Daredevil nº07


Título: Pasado Profundo  (IV)
Autor: José Antonio Martínez 
Portada: Alberto Aguado
Publicado en: Noviembre 2017

Daredevil, une sus fuerzas con Capa y Puñal, para trata de averiguar el destino de Bola 8 y los Fatboys, haciendo un terrible descubrimiento.

Vive en una noche eterna, pero la oscuridad está llena de sonidos y olores que otros no pueden percibir. Aunque el abogado Matt Murdock es ciego, sus otros sentidos funcionan con una agudeza sobrehumana... Abogado de día, vigilante de noche... El Hombre sin miedo

Creado por Stan Lee y Bill Everett

 


DOS AÑOS TRAS EL FUNERAL POR KAREN PAGE, EN ALGÚN LUGAR DE NUEVA YORK:

Al amparo de la madrugada, cubierto por la fina pero constante lluvia que no ha cesado en días, un tráiler negro sin identificativos, cruza la ciudad como uno más de los proveedores que a esas horas llevan mercancías a los supermercados y grandes almacenes. Sin embargo, este camión lleva un cargamento muy especial; uno del que nadie ha sabido nada en mucho tiempo.

—Te digo que me arrepiento cada maldito día, Steve. ¡Fíjate qué horas! ¡Por no hablar de lo que llevamos ahí atrás…!

—Vamos Lou, deja de quejarte ya de una puta vez. Tooodas las noches la misma historia, “no tendría que haber aceptado este trabajo…”, “tendría que haber seguido con la mierda de negocio de limusinas que no me daba ni para echarles gasolina…”

—Sí, pero al menos trabajaba para mí, con mis horarios, mis condiciones…

—Tu inexistente seguro sanitario… ¡Joder, que trabajamos para “ la Casa Grande”! ¿Se puede pedir algo más? En fin, voy a comprobar que “la carga” está bien antes de que vuelvas a autocompadecerte y te tire de este trasto en marcha.

El copiloto del transporte se levanta de su asiento y, antes de traspasar la compuerta que da a la zona de carga, amartilla el arma. Nunca antes la había utilizado y tampoco estaba seguro de que fuese de mucha ayuda en caso de ir mal las cosas, pero de alguna forma le tranquilizaba cada vez que tenía que ponerse delante de ellos. Tras introducir el código, la puerta se desliza con un siseo.

—Eh… Chicos… bueno, y chica, ¿todo bien por aquí? —el guardia de seguridad habla sin traspasar nunca el portal, con el arma cargada escondida tras la pared— Es… estamos llegando a La Sucursal, así que preparaos por favor. Ya sabéis cómo va esto.

—De acuerdo. —la voz surge, tras un breve silencio, de entre las penumbras del interior de la plataforma, débilmente iluminado por una luz roja que dibuja seis siluetas cabizbajas, sentadas en los bancos laterales

El copiloto cierra de nuevo la puerta tras de sí y vuelve a su puesto. Es entonces cuando vuelve a poner el seguro a su arma reglamentaria.

—No me fío ni un pelo de ellos.

—Vaya, Steve. Parece que no soy el único que se queja aquí, ¿eh? Siempre con el arma lista por si acaso… Recuerda que los inhibidores están activados.

 —Cállate, capullo y conduce deprisa.

 —¿Sabes, Steve, me vendría bien un “segurata” como tú para mi empresa de limusinas? Un tío así, con agallas... Ja, ja, ja…

—Voy a tirarte, te lo juro.

—Anda, ve llamando al viejo.

Mientras, en la parte trasera del transporte, el valioso contenido no está tan aislado como se piensan los conductores.

—Nos tienen miedo, siguen sin fiarse de nosotros. —una voz femenina y cálida traslada lo que está sucediendo en la cabina del transporte al resto de sus compañeros— Puedo oírlos, creen que somos abominaciones.

—Y en parte tienen razón. Aunque no puedo evitar un cierto placer al sentirme… temido.

—De hecho casi es parte de nuestro trabajo.

—¡Silencio! —interrumpe la conversación entre los tres una voz autoritaria— Ya habéis oído, tenemos que prepararnos así que menos cháchara y cambiaos de ropa.

—Cómo no, jefe. Siempre es un alivio quitarme este disfraz que...

