Título: Nuevas maravillas. Autor: Roberto Barreiro Portada: Gabriel Hardman y Roberto Cruz Publicado en: Julio 2015 ¡El universo "Archivos A.L.S.T.R." se expande con la inclusión de nuevos personajes! ¿Qué emocionantes aventuras nos traerán? ¡Entra y descubrelo tú mismo!!! |
Fue en la hora más oscura del Hombre cuando surgieron los primeros super-héroes, patriotas disfrazados que simbolizaban nuestro ideal heroico y nos protegieron de los enemigos de la Nación. Estas son las historias de...
Creado por Roberto Barreiro
Pickman el Chacal Humano rió con sonoras carcajadas:
- ¡Jajajajaja….! ¡Una vez que el Orbe de Sarnath se active, las personas se convertirán en seres mitad humanas mitad chacales, y quedarán sujetos a mi poder!. ¡Y nada podrá impedir que sea el rey de todo el mundo…!
La voz, profunda y rotunda, interrumpió su discurso:
- Solo si yo lo permito.
Un relámpago rojo bajó del cielo para pararse frente a donde Pickman retenía a los prisioneros que éste pensaba sacrificar. Un hombre de traje rojo con un relámpago amarillo en medio del pecho y una corta capa se plantaba firmemente. Su cuerpo perfecto parecía salido de una estatua griega. Su cara demostraba inteligencia y resolución. Su sonrisa inspiraba una confianza a toda prueba. Todos los que estaban allí, amigos y enemigos, lo reconocieron al instante:
- ¡Capitán Marvel! – exclamaron los prisioneros, repentinamente esperanzados.
- ¡Maldito Queso Rojo! – siseó Pickman – No arruinarás de nuevo mis planes. Atrapadlo, mis ghules…
Los esbirros de Pickman, criaturas semihumanas, salvajes carroñeros de dientes y garras afiladas, se abalanzaron sobre el Capitán Marvel. Por un segundo pareció que la jauría dominaría con su cantidad al héroe… hasta que éste se los sacó de encima como si fueran moscas.
Mientras tanto, Pickman intentó comenzar el ritual y sacrificar a los prisioneros. Pero antes que pudiera hacerles algo a cualquiera de ellos, el Capitán Marvel estaba sobre él. Con un primer golpe de su puño, desarmó al villano. Con un segundo puñetazo, un certero gancho a la mandíbula, lo noqueó, dejándolo dormido. La policía lo encontraría todavía dormido cuando llegó para capturarlo.
Un par de minutos después, todos estaban libres y a salvo.
- ¡Hurra por el Capitán Marvel! – exclamaron todos los que habían sido capturados por Pickman - ¡Hurra…!
- … Y así termina otra fabulosa aventura del Capitán Marvel – dijo el locutor – una creación de Billy Batson para Radio Whiz, auspiciada por Ovaltine(1), la sabrosa bebida para todas las edades. ¡No dejen de tomar todos los días su Ovaltine y serán fuertes como el Capitán Marvel! La próxima semana, otro fabuloso capítulo de… las Aventuras del Capitán Marvel…
El letrero de “En el aire” se apagó. El programa había terminado. Varios se acercaron a felicitar a un adolescente que había seguido con cuidado la historia.
- ¡Billy, chico, tus historias son cada vez mejores! – dijo el actor que hacía la voz del capitán Marvel – Estás a un paso de volverte el próximo Orson Welles(2) …
- Gracias , señor Macmurray(3)- respondió sonrojado Billy Batson, un tanto sonrojado – Pues la verdad, hay que agradecerle en gran medida a que duermo bien y tengo sueños vívidos…
- ¿No me dirás que todo esto te los sueñas?
- Pues… sí. A veces, la parte más difícil es acordarme del sueño. Pero en general sale casi todo de ahí. Yo solo tengo que adaptar lo que pasa. Mis sueños no siempre son tan… bonitos y brillantes como las historias de la radio.
- ¿No me dirás que dices Shazam y te conviertes también en el Queso Rojo?
Una sonrisa medio triste apareció por un instante en la cara de Batson. Nadie se dio cuenta. Luego habló:
Solo en los sueños, señor Macmurray. Solo en mis sueños…
- ¡Jajajajaja….! ¡Una vez que el Orbe de Sarnath se active, las personas se convertirán en seres mitad humanas mitad chacales, y quedarán sujetos a mi poder!. ¡Y nada podrá impedir que sea el rey de todo el mundo…!
La voz, profunda y rotunda, interrumpió su discurso:
- Solo si yo lo permito.
Un relámpago rojo bajó del cielo para pararse frente a donde Pickman retenía a los prisioneros que éste pensaba sacrificar. Un hombre de traje rojo con un relámpago amarillo en medio del pecho y una corta capa se plantaba firmemente. Su cuerpo perfecto parecía salido de una estatua griega. Su cara demostraba inteligencia y resolución. Su sonrisa inspiraba una confianza a toda prueba. Todos los que estaban allí, amigos y enemigos, lo reconocieron al instante:
- ¡Capitán Marvel! – exclamaron los prisioneros, repentinamente esperanzados.
- ¡Maldito Queso Rojo! – siseó Pickman – No arruinarás de nuevo mis planes. Atrapadlo, mis ghules…
Los esbirros de Pickman, criaturas semihumanas, salvajes carroñeros de dientes y garras afiladas, se abalanzaron sobre el Capitán Marvel. Por un segundo pareció que la jauría dominaría con su cantidad al héroe… hasta que éste se los sacó de encima como si fueran moscas.
Mientras tanto, Pickman intentó comenzar el ritual y sacrificar a los prisioneros. Pero antes que pudiera hacerles algo a cualquiera de ellos, el Capitán Marvel estaba sobre él. Con un primer golpe de su puño, desarmó al villano. Con un segundo puñetazo, un certero gancho a la mandíbula, lo noqueó, dejándolo dormido. La policía lo encontraría todavía dormido cuando llegó para capturarlo.
Un par de minutos después, todos estaban libres y a salvo.
- ¡Hurra por el Capitán Marvel! – exclamaron todos los que habían sido capturados por Pickman - ¡Hurra…!
- … Y así termina otra fabulosa aventura del Capitán Marvel – dijo el locutor – una creación de Billy Batson para Radio Whiz, auspiciada por Ovaltine(1), la sabrosa bebida para todas las edades. ¡No dejen de tomar todos los días su Ovaltine y serán fuertes como el Capitán Marvel! La próxima semana, otro fabuloso capítulo de… las Aventuras del Capitán Marvel…
El letrero de “En el aire” se apagó. El programa había terminado. Varios se acercaron a felicitar a un adolescente que había seguido con cuidado la historia.
- ¡Billy, chico, tus historias son cada vez mejores! – dijo el actor que hacía la voz del capitán Marvel – Estás a un paso de volverte el próximo Orson Welles(2) …
- Gracias , señor Macmurray(3)- respondió sonrojado Billy Batson, un tanto sonrojado – Pues la verdad, hay que agradecerle en gran medida a que duermo bien y tengo sueños vívidos…
- ¿No me dirás que todo esto te los sueñas?
