Daredevil nº08

Título: El imperio de los sentidos (III): Oído
Autor: Parménides
Portada: Sigmund Nemo
Publicado en: Octubre 2004

Mientras Daredevil recupera el tiempo perdido con Maya, otra persona de su pasado regresa para revolver toda su existencia. Y esa será solo una de las preocupaciones que se le avecinan...
Vive en una noche eterna, pero la oscuridad está llena de sonidos y olores que otros no pueden percibir. Aunque el abogado Matt Murdock es ciego, sus otros sentidos funcionan con una agudeza sobrehumana... Abogado de día, vigilante de noche... El Hombre sin miedo
Creado por Stan Lee y Bill Everett

Resumen de lo publicado: Asustada por el creciente poder político y mediático de un implacable Kingpin, Eco vuelve de su retiro en el extranjero. El reencuentro con Daredevil supone el redescubrimiento de sus mutuos sentimientos, en un contexto en el que él está encontrando la forma de encarar sus propios miedos. Al mismo tiempo, Agua teoriza con Gabriel sobre el amor de admiración de éste por Kingpin. Por otro lado aparece en escena Tifoidea, que se escapa de su sanatorio mental en medio de una carnicería que incluye el trágico asesinato de Aníbal Archibald..

-Ya me has oído. Y sabes que soy muy orgulloso, así que no me hagas repetirlo porque no lo haré.

- Está bien. Acepto tus disculpas. Aunque en realidad no hacen falta. Es duro afrontar la verdad –Agua cerró los ojos mientras pronunciaba esta última frase.

- Me he disculpado por los gritos que te pegué, pero eso no quiere decir que esté completamente de acuerdo con lo que dijiste. Entiendo, sin embargo, lo que querías decirme ayer. Fisk es, en verdad, un hombre fascinante. Pero entiende tú que hablarme de amor y Kingpin en la misma frase me pareciera fuera de toda posible lógica –Gabriel subió la voz.

- Está claro que Kingpin ha supuesto una especie de figura paterna para ti. La traición de amor que sentías, así lo mostraba. De hecho, una vez aceptes eso, más fácil será aceptar el siguiente paso.

- ¿Ya empezamos otra vez? ¿Qué quieres decir con eso? –empezó a gritar nuevamente Gabriel.

- Mira, ya no eres un niño. Déjate de rabietas infantiles. Tú haz lo que quieras, pero en el fondo sabes, y eso es lo que me da más pena, que para conseguir tus propósitos, para llegar a ser persona incluso, es necesario que seas sincero contigo mismo. ¡Y esa pose de chulito macho que has adoptado aquí dentro no te va a ayudar nada en este sentido!

- Vale, vale, calma.

- Es el miedo, Gabriel ¿no lo ves? Es el miedo el que te hace cerrar los ojos. El miedo te impide enfrentar la verdad, es el sistema que coarta nuestras vidas. El miedo, evidentemente, sirve para sobrevivir, pero impide vivir en muchos casos.

- ¡Pero el miedo puede salvarte la vida! El miedo a la profundidad del mar te puede evitar salir a mar abierto y, por tanto puede evitarte el morir ahogado, por culpa de un calambre –protestó Gabriel.

- Sí, pero no deja de ser un acto reflejo. Y los actos reflejos no siempre son positivos. A veces se enquistan en uno y le impiden crecer. Cuando era pequeña, papá me llevaba al circo y a mí lo que más me gustaba era el grandioso espectáculo de los elefantes. Esa fuerza, ese poder, esa grandeza. Parecían inmortales y todopoderosos. Y aún así, siempre me sorprendía al ver que, una vez el espectáculo había finalizado, esos seres tan fuertes, pesados y capaces de todo, se quedaban atados a una pequeña estaca. Podían arrancar la estaca de un tirón, reventar la cuerda con un giro de cabeza o pisotear cualquier cosa que los atara. Pero no lo hacían. Y yo le preguntaba a mi padre, extrañada, cómo podía ser aquello. Mi padre me contestaba armado de paciencia y con una sonrisa. Me decía que cuando nacían, a los elefantes ya los ataban a una cuerda parecida, con una estaca parecida. Al ser pequeñitos, cualquier intento que hacían para liberarse no les provocaba más que frustraciones, pues todavía no eran lo suficientemente fuertes o grandes para romper la cuerda o la estaca. Y al segundo o tercer intento, concluían que nunca serían capaces de lograrlo [1] . Y nunca más lo intentaban. Eso es el miedo, que se instauraba en sus cabezas, y que les impedía volver a intentarlo, por miedo a fracasar otra vez. El miedo es a menudo un acto reflejo. Pero ese reflejo, como ves, puede ser muy perverso e impedir el crecimiento.

