Daredevil nº02

Título: Equilibrio (II): Manhattan, el paraiso perdido
Autor: Parménides
Portada: Juan Cromera
Publicado en: Septiembre 2003

Vive en una noche eterna, pero la oscuridad está llena de sonidos y olores que otros no pueden percibir. Aunque el abogado Matt Murdock es ciego, sus otros sentidos funcionan con una agudeza sobrehumana... Abogado de día, vigilante de noche... El Hombre sin miedo
Creado por Stan Lee y Bill Everett

Resumen de lo publicado: Una tremenda explosión destroza el bufete de Nelson y Murdock y arrasa parte del edificio, siniestro del que ellos mismos resultan acusados. Este hecho y el juicio al que son sometidos, provocan tensiones entre ambos. Investigando por su cuenta, Daredevil descubre que el culpable es un misterioso personaje llamado Gabriel. Mientras tanto, en una ciudad cada vez más sucia y corrupta, Kingpin consigue restablecer, poco a poco, su antiguo imperio mediático...

¡POW!

Mientras Daredevil pensaba en la ironía del cómo se asemejaba el ruido del golpe que acababa de recibir a las ridículas onomatopeyas kitsch que aparecían en el serial de Batman, rodó por el suelo para amortiguar el impacto. Había sido una buena coz.

- Quien pega primero, pega dos veces, demonio .–afirmó Gabriel, con una sonrisa en los labios.

- Quien ríe último, ríe mejor –sentenció Daredevil, mientras se abalanzaba hacia adelante para descargar un rápido puñetazo. Su oponente fintó, y al mismo tiempo, desplazó su cuerpo hacia abajo para atacar a Daredevil con una patada desequilibrante.

- Es la primera vez que hablas, demonio. Había empezado a pensar que además de ciego, eras mudo.

El hombre sin miedo, perdiendo el equilibrio, tuvo que saltar sobre sus manos para incorporarse unos metros más allá. El tal Gabriel era rápido, muy rápido. Y bueno. El tipo de movimientos que se le habían adivinado mientras caminaba o hablaba tenían su referente directo en la lucha. No utilizaba ninguna técnica en concreto, como Daredevil, pero conseguía que cada gesto, cada detalle, cada torsión tuviera su significado y sentido. No había ningún movimiento que sobrase. Nuevamente le vino a la cabeza a Daredevil la imagen del río en movimiento. Ese tío luchaba como el agua. Eso le hacía un adversario temible. Porque no importan los diques, las presas o las barreras... el río, de una forma u otra, siempre acaba pasando.

Con más precaución que hasta entonces, Daredevil escrutó a su contrincante y se movió en círculos a su alrededor. Gabriel se movió al unísono. Era como sí juntos, quisieran protagonizar una grotesca danza del espejo. Los dos se parecían. Los dos se respetaban. Los dos se observaban. Buscando el punto débil del otro. Intentando provocar un movimiento en falso.

Sin previo aviso, Gabriel hizo un salto mortal hacia atrás y saltó de la azotea, al vacío. Los corazones se pararon. El tiempo pareció detenerse. Fue uno de esos momentos como cuando te cae una taza de café y eres perfectamente consciente de la cantidad de tiempo que pasa entre que se suelta de tus dedos y el suelo la revienta. A la altura de un piso más abajo, un cable de electricidad se tensó cuando Gabriel rebotó en él, tomando impulso para llegar al siguiente tejado. Con una sonrisa burlona, espetó desde allí:

- ¡Tú la llevas, demonio!

Y el demonio no tuvo más remedio que seguirlo, todavía perplejo por la arriesgada maniobra que Gabriel acababa de hacer. ¡Había saltado hacia atrás sin mirar! Era imposible que supiera dónde estaba exactamente ese cable... a no ser que controlara totalmente dónde se encontraba en cada momento... incluso en el fragor de la pelea. Aunque existía otra probabilidad mucho más inquietante. Al mismo Daredevil tampoco le era necesario “ver” directamente las cosas para saber donde estaban. Para eso tenía su radar.


- Se deniega la petición de la defensa. No ha lugar al aplazamiento. El receso no tiene sentido porque, tal como indica la acusación, no hay base para ello –el juez Chalmers, haciendo honor a su cargo parecía que sentenciase cuando hablaba. Y de hecho, Matt Murdock pareció sentirse sentenciado cuando el juez rechazó su petición de aplazamiento, unas horas antes de que Gabriel rechazara la invitación de la muerte con ese salto mortal hacia atrás.

La vista no podía, por tanto, evitarse, o al menos posponerse. Como correspondía a una mente tan analítica como la del ciego abogado, intentó convencerse de que no había fundamento para la acusación y que en veinte minutos saldrían por la puerta del tribunal con un nuevo triunfo a sus espaldas. Pero las sensaciones, esos molestos e incontrolables instintos que no tenían evidencia científica y racional, no dejaban de advertirle acerca del peligro de la situación. ¿Qué tendría Unger?

