Título: Pasado profundo (I) Autor: Jose Antonio Martínez Portada: Conrado Martín Publicado en: Mayo 2015
Tras los sucesos del arco anterior, Matt decide volver poco a poco a su profesión de abogado. No se puede imaginar que el primer caso removerá su pasado, ahondando literalmente en las raíces de Hell's Kitchen...
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Vive en una noche eterna, pero la oscuridad está llena de sonidos y olores que otros no pueden percibir. Aunque el abogado Matt Murdock es ciego, sus otros sentidos funcionan con una agudeza sobrehumana... Abogado de día, vigilante de noche... El Hombre sin miedo
Creado por Stan Lee y Bill Everett
Por la mañana, en un apartamento de Hell's Kitchen:
Las ventanas siguen cerradas tras las cortinas. En la oscuridad, una silueta se mueve como si la falta de luz no le afectara. Y no lo hace. Matt Murdock avanza por el pasillo en dirección al baño. Lleva casi una semana allí metido, tratando de recuperarse de las heridas sufridas tras el enfrentamiento con Victoria Fhola. [1] Tiene su “secreto” escondido en el lugar más seguro que podría haber encontrado, y el Filo de Luna en el armario de los bastones.
Después de meses de llevar su cuerpo al límite, ha tenido que parar. En los últimos tiempos apenas descansaba una media hora escasa al día, sentado o recostado en cualquier sitio, y siempre con el traje de Daredevil puesto. Hacía demasiado que no se sumergía en su tanque de aislamiento. Aquello antes le relajaba, pero tras el esfuerzo enorme que le supuso erigirse como Guardián de la Ciudad, las pesadillas inundaban los sueños de las pasadas noches. Aún así, -piensa- he podido dormir más tiempo casi que en un año…
Se apoya en el lavabo y la presión hace resaltar más las marcas moradas en sus nudillos. Las cicatrices de mil batallas pueblan el torso desnudo de Matt. La mayoría son antiguas, pero hay algunas heridas recientes que se resisten a cerrarse del todo. Alza el rostro barbado y, de haber tenido un espejo enfrente, reflejaría los pómulos hinchados y los cortes que enmarcan su mirada sin vida. El pelo, más largo de lo habitual, le cae por la nuca y la frente, alborotado.
En la ducha, el chorro de agua caliente sobre su cabeza le ayuda a pensar. Le ha dado vueltas a muchas cosas en este tiempo de recuperación; debe normalizar su vida, salir, volver al despacho, hablar con Foggy… Pero siempre, en un rincón de su mente, estaba el gran peso de la culpa. Pensaba en cuántos crímenes se habrían cometido durante su ausencia. Cuántos podría haber evitado. A veces cuando salía del tanque, escuchaba gritos, llantos, sirenas, alarmas. Estuvo a punto de calzarse el traje y volver a la calle, pero no serviría de nada en aquel estado. “Hay más tipos en mallas sólo en Nueva York que en toda Europa," -se tranquilizaba a sí mismo- "aunque es cierto que normalmente están más preocupados por salvar una galaxia enana en la Zona Negativa que de lo que pasa en su barrio…”
Día tras día, hora tras hora, Matt luchaba contra el impulso de salir a ayudar, como si el peso de la responsabilidad pendiera de una cuerda atada a su cuello y le arrastrara. Al final, siempre volvía a la tranquilidad del tanque, donde le esperaban sus demonios. Meditaba el bajón sufrido por sus sentidos recientemente; no detectó a Victoria, pese a cargar con Foggy. También le sorprendieron O´Keane y Blade, [2] por no mencionar aquel disparo en el apartamento del mercenario de Ojo Rojo. Hoy ha decidido salir de su “cueva”, volver a tener una doble vida como abogado y justiciero, en lugar de ser esto último a jornada completa. Así tendrá su cabeza ocupada en algún caso jurídico, o parte de ella al menos.
Tras afeitarse y vestirse con un traje de chaqueta azul, camisa blanca y corbata roja según tiene clasificada cada cosa en el armario, piensa que debería pasarse por la tienda de Melvin Potter. Todos los trajes de Daredevil están hechos trizas y no queda ni uno en condiciones. Se pone las gafas de cristales rojos, toma el bastón de al lado de la puerta, y sale a la escalera. Mientras desciende hasta la calle, se encuentra con uno de los demás inquilinos del edificio donde vive Matt.
- Buenos días señor Murdock. -le saluda el señor Durban- ¿Qué tal está? Hacía tiempo que no le veíamos por aquí…
- Buenos días señor Durban. Sí, he estado fuera unos meses por asuntos de trabajo, pero ya tenía ganas de volver. ¿Y la pequeña Trish? Estará enorme ya…
- Si, mi nieta está creciendo muy sana y bella, gracias a Dios. Ahora está con su madre, pero le daré recuerdos suyos en cuanto vengan a visitarme. -el anciano vivía solo, pero era muy habitual que su hija y su nieta fueran a visitarlo y pasaran largas temporadas en su casa. Un buen hombre que ayudaba en todo lo que podía a su familia necesitada, hasta donde Matt podía saber…-
- Nos “vemos”, cuídese. -se despide y sigue hacia abajo con cuidado, tanteando con el bastón como un ciego “de verdad”-
- Claro vecino, que le vaya bien con sus… casos. -entra en su casa y cierra la puerta con doble llave-
Al llegar a la calle casi tuvo que pensar la dirección a tomar, después del tiempo que llevaba sin aparecer por el despacho y sin usar el acerado como un ciudadano más.
Las ventanas siguen cerradas tras las cortinas. En la oscuridad, una silueta se mueve como si la falta de luz no le afectara. Y no lo hace. Matt Murdock avanza por el pasillo en dirección al baño. Lleva casi una semana allí metido, tratando de recuperarse de las heridas sufridas tras el enfrentamiento con Victoria Fhola. [1] Tiene su “secreto” escondido en el lugar más seguro que podría haber encontrado, y el Filo de Luna en el armario de los bastones.