- Joder.

- El miedo a la verdad puede impedir que seas feliz. Analiza tu obsesión por Daredevil, estudia lo que te hace sentir más furioso, qué sientes y quizá consigas ponerte delante del espejo de la verdad. Esa obsesión con Daredevil puede explicar muchas cosas. Sal de ahí. Da un paso adelante y afronta la verdad. Tu verdad.



El miedo también se palpaba dentro del Bugle. Ben Urich se sorprendió que sus investigaciones dieran un fruto tan ambiguo. Con la mosca detrás de la oreja por las sospechas de Daredevil sobre el asunto del tabaco, empezó a darse cuenta que la moda quizá no era tan contestataria y anti-sistema como él hubiera querido que fuera, sino que allí había algo turbio. Los directivos a los que había entrevistado fueron especialmente hoscos con él, cosa que le extrañó porque su actitud siempre fue muy abierta. ¡Ey! Al fin y al cabo él mismo era fumador y le parecía perfecto que la juventud eligiera por sí misma su forma de morir... y si era jodiendo al sistema de lo políticamente correcto, mejor que mejor.

Pero lo verdaderamente extraño vino después. Cuando Paris, el tipo de la consultoría de Recursos Humanos que al final debía aconsejar a Dirección quién se quedaría con el ascenso, le citó a su despacho, Ben no sospechaba el contenido de la reunión. Paris, el consultor externo, el tipo limpio y objetivo, el mejor indicado para decidir algo así, le comunicó a Ben que si estaba tranquilo el ascenso sería suyo. Le insinuó repetidas veces que “dejara fumar tranquilos a los demás”. Lo que pasa es que eso vino justo después de que Ben presentara en el consejo de redacción la propuesta para el artículo de investigación sobre “Radikal”, el nuevo tabaco. ¿Casualidad? Decididamente no. Eso le hizo confirmar a Ben dos sospechas: Evidentemente, la marca no era trigo limpio. Evidentemente, Paris tampoco.

Ben empezó a reflexionar acerca de quien le había puesto sobre la pista de ese tema: Daredevil, su ciego amigo. Dejó que su mente vagara y pensó en cómo algunos ciegos ven más que muchos que no lo son... La vista, de hecho, es un sentido inductivo-integrador. A partir de unos determinados estímulos, tiende a agrupar la información, a integrarla en un todo que es comprensible al cerebro, utilizando para ello, parte del hemisferio derecho del cerebro, más creativo y gestáltico. El oído, por el contrario, es un sentido deductivo-desintegrador que utiliza parte del hemisferio izquierdo, mucho más analítico y lógico. Es por ello, pensaba Ben, que escuchamos los sonidos en bloque y, poco a poco, somos capaces de discernirlos. Ben pensaba en “The dark side of the Moon”, de Pink Floyd, y se imaginaba escuchándola, y paulatinamente, identificando el ritmo de la batería, el sonido eléctrico de las guitarras, la armonía selecta del teclado... En ese momento, Ben se sintió como un oído gigantesco. Analizando las partes del todo que conformaban las pequeñas pistas que fueron dejando sus conversaciones y pesquisas, desgranando pieza a pieza los pequeños elementos que estaban a su alcance.

Hasta que lo vio. Siguiendo su instinto, repasó en la biblioteca del periódico los titulares de los últimos tiempos del Bugle. No solía prestarles mucha atención, pues solía concentrarse en sus columnas. Se dio cuenta de pequeñas alteraciones en la línea del rotativo. Detalles imperceptibles al principio, pero que sumándose daban cuenta de una realidad inquietante:

“La lucha contra el crimen, por buen camino”.

“EEUU cada vez menos unidos: La inmigración es ya la principal preocupación de los neoyorquinos”.

“Preocupante aumento del consumo de cocaína”.

“Por fin se rechaza el proyecto de ley para los matrimonios homosexuales”.

“Los empresarios americanos, el orgullo del mundo civilizado”.

“¡Libertad! No libertinaje”

El Bugle, tradicionalmente bastante independiente, parecía haber cambiado su estilo desde que llegar el nuevo consejo de redacción, a raíz del cambio de gobierno. El matiz que todo ello iba tomando no le tranquilizaba en absoluto. Esos tintes más conservadores, en algunas ocasiones xenófobos, en otras semi-fascistoides, en las menos, directamente nazis, tenían que salir de alguna parte... ¿Recibiría presiones el jefe Jameson por parte del nuevo consejo o él estaría limpio? ¿Habría algo o alguien detrás de todo ello? Las presiones del poder parecían alargar sus brazos más allá de lo que podía imaginar. Aunque no hubiera sido la primera vez: se imaginaba la sombra de Kingpin, del gobernador Fisk, planeando por encima de todo aquello [2] .

