Daredevil nº07

Título: El imperio de los sentidos (II): Tacto
Autor: Parménides
Portada: Sigmundo Nemo
Publicado en: Julio 2004

Mientras un peligroso Kingpin va volviéndose más poderoso por momentos, Daredevil recibe una visita de pasado, una que podrá patas arriba su reencontrado equilibrio.
Vive en una noche eterna, pero la oscuridad está llena de sonidos y olores que otros no pueden percibir. Aunque el abogado Matt Murdock es ciego, sus otros sentidos funcionan con una agudeza sobrehumana... Abogado de día, vigilante de noche... El Hombre sin miedo
Creado por Stan Lee y Bill Everett

Resumen de lo publicado: A pesar de haber recuperado y afinado recientemente su Equilibrio interno, Matt Murdock se da cuenta que todavía siente miedo ante la posibilidad de dejarse llevar por sus sentimientos, cuando Elaine, su joven colaboradora en el bufete, intenta ligárselo en una noche loca con los clientes Archibald. Mientras tanto, Kingpin está cimentando su poder político, económico y mediático  y Agua ha visitado a Gabriel con misteriosos motivos. Tan misteriosos como la identidad del asaltante que Matt encuentra cuando vuelve a casa después de la mencionada noche...

- ¡Es que me toca las narices!

- Gabriel, tranquilo, mucho tacto con lo que dices ¿qué es lo que más te molesta?

- ¡Manda huevos! La falta de libertad ¿no está claro? El estar aquí metido sin poder hacer nada, sin poder enfrentarme de nuevo a ese diablo...

- ¿Es eso realmente lo que te molesta... o hay algo más?

Ante la pregunta de Agua, Gabriel hizo aquel gesto típico de impaciencia que hacen los que no quieren perder el tiempo dando explicaciones obvias.

- Lo que tú sientes es una traición de amor –se contestó ella misma.

- ¿Te has vuelto loca o qué?

- A pesar que declaraste haber sido contratado por Maltés en todo el asunto “Mary Astor” [1] , es evidente que quien está detrás de todo ello no es sino Kingpin.

- Vaya, ¡veo que al final todo llega también a Osaka! De todos modos, lo que dices es ridículo. Y aún así no veo que tenga nada que ver con...

- Al contrario, tiene todo que ver. Sientes una traición de amor por parte de Kingpin. Estás enamorado de él y sientes que, de algún modo, te ha traicionado.

- Mira, si esto es alguna especie de broma... ¿de qué coño estás hablando? ¿Qué sabrás tú del amor?

- Déjame explicarte. No existe solamente un tipo de amor.

- ¿Ah no? Eso ridículo de las poesías no es más que una mariconada... así que no me hables de amor... por Dios, ¡con Kingpin!

- El amor romántico, el de las películas, los poemas y los libros existe, sí, pero es solamente uno de los varios que hay. Éste fue ensalzado en los libros de caballerías y tuvo su apogeo durante el romanticismo. Es platónico, inmaterial, no tiene en cuenta el sexo e idealiza a la otra persona poniéndola más allá del alcance de la realidad. Pero, como te digo, hay otros.

- ¿Qué me estás contando? A ver... ¿Y cuántos hay?

Sin inmutarse, Agua continuó: -Un segundo tipo de amor es el de conveniencia. Es el amor que siempre ha existido, sobre todo en momentos de necesidad. Es el amor que, en tiempos de hambre, hacía que el hijo del carnicero fuera el soltero más apetecible del pueblo, y en tiempos de abundancia, como ahora mismo, lo son los famosos. Es el amor que te hace estar bien junto a la persona que te puede proveer de todo aquello que necesitas, normalmente más material. Es un amor muy funcional y cómodo –hizo una pequeña pausa, como para percibir el efecto que sus palabras estaban teniendo en Gabriel. Él mantenía su cara de incredulidad, agarrando el auricular por el que se comunicaban en el pequeño cubículo de visitas de la prisión de Ryker’s. Era el segundo día que Agua lo visitaba.

- El tercer tipo de amor es el pasional -continuó entonces Agua-. Es el que, de algún modo podemos relacionar con toda la liberación sexual hippie y que ha teñido de lujuria y pecado el impulso animal que nos impulsa de forma natural a la reproducción, a la supervivencia de la especie. Es el que nos hace enloquecer de deseo y nos despierta los instintos primarios de la carne.

- Sí, sí, la zorrita de Peggy suele despertarme ese tipo de amor... –añadió Gabriel burlonamente, como susurrando para sí mismo. Agua ignoró la ironía.

