Star Trek la serie original nº05

Título: Reencuentros (I)
Autor: Sikileia
Portada:
Publicado en: Septiembre 2006

El espacio, la ultima frontera. Estos son los viajes de la nave estelar Enterprise, buscando nuevos mundos, nuevas civilizaciones, para llegar hacía donde ningún hombre ha llegado jamás.
Gene Rodenberry y Action Tales presentan:
Creado por Gene Rodenberry

Nota: Esta historia esta situada poco después de Star Trek la película

El sol descendía sobre las montañas de Veridiano III.

En el silencio de los segundos finales, en esa frontera imaginaria donde Tiempo y Espacio se estrechan, James T. Kirk miró por última vez la amplitud del firmamento.

“Oh, Dios…” –dijo.

Súbitamente se encontró en un túnel sombrío. Un viento ensordecedor lo succionaba hacia abajo, hacia una especie de abismo limitado por una inmensa pared peñascosa que reconoció enseguida. “¡El capitán!” –pensó.

Era la misma escena que había vivido en primera persona, años atrás, cuando intentó escalar aquella enorme mole granítica del Parque Yosemite. En aquella ocasión, Spock estuvo para salvarlo, pero esta vez era distinto: Estaba solo…[1]

Proseguía James Kirk su caída hasta que en lontananza divisó una luz potentísima. A medida que fue acercándose, como en la pantalla de un antiguo cinematógrafo, visualizó lo que había sido su vida desde su niñez en Iowa hasta los últimos instantes de su caída accidental mientras luchaba contra Soran.

Una fuerte voz, clara y viril, surgió entonces de la luz.

“Bienvenido, Kirk”

“¿Spock”?

La luminosidad entonces adoptó poco a poco la forma de una silueta que él conocía bien:

“¡Sarek!”

“¿Cómo?” –exclamó un aturdido James T. Kirk.

Rodeado de una luz diáfana allí estaba el padre de Spock, por quien los años no parecían haber pasado.

“Bienvenido, Jim”

“¿Cómo?” –repitió aturdido el humano.

“Éste es el umbral de Sha-ka-ree. Estás en el proceso del T’pal-Tor-Pan, ‘El Largo Camino sin Retorno.”

“¿Entonces?”

“Ya no hay vuelta atrás, Kirk. Ven conmigo.”

James T. Kirk, o su katra[2], comprendió que ese Camino era el principio de un viaje, quizás del más misterioso e incierto de los que habría emprendido como capitán. Mientras se avecinaban a lo que parecía una valla o cercado escuchó lo que parecía ser una voz familiar.

“¡¡Jim!! ¡¡Capitán!!”

“¡¡Spock!! ¿Me oye?”

Vieron acercarse al cercado a una figura difuminada. Sarek, entretanto, apremiaba al capitán para que no se detuviera ya que el Largo Camino Sin Retorno estaba despejado. Entonces se acordó de lo que le había dicho la Onabi[3], aunque el futuro no estaba escrito, las imágenes que había revivido eran las mismas que le anticipó la alienígena años atrás. En todas ellas, Spock aparecía como una fuerte ligazón emocional.

“Un instante más.” –pensó o habló el ahora katra de James T. Kirk. “Un instante más”.

La silueta del amigo vulcaniano comenzó a parecerse más nítida y entonces habló:

“Capitán… Padre… hace tanto tiempo deseaba verte… hablar contigo… No me he podido despedir… yo…” –afirmó con un estremecimiento emocional impropio de fría lógica de Vulcano.

“Hijo mío,” -respondió la figura de Sarek.- “Cuando llegue el momento apropiado ya nos veremos…”

“¡Capitán…! ¡Siempre he sido y seré su amigo…! ¡Larga y próspera vida!”

“¡Spock!” –contestó el katra de Kirk al otro lado del cercado.

“Vámonos, Kirk.” –atajó su acompañante. “Nos están ya esperando… Hay mucha gente que se alegrará de volverte a ver.”

“¡Sarek! ¡Jim, Jim!”

“Adiós, hijo mío, nos volveremos a ver… Algún día… Paz y prosperidad”

Spock no pudo atravesar el cercado. Aquel era el límite de la Vida y de la Muerte; una fuerza descomunal lo absorbió hacia atrás de vuelta hacia a las nieblas del Olvido.