- Pues… sí. A veces, la parte más difícil es acordarme del sueño. Pero en general sale casi todo de ahí. Yo solo tengo que adaptar lo que pasa. Mis sueños no siempre son tan… bonitos y brillantes como las historias de la radio.
- ¿No me dirás que dices Shazam y te conviertes también en el Queso Rojo?
Una sonrisa medio triste apareció por un instante en la cara de Batson. Nadie se dio cuenta. Luego habló:
Solo en los sueños, señor Macmurray. Solo en mis sueños…
Nueva York se veía preciosa mientras Alan Scott la contemplaba desde el avión que lo traía de vuelta. El joven corresponsal volvía de pasar varios meses en China, ese país donde la guerra entre nativos y japoneses se había convertido en una carnicería que había convertido a Alemania en Europa hasta el momento en un conflicto relativamente educado. Todavía recordaba estremeciéndose algunas cosas que había visto hacer a los soldados japoneses con civiles. Pese a toda la retórica antisemita de Hitler (y todos los rumores que había sobre lo que estaba haciendo en los “ghettos” polacos)(4) nada podía compararse a la barbarie cotidiana que desataban los nipones en China.
Más en lo personal había sido una experiencia fructífera. Se había metido en medio de la situación, visto (y relatado) lo que los chinos hacían para resistir, marchado entre los guerrilleros comunistas de Mao Tse Tung(5) (unos tipos disciplinadísimos que lo habían impresionado por su abnegación a la causa), entrevistado a líderes guerrilleros como la mítica “Dragon Lady”, Lai Choi San(6)– el favor que tendría que hacerle a Pat Ryan(7) por conseguirle esa entrevista iba a ser enorme - , visto los chanchullos de los mandos del Kuo Ming Tang(8) en vivo y directo (a veces parecía que muchos de esos oficiales tenían de enemigos a sus soldados antes que a los japoneses, por como los explotaban) y explorado regiones de ese país en guerra que hacía años que no tenían cronistas. Todo esto le había dado el prestigio profesional suficiente para poder elegir entre tres o cuatro ofertas laborales. Probablemente aceptaría la de la radio WHIZ.
Pero no era lo único que traía.
Abrió su maleta de mano y contempló la lámpara verde. Era evidentemente antigua y estaba recubierta de jade. Para la aduana era una pieza comprada en Sinkiang(9) de la mano de los muchos comerciantes de la zona. El comerciante que le falsificó los papeles era un experto en hacer pasar antigüedades por duplicados modernos.
Pero era mucho más. Todavía recordaba el hallazgo de la lámpara y el anillo verde. Tenía una idea del poder que cargaban. Tenía bastante claro lo que podía hacer con ellos. Y lo que ellos podían hacer con él. Se sentía como el pescador de la historia de las Mil y una Noches, encontrando la botella que contenía un genio que, al abrirlo, le aseguró que mataría al que lo liberara. Y todavía no sabía si podría meter al genio en la botella antes que lo destrozara.
Había pensado seriamente en abandonar ambos artefactos. Pero su responsabilidad no lo permitía ¿Y si caía en manos del Ejército Imperial? ¿O lo conseguía algún señor de la guerra inescrupuloso (o sea básicamente la gran mayoría de ellos)? ¿O si le tocaba en suerte a algún corrupto administrador del Kuo Ming Tang? ¿O qué haría con ellos tipos tan fanáticos como los comunistas de Mao? ¿Hasta dónde llegaría cualquiera de ellos? Se acordó lo que el falsificador de los papeles había intentado la noche siguiente a entregárselos. Apareció con media docena de matones armados para sacarle ambos tesoros a la fuerza. Y recordó, estremeciéndose, como se defendieron el anillo y la lámpara cuando pidió ayuda mental para protegerse. “A veces no hay que pedir cosas porque se pueden cumplir” pensó con un estremecimiento. Por eso tenía ambas cosas con él: no creía que hubiera mejores manos que él por el momento. Ya vería como usarlas. O desactivarlas.
Acercó el anillo verde a la lámpara, casi sin darse cuenta. Hubo un ronroneo que solo él pudo sentir en su mente y vió un fulgor esmeralda que salía de ambas piezas. Y supo que, antes de lo que esperaba, debería usarlos.
Más en lo personal había sido una experiencia fructífera. Se había metido en medio de la situación, visto (y relatado) lo que los chinos hacían para resistir, marchado entre los guerrilleros comunistas de Mao Tse Tung(5) (unos tipos disciplinadísimos que lo habían impresionado por su abnegación a la causa), entrevistado a líderes guerrilleros como la mítica “Dragon Lady”, Lai Choi San(6)– el favor que tendría que hacerle a Pat Ryan(7) por conseguirle esa entrevista iba a ser enorme - , visto los chanchullos de los mandos del Kuo Ming Tang(8) en vivo y directo (a veces parecía que muchos de esos oficiales tenían de enemigos a sus soldados antes que a los japoneses, por como los explotaban) y explorado regiones de ese país en guerra que hacía años que no tenían cronistas. Todo esto le había dado el prestigio profesional suficiente para poder elegir entre tres o cuatro ofertas laborales. Probablemente aceptaría la de la radio WHIZ.
Pero no era lo único que traía.
Abrió su maleta de mano y contempló la lámpara verde. Era evidentemente antigua y estaba recubierta de jade. Para la aduana era una pieza comprada en Sinkiang(9) de la mano de los muchos comerciantes de la zona. El comerciante que le falsificó los papeles era un experto en hacer pasar antigüedades por duplicados modernos.
Pero era mucho más. Todavía recordaba el hallazgo de la lámpara y el anillo verde. Tenía una idea del poder que cargaban. Tenía bastante claro lo que podía hacer con ellos. Y lo que ellos podían hacer con él. Se sentía como el pescador de la historia de las Mil y una Noches, encontrando la botella que contenía un genio que, al abrirlo, le aseguró que mataría al que lo liberara. Y todavía no sabía si podría meter al genio en la botella antes que lo destrozara.
Había pensado seriamente en abandonar ambos artefactos. Pero su responsabilidad no lo permitía ¿Y si caía en manos del Ejército Imperial? ¿O lo conseguía algún señor de la guerra inescrupuloso (o sea básicamente la gran mayoría de ellos)? ¿O si le tocaba en suerte a algún corrupto administrador del Kuo Ming Tang? ¿O qué haría con ellos tipos tan fanáticos como los comunistas de Mao? ¿Hasta dónde llegaría cualquiera de ellos? Se acordó lo que el falsificador de los papeles había intentado la noche siguiente a entregárselos. Apareció con media docena de matones armados para sacarle ambos tesoros a la fuerza. Y recordó, estremeciéndose, como se defendieron el anillo y la lámpara cuando pidió ayuda mental para protegerse. “A veces no hay que pedir cosas porque se pueden cumplir” pensó con un estremecimiento. Por eso tenía ambas cosas con él: no creía que hubiera mejores manos que él por el momento. Ya vería como usarlas. O desactivarlas.