Después de meses de llevar su cuerpo al límite, ha tenido que parar. En los últimos tiempos apenas descansaba una media hora escasa al día, sentado o recostado en cualquier sitio, y siempre con el traje de Daredevil puesto. Hacía demasiado que no se sumergía en su tanque de aislamiento. Aquello antes le relajaba, pero tras el esfuerzo enorme que le supuso erigirse como Guardián de la Ciudad, las pesadillas inundaban los sueños de las pasadas noches. Aún así, -piensa- he podido dormir más tiempo casi que en un año…
Se apoya en el lavabo y la presión hace resaltar más las marcas moradas en sus nudillos. Las cicatrices de mil batallas pueblan el torso desnudo de Matt. La mayoría son antiguas, pero hay algunas heridas recientes que se resisten a cerrarse del todo. Alza el rostro barbado y, de haber tenido un espejo enfrente, reflejaría los pómulos hinchados y los cortes que enmarcan su mirada sin vida. El pelo, más largo de lo habitual, le cae por la nuca y la frente, alborotado.
En la ducha, el chorro de agua caliente sobre su cabeza le ayuda a pensar. Le ha dado vueltas a muchas cosas en este tiempo de recuperación; debe normalizar su vida, salir, volver al despacho, hablar con Foggy… Pero siempre, en un rincón de su mente, estaba el gran peso de la culpa. Pensaba en cuántos crímenes se habrían cometido durante su ausencia. Cuántos podría haber evitado. A veces cuando salía del tanque, escuchaba gritos, llantos, sirenas, alarmas. Estuvo a punto de calzarse el traje y volver a la calle, pero no serviría de nada en aquel estado. “Hay más tipos en mallas sólo en Nueva York que en toda Europa," -se tranquilizaba a sí mismo- "aunque es cierto que normalmente están más preocupados por salvar una galaxia enana en la Zona Negativa que de lo que pasa en su barrio…”
Día tras día, hora tras hora, Matt luchaba contra el impulso de salir a ayudar, como si el peso de la responsabilidad pendiera de una cuerda atada a su cuello y le arrastrara. Al final, siempre volvía a la tranquilidad del tanque, donde le esperaban sus demonios. Meditaba el bajón sufrido por sus sentidos recientemente; no detectó a Victoria, pese a cargar con Foggy. También le sorprendieron O´Keane y Blade, [2] por no mencionar aquel disparo en el apartamento del mercenario de Ojo Rojo. Hoy ha decidido salir de su “cueva”, volver a tener una doble vida como abogado y justiciero, en lugar de ser esto último a jornada completa. Así tendrá su cabeza ocupada en algún caso jurídico, o parte de ella al menos.
Tras afeitarse y vestirse con un traje de chaqueta azul, camisa blanca y corbata roja según tiene clasificada cada cosa en el armario, piensa que debería pasarse por la tienda de Melvin Potter. Todos los trajes de Daredevil están hechos trizas y no queda ni uno en condiciones. Se pone las gafas de cristales rojos, toma el bastón de al lado de la puerta, y sale a la escalera. Mientras desciende hasta la calle, se encuentra con uno de los demás inquilinos del edificio donde vive Matt.
- Buenos días señor Murdock. -le saluda el señor Durban- ¿Qué tal está? Hacía tiempo que no le veíamos por aquí…
- Buenos días señor Durban. Sí, he estado fuera unos meses por asuntos de trabajo, pero ya tenía ganas de volver. ¿Y la pequeña Trish? Estará enorme ya…
- Si, mi nieta está creciendo muy sana y bella, gracias a Dios. Ahora está con su madre, pero le daré recuerdos suyos en cuanto vengan a visitarme. -el anciano vivía solo, pero era muy habitual que su hija y su nieta fueran a visitarlo y pasaran largas temporadas en su casa. Un buen hombre que ayudaba en todo lo que podía a su familia necesitada, hasta donde Matt podía saber…-
- Nos “vemos”, cuídese. -se despide y sigue hacia abajo con cuidado, tanteando con el bastón como un ciego “de verdad”-
- Claro vecino, que le vaya bien con sus… casos. -entra en su casa y cierra la puerta con doble llave-
Al llegar a la calle casi tuvo que pensar la dirección a tomar, después del tiempo que llevaba sin aparecer por el despacho y sin usar el acerado como un ciudadano más.
Bufette de abogados Nelson & Murdock:
- ¿Hola, buenos días? -dicen desde el otro lado de la entrada. Foggy Nelson deja de atender unos documentos para contestar-
- ¿Si? Adelante, está abierto.
- Me han dicho que están buscando secretaria.- el bastón de Matt empuja la puerta y la sorpresa de su socio es mayúscula-
- ¡Matt! ¡Oh, Dios mío! -se levanta y lo abraza con fuerza- ¡Qué alegría verte por aquí de nuevo, Matt!
- ¡Ouch! Sí… yo también me… alegro… Las… costillas… Foggy… ¡Uuuff…! Gracias amigo, por no partirme las pocas que me quedan enteras. ¡Ja, ja, ja!
- L-lo siento… De verdad que no quería… ¿Estás bien?
- Sí, sí. No pasa nada, me recuperaré. Sólo déjame tomar un poco de aire. -ambos se sientan en unos confidentes-
- No sé nada de ti desde… Ya sabes, lo de aquella casa y esa… horripilante... Por cierto, ¿qué pasó al final? No seguirá por ahí...
- Está custodiada, y creo que no lo va a pasar bien durante una temporada. Lo que me perturba es el papel de Kingpin en todo esto...
- ¿Fisk? ¿Ha vuelto? Oh no...
- Me estoy ocupando. El rastro llevaba a esa vieja casa, pero con la muerte de O'Keane he perdido el enlace... Necesitaba descansar, mi cuerpo había dicho basta. -Matt acerca su boca al oído de Foggy- No me gusta hablar de esto aquí, ya lo sabes, pero hasta mis sentidos me han fallado en ocasiones recientes. Aun así, mientras estaba en mi casa, sentía una presión aquí en el pecho. La sensación de estar perdiendo el tiempo me asfixiaba, como me asfixia ahora...
- Ya, entiendo...
- Tengo que frenar las ansias de ponerme el otro traje, hasta la noche al menos. Ahora mismo lo que necesito es meter la cabeza de lleno en algún asunto. Por cierto, ¿y los demás? ¿Dónde está David? [3]
- S-se fueron todos Matt, ¿no lo sabes? -Nelson toma a su amigo de las manos- Cuando desapareciste, esto se vino abajo. Yo no tenía la capacidad de llevar el equipo y cada cual se fue buscando lo mejor para su futuro.