-¡Sarek, Jim! –Gritaba Spock en medio de la vastedad del desierto mientras el capitán Jean-Luc Picard asistía atónito al extraño comportamiento del embajador de Vulcano en Rómulo.

-Esta bien… Spock -Le dijo con suavidad haciéndole entrar en razón. –Lleva tres días al lado de la tumba de su amigo. Apenas ha comido y a la Dra. Crusher le está preocupando mucho su estado.

-Capitán, el katra de James T. Kirk se nos ha ido para siempre. No puedo expresarle con palabras lo que me ha ocurrido, pero es una costumbre vulcaniana que tenemos para despedirnos de un amigo, especialmente si no podemos volver a verle a través del Fal-Tor-Pan[4].

-Siempre he respetado el misticismo de Vulcano pero nunca he entendido su significado, embajador.

-Se trata de una disciplina que aprendí en mi mundo cuando preparé el Ko-li-narh[5]. Hay que estar preparado a conciencia para llevarla a cabo.

-En estos días que ha estado de… retiro. Querría también comunicarle que por expreso deseo de su familia, los restos mortales del capitán Kirk serán trasladados en breve a bordo de la USS Farragut para su posterior sepultura en Deneva… El Mando de la Flota Estelar nos tiene que dar esa confirmación…

-Gracias, capitán Picard.

-Quiero también expresarle mis más sinceras condolencias por lo ocurrido. Decirle que su amigo murió como un héroe.

La noche había ya aparecido, tiñendo de azul magenta el cielo alienígena. Las primeras estrellas aparecían, testigos ajenos a unos eventos que habían cambiado el equilibrio cósmico de aquel cuadrante.

-Murió como él quiso, cumpliendo su deber, Picard. No hay que lamentarse, no es lógico. –Entonces los negros ojos del vulcaniano se posaron en la mirada del capitán francés. –Si me permite, señor, quería unirme a usted para saber lo que el capitán Kirk sintió en sus últimos momentos, si no es pedirle mucho.

-Cuando quiera, embajador.

Spock acercó su mano derecha a la cara de Jean-Luc Picard y con los dedos tanteó los puntos neurálgicos que le permitirían realizar la experiencia de la fusión mental, una experiencia que el vulcaniano repetía por segunda vez en el capitán francés.

Tras unos instantes, un flujo de emociones debió de llegar al cerebro de Spock, quien perdió la inmutable serenidad de su rostro perfilado para transformarse en unas muecas más propias de la tragicomedia griega. Y allí, bajo la noche veridiana, los recuerdos comunes de dos hombres se hicieron uno.


El puente de la USS Farragut era un continuo ir y venir de personal de la Federación. El capitán de la nave que había acudido en auxilio de la fenecida Enterprise-D no paraba de asignar tareas y firmar partes de informes para la Flota Estelar. Junto a él se hallaba el Número Uno, la mano derecha de Picard, el comandante William T. Riker que ejercía como oficial de enlace y adjunto entre los rescatados y sus rescatadores.

-Capitán Ramírez, aquí tengo el informe con las bajas y los daños sufridos por mi nave para que se los pase al Alto Mando. –Tras una primera evaluación de daños, quería confirmarle que éstos son irreparables. Lo que debemos de hacer y ya, es desmantelar la nave siniestrada y llevarnos de aquí el cuerpo del capitán… James T. Kirk –dijo pronunciando con solemnidad el nombre del fallecido oficial.

-Señores, con permiso. –Interrumpió el oficial boliado Boox, que hacía de oficial de comunicaciones. –Hemos recibido hace diez minutos una llamada de prioridad uno de una nave no identificada que se acerca a nuestras coordenadas.

-Supuestamente, Veridiano III era un planeta vedado al personal civil. Lance un mensaje invitándoles a identificarse.

-Señor, lo he hecho ya, pero no me responden a las llamadas. Tan sólo han mandado este escueto mensaje: “NAVE NO HOSTIL. GODDARD.”

-“Goddard”, -inquirió el capitán José Ramírez. -¿Le dice algo ese nombre, Riker?

-Creo saber a quien corresponde, señor… Pero en cuanto se lo diga no se lo va a creer. –Sonrió Riker como guardándose un as en la manga.

