Título: Diablos en Los Ángeles Autor: John Schneider Portada: Juan Andrés Campos Publicado en: Julio 2017 Mientras el resto de Defensores siguen en la búsqueda de Hulk, Dragón Lunar y Valkiria, atacan a los dueños de la trata de blancas que trafican con mujeres de razas exóticas, desde mutantes, a inhumanas o atlantes... |
El Doctor Extraño. Valkiria. Estela Plateada. Namor. Dragón Lunar. Nova. Mantis. Héroes que no encajan en ningún lugar, que se reúnen sólo cuando la Tierra se enfrenta a las mayores amenazas. Ellos son el "no-grupo" más famoso de la historia. Ellos son...
Creado por Roy Thomas y Ross Andru
La dirección era correcta. No les cabía la menor duda a Valkyria y Dragón Lunar, dos de las incorporaciones más recientes de los Defensores, que estaban ante el lugar donde la red de trata de blancas que llevaban un tiempo investigando mantenía su “mercancía”. Su centro de operaciones. Era una fortaleza de hormigón y metal. Su uso anterior era imposible de adivinar, tanto podía haber sido una fábrica como unos estudios. Lo único claro es que le habían añadido torres de vigilancia y la mejor tecnología disponible en el mercado negro. No había el más mínimo intento de disimular que era el epicentro de un negocio ilegal. No era necesario, pues la ley no se acercaba a esa parte de Los Ángeles, salvo para recibir el correspondiente soborno y ser cómplices de los mismos delitos que deberían combatir. La guerrera asgardiana acariciaba la empuñadura de su espada preguntándose cómo era posible que la misma Ley que había puesto una diana en todos los superhéroes que habían rechazado el registro, hacía la vista gorda ante las atrocidades que se perpetraban en ese almacén.
- Los superhéroes les damos más miedo que esos criminales, a nosotros nos ven como dioses caprichosos.
En cambio, esos criminales son sólo humanos. - Comentó a su compañera la telépata Dragón Lunar con un deje de resignación.
- Lo sé, pero no lo entiendo.
- Son como un cáncer que ha tenido esta ciudad desde su inicio, en cambio nosotros somos algo nuevo e inquietante.
- ¿Nuevo? - Se rió la asgardiana. - ¡Pero si conocen superhéroes desde la Segunda Guerra Mundial!
- Lo sé, no es a mí a quien tienes que convencer. Aún así, cada vez que asoma alguien con un disfraz, y ya no digamos si tiene poderes, actúan como si fuera la primera vez que ven a uno. Aunque ya sea un viejo conocido.
La guerrera asgardiana miró hacia la lejanía con nostalgia.
- ¿Crees que encontraremos a Hulk?
- Mantis está siguiendo un rastro, si alguien puede dar con él es ella. ¿Estás preparada para asaltar ese cubil del mal? - Preguntó Dragón Lunar señalando al edificio.
- Estoy ansiosa. - Respondió con una sonrisa Valkyria mientras desenfundaba su espada.
Desde su hogar en Bleecker Street, el Doctor Extraño vio cómo sus dos compañeras avanzaban con paso decidido hacia el almacén. La entrada al solar en el que se hallaba el almacén era como la de una prisión de alta seguridad, con un puesto de control, custodiado por una patrulla de mercenarios, que contaban con un todoterreno blindado equipado con una ametralladora Gatling modificada. Los mercenarios las avistaron al momento y las apuntaron con varios focos potentes y sus armas.
- ¡Alto ahí! Nadie se acerca sin nuestro permiso. - Dijo el que estaba al mando del puesto de control.
- No necesitamos vuestro permiso, hemos venido a cerrar este antro. - Replicó con tono despectivo Dragón Lunar. - Podéis intentar pararnos, pero os aconsejaría haceros a un lado.
- En tus sueños, ¿creéis que no sabemos quiénes sois? No tenéis ninguna autoridad aquí, los únicos que están quebrando la ley aquí sois vosotras. Nosotros nos limitaremos a defender una propiedad privada.
- La Guerra Civil superheroica nos ha enseñado el valor de la Ley humana. - Masculló Valkyria a la vez que levantó su espada, y acto seguido cargó contra el todoterreno.