- Pero, ¿cómo pudieron…?
- ¡Matt, tienes que entenderlo! ¡Tenían sus propias aspiraciones! ¡Un futuro por delante! No se iban a hundir con el barco como…
- ...como hiciste tú… -Matt baja la cabeza, avergonzado- Lo siento. Lo siento mucho, Foggy. Lo que has debido de pasar…
- Esto era un caos, no dábamos abasto y algunos plazos se pasaron. A raíz de eso se empezaron a perder casos y ya sabes cómo funciona esto. -se acomoda en la butaca- La gente dejó de confiarnos sus intereses, el crecimiento empresarial se cortó radical y las deudas comenzaron a asfixiarnos. Al principio me lo tomé fatal; te echaba la culpa a ti de todo. Luego llegaba a casa y me culpaba a mí por no ser capaz de llevar nuestro bufete. Bebía bastante...
- Foggy yo…
- Pasado el tiempo, -hace un gesto con la mano para que le deje continuar- cuando todos se fueron y estuve solo, comencé a tomármelo con algo más de filosofía. Como cuando empezamos, ¿te acuerdas? Abogado-secretaria, todo en uno. Desde entonces no ha hecho más que venir gente sin recursos, marginados, y he podido remontar un poco. Las deudas siguen ahí y voy pagando como puedo, pero no tenía opción, Matt. No la tengo, ¿qué puedo hacer si no? ¿Qué otra cosa…? -las lágrimas afloran en sus ojos- Cuando ese O´Keane vino con lo del “grupo de inversores importantísimos” pensaba que al fin se terminaría esta pesadilla. Casi podía ver un mañana perfecto… sin ti… por mi cuenta. Te odiaba Matt; cada noticia en la que aparecías con esa doble D en el pecho me hacía hervir. ¡Pasaste de nosotros! ¡Nos abandonaste por alguna especie de sentido de la responsabilidad! ¡Solo eres un hombre, Matt! Muy hábil, ¡pero eres mortal! Ahí fuera hay dioses y extraterrestres y... joder, ¡DIOSES! No puedes encargarte tú de todo... ¡Es imposible!
- También lo hacía por ti Foggy, aunque de forma inconsciente…
- No, amigo mío. Todo lo que haces es por esta ciudad. Este maldito... gigante de cemento quiere que riegues sus calles con tu sangre… ¿Cuándo será suficiente?
- No lo sé… Supongo que mis sentidos, en combinación con mi conciencia y una educación católica son como una maldición, no te puedes imaginar lo difícil que es saber que se está cometiendo un delito que yo podría evitar, y quedarte en casa esperando a que otro enmallado se ocupe si tiene a bien...
- Comprendo que hay mucha gente que te necesita ahí fuera, Matt, pero también te necesitamos… te necesito aquí… Para sacar a flote este barco. Nuestro barco... Nelson & Murdock… No quería saber nada de ti, cierto, hasta que te vi en la Mansión Cathrain, al recuperar la consciencia… ¡Dios, creo que jamás me alegré tanto de verte con ese maldito disfraz! Me di cuenta de que, por mucho tiempo que te ausentes, siempre estás ahí...
- Lo siento, amigo mío. -lo levanta junto a él- Te lo estaría diciendo todo el día si cambiara algo, pero lo mejor que se me ocurre es echar mano de estos expedientes lo antes posible. -le aprieta por los hombros y lo agita un poco para que alce la vista- Nos vendrá bien a ambos ¿Le parece, “secretaria” Nelson?
- ¡Vamos a ello señor Murdock! -Foggy se limpia las lágrimas, asiente con la cabeza y le sigue la broma a su socio- De hecho tengo para usted el caso perfecto para comenzar.
- ¿Y de qué se trata?, si puede saberse…
- Lo cierto es que no lo sé, pero hay una señora que desde hace un par de semanas llama todos los días, sin falta, preguntando por ti. Nunca me quiere contar nada, sólo que su marido le dijo que hablase únicamente con Matt Murdock. Incluso un día vino y se sentó ahí, ¡cinco horas! Se pensaba que yo le mentía por algún motivo...
- Mmm… Curioso. -se acomoda tras su mesa- ¿Y cómo se llama la señora? ¿Teléfono de contacto?
- En tu tablón debes tener como mil cuatrocientas notas con los datos, no creo que tengas problemas. [4] Incluso… Un momento… Matt, ¿qué hora es?
- No sé, ¿sobre las diez…? Creo que la tengo; -pasa los dedos por los trazos escritos en un pequeño papel- “señora Levine”, ¿puede ser? -coge otro par de post-it al azar del tablón y repite la operación. Al décimo lo tiene claro- Sí, creo que se trata de…
##¡¡RRIIINNNG RRIIINNNG!!##
- Lo que yo decía… -Foggy se recuesta en el sillón de su despacho con los brazos tras la cabeza- Toda suya, señor Murdock.
Matt sonríe a su socio antes de descolgar el teléfono. Es una mueca impulsiva, de pura alegría. Añoraba el trabajo como abogado, pero aún más, echaba de menos sonreír.
##¡¡RRIIINNNG RRIIINNNG!!##
- Bufete de abogados Nelson & Murdock. ¿Señora Levine? Sí, soy yo; soy Matt Murdock, cuénteme…
- ¿Hola, buenos días? -dicen desde el otro lado de la entrada. Foggy Nelson deja de atender unos documentos para contestar-
- ¿Si? Adelante, está abierto.
- Me han dicho que están buscando secretaria.- el bastón de Matt empuja la puerta y la sorpresa de su socio es mayúscula-
- ¡Matt! ¡Oh, Dios mío! -se levanta y lo abraza con fuerza- ¡Qué alegría verte por aquí de nuevo, Matt!
- ¡Ouch! Sí… yo también me… alegro… Las… costillas… Foggy… ¡Uuuff…! Gracias amigo, por no partirme las pocas que me quedan enteras. ¡Ja, ja, ja!
- L-lo siento… De verdad que no quería… ¿Estás bien?