Unger estaba sonriente, estaba contento. La primera batalla la había ganado él al no permitir el juez el aplazamiento. Pero no sería la única que ganaría esa mañana.

La vista fue un continuo desglose de razones por parte de ambos contendientes. La defensa trataba de clarificar su relación con el edificio y sus nulas razones para con el siniestro, mientras que la acusación trataba de encontrar una relación entre las actividades de los dos abogados amigos y el eventual cobro del seguro. La acusación señalaba los recientes problemas económicos de Nelson y Murdock a lo que la defensa replicaba, con acierto, que su estado económico era circunstancial y que de ninguna manera el dinero del seguro podría sustituir su medio habitual de subsistencia.

Poco a poco, los miedos de Matt fueron evaporándose, viendo como no había pruebas fehacientes contra ellos. Todo era circunstancial. Todo parecía un circunloquio sin fin. El juez, poco a poco iba quedándose convencido de que, sin pruebas evidentes, el hecho de que Nelson y Murdock pudieran cobrar el dinero de Seguros “El Arca” era una razón tan impersonal que cualquiera de los vecinos, igual que ellos, podría haberlo hecho. Y una vez más, “¿Quién iba a querer destruir su propiedad?”. El sistema, inexorable, parecía querer darles la razón hasta que...

Hasta que Unger sacó su as de la manga.

- Pido, por favor, que entre a declarar Jude S. Carriot.

El Sr. Carriot era el vigilante jurado del edificio que ese día estaba a cargo de la seguridad. Sin duda ese testimonio sería beneficioso para Nelson y Murdock, pensó Matt, porque en caso de haber visto algo, probablemente sería el que creía que era el culpable real del siniestro, Gabriel. Aún así, un escalofrío recorrió su espalda. Tras el juramento, Unger empezó su interrogatorio.

- Dígame Sr. Carriot, ¿dónde estaba usted la noche de la explosión?

- En el cuarto de vigilantes del edificio .–Carriot parecía nervioso. Miraba a Matt y Foggy con rápidas y esquivas ojeadas.

- ¿Podría decirme cuál es su función en el mismo? –Unger mordía sus palabras. Parecía estar disfrutando, cual hiena, masticando delante de la víctima.

- Controlo los monitores de vigilancia y estoy al tanto de posibles emergencias.

- ¿Los monitores de vigilancia?

- Sí, hay un circuito cerrado de televisión que cubre la totalidad de los pasillos del edificio, las puertas de entrada y salida, y ahora también, las ventanas exteriores.

- ¿Las ventanas exteriores? -Unger parecía disfrutar, mientras adoptaba un tono de aparente fragilidad e ignorancia.

- Sí... euh... hace un tiempo tuvimos quejas... en fin, ya sabe. El Bugle siempre afirma que es una amenaza y... algunos inquilinos...

- Se está usted refiriendo a Spiderman ¿no es así? Prosiga.

Carriot tragó saliva, sorbió un poquito de agua y continuó con un tono avergonzado su relato. –Sí, Spiderman. Es un edificio de despachos y, sabe usted, no es barato. Algún inquilino sugirió la instalación de cámaras seguridad que controlasen el exterior de las ventanas, para... euh... más seguridad, y el propietario las hizo colocar hace poco. La semana que viene teníamos una reunión para comunicar los cambios, pero esa noche estábamos ya haciendo un período de pruebas. Y gracias a ellas sabemos que quien puso la bomba entró por la ventana del despacho de... euh... de ellos.

Con la cabeza, señaló hacia donde estaban sentados los acusados. Foggy ponía cara de perplejidad. Matt, por el contrario, vio una potente luz al final del túnel. Si había cámaras grabando las ventanas, seguro que el culpable aparecería en la grabación. ¿Sería definitivamente Gabriel el culpable? ¿Se descubriría por fin la verdad? Un imperceptible aunque profundo suspiro de tranquilidad le surgió de muy hondo. Pero... ¿por qué sonreía Unger?

- Con la venia, señoría –Unger sacó una cinta de vídeo de su portafolios. –Esta es la prueba “A”. Esta cinta contiene la grabación, en fase de pruebas, de la ventana exterior del despacho de Matt Murdock en la noche en que se produjo el atentado. Aunque desafortunadamente la explosión ha inutilizado parte de lo grabado durante la madrugada, y NO SE VE CLARAMENTE quién entra por esa ventana a las 2AM de la noche, que fue poco antes de que la bomba explotara...

- Continúe, Sr. Unger –instó el juez. La última frase de Unger había desmontado las esperanzas de Matt de que la verdad saliera a relucir. Vio como la potente luz del final del túnel se estaba a punto de convertir en el proverbial tren que aparece a todo terreno.

