Aquaman nº08

Título: La Corona de la Soberania (VI)
Autor: Guillermo Moreno
Portada: Ernesto Treviño
Publicado en: Diciembre 2016

El conflicto en el Mar de los Sargazos amenaza con enquistarse y solo Mera puede poner fin a esta batalla si quiere que Atlantis sobreviva!!!
El mar es mi madre y mi padre. Asi que no importa dónde vaya en él pues estoy en mi hogar. Soy el rey de los siete mares. Esa es mi herencia. Esa es mi responsabilidad. Yo soy
Creado por Mort Weisinger y Paul Norris

Resumen de lo publicado: Mientras Aquaman y el Amo del Oceáno estan en Skartaris buscando la Corona de la Soberania, en Atlantis los problemas no hacen más que complicarse. Los enfrentamientos contra los auritas en las fronteras del reino obligan a Mera a acudir alli a ocuparse de ellos mientras Tempest repele un salvaje ataque contra la capital Poseidonis.


En el ocaso de mi vida, no puedo evitar reflexionar como la guerra cambió. La aparición de seres excepcionales como mi Señor Orin y su Reina Mera. Quienes poseen dones excepcionales capaces de suplir el armamento arcano y científico más avanzado. Que son capaces de acabar, por su cuenta, con grandes ejércitos coloca a los estrategas en una diatriba difícil de resolver. En la actualidad, surgen más y más seres así. Tanto aquí como en la superficie. Para la suerte de Atlantis, ninguno se ha vuelto contra su pueblo y la corona, y muchos han seguido el ejemplo de nuestros reyes. Solo cabria preguntarse, si en la superficie ocurre lo mismo.

“Nadando al lado de los Grandes” Memorias del General Rondunn.


Mar de los Sargazos. Fronteras con el Reino de Atlantis

Mera, junto a su guardia y algunos nobles, observaba con calma un holograma del posible campo batalla, que se había diseñado con la información traída por los scouts. La reina, aun agotada tras la última hazaña estaba buscando el punto seguro de aproximarse a la depresión donde se habían instalado las últimas fuerzas aurati. Por la seguridad y la velocidad de la retira, era evidente para ella que se trataba del punto de origen de la invasión.

— ¿Bien?

—Mi señora— comenzó el oficial que hablaba por todos los capitanes de los sumergibles— nosotros hemos observado el terreno y consideramos que estos tres puntos son idóneos para el paso de los infantes, pero distan de serlo para las naves; puesto que podrían quedar atascada y en caso de retirada…

—No habrá retirada— le atajó un noble.

—Estos gusanos están en las ultimas y muy asustados— replicó otro.

—Cuando esta acorralada, la sardina más insignificante puede volverse todo un leviatán —recitó la Reina monocorde y cortante— ¿Cuál es el punto de cruce idóneo para los sumergibles?

En el mapa brillo un punto rojo que se encontraba diametralmente opuesto a los tres puntos señalados.

—Eso implicaría un rodeo muy grande— soltó el Capitán Rodunn

— ¿Con cuanto combustible contamos?

—Lo suficiente mi señora.

—Se perderán la batalla— soltó el primer noble— ¡que conveniente!

Mera lanzó un sonoro suspiro —Mi señor, sus fuerzas y uno de los sumergibles realizaran el rodeo— el noble altanero palideció ante las ordenes— serán nuestro refuerzo, cuando se de la señal atacaran. En caso de retirada deberán cubrirnos ¿Entendido?

—Pero….

— ¿Entendido?

—Sí, mi señora.

—Los otros sumergibles se quedaran en nuestra retaguardia, actuaran cuando sea conveniente. Mientras tanto darán respaldo logístico.

—Me parece muy bien, su alteza— replicó el representante de los capitanes.

—No deseo que a los sumergibles les ocurra nada— comenzó Mera antes de que el creciente murmullo se volviese un oleaje— pues estoy contando con ellos para volver rápidamente a Poseidonis. Creo que nuestros soldados se merecen un descanso.

Muchos nobles asintieron, y el oleaje de murmullos se calmó. Rodunn pudo ver como muchos de ellos cambiaban de expresión, y frases como “eso es muy razonable” “una medida muy lógica” comenzaban a aflorar por todos lados.

—Queda otra cuestión— soltó otro noble.

— ¿Cuál?— se adelantó Rodunn

— ¿Qué pasara con estas tierras?

—Se la quedaran los auratis supervivientes— le atajó la Reina.

— ¡Pero! Yo pensé.

