Daredevil nº03

Título: Equilibrio (III): Osaka, el cielo puede esperar
Autor: Parménides
Portada: Florentino Lopez
Publicado en:


Vive en una noche eterna, pero la oscuridad está llena de sonidos y olores que otros no pueden percibir. Aunque el abogado Matt Murdock es ciego, sus otros sentidos funcionan con una agudeza sobrehumana... Abogado de día, vigilante de noche... El Hombre sin miedo
Creado por Stan Lee y Bill Everett

El avión llevaba aproximadamente tres horas de vuelo. La JAL solía ser muy puntual en sus desplazamientos, así que el aterrizaje en Osaka estaba previsto para las tres de la tarde. Matt estaba sentado junto a la ventana, con el diario de Karen entre las manos. Un silbido constante zumbaba en sus oídos, causado por la proximidad a la explosión que a punto estuvo de costarle la vida, un par de días antes.

La hermosa azafata oriental se le acercó por la parte de atrás del pasillo y con amabilidad, le preguntó:

- ¿Desea usted un antifaz para poder dormir?

Matt sonrió y con la cabeza señaló el bastón que tenía entre los pies, un bastón antiguo, de madera rústica, con el cabezal completamente curvado y sin ningún mecanismo interno que le proporcionara otras utilidades más que servir de apoyo a un ciego. La azafata se sonrojó –Matt pudo notarlo por el incremento de calor en sus mejillas- y pidió disculpas haciendo mil y una reverencias.

- Oh, oh... lo siento, lo siento mucho señor. Yo no vi que... yo no me di cuenta... lo lamento.

- No tiene ninguna importancia.

- Usted... tenía un libro entre las manos... Yo... Perdóneme...

- No se preocupe señorita. El libro es un recuerdo que me llevo en los viajes. Me ayuda a recordar... No se disculpe, no pasa nada.

Matt pensó en lo que acababa de decir: “me ayuda a recordar”. Y en cierta forma, era verdad. Tampoco sabía exactamente por qué había cogido el diario al hacer su maleta. ¿Nostalgia? ¿Masoquismo? Realmente era cierto aquello de que el cerebro tiende a ser pesimista cuando nos envolvemos en un entorno negativo. Y menudo entorno llevaba Matt últimamente. Todavía se estaba planteando si fue sólo suerte el haber escapado con vida de la explosión, o todo ello formaba parte de un macabro plan que lo quería hundir todavía más.

El caso es que la bomba explotó en el mismo momento en que Daredevil saltaba hacia unos bidones. La primera onda expansiva lo alcanzó, pero no de lleno. Incluso lo impulsó con fuerza hacia detrás de los bidones, cosa que seguramente le salvó la vida, dada la tremenda fuerza de la segunda onda expansiva. Todo retumbó. Todo se movió. Y el recuerdo que de todo ello mantenía Matt, era un persistente dolor de cabeza en forma de zumbido. Como en aquellas mañanas cuando había estado toda la noche al lado del altavoz, en conciertos como los de los Deep Purple, pero multiplicado por trescientos.

Los dedos hipersensitivos se paseaban por las páginas interiores del diario, recorriendo al azar los manchones de tinta que tenían forma de letra de Karen. No quería “leer” más, puesto que cada vez que se detenía en un pasaje, le embargaba la tristeza y no era capaz de ir mucho más allá. Las dudas de Karen, esas pequeñas desconfianzas que se guardaba para sí sola, le aguijoneaban el alma desgarrada que en esos momentos tenía por corazón. Y por encima de todo ello, no dejaba de pensar en un ataúd. El ataúd metafórico de Matt Murdock. Un ataúd que estaba sellado por cinco clavos diferentes, y cuya tapa no le dejaba ya respirar...

La incapacidad por defenderse a sí mismo y a sus amigos ante las injusticias, la posibilidad de que un gusano arribista como Unger barriera el suelo con su reputación y razón como abogado y como persona: El clavo que suponía la Crisis de la justicia.

La incapacidad de mantener a su mejor amigo por encima de todo, de no ser capaz de ir más allá de las relaciones humanas que la digestión de un fast-food, y la forma, sobre todo, en que había tratado a Foggy: El clavo que suponía la Crisis de la amistad.

La incapacidad para sacar lo mejor de sí mismo y de sus sentidos, la incapacidad para hacer frente situaciones donde el ruido, el hedor, la química y el apelotonamiento anulaban completamente sus habilidades: El clavo que suponía la Crisis de los sentidos.

La incapacidad de notar como sus grandes enemigos se hacían un hueco legal entre la injusticia que los corrompía, y lograban poner a su lado a los pilares fundamentales de la democracia: El clavo que suponía la Crisis de las instituciones.

Pero sobre todo, la incapacidad de afrontar su día a día sin plantearse el por qué, la incapacidad de discernir entre si había tratado de hacer lo correcto... o había tratado de jugar a ser Dios, y peor aún, la destrucción de la creencia que lo sustentaba, sobre si existe o no Dios realmente: El clavo que suponía la Crisis de la fe.