Los mercenarios dispararon sus armas contra las dos defensoras. La guerrera asgardiana recibió varios impactos de la ametralladora gatling a propósito, para mostrar su resistencia sobrehumana. Sin interrumpir en ningún momento su avance, se acerco lo suficiente a su objetivo y dio un salto, describiendo un arco por encima del vehículo. En cuanto tuvo a su alcance la ametralladora, la partió en dos de un golpe de espada. Aterrizó detrás del vehículo. Al mirar atrás, vio que los mercenarios estaban confundidos. Habían agotado la munición y ninguna de sus oponentes parecía haber recibido el menor daño. Con la mayor calma del mundo, Dragón Lunar, se acercó a cada uno y demostró su dominio de las artes marciales, sin darles tiempo a recuperar la compostura. Su compañera asgardiana, que no quería perderse nada de la acción, se unió a la telépata y acabaron con los mercenarios en un santiamén.
- Ahora creerán que las dos somos a prueba de balas. - Comentó la Valkyria mientras maniataba y registraba a los mercenarios.
- ¿Acaso no los somos? Tu piel aguanta sus balas, por muy reforzadas que sean, y mi mente puede hacer que fallen sus disparos. La consecuencia en ambos casos es la misma.
- Me gusta la confianza que tienes en tus capacidades.
- Es uno de mis grandes atractivos. ¿No lo sabías? - Guiñó un ojo la telépata calva y se colocó uno de los auriculares de los mercenarios. La Valkyria hizo lo propio.
Al ponerse los auriculares, pudieron oír que su presencia ya era conocida en todo el recinto y que estaban al tanto de lo que había pasado en el puesto de control. Lejos de la cacofonía que cabría esperar, parecían seguir al detalle un plan diseñado de antemano. Los guardias del perímetro no debían trabar contacto con ellas salvo que fuera del todo necesario. El camino al almacén debía ser despejado. El equipo anti superhéroes estaba listo.
- Sabéis que os estamos escuchando, ¿no? - Anunció Dragón Lunar a sus enemigos.
- Por supuesto, Dragón Lunar, y os estamos esperando. Dado el material con el que trabajamos, es inevitable tratar con vuestra calaña. - La voz era profunda y desprendía el tipo de arrogancia del que se cree intocable.
- Bien, no os haremos esperar.
Dentro vieron media docena de mandroides modificados en formación, en el centro había un hombre trajeado, de piel grisácea y ojos verdes muy brillantes. Detrás de ellos, se veían grandes cintas transportadoras, que se extendían por todo el almacén. Era un espectáculo terrorífico. Por unos extremos mercenarios introducían a las esclavas recién adquiridas. Las descargaban de furgones militares y portales abiertos por hechiceros de magia negra. Luego las iban llevando por diferentes unidades en las que eran clasificadas, tasadas y convertidas en mercancía dócil. Había todo tipo de criaturas, aunque mayormente eran mujeres de muchas especies: humanas, atlantes, skrulls a las que forzaban a mostrar su verdadero aspecto, inhumanas pre y post conversión…
La brutal eficiencia del complejo dejó sin palabras a las dos Defensoras. No así a Namor, que golpeó con el puño una pequeña mesa de madera, reduciéndola a astilla al ver a las mujeres atlantes boqueando, al sólo recibir el agua justa para no morir. Wong acudió al instante a limpiar los restos de la mesa y Stephen le hizo un gesto, mostrándole un hechizo de transporte que tenía listo para llevarlo al almacén en cuanto su intervención fuera requerida. Eso pareció calmar al temperamental Imperius Rex.
- Bienvenidas, ¿os gustaría forma parte de nuestro glorioso negocio? Nuestros clientes más refinados pagarían mucho para añadiros a su colección.
Dragón Lunar lanzó un ataque telepático al instante al risueño monstruo, pero para su sorpresa no tuvo efecto alguno.
- ¿Sorprendida? ¿Crees que habría llegado hasta aquí sin haber desarrollado ciertas defensas? Muchachos, ya sabéis qué hacer. No las lastiméis más allá de lo necesario.
Como un único ser, los seis mandroides atacaron. Coordinados y sin malgastar movimientos ni dispararon, rápidamente arrinconaron a las superheroínas.
- Tienen protecciones contra poderes psíquicos. - Comentó a su compañera Dragón Lunar. - No sé cómo lo están haciendo.
- Ese capullo es peligroso, igual que los mandroides. No son normales, hasta dudo de que haya gente dentro.- Respondió Valkyria.
- Parece lo más probable, ¿crees que funcionan como una mente colmena o que los dirige ese pequeño monstruo?
- Ni idea, de igual manera pienso patear sus culos metálicos.
- Hablas como una neoyorkina.
- Sólo cuando es apropiado.
Al unísono, espalda contra espalda, Dragón Lunar y Valkyria contraatacaron con fiereza, usando su artes marciales la primera y la destreza con la espada la segunda para hacer retroceder no sin esfuerzo a los mandroides. Poco a poco estos fueron cediendo terreno y dos de ellos sendos brazos, que cayeron con estrépito al suelo. El encargado de la instalación, conocido como el Señor Sweetie Bitongue se inquietó, pero cuando notó un portal abrirse a su lado, suspiró de alivio.
