Iron Man nº12

Título: Sin Control (II)
Autor: Francesc Marí
Portada: Pako Domínguez
Publicado en: Abril 2017

Aunque sus armaduras han perdido el control, a Tony todavía le quedan amigos. La aparición de Máquina de Guerra ha conseguido salvarlo de la muerte, sobre todo cuando su fiel asistente, J.A.R.V.I.S., ha desaparecido y nadie es capaz de detener a las enloquecidas armaduras.
Un elegante millonario, playboy, extraordinario inventor y un poderoso industrial, es Tony Stark... Pero cuando se viste su metálica armadura, se convierte en la más poderosa máquina luchadora del mundo
Creado por Stan Lee, Larry Lieber, Don Heck y Jack Kirby


Al ver a su amigo y sin pensar en las consecuencias, Tony salió de su cobertura haciendo que miles de disparos cayeran sobre él.

—¡Estás loco!

Un sudoroso Tony volvió a ocultarse tras la pared.

—No, no. Ha sido un despiste.

—No era una pregunta.

—Muy gracioso.

—¿Dónde está J.A.R.V.I.S.? —preguntó Rhodes.

—No lo sé, hace rato que estoy intentando comunicarme con él, pero no hay manera. —Tony hizo una pausa y añadió—: Por cierto, ¿cómo has llegado tan rápido?

Rhodes iba a contestar pero media docena de armaduras se abalanzaron sobre él, obligándole a utilizar todo su arsenal sobre ellas.
Al escuchar como Rhodes destruía el trabajo de años, Tony no pudo evitar exclamar:

—¡Desactívalas, desactívalas!

A pesar de los disparos, Máquina de Guerra pudo oírlo:

—¿Qué crees que estoy haciendo?

—¡Destruirlas, maldita sea, eso es lo que haces, destruirlas!

—De nada —replicó Rhodey molesto, sin dejar de aplastar una armadura tras otra.

No es que Tony tuviera miedo de sus armaduras, pero sabía el poder que tenían, por lo que, a pesar de que Rhodes estaba en inferioridad numérica, no pudo más que ocultarse de nuevo tras la pared, cruzando los dedos para que Máquina de Guerra consiguiera acabar con las armaduras rebeldes sin convertirlas, necesariamente, todas en escombros.

—¿Dónde estás J.A.R.V.I.S? —preguntó Tony una vez más ansioso para salir y ayudar a su amigo en el combate.

Sin embargo, la inteligencia artificial siguió sin responder, Tony hubiera querido lamentarse por ello, pero no tuvo tiempo, una garra metálica atravesó la pared tras la que se escondía y lo cogió de un hombro. Tony soltó un alarido de dolor al sentir la presión sobre su espalda.
Sin poder hacer nada más que zarandearse como un pez que ha mordido el anzuelo, Tony vio como la armadura, concretamente la Mark 39 preparaba el propulsor de la mano derecha para freírle el cerebro. El zumbido de la carga energética cada vez iba a más, haciendo que Tony casi pudiera contar los segundos de vida que le quedaban.
Por suerte para Tony, y por desgracia de la Mark 39, un láser partió la armadura en dos, haciendo que Tony pudiera liberarse. Cuando la armadura estuvo en el suelo, sin dejar que pidiera clemencia, Rhodes remató el trabajo del láser aplastando los restos con una de sus botas.

—Deja de destruir mis armaduras, por favor —insistió Tony a la vez que se ponía a cubierta tras la armadura gris y negra de Máquina de Guerra.

—Si sigues así voy a irme y te dejaré aquí solo con tus juguetitos —replicó Rhodey sin dejar de disparar hacia las demás armaduras—. Por cierto, ¿cuántas tienes? —preguntó sin saber si quería descubrir la respuesta

—Demasiadas —respondió Tony pensando en otra cosa—. ¿Cómo es que tu armadura no se ha vuelto loca?

