Aquaman nº05

Título: La Corona de la Soberanía (III)
Autor: Guillermo Moreno
Portada: Patrick Gleason
Publicado en: Octubre 2015

Aquaman y el Amo del Océano pueden estar cerca de encontrar la Corona de la Sobernia... pero nadie deja un tesoro tan valioso sin protección. ¡Y su guardián seguro que no les pone las cosas nada fáciles!!
El mar es mi madre y mi padre. Asi que no importa dónde vaya en él pues estoy en mi hogar. Soy el rey de los siete mares. Esa es mi herencia. Esa es mi responsabilidad.  Yo soy
Creado por Mort Weisinger y Paul Norris

Resumen de lo publicado: Mientras Mera hacer frente a una invasión que amenaza al reino de Atlantis, Aquaman y el Amo del Océano continúan su viaje en busca de la Corona de la Sobernía, una antigua reliquia atlante que será necesaria para detener a la amenaza vatizinada por la diosa Anfititre. en el reino de Skartaris.


—¡Este recinto es sagrado, usted no debería estar aquí!— gritó con fuerza el guardia sharaiano a la figura que se acercaba. El aludido no se inmutó y mantuvo el paso. El soldado expandió sus aletas para cortarle el paso. El guardia se veía más grande lo que era, cosa típica en aquella especie, conocida también como hombres Mantarrayas. La figura se detuvo, observó con calma al soldado, como quien mira detenidamente un lienzo en la pared.

—Mi reino es de verdad hermoso, tan variado…— dijo el aludido, luego lanzó un sonoro suspiro y avanzó.

El soldado, celoso de su deber, se desplazó con velocidad dispuesto a ensartar al recién llegado. La lanza crujió y estalló hacia todas las direcciones, mientras que el sharaino chocaba contra un muro invisible.

— ¿Cómo es posible?— alcanzó articular antes de que el cuello se le torciera de una forma horrible. La figura sonrió y observó como el guardia moría lentamente.

—Es hora de reclamar lo que es mío— avanzó con calma, y un simple gesto de su mano abrió aquellas puertas de piedra y coral, mientras se internaba en lo que otrora fuese una gran caverna, ahora convertida en templo.


Skartaris

—Dame un momento.

— ¿Qué ocurre, hermanito? ¿Te ha derrotado una escalera? ¿Tienes sed?

—Quisiera recuperar el aliento, hasta yo tengo limites

— ¡Diantres! Tantos años y planes maquiavélicos, y viene a derrotarte una escalera. De haberlo sabido antes.

—Muy gracioso. Pero sé que tú estas agotado también, solo estas alardeando.

Orm sonrió de medio lado y se dejo caer en los escalones, lentamente levantó la vista al muro que tenía al lado para observar los bajorrelieves. Aquella demostración de arte arcaico atlante le contrajo un poco el corazón, también le abrumó un poco. Las escenas narraban las hazañas de una tripulación atlante que había partido en busca de nuevas tierras, que conocer y sobre todo conquistar. No pudo evitar pensar ¿Cómo habría sido el mundo si Atlantis no se hubiese hundido en el mar?

— ¿Orm?

—Dime.

— ¿Tu mapa y guía te dieron alguna idea de lo que estará guardando la corona?

—Negativo. ¿Tienes alguna idea?

—Algo muy peligroso, seguro— levantó la vista hacia el muro— Esta construcción es previa al hundimiento, pero está hecha para que solo accedan aquellos que sobrevivieron aquel evento.

— ¿Crees que quienes la hicieron previeron lo que pasaría?

—La lógica me dicta que si— De repente la imagen mental de Batman le vino a la mente. Seguro el Murciélago se habría percatado de ello no más al poner un pie en la construcción. Aquella estructura, hermosa y marfileña, se alzaba en medio de un lago; no había tierra alrededor, ni puerta alguna al nivel de las aguas. La única forma de acceder era sumergiéndose y nadando hasta dar con una abertura, muy bien escondida, en la base rocosa de la construcción.

—No te des mala vida por eso.

—No sé.