Acercó el anillo verde a la lámpara, casi sin darse cuenta. Hubo un ronroneo que solo él pudo sentir en su mente y vió un fulgor esmeralda que salía de ambas piezas. Y supo que, antes de lo que esperaba, debería usarlos.
Bishal Garjanaka sabía que había metido la pata hasta el fondo. El Cadillac del tío Tenzin había quedado para el arrastre luego de pegarle al camión de basura. Cadillac que había tomado sin permiso, solo para impresionar a Matilda Vanderbilt, que parecía que parecía interesada en él. Y eso era algo no tan fácil de que le ocurriera a Bishal en medio de los jóvenes de la alta sociedad neoyorquina. Podía ser el heredero de un reino asiático, podía ser el elegido de Buda en su tierra, listo para ir cuando tuviera la edad suficiente (y los japos se fueran de allí), podía ser criado en las mejores escuelas americanas desde niño, pero para la mayoría de sus compañeros seguía siendo un chino medio idiota. Por eso, que Matilda se fijara en él era algo que se convertía en algo que no podía arruinar. Y lo había arruinado. ¡Chico, cómo lo había arruinado!
Había despachado a Matilda en un taxi antes que la policía le cayera encima, llenándolo de preguntas. Cuando se aclaró todo, uno de ellos lo llevó a su casa en Central Park. Lo recibió Prajna, su nodriza, que le puso el grito en el cielo. Como siempre hacía la vieja Prajna: era propensa a la exageración, aunque su mordedura era menos fuerte que su ladrido. Pero ahora iba a tener que enfrentar a su tío. Y ahí sí que podía venir un mordisco de cuidado.
Entró al despacho del tío Tenzin. Se lo veía muy contrariado. Muuuy enojado
- ¿Se puede saber qué estabas haciendo con mi auto? – preguntó.
- Es que quería impresionar a Matilda Vanderbilt y… - fue lo único que llegó a decir antes de darse cuenta que había sido una muy mala idea decirlo.
- ¿Y te crees que esa es una excusa buena para destrozar un auto? No puedes ser más desconsiderado con todo. ¡Eres el elegido de Buda! ¡No puedes comportarte como un descerebrado! Debería molerte a azotes y luego…
Bishal supo que era el momento de aplicar lo que él llamaba su “encanto de emergencia”. Puso su mejor sonrisa compungida y dijo:
- Si, tío, lo lamento. Pero, por favor, no me castigues demasiado que no fue mi intención complicarte la vida…
Bishal vió cómo las facciones de su tío se calmaban y volvía a recobrar su típica compostura. Tenzin respiró profundamente dos veces y se calmó. Luego habló:
- Bueno, muchacho. Debería castigarte pero sé que no lo volverás a hacer. Porque no volverás a hacerlo, ¿no?
- Claro que no, tío. Tiene mi palabra. Nunca más – dijo Bishal y era sincero cuando lo decía. Esperaba no meter de nuevo así la pata.
- Bueno. Ahora vete y no hablemos más del tema.
Bishal salió aliviado de la oficina. Otra vez su genio protector lo salvaba. Porque estaba claro que si algo tenía era buena suerte: desde pequeño no importaba en qué lío se metiera, siempre parecía caer parado sin inconvenientes. Si fuera cristiano diría que lo protegía su ángel guardián. Pero él prefería creer que había un genio que lo cuidaba. De hecho soñó muchas veces con él, llevándolo a grupas por lugares sacados de El Ladrón de Bagdad(10) y rescatándolo de problemas todo el rato. Le encantaban esos sueños. Tenían toda la aventura de la que su vida cotidiana tan normada carecía.
Prajna se acercó a él.
- Te ha llamado la señorita Vanderbilt.
- ¿Y qué dijo?
- Me preguntó por tu apodo local. De hecho no sé por qué insistes en hacerte llamar “Johnny Thunder”, si ese no es tu nombre real
- Nana, no puedo llamarme Bishal en América. Johnny es mejor. Y Thunder es la traducción de mi apellido. Te lo expliqué no sé cuántas veces ya…
- Me sigue una tontería que no reconozcas tu linaje, que tan importante ha sido…
- Bueno ,si ,si… ¿Qué dijo la señorita Vanderbilt?
La Nana Prajna sacó un papel.
- Dijo textualmente: “Dígale la idiota de Johnny que no se le ocurra nunca más invitarme a ningún lado hasta que el Infierno se congele”
“Vaya” pensó Bishal, “parece que igual mi genio protector no me salva de señoritas enojadas…”
Había despachado a Matilda en un taxi antes que la policía le cayera encima, llenándolo de preguntas. Cuando se aclaró todo, uno de ellos lo llevó a su casa en Central Park. Lo recibió Prajna, su nodriza, que le puso el grito en el cielo. Como siempre hacía la vieja Prajna: era propensa a la exageración, aunque su mordedura era menos fuerte que su ladrido. Pero ahora iba a tener que enfrentar a su tío. Y ahí sí que podía venir un mordisco de cuidado.
Entró al despacho del tío Tenzin. Se lo veía muy contrariado. Muuuy enojado
- ¿Se puede saber qué estabas haciendo con mi auto? – preguntó.
- Es que quería impresionar a Matilda Vanderbilt y… - fue lo único que llegó a decir antes de darse cuenta que había sido una muy mala idea decirlo.
- ¿Y te crees que esa es una excusa buena para destrozar un auto? No puedes ser más desconsiderado con todo. ¡Eres el elegido de Buda! ¡No puedes comportarte como un descerebrado! Debería molerte a azotes y luego…
Bishal supo que era el momento de aplicar lo que él llamaba su “encanto de emergencia”. Puso su mejor sonrisa compungida y dijo:
- Si, tío, lo lamento. Pero, por favor, no me castigues demasiado que no fue mi intención complicarte la vida…
Bishal vió cómo las facciones de su tío se calmaban y volvía a recobrar su típica compostura. Tenzin respiró profundamente dos veces y se calmó. Luego habló:
- Bueno, muchacho. Debería castigarte pero sé que no lo volverás a hacer. Porque no volverás a hacerlo, ¿no?
- Claro que no, tío. Tiene mi palabra. Nunca más – dijo Bishal y era sincero cuando lo decía. Esperaba no meter de nuevo así la pata.
- Bueno. Ahora vete y no hablemos más del tema.
Bishal salió aliviado de la oficina. Otra vez su genio protector lo salvaba. Porque estaba claro que si algo tenía era buena suerte: desde pequeño no importaba en qué lío se metiera, siempre parecía caer parado sin inconvenientes. Si fuera cristiano diría que lo protegía su ángel guardián. Pero él prefería creer que había un genio que lo cuidaba. De hecho soñó muchas veces con él, llevándolo a grupas por lugares sacados de El Ladrón de Bagdad(10) y rescatándolo de problemas todo el rato. Le encantaban esos sueños. Tenían toda la aventura de la que su vida cotidiana tan normada carecía.