—Muy sencillo, porque Máquina de Guerra no está vinculada al sistema operativo de…

—¡J.A.R.V.I.S.! —exclamó Tony, y añadió—: ¡Eso es! Por eso no responde, han pirateado a J.A.R.V.I.S. para poder controlar las armaduras.

—¿Y qué propones?

—Debo llegar a una terminal del sistema operativo de su inteligencia artificial.

—¿Qué?

Tony puso los ojos en blanco.

—Hacia aquella pared, hay un panel —dijo señalando hacia una de las paredes más alejadas del salón de su ático.

Como pudieron, hombre y máquina fueron avanzando hacia su destino, pero el fuego de las armaduras de Iron Man era cada vez más intenso.

—Lo siento, Tony —dijo Rhodes deteniéndose.

—¿Qué sientes?

—No poder hacer esto sin acabar con todas las armaduras.

—¡Ah, no! Eso sí que no…

Sin embargo, Tony no pudo añadir más protestas, Máquina de Guerra lo agarró y lo lanzó hacia la única cobertura que quedaba, el bar, mientras él emprendía el vuelo para que las armaduras restantes lo siguieran hasta el centro de la sala. Y, sin más preámbulos, cuando todos los trajes de Iron Man se disponían a disparar, Máquina de Guerra activó la Gatling que tenía sobre el hombro y, girando sobre sí mismo, literalmente trituró las preciadas armaduras de Tony.
Por un segundo pareció que una extraña lluvia cayera en el interior del ático de Tony, pero este, en seguida, reconoció que eran los pedazos de sus armaduras que caían sobre el suelo después del devastador ataque de Rhodes.

—¡¿Pero en qué coño estabas pensando?! —estalló Tony saliendo de detrás del bar.

—¿En salvarte la vida, tal vez? ¿En que tu apartamento no se convirtiera en una carnicería?

—Buenos motivos, pero teníamos un plan —afirmó Tony.

—¿Trastear unos cables mientras un ejército de vete-a-saber-tú cuantas armaduras nos ataca con toda la artillería? —preguntó con ironía Rhodes posando los pies en el suelo del apartamento y abriendo la máscara de su casco.

—Bueno, sí… Pero era un plan, ¿o no?

—Tony, no me provoques que además de cargarme la cobertura de Iron Man acabaré con su relleno —le amenazó Máquina de Guerra.

Tony no quiso responder, en apenas unos minutos todas las armaduras que había creado desde que se había convertido en Iron Man habían sido destruidas por uno de sus mejores amigos.

—¿Algún herido? —preguntó Rhodes.

—No, todos han conseguido salir menos yo y… ¡Gwyneth!
En medio de tanta destrucción, Tony prácticamente había olvidado a su invitada, hasta que, súbitamente, la imagen de Gwyneth saltando por encima del bar le vino a la cabeza. Corrió hacia el lugar, en el que también se había escondido él, pero la tensión del momento le había impedido ver si había alguien más con él, descubriendo que la ingeniera estaba con la espalda apoyada contra las neveras, abrazada a su bolsa de mano y cerrando los ojos con fuerza.

—¿Estás bien? —preguntó Tony mirándola desde arriba.

Ella abrió los ojos y lo observó volviendo lentamente a la realidad.

—¿Todas tus fiestas acaban así? —preguntó esbozando una sonrisa temblorosa.

—Más o menos.

—Entonces no quiero perderme la de año nuevo —concluyó levantándose ayudada por la mano que

Tony le ofrecía.
El playboy no supo que responder, después de la situación en la que había metido a Reid, se esperaba cualquier cosa menos esa respuesta guasona.

—Creo… Creo que debo irme —añadió Gwyneth mirando el panorama de destrucción que la rodeaba y a sus dos acompañantes.

—No hace falta, Gwyneth, Rhodes ya se iba, ¿verdad? —preguntó Tony esperando una respuesta afirmativa, pero solo obtuvo una negativa con la cabeza de Rhodes y una mirada de desdén.

—Creo que tienes cosas más importantes, ya nos veremos otro día, ¿de acuerdo?