Y sobrevolando todavía más por encima de toda esa cuestión estaba el tema del puesto a redactor-jefe de local. No quería perder su posibilidad de ascenso a esas alturas de su carrera. Ya tenía una edad y una oportunidad así podría no volverse a plantear nunca jamás. Y con su mujer pendiente de aquella operación tan cara... El miedo a perder la oportunidad parecía atenazarlo. Esa situación le sonaba tanto a otras que había vivido [3] ... y sin embargo, ésta parecía dolerle más que ninguna.

Ben miró su pitillo encendido y se sintió más culpable que nunca.



- No vayas.

- ¿Cómo que no vaya? ¡No digas tonterías!

- No sé Foggy, no sé cómo explicarlo, pero tengo un mal presentimiento.

Foggy miro a ambos lados antes de contestar, más teatralmente que para saber verdaderamente si había alguien escuchando: -Sé que desde lo de Japón [4] pareces tener un dominio todavía más extraordinario de tus habilidades... caray, me aguanto cada vez que me viene un pedo en el despacho ¡porque sé que si tú estás en el edificio lo vas a notar! ¡Serías el espía perfecto porque podrías escuchar las conversaciones secretas casi sin tener que desplazarte al país en cuestión! Pero tío... no exageres.

- No Foggy, esta vez es distinto. ¿Cómo explicártelo? Siento algo raro, diferente en esta ocasión. Todavía no tengo el vocabulario necesario para explicarlo, ya que es algo que nunca antes había experimentado... pero llámalo un sexto sentido, o como quieras... el caso es que cierta sensibilidad me dice que te va a pasar algo, me dice a gritos que puede sucederte algo terrible.

- Joder, Matt. Primero me cuentas la inverosímil historia de la amante que regresa inesperadamente y el polvo del siglo con ella...

- Bueno, euh... –Matt enrojeció.

- ... y luego me vienes con estas psicochorradas. Que pareces mi ex-mujer, colega, con todo esto de las intuiciones y sextos sentidos –Foggy pronunció estas últimas palabras con un voluntario tono de voz imitando a las conductoras de programas televisivos rosa.

– O sea que el señor Murdock puede comerse lo que quiera y un servidor no puede comer lo que le dan.

- Sólo digo que te tomes las cosas con calma... Si no fueras a la comida esta...

- ¡Pero bueno! ¿Qué te crees, que voy por placer?

- Una buena comilona no te disgusta nunca, compañero.

- Vaaaaaaale, la disfruto como el que más. Pero la comida puede servir, no lo olvides, para relanzar nuestro bufete después de todo lo que hemos pasado... quién sabe cuándo se cansará de nosotros el bueno de Archibald. Hay que potenciar los nuevos clientes. ¡Qué cabrón! –añadió riendo Foggy: -Encima que me rompo los cuernos por nuestro trabajo... ¡déjanos a los feos algunos placeres!

Quedándose sin argumentos, Matt dejó de insistir sobre el tema. Pero la preocupación no abandonó las compungidas sensaciones sobre su amigo. Lo que sintió el día anterior parecía una evolución natural de sus sentidos, de su sensibilidad sobrenatural... llegó a pensar en el sentido araña de Spiderman, pero sus propios sentidos parecían más localizados y estables que los de su amigo arácnido. Desde lo de Japón oía más claramente, olía más intensamente, gustaba con más visceralidad y su tacto era capaz de notar cualquier alteración por pequeña que fuera. Dado que la vista parecía irreparable, no era descabellado pensar que pudiera desarrollar nuevos sentidos. Esa nueva sensibilidad parecía indicarle claramente peligro ¿pero qué tipo de peligro?

Decidió tratar de afinarlo. Se dio cuenta que si hacía como con la música, podría intentar definirlo un poco más. Cuando oímos algo, tratamos de inhibir algunas zonas de estímulo del oído, para refinar lo que queremos escuchar. Este fenómeno de inhibición lateral nos ayuda a localizar y concretar más específicamente lo que estimula nuestros oídos. Matt decidió inhibir lateralmente zonas de estímulo y concentrarse en el centro de lo que sintió el día anterior, para ir redefiniéndolo progresivamente. Llevaría un tiempo pero trataría de definirlo al máximo. Y empezó a trabajar en ello con todo el entusiasmo que la preocupación por su amigo le dejaba.

Hasta que, un rato después, se acordó que había quedado con Maya para ir a la piscina.



- Puede que el asunto se esté complicando un poco, jefe. Empieza a ser de interés demasiado público.