Prajna se acercó a él.
- Te ha llamado la señorita Vanderbilt.
- ¿Y qué dijo?
- Me preguntó por tu apodo local. De hecho no sé por qué insistes en hacerte llamar “Johnny Thunder”, si ese no es tu nombre real
- Nana, no puedo llamarme Bishal en América. Johnny es mejor. Y Thunder es la traducción de mi apellido. Te lo expliqué no sé cuántas veces ya…
- Me sigue una tontería que no reconozcas tu linaje, que tan importante ha sido…
- Bueno ,si ,si… ¿Qué dijo la señorita Vanderbilt?
La Nana Prajna sacó un papel.
- Dijo textualmente: “Dígale la idiota de Johnny que no se le ocurra nunca más invitarme a ningún lado hasta que el Infierno se congele”
“Vaya” pensó Bishal, “parece que igual mi genio protector no me salva de señoritas enojadas…”
Kent Nelson despertó gritando el nombre de su padre. Soñaba otra vez con el día en que había muerto. No recordaba más detalles. Había sido el día en que había muerto salvándolo en la excavación arqueológica que hacían en el desierto de Arabia.
No recordaba nada de ese día nefasto. Lo habían hallado, el único sobreviviente del desastre, aferrado al casco que, desde entonces (quince años después) lo acompañaba a todos lados. Nunca se supo que pasó exactamente. Oficialmente se atribuyó a un grupo de bandoleros del desierto, pero muchos del os hombres de la zona decían por lo bajo que era de esperar que algo así ocurriera si alguien intentaba excavar las ruinas malditas. Y las muecas de horror en los rostros de los muertos parecían darles la razón a los lugareños.
Eran las nueve de la mañana. Kent se vistió y se dirigió a la universidad Miskatonic. Su tesis doctoral sobre cultos preislámicos de Arabia y su persistencia en las tradiciones orientales necesitaba de investigación en la bien provista biblioteca de volúmenes incunables de la universidad. Hoy volvería a enfrentarse con la copia del Necronomicon de la universidad, un libro que lo fascinaba y repugnaba a la vez. Había costado horrores conseguir el permiso para leerlo. Era entendible. Leer sus páginas era como entrar a un mundo que, para aquel sin preparación, podía llevarlo a la locura.
Por suerte él había sido preparado. Por los mejores.
Abrió la puerta y allí estaba su maestro, con esa gabardina, su mechón blanco en el pelo renegrido y su perpetua seriedad. Parecía un detective privado como los que aparecían en las páginas de “Black Mask”(11). Y algo de eso había: tenía una oficina, una secretaria y resolvía crímenes. Pero generalmente no eran crímenes cometidos por gangsters. O siquiera por humanos.
- No esperaba verlo por aquí – comentó – pensé que estaba en Londres.
- Estuve hasta hace muy poco – respondió Anton Zarnak(12)– Y hubiera preferido no molestarlo, señor Nelson. Ya tienes bastante leyendo el Necronomicon para hacerte la vida más difícil. Pero venía a darte un aviso: hay algo enorme preparándose. No sé qué es, pero me lo vengo oliendo. Y esta ciudad de Arkham tiene la dichosa costumbre de atraer cosas que salen de la normalidad – dijo con una sonrisa irónica.
- Estaré atento a lo que aparezca, se lo prometo.
- Lo sé – dijo. Hizo una pausa y agregó: - lo digo porque estoy seguro que vas a ser clave para resolver lo que pase.
- Lo tendré en cuenta. Si sé de algo le avisaré…
- Bien… Ceo que eso es todo. Te dejo entonces. Que tengas un buen día…
Zarnak abrió una puerta, salió por ella y se fue. Nelson abrió la puerta inmediatamente después pero ya no quedaban rastros de su mentor. Ese truco le salía muy bien.
Nelson se vistió para ir a la biblioteca. A esa hora esperaba encontrar allí a Inza y disfrutar un café en su compañía antes de empezar la larga jornada de investigación. Esperaba que a la noche pudieran disfrutar un paseo tranquilo por el campus y…
“Llévame” le habló el casco.
Bueno, no fue exactamente hablar. Comunicarse telepáticamente no era lo mismo. Pero esa era lo sensación.
Abrió el closet de la habitación y sacó una caja de sombreros. Allí estaba, dorado, brillante, reluciente, el Yelmo de Nab’hu. Podía sentir su energía vibrar. Sabía lo que quería. Quería que Nelson se lo pusiera, que fueran uno. Y por eso mismo, Nelson lo evitaba. Nab’hu confundía fácilmente unidad con control perpetuo. Y si uno lo permitía o no estaba preparado, la locura era el resultado habitual de usar el casco.
“Llévame” repitió el Yelmo. “Vienen desde más allá de la desconocida Kadath, listos para traer al mundo las sombras más allá de las Tierras del Sueño, listos para alzar Irem. Llévame o todo muere” Raramente decía tanto. Estaba particularmente elocuente hoy.
Y elocuente justo después del aviso del maestro Zarnak. No era coincidencia.
Tomó un maletín, lo abrió y puso el yelmo dentro de él. Al momento de tomarlo con las manos, sintió como el yelmo lo forzaba a ponérselo. Lo resistió, como siempre hacía (algo que había aprendido con Zarnak) y lo puso en el maletín. Salió con él rumbo a la biblioteca.
La vió esperándolo en la puerta, con un gesto de impaciencia. Inza Cramer era una maniática de la puntualidad y así como no podía llegar tarde nunca, se ponía molesta si su cita llegaba dos minutos tarde. Y él estaba cinco minutos retrasado.
- Vaya, si es mi historiadora favorita – dijo Kent como saludo
- Vaya, si es mi impuntual novio favorito – le respondió con sorna.
- Si, disculpa… Me despertó el doctor Zarnak
- ¿Ha venido por ahí tu mentor? ¿Dónde está?
- Ya se ha ido. Fue… una visita relámpago.
- Ya. Estos investigadores de lo oculto taaaaan misteriosssssoooossss… - dijo Inza. Sabía de las investigaciones de su novio y le había ayudado a averiguar cosas. Y conocía a Zarnak en persona. Solo que la seriedad no era el fuerte de Inza. Algo que Kent agradecía: Inza era la persona que siempre estaba con los pies en la tierra, la que le decía que, por cada libro prohibido que leyera, por cada situación fuera de lo común que pudiera enfrentar, había también cosas mundanas que eran igual de importantes.
Ambos se sonrieron. Ese sol que veían en las pupilas del otro era tan claro, tan diáfano como el día. Kent sospechaba que a eso se le llamaba amor.
- Bueno, señorita Cramer ¿qué esperamos? Tenemos todo un día de revolver antiguos pergaminos amarillentos que llevar a cabo — dijo Kent con una sonrisa.