Convencido por la respuesta de Riker, el capitán español ordenó:

-Boox, establezca comunicación audiovisual con esa nave y autoríceles bajo mi responsabilidad a subir a bordo.

-Frecuencias abiertas, capitán. Puede hablar.

-Soy el capitán Xavier Ramírez de la nave USS Farragut, Conocemos sus intenciones no hostiles. Autorización para subir a bordo aceptada. Pueden proceder a iniciar maniobra de entrada en el hangar en cuanto establezcan contacto visual con nosotros.

En pantalla, los rostros curtidos por el paso del tiempo de dos hombres entrados en edad ocuparon todo el rectángulo visual. Los ojos de los tripulantes del puente se abrieron aún más como platos cuando reconocieron a ambas personalices. Uno de ellos el que parecía más joven en edad habló:

-Gracias, capitán, –contestó una voz familiar a todos. –en mi nombre y en el de mi amigo En cinco minutos estaremos en sus coordenadas para nos recojan con el rayo tractor. Goddard fuera.

-De acuerdo… -tartamudeó el capitán. –En cinco minutos estaremos preparados para ser recogidos.

Tras desaparecer ambos personajes de la pantalla todo el puente se convirtió en un hervidero de comentarios. Los miembros de la tripulación no daban crédito a lo que acababan de ver y más en aquel distante cuadrante de la Vía Láctea.

-¿Realmente son… ellos, señor? –preguntó un nervioso Boox.

-Hijo mío, son ellos y mucho más. –terminó Ramírez en tono paternal. Entonces desde su sillón de mando abrió comunicaciones: -Puente a transportación. Quiero un piquete de honor en el Hangar 3 en cinco minutos.

Fuera en el espacio exterior, una pequeña lanzadera inició silenciosa las maniobras de aproximación a la USS Farragut. En sus laterales y en la puertecilla de atrás aún se podía leer “Enterprise NCC-1701-D”.

Como una pequeña ave surcando la noche, la Goddard se acercó despacio hasta la nave USS Farragut que orbitaba el planeta Veridiano III. Al lado de ella, unas pequeñas naves de asistencia, una, clase Oberth, la USS Aldebarán y la otra, una nave-hospital, Severo- Ochoa, la acompañaban como los satélites de un nuevo planeta.

A medida que se fue acercando la vieja lanzadera las compuertas traseras de la gran nave insignia comenzaron a abrirse, a la par que se iniciaba en su hangar el complicado proceso de oxigenación y adecuación a la presión terrestre. Cerca de la puerta que comunicaba con el turbo ascensor, el piquete de honor presidido por el capitán Ramírez y el primer oficial Riker esperaba en la zona de recepción de visitantes.

La lanzadera entró maniobrando con toda suavidad y majestuosidad en el interior de la Farragut. Se detuvo. Tras unos instantes la portilla trasera de la nave se abrió y una mujer fue la primera en aparecer. Era de raza vulcaniana y por su aspecto físico aparentaría unos cincuenta años terrestres aunque para la edad biológica de su mundo había superado con mucho el siglo de vida. Llevaba el uniforme de mando con las insignias de comandante. Iba acompañada por una mujer entrada en años que llevaba un tocado en la cabeza, un joven de unos 30 años y dos chicos jóvenes que rozaban la veintena. Todos tenían rasgo vulcanianos.

La primera mujer en descender se acercó hasta el capitán de la USS Farragut y con su semblante serio hizo una petición:

-Pedimos permiso para subir a la nave, señor.

Entonces el capitán Ramírez dio un paso adelante y se dirigió a la oficial:

-Comandante… Saavik. –Dijo titubeando con una mezcla de sorpresa y emoción. –Permiso concedido.

-He venido con otros estos… invitados desde la Colonia Norpin en cuanto supimos de la muerte del capitán… Kirk.

-Ha sido una gran pérdida para todos nosotros. –añadió el capitán Ramírez. –Bienvenidos a bordo aunque hubiera preferido que hubiese sido en otras circunstancias.

-Gracias, señor. –y continuó diciendo mientras se apartaba a un lado. -Pido permiso para que bajen los otros pasajeros que llevo en la lanzadera.

-Proceda.