- ¿Cómo está el tema de la prensa?

Otra voz intervino en la conversación: -Urich está husmeando un poco por aquí y por allá. No sabemos quién le dio el chivatazo o cómo lo descubrió, pero podría crear problemas. Le hemos hecho una oferta para que se calme.

- Asegúrese que en esta ocasión la oferta sea irrechazable.

- Oh, así se está haciendo, le damos lo que más desea.

Un tercer hombre, vestido igual que los demás, traje negro y corbata a juego añadió con cierto grado de temor: -Debo confesar, jefe, que nos ha cogido a todos a contrapié. La verdad es que ha sido algo inesperado. Nunca hubiera pensado que Jack fuera capaz de hacer algo así.

- ¡Cállate! Lo malo es que oímos campanas aquí y allí y nos creemos con el conocimiento y el poder suficiente para hacer lo que queremos. Jack fue débil y la verdadera motivación por la que tuvo esa iniciativa fue errónea. Estaba dolido por no tener un puesto tan relevante en mi organigrama como el que solía tener.. antes que las cosas cambiaran. Nunca me he opuesto al libre desempeño de mis empleados, pero sus razones eran las equivocadas. Surgieron del miedo y de la rabia, no de la ambición ni del poder. Por eso ya no está aquí. En cuanto al resto, sólo espero que no tengamos que pagar el hecho de descubrirlo tan tarde. Sobre vuestras cabezas pesa la responsabilidad de que no tengamos que pagarlo, ¿me habéis oído todos?

Los siete consejeros de Kingpin asintieron al unísono a la pregunta de su jefe. Se dirigió a uno de ellos: -Vamos a prepararnos. Necesitaremos movimiento, un caldero en ebullición. Haz correr la voz por los bajos fondos que Fisk va a aplastarles, va a acabar con todos los peces pequeños, que viene una gran redada policial... como colofón a nuestra política ultraconservadora. Eso les pondrá nerviosos y les hará salir a la calle. Utiliza todos los contactos para convencer a todos los pequeños mafiosos con algo de poder que sus pequeños mafiosos vecinos van a robarles parte de su territorio. Moviliza todas las influencias para crear hoy ya la sensación de que algo gordo y malo les va a pasar. Y yo seré ese algo.



La piscina era un caldero de estímulos y, por tanto, de emociones. Matt no había pensado en lo que pasaría con el desarrollo de sus sentidos en un entorno diferente, pero una vez dentro del agua, se sentía completamente aturdido. El líquido era un conductor de vibraciones diferente al aire, y Matt se sentía como en un sueño porque era capaz de conectarse con todos y cada uno de los bañistas a través de su especial sensibilidad. Parecía que estuviera en contacto directo con la piel de todos ellos, tal era la facultad del agua para estar en todas partes a la vez. Y luego estaba Maya. Nadando a menos de dos metros de él, chapoteando sin cesar. Matt podía sentir todos los movimientos de ella como si estuvieran tocándose, cada uno de sus latidos como si tuviera la oreja pegada a su corazón y casi podía oír los pensamientos de su cabeza como si de un libro abierto se tratara.

- Un penique por tus pensamientos.

Matt se sorprendió por su voz. Nunca había entendido del todo esta frase, así que se limitó a sonreír y la encaró. Nadaron hacia el borde de la piscina, en una zona sin bañistas y cierta intimidad. Ella continuó: -Me gusta nadar. En Bolivia frecuentaba lagos y ríos porque me permitían aislarme voluntariamente del mundo y ayudarme a pensar. –Matt podía comprender que su sordera la ayudara a centrarse en sí misma al estar a salvo de los sonidos del chapoteo y de todo lo demás, pero se sentía tan pleno sensorialmente que él sentía ahora justamente lo contrario.

- A mí me pasa al revés… dentro del agua casi puedo tocar tus sensaciones.

- Es bastante curioso que haya surgido esto entre nosotros… a veces me pregunto si nos atraemos simplemente porque complementamos los sentidos que hemos perdido –Maya tiró directo. Nunca se había caracterizado por morderse la lengua. Y eso era algo que le gustaba especialmente a Matt.

- ¿Quién sabe? ¿Importa realmente? En este último viaje a Japón aprendí muchas cosas. Una de ellas es que no estamos limitados por lo que nos falta sino por la creencia de que lo que nos falta nos limita. En este sentido, cada uno encuentra su camino en sus virtudes, no en sus defectos. La sensei de la que te hablé, Agua, me ayudó a darme cuenta que yo debía cultivar mis dones, mis habilidades, mis talentos, llegando a desarrollar la plenitud –con una sonrisa añadió: -Daredevil, “el que siente”, me llamaban. Me pregunto, qué dirían de ti. ¿Quizá Eco, “la que observa”?