- Lo cierto es que... se ve claramente en la cinta como, a última hora de la tarde, alguien abre la ventana. Ventana, que será el lugar por el que entrarán a poner la bomba. Ergo: Esta persona abrió la ventana con la única y clara motivación de facilitar el acceso a un tercero quien, de facto pondría posteriormente el artefacto explosivo. Por ello ¿no es tan culpable aquél que comete el acto en sí como aquél que, desde las sombras y evitando mancharse directamente las manos, lo planea? –en ese momento Claude Unger hizo una pausa dramática y se giró teatralmente hacia los acusados. –En nombre de Seguros “El Arca”, acuso directamente a quien abrió la ventana con un único y claro propósito. Acuso sin temor a equivocarme, basándome en la evidencia videográfica de la cinta. Acuso, señoras y señores del jurado, a... ¡Foggy Nelson!

Matt se sintió completamente indefenso. Perdido ¿Era incapaz de defenderse a sí mismo y a sus propios amigos? ¡CLAC! Eso fue como clavar un clavo en el ataúd de Matt Murdock: La Crisis de la Justicia.



Daredevil saltó tras Gabriel, afinando su sentido del radar para dar con el equilibrio justo en el lugar adecuado, y así rebotar hacia donde estaba su oponente. Había empezado una carrera casi suicida, donde las cabriolas y saltos mortales de Gabriel precedían los sudorosos esfuerzos del Hombre sin miedo para seguir tras de él.

Gabriel se deslizaba por las sombras con relativa facilidad y Daredevil tenía problemas para seguirlo. De vez en cuando, el primero se giraba como para asegurarse que el segundo le seguía, dedicándole una burlona sonrisa. Hacía ya un rato que se habían sumergido en el cálido hedor de La Cocina del Infierno. La persecución fue a parar a un callejón sin salida. Era un callejón cuya pared frontal delimitaba la zona norte de la descomunal fábrica de jabón “Elegante”, en horas bajas desde la década de los noventa. La pared se notaba raída y polvorienta, aunque algunos carteles publicitarios nuevos ocultaban parcialmente su lamentable estado. Carteles que anunciaban los nuevos enfoques que proponía la refundada Wilson Fisk Entertainment Television. Carteles sobre el Circo Mundial que había llegado a New York la semana anterior. Carteles caducados del último concierto de Tori Amos, que estuvo en la ciudad el mes pasado. Y también un pequeño cartel, cuyo tamaño era indicativo de sus más modestas pretensiones, de la nueva Falcon Radio.

Gabriel, con un último e impresionante salto, se coló por una ventana del muro situada a más de dos metros del suelo, hacia el interior de la fábrica. Su perseguidor dudó. Sabía que una vez dentro de la fábrica le sería un poco más difícil encontrar espacio para maniobrar. Podría ser una trampa. Teniendo en cuenta cómo se movía su oponente, y la magnitud de las capacidades que empezaba a atisbar en Gabriel, el protector de la Cocina del Infierno no pudo reprimir un leve gesto de cautela. Pero él era el llamado “Hombre sin Miedo”, y sus actuaciones nunca estuvieron movidas por la extrema prudencia, sino por el coraje. Entró por la misma ventana, con un salto prácticamente igual al de su perseguido.

¡KRAK! El puñetazo en la sien le cogió por sorpresa.

- ¡La curiosidad mató al gato, demonio!- Gabriel le atestó otro potente derechazo directo a la mandíbula, ¡CHOK! Daredevil se tambaleó, buscando el equilibrio precariamente, en las cajas sobre las que acababa de aterrizar al entrar por la ventana. Gabriel lo había esperado justo al lado de ella, para propinarle ese demoledor uno-dos. ¿O quizás había oído exactamente el momento en el cual entraría? Gabriel parecía tener o los oídos muy finos, o alguna especie de visión, tan preclaros parecían ser sus pensamientos y movimientos.

Al recuperarse, el hombre del traje rojo saltó hacia su oponente con los pies por delante, en una maniobra con potencial, pero que no le había funcionado demasiado bien en su primera pelea con Kingpin [1] . Tampoco lo haría ahora. Gabriel blocó su ataque cruzando los brazos y rodó hacia atrás, saltando grácilmente de las cajas que los sostenían a ambos y aterrizando con suavidad en el mugriento suelo de la fábrica.

Desde la posición elevada donde se encontraba, Daredevil se tomó un pequeño respiro, mientras recuperaba la posición de ataque. Estaban en una estancia particularmente grande de la fábrica. En parcial desuso desde hacía algunos años, mantenía encendidos, sin embargo, grandes motores diesel que impulsaban unas hélices, cuyo movimiento no dejaba de remover el jabonoso contenido de unas enorme cubetas metálicas. Ahora era consciente del ruido que los motores generaban. ¡Era atronador! A esas horas de la noche, parecía no haber más que los trabajadores de guardia, aunque probablemente estarían haciendo su turno en otra parte, pues nadie había en la estancia. Solamente él y Gabriel, quien lo miraba desafiante desde el suelo. Como si esperara a que Daredevil se abalanzara sobre él. Como si supiera, con una confianza insultante, que el Hombre sin miedo nunca podría derrotarlo.