—Es un uniforme, estúpido. —la frase corta el ambiente desde el fondo del transporte como un cristal— No es ningún “disfraz”.[1]

—¡Bueno, ya está bien! —vuelve a intervenir el líder— Al lío.

El lóbrego envío discurre silencioso por las calles hasta detenerse en Hell's Kitchen. Allí, en la esquina de la Décima con la Cuarenta y cuatro, se refugia de la lluvia una frágil figura embutida en un chubasquero. Los tripulantes de la cabina descienden y se dirigen al anciano.

—Buenas noches, por decir algo.¿Están abajo?

—Que yo sepa llevan sin salir de ahí más de dos semanas…

—Muy bien. Tú, abre la puerta. Y tú, saca la carga.

Mientras el señor Levine retira los candados de la puerta de servicio de su tienda de ultramarinos, el copiloto abre la parte trasera del camión y extiende una pasarela. Al cabo de unos segundos, por ella desfilan los seis, sin ningún tipo de protección para el agua que cae sobre ellos. Avanzan en fila, silenciosos, con aire sombrío. Nadie hace ningún gesto al entrar por la cancela, conocedores de lo que les espera bajo aquel humilde establecimiento.

Tan sólo unos dedos masculinos acarician de forma delicada el dorso de la mano de la única mujer del grupo que, nerviosa, marcha delante suya.

—No tengas miedo. —le dice el líder a ella— Todo va a salir bien.



AHORA, HARLEM:

El sol pasa a través de las precarias cortinas de la habitación del Wanderers Inn West para iluminar la estancia. Tras unos breves minutos de descanso, Tandy Bowen, también conocida como Puñal, abre los ojos despacio, curiosamente abrumada por la claridad. Borroso junto a ella, mientras trata de enfocar su vista, distingue a su compañero Capa hablando con Daredevil. Desde la apresurada huída de la explosión en la tienda de los Levine[2] los dos héroes no han dejado de contarse sus respectivos descubrimientos sobre un asunto que, a través de diferentes ramas, les ha llevado al mismo tronco y ahora se disponen a descubrir sus raíces. Unas raíces cuya cofia se adentra en el pasado más profundo del Hombre Sin Miedo.

—Lo que me has contado es… Casi me cuesta creerlo… —de forma inversa al discurrir del día, cada minuto que pasaba escuchando a Tyronne todo se volvía más y más oscuro alrededor de Matt

—Todo encaja, Diablo. Esos chicos pasaron por el mismo proceso que nos maldijo a Tandy y a mí con nuestros... poderes[3], sólo que de una forma más continua. —las palabras de Capa arrastran una mezcla de compasión e ira que no pasa desapercibida para su interlocutor— Unos ciclos en los que les inyectaban drogas y les sometían a terapias extremas cada vez más potentes… llevándolos más allá de sus límites corporales y mentales. Parece que dependían de esos ciclos para mantener sus habilidades.

—Entonces tenemos que pensar que esa Agencia que comentabas sigue activa, y ahora se dedica a borrar todo rastro de aquellas pruebas. ¡Tenemos que detenerlos! ¡Tenemos que hacerlo!

—No me parece que sea tan sencillo —interviene Puñal—; creemos que hace varios años que cesaron los experimentos con niños de la calle, sobre todo tras la aparente muerte del encargado de seleccionar y reclutar a los candidatos, Silvio Manfredi...

—Silvermane… —el nombre se escapa entre los dientes apretados del Diablo Guardián— “El tuerto” de las viejas historias del Hombre del Saco de Hell´s Kitchen con el que las madres asustaban a los niños que se portaban mal.

—Su aportación era muy importante para la Agencia, sobre todo a la hora de hacer creer que los secuestros eran cosas de la Maggia[4], —continúa Capa— pero sospechamos que había alguien más detrás de toda la operación. Alguien dentro del Gobierno que dirigía las incursiones secretas en el extranjero a las que destinaban a los chicos mejorados. Alguien que debe seguir activo a día de hoy y que no quiere que se le relacione con aquello.

—Pero, ¿quién? Y más importante aún, ¿por qué ahora? —Matt dispara las preguntas como si estuviese delante de un tribunal— ¿Por qué arriesgarse a culpar a un anciano al que le quedan pocos amaneceres por ver? ¿Dónde está Bola 8?