- Al fin has llegado.
Una criatura humanoide enorme, de más de dos metros de envergadura, brotó del portal. Vestía una armadura de un material que recordaba el exoesqueleto de los crustáceos y llevaba una espada larga de la que salía un látigo que parecía hecho de metal líquido.
- ¿Me echaba de menos, Sweetie? Veo que tenemos visita. Menudas bellezas, me las pido para mi harén.
- Si eres capaz de meterlas en vereda son tuyas, no me gustan las superheroínas. Sólo dan quebraderos de cabeza.
Dirigiéndose a las superheroínas, que habían conseguido derribar a la mitad de los mandroides, Sweetie señaló al recién llegado y dijo.
- Queridas, os presento al ilustre Baldus Rageforge, el Legendario Domador de Bestias y uno de nuestros principales agentes.
Chasqueó los dedos y los tres mandroides que quedaban en pie se apartaron. Valkyria y Dragón Lunar aprovecharon para tomarse un respiro mientras evaluaban a su nuevo oponente.
- ¿Acudiremos en su ayuda?
- De inmediato. Me temo, amigo mío, que la red de trata de blancas se extiende mucho más de lo nos habíamos atrevido a pensar. Este asunto requerirá de todos los Defensores disponibles. Tan sólo espero que Mantis no precise de nuestra ayuda.
- No me preocuparía por ella, la Madonna Celestial sabe cuidarse sola. No malgastemos más tiempo, usa tu magia ya, Hechicero Supremo y que los Defensores impartan justicia.
Stephen Extraño empezó a invocar el complejo hechizo de transporte, aumentándolo para incluir al ex-heraldo de Galactus Estela Plateada y Nova. La energía mística crepitaba en sus manos, que movía haciendo gestos medidos, como si estuviera tejiendo.
Continuará...
La dirección era correcta. No les cabía la menor duda a Valkyria y Dragón Lunar, dos de las incorporaciones más recientes de los Defensores, que estaban ante el lugar donde la red de trata de blancas que llevaban un tiempo investigando mantenía su “mercancía”. Su centro de operaciones. Era una fortaleza de hormigón y metal. Su uso anterior era imposible de adivinar, tanto podía haber sido una fábrica como unos estudios. Lo único claro es que le habían añadido torres de vigilancia y la mejor tecnología disponible en el mercado negro. No había el más mínimo intento de disimular que era el epicentro de un negocio ilegal. No era necesario, pues la ley no se acercaba a esa parte de Los Ángeles, salvo para recibir el correspondiente soborno y ser cómplices de los mismos delitos que deberían combatir. La guerrera asgardiana acariciaba la empuñadura de su espada preguntándose cómo era posible que la misma Ley que había puesto una diana en todos los superhéroes que habían rechazado el registro, hacía la vista gorda ante las atrocidades que se perpetraban en ese almacén.
- Los superhéroes les damos más miedo que esos criminales, a nosotros nos ven como dioses caprichosos.
En cambio, esos criminales son sólo humanos. - Comentó a su compañera la telépata Dragón Lunar con un deje de resignación.
- Lo sé, pero no lo entiendo.
- Son como un cáncer que ha tenido esta ciudad desde su inicio, en cambio nosotros somos algo nuevo e inquietante.
- ¿Nuevo? - Se rió la asgardiana. - ¡Pero si conocen superhéroes desde la Segunda Guerra Mundial!
- Lo sé, no es a mí a quien tienes que convencer. Aún así, cada vez que asoma alguien con un disfraz, y ya no digamos si tiene poderes, actúan como si fuera la primera vez que ven a uno. Aunque ya sea un viejo conocido.
La guerrera asgardiana miró hacia la lejanía con nostalgia.
- ¿Crees que encontraremos a Hulk?
- Mantis está siguiendo un rastro, si alguien puede dar con él es ella. ¿Estás preparada para asaltar ese cubil del mal? - Preguntó Dragón Lunar señalando al edificio.
- Estoy ansiosa. - Respondió con una sonrisa Valkyria mientras desenfundaba su espada.
Desde su hogar en Bleecker Street, el Doctor Extraño vio cómo sus dos compañeras avanzaban con paso decidido hacia el almacén. La entrada al solar en el que se hallaba el almacén era como la de una prisión de alta seguridad, con un puesto de control, custodiado por una patrulla de mercenarios, que contaban con un todoterreno blindado equipado con una ametralladora Gatling modificada. Los mercenarios las avistaron al momento y las apuntaron con varios focos potentes y sus armas.