- Luego existe un cuarto tipo de amor, el de admiración. Ése es el que sientes por Kingpin y ése es el que se siente traicionado. Tú has elegido sentir esa admiración por Kingpin, dada la influencia que ha tenido en ti. Lo conociste y lo admiraste inmediatamente. Pero te ha pasado lo que les pasa verdaderamente a muchas parejas hoy en día. Vivimos tan convencidos de que la persona ideal existe, tal es la insistencia con la que nos han machacado las distintas historias de amor que nos cuentan constantemente, que tratamos de buscar alguien que concentre todos los tipos de amor en uno. Y eso crea frustración. Y rechazo. Y eso es lo que te pasa con Kingpin. Te sientes engañado, estafado y frustrado porque no ha enviado nadie a buscarte aquí dentro mientras tú todavía lo veneras, lo admiras y, en cierto modo, lo quieres. Te sientes herido y rechazado porque proyectaste algo más de lo que él nunca te prometió. Estás enamorado de él y no te corresponde.

Gabriel estalló en una carcajada incontenible, más aparente que real. Soltó toda su agresividad contenida en aquél grito, concentrando su desprecio en sus próximas palabras.

- ¡Muy bueno! ¡De verdad muy bueno! ¡Guardias! Aquí la mujer tiene que irse. Tiene visita en el área psiquiátrica del penitenciario. ¡Llévensela, no quiero ver a esta loca!

Agua aguantó estoicamente el arrebato de histeria que poseyó a Gabriel y que iba a acabar prematuramente con sus minutos de conversación. Antes de que los guardias se acercaran a toda prisa para llevarse al recluso, añadió con paciencia:

- Cálmate y piensa en lo que te he dicho, que mañana también tendremos la oportunidad de hablar. Ten en cuenta que, a pesar de que todos estos amores existan, en el fondo todos queremos básicamente lo mismo: poder entregarnos a los demás, amarnos, unirnos a otros y abandonar la armadura.



- “Todos queremos básicamente lo mismo: poder amarnos, unirnos a otros, abandonar la armadura y entregarnos”- leyó ella en voz alta. Le sorprendió encontrar varios libros en la biblioteca que no estuvieran en braille y había escogido uno al azar, así como al azar había elegido el párrafo que recitó. Qué situación más extraña y ridícula. Tras haber sido sorprendida por Matt en su propia casa, dentro de la que se había escondido por miedo, no sabía como empezar la explicación de lo que la había llevado hasta allí: –¿De dónde has sacado este libro, Matt?

- Oh, me gusta curiosear en viejas librerías... aunque cuando los propietarios ven mis gafas y mi bastón piensan que estoy allí sólo para tocar papel gastado y viejo –sonrió. -Lo hago desde antes que nos conociéramos –y añadió nerviosamente: –Lo hubieras sabido... de haber estado aquí más tiempo...

Maya bajó la vista, anulando por un momento el vínculo de comunicación que les unía. Ser sordo te permite estas cosas. Puedes cortar el torrente de palabras cuando dejas de leer los labios, en el momento en que te apetezca. Y en las palabras de Matt había un deje de amargura que la hizo sentirse todavía más culpable no solamente por la forma en que se había presentado sino, sobre todo, por la forma en que se habían separado.

Maya, o Eco, como solía ser su nombre de batalla, se fue de la vida de Matt tan rápidamente como había aparecido, desde todo el asunto de su padre [2] . No había sabido como vivir todo ese tiempo lejos de Matt, siendo los lazos que habían quedado entre ellos lo suficientemente quebradizos como para no saber en qué punto retomaban su reencuentro. Quería contarle lo que había hecho desde ese momento, todo lo que había pasado, las razones de su regreso... pero lo único que se le había ocurrido había sido entrar furtivamente en casa de su ex-amante y esperarle toda la noche. Y ahora él estaba aquí y no sabía qué decirle.

- Matt, yo... hay tantas cosas que explicar.

- Bueno, está amaneciendo. Ya es domingo... y hoy no trabajo. Tenemos tanto tiempo como queramos...

- Siento haber entrado sin permiso...

- Maya, yo no creo en las casualidades. Bueno, lo que creo básicamente es que las casualidades no existen. Fíjate, ¡soy católico! Y el hecho que estés conmigo aquí y ahora no forma parte del azar. Siempre encuentras señales si las quieres encontrar. Y la verdad, llevo una noche...

Ella se relajó y soltó una sonrisa: -La verdad... apestas un poco a alcohol.

Matt sonrió también y se acercó a ella: -Ponte cómoda. ¿te apetece un café?

Y con el café ella se fue soltando. Le habló de esos meses, de sus sensaciones, de sus sentimientos... y le habló con el corazón en la mano, sintiendo que esos lazos quebradizos se tendían como puentes hacia esa persona con la que tenía tanto en común. Le habló del miedo. Del miedo que ella tuvo al comprobar que Fisk ascendía al poder político con tanta rapidez y efectividad. Del miedo que tuvo al darse cuenta que Kingpin no deja nada a medias. Del miedo que tuvo al notar que de pronto la seguían en su retiro en Bolivia, que demasiada gente hacía preguntas sobre ella. Del miedo que tuvo al enfrentarse por primera vez a ese grupo de asesinos que intentaron matarla. Del temor a perder todo lo que había estado construyendo desde entonces. De ese miedo, que la hizo finalmente tomar la determinación de ir a buscar al único hombre que podía comprender su situación. Del miedo que tuvo de, realmente, encontrarlo.