Matt estaba realmente jodido.


El avión lo había dejado en el aeropuerto de Osaka. Allí, había tomado un taxi, al que guió durante el transcurso de una hora y media, hasta que llegó al Templo [1] . En las escaleras de entrada, ya lo esperaban.

- ¡Tonto! Casi no me creí tu llamada. No ha pasado mucho tiempo desde la última vez...

- Esperaba una bienvenida menos pétrea.

Matt y Piedra se abrazaron con fuerza, transmitiendo el primero esa necesidad de ternura y de cariño que sentía en su interior, y generando el segundo, un aura de protección y seguridad como la que Mamá oso ofrece a sus oseznos. El abrazo se alargó por unos segundos y a Matt casi se le escaparon las lágrimas. Esa sensación de mariposas en el estómago no le abandonaría durante toda su estancia en tierras Japonesas. Se sentía en casa.

- Ven tonto, quiero que veas a los demás.

Trahn saltó también a los brazos de Matt, quien se alegraba mucho de verla. Estaban casi todos a los que había conocido, pero Trahn era una especie de hermana menor a la que sostener entre los brazos. Piedra, solemne como siempre, puso en fila a los miembros de la Casta, a la mayoría de los cuales Matt ya conocía de forma tangencial, para que las reverencias en el saludo fueran lo más armónico posible. Si lo que Matt buscaba en la Casta era armonía, ese podía ser un presagio de lo que le esperaba.

- Los aprendices están en el patio. Luego los verás. Pero entre nuestro anillo central, los Siete, la situación ha ido mejorando los últimos meses, desde la llegada de el siguiente [2] . Todavía no estamos completos, pero ahora, al menos, somos cinco. Tenemos equilibrio. Además de Ala, Llama y Estrella, a los que ya conoces –mientras los mencionaba, aquellos a los que pertenecían los nombres iban reverenciando al nuevo llegado -, quiero presentarte a Agua.

Matt reverenció a todos los presentes, fijándose especialmente en aquella a la que no había visto nunca... aunque no lo pareciera, porque algo en ella le era familiar. ¿Quizá una profesora de yoga de mediana edad que había tenido en la época universitaria? No conseguía situar el recuerdo. A pesar de que Matt tenía cierta práctica en adivinar la edad de los orientales, habilidad escasamente compartida entre los occidentales, le era imposible definir cuántos años parecía tener Agua. Lo que estaba claro era que su piel, todavía fina y tersa como el delfín, había visto sin embargo muchísimas puestas de sol. Tenía un rostro amable, amigable, pero no exento de las marcas que la vida había ido dejando tras de sí. Como el río que nace en las montañas y muere en el mar, Agua parecía haber arañado lo mejor de cada terreno por el que había pasado, para acabar en un remanso plácido y tranquilo, en forma de delta marino.

¡PLAS! ¡PLAS! Las palmadas de Piedra despertaron a Matt de su profunda fascinación.

- ¡Tonto! No has venido para charlar y abrazarnos. Lo que necesitamos es trabajo. Mucho trabajo. Vas a escuchar y aprender. Nos levantamos con los rayos de sol. Nos lavamos con el agua del río. Ayunamos con la compañía del cantar de los pájaros. Oramos con el ritmo del silencio. Trabajamos la artesanía con la creatividad de las nubes. Trabajamos. Y trabajamos. Así que no busques lo que no hay. Este es el camino. Otros, como Elektra o Yari [3] , han buscado atajos, pero los árboles les han impedido ver el bosque. No busques lo que no hay. Este es el camino.



A las cinco de la mañana del día siguiente, todavía con el Jet-lag a cuestas, Matt fue despertado por una sacudida.

-Despierta, tonto, no has venido aquí a hacer el vago –Piedra lo zarandeaba con cierta impaciencia. –Ya hace un buen rato que el primer rayo de sol ha asomado. Agua te está esperando en el jardín del Panda.

Con los ojos entrecerrados, Matt se vistió todo lo deprisa que pudo y bajó corriendo hasta donde le estaba esperando su mentora de aquel día. Se sentía pesado y torpe, y la firmeza del reproche matinal de Piedra no le habían supuesto ningún estímulo. Cuando llegó al jardín, Agua estaba sentada en la postura del loto, de espaldas a su llegada.

- Siéntate, Matt-San –Él se sentó también en la postura del loto y trató de despertar completamente sus adormilados sentidos.

- Debes de estar cansado. A tus espaldas, un largo viaje.

- Sí, de hecho, salí ayer temprano de New York y...-con una sonrisa, ella aclaró suavemente:

-No, no hablo de eso. Me refiero al largo viaje que emprendiste hace ya algunos años y que te convirtió en lo que eres. No es fácil mantener el equilibrio durante tanto tiempo y con tanta vorágine a tu alrededor. New York es un lugar difícil donde mantenerlo. No te preocupes, todos necesitamos de vez en cuando re-encontrarnos a nosotros mismos, y cuanto más alejados vivimos de nuestro centro, más difícil nos resulta volver a la senda.

