Thor Señor de Asgard nº08



Título: El Dios de la Montaña Sombría
Autor: Miguel Ángel Naharro
Portada: Benito Gallego
Publicado en: Octubre 2006

¡Comienza la batalla! ¡El ejercito troll inicia el ataque contra Asgard! ¡Thor tiene que enfrentarse a duras pruebas si quiere ver al dios de la montaña sombría!  ¡Loki sigue reuniendo a sus tropas para la guerra que se avecina!

“Ha tenido muchos nombres. Vingthor el lanzador, el hijo de la larga barba y enemigo de Hrodr. En su hogar ancestral Hymir le conoce como Veur. Compañero del infeliz Hrungnir le han llamado algunos. Al este del Elvigar, en tierra de gigantes, susurran el nombre de Hloriddi. Su padre le llamaba hijo. Su madre, querido. Y bajo las bóvedas celestes es Thor Odinson, dios del trueno, temor de Jormungand.”
Stan Lee y Action Tales presentan:

Creado por Stan Lee & Jack Kirby


Resumen de lo publicado: 
Sif y sus hombres se enfrentan a un grupo de trolls que los han descubierto, mientras espiaban el valle donde acampaba el ejercito troll que se estaba reuniendo para atacar la capital de Asgard.
Allí son ayudados por Ulik el troll, uno de los enemigos de Thor, que les comenta que es Loki quien ha hecho que todas las razas troll se unan para atacar Asgard.
Mientras tanto, los Tres Guerreros estan en la capital, donde descubren que su misterioso compañero de viaje no es otro que Buri, el bisabuelo de Thor y abuelo de Odín, al que Thor conoció como Tiwaz. Este les explica que ha abandonado su hogar para advertirles de que el enemigo que previno Odín, es uno al que derrotaron hace miles de años, en los albores de la humanidad, cuando todos los primeros dioses de los hombres se juntaron para echar a los dioses primigenios de  la Tierra, exiliándolos a otro plano de existencia.
Tiwaz les habla de un aliado que podría serles muy útil en la guerra que se avecina, un dios antiguo y olvidado hace eras, el dios de la montaña sombría, al que adoraba un pueblo ya extinguido conocido como Crom.
Justo en ese momento, es avisado del peligro que se acerca, de las tropas troll que se dirigen a la ciudad. En ese instante tiene que decidir, o quedarse y liderar a los guerreros de la ciudad o partir en post del dios de la montaña…





Thor el señor de Asgard,  apareció de la nada girando su místico martillo uru. Se encontraba en la entrada de un valle, coronado por una gran montaña cuya cima estaba rodeada de una espesa niebla. La montaña sombría, sin duda- pensó el asgardiano.- Un triste reino de nubes grises, frías brumas y vientos sollozantes.
Su mente retrocedió unas horas en el pasado, en su palacio real.
- El tiempo apremia, dios del trueno.- Inquirió Tiwaz.- ¿Cuál será tu decisión final?
Thor movió la cabeza como negando.
- Mi corazón me pide quedarme y liderar mis tropas contra el invasor, pero… Esto no es una simple batalla, es una guerra y si queremos ganarla necesitamos aliados importantes. Saldré en post de Crom de la alta montaña.
- Eres sabio para tu edad, tronador.- Comentó satisfecho Tiwaz.
- Si debes marcharte, mi señor, lo más adecuado es que el dios de la guerra dirija las defensas asgardianas.
En las puertas de la sala del trono se encontraba un guerrero de cabellos negros recogidos en dos trenzas, miraba con ojos sombríos. A pesar de tener solo una mano, nadie podía dudar de que Tyr, el dios de la guerra fuera uno de los mejores guerreros del reino.
- Tyr- Dijo Thor- ¿estas al corriente de la situación?
- Tienes una misión que cumplir, y yo otra, la de llevar a las tropas del reino dorado a la victoria frente al enemigo que quiere acabar con nuestra gente.- Dijo Tyr en voz alta.
Thor se quedó un minuto pensativo, observando a las personas que le rodeaban. Por su titulo de dios de la guerra, entendía el deseo de Tyr de quedarse al mando del ejercito, sin embargo, no estaba seguro de que necesitasen a un dios que se dejase llevar por la canción de la batalla, necesitaba a alguien que se preocupase por los hombres, mujeres y niños de la ciudad, no solo por el resultado de la batalla. Tiwaz se negaría sin duda, sus tiempos como señor de Asgard quedaban muy lejanos. Empezó a dirigir su vista hacia Balder, cuando se fijó en su hermosa esposa y una sonrisa se dibujo en su rostro.
- No serás tu quien se quede al mando de Asgard, dios de la guerra, no hay nadie mejor para ello que a quien le corresponde por derecho, mi esposa, Brighid.
- ¡¿Qué?!- Exclamó Tyr con la indignación reflejada en su rostro.
- ¿Yo? ¿Estas seguro, amado mío?- Dijo ella con evidente sorpresa por la decisión de su esposo.
- Nunca lo he estado más. No solo eres mi esposa, eres la reina de Asgard, por lo tanto, en caso de mi ausencia, tu deber y tu derecho es el de gobernar y ser quien conduzca a nuestros hombres en el campo de batalla.
- ¡No es justo! ¡No tiene ni la experiencia ni la fuerza para liderarnos!- Gritó Tyr contrariado.
- Tiene la necesaria, es tu señora y le debes fidelidad por el resto de tu vida.- Thor recalcó esta última palabra, quedando como una velada amenaza.
- Mil perdones, milady, no era mi intención ofenderos.- Dijo el dios de la guerra arrodillándose ante Brighid.
-Levántate, Tyr, necesitaremos tu brazo y tu espada en el combate sin tregua que se avecina.- Dijo Brighid.- No te defraudaré, esposo mío, la victoria será nuestra.
Los pensamientos del señor de Asgard volvieron a centrarse en su misión actual.
No le cabía duda de que su esposa lo haría bien en su ausencia, no tenía de que preocuparse.
Empezó a hacer girar su fiel Mjolnir para propulsarse hacía el cielo. Cuando se percató de que no ocurría nada, no se elevaba. Miró a su martillo extrañado, y entonces lo supo. En este reino, todo se regía según la voluntad de su creador, por lo que sus poderes divinos no funcionarían, y por extensión los objetos dotados de encantamientos, como Mjolnir. Tendría que seguir según las leyes dictadas por Crom.
Ahora solo podría confiar en sus habilidades naturales para tener éxito en su tarea.
Se adentró en el valle, en dirección a la montaña sombría, que parecía amenazadora e inquietante, allá en lo profundo del valle.
Cuando llevaba un rato caminando a paso liguero, observó que la niebla que parecía rodear siempre la cumbre de la gran montaña, parecía haber descendido al suelo. Dentro de la niebla, atisbó algo que se movía. Vio vagas formas tras la niebla, se estaba acercando, podía escuchar sus pies pisando la tierra.
La espesa bruma se comenzó a disipar, dejando ver algo que dejó atónito al dios del trueno.
Una inmensa legión de hombres había aparecido de la nada. Eran incontables, altos, fuertes, de cabello negro y ojos claros. Bárbaros vestidos con pieles, armados con lanzas, hachas o espadas.
Cimmerios- Pensó Thor- Guerreros que adoraron a Crom en vida y que ahora protegen la morada de su dios por el resto de la eternidad.
Los cimmerios le bloqueaban el paso al camino que le llevaría a la montaña. Estaba claro que su intención era que no llegase jamás.
Thor agarró con fuerza su martillo, sabiendo que no podía contar ni con sus poderes divinos ni con la magia de su martillo, solo con su fuerza y habilidad como guerrero.
Con un salvaje gritó de guerra, las hordas de cimmerios se abalanzaron sobre él.
Mjolnir quebró lanzas y espadas, aplastó cráneos, rompió mandíbulas en una orgía de violencia y sangre en la que se vio obligado a sumergirse un enrabietado Thor.
En el fragor de la batalla, casi no sintió las heridas que le infringieron sus  innumerables enemigos, los cimmerios luchaban con una fiereza casi animal, pero nada comparable a un dios del trueno que no enzarzaba en una batalla semejante desde hacía más de un milenio.
Pasaron horas, o tal vez fueron días. El tiempo no parecía tener significado en este lugar para el señor de Asgard. Extenuado, con los brazos doloridos, Thor se sentó y descanso.
Observando que su martillo y todo él estaba manchado con la sangre de cientos, tal vez miles de cimmerios, cuyos cadáveres se apilaban formando una pequeña montaña donde él descansaba.
Thor alzó su martillo ensangrentado y gritó con rabia y con fuerza, dejándose oír su voz por todo el valle.
Unos minutos después, miró casi con lástima a la horda de cimmerios que había derrotado. Se había dejado llevar por la rabia y la sed de sangre propias de un berserker. Era la única manera de poder ganar semejante batalla.
Para sobrevivir, tuvo que abandonar toda su racionalidad, todas sus emociones, su raciocinio, dejarse cegar por la sed de sangre, sin pensar en las consecuencias.
Era algo que sabía necesario, pero que no le gustaba. Sin honor, un guerrero no era nada. ¿Era esta la clase de aliado que necesitaba? ¿Un dios que obligaba a pasar una prueba como esta para poder llegar a él? Estaba claro que Crom era un dios de su tiempo, una era más salvaje e incivilizada.
Esperaba que valiese la pena el precio a pagar por que se uniese a ellos.