De repente, Gabriel echó a correr hacia una puerta. Daredevil saltó y, girándose en el aire, lanzó con fuerza su bastón, para tratar de entorpecer aquella carrera. El bastón, dirigido a los pies de Gabriel, fue sin embargo interceptado por éste antes que llegara a su destino, gracias a una imposible voltereta hacia atrás, cambiando el sentido de su marcha. ¡Era realmente agua en movimiento! Gabriel sujetó con fuerza el bastón, lo atrajo para sí, agarró sus extremos con ambas manos y, entonces, hizo algo inesperado.

Miró fijamente a Daredevil, que justamente acababa de poner los dos pies sobre el suelo, después del tremendo salto que había realizado. Pareció que iba a decir algo, pero de sus labios surgió solamente un suspiro, como de resignación. Entonces, levantó la pierna derecha, y bajó con furia los dos brazos, que sostenían el bastón... ¡SNAP! ¡Rompiéndolo completamente por la mitad!

Daredevil mudó su confiado rostro, mostrando ahora abiertamente, el terror. Su contrincante acababa de destrozar su bastón y, con él, gran parte de su confianza.



Exterior del tribunal. Unas horas antes de que Gabriel rompiera un trozo de madera. Justo antes de que los periodistas se abalanzasen ávidos por descuartizar la credibilidad de quien estaba siendo puesto en duda. Justo después de que la vista hubiese finalizado y el juez Chalmers hubiera otorgado base sólida sobre la que continuar el juicio contra Nelson y Murdock, dentro de dos semanas, cuando consiguieran nuevos miembros para el jurado. Los cargos se ceñían a la implicación en la destrucción de propiedad privada ajena, con el fin de conseguir beneficios personales. En otras palabras, Foggy Nelson (y su cómplice Murdock) eran acusados de ser cómplices del atentado al edificio de oficinas, con la finalidad de cobrar el dinero del seguro. En este preciso momento temporal, tuvo lugar esta discusión.

- Hacía calor, Matt. Tú sabes cómo está últimamente la ciudad. El aire. Me estaba ahogando ahí dentro. Tuve que abrirlas... aunque luego... me olvidé.

- Mierda, Foggy... ¡mil veces hemos hablado de cerrar con llave puertas y ventanas cuando dejamos el despacho! Para evitar robos y...

- Bueno, pero evidentemente no lo hice a posta... Caramba ¡no soy culpable! Todavía tienen que demostrar...

Matt cortó tajantemente a su amigo, con un tono seco, fruto de la tensión acumulada y de la frustración por como las cosas se estaban desarrollando esos días. Sus sentidos se estaban saturando por la suciedad del ambiente. Su despacho estaba destruido. Y su vida de aventurero disfrazado tampoco le reportaba grandes alegrías.

- Por descontado sé que no eres culpable. Pero no se trata de eso. Se trata de las costas del juicio. Se trata de que tenemos los créditos congelados. Se trata de que no podemos ejercer en ninguna parte porque no tenemos despacho. Se trata que NADIE volverá a confiar en nosotros porque hemos perdido los archivos confidenciales de todos nuestros antiguos clientes y los nuevos no se acercarán a unos abogados TAN descuidados. A un abogado como TÚ, tan descuidado. No tenemos credibilidad. No tienes credibilidad- Matt había atacado con toda su furia.

Algo desorientado por las duras palabras de su amigo, Foggy, trató de sacar nueva luz al tema.

- Pero... tú todavía confías en mí, ¿no?

- Caray, Foggy ¡no se trata de eso!

- Mira, lo solucionaremos. Por suerte, se me ocurrió recusar el jurado para ganar algo de tiempo, con lo que tendremos unos días más para preparar el caso. El dinero necesario...

- ¡Deja el cochino dinero a un lado! –Matt estaba fuera de sus casillas.

- No, coño ¡se trata SIEMPRE del maldito dinero! Pero ya te dije que había pensado en ello y he empezado a moverme. Un nuevo cliente...

- ¡El dichoso cliente fantasma! Mira, Foggy, llevamos mucho tiempo juntos y...

- Deja que me explique, Matt. El cliente en sí es lo de menos. Pero es una buena oportunidad, para entrar, además, en un muy lucrativo y novedoso terreno en el que no nos será difícil resarcirnos económicamente de cualquier problema que podamos tener, o que podamos sufrir a causa de este juicio. Euh… uhm… los mass-media.

- ¿Los mass-media? Espera. No puede ser. Debe tratarse de un error. No puedo creerlo. No me estarás hablando...

- Si, bueno, Matt. Sí, de acuerdo. Vale, se trata de FISK, de Wilson Fisk –las palabras pronunciadas por el que hasta el momento consideraba su mejor amigo, le sonaron a Matt de un cinismo e irrealidad tan grandes, que no pudo dar crédito a sus oídos. Foggy prosiguió: -No es lo que piensas, Matt. Enfócalo como una oportunidad. Estos días me estoy planteando seriamente las cosas, me estoy centrando en la base, el origen. Y el origen del problema es que Fisk no es nuestro enemigo. Desde los incidentes con Eco y, sobre todo, con Silke [2] las cosas han cambiado. Fisk no es ya Kingpin...