- Me alegran sus palabras –dijo Matt. –Es el primer signo de comprensión sobre mi estado que percibo desde que llegué.

- No eres el primero ni serás el último que acudes a nosotros en busca de comprensión. Otros como tú han buscado el equilibrio. Otros antes que tú vinieron de New York también. Yo sé que es el Purgatorio. Y en el Purgatorio, el equilibrio es lo que separa a las Personas de los Hombres.

- Equilibrio... desde que he llegado, ya he escuchado varias veces este concepto, equilibrio. No creo que llegue a comprender completamente su significado –preguntó Matt. Agua reflexionó durante unos instantes antes de contestar.

- ¿Equilibrio? Yo te contaré lo que es el Equilibrio. Hace muchos siglos, cuando Babilonia era el centro de la civilización humana, un humilde campesino se presentó en el inmenso y bellísimo palacio ante su rey con esta misma pregunta. Había oído hablar del concepto, lo utilizaba incluso a menudo en su día a día, pero siempre con el significado que las personas damos a las cosas. Es decir, sin comprender completamente sus implicaciones. Al rey de Babilonia le pareció simpática y sincera su osadía de acceder a la comprensión mediante la pregunta directa. Y le respondió que para comprender el equilibrio, debía sostener el mango de una cuchara de madera con los dientes, llenarla de aceite y dar una vuelta entera por toda la muralla exterior del impresionante palacio del rey, sin derramar una sola gota. El campesino, excitado por la inminente llegada de comprensión, llenó la cuchara de aceite, se la puso en la boca y con mucho cuidado empezó a rodear la muralla. Tal empeño y celo puso en que no le cayera una sola gota de la cuchara, que a punto estuvo de tropezar varias veces y despeñarse por barrancos en tantas otras ocasiones. Pero finalmente completó la vuelta entera y, satisfecho, volvió a los aposentos del rey. Una vez allí, con voz triunfante, le explicó que ni una gota del aceite que colmaba la cuchara había caído. El rey entonces le preguntó: ”Has paseado por los jardines reales, has rodeado completamente la larga muralla del palacio, has pasado por debajo de torres y minaretes que poca gente en la Tierra ha llegado a contemplar. Dime, campesino, ¿qué has visto de todo ello?”. El campesino, enmudeció porque no había visto absolutamente nada, absorto como estaba en su cuchara de madera. Viendo enrojecer al campesino, el rey le propuso repetir la experiencia: “Vas a volver a recorrer la muralla exterior, con la cuchara llena de aceite en la boca, y sin que te caiga una sola gota. Pero en esta ocasión fíjate en todo lo que veas, para poder contármelo cuando vuelvas”. El campesino volvió a rodear la muralla. Sin embargo, no dejó de contemplar extasiado las maravillas que contenía el palacio real. Cuando completó la vuelta, volvió ante el rey. Éste le preguntó lo que había visto. El campesino respondió, casi sin aliento: “Oh, rey, he visto cosas que nunca pude imaginar que existían. He paseado por los jardines reales, donde he podido observar árboles de tantas especies diferentes, como piedras tiene el campo. He paseado por debajo de las Torres y Minaretes donde había piedras preciosas incrustadas, de belleza sólo comparable a los atardeceres de otoño. He observado las piedras de oro que conforman la muralla Oeste, que son tan grandes como sandías. He sido testigo de como los rayos de sol se reflejaban en los rosetones y enormes ventanales de colores, como si el mar reflejara todo el cielo. He sido testigo de todo esto y mucho más...”. Y el rey inquirió: “¿Y que ha sido del aceite de tu cuchara?”. El campesino volvió a enmudecer cuando se dio cuenta que había traído la cuchara completamente vacía. Distraído por la contemplación de tales maravillas, no había sido capaz de mantener ni una sola gota de aceite. El rey le dijo “Cuando seas capaz de mantener el aceite en la cuchara y, al mismo tiempo, puedas observar las maravillas que te rodean, habrás llegado a comprender completamente lo que es el equilibrio”.

Agua sonrió. Matt había escuchado absorto las palabras de la mujer, que rezumaban sabiduría y comprensión. Ella continuó hablando con ese tono suave y con cierto aire maternal. Era tan diferente a la rudeza de Piedra...

- Las limitaciones están en tu mente, Matt-San.



Por la noche, Matt empezó su particular taller de artesanía. No era fácil, nunca fue demasiado bueno en el trabajo de precisión con las manos, pero le relajaba. Los cortes con el cuchillo debían ser limpios, la superficie del material debía quedar lisa. Y el equilibrio de la pieza debía ser único, diferente, pero adaptado completamente al uso que quería darle. Varios eran los factores que debía tener en cuenta. El peso, el ángulo de inclinación, la curvatura de los cantos... No era nada fácil. Cada elemento tenía su equilibrio, y él debía encontrar el equilibrio que emanaba de la pieza que estaba tratando de completar. A su lado, el diario de Karen parecía darle cierta serenidad, pero sobre todo, una conexión con su pasado a la que no quería renunciar. Con paciencia y resistiendo los impulsos de sueño que le asaltaban, Matt continuó con su faena.