                                                               


Un sol negro estaba en el firmamento, como un ojo oscuro y sin vida que les observaba amenazante, no emitía nada más que una leve luz, que dejaba entrever una tierra muerta e extinguida. En otra época, todo este lugar pudo ser un mundo vivo, habitado y rico en diversidad de vida. En estos momentos, era un sitio muerto e estéril, sin nada que creciese, sin animales, ni siquiera pequeños insectos. Y lo más escalofriante era el silencio. Una total ausencia de sonido, excepto el de sus pasos al caminar.
La comitiva estaba formada por cuatro guerreros que miraban con desconfianza a un lado y a otro, dispuestos a usar sus armas contra cualquier cosa que pudiese aparecer.
A unos metros de los guerreros, se encontraba el dios asgardiano conocido como Loki.
Todos caminaban por un estrecho camino, situado en una ladera. Los guerreros parecían agotados, llevaban horas caminando. Sin embargo, Loki no daba muestras de cansancio, al contrario, caminaba con paso firme, con el rostro pensativo. Su mente se encontraba pensando en las palabras que salieron del mensajero del caos “Debes buscar a quien guiara a tus ejércitos, a quien liderara a tus tropas, ve a buscar al Devorador”
Se detuvieron ante una estructura, con aspecto de ser algún tipo de templo o santuario.
Loki hizo un gesto a sus hombres para que continúen. Al acercarse, uno de los guerreros no pudo reprimir un gemido de asombro y de terror, al contemplar que el lugar estaba decorado con cráneos humanos. Columnas con cientos y cientos de cráneos y con todo tipo de huesos.
Con un gesto de su mano, las puertas se abrieron muy lentamente, dejando ver una oscuridad que parecía absorber toda luz. Se adentraron en ella, Loki iba en cabeza, con una mano alzada que emitía un brillo que les permitía ver por donde caminaban.
Bajaron por unas escaleras que descendían hacía las profundidades de la tierra, donde quien sabe que criaturas inmundas Vivian en sus túneles oscuros, donde jamás había llegado ninguna luz.
Tras un tiempo que se les antojo eterno, llegaron a una cámara. En el centro de esta, una tumba. La tumba era de basalto negro, en su interior descansaba un cuerpo. Era de aspecto humanoide, de gran tamaño, sin duda superaría los dos metros de altura. Tanto su armadura como su capa eran negras, en su cabeza llevaba un yelmo, con dos alas de dragón a cada lado. Tenía los brazos cruzados ante una espada a dos manos impecablemente tallada.
Loki elevó sus manos y se puso a realizar un complicado sortilegio mientras de sus labios surgía un extraño y macabro cántico.
Los hombres de Loki le miraban asustados, en ese momento su señor parecía carecer de cualquier rastro de humanidad.
Una inusual luminosidad empezó a surgir de la figura del guerrero de la tumba. Con un gritó desgarrador que heló la sangre en las venas de los siervos de Loki, el guerrero se alzó.
Los ojos le refulgían como dos carbones al rojo y una mandíbula con dientes afilados se abrió. Era una criatura procedente de la espesa oscuridad sideral. La misma encarnación de la muerte.
- Acercarle agua y alimentos, después de tanto tiempo, tendrá hambre.- Le  indico Loki a sus subordinados.
De la mano del guerrero de yelmo de dragón surgieron vapores que envolvieron a los hombres, haciéndoles cambiar de forma. Donde antes había fornidos guerreros, ahora solo había gusanos retorciéndose.
- ¡Ni el agua ni ningún otro alimento puedo sustentarme! ¡Sólo las almas!
El guerrero recogió los gusanos del suelo y se los llevo a la boca con ansia, devorándolos con premura.
- Interesante.- Dijo Loki.
Como si se hubiese percatado de la presencia del dios del engaño, el descomunal guerrero se abalanzo sobre Loki y descargo un impresionante golpe con su espada, que brillaba con una mágica llama que envolvía su hoja.
Loki paró el golpe con sus manos desnudas, sujetando la hoja de la espada con la palma de sus manos.
- ¡Imposible! ¡El fuego de mi espada infernal entumece y destruye el cuerpo a la vez que paraliza el alma!
- ¿Quién ha dicho que alguna vez haya tenido alma?- Dijo sarcásticamente Loki con una medio sonrisa en su rostro.
- ¿Quién eres tu? ¿Quién es el que ha osado interrumpir el descanso de Wrarrl, el Devorador de Almas? (1)
- ¡Loki es quien te ha despertado, demonio! ¡Aquel a quien deberás rendir pleitesía pues soy aliado de los antiguos poderes!
Una risa espantosa surgió del yelmo del Devorador de Almas, para después inclinarse ante el asgardiano. Hasta alguien como Wrarrl podía notar el inmenso poder que emanaba de Loki.
- ¿Para que me has despertado?
- Los antiguos poderes han despertado de nuevo, y toda la realidad, el mundo de los hombres va a volver a ser suyo, lejos de este plano muerto y extinguido que sirvió a tu raza demoníaca como hogar, hasta que vuestra ansia de almas acabo con vuestra propia existencia. Tu mismo visitaste ese otro plano de existencia. Pronto volverás a  hacerlo, liderando los ejércitos del caos y la destrucción que nos llevaran a la victoria. Te prometo poder sin límites y todas las almas que necesites para saciar tu hambre si me acompañas, Devorador.
- Lideraré ese ejercito ¡y todos volverán a temblar al escuchar el nombre de Wrarrl, el Devorador de Almas!
                                                              