Y Matt la miraba, con esos ojos inexpresivos y tan llenos, a la vez, de vida. Con esa capacidad para escuchar que tan útil le era en su trabajo como abogado. Con esa capacidad de análisis que lo convertía en alguien tan seguro. Con ese... ¿equilibrio? que parecía desprender ahora.

- Dios Santo –pensaba Maya- ¿cómo pude alejarme de él?



- En el fondo, Vanessa, todos queremos más o menos lo mismo: amarnos, unirnos a otros, entregarnos con pasión y dejar nuestras armaduras de lado-. Solo, en el despacho de su torre, desde el que dominaba ya todos sus asuntos políticos, Kingpin sostenía con sus manazas el marco donde había una foto de su esposa. A pesar de no ver su contenido, podía sentir el calor que emanaba de su rostro. Un calor alimentado por el torbellino de sentimientos que podía sentir dentro de sí. Wilson Fisk sentía nostalgia por la compañía de su mujer y a la vez asco por la debilidad que todo aquello suponía. Había pasado toda la noche encerrado en sus pensamientos y con las primeras luces del amanecer algo se despertó dentro de él.

- ¡A la mierda! ¡A la mierda todo! –el retrato fue lanzado con fuerza contra la pared y se rompió en mil pedazos. –¡KLAAANNNNGGGSSS!- No se había desvanecido el eco del destrozo cuando entraron como una exhalación dos guardias de seguridad.

- ¿Todo bien, Mr. Fisk?

- ...

- Temíamos que algún problema...

- Chicos –Fisk encaró hacia ellos su voz de trueno-, estamos en el piso 63. El cristal de la ventana está blindado. Si algún tarado con ideas políticas tratara de atacarme, lo normal sería esperar a que estuviera en Dallas ¿no? Fuera de aquí.

- Lo siento, Mr. Fisk.

- Lo siento Mr. Fisk... euh... el coche le espera abajo.

Mientras cerraban la puerta tras de sí, Fisk no pudo evitar una sonrisa burlona mientras pensaba –Débiles aficionados.

Había crecido en la calle. De adolescente se había afeitado la cabeza porque aumentaba el impacto de su presencia. Llevaba la frase de Nietzsche “Lo que no me rompe me hace más fuerte” tatuada en su alma desde más tiempo del que recordaba. Había desarrollado sus conocimientos, su principio de liderazgo y su visión de la vida en largas horas de biblioteca y bandas. Pero sobre todo, se había dado cuenta desde el principio que en este mundo estaba solo y solo saldría de este mundo. Y eso lo hizo crecer, madurar, hacerse más fuerte. Kingpin creía en la fuerza de uno mismo. No era un nihilista, ni un anarquista. Al contrario, creía en el futuro y creía en el orden. Su filosofía se basaba en que para progresar hace falta que la disciplina nos permita crecer, y el crecimiento implica dolor. Pero un dolor controlado, orientado a un fin. Se convenció del todo de que abandonarse al hedonismo nunca podía ser compañero de viaje de la fuerza, el poder y el crecimiento disciplinado.

Entonces Vanessa apareció en su vida. Y con ella vivió episodios realmente contradictorios porque con ella se dejaba llevar. Obtenía placer en lugar del dolor en el que tanto creía, pero perdía el férreo control de sus instintos. Y esa contradicción le causaba dolor. Llegó a desarrollar una sensación esquizofrénica de amor-odio hacia ella porque nunca fue capaz de conjugar esta dualidad. Su ruptura creó en Kingpin una nueva sensación de ¿miedo? pues no supo construir a partir del dolor que le provocaba la contradicción. Se encerró en él en lugar de afrontarlo.

Y ahora, con el retrato de su esposa desparramado por el suelo creía más que nunca en la necesidad de encontrar la solución a esa dualidad. Una solución que le permitiera mantener el brazo de hierro que aplastara la debilidad, y al mismo tiempo, liberarse de la armadura que le impedía sentir y amar. Esa contradicción también está presente en los receptores térmicos del tacto. Los receptores del calor están situados a más profundidad, manteniendo estable lo que está en el interior, almacenando disciplinadamente la sensación de calidez que nos hace sentir seguros. Por otro lado, los del frío están realmente cerca de la superficie de la piel, captando las pequeñas variaciones del exterior, buscando alegremente la sensación de frescor que nos hace sentir vivos.

Y pensando en los receptores térmicos del tacto, de repente, a Kingpin se le puso la piel de gallina ¿Tenía frío? ¿Tenía miedo? ¿O tenía ganas de sentirse vivo?



- ¿Cómo era esa frase chorra? ¿“Amarnos, entregar nuestra pasión a otros, abrir la armadura de la doncella”? O algo así... –Aníbal Archibald salía de la casa de Elaine Kendricks a las seis de la madrugada del domingo. Había pasado las últimas horas haciéndole el amor como un loco y una sonrisa iluminaba su rostro medio desencajado por el exceso de la noche entera.