Saavik y los acompañantes vulcanianos se acercaron a un lado de la portilla trasera de la Goddard formando una especie de pasillo. Entre dos y Saavik ayudaron a bajar al primero de los viajeros.

Era nada menos que el doctor Leonard H. McCoy.

Todas las miradas y las bocas abiertas por la sorpresa se dirigieron hacia aquel hombre quien a pesar de tener más 140 años todavía guardaba un poco de chispa en sus ojos.

Saavik y Riker, colocados a cada lado de la portilla, le ayudaron a bajar y el venerable anciano, de improviso, comenzó con sus manos a rechazar esa oferta de ayuda.

-¡Dejadme, pareja! Que aunque no pueda caminar como un joven de 40 no necesito hacer una entrada digna de una bailarina de un music-hall de Rigel II.

Todos rieron por aquella ocurrencia tan típica de McCoy. Aunque los años habían pasado, todavía quedaba algo del carácter histriónico del viejo médico rural de Georgia. Entonces el Dr. McCoy prosiguió:

-A pesar de que sólo me queda una pieza original de todas las que me puso el Buen Creador y lo demás es de reemplazo aún puedo dar mucha tralla y especialmente a cierto elfo de sangre verde. –sonrió y continuó: -He sido su pesadilla durante más de un siglo.

Después del doctor McCoy, descendió por la misma puerta trasera otra persona que resultó ser muy familiar para la tripulación de la USS Farragut y era la misma que les había hablado a través de la pantalla principal del puente instantes atrás.

-Capitán… Scott. –Se adelantó Riker. –Bienvenido a bordo.

-Gracias, comandante…

-Riker, señor.

El trío de figuras del pasado caminó acompañados por los vulcanianos y Riker hasta donde estaba el capitán de la Farragut. Entonces los oficiales que formaban el piquete se pusieron en formación y Xavier Ramírez ordenó mientras pasaban:

-¡Honores!

Un oficial con grado de teniente tocó unas notas breves con un silbato. Cuando acabó el capitán de la nave tomó la palabra:

-Bienvenidos todos a bordo de la USS Farragut, almirante.

-Gracias, capitán.-Atajó Leonard McCoy. –Olvídese de cumplidos y vayamos a ver el resto de su nave y de paso enséñeles un poco de cultura terrestre a nuestros estudiantes de Spock. –Entonces puso su mano sobre la boca y susurró al capitán de la USS Farragut, -menos mal que no le ha tocado venir con éstos, no vea lo aburridos que son estos vulcanianos.

-¡¡Aaah entiendo!! –Balbuceó el capitán terrícola.

Saavik, que escuchaba las diatribas de McCoy en silencio tan sólo se limitó a levantar una ceja.

Scotty recorrió con su mirada con un semblante serio cada uno de los miembros de la nave que les daba acogida y se dirigió al capitán español:

-Capitán Ramírez, ¿es cierto lo del capitán Kirk?

-Me temo que sí, señor. –contestó cabizbajo.

La intuición de Saavik le decía que un torrente de emociones afloraba en los recuerdos de Montgomery Scotty. Hizo una señal a su grupo de vulcanianos y éstos se acercaron hasta ella y se dirigieron hasta donde estaba la vulcaniana-romulana. Riker les acompañó.

-Señor, querría presentarles a la familia Dar y ésta es la ex cónsul de Rómulo Caithlin… Dar[6], señor.

La mujer de facciones vulcanianas de mayor edad dio un paso al frente y alargó la mano para saludar al capitán Ramírez. Éste había levantado su mano para hacer el saludo vulcaniano en forma de V y no se esperó esa reacción tan humana y lentamente como si tocara algo peligroso acercó su mano hasta la de Caithlin y se la estrechó. La escena resultó tan cómica que Riker y McCoy rieron entre dientes.

-Er… Bienvenida a bordo, cónsul.

-Matícelo, capitán… EX cónsul… Ya hace casi un siglo dejé de ostentar ese cargo tras casarme con St. John Talbot…[7] Y gracias por su bienvenida, capitán. Jolan Tru[8].

-¿Talbot…? Sí, recuerdo el nombre… -razonó William Riker.

-Hijo mío, -le interrumpió McCoy. –Si hubiera estado en Nimbus III, lo entendería todo.

-¿Qué hacen aquí estos romulanos? Espero que tengan una buena explicación.