- Bueno pues espero que al mediodía haya algo interesante de comer en la cafetería de la universidad. Estoy harta de alimentarme de…
Los gritos interrumpieron lo que Inza iba a decir. Comenzó a salir gente corriendo del interior de la biblioteca, casi atropellándolos. Por varios minutos hubo una marejada de gente aterrorizada impidiéndoles pasar.
“ES HORA. DEBES USARME” le gritó casi el casco.
- Inza, tengo que entrar. Hay algo ahí dentro
- ¿Desde cuando tienes que ser un héroe, Kent?
- Desde que el Yelmo de Nab’hu me grita que me lo ponga – respondió Kent, mientras abría el maletín.
Inza miró el casco con asco
- Odio que lo uses. Te conviertes en… alguien que no eres tú
“¡ÚSAME! ¡NO PUEDES PERDER TIEMPO!” le gritaba el yelmo en la cabeza persistentemente.
- No puedo… me está gritando en mi cabeza de una manera que pocas veces lo he visto. Pocas veces… lo he sentido así.. - dijo jadeante Kent. Una mano ya iba levantando el casco
- Lo sé, si estoy viendo como te pone. ¡Resístelo, Kent…!
- No… Lo que esté ahí dentro, necesita que me enfrente a él con el yelmo puesto. Es mi destino…
Inza lo vio, tragó saliva y le dio un beso. Luego le dijo
- Pues adelante, Doctor Destino: haz lo que tengas que hacer. Pero vuelve pronto a mí.
- Gracias
Kent Nelson se puso el yelmo. Y Nab’hu abrió los ojos dentro de él.
Destino entró con paso seguro la puerta, avanzando sin mirar. Se dirigió hacia l sección de libros prohibidos. Lo que pasara, estaba ocurriendo allí.
Por la entrada de la sección de libros prohibidos se asomó una sombra. Y Destino escuchó escuchó la voz de Inza Cramer a sus espaldas, tomando aire mientras decía con un tono cercano al pánico:
- Esa sombra… NO HAY NADIE QUE ESTÉ GENERANOD ESA SOMBRA…
Y la sombra… miró en su dirección. No tenía ojos ni facciones, pero emanaba horror y locura por todos lados. El mal se podía sentir de lo profundo que era. Mentes sin entrenamiento podían enloquecer prontamente.
Mentes como la de Inza
Kent forzó a Nab’hu a girar. Inza estaba pálida, con los ojos al borde de la locura. Había poco tiempo para hacer algo antes que la sombra los atacara.
Destino hizo un gesto con su mano y dijo una palabra
- DUERME
Inza Cramer cerró los ojos.
Un instante después la sombra creció y envolvió a Destino.
Ni el frío del peor de los glaciares antárticos hubiera sido peor. Destino vió figuras que solo se perciben en los lugares más temibles de las pesadillas más atroces… y encontró a la pequeña criatura humana que estaba en la base de la sombra. Una figura pequeña, que ya no tenía salvación, atenazada por la locura. Una figura con señales tatuadas en la piel, signos cabalísticos que envolvían al hombre, fijándolo permanentemente a la sombra. Signos escritos en idiomas muertos desde el hundimiento de Atlantis. Solo había una manera para romper el hechizo
- ¡No! – dijo Kent Nelson, aun sabiendo la respuesta.
- NO HAY OPCION, LO SABES – dijo Nab’hu. NO había soberbia en su afirmación. Meramente la constatación de un hecho inevitable.
Destino hizo un gesto. Lenguas de luz salieron disparadas entre la sombra, cortándoles como queso. Llegaron a lo que quedaba del humano. Y en un movimiento veloz lo despellejaron completamente.
La sombra ceso instantáneamente. El hombre despellejado quiso por un instante gritar, pero no pudo. Y murió. Su cadáver quedó desparramado entre una pila de libros de geografía.
Kent Nelson hubiera querido vomitar. Hubiera sido una respuesta humana. Solo que en ese momento él no era humano.
Nab’hu entró en la sección de libros prohibidos. En el medio, sentado, se hallaba un hombre alto, rubio, de ojos azules, y de impecable musculatura. Se hallaba concentrado leyendo un tomo con mucha atención. Giró la cabeza con cuidado, casi molesto por la interrupción que recibía, sin importarle los cadáveres que había esparcidos a su alrededor. Destino podía percibir la poderosa aura que salía de él.
Solo dijo algo ininteligible y cinco sombras se dirigieron hacia Destino. Sombras más poderosas que la anterior. Y por un instante, Kent se halló abrumado por imágenes más allá del Universo, por un hombre convertido en sombra que huía permanentemente de los sabuesos de Tíndalos, por una ciudad en medio de las arenas donde su padre moría a manos de criaturas que no existen en la realidad, por monstruos aterrorizando Nueva york. Y una puerta que se habría para traer cosas que no debían aparecer en este universo. Por el puro y total caos de la existencia que indicaba nuestro insignificante lugar dentro de un universo en el que no pintamos nada para fuerzas mil veces superiores. Por…
- ¡Basta! – le dijo Nab’hu. – Destruyelos.
Kent reaccionó y se vió como un pequeño sol. Que empezaba a iluminar más y más, aniquilando las sombras a su paso con un fulgor que nadie podía ver.
Las sombras se habían desvanecido. Jadeante, Destino miró hacia donde estaba el hombre. Tampoco estaba. Pero no había sido destruido. Sabía que se había meramente ido.
Kent tomó el yelmo con sus manos y se lo sacó. Sintió de golpe todo lo que su cuerpo había sufrido en la batalla, los golpes el dolor, el cansancio. Y sintió ese agotamiento mental que le producía cada contacto con Nab’hu, esa enajenación espiritual que - no importaba cuanto practicara cuanto progresara – lo agobiaba tras un contacto prolongado, la sensación de nauseas mentales, de neuronas quemadas que le quedaban.
Exhausto, llegó ante Inza. Dormía plácidamente. En cualquier momento vendrían las personas y no quería dar explicaciones por ambos. Pese a su cansancio, conjuró un pequeño hechizo de ocultamiento y cargó lo mejor que pudo a Inza en sus brazos. Nadie los vería aunque pasaran al lado. No eran invisibles pero era como si lo fueran: todos los ignorarían por unos minutos.
Dejo a Inza en su habitación. Escribió una nota diciéndole que estaba todo bien que le contaría mañana pero que por ahora descansara.
Volvió a su habitación. Se tiró en la cama, agotado. Necesitaba descansar. Ya tendría tiempo de saber qué se venía encima con más exactitud…
Continuará
No recordaba nada de ese día nefasto. Lo habían hallado, el único sobreviviente del desastre, aferrado al casco que, desde entonces (quince años después) lo acompañaba a todos lados. Nunca se supo que pasó exactamente. Oficialmente se atribuyó a un grupo de bandoleros del desierto, pero muchos del os hombres de la zona decían por lo bajo que era de esperar que algo así ocurriera si alguien intentaba excavar las ruinas malditas. Y las muecas de horror en los rostros de los muertos parecían darles la razón a los lugareños.