- Bueh, ¡el caso es que yo le he abierto su cinturón de castidad a base de bien! ¡BWHAH-HAH-HAH! –Aníbal tenía ese costumbre tan arraigado en los Archibald de reír ostentosamente de sus propios chistes, aunque sólo los estuviera pensando. El recuerdo de sus senos de miel prolongó la risa mientras intentaba recordar otras frases del libro que ella tenía encima de la mesilla de noche. Lo había ojeado, mientras ella estaba en el baño, con el fin de encontrar alguna frase ingeniosa con la que sorprenderla cuando volviera. No había hecho falta, porque esa noche, despechada por Matt, Elaine necesitaba tanto el cariño que Aníbal le podía facilitar, que las únicas palabras que él utilizó fueron “no te preocupes que yo te aviso”. Aníbal dejó que la única media hora en la que todo hombre no está interesado en el sexo, es decir justo después de haberlo tenido, hiciera su efecto y se quedó relajado a su lado, hasta que ella se durmió. Pero Aníbal se había metido demasiadas cosas esa noche como para dejarse llevar por los brazos de Morfeo, así que después de eso, se vistió y salió sigilosamente. Y ahora caminaba por esa calle de tonos claroscuros que anunciaban la inminente salida del sol.

- ¿Pero qué es esto? ¡Pibita! ¡Pibita! ¡Pibiiita!

Con júbilo, había divisado al final de la calle un culo contorneándose, con el resto del cuerpo ordenando el maletero de un coche. Era un pedazo de tía, vestida de una manera extravagante con una especie de bata verdosa que apenas se cerraba por detrás, dejando al descubierto una hermosa espalda y dejando medio visibles las bragas. Al oír la voz todavía lejana de Aníbal, se apresuró a cerrar el capó y se volvió hacia él con cara de mala.

La insaciable libido animal del joven se volvió a encender. Todavía sentía el olor del cuerpo de Elaine, pero metiéndose disimuladamente la mano en el bolsillo del pantalón se tocó su herramienta y se dio cuenta que empezaba a tener una erección. -Esta es mi noche de suerte... A muerte con ella ¡Dos chicas seguidas!- pensó.

Después de un intercambio picarón de frases, ella lo invitó a subir al coche. Estaba sudada y medio desnuda, pero parecía tener ganas de marcha.

- ¿Y cómo es que vas vestida con una bata de hospital? –ahora ubicaba ese atuendo- ¿Fiestón demasiado desfasado esta noche? ¡Coño! ¡Como yo BWHAH-HAH- HAH!

En ese mismo momento, ella sonrió y tanteó bajo su asiento donde la hoja del cuchillo de cuarenta centímetros envió a su fragmentada mente excitantes sensaciones cinestésticas, como juguetones impulsos eléctricos.



*Impulso eléctrico*

Los estímulos que afectan los sentidos cutáneos son la presión, la vibración, el calor, el frío y el dolor.

El dolor.

Imágenes cruzando su mente fragmentada.

Fogonazos de recuerdo, tan aleatorios, que parecen sacados de personas diferentes.

Chispas de lucidez, alejada y deformada, como el recuerdo que tenemos de un libro leído bajo los efectos de la fiebre.

Cacofonía de sensaciones de violencia, muerte y destrucción.

*Impulso eléctrico*

María Tifoidea escapó del Sanatorio Mental donde estaba encerrada, arrasando todo lo que encontraba a su paso gracias a sus poderes pirokinéticos y, sobre todo, a su inagotable sed de sangre.

*Impulso eléctrico*

Según los doctores, había hecho grandes progresos en los últimos tiempos, con espectaculares dotes en los talleres de marquetería y ebanistería del sanatorio. Parecía que el arte y la construcción de maquetas la habían domesticado. La vigilancia sobre ella se relajó, de modo que un pequeño descuido desencadenó la masacre.

*Impulso eléctrico*

Hizo arder los vigilantes de seguridad mientras escapaba hacia la cocina, donde se hizo con los dos enormes cuchillos que utilizaría durante el resto de la fuga para dejar un denso y oscuro rastro de sangre. Nadie la pudo detener. Nadie escapó de su ira. Y cuando estaba a punto de salir por la ventana del segundo piso, lo recordó. El Dr. Wertham. El psiquiatra cabronazo encargado de su custodia y que tantos electroshocks le había aplicado “por su propio bien” en una dolorosa terapia conductista de ambigua moralidad. En medio del caos creado por el fuego y la sangre, tuvo la frialdad necesaria para volver al despacho de Wertham, forzar la puerta detrás de la que se había encerrado el asustado doctor, y conducirlo hacia la zona de talleres, donde le enseñaría la pequeña sorpresa que había estado construyendo para él durante las últimas semanas.

*Impulso eléctrico*

Estímulos. Sentidos cutáneos. Dolor. Manifestación en reacción de retirada.

Tifoidea sabía la diferencia entre el dolor agudo, el sordo y el adaptativo.

Agudo, tu oreja vuela tras la estela de mi hoja. Corto, intenso y seco.

Sordo, la hoja se ha hundido lentamente en tus entrañas y te desgarra los intestinos. Más profundo y duradero.