-La tengo, señor… y el embajador Spock que ya está en la superficie del planeta, también. A su debido tiempo, pero mientras necesito que la Federación les dé estatuto de refugiados...-Le rogó con su seriedad habitual Saavik.

-De acuerdo, oficial, lo hablaremos cuando toda esta situación se haya aclarado. –confirmó Xavier Ramírez. Entonces dirigió la mirada a los oficiales que formaban el piquete y les mandó al oficial que había tocado el silbato: -Teniente Odis y encárguese de dar a nuestros huéspedes el alojamiento y la asistencia que necesiten. Pueden retirarse.

-Sí, señor. –Piquete, -ordenó Odis a su grupo, -pueden romper filas.

El piquete de honor se disolvió desapareciendo en fila india del hangar 3. Allí solos se quedaron Riker, Ramírez, McCoy, Scott y Saavik con los exiliados de Rómulo.

De todos ellos, Scotty era el más visiblemente afectado por la pérdida de Kirk. Y su tono de voz y actitud le denotaban:

- La Flota Estelar deberá darme explicaciones de cómo fue.

-Se las daremos, Sr. Scott. –se defendió como pudo el capitán Xavier Ramírez. –Y ahora tengan la bondad de pasar a la Sala de Juntas.

Todos se fueron uno detrás de otro por la puerta principal. Allí sola, en penumbra, quedó la Goddard, la última reliquia viva de lo que fue la flamante Enterprise-D.


A la mañana siguiente, Jean-Luc Picard desayunó en una tienda improvisada de campaña con el embajador Spock y después los dos fueron hasta los restos de la USS Enterprise-D. Centenares de hombres, se afanaban por recoger las pocas pertenencias útiles que habían sobrevivido al accidente de la astronave y otras decenas comenzaban a desmantelar la nave con ayuda de robots. Había que volver a recuperar la fisonomía de todo aquel planeta antes del accidente en aras de cumplir con la primera directriz.

Nada más llegar, subieron por una pasarela hasta la superficie plana del disco que bajo el efecto del sol adquiría diversas tonalidades plateadas.

-No sé si volveremos a ver una nave como ésta de clase Galaxy volando por las estrellas. –Comentó con nostalgia su antiguo capitán. –Pero cumplió su cometido.

-Hace casi un siglo, Jim tuvo que hacer lo mismo para que la nave no cayera en manos de los klingons. Nunca se recuperó de aquella pérdida; siempre dijo y con razón que una parte de él había muerto con ella.

-Le entiendo perfectamente, embajador.

-Capitán, Jim Kirk dijo que siempre moriría solo, y así ha sido, como esta nave… Todavía recuerdo como ayer aquella noche entorno al fuego en el Parque Yosemite cuando nos lo comentó[9].

-Ya, pero nadie sabe lo que trae el Destino. Usted ha perdido a su mejor amigo y yo a mi nave y a mi hermano Robert y a mi sobrino René allá en la Tierra[10]. -Picard alzó la vista al paisaje desértico que se extendía y suspiró profundamente y prosiguió: –Al menos su amigo cumplió con su deber y marcó esa diferencia, pero los míos no… Ni siquiera tuve tiempo de despedirme, tan obsesionado de mí con el deber y mi nave, que me olvidé de los míos. Ahora la dinastía Picard se extingue conmigo.

-No lo mire así: Usted al menos está aquí vivo pero no Jim, ni su hermano ni René ni mi padre. Hay toda una vida por delante que seguir y en ella todo son posibilidades. Que la No-Existencia llegará un día, por lógica llegará, pero exista cada día que pase y verá que el tiempo no pasará, porque el Tiempo es un concepto mental.

Mientras discutían de filosofía, llegó en ese momento una joven rubia con el uniforme mostaza de Ingeniería. Era Irina Paulova, asistente del Ingeniero Geordi Laforge en su departamento y traía entre sus manos un DiPADD[11] que entregó al antiguo capitán del USS Enterprise para que lo examinara...

-Señor, aquí le traigo el informe actualizado de progresos en la nave: Enfermería informa que hemos tenido 7 muertos y 427 heridos de diversa consideración. En cuanto al desmantelamiento de la nave, tardaremos entre diez y quince días. Después los técnicos forestales de Ingeniería Planetaria replantarán con flora autóctona las áreas devastadas al paso del disco.