- ¿Que no es Kingpin? Hmph... Todavía estoy dudando entre creer lo que me estás diciendo y estamparte directamente contra la pared, o dejar que acabes tu perorata mientras yo compro el billete sólo de ida hacia Utah.

- Deja que me explique, Matt. Soy consciente de lo que ha significado Kingpin en tu vida, en nuestra vida. Pero todo el mundo merece una segunda oportunidad ¿no lo ves? Fisk está abriendo nuevos canales, está buscando nuevas formas de encontrarse en su vida. El crimen es un aliado pero sólo a corto o medio plazo, y Fisk se ha dado cuenta de ello. Quiere reformarse completamente ¿te das cuenta? Una nueva plataforma televisiva es lo que necesita. Es un maniático del control, de acuerdo, tiene que dar rienda suelta a sus instintos... ¡pero la plataforma televisiva podrá satisfacer todo esto y mucho más!

- No puedo creer lo que estoy oyendo. La única explicación que se me ocurre es que la presión que estamos viviendo hace que tu lengua se haya desconectado temporalmente de tu razón... –el abogado ciego se desesperaba.

- No Matt, ¡Escucha un momento! Fisk quiere denunciar a Falcon Radio, que formaba parte de su grupo, pero se ha metido en asuntos algo turbios ¡Quiere mantenerse al margen, Matt! ¡Quiere estar limpio! Es Falcon Radio quien va a centrar nuestras pesquisas legales, vamos a ayudar a Fisk a salir del entorno mafioso por el que se mueve. ¡Quiere salir!

- Estás como una puta cabra, Foggy.

- ¿No me escuchas, joder? Nos está ofreciendo la oportunidad de ser partícipes de su redención ¿No te das cuenta de la importancia de esto? ¿No escuchas?

- Eres un idiota. Un idiota integral, Foggy ¿Tú crees que quiere realmente redimirse? Él, el príncipe de las mentiras...

- No el idiota eres tú. Siempre tiene que haber segundas oportunidades. Y tú deberías saberlo más que nadie [3] . No escuchas, te centras en tu microcosmos, en tu vida, algo más apagada ahora que no tienes a NADIE con quien compartirla. Si salieras de tu egoísmo... joder Matt, mira a los demás.

- Solamente veo a un gordo idiota que ha perdido totalmente la noción de la justicia –Matt se arrepintió en el mismo momento en que pronunció estas palabras. Se había pasado. Mucho.

- Sal de tu caparazón egoísta, abogado. El día en que te des cuenta de que en el mundo estamos para relacionarnos con las personas y para dar segundas oportunidades, podrás llorar a quienes has perdido y tan rápidamente olvidas. Karen. Elektra. Heather. Glori. María. Maya. Incluso Natasha. ¿Te has parado a pensar en cuánto dolor has generado? ¿De cuántas muertes has sido indirectamente responsable? Matt Murdock, el hombre cuyas amistades mueren.

Dolido y con los ojos llorosos, Foggy se dio la vuelta y se alejó de un destrozado Matt, que se sintió más ciego y más solo que nunca. ¡CLAC! Un segundo clavo se había clavado en el ataúd de Matt Murdock: La Crisis de la Amistad.


Su bastón, roto. Su confianza, perdida. Su orgullo, pisoteado. No estaba siendo un día demasiado bueno para Matt. La tensión con Foggy durante la mañana había hecho estallar en pedazos la amistad que tenía con él. Pero las palabras de Foggy habían calado hondo. Tanto dolor enterrado. Tanta esperanza, perdida. Todo ello volvía con fuerza en ese momento, en el momento en que, delante de Gabriel, veía como su bastón era fácilmente despedazado por esas manos... cuyos movimientos no dejaban al mismo tiempo de fascinarle.

La carrera había recomenzado. Tirando los trozos del inútil bastón, Gabriel alcanzó la puerta que lo llevaba a la otra estancia de la fábrica. En ella, el ruido de la maquinaria era mayor. Casi ahogaba los propios pensamientos. Daredevil hizo una mueca de dolor, por la fuerza de los golpes que las hélices descargaban contra las paredes de las cubetas metálicas.

- No me estoy concentrando- pensó Daredevil, mientras veía a su oponente correr con agilidad y subirse a uno de los enormes rotores. El vapor que desprendían las cubetas, parecía inundar toda la sala y dificultaba la percepción de las cosas. Gabriel se erguía, triunfante, haciendo resonar una sonora carcajada por las reverberantes paredes de la sala. Los cables y cadenas colgantes del techo de la sala, le devolvían un eco metalizado, que hacían todavía más inquietante el sonido de su voz. El ruido de su risa, sin embargo, quedó pronto ahogado por los rítmicos sonidos martilleantes de las hélices: ¡WHSSSSSSKK, WHSSSSSSKK, WHSSSSSSK!

