Motorista Fantasma y Kamen Black Rider nº09


Título: Capítulo 9
Autor: Luis Guillermo del Corral
Portada: Grafik
Publicado en: Diciembre 2016

"¡Aparece Puño de Hierro! El Arma Viviente entra en escena por sus propios misteriosos motivos. pero incluso su poder puede no ser suficiente cuando se enfrenten al Mutante Jaguar!"
Stan Lee y Action Tales presentan:

 


 
El Mutante Jaguar solo tuvo tiempo de ver una suela negra envuelta en una gaseosa luz roja. Lo que Puño de hierro vio fue un rápido, violento y asombroso prodigio.
 
Un humanoide negro, con algo de insecto, cruzó los nueve metros que le separaban de la otra criatura de un salto. Como una centella negra, su pie derecho envuelto en una luz de sanguíneo color en rumbo de colisión directo hacia aquel felino misterioso que caminaba y peleaba como una bestia.
 
 Cuando la patada voladora se estrelló contra el monstruo, este comenzó a tambalearse, como asaltado por unas irresistibles nauseas. Su atacante aún se desplazó dos metros más allá, cayendo a sus espaldas apoyado sobre una rodilla, el brazo extendido para no perder el equilibrio.
 
El cuerpo entero del jaguar humanoide comenzó a rezumar pesadas serpientes de luz y destellar como una bola de discoteca. En una fracción de segundo apenas, lanzas de luz emergieron de su cuerpo casi al tiempo que este estallaba con una silenciosa explosión y una demasiada espesa nube de humo. Todo lo que quedó como testimonio de la existencia de la criatura fue un pequeño punto ennegrecido y humeante en el suelo.
  Puño de Hierro vio cómo su salvador se erguía aun tiempo que se daba la vuelta, observándole a él. Era humanoide, sí, pero también tenía algo de insecto, comprobó de nuevo. Una especie de aura que era mezcla de varias cosas, como si estuviera reconstruido.
 
 
 -Soy Kamen Rider Black -respondió, tendiendo su mano-. ¿Necesitas que te lleven a un hospital?
 
 Bajo la máscara, Daniel Rand no supo que decir. El gesto y actitud de aquel luchador eran tan naturales que antes de que se diera cuenta, estaba correspondiendo a su ademan. Su apretón era firme y muy fuerte. Sobrehumano.
  -No, gracias -respondió de inmediato-. Me llamó Puño de Hierro. Si me das un momento...
El arma viviente respiró hondo y se concentró, dirigiendo su energía vital, su chi, a su castigado cuerpo. Los cortes que había sufrido escupieron un espeso hedor. En pocas horas estarían cerrados, si no sufría ningún percance.
 
 La aparición de Kamen Rider Black le convenció de lo contrario.
  -¡Fascinante! ¿Eres tú uno de los defensores de este mundo?
  -Si -respondió el artista marcial retirando la mano-. ¿Quién eres tú? ¿Sabes algo de lo que ocurre aquí?
  -Soy Kamen Rider Black. El Mutante Jaguar era un siervo de Neo Gorgom. Y a juzgar por lo que veo -paseó la vista sobre las decenas de armas expuestas-, se lo que buscaban. ¿Me ayudaras?
  -Antes me gustaría saber que... ¡POR TODOS LOS DIABLOS!
  El otro se volvió tratando de ver que había causado aquella muestra de espantado asombro. En el otro extremo de aquella sala del museo, había un gran arco semicircular que conducía a otras dependencias. Carecía de puerta y al otro lado se veía un gran pasillo flanqueado por enormes escudos y espadas a dos manos.
  Por la izquierda aparecieron corriendo media docena de ninjas con el símbolo de Neo-Gorgom en el pecho. Tras ellos, bramando amenazas de retribución, una figura de cráneo llameante que reconocieron al instante.
  Sin decir nada, el campeón de otro mundo y el arma viviente comenzaron una frenética carrera en pos del espíritu de la venganza. Los dos exclamaron a un tiempo:
 
 -¡Motorista Fantasma!