Adaptativo, el dolor constructivo que te avisa de que debes cambiar de postura para que no se lastimen los tejidos. Necesario para vivir pero progresivo, imparable y letal.

Le enseñaría a ese loquero lo que era el dolor adaptativo.

*Impulso eléctrico*



No se dieron cuenta de cuando empezaron a besarse. Quizá fue cuando Matt le apartó un mechón de cabellos a Maya, o cuando Maya recogió el libro del suelo y acercó demasiado el rostro a Matt. Pero las palpitaciones de ambos cuerpos hacía rato que se habían emparejado y la carne caliente atrajo a su par. Tumbados en el sofá, sus cuerpos deseosos del otro se contraían, tratando de encajarse en bienvenidas incomodidades que permitieran que la pasión surgiera como lava de un volcán. Matt le arrancó la camiseta a Maya con manos que parecieron garras, mientras las venas de Maya convertían sus brazos en apasionadas sogas alrededor del tronco de él, para deshacerse de su cansado y manchado traje. Maya cerró los ojos y, liberada de contacto con el mundo exterior, dejó que a partir de ese momento fuera el tacto el que guiara sus movimientos. Los senos turgentes se aplastaban sobre el velloso pecho de su pareja. Los pantalones de ambos volaron en un suspiro y la ropa interior no tardó mucho más. Se encontraban dos antiguos amantes, conocedores de sus mutuas intimidades, con ganas de recuperar el tiempo que los había separado.

Matt, también entró en el reino del tacto y cubrió su cuerpo con caricias mientras ella recorría la curva de su espalda con unos labios húmedos como esponjas. Manos fuertes sujetaban sensuales caderas. Piernas se entrecruzaban con limpieza sedosa. Cuellos de cisne eran cubiertos por respiraciones profundas. Músculos pélvicos empezaban a sentir la llamada de la naturaleza, al tiempo que el sudor empezaba a perlar sus pieles. La temperatura se elevó sobremanera, tal fue la pasión y necesidad de calidez de sus protagonistas.

Ella se sintió protegida y segura pero mareada por el empuje del otro. Sintió que su cuerpo iba de un lado a otro bajo la batuta de una pasión arrebatadora, sin límites. Notó una lengua paseando suavemente por su sexo, notando que los pelillos de sus brazos se erizaban como accionados por un resorte. Él se sintió confortado y retado. Sintió que su cuerpo se endurecía ante la blanda capa de resistencia que sentía bajo sus dedos. Notó una lengua refrescando suavemente la pasión que le quemaba, y se estremeció violentamente de placer.

Habían perdido completamente la noción del tiempo. En un momento dado, ella lo sintió dentro. Mientras le parecía perder el mundo de vista, le agarró de los pelos del cogote. Él se imaginó como un pequeño explorador en mitad de la selva, apartando follaje hasta encontrar el templo perdido. Se había entretenido en la entrada del templo un rato, hasta que decidió llegar hasta el fondo.

Estuvieron haciendo el amor hasta que el sol señalaba el mediodía.

Después se durmieron, el uno en brazos del otro, con la sensación de haberse encontrado en el momento adecuado.

Después se despertaron, con una sonrisa en los labios y un abrazo en el gesto.

Después pasearon, cogidos del brazo, mientras se hacían carantoñas.

Después tomaron un helado en el barrio. Y hablaron, largo y tendido, expresando lo que sentían, sus miedos y temores, llegando a la conclusión, si es que alguna vez se puede llegar a alguna, de cuán importante es vivir, experimentar, crecer, dejarse ir. Y a todo ello Matt, contrastaba su recién potenciado equilibrio con esta necesidad de ir un poco más allá. El equilibrio es necesario para ser feliz, pero no es suficiente, pensaba. El equilibrio sólo es un punto de partida que te permite llegar a lo demás. Y discutieron ese pensamiento, con argumentaciones a favor y en contra.

Se acercaba el ocaso. Matt concluyó:

- Mañana empiezo temprano en el trabajo. Y además querría comentarle algo a Ben, antes que finalizara el día. Deberíamos volver a casa...

Si le hubiera pedido correr desnudos por la calle con los cucuruchos de helado incrustados en la cabeza, recitando poesías de Bukowski al revés, ella hubiera aceptado igual.



Hacía rato que los dos grandes hombres de negocios conversaban con una copa de brandy en la mano. El aperitivo había dado paso a la comida y ésta a la sobremesa. Como siguiendo el mismo orden, habían tocado los diferentes temas de conversación. Empezaron, como el aperitivo, poco sustanciales y para entrar en situación, las preguntas cordiales de rigor, “¿qué tal la familia?”, “¿y ese nuevo yate?”, “¿sigues visitando ese club?”. A ello siguió, como la comida, la conversación de mayor calibre y donde se trataron los negocios verdaderamente importantes, “¿qué debo hacer con Romano?”, “Aconséjame sobre lo de los impuestos indirectos”, “¿Este nuevo tabaco está pegando tan fuerte en Europa como aquí?”. Finalmente, como la sobremesa, más relajada y sin prisa, surgieron los temas más filosóficos, profundos y de perspectiva global. No se conocían desde hacía mucho, pero su visión de la vida coincidía en tantos aspectos que se identificaban el uno con el otro. En otra vida, con otras responsabilidades, posición social, política y económica, incluso hubieran sido grandes amigos.