Estaba tallando un bastón.



- Hola socio –Matt dejó entrever al mismo tiempo tristeza, arrepentimiento y cariño en su tono de voz. Desde el otro lado de la línea telefónica, Foggy dudó unos instantes antes de contestar, con cierto recelo.

- Hola Matt. Hacía muchos días que no sabía de ti. ¿Estás bien?

Foggy podría haber colgado directamente al escuchar la voz del que fuera su amigo, pero no lo hizo. El tono que adoptó hizo convencerse a Matt todavía más que estaba haciendo lo correcto al intentar recuperar a su amigo.

- Foggy... yo...

- Espera un momento, Matt, no oigo nada –Foggy dejó el teléfono y se fue a bajar el volumen del televisor. A pesar de la distancia, Matt podía oír perfectamente la voz del locutor de noticias de la WFET. Hablaba de la futura campaña al cargo de gobernador del estado de Nueva York, que estaba en ciernes. Mientras se rumoreaba que otras candidaturas con menos posibilidades podrían estar formándose, parecía claro que Noel Archibald sí se iba a presentar. La voz del locutor descendió progresivamente hasta no ser más que un leve susurro. Foggy volvió a coger el aparato.

- Perdona. Aquí la gente se está volviendo más loca. Estas elecciones, además de continuar llenando las calles de papelajos, van a ensuciar todavía más la ciudad. Los trapos sucios de los pre-candidatos van a ser aireados a más no poder. Ya no estoy tan seguro que fuera buena idea de aceptar el traslado momentáneo a las oficinas de Archibald, puesto que eso es un avispero y la tranquilidad brilla por su ausencia. Oye, por cierto, te oigo muy lejos ¿desde dónde llamas?

- Osaka.

-¡¿Cómo?! ¿Pero cómo has podido salir del país con el juicio pendiente?

- Es una laaaarga historia, Foggy. Me gustaría contártela... si fueras capaz de perdonarme. He sido un completo imbécil.

Matt empezó con estas palabras su letanía. Durante media hora, estuvo explicándole a su socio todos los detalles de lo que le estaba pasando, contextualizando las peleas que tuvo con él e implorando su comprensión, intentado hacer las paces con quien fuera una de las personas más importantes de su vida. Media hora más tarde, cuando colgó el teléfono, estaba mucho más tranquilo.



Agua había colocado una larga cuerda entre dos árboles. Matt estaba en las ramas de uno de ellos, a punto de hacer de funambulista circense.

- El objetivo siempre es mantenerse enfocado, tener claro el objetivo y ser perseverante y fiel a los principios. Busca el equilibrio, Matt-San.

A Matt le pareció fácil. Había hecho cosas parecidas un millón de veces, a más altura, entre los rascacielos de New York con el cable de su bastón. La distancia entre aquellos árboles no le iba a suponer ningún problema. Pero algo más debía haber. Algo que no controlaba podía aparecer. Matt dio el primer paso y empezó la travesía por la cuerda hacia el árbol siguiente, intentando mantener el equilibrio con las manos. ¿Vendría Ala por entre las hojas e intentaría derribarle? ¿Estaría Estrella presto a lanzarle sus mortales Shuriken, escondido tras los arbustos? ¿Esperaría Llama desde el otro árbol para freírle el trasero? Matt trató de amplificar sus sentidos, intentando ser consciente de todo lo que se pudiera mover a su alrededor. Mientras tanto, seguía avanzando lentamente por la cuerda. ¿Algo le esperaba en el árbol siguiente? ¿Debería volver al árbol de origen y asegurarse que la cuerda era segura?

De repente, la cuerda empezó a moverse. Arriba y abajo, cada vez con más violencia. Matt no sabía que hacer. Continuar adelante. Volver atrás. Todo eran opciones. Había estado tan inmerso en los posibles peligros del entorno que nunca se concentró del todo en la cuerda. Y la cuerda se movía, se movía, se movía. Llegó un momento, en que Matt no pudo ya sostenerse encima de ella y perdió el equilibrio. Mientras caía hacia la mullida hierba notó como Agua, que estaba en el primer árbol, sacudía con vigor la cuerda.

Matt se pegó un buen costalazo. Las costillas le dolerían un par de días. Desde el suelo, oyó la voz amable de Agua.

- Recuerda: El objetivo siempre es mantenerse enfocado, tener claro el objetivo y ser perseverante y fiel a los principios. Busca el objetivo. Eso es equilibrio.


Era la quinta noche en la que Matt trabajaba en el bastón. Estaba prácticamente terminado. Longitud perfecta. Peso perfecto. Curvaturas de los cantos perfectas. Mecanismos de encaje perfectos. Durante esos días, Estrella había trabajado duramente enseñándole todos los secretos de la artesanía en el talle de madera. Durante esas noches, molido por todo el día de ejercicio y oración, no había dejado de luchar contra el cansancio para terminar su bastón. Había aplicado todos los principios aprendidos, había sudado sangre para perfeccionar su obra. Pero algo fallaba. Las manos de Matt no habían sido lo suficientemente hábiles para hacer un bastón perfecto. Le faltaba equilibrio. Le faltaba el alma.