Hombres y mujeres corrían riendo y gritando, iban totalmente desnudos, sin rastro alguno de ropa en sus cuerpos. En comunión con la madre naturaleza.
La alegría y la felicidad parecían reinar en sus rostros. No solo había humanos en ese paraíso, seres grotescos, demonios alados volaban de un lado a otro de ese lugar idílico.
Uno de esos seres aterrizo a su lado, sin embargo, ella no tuvo ningún miedo ¿Por qué debía tenerlo? Eran sus amigos. Ella se sentó, apoyándose en la criatura. Esta le tiró pétalos de flor sobre su cuerpo desnudo. Ella no pudo reprimir una risa cómplice.
Ella se levantó al escuchar una voz amiga que la llamaba. Una mujer de larga melena rubia le indicaba que se acercase. A la mujer se le dibujo una sonrisa en su bello rostro.
Ambas caminaron hasta un estanque con agua cristalina. Allí se zambulleron en el agua.
Al salir, la mujer le agarró de los hombros y comenzó a decirle algo….
Brighid abrió los ojos. No podía ser. Había estado soñando despierta. Y otra vez esa mujer en sus sueños ¿y si consultaba con el visir del reino? Era un sabio curandero y versado en las artes de la magia. Apartó rápidamente ese pensamiento. No podía hacerlo ¿y si pensaba que estaba volviéndose loca? Y lo que más le aterraba ¿y si era exactamente eso lo que le estaba ocurriendo?
Tendría tiempo de pensar en todo esto. Ahora tenía que centrarse en los importantes asuntos que debía atender. Esperaba no traicionar la confianza que su esposo había depositado en ella. La responsabilidad de liderar la defensa de Asgard no seria tarea fácil. Era hora de apartar todas las dudas, tanto las suyas propias como las que tendrían los demás. Llevaría a su nuevo hogar a la victoria o perecería en el intento.
- Maldita sea, estamos condenados a la derrota.  En ausencia de Thor, nadie mejor que yo para dirigir a los guerreros de Asgard en la batalla. Esa mujer nos traerá la desgracia.
- ¡Contén tu lengua, perro, o te la arrancaré con mis propias manos!- Exclamó Leir crispado.
- Tyr, muestra el respeto debido a tu reina.- Dijo con voz seria y autoritaria Tiwaz.- Si Thor confía en ella para dirigir la defensa de Asgard, todos debemos confiar en su buen criterio. No dudo de que sea una diosa valiente y capaz.
El dios de la guerra frunció el ceño y se mordió la lengua para no replicar de nuevo sobre la valía de su nueva reina.
- Sif ha llegado.- Anunció Balder el bravo.
Todos los guerreros asgardianos presentes no pudieron reprimir el impulso de echar mano a la empuñadura de su espada al contemplar al acompañante de la diosa.
Ulik el troll miró con cierto desdén a los asgardianos.
- El ejercito troll esta casi en las puertas de la ciudad ¿Dónde esta Thor?- Dijo Sif.
- ¡Si! ¿Dónde esta el dios del trueno? Tengo que hablar en persona con él.- Exclamó Ulik.
- Hablarás conmigo, pues mi esposo a partido y yo estoy al mando de las tropas del reino dorado.
Todos se volvieron y se quedaron impresionados al ver a Brighid, esposa de Thor y reina de Asgard. Su aspecto había cambiado, su largo cabello rojo estaba recogido.  En sus hombros y en sus brazos llevaba una armadura de metal, en su cinta llevaba sujeta una espada y en sus manos sujetaba una larga lanza.
- Soy también una diosa guerrera, no solo una diosa de la fertilidad. Las mujeres de mi pueblo saben usar las artes de la guerra y seguir la senda del acero si es necesario.
La confianza que se reflejaban en sus palabras y en su tono, sorprendieron a los presentes.
- ¿Y bien, Ulik el troll? ¿Qué tienes que decirme?
El troll la miró extrañado y finalmente dijo:
- Os ayudaré en lo que pueda, pero pido clemencia para mi pueblo. Todo es una manipulación del mil veces maldito Loki, señor del engaño y la mentira. No dejaré que desaparezca mi raza por los caprichos de un dios ebrio de poder.
- ¿Cómo sabemos que no es un engaño?- Afirmó Fandral.
- Yo respondo por él. En otras ocasiones nos ha ayudado, sus motivaciones para aliarse con nosotros me parecen reales.- Dijo Sif.
- Presiento que dice la verdad, no veo la mentira en sus palabras.- Dijo Tiwaz.
- Sea, Ulik será considerado aliado de Asgard mientras dure esta crisis. Tenemos que prepararnos para la batalla. Que todo hombre o mujer capaz de sostener un arma sea reclutado. Las defensas de la ciudad tienen que estar apunto en el tiempo previsto antes de que las hordas de trolls estén ante nuestras murallas.- Dijo Brighid con voz firme.
- Yo mismo me encargaré de reunir a las tropas.- Dijo Tyr con cara de resignación.
- Quizás podríamos pedir ayuda a Avalón, ahora somos pueblos hermanados y la batalla de uno es la batalla de todos.- Comentó Leir.
- Esto es un asunto nuestro, Leir. Mí amado esposo cree que seremos capaces de derrotar a semejante ejército y yo estoy de acuerdo. Pedir ayuda a mis hermanos y hermanas solo sería un recurso de emergencia. Debemos y tenemos que ganar esta batalla.
- Quizás esa presunción sea vuestro fin, asgardianos. Jamás un ejército semejante de trolls se reunió en todas las eras. Puede que vuestro valor y vuestras espadas no sean suficientes.- Dijo Ulik.
Esperaba que el troll se equivocase. ¿Dónde estaría su amado en este momento? ¿Dónde estaría Thor?