Daredevil estaba volviéndose loco. Esa risa... los golpes, las humillaciones, el bastón... A las malas sensaciones que arrastraba por los días que llevaba, se le sumaba la imposibilidad de oír con claridad (el ruido de las máquinas lo tapaba todo) y la dificultad para centrar su radar (el vapor y las cadenas colgantes lo hacían todo espeso). Además aquél olor... El jabón concentrado agredía sin control sus fosas nasales. Se las sentía arder, a causa de los agentes químicos que estaban implicados en las soluciones jabonosas y que se pegaban a su piel. El aire parecía estar impregnado de ello. Tenía, en definitiva, los sentidos parcialmente tapados. Como un enorme resfriado a todos los niveles. ¡CLAC! Un tercer clavo se había clavado en el ataúd de Matt Murdock: La Crisis de los sentidos.



Esa tarde, Foggy Nelson había empujado la puerta de su ruinoso despacho. Angela y Elaine estaban dentro, recogiendo cosas y tratando de salvar documentos medio calcinados. Las cajas que llenaban estaban al fondo de la habitación, entre los cascotes polvorientos. Eran una suerte de ejército de salvación para todo aquello que todavía pudiera tener algún valor. Foggy no pudo ocultar un pequeño tono de triunfo cuando anunció:

- Chicas, vamos a terminar de recoger todo esto rápido. ¡Tenemos despacho provisional! ¿Os acordáis de Noel Archibald?

Elaine Kendricks, con su vivaracha desfachatez habitual respondió: -¿El industrial gordito? ¿No es el que se va a presentar para el cargo de gobernador en las próximas elecciones?

- Exacto, el mismo. Está preparando su campaña electoral y ha alquilado un estratosféricamente inútil montón de metros cuadrados cerca del centro. Gracias a mi savoir faire... ¡Nos va a dejar instalar allí momentáneamente, mientras se arregla todo este embrollo! De hecho, dado que la campaña electoral no empieza hasta el mes que viene y luego se alargará por unas semanas, yo creo que tenemos las espaldas más que cubiertas por bastante tiempo. Tiene una oficina de campaña alucinante. No hay como tener dinero a espuertas...

- ¡Vaya! Estupendo. Podemos hacer trasladar las cajas directamente allí –añadió Angela Barbato, la eficiente secretaria, siempre pendiente de los detalles.

- De hecho, Ms. Barbato, a usted pensaba dejarle estos detalles. Sé que puedo confiar en usted. Además necesitamos un lugar tranquilo para preparar bien la defensa en el juicio.

- Descuide Mr. Nelson. Delo por hecho.

En ese preciso instante, la quejumbrosa puerta volvía a chirriar. A través del despedazado hueco que antes ocupaba el cristal translúcido de la ventana, pudieron observar que se trataba de Matt. Elaine saltó:

- ¡Matt! ¡Qué alegría! Justamente Foggy nos estaba explicando...

El abogado ciego hizo una pequeña mueca a modo de saludo y pareció ignorar todo el entusiasmo que Elaine vertía sobre las nuevas noticias. Pasó de largo al lado de Foggy, sin tan siquiera girarse, y se dirigió a su antiguo despacho, probablemente para comprobar si quedaba algún libro o documento que salvar. Ángela y Elaine se miraron con preocupación mientras Foggy, a su vez, pareció ignorar a su socio y continuó hablando con ellas.

- Hemos conseguido, además, un nuevo cliente que solucionará de momento nuestra... euh... inestable situación económica. Así que no os preocupéis por vuestros salarios, je, je, je.

Fue en ese momento cuando se oyó tronar la voz de Matt. Apareció haciendo aspavientos: -¡No, no, no, no! ¡No puedes hacer esto! ¡No puedes hacernos esto! ¡No puedes HACERME esto! –Elaine y Ángela hubieran querido ser transparentes en ese momento. –¡Foggy! ¿Tan fácil es comprar a un hombre? ¡¿No te das cuenta que ese Satanás no va a redimirse?! El hacerse el amo de las ondas no va a satisfacer sus ansias de poder. ¿Te vas a vender de esta manera?

Foggy respondió con serenidad: -Mira Matt, ya lo hemos hablado. Todo tiene sentido, todo encaja. Fisk quiere redimirse. Estamos teniendo mucha suerte de contar con la ayuda de Noel Archibald. Y tener a Fisk como cliente no va hacer más que iluminar por completo un día que había amanecido nublado. Más que nublado, diluviando. No te dejes llevar tú por prejuicios y odio. Te lo pondré claro, abogado. Si tú no quieres subir a este barco, no te preocupes. ¡Llevaré a Wilson Fisk yo solo!

Su amigo con su peor enemigo. Su enemigo ganando poder e influencia. Kingpin como magnate mediático. Las instituciones en las que siempre confió le habían girado definitivamente la espalda. ¡CLAC! Un cuarto clavo se había clavado en el ataúd de Matt Murdock: La Crisis de las Instituciones.