-Gracias… -dijo Picard fijándose en el único botón dorado en el cuello de quien le traía las novedades: -Alférez. ¿Algo más que nos quiera indicar?

-Sí, er…señor. –Respondió con una mirada que denotaba admiración por el vulcaniano.

-Bueno, ¿a qué espera para comentárnoslo, alférez…? –Inquirió Jean-Luc Picard en tono de broma.

-¡Irina Paulova, señor! ¡Er… -Titubeó la joven. –Acaban de llegar a la nave unos invitados especiales que el embajador Spock conoce.

-¿Ah, sí? –preguntó Spock mientras levantaba una ceja.

-Sí, están todos esperando arriba en la sala de juntas, señor.

-Está bien, alférez Paulova; informe a la USS Farragut que nos transportaremos en breve a sus coordenadas. –Y apretando un botón al DiPADD y devolviéndoselo a su dueña, acabó diciendo: -Aquí tiene para los burócratas de la Flota Estelar y ahora, puede retirarse.

-De acuerdo, señor.

Jean-Luc Picard esperó a que la alférez se alejara. Entonces, sonrió y continuó:

-Disculpe la actitud de nuestra muchacha. Estos jóvenes se comportan de tal modo que parece están viendo unos dioses y pierden la seriedad…

Spock cerró los ojos y asintió:

-Lo sé capitán, pero sólo fuimos hombres… Tuvimos nuestra época y cumplimos con la Flota Estelar. Eso es todo.

-Para muchos de ellos, vuestra tripulación lo es, embajador.

-Para mí personalmente, se trataba sólo del deber, no le veo sentido que esa chica tenga unos sentimientos emocionales para algo tan perfectamente lógico como era nuestro deber con la Flota Estelar.

-No es solo ella, embajador, todos y yo mismo también profesamos el mismo sentimiento hacia ustedes, hacia los que empezaron esto. Aunque yo obviamente debo mantener mi compostura, claro.

-Entiendo. –murmuró Spock en voz baja mientras miraba el cielo de Veridian III.

Ahora el capitán Picard y el embajador Spock se hallaban en una especie de edificación prefabricada con chapas de duranio pero que gozaba de todas las comodidades posibles incluidos unos replicadores portátiles de última generación.

El oficial francés se dirigió a uno de ellos, metió una especie de ficha por una de las ranuras y tecleó algunos botones. En lo que parecía un hueco rectangular se formó un haz azulado y una espiral amarilla que comenzó en segundos a adquirir una forma física. Instantes después un tazón con un asa humeante se materializó. Picard lo cogió con cuidado y lo puso sobre una mesa.

-¡Oh, perdone mi descortesía, embajador! Me olvidé de ofrecerle algo…

-Un té verde frío a la menta, capitán. Por acompañarle con algo terrestre…

-Una buena elección, Spock. En mi mundo también se le llamaba “te moruno” a esta combinación… Aunque yo prefiero mi té “Early Grey”. –Añadió mientras olía su aroma y tomaba un sobro de su humeante taza.

-Es una variedad de té cingalés si no me equivoco, suave, con poca teína pero demasiado amargo y rasposo para mi paladar… Aunque mejor que ese “ingrediente secreto” del Dr. McCoy para hacer sus alubias a la Tennessee.

-Sí, algo me comentó el almirante… Era alcohol, si no me equivoco…

-Exacto, nada menos que Whisky… Parece que el calor eliminaba el alcohol y dejaba un sabor bastante fascinante.

Picard y Spock tomaron en silencio sus respectivas infusiones y mientras se miraban el uno al otro y al paisaje desértico que les rodeaba. Dos generaciones se hermanaban frente a frente en ese ritual de compartir juntos una bebida.

Era ya mediodía y un extraño remolino de aire comenzó a levantarse en torno al rudimentario campamento que los ingenieros de la Farragut habían levantado en día y medio. El alojamiento provisional de Picard era uno de las más de 300 construcciones de todo tipo que se habían alzado. Alguien bromeaba con esa nueva ‘ciudad’ surgida de la nada llamándola “Chatarraville”. Había en este rudimentario campamento distintas naves y compartimentos de diversos tamaños que hacían de almacén, capilla, hospital de campaña, taller de reparaciones y alojamientos de la tripulación. Muchos de los heridos de la Enterprise fueron curados aquí por la Dra. Crusher y parte de su equipo, aunque los más graves estaban arriba, a bordo de la nave hospital S.S. Severo- Ochoa y en las dependencias médicas de la USS Farragut. Éstos serían los primeros en ser evacuados rumbo a la base estelar 237 que tenía fama de ser una de las que mejor equipadas con los equipos médicos en toda la Federación.