- Sí, sí. No pasa nada, me recuperaré. Sólo déjame tomar un poco de aire. -ambos se sientan en unos confidentes-
- No sé nada de ti desde… Ya sabes, lo de aquella casa y esa… horripilante... Por cierto, ¿qué pasó al final? No seguirá por ahí...
- Está custodiada, y creo que no lo va a pasar bien durante una temporada. Lo que me perturba es el papel de Kingpin en todo esto...
- ¿Fisk? ¿Ha vuelto? Oh no...
- Me estoy ocupando. El rastro llevaba a esa vieja casa, pero con la muerte de O'Keane he perdido el enlace... Necesitaba descansar, mi cuerpo había dicho basta. -Matt acerca su boca al oído de Foggy- No me gusta hablar de esto aquí, ya lo sabes, pero hasta mis sentidos me han fallado en ocasiones recientes. Aun así, mientras estaba en mi casa, sentía una presión aquí en el pecho. La sensación de estar perdiendo el tiempo me asfixiaba, como me asfixia ahora...
- Ya, entiendo...
- Tengo que frenar las ansias de ponerme el otro traje, hasta la noche al menos. Ahora mismo lo que necesito es meter la cabeza de lleno en algún asunto. Por cierto, ¿y los demás? ¿Dónde está David? [3]
- S-se fueron todos Matt, ¿no lo sabes? -Nelson toma a su amigo de las manos- Cuando desapareciste, esto se vino abajo. Yo no tenía la capacidad de llevar el equipo y cada cual se fue buscando lo mejor para su futuro.
- Pero, ¿cómo pudieron…?
- ¡Matt, tienes que entenderlo! ¡Tenían sus propias aspiraciones! ¡Un futuro por delante! No se iban a hundir con el barco como…
- ...como hiciste tú… -Matt baja la cabeza, avergonzado- Lo siento. Lo siento mucho, Foggy. Lo que has debido de pasar…
- Esto era un caos, no dábamos abasto y algunos plazos se pasaron. A raíz de eso se empezaron a perder casos y ya sabes cómo funciona esto. -se acomoda en la butaca- La gente dejó de confiarnos sus intereses, el crecimiento empresarial se cortó radical y las deudas comenzaron a asfixiarnos. Al principio me lo tomé fatal; te echaba la culpa a ti de todo. Luego llegaba a casa y me culpaba a mí por no ser capaz de llevar nuestro bufete. Bebía bastante...
- Foggy yo…
- Pasado el tiempo, -hace un gesto con la mano para que le deje continuar- cuando todos se fueron y estuve solo, comencé a tomármelo con algo más de filosofía. Como cuando empezamos, ¿te acuerdas? Abogado-secretaria, todo en uno. Desde entonces no ha hecho más que venir gente sin recursos, marginados, y he podido remontar un poco. Las deudas siguen ahí y voy pagando como puedo, pero no tenía opción, Matt. No la tengo, ¿qué puedo hacer si no? ¿Qué otra cosa…? -las lágrimas afloran en sus ojos- Cuando ese O´Keane vino con lo del “grupo de inversores importantísimos” pensaba que al fin se terminaría esta pesadilla. Casi podía ver un mañana perfecto… sin ti… por mi cuenta. Te odiaba Matt; cada noticia en la que aparecías con esa doble D en el pecho me hacía hervir. ¡Pasaste de nosotros! ¡Nos abandonaste por alguna especie de sentido de la responsabilidad! ¡Solo eres un hombre, Matt! Muy hábil, ¡pero eres mortal! Ahí fuera hay dioses y extraterrestres y... joder, ¡DIOSES! No puedes encargarte tú de todo... ¡Es imposible!
- También lo hacía por ti Foggy, aunque de forma inconsciente…
- No, amigo mío. Todo lo que haces es por esta ciudad. Este maldito... gigante de cemento quiere que riegues sus calles con tu sangre… ¿Cuándo será suficiente?
- No lo sé… Supongo que mis sentidos, en combinación con mi conciencia y una educación católica son como una maldición, no te puedes imaginar lo difícil que es saber que se está cometiendo un delito que yo podría evitar, y quedarte en casa esperando a que otro enmallado se ocupe si tiene a bien...
- Comprendo que hay mucha gente que te necesita ahí fuera, Matt, pero también te necesitamos… te necesito aquí… Para sacar a flote este barco. Nuestro barco... Nelson & Murdock… No quería saber nada de ti, cierto, hasta que te vi en la Mansión Cathrain, al recuperar la consciencia… ¡Dios, creo que jamás me alegré tanto de verte con ese maldito disfraz! Me di cuenta de que, por mucho tiempo que te ausentes, siempre estás ahí...
- Lo siento, amigo mío. -lo levanta junto a él- Te lo estaría diciendo todo el día si cambiara algo, pero lo mejor que se me ocurre es echar mano de estos expedientes lo antes posible. -le aprieta por los hombros y lo agita un poco para que alce la vista- Nos vendrá bien a ambos ¿Le parece, “secretaria” Nelson?
- ¡Vamos a ello señor Murdock! -Foggy se limpia las lágrimas, asiente con la cabeza y le sigue la broma a su socio- De hecho tengo para usted el caso perfecto para comenzar.
- ¿Y de qué se trata?, si puede saberse…
- Lo cierto es que no lo sé, pero hay una señora que desde hace un par de semanas llama todos los días, sin falta, preguntando por ti. Nunca me quiere contar nada, sólo que su marido le dijo que hablase únicamente con Matt Murdock. Incluso un día vino y se sentó ahí, ¡cinco horas! Se pensaba que yo le mentía por algún motivo...
- Mmm… Curioso. -se acomoda tras su mesa- ¿Y cómo se llama la señora? ¿Teléfono de contacto?
- En tu tablón debes tener como mil cuatrocientas notas con los datos, no creo que tengas problemas. [4] Incluso… Un momento… Matt, ¿qué hora es?
- No sé, ¿sobre las diez…? Creo que la tengo; -pasa los dedos por los trazos escritos en un pequeño papel- “señora Levine”, ¿puede ser? -coge otro par de post-it al azar del tablón y repite la operación. Al décimo lo tiene claro- Sí, creo que se trata de…
##¡¡RRIIINNNG RRIIINNNG!!##
- Lo que yo decía… -Foggy se recuesta en el sillón de su despacho con los brazos tras la cabeza- Toda suya, señor Murdock.