- ... de hecho, en todo hay matices grises.

- Cierto, Wilson, pero ¿qué es el progreso sino un avance de lo negro hacia lo blanco? Si hasta Benetton lo describía en sus anuncios, como una metáfora al revés –rió con su comentario.

- Estoy bastante de acuerdo con lo que dices, aunque el progreso, al menos en lo que la Humanidad se refiere, lo veo más como una lucha entre especies.

- ¿A qué te refieres?

- La Humanidad siempre tiene que encontrar su propio lugar, en cada generación, en cada lugar, en cada tesitura. Y esa búsqueda no es más que una lucha. Hay que empujarla a esa lucha. Porque la lucha la hace fuerte, la aleja de la debilidad. La acerca a lo blanco, como dices, alejándola de lo negro.

- Entonces ¿dónde quedan los matices grises de los que hablabas?

- No, no es lo mismo. Los grises están en el cómo, pero no hay matices en el qué: la Humanidad tiene que avanzar siempre hacia delante. Y el único enemigo entonces es la debilidad. Siento desprecio por la debilidad, es lo que limita el crecimiento y lo que nos impide ir más allá. Mira, se me ocurre un ejemplo que lo representa en la actualidad. El tabaco este del que hablábamos antes, que ha salido aquí a la venta hace poco. “Radikal”, creo que lo llaman. ¿Qué te parece?

- He leído algún informe en el Financial Times. Ha sido un bombazo comercial, tengo entendido. La verdad es que desde Europa sorprendió el éxito, teniendo en cuenta la fama que tenéis los americanos, de puritanos y antitabaco...

- Sí, sí... está teniendo mucho éxito. Pero a lo que me refiero con el ejemplo es a la debilidad. No puedo sentir más que desprecio por quien se deja atrapar por la adicción, por un vicio que no te va a aportar nada... nadie crecerá a través de ello, porque no implica luchar contra la debilidad... ¿Ves como todo da vueltas alrededor de lo mismo?

- Venga hombre, creo que alguna de tus empresas está detrás de ello... ¡tanto criticar la debilidad de la adicción pero un buen dinerito te entra gracias a ella!

- Ese negocio no me interesa. Lo que hoy triunfa mañana puede fracasar. Lo único que perdura es el poder. Y como tú bien sabes, los medios de comunicación son más efectivos a la hora de transmitirlo. Pero si alguien de mi organización tiene iniciativa empresarial y quiere crecer, eso es símbolo de empresa fuerte, no me opondré a ello... si con ello, además me permite ganar beneficios, claro –sonrió en esta última afirmación.

- ¡Mamma mia, eres un canalla! ¿ves como no somos diferentes? –y acompañó a su interlocutor en la risa.

Como amigos que hubieran repetido ese ritual cada domingo, Wilson y Silvio continuaron con su conversación, apurando las copas de licor hasta tarde.



Ya oscurecía cuando Matt dejó en casa a Maya, con un beso. Desapareció para dar paso a Daredevil. Se balanceó por los tejados hasta llegar a la casa de Ben Urich. Desde el alféizar de una de las ventanas le llamó con los nudillos hasta que el periodista se dio cuenta:

- ¿No deberías estar en la iglesia a estas horas?- le soltó nada más abrir la ventana. –Me sorprende verte por aquí en Domingo... ¡es mi día libre!

- Tengo entendido que últimamente trabajas mucho, Ben. Seguro que no tienes días libres. Por otra parte... hoy no podría ir a la iglesia con la cantidad de pecados que tengo que confesar... –todavía notaba los efectos de las sexuales caricias de Maya.

- Pues eres el único, chico afortunado. Desde que opto al cargo de redactor jefe de local trabajo como un cabrón, lo que impide que tenga tiempo de pecar...

- ¿Redactor jefe? Sabía que trabajabas duro... pero la noticia me sorprende... Enhorabuena ¿o no?

- Bueno, ya veremos como acaba. Pero en fin ¿qué te trae por aquí?- mientras preguntaba, Ben buscó en los bolsillos de su bata y se encendió un pitillo: -¿Quieres?- le preguntó de forma automática, sabiendo que el hombre de la cornisa le diría que no.

- Mira, precisamente de eso quería hablarte. Bueno, de hecho, es una tontería, pero me ha dado vueltas por la cabeza y quería preguntarte si sabías algo. Ayer estuve oliendo una nueva marca de cigarrillos...

- ¿”Radikal”? Todo el mundo habla de ella. Es la moda juvenil con más impacto desde el tanga.

- Bien, no sé si es esa marca... pero olí algo raro, inquietante. No sé si es la forma de quemarse, o el tipo de tabaco utilizado, o un ingrediente inesperado... pero me pareció muy singular. ¿Sabes algo de ello?