—Que borraría a los auratis de la faz de los océanos— Mera sonrió, pero en sus ojos se veía el brillo de la ira— Amo a Atlantis y a su pueblo tanto como ustedes, o tal vez más. Pero en nombre de su seguridad no llevaré a cabo un genocidio. Prefiero levantarme todos los días a pelear, con mis manos desnudas, a cientos o miles de auratis, antes que llevarlos al borde de la extinción.

— ¿Qué haremos entonces, mi señora?

—Construiremos una fortaleza en un punto estratégico que nos permita monitorear al valle—. Mera se puso de pie— En fin, me retiro, mis señores. Debo prepararme para el próximo combate.


Poseidonis. Reino de Atlantis

El movimiento en Poseidonis era asombroso, o eso le parecía al Garth. Con aquel sacerdote muerto y la nobleza calmada, la ciudad había recuperado, hasta cierto punto, su rutina. Ahora el mercado principal volvía a estar activo, la cordialidad entre las diferentes especies se había establecido y mucho de los auratis refugiados habían desaparecido. Esto había permitido a Vulko y al joven Garth establecer un plan de mantenimiento y refuerzo de las defensas de la ciudad.

—Antes de la Tormenta

—Siempre hay calma, mi buen maestro— le atajó Garth con una sonrisa por el juego de palabras— ¿Qué sabe de la desaparición de los refugiados?

—Muy poco— respondió el científico— lo que sí puedo garantizar es que ningún oficial o ciudadano es responsable, es como si se hubiese esfumado. De verdad es inaudito.

—Sin duda— comenzó el joven— esta desaparición en masa me preocupa, no por lo que haya hecho el pueblo, sino porque coincide con una perturbación mística.

— ¿Cómo así? Los sensores no registran ningún aumento de energías inusuales.

—Es un aumento progresivo de la una energía sutil, muy sutil. Como un murmullo de fondo. Por eso tus “sensores de energías inusuales” no han captado nada.

— ¿Y usted si?

—Estoy en sintonía con ciertas fuerzas, y aun para mi es difícil precisarlas. Solo sé que está allí porque se siente como una opresión. Algo viene hacia acá.

—Yo espero que sea el Rey o la Reina.

—Yo también…. — Tempest no terminó de hablar, cuando un mensajero entró a toda velocidad, y sin anunciarse, a la sala donde estas figura estaban reunidas. Sin duda era urgente y antes de que hablara Garth sabía que era un heraldo de malas nuevas.


Mar de los Sargazos. Fronteras con el Reino de Atlantis

Tal como el refranero de la Reina profetizó, los auratis acorralados resultaron ser adversarios de temer. El paso, que se consideraba seguro, resulto un hueso duro de roer, pues los incursores habían preparado trampas y todas clases de jugarretas con la intención de reducir el número de los atlantes, pero por encima de eso con la finalidad de ganar tiempo.

Para cuanto las fuerzas atlantes entraron al valle, encontraron a estos en una especie de formación; cosa que hizo reír a muchos nobles, y le hizo ruido a la mente estratégica del Capitán. A pesar de su suspicacia, este no objetó la orden de ataque, pero sí dejó que los nobles tomasen la delantera. Estaban, sin duda, ahítos de fama y ansioso de resarcirse por lo hecho y dicho contra su majestad durante la campaña.

En cuestión de segundos, el valle se cubrió de rojo y café. Por todos lados se observaban cadáveres de soldados, pero la mayoría de ellos eran auratis. A pesar de estar acorralados, de volverse fieros, las sardinas no podían dejar de ser sardina.

— ¿Cómo ve la batalla?

—Favorable para nosotros, su majestad. A pesar de la fiereza aurati.

— ¿Cree que saquen su artillería pesada?

—No mi señora, creo que no tienen más barracudas.

—Eso espero, porque si estuviesen guardando una para el final, serán los nobles quien tendrán que hacerle frente.

— ¿Usted no piensa luchar?

—Reúne a tus mejores hombres, que no sean más de diez— Mera señaló un punto del Valle— los estaré esperando allí.

—Si mi señora.

—Rondunn…

—Le obedezco.

—Le daremos fin a esta Guerra de una vez por todas— el capitán atlante no pudo evitar sonreírle a su señora.


Poseidonis. Reino de Atlantis

—Son muchos mi señor.

—Allí tienes a los auratis, joven Tempest.

—Pero los siguen otras criaturas— atajó el soldado al lado del joven de ojo purpura.

—No contamos con suficientes fuerzas para hacerle frente— puntualizó Vulko— y las defensas no están en condiciones óptimas.