Entonces Matt reparó nuevamente en lo que le había hecho compañía durante esas veladas. El diario de Karen, que no se había separado de él, lo miraba triste. Cogió el libro, lo sostuvo con fuerza entre sus manos, y se lo llevo al pecho. Karen había sufrido tanto, había dudado, había mantenido su dolor en silencio durante tanto tiempo. Las dudas de Karen eran las que Matt compartía en esos momentos. Un objetivo, una razón de ser, una forma de hacer las cosas. Eso le faltaba y, en consecuencia, no era tampoco capaz de transmitir su propio equilibrio al bastón. Pero el diario le transmitía otra cosa. Las dudas que se pudieran generar no impidieron de todos modos, el nacimiento y florecimiento de un amor que no dejó de crecer. Ese diario era también la prueba viviente de su amor, de las cosas y vivencias que compartieron, muy a pesar de las dudas que pudieran existir. Esas vivencias eran claramente una fuente de confianza, un surtidor de inspiración. No eran más que una cuestión de fe.

Karen confiaba en él. Dudó, claro, como Matt estaba dudando en este momento. Pero tiró adelante, y lo hizo porque le amaba, porque le quería, porque confiaba en él. Tenía fe en él.

¿Era Matt capaz de luchar también por lo que él creía? ¿Era Daredevil la respuesta a su fe? Sus sentidos aumentados, lo que le diferenciaba de los demás, eran la respuesta. ¿Por qué le habían fallado tan miserablemente? Porque no tenía equilibrio. ¿Cuándo los recuperaría? Cuando recuperara el equilibrio. ¿Cuándo recuperaría la fe en sí mismo? Cuando tuviera nuevamente equilibrio.

Dejó el diario a un lado, agarró nuevamente el bastón imperfecto que había estado realizando, y lo arrojó al fuego. Mañana empezaría un nuevo bastón.



- ¿Por qué dices que ya no sientes como antes? .–Agua respondió al comentario de Matt.

- No lo sé. La pelea con Gabriel, lo que pasa en mi vida en estos momentos, la acumulación de sensaciones... creo que todo eso me ha bloqueado. Mis sentidos se saturaron y no fui capaz de procesar toda la información que me llegaba. Creo que simplemente se agotaron.

- Tu percepción acerca de los sentidos es errónea, Matt-San. No se agotan. No tienen una capacidad limitada. Todo es mucho más grande de lo que te imaginas. Recuerda: las limitaciones están en tu mente.

- Es que dicho por usted todo parece tan fácil. Pero los efectos de la radiación que me amplificó los sentidos podrían haberse acabado. A lo mejor las células absorbieron una cantidad de radiación limitada que podría estar acabándose en estos momentos. Una vez Stick me dijo que la radiación había desaparecido y que nada tenía que ver [4] , pero es evidente que algo haría con mis células, con mis sentidos.

- El maestro Stick era muy estricto en sus enseñanzas pero me han transmitido que siempre vio en ti un potencial que te hace un valioso aliado... y aprendiz. Pero has pasado demasiado tiempo en Occidente y te es difícil ver las cosas desde otro punto de vista. Has estudiado las leyes, conoces las reglas hechas por las personas, pero te mantienes demasiado aferrado a lo que ya conoces por miedo a lo que te queda por descubrir. Debes liberar tu mente y olvidarte de tus miedos. Siempre te mantienes en la teoría que la radiación aumentó tus sentidos, pero... ¿Te has dado cuenta de cómo Piedra puede endurecer su cuerpo hasta hacerlo prácticamente invulnerable? ¿Te has fijado en cómo Ala es capaz de levitar sin más que el poder de su mente? ¿Has visto cómo es Estrella capaz de fijar su blanco y no fallar ningún tiro? ¿Te has preguntado por qué Llama puede generar calor hasta conseguir fuego? –Matt se fijó en cómo Agua evitaba, quizá voluntariamente, hacer comentarios acerca de sus propias habilidades. Eso le despertó todavía más la curiosidad –Todo esto, Matt-San, nada tiene que ver con la radiación. Todo esto tiene que ver con la Mente.

- ¿Te refieres que todas estas habilidades son imaginaciones, que no ocurren realmente más que en la mente de quienes las percibimos?

- No. Estas habilidades existen realmente. Son manifestaciones del equilibrio interior. Cada persona tiene unas necesidades y unas capacidades diferentes a las de cualquier otro. Algunos estamos preparados para ser fuertes, otros para ser más sensibles, otros para amar, otros para odiar... Lo que has visto hacer a cada uno de los Siete no son sino proyecciones de su propia fuerza interior. Propia fuerza interior que tú también podrías manifestar. La radiación aceleró ese proceso, facilitó ese trabajo. Y el hecho de que fueras una persona fuerte interiormente y con bastante equilibrio, permitió su florecimiento. Pero dado que tus habilidades no surgieron totalmente de tu equilibrio interior, éstas han sido volubles, fatuas, se pueden marchitar con facilidad. Estos días estás intentando recuperar ese equilibrio, que te permitirá la recuperación de tus sentidos.