Gabriel saltó sobre Daredevil y lo derribó con facilidad. Ni lo había sentido venir. No sabía donde estaba. Los sentidos del Hombre sin miedo fallaban como una escopeta de feria. Tanto vapor. Tanto ruido. Tantas cadenas colgando. Tanta química. Tanto ambiente irrespirable...

¡KRAK! ¡POW! Los puños de Gabriel parecían martillos. Nunca perdía el tiempo retrocediendo. Aprovechaba como nadie tanto los impulsos que se daba él mismo, como los del cuerpo que golpeaba sin piedad.

El héroe que iba de rojo. El Hombre que no tenía miedo. El Diablo temerario que nunca pidió cuartel. El hombre cuyo dominio sobre él mismo nunca conoció dilación. Estaba siendo vapuleado por alguien más rápido, más fuerte, más atento, más... equilibrado. Gabriel parecía realmente saber lo que quería, cuándo y cómo lo quería. Esa era la diferencia fundamental con Daredevil... que se sentía perdido, vulnerable, dando bandazos de una orilla a la otra de la vida.

Los sentidos aumentados eran más una desventaja que un beneficio. Su cuerpo gemía y gritaba, cada uno de sus músculos era un cactus retorcido contra la parte interna de su piel. Y encima suyo, golpeando, Gabriel. Implacable, preclaro, haciendo gala de un control extraordinario sobre sus propias habilidades... Parecía oírlo todo, verlo todo, olerlo todo, notarlo todo... pero sobre todo, parecía tener claro lo que estaba haciendo. Y lo que estaba haciendo era pegarle una paliza a Daredevil como nunca nadie había hecho antes.



Cuando Matt llegó a casa todavía dolido por las palabras que Foggy le había dicho en el exterior del juzgado, ya estaba anocheciendo. Faltaba menos de una hora para que Daredevil decidiera salir por primera vez a la caza de Gabriel. Una sensación de melancolía más fuerte que la que ya habitualmente lo invadía al llegar a su hogar, se hizo patente. Matt bajó por la claraboya, pasó a la cocina, abrió la nevera y encendió el televisor, en una rutina idéntica a la del día anterior. Sin embargo, hoy Matt se sentía realmente hecho polvo. Sin saber todavía cómo, se dirigió hacia la habitación del fondo, la de las cosas de Karen en las cajas. Era curioso. Karen. Matt pensó que a pesar de su azarosa existencia, casi siempre había tenido a alguien a su lado.

Tiempo atrás, un amigo le había contado una teoría curiosa. Donde hay más relaciones amorosas es en los entornos donde se está más cerca de la muerte. Hospitales: Relaciones entre médicos y enfermeras. Líneas aéreas: Relaciones entre pilotos y azafatas. Y también superhéroes: Conocía más de un caso de algunos que se habían enamorado, como Ojo de Halcón y Pájaro Burlón. Hasta villanos con sus víctimas [4] . Algo del Eros y el Thanatos, le parecía recordar. Es decir, algo referente a dos extremos opuestos, la vida (el amor) y la muerte que volvían a entrelazarse en la parte de atrás de su límite. Curiosa teoría. El amor y el riesgo, la cercanía a la muerte. Pero en su caso, ese riesgo había sido siempre el causante de que ahora se encontrase solo. Sus ex-novias y amigas ahora estaban…

Muertas.

Convertidas en enemigas.

Desaparecidas.

Locas.

Matt se dio cuenta de cuán solo estaba en el mundo.

Revolvió entre las cajas, sin un rumbo determinado y sus dedos se pararon en algo. Un libro. Un diario. El diario de Karen. Su tacto aumentado empezó a pasearse por la portada y la abrió. La tinta parecía todavía fresca, como si hubiera sido estampada ayer. Al azar, Matt abrió una página y pasó con suavidad los dedos, hasta que descubrió en la esmerada caligrafía de Karen los caracteres que conformaban su nombre. Ahí se paró y empezó a repasar lo que estaba escrito.

“Matt a veces me vuelve loca. Me pregunto qué es lo que le impulsa. Si son sus demonios interiores o si hay algo más. A menudo me despierto a su lado y lo miro. Suele dormir profundamente pero las pesadillas lo asaltan de vez en cuando. Entonces, su respiración se agita, se mueve e incluso habla. Me preocupa que le afecten las decisiones que cada día debe tomar. El trabajo de abogado no deja de ser eso, un trabajo. Pero en lo otro, las decisiones parecen ser más personales, más implicadas. ¿Sabrá cuando hace lo correcto? ¿No tiene miedo nunca de perder la perspectiva? ¿Se siente bien ejerciendo de juez, jurado y verdugo?”

El fragmento continuaba, pero Matt ya no tenía fuerzas. Una lágrima se deslizó por su mejilla mientras, abatido, dejaba el diario dentro de la caja de la que lo había sacado. Estaba siendo sometido a una fuerte presión emocional y lo cierto es que no tenía nada claras sus prioridades. Matt se daba cuenta que solía perder a quienes quería y lo peor es que no tenía nada claro si su tarea lo compensaba. ¡Perdía a los que quería y ni siquiera sabía si valía la pena! Se iba hundiendo poco a poco en la miseria.