Matt sonríe a su socio antes de descolgar el teléfono. Es una mueca impulsiva, de pura alegría. Añoraba el trabajo como abogado, pero aún más, echaba de menos sonreír.
##¡¡RRIIINNNG RRIIINNNG!!##
- Bufete de abogados Nelson & Murdock. ¿Señora Levine? Sí, soy yo; soy Matt Murdock, cuénteme…
Prisión de Ryker. Zona de Asistencia Letrada:
El ala F se construyó en la última ampliación de la Isla de Ryker´s y está compuesta de cientos de salones con protección Omega para que los presos pudieran ser visitados por sus abogados en condiciones legalmente seguras. Sobre todo porque algunos presos podrían derribar un bloque de pisos.
Por un pasillo, guiado por una línea en el suelo de color verde, arrastra sus pies esposados un hombre al que le cuesta caminar. Está débil, no come en condiciones y su enfermedad se ha agravado en la cárcel. Los encargados del traslado lo llevan casi en volandas. Sus ojos, que han visto muchos años pasar, apenas aguantan la luz de las lámparas.
En la sala nº 78 le espera, junto a una ventana, el abogado Matt Murdock. Los funcionarios quitan los grilletes al preso y cierran la puerta. Por un altavoz les indican que ambos disponen desde ese momento de treinta minutos. El anciano camina encorvado hasta un sillón sobre el que se desploma.
Su respiración es cansada y entrecortada. Al abogado ciego no le hacen falta sus sentidos superdesarrollados para saber que ese hombre está pasando por un infierno. La señora Levine fue bastante escueta en sus explicaciones de por qué su marido, el octogenario que tiene delante, está en Ryker´s acusado de asesinato en serie. La vista ante el gran jurado se ha pospuesto una y otra vez porque ha recusado a todos los abogados de oficio que le asignaban. “Sólo me quería a mí,” -medita mientras se aproxima a su cliente- “ ¿por qué?”
- Buenas tardes señor Levine. -dice el alter ego de Daredevil, a la vez que pasa los dedos con delicadeza por los papeles del expediente- Abraham Levine, ¿no? Seré directo, ¿le conozco de algo?
El anciano alza el rostro cubierto de arrugas poco a poco, como si cada movimiento le costase la misma vida.
- Sí… -la fatiga le impide casi mover los labios- ¡Cof!
- ¿Sí, es usted Abraham Levine, o sí, le conozco de algo? -se muestra duro- Mire, aquí pone que usted ha hecho unas cosas terribles. Hay pruebas suficientes como para que le condenen. Pero usted se niega a declarar. No quiere hablar con nadie. Sólo conmigo, al parecer. Bien señor Levine, aquí me tiene, ahora empiece a explicarse, por favor.
- Señor Murdock, no… no se acuerda de mí, ¿verdad? ¡Cof! Claro… cómo iba a hacerlo… Hace mucho años que… entró en mi tienda por última vez. Era sólo un crío… Uno que había perdido demasiado... ¡Cof! en muy poco tiempo.
- ¿Tienda? ¿Abraham Levine…? Usted… -Matt busca en sus recuerdos imágenes, olores…- Su voz… ¡Usted era el dueño de los ultramarinos Levine´s, en la 10th con la 44th! ¡Cómo no he caído antes! -se acomoda en otro asiento- Pero, ¿qué es lo que ha pasado? ¿Por qué no ha querido declarar? Lo que está claro es que usted piensa que es inocente, de otro modo no habría solicitado mi asistencia.
- Matthew… Señor Murdock, soy culpable de muchas cosas. Cosas... que no deberían haber sucedido. Supongo que… en el fondo, siempre supe que acabaría aquí, aunque... ¡Cof! esperaba morir antes, la verdad - el corazón del anciano late lento, tranquilo. La tos le dificulta aún más el habla- Pero yo no he hecho nada de lo que dice ahí. No he matado a nadie… Yo… ¡Por Dios…! Jamás hubiera… ¡Los niños! ¡Cof! -se vuelve a recostar por el esfuerzo-
- ¿Los niños? ¿Qué niños? Hábleme claro si quiere que le ayude. ¿Quién mató a esta gente? La mayoría eran mendigos, gente sin dinero… Hay un testigo que afirma haberle visto forcejeando con la última víctima en un callejón justo antes de su muerte. Han encontrado restos biológicos suyos que le conectan con otros cinco asesinatos no resueltos...
- Yo… no puedo… ¡Coffff, cofff! Ellos siempre lo saben… A mí me queda poco, señor Murdock… No me importa… lo que me hagan. Pero mi Bettie… necesita saberlo… Conocer la verdad… Por ella, señor Murdock… Por ellos…¡Cof!
- ¡No deja de hablarme con enigmas! -Matt golpea el reposabrazos y se levanta irritado, nervioso y vuelve a la ventana. Tal vez debería haber descansado más tiempo antes de ponerse con un asunto así- Quiero confiar en usted, pero no me da nada con lo que trabajar. Desde hoy que le han asignado letrado, el reloj comienza a contar. Tendremos señalamiento en unos días y con toda probabilidad la vista en un par de semanas. “El caso del anciano psicópata” atrae mucha atención mediática, señor Levine. Debemos actuar con rapidez. Deme algo...
- Le puedo... contar una historia… Sobre dos jóvenes inmigrantes ilegales que se enamoran… en plena travesía del Atlántico… ¡Cof! cuando huían de la Gran Guerra. Se casan... y deciden montar una… pequeña tienda de barrio. Eran otros... tiempos. Esta es una historia de… supervivencia… Trabajaron duro… e hicieron lo posible… para sobrevivir. Entonces tuvieron… un hijo… ¡Cof! Siempre estaba enfermo… y la mujer dejó el negocio… para cuidarlo. -le falta el aire y tiene que parar para poder proseguir- Tenían muchos gastos con… el pequeño… no podían… Un día, el marido... tiene que elegir… No es una elección fácil… Nunca lo son… Y hace... lo imposible… ¡Cof!
- Nos queda poco tiempo, señor Levine. Sin rodeos, por favor.