- ¡Alto ahí! Nadie se acerca sin nuestro permiso. - Dijo el que estaba al mando del puesto de control.
- No necesitamos vuestro permiso, hemos venido a cerrar este antro. - Replicó con tono despectivo Dragón Lunar. - Podéis intentar pararnos, pero os aconsejaría haceros a un lado.
- En tus sueños, ¿creéis que no sabemos quiénes sois? No tenéis ninguna autoridad aquí, los únicos que están quebrando la ley aquí sois vosotras. Nosotros nos limitaremos a defender una propiedad privada.
- La Guerra Civil superheroica nos ha enseñado el valor de la Ley humana. - Masculló Valkyria a la vez que levantó su espada, y acto seguido cargó contra el todoterreno.
Los mercenarios dispararon sus armas contra las dos defensoras. La guerrera asgardiana recibió varios impactos de la ametralladora gatling a propósito, para mostrar su resistencia sobrehumana. Sin interrumpir en ningún momento su avance, se acerco lo suficiente a su objetivo y dio un salto, describiendo un arco por encima del vehículo. En cuanto tuvo a su alcance la ametralladora, la partió en dos de un golpe de espada. Aterrizó detrás del vehículo. Al mirar atrás, vio que los mercenarios estaban confundidos. Habían agotado la munición y ninguna de sus oponentes parecía haber recibido el menor daño. Con la mayor calma del mundo, Dragón Lunar, se acercó a cada uno y demostró su dominio de las artes marciales, sin darles tiempo a recuperar la compostura. Su compañera asgardiana, que no quería perderse nada de la acción, se unió a la telépata y acabaron con los mercenarios en un santiamén.
- Ahora creerán que las dos somos a prueba de balas. - Comentó la Valkyria mientras maniataba y registraba a los mercenarios.
- ¿Acaso no los somos? Tu piel aguanta sus balas, por muy reforzadas que sean, y mi mente puede hacer que fallen sus disparos. La consecuencia en ambos casos es la misma.
- Me gusta la confianza que tienes en tus capacidades.
- Es uno de mis grandes atractivos. ¿No lo sabías? - Guiñó un ojo la telépata calva y se colocó uno de los auriculares de los mercenarios. La Valkyria hizo lo propio.
Al ponerse los auriculares, pudieron oír que su presencia ya era conocida en todo el recinto y que estaban al tanto de lo que había pasado en el puesto de control. Lejos de la cacofonía que cabría esperar, parecían seguir al detalle un plan diseñado de antemano. Los guardias del perímetro no debían trabar contacto con ellas salvo que fuera del todo necesario. El camino al almacén debía ser despejado. El equipo anti superhéroes estaba listo.
- Sabéis que os estamos escuchando, ¿no? - Anunció Dragón Lunar a sus enemigos.
- Por supuesto, Dragón Lunar, y os estamos esperando. Dado el material con el que trabajamos, es inevitable tratar con vuestra calaña. - La voz era profunda y desprendía el tipo de arrogancia del que se cree intocable.
- Bien, no os haremos esperar.
En la base de los Defensores, Namor se había unido el Hechicero Supremo. El príncipe atlante, aunque seguía ansioso por entrar en acción, observaba con una mezcla de interés y admiración a sus compañeras en acción. Se había sentado enfrente de Extraño, en silencio, para no interrumpir la concentración del Hechicero Supremo, que estaba atento a cualquier amenaza imprevista, tanto sobrenatural como superheroica. El bando pro registro los estaba buscando y sin duda buscarían incidentes con seres con superpoderes, como el que estaban siguiendo en esos mismos instantes en directo.
Sin ser un paseo de rosas, llegar a la puerta principal del almacén, no supuso un gran esfuerzo para Dragón Lunar y Valkyria. Unos cuantos drones, que fueron abatidos con telekinesis aplicada con precisión y la habilidad de la asgardiana con la espada. Era evidente que estaban siendo conducidas a una trampa y el individuo a cargo de la instalación no intentaba ocultarlo lo más mínimo, provocándolas a cada paso por los auriculares. Así cuando llegaron ante la puerta maciza de metal, Valkyria se desquitó derribándola de una patada.