—Son muchas preguntas sin respuesta aún, —Tandy pasa un brazo amistoso sobre los hombros en tensión de un apesadumbrado Daredevil— pero empezando por el final, lo que haría yo, lo que haría cualquiera en la situación de tu amigo Butch, sería sin duda esconderme. Desaparecer durante un tiempo hasta que se calme todo esto.

—Sí, pero dónde. Antes conocía los lugares que… frecuentaban los Fatboys, pero con el tiempo que ha pasado y lo que les sucedió no sé…
<<FUMADOR, FUMADOR, FUMADOR…>>

La voz robótica de la llamada coge desprevenidos a los tres héroes, que hasta ese momento hablaban casi en susurros. Matt atiende a su amigo periodista.


—Ben,¿has conseguido algún avance? ¿En el
informe del forense? —escucha atentamente unos segundos— Espérame ahí, voy ahora mismo con unos amigos. No te preocupes, y no te asustes… Nos vemos ahora… —cuelga el teléfono— Capa, Puñal; tenemos que movernos. Parece que Ben Urich ha descubierto algo.

Sin perder el tiempo, los pliegues del oscuro manto que rodea a Tyronne comienzan a envolver al trío de héroes.

—¿De verdad vas por ahí así vestido, con un móvil en el cinturón? —la pregunta de Tandy queda flotando en la estancia vacía del alojamiento.



BAJO LA TIENDA DE LOS LEVINE, TRES AÑOS ATRÁS:

El frío y la humedad se filtra por las paredes del pasillo, afectando a la precaria instalación eléctrica de forma que hace parpadear la hilera de lámparas que conducen hasta la puerta.
Tras ella resuenan a diario los gritos desesperados de aquellos a quienes someten a los ciclos de aumento. Pero hoy es diferente, hoy esos lamentos pertenecen a otras personas.

—Deprisa Darla, desactiva los cierres de seguridad de la puerta. No podré mantener desconectado el inhibidor mucho más tiempo antes de que esto se llene de militares. —Butch ejerce de líder de campo en aquella fuga como lo había hecho tantas veces en misiones ultra secretas. La había planificado al detalle y acababa de ejecutar el primer golpe; hacerse con el dispositivo que les impedía el uso de poderes en aquellas instalaciones. El segundo: recuperar sus respectivos equipos tácticos

—Voy todo lo rápido que puedo, pero han herido a Ralph. ¡C-creo.. creo que está bastante mal!

—Yo me ocupo de él Darla, ¡mmmmppppfff….! —Alfie carga sobre su hombro a Ralph gracias a su fuerza aumentada— ¿Max, puedes mantenerlos así cinco minutos más?

—Aarrgh… Lo intento, pero son muchos y… nnrrgggg… no sé… cuánto podré… retenerlos. —la sangre que gotea por la nariz del antiguo Fatboy mancha su bata blanca mientras usa sus habilidades telequinéticas para controlar al personal del laboratorio que no está ya inconsciente— ¡Necesito mi máscara!

—¡Vale! Ya casi lo tengo, gente, pero me temo que es demasiado tarde; noto personas armadas en el piso de arriba. —Darla concentra sus sentidos hiperdesarrollados químicamente y detecta la apertura de la compuerta oculta en la cámara frigorífica de la tienda— Ya vienen, ¡están bajando!

—¡De acuerdo; Billy, Fred, a vanguardia conmigo! Abriremos paso a los demás cueste lo que cueste. ¿¡ENTENDIDO!?

—¡Entendido Butch! Vamos, Bill, —Freddie comienza a brillar como una estrella, acumulando energía, antes de girarse hacia su amigo sonriendo— llevo años deseando dejarme ir...

—Te sigo …, como siempre. —el otro Fatboy le devuelve el gesto a su compañero y empuña sus dos pistolas, cuya munición es generada por la energía que obtiene del propio cuerpo de Alfie

—Muy bien, Darla…, —Butch sostiene su bo metálico, que comienza a cargar gracias a unos guantes conductores— ¡AHORA!