- Escuche, señor Murdock… el barrio tiene un pasado subyacente… Uno… bajo el que conocemos. A veces no aflora nunca… y permanece dormido. Pero otras, como le pasó al marido… de la historia, alguien lo despierta…
- ¿Qué quiere eso decir, señor Levine? ¿Un pasado subyacente? ¿Qué tiene eso que ver con lo que me ha contado sobre Bettie y usted?
- Busque… al octavo... señor Murdock. No le puedo decir más… ¡Coffff!
##¡¡ATENCIÓN, LES QUEDAN CINCO MINUTOS!!##
El abogado vuelve cerca de su nuevo cliente. Pese a la confusión en las palabras de Abraham Levine, es un caso que le atrae. Uno que podrá afrontar tanto como abogado como embutido en su traje de justiciero enmascarado.
- ¿El octavo? ¿De qué me habla? ¿Me está diciendo que hay más víctimas?
- No, señor Murdock… El número ocho… ¡Cof! ¡Cof! El único que queda vivo… del grupo… -mientras escupe las palabras, entran los encargados del traslado y comienzan a colocarle los grilletes de nuevo- O eso espero… Sea rápido, señor Murdock… No le queda mucho tiempo…
- No entiendo nada y tengo poco con lo que trabajar, pero le prometo que lo investigaré. Volveré en cuanto tenga novedades, hasta entonces, manténgase vivo señor Levine.
Se llevan al prisionero, agotado, a su celda en el módulo de aislamiento, donde tienen encerrados a los peores psicópatas no meta humanos. Esa imagen, la de aquel anciano en una caja de dos metros por dos metros y medio, con un colchón en el suelo y un agujero en el rincón, tomaba forma en la cabeza del abogado. Creía en las palabras del hombre cuando dijo que él no había asesinado a los indigentes, pero aún así había un halo de culpabilidad a su alrededor. Algo que Matt no puede identificar, pero que atormenta a Abraham Levine más que la propia reclusión en Ryker´s.
De vuelta al bufete, Matt se pasa la tarde escuchando una y otra vez la grabación del encuentro con su cliente. Trata de sacar alguna pista, algo entre líneas que se le hubiera pasado durante la conversación. Repasa el informe policial, bastante claro en sus conclusiones; cinco muertos, cuatro hombres y una mujer. Gente sin hogar, sin familia que los echara de menos. En un primer momento, ni se molestaron en identificarlos. Casi seguro habrían discutido con algún otro “sin techo” por un trago de whisky o un chute. Todos con antecedentes por delitos menores, y los posteriores análisis revelaron adicciones a todo tipo de sustancias. Nadie los reclamó, y la policía estaba demasiado cómoda en su nuevo estatus, con Daredevil manteniendo a raya la violencia en las calles como para mover un músculo por aquellas personas.
El detonante que hizo que las autoridades investigasen a Abraham Levine fue la declaración de un tal J. E. Houndry, que dijo presenciar un forcejeo muy violento entre el cliente de Matt y la víctima más reciente: Stephanie D. Mitchell. No puede ver su foto, pero la descripción es detallada: mujer blanca, pelo rubio, treinta y cinco años, familia problemática, centros de acogida, familias de adopción… “Todo lo necesario para terminar en la indigencia…”, medita el abogado mientras pasa sus dedos por los documentos del expediente.
El primer nombre de la supuesta lista de víctimas de Levine es William Lilley. Su cuerpo fué encontrado hace casi medio año en un contenedor. Mes y medio después recogieron de las aguas del puerto el cadáver de Frederick Rodemberg. A Massimo Riera le metieron una botella de whisky hasta la tráquea transcurridos sesenta días. Les siguen Alfred Tyler y Ralf Hansen, en lo que se diría un “dos por uno”, cinco semanas atrás. Hasta llegar a Stephanie D. Mitchell.
- Niños de la calle que no encontraron un futuro mejor que el que hay dentro de un cubo de basuras… Qué lástima… -los dramas personales de los fallecidos le desvían un instante del trabajo. Tiene ante él seis fracasos de lo sociedad. Suyos, por no haber podido protegerlos. Un momento de melancolía que ataja tan rápido como surgió- Ummm.. Los restos de Levine encontrados en los cuerpos es saliva. No hay huellas, ni más testigos que Houndry ni ninguna otra cosa contra él. Se podría pelear, pero necesito más…
Se echa hacia atrás en su sillón de trabajo y cruza las manos tras la nuca. Cierra los ojos para meditar, y en su cabeza danzan los nombres de las víctimas, sus vidas, sus muertes, los lugares donde aparecieron, el testigo…
- Houndry… No debo hablar con él antes del juicio como abogado, así que tendrá una cita con el Diablo esta noche. -se incorpora decidido mientras se abre la camisa para comenzar la transformación- Podría tener algún interés en todo esto. Tal vez conociera a Stephanie Darla Mitchell… Darla… Darla…
Busca en su cabeza ese nombre; lo conoce, pero no logra recordar de qué. ¿Un caso anterior? No le parece, siente algo más… cercano. Sus dedos recorren frenéticos la ficha de la mujer. Nada. Hace lo mismo con los datos del resto…
- William Lilley… Alfred Tyler… Aaaggghh… ¿Quiénes sois…? Ralf Hansen, Darla Mitchell… ¿Donde está la conexión? ¡Un momento! -junta todos los registros personales y su instinto de abogado hace el resto- Otros alias; Massimo Riera “
Max”, Frederick Rodemberg “Freddie”... “Billy”... “Alfie”… ¡Oh, Dios mío! -se lleva la mano a la boca como si pudiera contenerlo, cambiarlo, pero sabe que es tarde- ¡Son ellos! ¡Darla, claro! ¡Ralf! ¡Los Fatboys...muertos![5]El ala F se construyó en la última ampliación de la Isla de Ryker´s y está compuesta de cientos de salones con protección Omega para que los presos pudieran ser visitados por sus abogados en condiciones legalmente seguras. Sobre todo porque algunos presos podrían derribar un bloque de pisos.
Por un pasillo, guiado por una línea en el suelo de color verde, arrastra sus pies esposados un hombre al que le cuesta caminar. Está débil, no come en condiciones y su enfermedad se ha agravado en la cárcel. Los encargados del traslado lo llevan casi en volandas. Sus ojos, que han visto muchos años pasar, apenas aguantan la luz de las lámparas.