—Te confieso que a mí me preocupa más la ausencia de obstáculo— Orm recordó cómo habían llegado allí; que una vez recorrieron el laberinto sumergido, dieron con una salida, que los llevo a una alberca y de allí a una sala que conectaba con otros pasillos a un almacén, un comedor y un dormitorio. Después de recorrer aquellas piezas, dieron con la puerta que los llevo a gigantesca escalera de caracol en la cual se encontraban.

—Por eso quisiera saber que nos espera en la punta.

—Lo que sea, podremos con ello— Orm se puso de pie apoyándose en su tridente— Al fin y al cabo, tu eres Aquaman, Señor de los Siete Mares. Y, yo tu némesis el Amo del Océano.

De una forma u otra, las palabras de Orm le dieron los ánimos suficientes al héroe para ponerse de pie. Sintió una mezcla de orgullo y miedo, dada la actitud que está asumiendo su hermano. Pero hasta cierto punto tenía razón.

—¿Orm?

—Dime

— ¿En que nos equivocamos?

—Cállate y sigue caminando, antes de que me retracte de lo que dije.


Poseidonis

Reino de Atlantis

—No, esa es la decisión que este parlamento ha tomado— Aquellas palabras resonaron en la sala del consejo y cayeron como rocas en los oídos de Vulko.

—Pero…

—Entendemos su rol como representante de la corona, sabio Vulko. Pero las restantes fuerzas de Atlantis no se moverán un ápice.

— ¿Acaso se ha vuelto loco?— replicó otro parlamentario.

—Sí, se ha vuelto loco. Mira que tratar de mover a los ejércitos cuando hay temblores.

—Hay que apaciguar a la población— replicó aquel parlamentario que fungía como voz cantante del cuerpo legislativo— Esos temblores…

—Son el resultado de fuerzas enemigas— le atajó Vulko, algo exasperado por los comentarios— ¿Acaso no recuerda que hace semanas los temblores y un charlatán precedieron la aparición de aquella abominación marina(1)?

—Si…

—Y, supongo que recuerdan que la derrotamos con dificultad— continuó un, cada vez más molesto, Vulko— No sólo por los poderes de la bestia sino porque no estábamos preparados.

—Entiendo….

—No pido que movilice el ejército. Sé que el Capitán y las figuras más destacadas de la ciudad la han dejado para hacerle frente a unas amenazas— hizo una pausa dramática— amenaza que inició con un temblor, sino que se tengan a las fuerzas en Estado de Alerta.

— ¿Cómo podemos confiar en que ese Estado de Alerta no va a pasar a algo mayor?

—No deseo la corona— replicó con furia el sabio, a su mente vinieron las últimas palabras que le dijo a la Reina cuando esta decidió dejarlo como regente— Sólo quiero que Atlantis este presta al combate.

—No daremos nuestro brazo a torcer— replicó el portavoz, mientras se disponía a dejar la sala— pero le diré que, si la nobleza quiere armar una milicia, nos haremos de la vista gorda.

La deserción del portavoz fue seguida por el resto de los parlamentarios. Vulko no objetó o dijo nada; sólo se quedó en aquella sala, hasta que la oscuridad cayó, rumiando su amargura y desdicha. En su mente solo había una interrogante: ¿Ahora qué hago?


Skartaris

Las proporciones de aquella sala eran de verdad exageradas; y mientras evocaba como se veía la torre desde afuera, Aquaman llegó a la conclusión de que esta sala era más grande por dentro que por fuera. Es más, si aquella punta tuviese en el exterior, un tamaño acorde con la sala interna, se habría ido de lado.

—Es hermosa— replicó el Amo del Océano mientras recorría el lugar con la vista, deleitándose en las columnas, las estatus, los tesoros regados y los relieves. Hasta que algo llamo su atención.

En el centro de la sala vieron una especie de atrio, sobre este un cojín, y allí una delicada diadema de plata con una gema azul en el centro. No había duda alguna, aquella era la corona que estaban buscando.

— ¿Qué haremos?