Eran las nueve de la mañana. Kent se vistió y se dirigió a la universidad Miskatonic. Su tesis doctoral sobre cultos preislámicos de Arabia y su persistencia en las tradiciones orientales necesitaba de investigación en la bien provista biblioteca de volúmenes incunables de la universidad. Hoy volvería a enfrentarse con la copia del Necronomicon de la universidad, un libro que lo fascinaba y repugnaba a la vez. Había costado horrores conseguir el permiso para leerlo. Era entendible. Leer sus páginas era como entrar a un mundo que, para aquel sin preparación, podía llevarlo a la locura.
Por suerte él había sido preparado. Por los mejores.
Abrió la puerta y allí estaba su maestro, con esa gabardina, su mechón blanco en el pelo renegrido y su perpetua seriedad. Parecía un detective privado como los que aparecían en las páginas de “Black Mask”(11). Y algo de eso había: tenía una oficina, una secretaria y resolvía crímenes. Pero generalmente no eran crímenes cometidos por gangsters. O siquiera por humanos.
- No esperaba verlo por aquí – comentó – pensé que estaba en Londres.
- Estuve hasta hace muy poco – respondió Anton Zarnak(12)– Y hubiera preferido no molestarlo, señor Nelson. Ya tienes bastante leyendo el Necronomicon para hacerte la vida más difícil. Pero venía a darte un aviso: hay algo enorme preparándose. No sé qué es, pero me lo vengo oliendo. Y esta ciudad de Arkham tiene la dichosa costumbre de atraer cosas que salen de la normalidad – dijo con una sonrisa irónica.
- Estaré atento a lo que aparezca, se lo prometo.
- Lo sé – dijo. Hizo una pausa y agregó: - lo digo porque estoy seguro que vas a ser clave para resolver lo que pase.
- Lo tendré en cuenta. Si sé de algo le avisaré…
- Bien… Ceo que eso es todo. Te dejo entonces. Que tengas un buen día…
Zarnak abrió una puerta, salió por ella y se fue. Nelson abrió la puerta inmediatamente después pero ya no quedaban rastros de su mentor. Ese truco le salía muy bien.
Nelson se vistió para ir a la biblioteca. A esa hora esperaba encontrar allí a Inza y disfrutar un café en su compañía antes de empezar la larga jornada de investigación. Esperaba que a la noche pudieran disfrutar un paseo tranquilo por el campus y…
“Llévame” le habló el casco.
Bueno, no fue exactamente hablar. Comunicarse telepáticamente no era lo mismo. Pero esa era lo sensación.
Abrió el closet de la habitación y sacó una caja de sombreros. Allí estaba, dorado, brillante, reluciente, el Yelmo de Nab’hu. Podía sentir su energía vibrar. Sabía lo que quería. Quería que Nelson se lo pusiera, que fueran uno. Y por eso mismo, Nelson lo evitaba. Nab’hu confundía fácilmente unidad con control perpetuo. Y si uno lo permitía o no estaba preparado, la locura era el resultado habitual de usar el casco.
“Llévame” repitió el Yelmo. “Vienen desde más allá de la desconocida Kadath, listos para traer al mundo las sombras más allá de las Tierras del Sueño, listos para alzar Irem. Llévame o todo muere” Raramente decía tanto. Estaba particularmente elocuente hoy.
Y elocuente justo después del aviso del maestro Zarnak. No era coincidencia.
Tomó un maletín, lo abrió y puso el yelmo dentro de él. Al momento de tomarlo con las manos, sintió como el yelmo lo forzaba a ponérselo. Lo resistió, como siempre hacía (algo que había aprendido con Zarnak) y lo puso en el maletín. Salió con él rumbo a la biblioteca.
La vió esperándolo en la puerta, con un gesto de impaciencia. Inza Cramer era una maniática de la puntualidad y así como no podía llegar tarde nunca, se ponía molesta si su cita llegaba dos minutos tarde. Y él estaba cinco minutos retrasado.
- Vaya, si es mi historiadora favorita – dijo Kent como saludo
- Vaya, si es mi impuntual novio favorito – le respondió con sorna.
- Si, disculpa… Me despertó el doctor Zarnak
- ¿Ha venido por ahí tu mentor? ¿Dónde está?
- Ya se ha ido. Fue… una visita relámpago.
- Ya. Estos investigadores de lo oculto taaaaan misteriosssssoooossss… - dijo Inza. Sabía de las investigaciones de su novio y le había ayudado a averiguar cosas. Y conocía a Zarnak en persona. Solo que la seriedad no era el fuerte de Inza. Algo que Kent agradecía: Inza era la persona que siempre estaba con los pies en la tierra, la que le decía que, por cada libro prohibido que leyera, por cada situación fuera de lo común que pudiera enfrentar, había también cosas mundanas que eran igual de importantes.
Ambos se sonrieron. Ese sol que veían en las pupilas del otro era tan claro, tan diáfano como el día. Kent sospechaba que a eso se le llamaba amor.
- Bueno, señorita Cramer ¿qué esperamos? Tenemos todo un día de revolver antiguos pergaminos amarillentos que llevar a cabo — dijo Kent con una sonrisa.
- Bueno pues espero que al mediodía haya algo interesante de comer en la cafetería de la universidad. Estoy harta de alimentarme de…
Los gritos interrumpieron lo que Inza iba a decir. Comenzó a salir gente corriendo del interior de la biblioteca, casi atropellándolos. Por varios minutos hubo una marejada de gente aterrorizada impidiéndoles pasar.
“ES HORA. DEBES USARME” le gritó casi el casco.
- Inza, tengo que entrar. Hay algo ahí dentro
- ¿Desde cuando tienes que ser un héroe, Kent?
- Desde que el Yelmo de Nab’hu me grita que me lo ponga – respondió Kent, mientras abría el maletín.
Inza miró el casco con asco
- Odio que lo uses. Te conviertes en… alguien que no eres tú
“¡ÚSAME! ¡NO PUEDES PERDER TIEMPO!” le gritaba el yelmo en la cabeza persistentemente.
- No puedo… me está gritando en mi cabeza de una manera que pocas veces lo he visto. Pocas veces… lo he sentido así.. - dijo jadeante Kent. Una mano ya iba levantando el casco
- Lo sé, si estoy viendo como te pone. ¡Resístelo, Kent…!
- No… Lo que esté ahí dentro, necesita que me enfrente a él con el yelmo puesto. Es mi destino…
Inza lo vio, tragó saliva y le dio un beso. Luego le dijo
- Pues adelante, Doctor Destino: haz lo que tengas que hacer. Pero vuelve pronto a mí.
- Gracias
Kent Nelson se puso el yelmo. Y Nab’hu abrió los ojos dentro de él.
Destino entró con paso seguro la puerta, avanzando sin mirar. Se dirigió hacia l sección de libros prohibidos. Lo que pasara, estaba ocurriendo allí.