- Lo que hago ¿está bien? ¿Estoy jugando a ser Dios? –musitó con lágrimas en los ojos.

Si Dios se había dado por aludido, no lo pareció. Nadie contestó el lamento de Matt Murdock. ¡CLAC! Un quinto clavo se había clavado en el ataúd de Matt Murdock: La Crisis de la Fe.



Daredevil trataba de huir de la marea de golpes que le venía encima. Gabriel disfrutaba como un enano. El eco de la fábrica le devolvía todo el dolor de los sonidos de la derrota. Gotas de saliva escaparon de la boca de Gabriel cuando gritó:

- ¡Arrástrate, demonio! ¡Arrástrate!

Con los sentidos totalmente embotados y la conciencia oscilando peligrosamente entre la neblinosa agonía y el apagón total, Daredevil se dispuso a recibir el golpe de gracia. Estaba estirado en el suelo, boca abajo, tratando de levantar su maltrecho cuerpo con unos debilitados brazos. Pero el golpe final no llegaba.

Daredevil se incorporó, poco a poco, y se giró hacia donde tenía que estar Gabriel. Pero ya no estaba. Tan rápida, silenciosa y misteriosamente como había llegado, se había esfumado. Nuevamente Daredevil no había escuchado pasos, ni deslizamiento, ni movimiento del aire alguno. Claro que dado su sanguinolento estado, un elefante cojo podría haber pasado por su lado sin que se diese cuenta. Daredevil estaba completamente derrotado. Pero su oponente, había desaprovechado la oportunidad de rematarlo, no sin antes dejarle la sensación de total indefensión y vulnerabilidad extrema. El hombre sin miedo tenía la cara llena de sangre, la nariz destrozada y el cuerpo lleno de magulladuras. Además de eso, su bastón yacía completamente destrozado en el suelo de la fábrica de jabón. Por no hablar de su espíritu, quebrado absolutamente. La pelea con Gabriel había sido la gota que había colmado el vaso. Había conseguido en una pelea, después de varios de los peores días en la vida del abogado, lo que nadie antes había logrado hacer con tanta facilidad. Desmontar totalmente su equilibrio.

Gabriel lo había tenido en sus manos. Gabriel, cuyas habilidades no se alejaban demasiado de las del propio cuernecitos, había tenido en su favor, en cambio, un hecho diferencial. Gabriel sabía lo que hacía. Gabriel veía. Y Daredevil, en cambio, nunca se había sentido tan ciego. Pero ¿por qué Gabriel no había dado el golpe de gracia?

“La lanzo y... ¡HOP! ¿Qué ha salido, demonio?”.

De repente, Daredevil se dio cuenta de que Gabriel estaba ya saltando por una ventana hacia el exterior de la fábrica. Al mismo tiempo oyó el “clic”, que indicaba el final de una serie de sonidos. Hasta el mismo momento en que el ruido cesó, Daredevil no había sido consciente de él, tan absorto había estado en la pelea. Durante una milésima de segundo, el derrotado Daredevil analizó ese “clic”. Indicaba el final de la cuenta atrás de una bomba. Cuenta atrás que Gabriel seguramente había podido mirar en todo momento puesto que el visor de la misma estaba pegado a una de las cubetas de la fábrica, pero cuyos dígitos Daredevil no había podido lógicamente “ver”.

“¿Puedes ver lo que ha salido? ¿Puedes VERLO? demonio, ¿puedes VERLO?”.

Gabriel había controlado siempre la situación y Daredevil... estaba ciego. Venciendo el dolor extremo que recorría todo su cuerpo y obedeciendo una voluntad más allá de comprensión humana, el Hombre sin miedo se levantó al mismo tiempo que una chispa eléctrica llegó a su destino. Por segunda vez en dos días, el Apocalipsis:

¡¡¡¡BOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOMMMMM!!!!

“A ti te doy cruz, porque con ese traje de demonio que llevas, me parece de lo más irónico...”.

Pero cuando la moneda cayó, había salido cara.

Continuará...


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Referencias:
1 .- En una célebre pelea dentro de la bóveda secreta de Kingpin, en DD 171 USA, de la etapa de Frank Miller.
2 .- Foggy habla del ataque de Eco a Kingpin, que le dejó ciego en MK:DD 15 USA (etapa Mack-Quesada) y el de Mr. Silke, que estuvo a punto de costarle la vida, en MK:DD 26 USA (etapa Bendis-Maleev).
3 .- Foggy se refiere, evidentemente, a la “resurrección” de Matt/Daredevil en “Born Again”, en los DD 227-233 USA, de la etapa Miller-Mazzucchelli.
4 .- Melvin Potter, el Gladiador y Betsy Beatty, asistente social, a la que secuestró en DD 166 USA, de la etapa McKenzie-Miller.

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