En la sala nº 78 le espera, junto a una ventana, el abogado Matt Murdock. Los funcionarios quitan los grilletes al preso y cierran la puerta. Por un altavoz les indican que ambos disponen desde ese momento de treinta minutos. El anciano camina encorvado hasta un sillón sobre el que se desploma.
Su respiración es cansada y entrecortada. Al abogado ciego no le hacen falta sus sentidos superdesarrollados para saber que ese hombre está pasando por un infierno. La señora Levine fue bastante escueta en sus explicaciones de por qué su marido, el octogenario que tiene delante, está en Ryker´s acusado de asesinato en serie. La vista ante el gran jurado se ha pospuesto una y otra vez porque ha recusado a todos los abogados de oficio que le asignaban. “Sólo me quería a mí,” -medita mientras se aproxima a su cliente- “ ¿por qué?”
- Buenas tardes señor Levine. -dice el alter ego de Daredevil, a la vez que pasa los dedos con delicadeza por los papeles del expediente- Abraham Levine, ¿no? Seré directo, ¿le conozco de algo?
El anciano alza el rostro cubierto de arrugas poco a poco, como si cada movimiento le costase la misma vida.
- Sí… -la fatiga le impide casi mover los labios- ¡Cof!
- ¿Sí, es usted Abraham Levine, o sí, le conozco de algo? -se muestra duro- Mire, aquí pone que usted ha hecho unas cosas terribles. Hay pruebas suficientes como para que le condenen. Pero usted se niega a declarar. No quiere hablar con nadie. Sólo conmigo, al parecer. Bien señor Levine, aquí me tiene, ahora empiece a explicarse, por favor.
- Señor Murdock, no… no se acuerda de mí, ¿verdad? ¡Cof! Claro… cómo iba a hacerlo… Hace mucho años que… entró en mi tienda por última vez. Era sólo un crío… Uno que había perdido demasiado... ¡Cof! en muy poco tiempo.
- ¿Tienda? ¿Abraham Levine…? Usted… -Matt busca en sus recuerdos imágenes, olores…- Su voz… ¡Usted era el dueño de los ultramarinos Levine´s, en la 10th con la 44th! ¡Cómo no he caído antes! -se acomoda en otro asiento- Pero, ¿qué es lo que ha pasado? ¿Por qué no ha querido declarar? Lo que está claro es que usted piensa que es inocente, de otro modo no habría solicitado mi asistencia.
- Matthew… Señor Murdock, soy culpable de muchas cosas. Cosas... que no deberían haber sucedido. Supongo que… en el fondo, siempre supe que acabaría aquí, aunque... ¡Cof! esperaba morir antes, la verdad - el corazón del anciano late lento, tranquilo. La tos le dificulta aún más el habla- Pero yo no he hecho nada de lo que dice ahí. No he matado a nadie… Yo… ¡Por Dios…! Jamás hubiera… ¡Los niños! ¡Cof! -se vuelve a recostar por el esfuerzo-
- ¿Los niños? ¿Qué niños? Hábleme claro si quiere que le ayude. ¿Quién mató a esta gente? La mayoría eran mendigos, gente sin dinero… Hay un testigo que afirma haberle visto forcejeando con la última víctima en un callejón justo antes de su muerte. Han encontrado restos biológicos suyos que le conectan con otros cinco asesinatos no resueltos...
- Yo… no puedo… ¡Coffff, cofff! Ellos siempre lo saben… A mí me queda poco, señor Murdock… No me importa… lo que me hagan. Pero mi Bettie… necesita saberlo… Conocer la verdad… Por ella, señor Murdock… Por ellos…¡Cof!
- ¡No deja de hablarme con enigmas! -Matt golpea el reposabrazos y se levanta irritado, nervioso y vuelve a la ventana. Tal vez debería haber descansado más tiempo antes de ponerse con un asunto así- Quiero confiar en usted, pero no me da nada con lo que trabajar. Desde hoy que le han asignado letrado, el reloj comienza a contar. Tendremos señalamiento en unos días y con toda probabilidad la vista en un par de semanas. “El caso del anciano psicópata” atrae mucha atención mediática, señor Levine. Debemos actuar con rapidez. Deme algo...
- Le puedo... contar una historia… Sobre dos jóvenes inmigrantes ilegales que se enamoran… en plena travesía del Atlántico… ¡Cof! cuando huían de la Gran Guerra. Se casan... y deciden montar una… pequeña tienda de barrio. Eran otros... tiempos. Esta es una historia de… supervivencia… Trabajaron duro… e hicieron lo posible… para sobrevivir. Entonces tuvieron… un hijo… ¡Cof! Siempre estaba enfermo… y la mujer dejó el negocio… para cuidarlo. -le falta el aire y tiene que parar para poder proseguir- Tenían muchos gastos con… el pequeño… no podían… Un día, el marido... tiene que elegir… No es una elección fácil… Nunca lo son… Y hace... lo imposible… ¡Cof!
- Nos queda poco tiempo, señor Levine. Sin rodeos, por favor.
- Escuche, señor Murdock… el barrio tiene un pasado subyacente… Uno… bajo el que conocemos. A veces no aflora nunca… y permanece dormido. Pero otras, como le pasó al marido… de la historia, alguien lo despierta…
- ¿Qué quiere eso decir, señor Levine? ¿Un pasado subyacente? ¿Qué tiene eso que ver con lo que me ha contado sobre Bettie y usted?
- Busque… al octavo... señor Murdock. No le puedo decir más… ¡Coffff!
##¡¡ATENCIÓN, LES QUEDAN CINCO MINUTOS!!##
El abogado vuelve cerca de su nuevo cliente. Pese a la confusión en las palabras de Abraham Levine, es un caso que le atrae. Uno que podrá afrontar tanto como abogado como embutido en su traje de justiciero enmascarado.
- ¿El octavo? ¿De qué me habla? ¿Me está diciendo que hay más víctimas?