—Esto me recuerda a una película que vi en mi infancia— Arthur miró en todas direcciones con receló, esperando ver, tal vez, el contorno de una gigantesca esfera de piedra(2). El Amo del Océano gruñó y, acto seguido, tomó un montón de monedas de un montículo, antes de que Arthur pudiese gritarle que no hiciese nada.

—Tu tomas la corona y yo coloco esta cantidad de monedas, deben pesar lo mismo.

— ¿Cómo lo sabes?

—Lo sopese

—Únicamente con tu vista

—Y el sentido común

—Que es el menos común de los sentidos

—En efecto

—Sigue sin gustarme

—Orin, no me importa si te gusta o no, debemos tomar la corona

—Aquí hay truco

“Gato encerrado”, se dice en la superficie.

—Como sea.

—No tenemos salida— El tono de Orm subió— Si no lo haré todo yo, no tengo problemas. Lo único que lamento es que quedaras como una gallina

—Yo…

—Gallina— le atajo Orm, mientras comenzaba a cacarear.

Por alguna extraña razón, la cual Arthur no alcanzaría a recordar después, la actitud de Orm le molestó sobremanera. Gruñendo por lo bajo tomo la corona con rapidez. El antiguo villano, consciente de que había logrado lo que deseaba colocó las monedas al mismo instante que su hermano recogía la diadema.

—Viste, no pasó nada. No fue tan difícil.

De repente comenzó a temblar.

— ¿Decías?


Poseidonis. Reino de Atlantis

Tembló, como era de esperarse, tembló. Aun así, la mayoría de los nobles se negaron a desplegar una milicia. Vulko, desesperado, comenzó realizar varios contactos; su puesto como consejero y ahora regente(3), le estaban siendo de utilidad. Volvió a temblar, aquello permitió que algunos se sumaran a su causa, y que nobles de baja cuantía cedieran.

Al poco tiempo llegó más gente desde las afuera del reino. Con ellas los temores del consejero se confirmaron. El parlamento se negó a reunirse. En vez de ello los miembros más preeminentes se acuartelaron en sus hogares.

Volvió a temblar. La milicia de Vulko se expandió, en poco tiempo tenía un cuerpo grande y cohesionado, pero no disciplinado. Cuando el terremoto se hizo más fuerte, la ciudad lo soportó, pero el sabio tuvo que hacerle frente a la presión y al caos. Poseidonis se estaba transformando una olla de presión y Vulko no sabía qué hacer.

— ¿Perder la ciudad, o perder la corona?

Prefiero perder la corona, a que el reino de Atlantis y su pueblo desaparezca— casi podía escuchar a su rey diciendo eso.

—Está bien, hijo mío— dijo en voz alta Vulko— Saldré a hacerle frente a lo que venga. Luego arreglaremos el problema de la nobleza. Cuando tú estés aquí pondrás fin a esta intriga.

Salió de la sala de consejo, buscó a los nobles que designo como sus comandantes y le ordenó preparar todo. La milicia de Poseidonis saldría a hacerle frente al enemigo.


Skartaris

Surgió de la nada, era como un gran tentáculo negro. Alcanzó a Orm y lo estampó contra un muro. Por su parte, Orin lo vio venir, saltó hacia un lado, sin soltar la bendita corona y evitó el golpe. De repente, la negrura al fondo del salón se concentró. Con gran rapidez fue tomando forma y fue creciendo, hasta tomar el aspecto de un hombre, de un gigante totalmente negro con cientos de brazos y unos ojos rojos como las flamas del mismo infierno. Quien hubiese visto a esa criatura, habría pensado en la estatua de los dioses hindúes con sus cientos y miles de brazos, pero en realidad estaría frente a algo más occidental. Estarían frente a un temible hecatónquiros(4).

El Hecatónquiros
La criatura avanzó unos pasos haciendo temblar toda la sala; sus brazos se movían a gran velocidad, sin control. Acto seguido atacó Aquaman. Guiado por los años de práctica, el héroe rubio se movió como propulsado por resortes y sin pensarlos, observó que los brazos de la criatura se estiraban; el hecatónquiros apenas se movía. No pudo evitar recordar un antiguo compañero de la Liga: Plastic man(5).