- La verdad, no mucho aparte de lo que ya te he dicho. Es algo extraño dadas las recientes leyes anti-tabaco. Será que la juventud por fin recupera el espíritu rebelde y contestatario de los sesenta. ¡Tanta fiebre de lo políticamente correcto acaba con todo!

- Bueno, es una tontería pero que no me lo podía quitar de la cabeza. No estaba tranquilo sin comentártelo. A ver qué puedes saber... no sé si querrás hacer algo activamente con ello. ¿Crees que vas a investigarlo?

- Escucha, te voy a contar algo. Esta es mi mano. La palma de mi mano está cubierta de un tipo de piel que se llama glabra y es distinta a la del dorso, que se llama vellosa. ¿Sabes cuál es la diferencia?

- Ben, cada día me sorprendes más.

- La piel de la palma actúa activamente hacia los estímulos, reconociéndolos e investigando. La piel del dorso sólo actúa pasivamente. ¿Qué te parece? ¿Soy un periodista glabro o velloso? Haya ascensos de por medio o no ¿qué tipo de periodista te parece que soy, Daredevil?



- ¡MUY BUENOS DÍAS!

- Buenos días, Mr. Murdock. ¡Qué ánimo lleva hoy!- Ms. Barbato pareció sorprendida por el entusiasmo de su jefe. Tras saludarla, Matt cruzó diligentemente el vestíbulo de recepción y pareció dudar un momento al abrir la puerta del despachito donde trabajaba habitualmente su investigadora.

- Toc, toc ¿se puede?

Una repentinamente ruborizada Elaine Kendricks se atragantó al contestar: -Sí, sí, adelante, claro...

- ¿Qué tal? ¿Cómo estás?

- Hummm... creo que todavía estoy bebida- ella trató de minimizar las consecuencias de su “ataque” a Matt la noche del sábado, como todo el mundo ha hecho alguna vez; es decir, fingiendo una inconsciencia temeraria provocada por el alcohol. Pero el farol no se sostenía ni con grúa.

- Te veo luego –dijo Matt con su sonrisa Profidén para desarmar jurados –voy a saludar a Foggy. No te escapes ¿eh?

- Euh... no, claro –sintiéndose más ridícula que nunca, Elaine se hundió un poquito más en su silla, dando gracias a que la ceguera de su jefe le impediría notar como se le caían todos los papeles de la mesa.

Matt siguió con su breve paseo por las oficinas hasta dar con la puerta de su colega. A pesar de haber sido puntual, se dio cuenta que era el último en llegar, lo que le hizo experimentar una mezcla de culpabilidad para con él mismo y de orgullo para con sus compañeros de trabajo.

- Foggy, viejo bribón ¿qué tal la resaca?

- Calla, calla. Ayer no hice nada en todo el día.

- Como es habitual durante el resto de la semana...

- No pude moverme prácticamente de la cama. Me encontraba fatal. ¿Y tú cómo te has encontrado?

- Soy fácil de encontrarme, he sido lo primero que he visto al mirarme al espejo –bromeó el ciego con una sonrisa.

- ¡Cómo puedes estar de tan buen humor un lunes por la mañana! Mirarte al espejo ¿eh? Yo apenas veía el momento de llamarte para explicarte mis fracasos sexo-amorosos, pero hasta eso me dio pereza...

- Pues yo que creí que con el joven Archibald tendrías una noche movida... os vi con madera de tándem nocturno. El dúo dinámico...

- La historia de mi vida, socio. Yo siempre soy “el otro”...

- Venga, tontorrón, que nadie te gana a batallitas –Matt le dio unas palmaditas en la espalda con la mano izquierda mientras con la derecha encajaba la mano de su amigo. En ese momento, algo explotó en su interior. En el mismo instante en que tocó la mano de Foggy, un estruendo reverberó en las paredes de su cerebro. No había sido nada externo sino una sensación desagradable fuerte como la hiel, que surgió de sus propios sentidos. ¿Tendría que ver con la ampliación de sus sentidos provocada por su readquirido equilibrio interno? ¿Pero qué sentido se habría visto amplificado para notar “eso”? ¿De dónde había salido? Sintió cómo un espectro mortal atravesaba su cuerpo desde el de su amigo. Un shock indisimulable lo sacudió y notó que algo iba mal, muy mal.

- ¿Qué te pasa, Matt? ¿Matt? Estás pálido...

- Estoy bien, estoy bien. Un repentino retortijón... salgo un momento a tomar el aire... -consternado y todavía medio mareado, salió del despacho de Foggy y se dio de bruces con Elaine, que salía en ese justo instante del suyo. Dossieres y papeles volaron por los aires al tiempo que el rojo tomate volvía a adueñarse del rostro de la joven.

- Uuupps, cómo estoy hoy... lo siento mucho Matt. Oye ¿estás bien? Tienes una cara...