                                                              


Thor llevaba escalando con sus propias manos la montaña lo que parecía una eternidad.
El viento le golpeaba con dureza, haciendo que más de una vez resbalase y estuviese a punto de caer, pero pudo sobreponerse a los elementos. Más que nunca hecho en falta su poder sobre la tormenta, si aún lo tuviese- pensaba- eliminaría esta bruma y este viento con solo un pensamiento y volaría hasta la cumbre en apenas unos instantes.
Sin embargo, la realidad era muy distinta. Con gran dificultad, conseguía agarrarse a la roca y a la piedra, y seguir avanzando y escalando las pendientes de la montaña,  con sus doloridas manos y sus cansados pies, sus ojos azules fijos en los cielos, sin mirar atrás.
Una eternidad después, el asgardiano resoplaba, su valiente corazón gemía dentro de su poderoso pecho. Miró a su alrededor. Por fin estaba en la cumbre de la montaña.
En la escarpada y rocosa cumbre, se encontraban unas inmensas puertas de metal.
- ¡Crom, señor de la montaña, atiende mi ruego!- Gritó Thor con todas sus fuerzas.- ¡Solicito audiencia para hablar de dios a dios!
Su voz resonó como un eco durante varios minutos por las frías rocas, después silencio.
Thor con rabia,  golpeó con fuerza el suelo de tierra y piedra.
- Así no conseguirás nada, pelo dorado.- Dijo una voz.
El dios del trueno se incorporó y observó con atención a la persona que había hablado.
Era grande y corpulento, con músculos forjados en mil combates. Su piel estaba curtida por el sol, tenía un largo cabello negro, tenía unos profundos ojos azules, donde se podía contemplar que había vivido muchas cosas, buenas y malas, a lo largo de su vida.
Había algo en su aspecto que dejaba entrever su naturaleza incivilizada y bárbara. Era un cimmerio, de eso no tenía duda, pero era muy distinto a todos con los que se enfrentó para poder escalar hasta este lugar. Apoyado en su hombro llevaba un enorme y afilado hacha de guerra de doble filo.
- Si quieres presentarte ante Crom, tendrás que derrotarme, cabellos dorados.
- Me llamo Thor, y soy dios del trueno y señor de Asgard y exijo que me lleves ante tu señor.
El bárbaro miró de arriba abajo al asgardiano. Escudriñándole con la mirada.
- No me pareces ningún dios, no eres muy diferente a los aesir, enemigos ancestrales de mi pueblo.
- Si tengo que pasar sobre tu cadáver para poder hablar con Crom, sea.- Exclamó Thor.
Sin avisar, y como un animal salvaje, el bárbaro cimmerio se lanzó sobre el asgardiano. Paró el golpe del hacha con su fiel martillo, para después darle una fuerte patada en el estomago, el cimmerio ondeó su hacha, que a Thor le pasó rozando su cabeza.
Con un golpe de Mjolnir, hizo que el bárbaro soltase su arma. Antes de que pudiese golpear de nuevo, le aferró como lo haría un oso. Soltó su martillo y ambos comenzaron a rodar por el suelo. Estaban aparentemente empatados en fuerza. Luchando y jadeando por el esfuerzo, intercambiaban poderosos golpes que hubiesen dejado sin sentido a cualquier otro hombre, pero los dos eran individuos excepcionales, y ninguno de los dos cejaba en su intento de derrotar al otro.
El cimmerio hundió profundamente sus dedos en la garganta de Thor. Con un desgarrador jadeo por el esfuerzo, el dios del trueno consiguió golpear con sus poderosos puños en la cabeza del bárbaro, que soltó al asgardiano.
Ambos se incorporaron con rapidez y se miraron como dos bestias enzarzadas en su combate sin igual.
Thor recogió su martillo y el bárbaro desenvaino la espada que tenía en su cinto.
- Es un buen combate, el mejor que he tenido en mucho tiempo, eso te lo concedo, aesir.- Dijo el cimmerio.
Esta vez fue Thor quien se abalanzó contra su rival. Tan ágil como un felino, el bárbaro esquivó los golpes del martillo, y su hoja hirió en uno de los brazos al asgardiano, con más rabia, debido a la herida recibida, Thor impacto en el rostro del cimmerio, que quedó levemente aturdido, lo que aprovecho el dios del trueno para asestarle un segundo golpe, esta vez en pleno pecho.
Con el rostro ensangrentado, el bárbaro cimmerio trazo una curva con su espada, haciendo brotar la sangre del pecho de Thor.
El fuego de la rabia ardía con más intensidad en los ojos de los dos combatientes.
- ¡Por Asgard! ¡Por Odín!- Gritó Thor a la vez que su brazo golpeaba, impactando en la espada del cimmerio, que se partió en mil pedazos ante la fuerza del martillo de uru.
Sin desfallecer, el bárbaro hundió lo que quedaba de hoja en su empuñadura en el costado del dios del trueno, que gritó de dolor.
En respuesta, Thor impacto con su martillo en su enemigo, y este cayó al suelo, sangrando por varias de sus heridas.
Cuando el asgardiano iba a asestar el golpe mortal, el cimmerio comenzó a reír en grandes carcajadas y le extendió la mano a Thor. Este extrañado, ayudo al cimmerio a levantarse.
- ¿Qué tipo de engaño es este?- Inquirió Thor.
- Luchas bien, Thor, te has ganado mi respeto, el respeto de un guerrero a otro. Crom te recibirá, dios del trueno.
- Tu has sido también un digno adversario, amigo, ¿Cuál es tu nombre?- Dijo Thor mientras se limpiaba la sangre de los labios con la mano.
- Mi nombre es Conan de Cimmeria. Ahora debes pasar, Thor.
Las puertas de metal comenzaron a abrirse lentamente, dejando ver un pasadizo tras ellas.
- ¿Nos volveremos a ver, cimmerio?
- Puede ser, amigo mío, puede ser.
Thor volvió su atención hacía la entrada a la morada del dios de la montaña. Cuando se volvió a girar, Conan había desaparecido como si nunca hubiese existido.
Con paso firme, el asgardiano se adentró en los dominios de Crom.