—Ya veo— replicó Garth, mientras que en su mente florecían las dudas. ¿Qué haría Aquaman en este punto? ¿Saldría a luchar? ¿Usaría otro recurso? Rápidamente la angustia surgió en su corazón. Comenzó a pensar en Dolphin y Cerdian y la angustia creció.

— ¿Qué haremos mi señor?

—Poner a pelear a la población, ni soñando— soltó Garth, sopeso unos segundos —dejaré de pensar como Orin y pensaré como Garth.

— ¿Perdón?

—Nada— replicó el joven— da la orden de que se alisten las milicias y las defensas. Que estén prestos a la batalla, pero que no se haga nada hasta que yo lo ordene.

—Sí, mi señor.

— ¿Qué harás?— inquirió Vulko.

—Tengo un as bajo la manga— dijo— o dicho de otra forma, un conjuro en la chistera—. Garth sonrió frente a la confusión de Vulko— algo de humor de la superficie.


Las milicias estuvieron prestas y las defensas a punto. Vulko se había atrevido a revisar en su almacén de cachivache, y sacó varios chismes que podrían darle una ventaja relativa. Aun así, según sus cálculos la ciudad estaba perdida frente a aquella vorágine que se advenía contra ellos con lentitud.

A medida que el tiempo pasaba, y las criaturas se acercaban, la esperanza menguaba, pues Tempest había desaparecido. Vulko se negó a pensar que el chico había huido, tal vez estaba haciendo la paz con los dioses o si mismo, antes de hacer frente a aquella nube. Conglomeración de seres que robaban la esperanza a medida que avanzaban.

El tiempo pasaba, nadaba a una velocidad vertiginosa. Ya daba todo por perdido, aun así había afinado sus chismes. En su mente revisaba que podían hacer. Cuando no pudo repasar más, pues sentía que la mesura se iría al demonio. Mientras que temo comenzaba a calar entre los miliciano, y el recuerdo de la revuelta previa florecía en su corazón, Vulko observó que una figura de rojo y negro, brillando de una forma extraña abandonaba la ciudad en dirección al enjambre. Supo que era Tempest, y no pudo evitar pensar que el joven estaba loco.


Mar de los Sargazos. Fronteras con el Reino de Atlantis

La batalla dio un vuelco.

Algo había pasado, de eso no había duda. Los aurati, que estaban luchando por luchar. Que cabalgaban una vana esperanza de hacer huir a los atlantes, cambiaron de actitud. Habían enloquecido, una extraña sed de sangre se apoderó de ellos. En pocos segundos los bríos y la cantidad de combatientes aumento. Tanto que los nobles, otrora fieros, estaban considerando retirarse.

Ya se alistaban para dejar el campo de batalla, cuando un soldado instruido por la reina activó la señal. Iluminó todo el valle. Lastimó los sensibles ojos de los aurati y los soldados atlantes que estaban sin casco; pero advirtió a las tropas que estaban del otro lado.

Alegres porque se presentaba su oportunidad de ganar gloria, dos sumergibles y un destacamento, bien nutrido y descansado, de infantes se internó en el Valle. Aquellas fuerzas avivaron la moral de los nobles que acariciaban la huida, y sin más dieron la vuelta.

Por su parte, las Sardinas, ahora convertidas en fieros leviatanes, lucharon con más fuerza. La idea de estar atrapados en una pinza, no les quito el sueño. Si los atlantes supieran, que le daba los redaños a los auratis, se lo habrían pensado mejor antes de lanzarse a la lucha con tanta alegría.


Mera lo sintió, especialmente cuando entró en los túneles… era una opresión que se sumaba al calor de las fumarolas. Era un pitido en los oídos que alentaba su violencia. Luego se percató de que afectaban s sus hombres; pero al igual que ella lo podían controlar. Cuando vieron a los primeros auratis, estos tenían un aspecto aun más fiero que aquellos que luchaban en la superficie, no solo supo que se estaban acercando a la cabeza de aquella serpiente. Sino que comenzó a comprender que fuerza estaban tras toda esta jugada.

Dejó que los hombres de Rodunn se lucieran, que lucharan por su reina. Había cierto sentido de caballerosidad, romanticismo, y estupidez en la naturaleza de cualquier hombre, respirara aire o agua. Un sentido, que a veces era conveniente corta de raíz, y que otras veces era mejor usar. En aquel momento, tenía dos ventajas: 1) levantaba la moral de sus hombres y 2) le permitían economizar fuerzas, pues sabía que la próxima lucha seria fuerte.

—Bienvenidos— les recibieron en perfecto atlante. Un hombre ataviado con ricos ropajes. Trajes que recordaban al clero de Poseidonis.