Los cierres ceden, la puerta se abre y los tres amigos se arrojan, sin pensárselo, al pasillo donde ya comienzan a agolparse los soldados en el otro extremo. Antes de que éstos puedan darles la opción de rendirse, Butch, Freddie y Billy ya se han deshecho de la primera línea.
Butch había planificado la fuga hasta el extremo desde que descubriera el destino fatídico de otros jóvenes que también habían sido engañados por Silvermane. Sus cuerpos fueron incapaces de soportar los ciclos, como pensaba que les sucedería a ellos tarde o temprano.

A duras penas, tras un combate frenético que no ha terminado, consiguen llegar hasta la puerta trasera de la tienda. Tras ellos aún resuenan disparos y llamadas pidiendo refuerzos, cuando sienten de nuevo la lluvia sobre sus cabezas con alivio.

—Ya sabéis lo que tenéis que hacer. Ahora, ¡DESAPARECED!

—De acuerdo jefe, nos veremos en el punto de encuentro.

—Allí estaremos. Yo cuidaré de Ralph hasta entonces.

—¡Suerte amigos!

—¡Venga, que los tenemos encima y viene más!

—¡Vámonos Butch!

—Ve delante Darla, yo os ganaré tiempo. No tendréis ninguna oportunidad si pasan de esta puerta.

—Pero tú solo no puedes…

En ese momento una bala alcanza a Butch en un hombro y éste cae desequilibrado. Se recompone con dificultades, carga su arma al máximo y encara lo que le arroja el interior de la tienda de los Levine.

—¡CORRE, DARLA! —grita mientras desata su furia a palos con los soldados

—¡No Butch! ¡Vamos, ven con nosotros!

—¡YA! —Butch gira la cabeza para asegurarse de que los demás están a salvo cuando observa la llegada de un transporte con refuerzos— ¡FUERA DE AQUÍ!

—¡NOOOO POR FAVOR…! Yo… —Darla se sujeta los pliegues de su ropa para cobijarse del frío y corre

A través de la tormenta, se interna sola en la oscuridad que reina a los pies de aquel reluciente skyline mientras las lágrimas se confunden con las gotas de lluvia. La joven no puede evitar mirar atrás una última vez; un instante fugaz para poder ver a su amado antes de que mil balas profanen su cuerpo y contemplar cómo la vida de sus ojos se diluye.



AHORA, EN CIERTO CALLEJÓN DE HELL’S KITCHEN:
 
El viejo Reefer, sentado en unas escaleras traseras de un edificio en ruinas, comparte los restos de un pollo asado con su compañero de fatigas mientras acaba a grandes tragos con una botella de licor que bien podría ser colonia. Loomis deja de atender a su pieza de carne y comienza a ladrar al aire del mediodía, justo un segundo antes de que un torbellino negro agite las montañas de basura de aquel hediondo rincón de la ciudad.

Del núcleo de aquel vórtice sale despedido Daredevil, mientras Puñal se alza brillante como el sol, iluminando la silueta de Capa tomando forma de las sombras. El viejo mendigo da al traste con su almuerzo del sobresalto, cayendo de espaldas con la mano aferrada a la botella como si su salvación dependiera de ello. Y consigue salvar hasta la última gota.

—Tú… tú… —Reefer se incorpora, con dificultades, y da un trago— ¡ERES TÚ! ¡MI AMIGO EL DIABLO! ¡EEEEH LOOMI MIRA! —el perro disfruta del trozo de pollo de su dueño tras haber dado buena cuenta del suyo

—Hola amigo. —Daredevil le habla al ex marine sin hogar con toda la tranquilidad de la que puede hacer acopio en un momento así—sí, soy yo. ¿Te acuerdas de la última vez que nos vimos? ¿De lo que hablamos sobre hablar a voces? —se lleva un dedo índice a la boca— Sssshhh…

—SIIIII… o sea… ssshhh... perdón. Siii, nada de dar voces, claro. Pero es que yo tengo un tono de voz muy grave, ¿verdad Loomi? —Reefer se gira hacia Matt a quien Puñal está ayudando a incorporarse—También nos acordamos de otra cosa “tío cachas”; dijiste que nos traerías monedas. ¡Cash! ¿Dónde están, eh? No cuentes con nuestra ayuda otra vez si no nos das unas monedas para poder comprar algo para comer. Por culpa tuya y de “Don Agujero Negro” me he quedado sin pollo.