—Pero… —Tony iba a protestar, pero Gwyneth lo interrumpió.

—Tranquilo, te daré otra oportunidad, pero no hoy.

Se despidió de Rhodes con leve movimiento de cabeza que fue correspondido, y sin dejar que Tony añadiera nada más, Gwyneth salió por la puerta de emergencia.

—¿Cómo que no te vas? —le espetó Tony a su amigo.

—Pues como que tenemos que resolver todo esto y averiguar quién es capaz de piratear tu sistema y desactivar a J.A.R.V.I.S.

—Por cierto, ¿cómo has conseguido venir tan deprisa para sacarme las castañas del fuego?

—Por si no lo recuerdas, cuando estableciste los protocolos de seguridad, hiciste que si J.A.R.V.I.S. detectaba que estaba siendo pirateado sus sistema, se me enviaría automáticamente un mensaje de alerta.

Tony lo recordó de inmediato, era lo que tenía ser un genio, a veces cosas tan evidentes como esa desaparecían de la mente con mucha facilidad aún habiendo pensado en ellas en un principio.

—¿Qué hacemos para recuperar a J.A.R.V.I.S.? —preguntó Rhodey saliendo de su armadura a la vez que movía y se desentumecía los brazos después de la batalla.

Tony reaccionó al escuchar el nombre de su asistente electrónico, seguía desactivado. Se dirigió al panel al que tenía intención de acceder con anterioridad, y, tras abrir la puerta, conectó su móvil al sistema para hacer un diagnóstico. Tras unos segundos, simplemente dijo:

—Increíble.

—¿Qué es increíble? —preguntó Rhodey de pie tras él.

—Parece que han utilizado el mismo método que utilizaron con el cohete aquellos dos mendrugos de Whiplash y Dinamo. Ha sido un pirateo completamente analógico.

—Si no te molesta demasiado, dame la versión para los que no seamos genios —replicó James Rhodes sintiendo que empezaba a cansarse de que Tony siempre fuera varios pasos por delante.

—Hubiesen podido piratear a J.A.R.V.I.S. entrando en el sistema a través de la red, pero él los hubiera detenido. Algo parecido sucedió con el cohete, solo se podía piratear in situ. —Tony hizo una pausa—. Pues eso es exactamente lo que han hecho esta vez, en algún punto del cableado han pinchado y han hackeado el sistema a partir de ahí.

Rhodey siguió mirándolo con aire de que seguía perdiéndose la mitad de las cosas, así que Tony optó por ser directo.
—Intentaré hacer un escáner y buscar dónde han pinchado el cable, entonces sacamos el furtivo y, teóricamente, todo vuelve a la normalidad.

—¿Incluido J.A.R.V.I.S.? —preguntó Rhodes.

—Incluido J.A.R.V.I.S. —afirmó Tony.



Después de que Tony detectara una brecha en la pared exterior y Máquina Guerra volara hacia ella para extraer el furtivo, el billonario y el militar estaban reunidos en lo que quedaba del comedor de Tony, con la pequeña pieza de tecnología sobre el bar, esperando que el sistema se reiniciara.

—Siendo que eres tan brillante y todo eso, ¿por qué tu sistema operativo necesita reiniciarse cuando sucede algo? Ni que fuera un Windows Vista —preguntó Rhodes con malicia.

—No pienso responder a una pregunta tan estúpida —replicó Tony.

—El sistema ha sido restablecido con éxito. Hola, señor Stark. —La esperada voz de J.A.R.V.I.S. volvió a sonar por los altavoces del apartamento.

—Hola, querido amigo, ¿todo bien? —preguntó Tony.

—Si es una pregunta de cortesía, no me es necesario responder, ya que, como sabrá, el sistema ha sido restablecido con éxito —respondió con lo que parecía sorna el J.A.R.V.I.S.

—Si lo sé, no te enciendo —murmuró Tony entre dientes.