- No sé… ¿tan observadora me ves?

- Cada uno tiene sus habilidades. Tú ya hace tiempo que estás en equilibrio pero es que además eres artista. Tienes también una sensibilidad especial, aunque parece surgir más de ti misma que de lo que te rodea. A veces me parece que necesitas ese contacto con el exterior para poder canalizar tu propia virtud. Es por ello que te tomas la vida con mucha más atención que yo, por ejemplo. No pierdes un detalle de lo que está a tu alrededor… y tu sordera no hace más que agudizar esa actitud. Has sentido con tus otros sentidos de forma tan intensa que lo que hacía el oído ha quedado enmascarado y ha dejado de tener importancia. En los oídos sientes ruido blanco, de acuerdo, pero es que ¡en lugar de ojos tienes escáners!

- Exagerado… -musitó ella sin poder contener la risa.

- ¡No te rías! Esos ojos tuyos contienen la entrada y salida a un mundo interior tremendo. Ver el mundo por tus ojos tiene que ser una experiencia fascinante. Hace unos años pasé un día en la montaña con un cliente botánico. Me llevó a las afueras, a hacer una pequeña ruta de fin de semana. Resultó la misma ruta que yo hacía con mi padre cuando era un crío, a la que me llevaba de vez en cuando al morir mi madre. Por tanto, podía recordar más o menos los lugares por los que me estaba llevando el cliente. Pero la experiencia resultó infinitamente más rica. El botánico me iba explicando lo que veía, tratando de que mi ceguera quedara lo más compensada posible por sus explicaciones. Y fue una experiencia espectacular, porque en cada planta, cada árbol, cada líquen, cada musgo que veía, me transmitía un mundo apasionado y completamente nuevo para mí. Al final quedé absolutamente compungido por la belleza y profundidad de los detalles que me fue relatando, hasta casi llegar a la conclusión de que me había llevado a un sitio distinto del que mis sentidos me decían. Era un hombre apasionado por su trabajo y con la facultad de hacérselo también apasionante a los demás. Disfruté como nunca. A veces, ver el mundo con los ojos de otra persona te ayuda a descubrir facetas que siempre estuvieron allí pero nunca atinaste a percibir. ¿No será este tu cometido? ¿Observar lo que te rodea para hacer que los demás nos demos cuenta, con tu arte, de lo que el mundo tiene que ofrecer?

Ella lo besó en los labios y lo abrazó.

- ¡Señor Murdock, este tribunal le prohíbe que diga cosas tan bonitas, so pena de ver llorar a una señorita! Tal como están hoy en día las leyes de violencia de género no le costaría demasiado al fiscal condenarte por homicidio voluntario.

La sensibilidad y el sentido del humor de Maya encandilaban a Matt. Ella continuó:

- ¿Sabes? Desde que conocí tu doble identidad me pregunté si era verdad lo que decían los periódicos.

- ¿Sobre qué? ¿Mi presunta homosexualidad con Robin? ¿O ese es otro?

- No tonto, sobre por qué te llaman “El hombre sin miedo”.

- Ah… no lo sé. Es posible que desde fuera se me vea como alguien que afronta peligros sin pensárselo, combatir enemigos a priori más poderosos… como de ser valiente, no tener miedo a nada. Confieso que me sube el ego. Es casi como si una situación que diera miedo fuera un estímulo para mí.

- No lo creo. Es como tu botánico. Lo importante no son los estímulos sino lo que significan para cada uno.

Matt reflexionó sobre las palabras de Maya. Sin tiempo a digerirlo, ella continuó:

- Lo que estamos viviendo me gusta, Matt. Significa mucho para mí. No puedo decirte que sienta amor porque los sentimientos están todavía muy confusos, pero sí puedo decirte que me siento más viva que en mucho tiempo. Me siento tan bien a tu lado que podría decirte que me quedaría para siempre, pero eso sería deshonesto. No sabemos qué puede pasar mañana, no sabemos dónde puede desembocar esto… pero precisamente me siento así porque sé que puede acabar en cualquier momento.

- No te andas por las ramas ¡eh! Me gusta. Pienso que debería apostar por ello pero en realidad me pasa algo que me impide vivir el momento.

- Dejémonos llevar, Matt, no pongamos trabas ni cadenas a esta situación. Vivamos el momento. “El hombre sin miedo” sí tiene miedo de algunas cosas. Te noto tenso en muchos momentos. Estás en equilibrio pero te falta una parte importante de ti para ser feliz. Eres valiente, Matt, pero valiente no es aquél que no tienen miedo sino el que los afronta. Eres un héroe no porque no tengas miedo sino porque luchas contra él. ¿Eres capaz de ser un héroe cuando vas vestido de calle? –Maya añadió picaronamente: -¿O cuando están en bañador, como ahora?