Picard acabó su infusión y se levantó hacia la puerta. Sus ojos no dejaban de mirar ese montículo en el que se encontraba el capitán James T. Kirk y que había construido él mismo con sus manos, piedra a piedra.

Spock se levantó y se quitó la capa dejándola sobre el respaldo de su asiento.

-Comienza a hacer calor, capitán Picard… ¿No lo nota usted?

-Como dice ese refrán “Tórrido como en Vulcano”… Pero más tórrido que este desolado paraje… Pero no sé, también tiene una belleza extraña…

-En Vulcano tenemos la zona conocida como La Forge… Allí me retiré en busca de respuestas tras completar el primer quinquenio de misiones con el capitán. Era un sitio desolado en el que también me tocó pasar en mi juventud la prueba de supervivencia que llamamos kash-wan[12].

Un pitido se oyó a espaldas de ambos. Picard se sobresaltó un poco mientras que Spock permaneció completamente ajeno a las reacciones emocionales.

-No vea lo que le envidio, embajador, este comunicador casi me da un susto de muerte. Debería arrojarlo por la ventana. –Bromeó el capitán francés. Se dirigió derecho a lo que parecía ser un comunicador portátil y apretó un botón. –Aquí campamento-base, Jean-Luc Picard al habla.

En segundos se formó la imagen de un hombre de pelo y barbas blancos. Era una persona entrada en años pero a la que apenas las arrugas le surcaban el rostro. Podía haber perfectamente pasado en el siglo XX por una de esas estrellas de cine que contaba con cientos de fans por medio mundo, aunque su posible descendiente estaba ocupando uno de los sillones de mando de la Flota Estelar. Jean-Luc Picard se fijó en sus insignias, era sin duda un almirante.

-¿Almirante…?

-Almirante Paul Bowers, capitán… Picard. Nos ha llegado por vía subespacial su informe sobre la misión en Veridian III y la trágica pérdida de la vida del capitán James T. Kirk. Siento mucho el coste de vidas humanas entre sus hombres y la pérdida de su nave, la USS Enterprise-D.

-Gracias, señor.

-Créame que lo que nos ha descrito ha causado una honda impresión en el Alto Mando de la Flota Estelar, así como en muchos de los planetas miembros de la Federación. Muchos piensan que Veridian III no es buen lugar para enterrar a quien ha sido una de las leyendas de la Flota Estelar.

-Yo pienso igual, señor. Además, estamos contraviniendo la Primera Directriz con la presencia de ese túmulo así como de las instalaciones que Soran construyó para lanzar aquel misil.

-Estoy de acuerdo con el capitán Picard, -añadió una voz a espaldas del francés.

-¿Está usted solo, Picard…? Porque lo que tengo que decirle atañe sólo a usted.

-Con el debido respeto, almirante. –Dijo Spock colocándose al lado de Picard de manera que la cámara del comunicador subespacial pudiera captarle. –Cualquier cosa relativa al capitán James T. Kirk, nos lo debe comentar también. ¿No le parece?

Los ojos del almirante Bowers no daban crédito a la personalidad que tenía delante de él. Y durante unos instantes se quedó parado sin decir nada y con la boca abierta.

-Almirante, antes que nada respire hondo y tranquilícese. No está viendo a un fantasma, afortunadamente soy un ser como usted, de carne y hueso…

-¡¡Embajador… Spock!! ¡¡Yo le creía en Rómulo.

-He venido desde allí expresamente en cuanto supe la noticia, señor.

-Efectivamente, el embajador Spock fue el primero en llegar de todos nuestros ilustres invitados.

-¿Invitados?

-¿No se lo han dicho ya, señor? –Se extrañó Picard.

-Están aquí también el Almirante McCoy y el capitán Montgomery Scott, señor.-Confirmó Spock intentando ayudar al capitán francés.