 
Cuando la cadena se estrió del todo, sus eslabones se separaron y salieron disparados contra el ninja que vigilaba la entrada de servicio en el callejón de la parte de atrás del museo. Machacaron sus brazos, escuchándose el crujir de los huesos al fracturarse por nueve sitios, del hombro a la muñeca. La pistola de shurikens que sostenía cayó al suelo en medio de un montón de colillas viejas y comidas por las ratas.
  -Todos los malvados sois iguales. Estáis locos -cogió la cabeza del lisiado entre sus manos. De las órbitas de su cráneo surgieron dos chorros de fuego infernal que se abalanzaron sobre los ojos del secuaz. En apenas un instante, la Mirada de Penitencia abrasó su alma, haciéndole sentir todo el dolor causado a otros, multiplicado por cien.
  >>Ahora dime. ¿Dónde está el resto de tu grupo?
  El otro no respondió. Permaneció encogido, en posición fetal, llorando aterrado e implorando clemencia. El Motorista fantasma no tuvo tiempo de empezar a frustrarse. La puerta que guardaba el caído se abrió de improviso, mostrando a seis ninjas vestidos como el que tenía a sus pies, llorando como un bebé, llamando a su madre.
  Por detrás del hombro de uno asomaba la empuñadura de la espada que Kamen Rider Black describiera. Durante poco más de un segundo, el grupo de secuaces y el espíritu de la venganza permanecieron paralizados por la relativa sorpresa.
 
 Al instante siguiente, el del cráneo llameante extendió la mano. Los eslabones se alejaron del cuerpo del caído, uniéndose de nuevo. La reformada cadena se enrolló, cruzada al hombro de su dueño. Los pesos en sus extremos se unieron con un seco golpe metálico.
  Como si aquel sonido fuera el pistoletazo de salida de una absurda competición atlética, los servidores de Birugenia corrieron de vuelta al interior del museo, perseguidos por un enemigo al que deseaban no haber encontrado. El Motorista Fantasma comenzó a perseguirles con la esperanza de recuperar el Birusable y evitar que cayera en manos de su líder.
  Algo debía de potenciar sus zancadas porque, aunque no le dejaban atrás, tampoco lograba alcanzarles. Se suponía que eran meros humanos, pero la potencia y velocidad de su carrera era inhumana.
  Atravesaron un almacén medio vacío en dirección a una puerta que lograron cerrar con violencia con apenas unos pasos de ventaja. Sin detenerse, su perseguidor embistió el obstáculo, que reventó en un trueno de madera, plástico y bisagras.
  Al otro lado había un amplio pasillo con paredes y suelo de mármol, iluminado casi en exceso por altas claraboyas. A los pocos metros, los muros comenzaron a mostrar espadas y escudos de gran tamaño. Al tiempo que pasaba junto a un arco que conducía a aquella sala, escuchó una exclamación a dos voces:
 
-¡Motorista Fantasma!
  No se volvió a mirar. Había reconocido ambas voces y se preguntó qué hacía allí el Inmortal Arma Viviente de K'Un L'Un. Sin volverse, masculló con una voz que sonaba como una caldera a punto de estallar:
  -Tienen algo que impide que les de alcance.
  -Ya lo he notado -jadeó Puño de Hierro-. ¿Qué hacemos?
  -¡KINGSTONE FLASH! -Una prolongada centella roja bañó el pasillo por delante, cubriendo de lleno a quienes trataban de alcanzar. Cuando la exposición acabó, un chillón humo escapó de los servidores de Birugenia.
  Su velocidad disminuyó de modo tan veloz, que los tres héroes casi les embistieron. Cada uno aprovechó las circunstancias a su espectacular manera.
 
 Puño de Hierro saltó, asestando sendos rodillazos a dos de los ninjas, que cayeron con un terrible crujido de sus mandíbulas. Al tiempo que caía, extendió una pierna, aplastando el costillar de un tercero.
 
El Motorista Fantasma agarró a uno por los hombros abrasando su alma con la Mirada de Penitencia. Le dejó caer, como si soltara algo sucio que quisiera lejos de si cuanto antes.
 
 Kamen Rider Black dejó  a uno sin sentido de un golpe con el canto de la mano. El otro tuvo tiempo de disparar su pistola de shurikens, rozándole el hombro., pero sin causar daño real.
 
Cuando logró derribarle, de inmediato le dio la vuelta, empuñando la espada que trataban de conseguir para su amo. La sostuvo en silencio, Volvió sus enormes ojos rojos de múltiples facetas hacia los dos héroes presentes. Su voz sonó llena de rabia.
 
 -¡Este Birusable es falso!


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