no tienen un traductor universal o desde la paz nadie en su gobierno se toma la molestia de aprender klingones?

La actitud de klingon ya estaban crispando los nervios de la japonesa, quien se veía, cada vez más, tentada a pasar a alerta roja y enseñarle al klingon el significado de una buena tunda.

—Señora, he detectado una intermitencia, energética de una pieza que está intacta.

Kuriko levantó la vista hacia el klingon —Ha sido un placer, Capitán. Nos retiramos.

El klingon fingió —todo lo que le era posible— un puchero y se despidió igualmente de la mujer cortando la comunicación.

—Hay un signo de vida muy leve en uno de los fragmento de la nave. La señal se encuentra en fase— dijo Mekor— cómo si alguien estuviese envuelto en un loop transportador.

— ¿Podemos traerlo a bordo?

— ¿El fragmento? No, si llamar la atención de nuestros anfitriones.

— ¿Y redirigir la transportación?

—La firma es compatible — comenzó el medio cardasiano— pero hacerlo de forma apresurada y poco sutil nos dejaría con suerte con medio gorn.

—Ya veo— hizo silencio durante el tiempo suficiente para sopesar pro y contras — correré el riesgo. Luego sáquennos de aquí a toda velocidad.

—Entendido, señora


IV

El Mayor Maximiliano Wallenstein, junto a los otros miembros de la guardia y el proyecto Defensor, se paro firme cuando apareció la capitana.

— ¿Nuestro invitado a dado problemas?

—Tener a estos gorilas aquí no hace falta— la doctora Azala Dan comenzó hecha una furia mientras se acercaba rápidamente a su amiga. Sus ojos grandes y coloridos refulgían con furia.

—Es por su seguridad, doctora— le atajó el Mayor

—Para eso hay un campo de fuerza

—He visto ceder campos de fuerza antes humanoides de menor valía que ese gorn.

—Es un colega científico, no…

—No podemos confiarnos —intervino Kuriko— ¿está en condiciones para hablar?

—Presenta un deterioro celular significativo.

— ¿Mortal?

—Nada que no se pueda reparar.

— ¿Entonces?

—Puedes hablar con él… pero.

—Esperaré a que esté en condiciones.

—Capitán— comenzó el Gorn de repente— es imperativo parlamentar. No hay tiempo. Soy el heraldo de la guerra. Zesstara´s, el hijo de S'Yahazah viene a por nosotros.

Por alguna razón aquello heló la sangre de la Capitana.

V

La nave era imponente, tan hermosa como temible, pero nada que una tripulación de guerreros klingons, que cuentan con el elemento sorpresa, no pueda apalear. Esos fueron los pensamientos que cruzaron por la mente de Kavath, quien rápidamente dio la orden para que su nave y la otra se coordinaran.

—Es hora de enseñarle a estos atrevidos, el significado del respeto y el honor— agregó mientras se ordenaba la alerta roja y los cruceros D-7 pasaban a la ofensiva.



Para Zesstara´s la aparición de las naves klingon no representó sorpresa alguna. Para él era harto conocido que aquella raza contaba con sistemas de camuflajes, los cuales eran demasiado primitivos y toscos, para que su tecnología no los detectara. Casi sintió lastima, pero estaba de buen humor, y dejo que los klingons se probaran a sí mismos.



La táctica era sencilla, aparecía por el flanco y atacaban, acto seguido se cubrían y la otra nave, de igual apariencia y con una firma energética similar, se ubica en un punto diametralmente opuesto y se revela atacando. Aquello, frente a los ojos no preparado, daba la impresión de que el crucero se había teletransportado, mientras la otra nave se coordinaba para el otro golpe. Generalmente, la respuesta del adversario no era lo suficientemente rápida, lo que permitía a los klingon asestar unos buenos golpes.

Aquella técnica se aplicó a cabalidad, y la nave arconte apenas pudo responder —o eso fingió— en vez de ello se empeño en tratar de escapar y de fingir que estaban muy dañados, de esa forma los klingons se confiaban cada vez más.

Los ataques se hicieron más frecuentes y coordinados, pero sobre todo, atrevidos. Y la alegría de Zesstara´s crecía a cada paso. Al cabo de unos minutos, la nave se detuvo del todo. Toda energía menguó, o eso percibieron los sensores klingons. Al cabo de unos minutos ambas naves se descubrieron, y se prepararon para un abordaje. Y fue en ese momento que el astronavíos arconte replicó.

Apenas vieron venir el destello. Para cuando sintieron el impacto del rayo de energía era muy tarde, los cruceros D-7 habían sido cortados en dos por un solo tajo, y volvían a ser rebanados por otro. Para cuando el capitán se preparaba para gritar que se contraatacará, el crucero estalló y fue consumido por una gran bola de fuego.

En aquel momento, un montón de honorables klingons fueron recibidos en Stovokor. Pero nadie rezaría por ellos.

La nave se detuvo durante varias horas, siempre con sus sensores prestos ante la posible aparición de una fuerza de mayor envergadura; con la intención de dar con una firma de energía diferente. Le tomó un buen rato, pero al final lo logró. Había, sin duda, una marca diametralmente ajena a la klingon. Realizó los cálculos de las posibles rutas tomadas y se percató que había cerca de un 40% de probabilidades, de que esta lo guiaría a aquel planetucho donde toda esa guerra empezó.

—Es hora de ajustar cuentas, Ssthi´rell— senteció Zesstara´s, el hijo de S'Yahazah

La nave puso camino a Cestus III y con ella cabalgaba la MUERTE


Continuará...

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