—Vale, vale. Mira, te he traído algo mejor que unas monedas, pero por favor; ¡cállate ya!

—¡Ooooh…! ¡Mira Loomi, son billetes! —Grita con alegría— Mira, ¿sabes quién es este que sale en todos ellos? Es el Presidente Jackson, no ese tieso  de Washington. ¡Gracias diablo petado! ¡A partir de hoy considéranos “satanistas”! O “diablistas”, o como se llamen tus seguidores, ¿verdad Loomi?

—No me las des a mí, puedes agradecérselo a Ben Urich, del Bugle.

El Diablo Guardián no puede evitar que se le escape una sonrisa pensando en el periodista. La visita a su casa había sido muy rápida; lo suficiente para asustar de muerte a su amigo —otra vez—, obtener la información y pedirle algo de dinero para una fuente muy valiosa. “En este traje no tengo sitio para llevar dinero, Ben”, se había excusado, pero Tandy no tuvo el menor reparo en añadir “pero sí que lo tiene para llevar un teléfono de última generación”. “¡Exacto!”, refunfuñó el periodista mientras sacaba varios billetes de su cartera entre una humareda.

—Ahora Reefer, por favor, indícame donde se encuentra la señora del otro día, la que conocía a Darla. ¡Y habla bajo, por Dios!

—Oh… ¡Ah, sí! Esa yonki negra de las cajas… ¿no? Está justo ahí, en pleno viaje para variar. ¿La ves?

Matt no puede verla, pero sí oye la risa incontrolada de un bebé que resalta allí como un neón en la noche. Concentra sus sentidos aumentados en dirección a aquella expresión jovial y detecta a su lado a alguien joven que juega con el bebé. Aquel pequeño reducto de felicidad está envuelto por capas de contaminación, ruidos, suciedad y olores indescriptibles. Como los que emanan de la mujer que Daredevil identifica de la noche anterior y que yace junto a la burbuja de alegría; una mezcla de sangre, heroína y alcohol sobre una base de heces y orina. También había algo más sobre aquel lienzo humano de Pollock; restos de semen por todo el cuerpo. Con toda probabilidad de algún “vecino” que ha aprovechado que aquella pobre alma estaba buscando al dragón. O quizá fue el pago a cambio de la última dosis.

Sea como fuere, Daredevil no puede soportar mucho más tiempo aquella situación y conmina a sus compañeros a acompañarle a través de aquel callejón en el que los días nunca llegan a brillar del todo.

—Es allí, vamos, rápido…

Mientras avanza a la carrera Matt se gira, en un gesto instintivo pese a su ceguera, a comprobar que Capa y Puñal le siguen. Pero lo que sus sentidos, centrados hasta entonces en la mujer sin hogar y sus niños detectan, es a Tyronne y a Tandy inconscientes en el suelo junto a Reefer, mientras Loomi ladra desesperado a una imponente figura que se yergue sobre ellos. Alguien que ha conseguido pillar a Daredevil desprevenido, y eso parece haberse convertido en algo muy habitual en los últimos tiempos. Y no le gusta.

—Tú… —la sangre bombea en la cabeza de Matt, haciendo que le palpiten las sienes— ¡Tú los mataste! Por fin te revelas. —sus manos aprietan con fuerza los bastones mientras los desenfunda. Nota los corazones latiendo, débiles, de sus amigos

—Supongo que, o me revelaba o jamás ibas a dar conmigo. Y ya me estaba aburriendo de esto.

—Voy a detenerte, aquí y ahora. Al menos no llegarás hasta él; salvaré a Bola 8.

—¡Jajajaja! Te haces viejo Matt y esa ceguera tuya es cada vez más evidente pese a tus otras habilidades.

—Qué… ¿A qué te refieres?

—Quieres salvar a Bola 8, —el aire alrededor de ambos se carga con una energía que Daredevil detecta que emana de los guantes de su adversario y que redirige a una especie de bastón largo— pero no te das cuenta de que TENGO UN OCHO DIBUJADO EN TODA LA PUTA CABEZA.

¡...CONCLUIRÁ EN EL PRÓXIMO NÚMERO!

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