—Ahora todo tiene sentido, mi Reina.

—Mantened a raya a los Auratis, y evitad caer en las fumarolas.

—Sí, mi señora.

—Mera, Usurpadora— retomo el sacerdote a medida que se despojaba de sus ropajes— arrodíllate frente al Hierofante del verdadero Amo de los Océanos. Y os otorgara su misericordia.

— ¿Y quién es ese?

—Mi señor Posei… El Durmiente— replicó el sacerdote, ahora desnudo. Su atronadora voz, y la respuesta fueron sorpresivas aun para el sacerdote.

—Decídete— replicó Mera mientras que avanzaba hacia él a gran velocidad.

—La decisión está tomada.

Aquella respuesta le importó poco a la Reina, quien genero una esfera de Agua en una mano, mientras que creaba una espada de agua solida con la otra. Cuando estuvo cerca del hombre le lanzó un tajo con su arma, que este esquivo con facilidad. Pudo observar que sus ojos, se desencajaban y se tornaban carmín, a la par que sus miembros y rasgos tomaban otra forma y coloración. Mera arremetió de nuevo, y el hierofante esquivo de nuevo los golpes, a la par que culminaba su transformación.

—Eso debió doler— masculló la reina, mientras la criatura se detenía y se carcajeaba de ella. Si esperaba que eso la enfureciera, había desperdiciado energía y tiempo, pues Mera, pragmática y temible, le arrojó la esfera de agua dura, mientras generaba otra. Aquello, no lo vio venir y le impacto de lleno, cegándole. La siguiente lo alcanzó en el pecho y arrojó con fuerza contra un muro. El impacto se sintió a través de la cueva, y se notó en la actitud de los Auratis que salieron en defensa de su líder.

—Manténgalos lejos de esta pelea —ordenó Mera, mientras avanzaba hacia el líder de aquella tramoya. Hecha una furia, y con su espada el ristre, a Reina se lanzó con una estocada a profundidad que fue detenida, por aquel horroroso hibrido entre atlante y aurati.

—No será fácil.

—Difiero —Replicó la Reina, mientras que impactaba la cara del hierofante con otra esfera. El estallido, lanzó a Mera en la dirección opuesta e incrustó al Hierofante aun más contra el muro.

Rodunn salió al paso, y con sus hombres atajó, a la Reina a tiempo. Con sorpresa observaron como la figura incrustada, surgía del muro entre rugidos y cada vez más furiosa.

—Mantengan….

—Nada de eso… mi señora, ahora nos toca a nosotros— replicó el Capitán, y a su orden el resto de los soldados disparó una andanada de sus armas. En cuestión de segundos todo se oscureció, y al final, cuando el polvo cedió observaron como el hierofante flotaba en medio de rocas y sangre.

—Gracias— solo replicó Mera.


Poseidonis. Reino de Atlantis

Vulko, y la mayoría de los milicianos, estaban asombrados, pues Garth se encontraba en los límites de la ciudad, sentado en el suelo meditando. La idea de que el joven había enloquecido se rego más rápido que la marea roja, pero aun así nadie hizo nada. Por su parte, la horda se había detenido en seco, como si hubiese chocado contra un muro invisible. Así estuvieron durante unas cuantas horas, hasta que estos últimos retomaron la marcha. Cuando hicieron eso, no chocaron contra un muro solido, sino contra algo maleable, en un albo resplandor del cual surgían carbonizados. En cuestión de minutos, Tempest se vio rodeado por un osario.

—Hay esperanza— dijo un soldado.

—Siempre que uno de ellos— Vulko señaló a Tempest— este cerca, siempre la habrá. Aun así, preparaos para luchar. Ese muro mágico no durará mucho y no dejare morir al joven.

—Sí, mi señor. Nadie lo dejará morir.


Continuará...

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1 comentario:

  1. Leído el número tengo que reconocerte una cosa: cada vez el autor lleva mejor la tensión y el desarrollo de la acción. Llevar tantos años de experiencia escribiendo, tanto Action Tales como para otros sitios, se le notan un montón. Ha creado un número la mar de interesante, que te atrapa y no puedes dejar de leer hasta el final. Bravo!

    ¿Le buscamos un fallo? Quizás el número adolezca de un cliffhanger adecuado que te enganche para el número siguiente. Pero aún quedan muchas respuestas por dar (¿Quién es el Durmiente?) y aun tenemos a los dos hermanos (Aquaman y Amo del Océano) dando vueltas por Skartaris. Veremos como terminan ese viaje.

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