- Pero ¿qué hizo que la radiación abriera las puertas a mis sentidos? ¿Por qué? –Matt se dio cuenta que todas sus dudas, en ese aspecto, así como en todos los demás que le preocupaban últimamente se resumieron en ese “¿Por qué?”. Estaba llegando a algo.

- Matt-San, te cuesta entenderlo porque todavía sientes con la razón. Esto no es una cuestión de pruebas, sino de emociones, de sensaciones. Lo probaremos con una metáfora. ¿Has oído hablar de la teoría del Diez por ciento?

- No sé exactamente a qué se refiere. ¿El Diez por ciento?

- Un psicólogo Europeo afirmó en una ocasión que el Ser Humano utiliza actualmente un diez por ciento de sus capacidades cerebrales. El potencial humano a este respecto es mucho más grande.

- Algo había oído, es cierto .–respondió Matt, haciendo memoria.

- Pues bien, ese Diez por Ciento es el paralelismo que estábamos buscando. Imagínatelo como algo más global. No solamente hablando de capacidades cerebrales sino de capacidades en general. Antes de recibir la dosis de radiación, estabas al diez por ciento de tus capacidades. La radiación aumentó artificialmente tus capacidades hacia cotas más elevadas, cotas que pudiste mantener gracias a tu trabajo y fuerza interior. Pero ese era un regalo algo envenenado. Te faltaba equilibrio para mantenerlas con más firmeza. Y por eso te fallaron en los momentos en los que el mundo se tambaleaba a tu alrededor.

- Comprendo.

- El Cien por cien, incluso, es una barrera mental. Siempre hay más allá. Gracias a la radiación, llegaste a un veinte, treinta, cuarenta por ciento ¿quién sabe? Pero el límite no existe. Seguramente, en alguna ocasión pudiste, incluso tú ir más allá de ese treinta-cuarenta por ciento.

Matt asintió, recordando algunos momentos de su pasado en los que sus sentidos parecieron crecer hasta no conocer límites. Le vino a la cabeza la vez en que, queriendo descubrir el paradero de Bullseye, que había secuestrado un asmático, se concentró de tal modo en los sonidos nocturnos de Manhattan, que entre la miríada de ruidos fue capaz de oír el sonido de una tos en particular [5] .

- Bien, Matt-San, pues todo ese potencial está en tu interior, esperando a ser descubierto. Una vez más: las limitaciones están en tu mente. Vamos a hacer una cosa...

Agua pidió a Matt que lo siguiera nuevamente al Jardín del Panda. Una vez allí, hizo subir a Matt a la cuerda que se sostenía entre los árboles.

- Sube encima de la cuerda, por favor. Ahora, mantén el equilibrio. Bien. Concéntrate, afina tus sentidos .–Matt intentó percibir más allá de su pequeño mundo interior, siendo consciente de lo que había no solamente a su alrededor, sino considerando la situación como parte de un todo. –Siente la brisa, siente el olor, trata de captar las partículas de comida que flotan en el ambiente... moldéalos, hazlos trabajar a tu gusto. Tienes un don, Matt-San, eres el más sensible de todos. Tu capacidad, lo que te hace único es ser consciente de todo lo que te rodea. Tú le has dado un nombre: “Hipersentidos”, o “sentidos aumentados”. Le has dado incluso una función o utilidad. Pero no deja de ser simplemente la capacidad por la que te destacas entre las demás personas. El sensible. El que siente –Agua hizo una pausa. -Pero para no verte abrumado por todo ello debes afinar tu don, bloquear tus sentidos, amplificarlos cómo y cuándo quieras. Enfócate. Lo importante es tener un objetivo, tener una visión.

Matt pensó que eso fue realmente lo que marcó las diferencias con Gabriel. Gabriel no solamente podía “ver” físicamente, sino que tenía “visión”. Tenía claro el cómo y el por qué hacía las cosas. Y Matt necesitaba la “visión”. No la física, pues eso ya lo había experimentado fugazmente con la llegada del Todopoderoso [6] , sino la que servía realmente para vivir. En definitiva, el equilibrio.



Llevaba cinco noches trabajando en el nuevo bastón, desde que desechó el anterior. Cinco noches de duro trabajo, dejándose los dedos, raspándose la piel y cortándose con el cuchillo. Pero era necesario un trabajo puramente artesanal si quería dotarlo de vida propia, de alma, de, como él mismo ya denominaba, equilibrio interno. El trabajo en el bastón había llegado a tener un fuerte paralelismo con su propio proceso interior en el Monasterio. Los días que llevaba con La Casta le habían servido para centrarse nuevamente en él mismo. Volviendo la vista atrás, vio que realmente necesitaba un parón en su cotidianeidad, y la estancia en Japón le estaba sirviendo no solamente para lamerse sus heridas, sino para encontrar una nueva fuente de fuerza interior que nunca hubiera sospechado que podía tener.