                                                              


Cualquiera que pudiese empuñar un arma se encontraba en este lugar. Los ejércitos de Asgard estaban congregados tras las aparentemente impenetrables murallas de la ciudad de Asgard, capital del reino dorado.
Incontables lanzas ocupaban hasta donde la vista podía llegar. La flor y nata de los guerreros asgardianos formaban a la espera. Subidos en un estrado de madera y plata, se encontraban los Tres
Guerreros. Fandral levantó su mano, donde llevaba su espada y dijo en voz alta para que todos pudiesen escucharle:
- ¡Guerreros del reino dorado! Vuestra señora os quiere decir unas palabras.
Brighid se subió al estrado y alzó su lanza, que comenzó a brillar con una luz dorada, para captar la atención de todos los allí presentes:
- ¡Escuchad mis palabras, guerreros! Aunque soy celta de nacimiento, soy asgardiana de adopción, sois mi pueblo, y os quiero a todos como si fueseis de mi sangre. Un poderoso ejercito de viles trolls esta apunto de llegar a nuestros muros. Jamás un enemigo tan numeroso estuvo en nuestras puertas.
Aunque nuestros enemigos sean infinitos, nadie nos detendrá.
¡Alzos, valientes! ¡Empuñad vuestras armas! ¡Y seguidme hacía hell si es necesario!
Una ovación se elevó entre las filas del ejército congregado. Todos parecieron sorprendidos al ver el ímpetu y la vitalidad, así como el coraje mostrado por la joven diosa. Hasta Leir miró con incredulidad a su sobrina.
Brighid se acercó a Tyr.
- ¿Están nuestras defensas listas?
- Esta todo preparado, milady.- Contestó el dios de la guerra.
- Bien, subiré a la muralla, quiero estar en primera línea.- Comentó la diosa celta.
- Pero es peligroso, mi señora…
- Correré el mismo riesgo que todos los defensores de Asgard.- Dijo ella con tranquilidad. Es lo menos que puedo hacer, si ellos vierten su sangre, yo haré lo mismo- pensó-  Estaba segura de que mientras hubiese vivo un asgardiano ni un solo enemigo pondría sus pies en la capital del reino dorado. En estos momentos, se acordaba de las veces que su padre había participado en campañas de guerra y en como ella insistió en acompañarlo. La experiencia acumulada en aquellas ocasiones, le serian de gran ayuda en esta situación limite. Deseo tener a su padre y sus hermanos a su lado, les vendría bien su habilidad en el combate en esta larga noche.
En las murallas de la ciudad, los guerreros estaban preparados para el combate, expectantes y en tensión.
En una de ellas, se paseaban los Tres guerreros, acompañados de Leir.
- ¡No temáis, soldados, el valiente e intrépido Volstagg esta aquí! ¡Con mi indudable pericia ganaremos a esos trolls fácilmente!
- ¿Y quien nos salvará de ti, mi voluminoso amigo?- Dijo Fandral risueño.
Brighid esperaba rodeada de una guardia personal, a su izquierda estaban lady Sif, espada en mano, y Ulik el troll. A su derecha, Tyr, el dios de la guerra y Balder el bravo.
- Ya vienen.- Anunció uno de los vigías apostado en una de las torres.
Todos fijaron su mirada en el horizonte, al principio no veían nada. Hasta que finalmente lo vieron. Una larga horda de trolls se acercaba, haciendo temblar el suelo bajo sus pasos, tocaban tambores de guerra y se podía escuchar sus estridentes y burdos gritos. Algunos venían armados con enormes mazas, otros con hachas afiladas y grandes martillos. Se podían observar a trolls de toda clase y tamaño. Los había pequeños y escurridizos como un niño, y otros tan grandes como árboles. De piel anaranjada, de piel pétrea y grisácea o roja como el fuego. La inmensidad de su número dejo atónitos a muchos de los guerreros que se encontraban en las altas murallas.
Venían ampliamente preparados, traían arietes, catapultas, torres de asedio móviles, enormes escaleras de mano. Su obsesión estaba clara, arrasar Asgard y acabar de una vez y por todas con sus habitantes.
Empezó a caer la lluvia, y a tronar. Bajo la tromba de agua, los soldados se preparaban para la inminente batalla.
- Mal presagio.- Exclamó Tyr.
- Al contrario, la tormenta y el trueno siempre ha sido nuestro aliado.- Comentó Sif.
Mientras contemplaban el avance de las tropas, Balder el bravo comenzó a cantar en alto una antigua plegaria de su pueblo antes de entrar en batalla, todos los guerreros que se encontraban prestos para la batalla repitieron en un clamor que resonó por cada rincón de las defensas de Asgard:
He aquí que veo mi padre. He aquí que veo a mi madre,
A mis hermanas y a mis hermanos.
He aquí que veo el linaje de mi pueblo hasta sus principios.
Y he aquí que me llaman. Me piden que ocupe mi lugar entre ellos,
En los atrios del Valhalla,
El lugar donde viven los valientes, para siempre. (2)
Brighid se maravilló de cómo todos los guerreros, como si fueran uno, repetían la plegaria, como si eso les diese fuerzas para la batalla.
Geirrodur el rey de los trolls elevó su rugido sobre el de sus incontrolables tropas y con su brazo alzado, ordenó el ataque.
- ¡Que vengan! ¡En cuanto vean al león de Asgard saldrán huyendo despavoridos! – Comentó
Volstagg con aire bravucón, aunque en su rostro se adivinaba algo de miedo ante lo que se avecinaba.
Las tropas de Geirrodur avanzaban con paso firme.
- ¡Ahora!- Gritó Brighid.
A su señal, un numeroso grupo de valkirias, montadas en corceles alados se elevaron por encima de la ciudad, cargando en dirección a los trolls.
Buena jugada-Pensó Tyr- Los trolls no tendrían defensas ante un ataque aéreo, lo cual diezmaría considerablemente las tropas enemigas. Puede que hubiese infravalorado la capacidad de Brighid.
Las valkirias cargaron sus arcos, con flechas tratadas mágicamente para penetrar incluso las pieles más impenetrables de los troll de piedra.
- ¡Las que eligen a los muertos! ¡Estamos perdidos!- Empezaron a vociferar asustados muchos de los trolls.
- ¡Silencio, estúpidos! ¡No tenemos nada que temer de ellas!- Gritó Geirrodur.
El rey troll sacó un pequeño objeto de su cinturón. Era una joya, de color sangre. En su interior parecían agitarse algún tipo de fuerzas. Geirrodur la lanzó con todas sus fuerzas hacía el cielo y de ella comenzaron a surgir cientos, tal vez miles de formas, que emitieron un ruido, como un gorgoteo. Eran seres negros, sin rostro, de piel aceitosa, alas de murciélago, feas garras prensiles y colas espinosas.
Las repulsivas criaturas se lanzaron hacía las valkirias, enzarzándose en un terrible combate en el cielo.
- ¡Sangre de Odín! ¿Qué clase de viles criaturas son esas?- Preguntó Fandral.
- Veo la larga mano de Loki en todo esto.- Comentó Ulik el troll mientras observaba como las criaturas rompían las filas de las guerreras asgardianas.
-La batalla ha comenzado.- Anunció Leir.
                                                              