Maya le besó otra vez en los labios y se despidió. Tenía una cita con una galería de arte para una posible exposición. Matt se vistió para volver al despacho.



- ¿Desean tomar algo más los señores?

- Hombre, unos postres...

- Yo no puedo más, pero adelante Foggy, no te prives, que te veo la cara. ¡Un día es un día!

- Pues traiga también otra botella de vino, que hoy la cosa va bien –le guiñó el ojo al camarero, cosa que hizo contraerse sus rosadas mejillas. -¡Vamos a firmar!

Foggy apuró su copa y buscó en los bolsillos de su americana los puros, uno para él y otro para su cliente, que había estado guardando para ese momento. Contento como estaba, ignoró esa pequeña punzada en su lado derecho que hacía rato venía sintiendo, sin duda fruto de algún mal gesto.



Matt caminaba en dirección a su despacho, con muchas cosas rondándole por la cabeza. Estaba intranquilo, algo le reconcomía por dentro, pero no lograba dar con ello. Por otro lado, cada conversación que tenía con Maya los ratos que pasaba con ella, le calmaban lo suficiente como para darse cuenta de que sentía algo muy fuerte que hacía tiempo no vivía. Y ella tenía razón en muchas cosas. El miedo era una variable fundamental en sus vidas, y aunque fuera consciente de ello, no siempre era fácil enfrentarse a él. Matt siempre había tenido miedo a que le arrebataran aquello que más quería, sentimiento quizá provocado por la pronta muerte de sus padres. Pero estaba claro que el daño a los de su alrededor le creaba más indefensión que el daño a él mismo. Se sentía fuerte, pero en realidad tenía tanto miedo por que los demás no sufrieran. Su mente vagó hacia Elaine y lo que pasó con ella la noche de la discoteca... había tenido miedo, miedo a hacerle daño, a dejarse llevar. Miedo a perderla antes de tenerla. Así como había perdido a Heather, Glori, Karen... y tantas otras personas que habían muerto por estar cerca de él ¿Y por qué con Maya no había tenido tanto miedo?

Matt había recuperado el equilibrio, su centro de gravedad interno que le permitía aceptar las cosas como venían y tratar de sacarle el mejor provecho. ¿Pero tenía suficiente con eso? ¿El equilibrio por sí solo era la respuesta a sus dudas, a sus preguntas? Era evidente que no. Había algo más, algo que el equilibrio preparaba, pero que no llegaba a alcanzar. El Equilibrio es necesario pero cuando hay miedos que coartan el crecimiento y cortan sus alas, la felicidad es difícil. ¿Qué era lo que limitaba su crecimiento?

Por debajo de ese maremagno de confusión, pensamientos y sensaciones vagaba la sensación que había tenido con Foggy. Matt notaba que casi lo tenía, que estaba a punto de focalizarlo del todo, era cuestión de poco tiempo que comprendiera su significado. Porque al fin y al cabo, era responsable de lo que le podía pasar a Foggy ¿no? Ahí estaba el problema, su sentido de la responsabilidad. Como si fuera uno más, ese era sin embargo el sentido que más a menudo le limitaba. Se sentía obligado a no fallar, a no estar por debajo de las expectativas, como si todo fuera responsabilidad suya. El sentido de la responsabilidad limitaba su crecimiento. Le hacía tener miedo porque sufría demasiado por los que estaban a su alrededor. Tenía miedo a ser vulnerable porque los enemigos podían dañar a sus seres queridos, a mostrarse vulnerable ante la amada porque ella podía necesitarle demasiado, o porque su rechazo podría herirla. Y no quería herir a la gente que quería.

Y eso era lo que le gustaba de Maya. Que sabía defenderse por sí misma, que al mismo tiempo que esa sensación de que le necesitaba, también le aportaba una sensación de seguridad que no había sentido con otras de sus amantes. Que a pesar de estar entregándose a él, siempre le dejaba claro que lo hacía por voluntad propia y sin arrepentirse de las consecuencias. Que era capaz de jugar al juego del amor teniendo muy claras las reglas, y que una persona puede querer a otra intensamente, sólo porque es muy consciente que aquello puede acabar en cualquier momento. Los juramentos de amor deben ser cumplidos hasta que termina su propósito. Si no, su disciplina se convierte en cadenas y su fidelidad en ataduras.