Longitud perfecta. Peso perfecto. Curvaturas de los cantos perfectas. Mecanismos de encaje perfectos. Equilibrio... perfecto. Ahora sí estaba satisfecho con lo que había realizado. Pero el bastón no estaba terminado del todo. Quería darle un nuevo significado, un símbolo que lo diferenciase de otros bastones que había tenido. Quería dejar patente en su nueva herramienta esa metáfora de su renacimiento interior. De este modo, Matt cogió el cuchillo más fino y empezó a grabar en el mango los símbolos kanji de aquellos que le habían ayudado a recuperarse a sí mismo: Piedra, Ala, Llama, Estrella y... Agua. Sobre todo Agua.

La estancia en Osaka le había aportado además algo que ahora tenía muy claro. Que hay que luchar por lo que se quiere. Pero sobre todo, que hay que tener claro qué es lo que se quiere. Y ahora era el momento de llevarlo a cabo.



Matt estaba encima de la cuerda por última vez. Se notaba lo bastante preparado. Aún así, sentía esa sesión final como un examen, como si todo lo que había aprendido e interiorizado esos días fuera a ser puesto a prueba. Tal como le había dicho Agua, lo único que tenía que hacer era cruzar la cuerda.

Matt avanzó un paso, dos... y mantuvo el equilibrio totalmente sin necesidad siquiera de extender los brazos. Se sentía confiado, fuerte, equilibrado. De repente, una voz suave, que estaba debajo suyo, gritó:

-¡WADAIKO!

A la orden de Agua, varios tambores empezaron a sonar. Con fuerza y energía, el contacto de las manos contra la piel tensada, provocaba un resonante ritmo continuado que iba haciéndose más y más intenso por momentos. Matt centró su oído e identificó claramente de donde venía la música. Dieciocho puntos focales, calculó Matt, eran los responsables de la rítmica cacofonía que estaba pensada para enturbiar y taponar completamente su sentido del oído. Pero Matt pudo identificar uno a uno, los diferentes lugares de procedencia del sonido, y bloquearlos parcialmente. Afinó su oído de tal forma, que hasta distinguió el particular toque de Trahn de entre los dieciocho estudiantes que estaban golpeando con fuerza los tambores. Agua gritó nuevamente:

- ¡HONOO!

Y en ese momento, por entre unos arbustos cercanos a los árboles que sostenían la cuerda, Llama despertó sus particulares habilidades para encender un fuego con hojas secas. El negro humo que se iba levantando, cubrió como una grisácea túnica la figura de Matt y sus alrededores. Pero aunque el tacto y el olfato estuvieran algo confundidos por el ataque repentino del humo, Matt se concentró en su equilibrio, contrarrestando la oscuridad que le rodeaba con una mayor atención. Taponó mentalmente la entrada en su cuerpo de aire viciado, y dejó que el humo resbalara por sus poros, mientras avanzaba lentamente por la cuerda.

- ¡TSUBASA!

Docenas de jaulas con mariposas fueron abiertas desde las ventanas próximas del monasterio. Al verse liberadas, las mariposas volaron impredeciblemente con un frenesí inconsciente, llenándolo todo de color y luz. En medio de ese maremagnum de movimiento, un veloz Ala descendió con decisión de entre las nubes. Matt lo percibió, mucho antes que el propio Ala dirigiera su grácil forma voladora hacia el funambulista. Tan sólo tuvo que bloquear de sus sentidos la confusión alada de las mariposas y focalizarse en el dinámico punto que Ala representaba en su espectro del radar. El cálculo le permitió avanzarse unos pasos preciosos al pase de Ala por encima de la cuerda, esquivando completamente su ataque. Unas semanas antes, con los tambores de fondo, el humo rodeándolo y las mariposas volando, Matt hubiera sido presa fácil para un enemigo que atacara desde arriba. Pero no lo era ahora. La voz de Agua, sin embargo, volvió a sonar.

- ¡HOSHI!

Del lado contrario de donde venía la columna de humo, decenas de bellotas empezaron a ser lanzadas con fuerza hacia la figura en equilibrio de Matt. Viendo que no podría esquivarlas todas, Matt centró nuevamente su radar mientras avanzaba con paso firme por la cuerda, para situar exactamente la altura, distancia y fuerza con la que estaba siendo lanzado cada proyectil. Aunque una bellota no pudiera hacerle demasiado daño, en caso de acertarle varias, podía perder con facilidad el aguante encima de la cuerda. Pero evitando la mayoría con algunos pasos hacia adelante o hacia atrás, Matt alzó las manos con una rapidez imposible de imaginar unas semanas atrás, para interceptar las demás bellotas. Más que rechazarlas, parecía que realmente las cogiera a su antojo de un invisible árbol delante de él. Matt pensó que dada la naturaleza de los ataques, era Estrella quien las lanzaba con tanta precisión.