- Nada, no te preocupes. Euh... del mismo modo que no tienes que preocuparte por nada de lo que sucedió el sábado –añadió con prisa. -Somos adultos. Podemos entendernos. ¿Tomamos un café a la hora del desayuno para acabar de hablarlo todo?

- Gracias Matt. Yo, la verdad, es que me siento un poquito ridícula –pensó que esa sensación no la abandonaría en toda la vida, aunque se sintió algo más aliviada.

- No hay de qué avergonzarse, no pasa nada. Todos hacemos lo que nos parece correcto en ese momento. Estooo, nos vemos luego ¿vale? –y mientras se iba hacia fuera, recuperó la compostura y añadió:

- Oye, por cierto ¿sabes cómo acabó Aníbal la noche? –la sonrisa franca de Matt, fruto del desconocimiento de que Aníbal y Elaine acabaran follando esa noche, se solapó con una intensificación radical del color pimiento en la cara de la investigadora.

- ¿Aníbal? Euh... no, no... no tengo ni idea.

Y mientras mentía, Elaine recordó que el muy cabrón ni tan siquiera la había llamado desde entonces: “¡Ay! ¡Aníbal...!”.



- Archibald, Aníbal Archibald. Encontramos su cartera intacta, con todos los documentos, bastante pasta, algo de cocaína y, por cierto, un buen puñado de condones- el agente Davis y el detective Salomón comentaban los detalles del escabroso asesinato.

- ¿Un buen puñado de condones?

- Bueno, parece que antes de morir tuvo una noche movida... Pobre tipo, degollado como un cerdo. No debe tener mucho más de veinte años. ¿Se sabe algo más del presunto asesino?

- De hecho, presunta asesina. Se sospecha que es la misma tipa que se cargó a los catorce tíos del sanatorio mental del que se escapó. Algunos de ellos quemados, la mayoría destripados. Todo un panorama.

- Sí, en la comisaría he oído lo otro. Así que es la misma... ¿qué pasó?

- Es una de esas supertipas, una tal Tifoidea. Se ve que está como un cencerro y solo tiene los poderes escondidos bajo otra personalidad o no sé qué rollo. Por ello estaba en tratamiento psiquiátrico. Cuando la personalidad chunga salió a la luz y la cosa se empezó a desatar, dos guardias de seguridad intentaron detenerla, pero ninguna bala le alcanzó. Todas se quemaron, como si llevara una especie de armadura de calor. Y luego los quemó a ellos. Antes de escapar desparramó las entrañas de once personas más del centro.

- Quizá con las mismas armas blancas con las que se cargó a este...

- Sí, aunque eso no es todo. Lo peor fue como encontraron a un loquero de esos. Esta tipa da miedo, es una sádica de cuidado. Encerró al pobre hombre en la última celda de seguridad, atrapado en una especie de caja que se ve que había construido ella misma en el taller de ebanistería. Qué cosas... hasta les damos las armas para vengarse...

-¿En una caja? ¿Qué tipo de caja era?

- Era una caja inmovilizante. Se utilizaba hacía siglos para torturar y matar a los enemigos. Se trata de una estructura a la que te atan y que no te permite mover ni un milímetro. Todos necesitamos movernos, cambiar de postura de vez en cuando porque si no, la columna se rompería a la larga. La tensión y el estrés aumentan esa necesidad de movimiento. El cuerpo envía señales para que lo hagamos automáticamente y no nos damos ni cuenta. Primero es una pequeña incomodidad. Pero si mantienes la postura, la incomodidad se convierte en dolor. Dolor adaptativo, lo llaman. Mientras no hay cambio, el dolor va en aumento. Hasta que llega un punto en que se convierte en insoportable. Imagínate qué es impedir que te muevas, mientras la tipa te va cortando pedacitos de tu cuerpo. El tío al final reventó de dolor y de tensión. Brutal.

- Tifoidea, ¿dices? Brrrrrr... escalofriante.

- Llamaré a los federales. En este asunto debemos estar unidos. Todos queremos básicamente lo mismo: Debemos conseguir que esta loca se entregue.

- Sí, o que se quite la armadura de fuego invisible esa y la acribillemos a balazos. Amo mi propio pellejo demasiado como para acercarme demasiado.

*Impulso eléctrico*

Continuará…


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Referencias:
1 .- Según lo acontecido en DD: Equilibrio, Gabriel fue contratado por Maltés para destruir las oficinas de Mary Astor, justo al lado de las de Nelson & Murdock que se vieron también afectadas por el siniestro. Se sospecha que Kingpin estaba detrás de todo pero nunca fue demostrado.
2 .- Maya se presenta en el MK: Daredevil #9 en la etapa de David Mack y Joe Quesada. Durante esos números Matt y ella viven una historia de amor paralelamente a que Eco caza a Daredevil, ya que, engañada por Kingpin, quiere hacerle pagar la muerte de su padre. Al descubrir que su verdadero asesino es en realidad Kingpin, Eco se enfrenta a él, dejándole ciego, y no tiene más remedio que marcharse, acabando lógicamente de forma abrupta la relación que estaba empezando con Matt (MK: DD # 15)

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