Las células ciliadas del oído. Había leído sobre su capacidad de regeneración porque están expuestas a un bombardeo constante de agresiones. Constantemente las sometemos a ruidos y sonidos que disminuye su número. Primero se pierden las de frecuencias e intensidades altas, es decir que ante agresiones auditivas más fuertes, peor para este tipo de células. El artículo se centraba en la pérdida de audición por parte de los jóvenes asiduos a discotecas estruendosas, pero no podía dejar de pensar que a él le pasaba en cierto modo, lo mismo. Había ido perdiendo “muchas células” a causa del tremendo castigo y daño que había ido recibiendo a lo largo de su vida, y las células que le quedaban eran, de algún modo, las de intensidades bajas. Se había ido insensibilizando a los estímulos intensos de la vida, fueran éstos negativos o positivos... y eso hacía que tuviera miedo de experimentar lo mejor, de dejarse llevar.

Era necesario dar un paso más allá, ir a buscar las cosas, no conformarse sólo con el Equilibrio interno. Era curioso como pensando en Maya y las células ciliadas había dado con la clave. El sentido del equilibrio está dentro de la oreja, dentro del oído. Y Maya era sorda, es decir que lo tenía atrofiado. Qué apropiado era que fuera ella la que le hubiera aportado las claves para entender lo que le estaba faltando, más allá del Equilibrio, para ser feliz.

Feliz como Aníbal Archibald, ¡qué personaje! O como Foggy en su comilona ¡cómo disfrutaba!, en su forma hedonista y tranquila de encarar la vida...

En ese momento, lo supo. Su proceso inconsciente de análisis de la sensación que le embargó respecto a Foggy le dio la clave definitiva sobre lo que le iba a pasar a su amigo. ¡Había desarrollado definitivamente un sexto sentido que le dio la certeza que tanto temía!



*Impulso eléctrico*

- La carne es el aire que atravieso para llegar a mi destino, es el oxígeno que respiro para continuar viviendo, el agua que bebo para saciar mi sed. El fuego purifica las almas que me acompañan en el tortuoso camino del despertar. Quiero despertar a todo el mundo, caminar al lado de los antiguos durmientes en el amanecer del caos. Arde, sangra, muere... para que yo me caliente, excite, y viva. El trono de la muerte necesita una reina y cada reina tiene su cetro. Yo tengo dos cetros.

María Tifoidea continuó acariciando sus cuchillos en la azotea de aquel edificio.

*Impulso eléctrico*



Daredevil saltaba frenéticamente por los tejados. Debía llegar hasta Foggy antes de que fuera demasiado tarde. Le había llamado al móvil pero lo tenía desconectado. Así que el camino más rápido fue ponerse el traje rojo y tomar la vía aérea para atravesar Manhattan, siendo la hora de la comida un hervidero de coches que desaconsejaban la vía terrestre, como Matt Murdock. No, Daredevil sería más rápido. ¡KDAK! El cable del bastón se enredaba con facilidad en los salientes de los edificios, permitiendo al hombre de rojo hacer cabriolas imposibles que le empujaban en un avance inexorable hacia su destino.

Ya había recorrido más de media ciudad. En ese momento estaba balanceándose por encima de una buhardilla y oyó un ruido de metal contra piedra que tiró de su cable. Al describir completamente el arco de salto y apretar el botón para retraer el cable de nylon, algo falló, y el cable no volvió a su bastón. Eso le obligó a soltar el bastón, pues en caso contrario, se habría balanceado nuevamente hacia atrás. Al no tener en sus manos la herramienta que le permitía alcanzar cotas más altas, tuvo que equilibrarse en el aire, dando dos volteretas completas para aterrizar de pie, evitando así por los pelos las cristaleras que estaban bajo suyo. Extrañado, se volvió hacia donde se había quedado clavado el cable. Y allí, en lo alto del edificio contiguo, la percibió con toda claridad. Tifoidea.

- ¡Sube aquí arriba cariño! ¡QUIERO DARTE UN ARDIENTE BESO!

Daredevil tuvo que rodar cuando sintió que incluso desde la lejanía, ella le enviaba una llamarada envenenada de fuego salvaje. Evitó la lengua ardiente por poco y, aprovechando el impulso de su movimiento, saltó varias veces consecutivas por los alféizares de las ventanas, hasta que llegó al nivel donde estaba ella. El cable se había enredado en un pequeño cuchillo que sin duda ella había clavado en el momento y el lugar justo para evitar que él lo pudiera retraer.

- Me encanta volverte a ver, feliz cristiano –se relamió lasciva.

- ¿Estás libre? Creía que estabas a buen recaudo en el manicomio.