Consciente de que el alcance de su enemigo parecía no tener límite, Arthur consideró que la mejor estrategia era moverse, no darle tiempo a su enemigo para pensar, y una vez confundido atacar.

El Amo del Océano despejó su cabeza después del golpe y se dedicó a observar la danza que Aquaman estaba llevando a cabo con el monstruo. Aquella criatura los debió de haber visto durante un buen rato, hasta que decidió actuar. Al final, Orm decidió que haría lo mismo.

Aquaman parecía más un mono rubio que el señor de los siete mares, pues saltaba de un lado a otro esquivando los brazos del monstruo. En poco tiempo descubrió el patrón de ataque de la bestia y, al cabo de un rato, pudo predecir todos sus movimientos, lo que le permitió subir, a gran velocidad, por uno de los brazos hasta el rostro, donde le conecto una patada con toda su fuerza. El golpe resonó por toda la sala, tanto que hizo que las paredes se agrietaran. El monstruo pedio el equilibrio y trastabillo, mientras que Aquaman realizaba en el aire una pirueta. A Orm le vino a la mente la imagen de un clavadista. También supo que aquella era su oportunidad.

—Es nuestro turno— dijo el Amo del Océano mientras miraba con detalle su tridente. Recordó que aquel objeto lo había intercambiado por su alma. Se lo había entregado la entidad llamada Nerón. Aquel tridente tenía varios poderes, siendo el más fabuloso la capacidad de descargar un rayo energético. Se concentró en el artilugio y la hazaña que deseaba llevar a cabo y sintió como las energías se acumulaba. La sensación distaba de ser placentera; en realidad era opresora, molesta… nauseabunda.

Cuando la energía estuvo lista, apuntó y con un grito la liberó. Se sintió muy bien, como se eructa o te liberas de un gran dolor. La descarga de energía voló a gran velocidad, de un color purpura, impregnando el aire con un olor parecido al del ozono. Impactó al hecatónquiro en la base del cuello, aumentando la velocidad de su caída.

El platanazo, porque eso no tenia, ni merecía otro nombre; hizo que la sala temblara y se resintiera. Las grietas se incrementaron, y por alguna extraña razón el edifico comenzó a temblar. Arthur descendió con gracia y después de unos segundos se puso de píe.

— ¿Qué ha sido eso?

—Mi As bajo la manga

—Tardaste mucho— el suelo tembló de nuevo.

—Sera mejor que salgamos de aquí.

— ¿Le diste muerte?— La pregunta del áureo rey se respondió por sí sola, cuando el gigante comenzó a aullar de dolor mientras trataba de ponerse de pie. Orm no le dio oportunidad al monstruo para que se reincorporara. Rápidamente concentró toda la energía que pudo, minando las pocas reservas que le quedaban, y sin mediar palabra disparó a las rodillas del ser.

El hecatónquiro aulló con fuerza cuando la energía le alcanzó. Esta vez la energía era acicateada por el desespero y la malevolencia de Orm, así que terminó siendo más destructiva, pues la articulación estalló en un festín de sangre y esquirlas de hueso. Por su parte, el autoproclamado regente del Océano, perdió la conciencia.

— ¡Maldito seas, Orm!— le imprecó Aquaman, mientras levantaba a su hermano del suelo y, como si fuese un costal de patatas, se lo echaba al hombro.


Poseidonis. Reino de Atlantis

La milicia de Vulko no tardó mucho en dar con la gigantesca barracuda que se dirigía, como lo había hecho su predecesora, a la ciudad. Las fuerzas menos numerosas y preparadas que el ejército del Rey aquel día, le plantaron cara. Las bajas estaban resultando mayores, pero los milicianos estaban, por alguna razón, decididos, y lograron frenar al monstruo.

Ambos bandos, de repente, se estancaron en una lucha. Ni la bestia avanzaba, ni las fuerzas de Vulko lograban darle muerte, y este último se estaba desesperando cada vez más.

— ¿Qué hacemos su excelencia?— le preguntó un miliciano preocupado.