Pero J.A.R.V.I.S. todavía no había terminado:

—Si, en cambio, se refiere al estado de las instalaciones del apartamento desde que he sido desactivado, debo reconocer que son peores de lo que mi sistema ha diagnosticado cuando ha detectado la violación.

—¿Has detectado la brecha en la seguridad? ¿Por qué no has avisado? —preguntó alarmado Tony.

—J.A.R.V.I.S., en serio, me encanta tenerte de vuelta —Rhodes interrumpió la más que posible discusión—, sin embargo tenemos un poco de prisa, dudo que este ataque sea aislado, y nos gustaría saber quién está detrás de esto —concluyó señalando al pequeño objeto que había extraído de la pared externa

El sentimiento práctico del coronel Rhodes se hizo notar.

—Coronel, los primeros exámenes, realizados en estos pocos segundos —apuntó la inteligencia artificial como si quisiera demostrar su eficiencia—, me dicen que se trata de una pieza de un alto nivel tecnológico al abasto de unos pocos.

—Hasta ahí ya he llegado yo —añadió Tony, esperando mucho más de su asistente digital.

—¿Qué más puedes decirnos sobre ella, J.A.R.V.I.S.? —insistió Rhodey.

Unos proyectores surgieron de la pared del comedor y empezaron a crear una maqueta digital de la pequeña pieza de tecnología. En pocos segundos, suspendida en el aire, Tony y James Rhodes podían observar la pieza en todo su esplendor aumentando su tamaño más de diez veces.

—Interesante —dijo Tony.

—Efectivamente, señor, creo que esa es la calificación exacta para este objeto —añadió J.A.R.V.I.S.
Rhodes miró con ira y el ceño fruncido a Tony, ya que a J.A.R.V.I.S. no lo podía mirar:

—¿El qué es interesante? —preguntó molesto.

—Este furtivo, aunque parece hecho de una sola pieza, en realidad esta formada por diminutos nano-robots dispuestos para poder crear cualquier forma posible —explicó Tony.

—Y eso, ¿de qué nos sirve?

—No de mucho, en realidad —respondió Tony encogiéndose de hombros—, pero resulta interesante.

Rhodey resopló con desesperación bajando la cabeza.

—Además de interesante, ya que, por lo poco que pudimos ver en el cohete robado, los elementos que fueron utilizados para piratearlo por Whiplash y Dinamo, eran los mismos.

—Entonces —empezó a decir Rhodey abriendo los ojos de par en par—, ¿me estás diciendo qué el mismo que estuvo detrás del robo del cohete, está detrás de esto?

—Has dado en el clavo. Pero, como bien sabrás, eso nos sirve de poco, ya que de los tres que podrían decirnos algo al respeto, dos están en la prisión de S.H.I.E.L.D., y se niegan a hablar, y el tercero está flotando para siempre en el vacío del espacio —dijo Tony admitiendo que la investigación había terminado antes de empezar.

—¡Joder, Tony, estamos en un maldito callejón sin salida! —protestó Rhodes.

En ese instante no había mucho más que hacer, sin embargo, si J.A.R.V.I.S. hubiera tenido la necesidad de aclararse la garganta antes de hablar, en ese momento lo hubiera hecho como señal de triunfo antes de intervenir brillantemente:

—Siento disentir, coronel. Por lo que veo en el escaneo que he realizado, se pueden distinguir unas pequeñas partículas de tierra y de polen muy características, cuya combinación solo se encuentran en un lugar del mundo.

Dicho esto, J.A.R.V.I.S. se calló.

—¡Maldita sea, J.A.R.V.I.S.! ¡¿Dónde?! —preguntaron al unísono Tony y Rhodes.

—En la desembocadura del Hudson —reveló J.A.R.V.I.S.

—Vamos —afirmó Tony dirigiéndose a las escaleras de emergencia…

—Nos vemos ahí —repuso Rhodey antes de enfundarse la armadura de Máquina de Guerra y salir volando por el ventanal con el cristal roto.

Tony gruñó algo indescifrable, y abandonó su destrozado apartamento.

Continuará…



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