-Dígame, por favor, Jean-Luc… ¿No les ordené a usted y al capitán Xavier Ramírez de la USS Farragut que esta zona permaneciera vetada a personal no autorizado de la Flota Estelar?

-Si, señor, pero no le va denegar el acceso a quienes fueron los mejores amigos del difunto capitán Kirk… ¡señor! –le respondió Picard en un tono serio.

-Esto me parece un poco irregular, capitán. Espero que me pueda dar explicaciones más precisas al término de su misión. Pero mientras le voy a transmitir unas nuevas órdenes.

-¿Señor?

-Quiero que usted asuma el mando temporal de la USS Farragut, Jean-Luc. Si le soy sincero, su historial lo merece más que el capitán Ramírez. Hemos recibido una petición de la familia de James T. Kirk para que sus restos sean llevados al hogar familiar en el planeta Deneva V.

-Con el debido respeto, señor. El capitán Ramírez está tan cualificado como yo para esa asignación. Yo preferiría estar aquí, señor, supervisando el desmantelamiento de mi nave.

-Jean-Luc… era su nave, ahora no. Además considérelo una asignación temporal… Todavía hay muchas letras en el abecedario para su antigua nave… -Dijo con una leve sonrisa. –Y no se preocupe por su antigua nave, he dispuesto que sea su oficial William Riker quien asuma las obras de desmantelamiento de la Enterprise.D.

-Entiendo, señor.

-Al capitán Xavier Ramírez le he asignado el mando de la nave USS Valiant, en breve está por llegar al sistema de Veridian III. Ellos se encargarán de recoger en Babel I a los embajadores e invitados en dicho planeta. Organizaremos un gran funeral federal con todos los honores galácticos que James T. Kirk se merece.

Spock que había estado escuchando en silencio la conversación, tomó la palabra con su habitual seriedad vulcaniana.

-Señor, si usted hubiera conocido a… Jim, él hubiera deseado algo más sencillo y no tan pomposo. Sé que la Federación tiene en alta estima el trabajo hecho por el capitán Kirk pero preferiríamos que no se celebrara tal ceremonia oficial. Y creo también hablar por los que fuimos sus compañeros de tripulación.

-Embajador Spock, escucho sus sugerencias, pero la decisión ha sido ya tomada a nivel del Alto Mando de la Flota Estelar. Se le hará ese reconocimiento público, luego si usted quiere pueden hacerle una ceremonia más en privado con su familia. Bowers fuera.

Picard y Spock se miraron entre sí y el Vulcano levantó una ceja a modo de única respuesta emocional.

Continuará...


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Referencias:
1 .- Alusión a eventos de STAR TREK V: LA ÚLTIMA FRONTERA.
2 .- Nombre dado al alma, en vulcaniano (Véanse STAR TREK II y III)
3 .- Alusión a “STAR TREK: NEW VOYAGES”
4 .- Ceremonia de refusión de almas practicada en Vulcano. Cuando el katra de Spock se alojó en la mente del Dr. McCoy, una sacerdotisa de Vulcano practicó una especie de ritual telepático en el cual el katra de Spock fue devuelto al cuerpo biológico que le era propio. (STAR TREK III: EN BUSCA DE SPOCK)
5 .- Retiro por el cuál el neófito emprende una etapa más en el camino del autocontrol emocional según los dictados del libro de Surak alcanzando un estado “sin-emociones”, parecido al nirvana budista en la Tierra. Spock trató de alcanzar ese estado para suprimir su media parte humana pero fracasó al comprobar que en el fondo necesitaba estas emociones. (STAR TREK: LA PELÍCULA)
6 .- Cónsul de Rómulo en Nimbus III, el Planeta de la Paz Galáctica. (ST V)
7 .- Cónsul terrestre en Nimbus III (ST V)
8 .- Saludo tradicional romulano.
9 .- Véase “STAR TREK V: LA ÜLTIMA FRONTERA”i
10 .- Citado en “STAR TREK: GENERATIONS”
11 .- Especie de block y agenda de notas de mano.
12 .- Prueba de madurez que consistía en estar varios días a la intemperie a merced de bestias y del clima extremo de esa parte de Vulcano (“Kir’shara” (ENT) y “Yesteryear”(TAS))

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