Solamente faltaban Piedra y Agua por sumarse a los intentos para tratar de descabalgarle de la cuerda. Y como queriendo darle la razón a su pensamiento, en ese momento se oyó la que sería la última orden de Agua.

- ¡ISHI!

Un proyectil se acercó con una rapidez pasmosa desde el árbol a donde debía llegar Matt. Dada la poca distancia que le quedaba hasta su destino, la posición de Matt en la cuerda era muy próxima al punto de salida del proyectil. A pesar de ello, Matt tuvo tiempo de saltar instintivamente hacia atrás, dando un salto mortal en el aire, para coger con fuerza lo que le habían lanzado, antes de caer nuevamente en sus propios pies, sobre la cuerda tensada. Solamente cuando acomodó sus manos al impacto del objeto mientras estaba dando la voltereta sobre sí mismo, fue Matt consciente de la naturaleza del proyectil. ¡Era su bastón! No había duda, notaba en sus manos, el tacto de los símbolos que había grabado la noche anterior.

Habiendo completado su salto y recuperando el equilibrio encima de la cuerda, Matt pensó con cierta ironía, que ahora sabía cómo se sentían sus oponentes cuando se lo tiraba él. ¡Aunque el descomunal impulso que le habían dado al bastón estaba fuera de sus capacidades! Solamente Piedra hubiera sido capaz de imprimir tal velocidad a un objeto. Y como para confirmar sus pensamientos, Matt oyó un fugaz latido detrás del árbol desde el que le había sido lanzado el bastón. Efectivamente, era Piedra.

¿Pero cómo habrían sido capaces de conseguir ese bastón? Matt se había dormido con la obra terminada debajo de su cuerpo, y lo primero que hizo al levantarse fue ser guiado directamente hasta el Jardín del Panda, donde estaba teniendo lugar esa prueba. Por tanto, era virtualmente imposible que alguien se hubiera hecho con el bastón. A no ser que se lo hubieran quitado mientras dormía...

Mientras recorría ahora sin oposición los últimos metros que le separaban del árbol de destino, Matt notó como la satisfacción de Agua parecía llenar completamente el jardín.

- Fue usted la que me robó el bastón mientras dormía ¿verdad? .–le dijo Matt a Agua mientras tocaba el tronco, finalizando con ello la prueba- ¿Cómo pudo entrar sin que me diera cuenta?

- MIZU, el Agua, llega a todas partes, sigilosa, perseverante. No hay resquicio por el que no se cuele. No hay zona baja que quede seca si se lo propone. No hay roca de acantilado que no erosione, si tiene paciencia y perseverancia.

Matt se dio cuenta de que le habían añadido un símbolo Kanji a los que él había grabado la noche anterior en el bastón. Un símbolo que desconocía.

- ¿Un nuevo símbolo en el bastón, Agua?

- El objetivo ha pasado a tu alcance y tú has tenido suficiente equilibrio y fuerza para cogerlo, Matt-San. Recuerda: El objetivo es siempre mantenerse enfocado –Agua continuó con su diagnóstico final. -Estás preparado. Tus sentidos, expandidos. Tú eres el que siente. Las limitaciones están en tu mente –una sonrisa asomó en su rostro, mientras continuaba hablando:

- Hemos añadido un nuevo símbolo a tu herramienta simbólica, en honor a tu antiguo Sensei y descubridor, Stick. TSUE. Bastón. Ahora está en tu mano encontrar tu propio camino.

Matt Murdock, el abogado y Daredevil, el Hombre sin miedo se habían encontrado a sí mismos. El resultado era un hombre con el equilibrio recuperado. Acariciando los símbolos que adornaban su nuevo bastón, no pudo reprimir un pensamiento.

-Estoy preparado. ¡Estoy preparado!

Continuará…..



Si te ha gustado la historia, ¡coméntala y compártela! ;)

Referencias:
1 .- Matt sabe dónde está la morada de la Casta desde los hechos acontencidos en “Daredevil: Ninja”, de Bendis-Haynes.
2 .- “El siguiente” es la niña que, según las leyendas, posee el alma reencarnada de Yamato-Take (valiente héroe del japón) y que antes poseyó Stick. En esta creencia se sustenta gran parte del poder espiritual de La Casta, tal como se explicó en el mencionado DD: Ninja.
3 .- Elektra fue rechazada finalmente a formar parte de la Casta en DD 190 USA, en la etapa Miller, mientras que Yari (Lanza) traicionó a sus hermanos en el DD 296 USA, en la etapa Chichester-Weeks.
4 .- Stick sugirió que la radiación nada tuvo que ver con los supersentidos en DD 188 USA, dentro de la etapa Miller.
5 .- Esto ocurrió en DD 169 USA, en la etapa Miller.
6 .- Cuando el Todopoderoso llegó a la Tierra para las “Secret Wars II”, le devolvió la vista al cuernecitos durante un breve período (¡nueve páginas!), después de las cuales éste renunció al regalo, en DD 223 USA, de la etapa O’Neil-Mazzucchelli.

No hay comentarios:

Publicar un comentario