- No, señor Murdock… El número ocho… ¡Cof! ¡Cof! El único que queda vivo… del grupo… -mientras escupe las palabras, entran los encargados del traslado y comienzan a colocarle los grilletes de nuevo- O eso espero… Sea rápido, señor Murdock… No le queda mucho tiempo…
- No entiendo nada y tengo poco con lo que trabajar, pero le prometo que lo investigaré. Volveré en cuanto tenga novedades, hasta entonces, manténgase vivo señor Levine.
Se llevan al prisionero, agotado, a su celda en el módulo de aislamiento, donde tienen encerrados a los peores psicópatas no meta humanos. Esa imagen, la de aquel anciano en una caja de dos metros por dos metros y medio, con un colchón en el suelo y un agujero en el rincón, tomaba forma en la cabeza del abogado. Creía en las palabras del hombre cuando dijo que él no había asesinado a los indigentes, pero aún así había un halo de culpabilidad a su alrededor. Algo que Matt no puede identificar, pero que atormenta a Abraham Levine más que la propia reclusión en Ryker´s.
De vuelta al bufete, Matt se pasa la tarde escuchando una y otra vez la grabación del encuentro con su cliente. Trata de sacar alguna pista, algo entre líneas que se le hubiera pasado durante la conversación. Repasa el informe policial, bastante claro en sus conclusiones; cinco muertos, cuatro hombres y una mujer. Gente sin hogar, sin familia que los echara de menos. En un primer momento, ni se molestaron en identificarlos. Casi seguro habrían discutido con algún otro “sin techo” por un trago de whisky o un chute. Todos con antecedentes por delitos menores, y los posteriores análisis revelaron adicciones a todo tipo de sustancias. Nadie los reclamó, y la policía estaba demasiado cómoda en su nuevo estatus, con Daredevil manteniendo a raya la violencia en las calles como para mover un músculo por aquellas personas.
El detonante que hizo que las autoridades investigasen a Abraham Levine fue la declaración de un tal J. E. Houndry, que dijo presenciar un forcejeo muy violento entre el cliente de Matt y la víctima más reciente: Stephanie D. Mitchell. No puede ver su foto, pero la descripción es detallada: mujer blanca, pelo rubio, treinta y cinco años, familia problemática, centros de acogida, familias de adopción… “Todo lo necesario para terminar en la indigencia…”, medita el abogado mientras pasa sus dedos por los documentos del expediente.
El primer nombre de la supuesta lista de víctimas de Levine es William Lilley. Su cuerpo fué encontrado hace casi medio año en un contenedor. Mes y medio después recogieron de las aguas del puerto el cadáver de Frederick Rodemberg. A Massimo Riera le metieron una botella de whisky hasta la tráquea transcurridos sesenta días. Les siguen Alfred Tyler y Ralf Hansen, en lo que se diría un “dos por uno”, cinco semanas atrás. Hasta llegar a Stephanie D. Mitchell.
- Niños de la calle que no encontraron un futuro mejor que el que hay dentro de un cubo de basuras… Qué lástima… -los dramas personales de los fallecidos le desvían un instante del trabajo. Tiene ante él seis fracasos de lo sociedad. Suyos, por no haber podido protegerlos. Un momento de melancolía que ataja tan rápido como surgió- Ummm.. Los restos de Levine encontrados en los cuerpos es saliva. No hay huellas, ni más testigos que Houndry ni ninguna otra cosa contra él. Se podría pelear, pero necesito más…
Se echa hacia atrás en su sillón de trabajo y cruza las manos tras la nuca. Cierra los ojos para meditar, y en su cabeza danzan los nombres de las víctimas, sus vidas, sus muertes, los lugares donde aparecieron, el testigo…
- Houndry… No debo hablar con él antes del juicio como abogado, así que tendrá una cita con el Diablo esta noche. -se incorpora decidido mientras se abre la camisa para comenzar la transformación- Podría tener algún interés en todo esto. Tal vez conociera a Stephanie Darla Mitchell… Darla… Darla…
Busca en su cabeza ese nombre; lo conoce, pero no logra recordar de qué. ¿Un caso anterior? No le parece, siente algo más… cercano. Sus dedos recorren frenéticos la ficha de la mujer. Nada. Hace lo mismo con los datos del resto…
- William Lilley… Alfred Tyler… Aaaggghh… ¿Quiénes sois…? Ralf Hansen, Darla Mitchell… ¿Donde está la conexión? ¡Un momento! -junta todos los registros personales y su instinto de abogado hace el resto- Otros alias; Massimo Riera “
El cuerpo de Matt se desploma sobre la mesa abatido, como si le hubieran quitado un trozo de su mismo ser. Hace años que no sabe nada de ellos, quizá estudiaron una carrera y tenían un trabajo y una familia, o al menos eso le gustaba pensar. Se desahoga con la documentación; la arruga, la tira por los suelos y golpea la mesa entre gritos. A su mente le vienen recuerdos de tiempos pasados, cuando compartían trucos de skate en las calles de Hell´s Kitchen. Esas mismas calles que han devorado sus esperanzas sin piedad. Pero entre la niebla, Matt ve una luz. El “número ocho” que decía el viejo Levine. Un número rodeado de oscuridad. Uno al que puede salvar.
- Bola Ocho… ¡Es la dirección en la que me apuntaba Levine! ¡Tengo que encontrar a Butch, descubrir quién los está matando… y por qué!
Continuará...
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Referencias:
1 .- En el anterior número, Daredevil #3
2 .- En el anterior número, Daredevil #3
3 .- Compartieron despacho a lo largo del volumen 1 de esta serie.
4 .- Ya conocimos de la señora Levine en el #2 de la actual serie regular
5 .- Los Fatboys son un grupo de jóvenes del barrio de Hell´s Kitchen que se hicieron muy habituales en la etapa de su creadora, Ann Nocenti, al frente de Daredevil en los años ochenta.
1 .- En el anterior número, Daredevil #3
2 .- En el anterior número, Daredevil #3
3 .- Compartieron despacho a lo largo del volumen 1 de esta serie.
4 .- Ya conocimos de la señora Levine en el #2 de la actual serie regular
5 .- Los Fatboys son un grupo de jóvenes del barrio de Hell´s Kitchen que se hicieron muy habituales en la etapa de su creadora, Ann Nocenti, al frente de Daredevil en los años ochenta.
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