Dentro vieron media docena de mandroides modificados en formación, en el centro había un hombre trajeado, de piel grisácea y ojos verdes muy brillantes. Detrás de ellos, se veían grandes cintas transportadoras, que se extendían por todo el almacén. Era un espectáculo terrorífico. Por unos extremos mercenarios introducían a las esclavas recién adquiridas. Las descargaban de furgones militares y portales abiertos por hechiceros de magia negra. Luego las iban llevando por diferentes unidades en las que eran clasificadas, tasadas y convertidas en mercancía dócil. Había todo tipo de criaturas, aunque mayormente eran mujeres de muchas especies: humanas, atlantes, skrulls a las que forzaban a mostrar su verdadero aspecto, inhumanas pre y post conversión…
La brutal eficiencia del complejo dejó sin palabras a las dos Defensoras. No así a Namor, que golpeó con el puño una pequeña mesa de madera, reduciéndola a astilla al ver a las mujeres atlantes boqueando, al sólo recibir el agua justa para no morir. Wong acudió al instante a limpiar los restos de la mesa y Stephen le hizo un gesto, mostrándole un hechizo de transporte que tenía listo para llevarlo al almacén en cuanto su intervención fuera requerida. Eso pareció calmar al temperamental Imperius Rex.
- Bienvenidas, ¿os gustaría forma parte de nuestro glorioso negocio? Nuestros clientes más refinados pagarían mucho para añadiros a su colección.
Dragón Lunar lanzó un ataque telepático al instante al risueño monstruo, pero para su sorpresa no tuvo efecto alguno.
- ¿Sorprendida? ¿Crees que habría llegado hasta aquí sin haber desarrollado ciertas defensas? Muchachos, ya sabéis qué hacer. No las lastiméis más allá de lo necesario.
Como un único ser, los seis mandroides atacaron. Coordinados y sin malgastar movimientos ni dispararon, rápidamente arrinconaron a las superheroínas.
- Tienen protecciones contra poderes psíquicos. - Comentó a su compañera Dragón Lunar. - No sé cómo lo están haciendo.
- Ese capullo es peligroso, igual que los mandroides. No son normales, hasta dudo de que haya gente dentro.- Respondió Valkyria.
- Parece lo más probable, ¿crees que funcionan como una mente colmena o que los dirige ese pequeño monstruo?
- Ni idea, de igual manera pienso patear sus culos metálicos.
- Hablas como una neoyorkina.
- Sólo cuando es apropiado.
Al unísono, espalda contra espalda, Dragón Lunar y Valkyria contraatacaron con fiereza, usando su artes marciales la primera y la destreza con la espada la segunda para hacer retroceder no sin esfuerzo a los mandroides. Poco a poco estos fueron cediendo terreno y dos de ellos sendos brazos, que cayeron con estrépito al suelo. El encargado de la instalación, conocido como el Señor Sweetie Bitongue se inquietó, pero cuando notó un portal abrirse a su lado, suspiró de alivio.
- Al fin has llegado.
Una criatura humanoide enorme, de más de dos metros de envergadura, brotó del portal. Vestía una armadura de un material que recordaba el exoesqueleto de los crustáceos y llevaba una espada larga de la que salía un látigo que parecía hecho de metal líquido.
- ¿Me echaba de menos, Sweetie? Veo que tenemos visita. Menudas bellezas, me las pido para mi harén.
- Si eres capaz de meterlas en vereda son tuyas, no me gustan las superheroínas. Sólo dan quebraderos de cabeza.
Dirigiéndose a las superheroínas, que habían conseguido derribar a la mitad de los mandroides, Sweetie señaló al recién llegado y dijo.
- Queridas, os presento al ilustre Baldus Rageforge, el Legendario Domador de Bestias y uno de nuestros principales agentes.
Chasqueó los dedos y los tres mandroides que quedaban en pie se apartaron. Valkyria y Dragón Lunar aprovecharon para tomarse un respiro mientras evaluaban a su nuevo oponente.
En la otra costa de Estados Unidos, el rostro del Doctor Extraño mostraba una preocupación por sus compañera que no había sentido hasta que se abrió el portal. Ese cambio no pasó desapercibido a Namor.
- ¿Acudiremos en su ayuda?
- De inmediato. Me temo, amigo mío, que la red de trata de blancas se extiende mucho más de lo nos habíamos atrevido a pensar. Este asunto requerirá de todos los Defensores disponibles. Tan sólo espero que Mantis no precise de nuestra ayuda.
- No me preocuparía por ella, la Madonna Celestial sabe cuidarse sola. No malgastemos más tiempo, usa tu magia ya, Hechicero Supremo y que los Defensores impartan justicia.
Stephen Extraño empezó a invocar el complejo hechizo de transporte, aumentándolo para incluir al ex-heraldo de Galactus Estela Plateada y Nova. La energía mística crepitaba en sus manos, que movía haciendo gestos medidos, como si estuviera tejiendo.
- ¡Valkyria, Dragón Lunar, allá vamos!
Continuará...
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