El sabio comenzó a considerar las opciones de las que disponía. Una de ella era retirarse, la otra era luchar hasta el final. La última era drástica, pero la primera pondría en peligro a toda la ciudad. ¿Qué valía más la vida de los milicianos o de los miles de ciudadanos de Poseidonis? Se preparaba para decantar por la última opción, cuando el mar se vio saturado por una luz purpura.

La barracuda rugió. Al parecer algo le estaba causando un dolor sin igual. Al cabo de unos segundos, Vulko sintió como la temperatura aumentaba y el agua se agitaba a su alrededor. Cuando la luz disminuyó observó como dos columnas de agua impactaban en la bestia. La abominación trató de huir, pero los destellos purpuras volvieron a surgir de la nada. Una y otra vez, acompañado con aquella tromba de agua hirviendo. En poco tiempo la criatura lanzó un agónico grito de dolor que heló la sangre del consejero real.

Los milicianos habían huido en desbandada, y el se había quedado sembrado en el suelo. Pudo sentir el temblor del impacto del monstruo contra el lecho marino. Maldición, llego a mascullar, pensando que su hora había llegado. Cuando todo se calmó sintió una mano sobre el hombro.

—Maestro Vulko— le dijo una voz que se le antojo conocida— Póngase de píe.

Cumplió la orden con cautela, frente a él estaba un chico de piel blanca, cabellos negros y ojos lila.

— ¡Garth(6)! ¿Eres tú?

El chico se limitó a sonreír.

—Vamos a la ciudad, a poner orden— agregó el chicuelo lleno de pasión y con una sonrisa aún más grande.

Continuará


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Referencias:
1 .- Ver Aquaman #01
2 .- Aquí se hace referencia a la mítica escena de introducción de En busca del Arca Perdida, cuando Indy corre ante una gran piedra después de robar un ídolo
3 .- Como vimos en números anteriores, tanto Aquaman como Mera (el rey y su consorte) no se encuentran en este momento en la ciudad, por lo que Vulko actuaría como regente con carácter interino
4 .- En la mitología griega, los Hecatónquiros o Hecatónqueros (en griego, Έκατόνχειρες Hekatonkheires o Έκατόνταχειρας Hekatontakheiras: ‘los de cien manos’), conocidos también como Centimanos (del latín Centimani), eran gigantes con 100 brazos y 50 cabezas, hijos de Gea y Urano.
5 .- De hecho, Aquaman ha sido compañero de dos héroes con poderes elásticos: el citado Plastic man (Patrick "Eel" O'Bryan, creado en 1941 por Jack Cole) y El hombre Elástico (Ralph Dibny, creado por John Broome y Carmine Infantino en 1960) De hecho, ha sido más tiempo compañero del segundo que del primero (durante gran parte de la conocida como Silver Age), pero es la etapa de Grant Morrison en la Liga la más conocida en el fandom
6 .- Garth fue el primer “ayudante” de Aquaman, el joven titán conocido como Aqualad. Del mismo modo que Nightwing, consiguió “crecer” más allá de la sombra de su maestro bajo la identidad de Tempest.

1 comentario:

  1. Y la historia da un nuevo paso adelante continuando las diferentes subtramas abiertas (aunque después del intenso número anterior en el que Mera brilló con luz propia, en este episodio, la soberana de Atlantis se ha ausentado).

    Efectivamente, un buen tratamiento de la relación filial de Aquaman y el Amo del Océano que está desarrollando Guillermo desde que inició su andadura en esta serie, buen tono aventurero a lo Indiana Jones con templos ocultos y amenazas de origen mitológico, y un interesante final con la adición de otro personaje secundario clásico de Aquaman que viene a sacar de una situación complicada al regente Vulko y Poseidonis.

    Despacito y con buena letra, el autor sigue estableciendo las bases de una elaborada macrohistoria, colocando sus piezas con cada nuevo número, que parecen dirigirnos no sólo a un impactante final, sino también hacia un nuevo (y bien definido) nuevo escenario para nuestro acuático protagonista.

    ¡Mola! :D

    Comentario publicado originalmente el 10/10/2015

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