Las personas se dirigen al círculo para bailar, agrupados en corrillos. El sacerdote ocupa su lugar en el altar de roca volcánica, con grabados con ángulos extraños y diseños inquietantes.
- ¿Cuánto tiempo tendremos que esperar?- Dijo Roger Willis en voz baja mientras se colocaba bien su inseparable gorra.
El profesor Minfle sacó un pequeño frasco lleno de capsulas y se tomó unas cuentas.
- Paciencia, Roger, paciencia.
Roger observó a sus compañeros, que como él permanecían ocultos mientras espiaban la ceremonia que se estaba realizando en la cumbre de esta colina.
La mujer llamada Elsa Bloodstone estaba con todos sus sentidos alerta, colgando de su costado, tenía un rifle y en una mano llevaba una lanza. Según le habían contado, descendía de una familia de cazadores de monstruos (3), Taj Nital no llevaba armas, aunque con su corpulencia y su fuerza, no parecía tener que necesitarlas (4), el indio navajo que respondía al nombre de Cuervo, permanecía con los ojos cerrados, como si estuviese concentrado, ajeno a todo lo que le rodeaba. Gideon Marks, quien lideraba toda la misión, era quien resultaba más inquietante, con su cuerpo permanentemente vendado, que no dejaba ver ni un centímetro de su piel, como si ocultase algo realmente horrible que no quisiese que nadie contemplase ¿graves quemaduras? Quien sabe- Pensó Roger.
El sacerdote empezó a trazar un círculo en el polvo alrededor del altar con sus acólitos. De una roca que asemejaba un pequeño monolito empezó a salir una serie de luces oscilantes que parece proceder de la misma roca. Alrededor del monolito se forma una especie de burbuja de energía, de la misma, surgió algo, era una criatura de piel rugosa, con algo de insecto y algo de mono. Los acólitos continuaron su enloquecida danza. En el interior de la burbuja se forma una imagen parcial de un ser horrendo.
- Es la hora.- Dijo Gideon Marks.
Una vez dada la señal, Elsa Bloodstone disparó con su rifle, acertando al sacerdote en plena frente. Una vez derrumbado su sacerdote y líder, los acólitos se empezaron a desperdigar a un lado y a otro, como desorientados.
Ella se levantó de su escondite, y volviéndose a colgar su rifle en la espalda, y con su lanza en la mano, se dirigió hacía el altar, acompañada del gigante hindú Taj.
La criatura que había surgido del monolito pareció fijarse en ellos y se abalanzo con velocidad hacía los dos.
- ¡Cuidado!- Gritó Roger mientras sacaba su pistola.
Sin ponerse nerviosa en ningún momento, Elsa lanzó su arma con precisión y la lanza se quedó clavada en un costado de la repulsiva criatura que aulló de dolor.
Taj por su parte se enfrentó a varios de los acólitos que no habían huido y se lanzaban a por el hindú con afiladas dagas. Taj se deshizo de ellos sin muchos problemas.
Cuervo se acercó al monolito e inició un cántico, mientras espolvoreaba con unos polvos de color verdoso cerca del mismo.
La imagen del ser de su interior empezó a oscilar, como si la conexión con este mundo empezase a debilitarse.
Gideon Marks, Minfle y Roger estaban al lado del indio, protegiéndole mientras intentaba Cuervo terminaba de realizar el sortilegio que necesitaba para romper la magia del monolito.
El profesor Minfle sacó un extraño aparato electrónico con el que apuntaba a la roca que brillaba cada vez con más intensidad.
Finalmente, Cuervo terminó su cántico y lanzó una bolsa de tela contra el monolito, al contacto con la roca, la imagen desapareció y dejo de brillar.
- ¿Cómo han ido las lecturas, Ian?- Preguntó Gideon Marks a Minfle.
- Preocupantes, aunque tendré que analizarlas en la central.
- ¿Vuestras misiones siempre son así? – Preguntó Roger a sus compañeros.
- Esto no es nada, solo es la punta del iceberg, hay un mundo oculto aquí fuera, Roger.- Dijo Elsa Bloodstone mientras sacaba su lanza del cuerpo inerte de la criatura.
Roger movió la cabeza negativamente. ¿Dónde demonios se había metido?