- El manicomio está aquí fuera. Y necesita un poco de caos para adornarlo- Tifoidea cargó contra Daredevil con los dos machetes por delante, dándole tiempo a éste a esquivarlo saltando hacia su derecha. No tenía tiempo para peleas ahora que su amigo estaba en peligro. Pero ella no insistió en su ataque. Sólo rió con fuerza.

- ¿Eso es un movimiento sensual, cariño? Tendrás que practicar con más asiduidad... sólo vengo a avisarte del baile. Quiero que sepas que bailaremos mejor CUANDO TODO ESTÉ HIRVIENDO. Sígueme si puedes.

Y con una enfermiza carcajada, saltó hacia un nivel inferior y empezó a correr. Daredevil quedó dividido. ¿Perseguir a Tifoidea, cuya cordura estaba en ese momento totalmente enterrada, o continuar con su carrera hacia Foggy, para avisarlo del peligro que había presentido con ese “sexto” sentido? No había elección posible. Así que arrancó el cuchillo del suelo que había aprisionado su cable, para recuperar su bastón.

El contacto con la empuñadura le deparó una nueva sorpresa. Con la ampliación de sus sentidos, ya había experimentado una sensación parecida hacía algunas semanas, cuando examinando unos objetos pudo “sentir” lo que les había pasado a los mismos [5] y, por tanto, saber como si de un historial escrito se tratara, dónde habían estado, quién los había utilizado y cómo había sido. El intenso flash que percibió lo conmocionó de inmediato.

Daredevil captó claramente cómo ese cuchillo había degollado a Aníbal Archibald.



Una cacofonía de imágenes martilleó su mente. El tiempo y el espacio dejaron de existir para Daredevil, cuando la evolución definitiva de sus sentidos se manifestó en todo su esplendor. Ya no había límites en su conciencia, todo formaba parte de lo que sentía y él estaba en el centro. Notó cómo su cabeza explotaba y dejaba su esencia corpórea para captar todo cuanto pasaba a su alrededor. Incluso pasado, presente y futuro se entremezclaron en un collage de infinita percepción. Todo pasó por su mente a una velocidad y con una intensidad tan pasmosa que le sobrepasó. Quedó sobreexpuesto a todo lo que sentía. Daredevil se emborrachó con sus sentidos.

Tifoidea corre por la ciudad riendo alegremente, mientras por su mente fragmentada desfilan imágenes de un baile lascivo de sangre, acero y muerte en algún infierno próximo.

Foggy se lleva la mano al pecho y arranca el mantel de la mesa donde estaba sentado mientras cae hacia el suelo, víctima de un ataque al corazón.

El filo del cuchillo que está sosteniendo en su mano enguantada se desliza una y otra vez, como si de una macabra repetición se tratara, por la blanda garganta de Aníbal Archibald.

Wilson Fisk sonríe pensando en cómo tiene dominados a sus lugartenientes con su carisma, en cómo tiene dominado el estado con su política conservadora y en cómo tendrá dominada la situación del “Radikal” con su as en la manga. Se relame al pensar la que va a montar Tifoidea.

Ben Urich está encerrado en su despacho, consiguiendo con su silencio el anhelado ascenso, y por tanto, el dinero para sufragar la operación de su mujer y el reconocimiento a tanto años de trabajo. Mirando el humo de su pitillo, se siente tremendamente contradictorio y sucio.

Maya, oh Maya, está dando el apretón de manos final al galerista, que ha aceptado montar la exposición para el mes que viene. Tan radiante, tan feliz, tan dulce, tan vulnerable, tan indefensa...

Elektra está oculta en las sombras de un callejón y le transmite telepáticamente “Lo que limita el crecimiento no es la debilidad sino el miedo”.

Y se ve a él mismo, en el centro de todo, asolado por una agonía indescriptible de impotencia, frustración e incapacidad para llegar a todo. Una agonía que da vueltas y vueltas y vueltas y vueltas...

Daredevil tenía miedo, mucho miedo.

Continuará…


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Referencias:
1 .- Historia inspirado por Jorge Bucay, en su libro “Déjame que te cuente”.
2 .- Kingpin ya presionó al Bugle, y específicamente a Ben Urich, en DD# 179, en la etapa de Frank Miller.
3 .- La más evidente, salvando las distancias, vivida en el DD#192, en el episodio “Promesas” de Alan Brennert y Klaus Janson.
4 .- Se refiere a la reestructuración del Equilibrio interno que le permite a Daredevil ampliar sus sentidos hasta unos límites todavía por definir desde la anterior aventura, Daredevil: Equilibrio (DD #01-05)
5 .- Se refiere cómo había “leído la historia” de unos detonadores, con tan sólo tocarlos, por primera vez en la anterior aventura Daredevil: Equilibrio (DD #01-05)

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