Por la entrada de la sección de libros prohibidos se asomó una sombra. Y Destino escuchó escuchó la voz de Inza Cramer a sus espaldas, tomando aire mientras decía con un tono cercano al pánico:
- Esa sombra… NO HAY NADIE QUE ESTÉ GENERANOD ESA SOMBRA…
Y la sombra… miró en su dirección. No tenía ojos ni facciones, pero emanaba horror y locura por todos lados. El mal se podía sentir de lo profundo que era. Mentes sin entrenamiento podían enloquecer prontamente.
Mentes como la de Inza
Kent forzó a Nab’hu a girar. Inza estaba pálida, con los ojos al borde de la locura. Había poco tiempo para hacer algo antes que la sombra los atacara.
Destino hizo un gesto con su mano y dijo una palabra
- DUERME
Inza Cramer cerró los ojos.
Un instante después la sombra creció y envolvió a Destino.
Ni el frío del peor de los glaciares antárticos hubiera sido peor. Destino vió figuras que solo se perciben en los lugares más temibles de las pesadillas más atroces… y encontró a la pequeña criatura humana que estaba en la base de la sombra. Una figura pequeña, que ya no tenía salvación, atenazada por la locura. Una figura con señales tatuadas en la piel, signos cabalísticos que envolvían al hombre, fijándolo permanentemente a la sombra. Signos escritos en idiomas muertos desde el hundimiento de Atlantis. Solo había una manera para romper el hechizo
- ¡No! – dijo Kent Nelson, aun sabiendo la respuesta.
- NO HAY OPCION, LO SABES – dijo Nab’hu. NO había soberbia en su afirmación. Meramente la constatación de un hecho inevitable.
Destino hizo un gesto. Lenguas de luz salieron disparadas entre la sombra, cortándoles como queso. Llegaron a lo que quedaba del humano. Y en un movimiento veloz lo despellejaron completamente.
La sombra ceso instantáneamente. El hombre despellejado quiso por un instante gritar, pero no pudo. Y murió. Su cadáver quedó desparramado entre una pila de libros de geografía.
Kent Nelson hubiera querido vomitar. Hubiera sido una respuesta humana. Solo que en ese momento él no era humano.
Nab’hu entró en la sección de libros prohibidos. En el medio, sentado, se hallaba un hombre alto, rubio, de ojos azules, y de impecable musculatura. Se hallaba concentrado leyendo un tomo con mucha atención. Giró la cabeza con cuidado, casi molesto por la interrupción que recibía, sin importarle los cadáveres que había esparcidos a su alrededor. Destino podía percibir la poderosa aura que salía de él.
Solo dijo algo ininteligible y cinco sombras se dirigieron hacia Destino. Sombras más poderosas que la anterior. Y por un instante, Kent se halló abrumado por imágenes más allá del Universo, por un hombre convertido en sombra que huía permanentemente de los sabuesos de Tíndalos, por una ciudad en medio de las arenas donde su padre moría a manos de criaturas que no existen en la realidad, por monstruos aterrorizando Nueva york. Y una puerta que se habría para traer cosas que no debían aparecer en este universo. Por el puro y total caos de la existencia que indicaba nuestro insignificante lugar dentro de un universo en el que no pintamos nada para fuerzas mil veces superiores. Por…
- ¡Basta! – le dijo Nab’hu. – Destruyelos.
Kent reaccionó y se vió como un pequeño sol. Que empezaba a iluminar más y más, aniquilando las sombras a su paso con un fulgor que nadie podía ver.
Las sombras se habían desvanecido. Jadeante, Destino miró hacia donde estaba el hombre. Tampoco estaba. Pero no había sido destruido. Sabía que se había meramente ido.
Kent tomó el yelmo con sus manos y se lo sacó. Sintió de golpe todo lo que su cuerpo había sufrido en la batalla, los golpes el dolor, el cansancio. Y sintió ese agotamiento mental que le producía cada contacto con Nab’hu, esa enajenación espiritual que - no importaba cuanto practicara cuanto progresara – lo agobiaba tras un contacto prolongado, la sensación de nauseas mentales, de neuronas quemadas que le quedaban.
Exhausto, llegó ante Inza. Dormía plácidamente. En cualquier momento vendrían las personas y no quería dar explicaciones por ambos. Pese a su cansancio, conjuró un pequeño hechizo de ocultamiento y cargó lo mejor que pudo a Inza en sus brazos. Nadie los vería aunque pasaran al lado. No eran invisibles pero era como si lo fueran: todos los ignorarían por unos minutos.
Dejo a Inza en su habitación. Escribió una nota diciéndole que estaba todo bien que le contaría mañana pero que por ahora descansara.
Volvió a su habitación. Se tiró en la cama, agotado. Necesitaba descansar. Ya tendría tiempo de saber qué se venía encima con más exactitud…
Continuará
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Referencias:
1 .- Ovaltine es una conocida marca de leche de malta en polvo saborizada conocida en Estados Unidos desde inicios del siglo XX. Durante la década de 1940, fue el auspiciante de las aventuras radiofónicas del Captain Midnight, personaje aventurero cuya versión en comic editaba la compañía Fawcett, que a su vez era por esos años la que hacía los comics del Captain Marvel. Como los auspiciadores comerciales eran algo esencial para que se mantuviera en el aire un programa radial, rizemos el rizo y hagamos a Ovaltine el auspiciante del programa radial de Shazam en este universo…
2 .- Orson Welles era considerado un niño prodigio de la radio. A los 23 años había dirigido su famosa adaptación radial de la Guerra de los Mundos. Es lógico que se considere al guionista adolescente Batson como un nuevo Welles.
3 .- Fred Macmurray (1908 – 1991) fue un actor de Hollywood de cierto éxito sin ser una superestrella. Se dice que las facciones originales del rostro del Capitán Marvel están basadas en el rostro de Macmurray. Si bien no se le conoce como actor radial en nuestor mundo, en el universo ALSTR es la voz del Capitán Marvel.
4 .- Cronológicamente esta historia ocurre en los primeros meses de 1941, con Estados unidos todavía sin mezclarse en la guerra. Hitler no había empezado su plan de exterminio final y básicamente estaba juntando en grandes ghettos a los judíos polacos, eliminando solo a los revoltosos. Para ese momento la opinión pública internacional (y especialmente la norteamericana) estaba más al tanto de las masacres que los japoneses hacían en China que lo que hacían los alemanes con los judíos.
5 .- Escribo Mao Tse Tung en vez de Mao Zedong porque en esta década la traducción habitual era la primera.
6 .- “Dragon lady”, antiheroína arquetipo de la “femme fatale”, era uno de los personajes más interesantes surgidos en la tira Terry and the Pirates, que MIlton Caniff escribiría entre 1934 y 1946 (y que continuaría George Wunder hasta 1973), un clásico de la historieta. ¿NO habéis leído Terry (o Steve Canyon la tira con la que seguiría Caniff tras dejar Terry)? Pues se están perdiendo una maravilla, muchachos.
7 .- Pat Ryan es otro de los personajes míticos de Terry and the Pirates. Ya , salgan a buscarla.