                                                             


Las primeras oleadas de trolls habían iniciado el asalto a la ciudad. Las murallas estaban plagadas de escalinatas, por donde trataban de subir los enemigos para poder dar muerte a los defensores de la ciudad. Se lanzaron hacía arriba, rugiendo como una ola, acuchillando con lanzas y golpeando con mazas. Se podía escuchar el aterrador sonido de los proyectiles lanzados por las catapultas e impactando en los muros de Asgard, las flechas silbaron, y la lluvia de proyectiles caía sobre ambos bandos.
Los asgardianos repelieron el ataque con bravura. Les enfrentaron con un remolino de acero, hendiendo cráneos, hundiendo pechos, segando miembros de sus cuerpos y cabezas de sus hombros.
En lo alto de una almena, el dios celta de la lanza y el rayo, Leir, fulminaba a sus enemigos abrasándolos con las lanzas de energía que generaban sus manos.
- ¡Mientras me quede un aliento, jamás mancillareis con vuestra vil presencia esta hermosa ciudad!- Gritaba Leir sin dejar de lanzar sus letales lanzas de energía, que derribaban uno tras otro a los invasores.
En otra parte de la muralla, Hogun el torvo, Fandral y Volstagg luchaban sin descanso.
Hogun golpeaba con su maza, aplastándole el cráneo a un guerrero troll, mientras esquivaba el hacha de otro enemigo que estuvo apunto de seccionarle una pierna.
Fandral se movía como pez en el agua, para él, era como una diversión, y así combatía, siempre con una sonrisa en el rostro y moviendo su espada con una habilidad y una velocidad, al alcance de pocos.
¿Y Volstagg? El veterano y voluminoso guerrero, se refugiaba hábilmente detrás de una columna. No fue hasta que un enorme troll de piedra se colocó detrás de su compañero y amigo Fandral, cuando el heroísmo que siempre mantuvo en su juventud, se activó y le hizo levantar su enorme masa y correr para salvar a su amigo, con tan poca fortuna que tropezó con un cuerpo caído, lanzándose contra una escalinata recién apostada, por donde trataban de entrar más enemigos, el tremendo choque con la corpulencia del asgardiano hizo que la escalera cayese hacía fuera, lanzado a todos los trolls por los aires.
Volstagg se incorporó con dificultad, justo a tiempo para ver como su compañero neutralizaba al troll que pretendía sorprenderle por la espalda.
- Buen trabajo, amigo, has conseguido acabar con un buen número de enemigos de una sola vez.- Exclamó Fandral guiñándole un ojo.
- ¡Tiemblan solo de ver al león de Asgard!- Exclamó Volstagg.- ¡Y hacen bien! Dijo mientras empuñaba su espada.
Balder el bravo combatía con una espada en cada mano, las hojas de sus espadas entrechocaban con martillos y hachas, para después seccionar las vidas de sus oponentes.
Sif luchaba con el coraje de una diosa guerrera de Asgard. Los cadáveres de sus enemigos se amontonaban a su lado. Sin previó aviso, algo la agarró y la elevó en el aire. Era una de las criaturas aladas convocadas por Geirrodur. La guerrera, se revolvió ante ese enemigo sin rostro, que le clavaba las garras en su carne. Con un veloz movimiento de su brazo, seccionó con su espada la cabeza de la criatura. Las manos muertas le soltaron y Sif cayó al suelo, con un tremendo golpe que le hizo perder el conocimiento.
Brighid liberaba su lanza celta de guerra del cuerpo de un troll caído, a su lado un joven guerrero llamado Eidur.
- Milady, tenemos que retirarnos a una de las torres.
-  Un momento, Eidur, debemos…
La diosa celta abrió los ojos al contemplar como el joven era atravesado por una lanza, que hizo que escupiese sangre a borbotones por la boca, para después derrumbarse muerto. Unas risas burlonas se escucharon y un grupo de trolls saltaron desde una torre cercana y cayeron al lado de Brighid, mirándole como un lobo mira a su presa
- ¡Por los hijos de Danu! – Gritó Brighid mientras lanzaba con todas sus fuerzas la lanza, que se clavó en el pecho de uno de los trolls, que se sujetaba el arma y la miraba como si no se lo creyese, antes de derrumbarse con un gran estruendo.
- Zorra, aesir, vamos a desmembrarte lentamente hasta que mueras ahogándote en tus propios gritos.- Dijo uno de los trolls enarbolando un gran hacha.
- No soy aesir, bestia inmunda, soy una doncella celta.- Contestó ella mientras desenvainaba su espada y se preparaba para enfrentarse a ellos. Examinó la situación con detenimiento. Eran cuatro enemigos, trolls comunes, aún así muy fuertes y resistentes. Sus posibilidades de victoria eran mínimas.
Esquivó la embestida del primero de ellos, que trató de aplastarla con un martillo de guerra, antes de que el troll pudiese reaccionar, seccionó con la hoja de su espada los tendones de sus dos piernas. El troll se arrodilló aullando de dolor, le clavó la espada, atravesándole la garganta.
Sin tiempo de poder evitarlo, la maza de otro de los trolls le rozó la espalda, provocándole una herida.
Cuando otro de ellos iba a rematarla, escuchó un gritó desgarrador y una figura que no pudo identificar comenzó a golpear a los trolls, pocos momentos después, estaban todos muertos en el suelo.
Una enorme mano le ayudo a levantarse, era Ulik el troll.
- Gracias, te debo la vida, no lo olvidaré.- Dijo ella al troll.
Ulik apenas alteró la expresión la feroz de su rostro.
- Si hubiese dejado morir a la esposa del soberano de Asgard, mi cabeza hubiese colgado de la pica más alta de este lugar.- Dijo Ulik casi como si se estuviese justificando ante la diosa.
- Será mejor que nos reunamos con Tyr. Quiero saber de primera mano como transcurre la batalla y como están nuestras defensas.
- No os darán tregua hasta haber acabado con el último de vuestra estirpe.- Apuntó Ulik


                                                         


Sentado en un ancestral trono esculpido en piedra, se encontraba una figura alta y fuerte, pese a que en su rostro se adivinaba que era un anciano, su físico era impresionante, como el de una estatua esculpida en piedra. Apoyada a sus pies, una enorme espada a dos manos de impecable factura. Sus vestimentas eran sencillas, una capa y un taparrabos, ambos de piel de algún animal cazado. Su larga melena, así como su lustrosa barba, eran completamente blancas. Se adivinaba una sabiduría y una experiencia acumulada en milenios. Estaba ante Crom, el señor de la montaña sombría y dios de los desaparecidos cimmerios.
El dios mira al infinito, sin dignarse a dirigirle la mirada a Thor.
- ¡Crom! ¡Dios de la montaña! ¡Thor Odinson, dios del trueno y señor del reino dorado se presenta ante ti!
Lentamente, el dios dirigió su mirada hacía Thor. Había fuego en los ojos, una marea incontenible.
- ¿Osas hablarme? Hace eras que nadie visitaba mi reino y no tengo tiempo para tus asuntos, hombrecillo.- Dijo Crom con una voz cavernosa, tan antigua como la misma tierra.
- Soy hijo de Odín, que a su vez es hijo de Bor, y este es hijo de Buri, al que conociste como el tosco dios gris en los albores de la humanidad.
Crom se levantó de su trono y se planto frente al asgardiano. Era más alto que Thor, un hombre fuerte, casí un gigante, de miembros poderosos, con los hombros anchos y cuadrados.
- El dios gris, Buri... Lo recuerdo ....  Nosotros guiamos los primeros pasos de los hombres ... En una era antigua y primigenia, cuando el mundo era joven.- Sus palabras reflejaban añoranza.- Así que eres su bisnieto.
- Sí, he venido en este momento de necesidad a pedirte que me acompañes. El antiguo y maligno enemigo al que vencisteis en el lejano pasado, ha vuelto y amenaza de nuevo al mundo de los mortales.- Dijo Thor.
- Hmmm ¡Fue una gloriosa batalla! ¡El sonido del acero contra la carne de esas repulsivas criaturas lo llenó todo! Mitra, Isthar, Asura, Erlik, Buri y todos los dioses de los hombres combatimos con ellos hasta que logramos expulsarlos. Nunca hubo un combate igual en ninguna época pasado o futura. Jamás olvidaré aquellos días…
Thor alzó a Mjolnir.
- ¡Acompáñame, oh, Crom! ¡Que tu nombre vuelva a ser temido por tus enemigos y que los bardos canten canciones sobre tus gestas de nuevo!
- Mi tiempo ya paso, hijo de Odín. Esta era es vuestra, así como sus problemas. – Dijo contundentemente el dios de la montaña.
- ¿Acaso teméis al enemigo?
Crom fulmino con la mirada a Thor.
-  ¿Crees que los vikingos eran grandes guerreros, asgardiano? Uno solo de mis antiguos adoradores mortales, los cimmerios, hubiera podido terminar con legiones enteras de vikingos. Al igual que ellos, yo no temo a nada ni a nadie.
- Pues ven conmigo, Crom. He sacrificado mucho por venir a buscarte. Mientras hablamos mi gente esta en peligro y mi lugar esta con ellos.
El dios ancestral agarró su enorme espada a dos manos y la posó frente a él. Thor chocó su martillo con la hoja de la espada.
- ¡Esta bien, dios del trueno! ¡Te acompañare! ¡Y que tiemblen todos ante la llegada de dos valientes guerreros como nosotros!
Thor comenzó a brillar y notó como todas sus heridas sanaban y que su poder divino regresaba.
El dios del trueno empezó a hacer girar su martillo, dejando una estela de energía.
- ¡Que se preparen todos! ¡Lucharemos por el honor del guerrero y por la gloria de Asgard! ¡Acudiremos en auxilio de mi pueblo!

Continuará...
 
Próximo número: ¡Que las espadas canten y los hachas griten!  ¡Continua la batalla por la ciudad de Asgard!

    
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Referencias:
1 .- Antiguo enemigo de Conan el bárbaro. Salió por primera vez en la Espada Salvaje de Conan y se ha enfrentado en numerosas ocasiones el cimmerio.
2 .- Cántico o ruego vikingo usado antes de la batalla final de la película El Guerrero nº 13. Me gusta mucho y no he podido resistirme a usarlo
3 .- Es la hija de Ulises Bloodstone, cazador de monstruos inmortal que salió en varias series del universo Marvel durante años, antes de morir en HULK.
4 .- Taj era un secundario habitual de la serie la Tumba de Drácula, era parte del grupo de cazadores de vampiros de Rachel van Helsing.

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