8 .- El Kuo Ming Tang , Partido Nacionalista Chino, era uno de los dos partidos chinos (los otros eran los comunistas de Mao) que se enfrentaban militarmente a los japoneses. Dirigdio en esos años por Chang Kai Shek, tenía apoyo del gobierno estadounidense, pero su terrible corrupción interna terminaría minando su poder popular ante los comunistas. Tras la expulsión del os japoneses en la guerra civil subsiguiente serían derrotasdos por los comunistas, que se quedaorn con la China continental. Shek se refugió en la isla de Taiwan. Desde allí sobrevivió a la derrota.
9 .- Sinkiang está en la región más occidental de China, lindando en esos años con Mongolia y las repúblicas asiáticas de la entonces URSS (Turkmenistan, Kazajstan, etc). Cruce de caminos, conexión entre la China, las estepas siberianas y el mundo islámico, por esa zona parecía ser el lugar de donde venía el mago que, en las Mil y Una Noches, buscaba la lámpara y el anillo que quería Aladino. Y por eso parece un lugar lógico para que Alan Scott encuentre lámpara y anillo. Porque... ¿debo sumarles dos y dos?
10 .- El Ladron de Bagdad es una película de 1940 producida por Alexander Korda y dirigida por Ludwig Berger, Michale Powell y Tim Whelan. Basada en los relatos de las Mil y Una noches, fue un éxito de taquilla en su momento además de ganar 3 Oscars. E hizo saltar a la fama a Sabú.
11.- Black Mask fue la revista pulp por excelencia en el género policial. Básicamente desde sus páginas se produjo el desarrollo de lo que se conoce como género negro. Autores como Dashiell Hammett, Erle Stanley Gardner y Raymond Chandler empezaron en sus páginas.
12 .- Anton Zarnak fue un misterioso detective de lo oculto creado por Lin Carter, cuyas historias contó en varios relatos. Zarnak reemplaza en mi universo al Doctor Occult
1 .- Ovaltine es una conocida marca de leche de malta en polvo saborizada conocida en Estados Unidos desde inicios del siglo XX. Durante la década de 1940, fue el auspiciante de las aventuras radiofónicas del Captain Midnight, personaje aventurero cuya versión en comic editaba la compañía Fawcett, que a su vez era por esos años la que hacía los comics del Captain Marvel. Como los auspiciadores comerciales eran algo esencial para que se mantuviera en el aire un programa radial, rizemos el rizo y hagamos a Ovaltine el auspiciante del programa radial de Shazam en este universo…
2 .- Orson Welles era considerado un niño prodigio de la radio. A los 23 años había dirigido su famosa adaptación radial de la Guerra de los Mundos. Es lógico que se considere al guionista adolescente Batson como un nuevo Welles.
3 .- Fred Macmurray (1908 – 1991) fue un actor de Hollywood de cierto éxito sin ser una superestrella. Se dice que las facciones originales del rostro del Capitán Marvel están basadas en el rostro de Macmurray. Si bien no se le conoce como actor radial en nuestor mundo, en el universo ALSTR es la voz del Capitán Marvel.
4 .- Cronológicamente esta historia ocurre en los primeros meses de 1941, con Estados unidos todavía sin mezclarse en la guerra. Hitler no había empezado su plan de exterminio final y básicamente estaba juntando en grandes ghettos a los judíos polacos, eliminando solo a los revoltosos. Para ese momento la opinión pública internacional (y especialmente la norteamericana) estaba más al tanto de las masacres que los japoneses hacían en China que lo que hacían los alemanes con los judíos.
5 .- Escribo Mao Tse Tung en vez de Mao Zedong porque en esta década la traducción habitual era la primera.
6 .- “Dragon lady”, antiheroína arquetipo de la “femme fatale”, era uno de los personajes más interesantes surgidos en la tira Terry and the Pirates, que MIlton Caniff escribiría entre 1934 y 1946 (y que continuaría George Wunder hasta 1973), un clásico de la historieta. ¿NO habéis leído Terry (o Steve Canyon la tira con la que seguiría Caniff tras dejar Terry)? Pues se están perdiendo una maravilla, muchachos.
7 .- Pat Ryan es otro de los personajes míticos de Terry and the Pirates. Ya , salgan a buscarla.
8 .- El Kuo Ming Tang , Partido Nacionalista Chino, era uno de los dos partidos chinos (los otros eran los comunistas de Mao) que se enfrentaban militarmente a los japoneses. Dirigdio en esos años por Chang Kai Shek, tenía apoyo del gobierno estadounidense, pero su terrible corrupción interna terminaría minando su poder popular ante los comunistas. Tras la expulsión del os japoneses en la guerra civil subsiguiente serían derrotasdos por los comunistas, que se quedaorn con la China continental. Shek se refugió en la isla de Taiwan. Desde allí sobrevivió a la derrota.
9 .- Sinkiang está en la región más occidental de China, lindando en esos años con Mongolia y las repúblicas asiáticas de la entonces URSS (Turkmenistan, Kazajstan, etc). Cruce de caminos, conexión entre la China, las estepas siberianas y el mundo islámico, por esa zona parecía ser el lugar de donde venía el mago que, en las Mil y Una Noches, buscaba la lámpara y el anillo que quería Aladino. Y por eso parece un lugar lógico para que Alan Scott encuentre lámpara y anillo. Porque... ¿debo sumarles dos y dos?
10 .- El Ladron de Bagdad es una película de 1940 producida por Alexander Korda y dirigida por Ludwig Berger, Michale Powell y Tim Whelan. Basada en los relatos de las Mil y Una noches, fue un éxito de taquilla en su momento además de ganar 3 Oscars. E hizo saltar a la fama a Sabú.
11.- Black Mask fue la revista pulp por excelencia en el género policial. Básicamente desde sus páginas se produjo el desarrollo de lo que se conoce como género negro. Autores como Dashiell Hammett, Erle Stanley Gardner y Raymond Chandler empezaron en sus páginas.
12 .- Anton Zarnak fue un misterioso detective de lo oculto creado por Lin Carter, cuyas historias contó en varios relatos. Zarnak reemplaza en mi universo al Doctor Occult
"El primero arco argumental del universo All Star de Roberto Barreiro fue genial. Ese gran pastiche con sentido y referencias, que son la mejor parte de la obra, a novelas pulps y zonas oscuras del género de superheroes y pulp (al menos para mi, ojo) capto mi atención y se merece todas las flores que pueda echarle. Estuvo bien construido y fue entretenido ver a personajes conocidos en otro contexto y con limitaciones.
ResponderEliminarEsta segunda parte, sigue siendo igual de interesante, amén de ahondar en un tópico que me encanta: la magia. Me ha dejado enganchado por la forma como ha presentado e introducido a nuevos personajes. Me ha planteado dudas que solo se resolverán leyendo. Ahora toca esperar. La portada esta genial de verdad Roberto se ha vuelto el amo de las composiciones."
Comentario publicado originalmente por el usuario "William Darkgates" con fecha 06/09/2015