Star Trek la serie original nº07

Título: Reencuentros (III): Enigmas
Autor: Sikileia
Portada:
Publicado en: Enero 2007

El espacio, la ultima frontera. Estos son los viajes de la nave estelar Enterprise, buscando nuevos mundos, nuevas civilizaciones, para llegar hacía donde ningún hombre ha llegado jamás.
Gene Rodenberry y Action Tales presentan:
Creado por Gene Rodenberry

Spock y la consejera Deanna Troi se miraron una vez más sin decirse nada. Sin duda algo grave estaba pasando. En ese momento llegó Cathlin Dar toda preocupada.

-Sarman, habéis visto a Sarman? -Preguntó nerviosa la ex cónsul de Rómulo.

Spock enarcó una ceja y contestó:

-Si mi sospecha es cierta… Usted y su familia están en peligro, cónsul Dar. Consejera Troi… necesito que hable con el capitán Picard y le ponga protección secreta a la familia Dar. Y que venga con el doctor McCoy y Scotty.

-Si, embajador… Pero y la cónsul…

-Se queda aquí conmigo… Por favor haga lo que le he dicho y discretamente.

-De acuerdo.

Deanna Troi se marchó y al poco rato llegó acompañada de Picard, McCoy y Scotty y William Riker. El capitán Picard se adelantó unos pasos y llegó hasta Spock. Spock miró al grupo y pidió a Picard a que se le uniera. Ambos descendieron por una suave pendiente hasta lo que parecía el antiguo lecho de un río de lava.

-Estaba despidiéndome de unos invitados. ¿Qué ocurre, embajador?

-Necesito que no pierda de vista a la ex cónsul de Rómulo.

-¿Aquí en espacio federal y entre tantos embajadores?

-Razón de más.

-Con el debido respeto, embajador… Usted ya es famoso por sus corazonadas.

El semblante de Spock se puso serio durante unos segundos.

-Una de mis corazonadas salvó a la Federación en Khitomer, recuérdelo y otra le salvó a usted y a Data en Rómulo [1] .

-Entiendo.-Dijo rendido Picard.

-No fui el único que notó algo raro, también su consejera Deanna Troi.

-Por lo que puedo intuir la desaparición de Sarman no es casual… Me fijé que instantes antes de que acabara la ceremonia su asiento estaba vacío.

-Muy extraño…

-E ilógico. Tanto la consejera como yo notamos una andanada de energía negativa por unos instantes: violencia, rencor…

-De acuerdo organizaremos unas batidas. Disculpe un momento, embajador. –Picard apretó el comunicador que llevaba en el pecho. –Riker, haga el favor de venir donde estamos nosotros.

-Sí, capitán… -Sonó una voz en el comunicador.

Picard miró hacia arriba de la cuesta, sorteando las piedras su fiel Número Uno descendía con cuidado. Cuando llegó fue el primero en hablar.

-¿Ocurre algo, señor?

-Se lo explicará mejor el embajador Spock.

-¿Señor? -Preguntó Riker.

-Sí, tenemos una amenaza potencial en este planeta que puede afectar a la familia Dar. Si algo les ocurriera a ellos, la Federación entraría de lleno en una guerra con Rómulo. –Contestó todo serio Spock.


Los invitados fueron poco a poco despidiéndose de la delegación de federal y de las tripulaciones del USS Enterprise Original y de la D que estaban allí para rendir el último de los homenajes a una de las figuras más míticas de la historia de la Federación. Data se encontraba junto a Cathlin Dar y sus hijos. El semblante de la ex cónsul romulana parecía más y más preocupado.

Data, como un niño curioso ávido de aprender cosas nuevas no dejaba de mirar su cara. Sus nervios bioneurales positrónicos habían reconocido docenas de tics y gestos que su patrón de programa detectaba como de preocupación y agotamiento. Geordi LaForge estaba cerca y observaba en silencio las reacciones emocionales de su amigo Data.

-¿Le pasa algo, Data? –Le inquirió un poco molesta la mujer romulana.

-Eh…no, señor.-Titubeó el androide.

Entonces el ingeniero se dirigió hasta donde estaban ambos.

-¿Data? Si fuera usted Pinocho su nariz habría crecido desde aquí a Veridiano IV Discúlpele, cónsul… Pero creo que el chip de emoción todavía le está afectando mucho, más de lo que temía, Data.

El androide enarcó las cejas y titubeó:

-Comandante, estoy bien de verdad. Si esa es la mejor expresión humana para definirme en este momento.


El alférez Ted Lynch se hallaba batiendo el terreno cuando por detrás de unas rocas vio unas botas que sobresalían. Sacó su fáser, lo puso en posición de aturdir y se acercó poco a poco sigilosamente poniendo todos sus sentidos en alerta. Se puso a espaldas de la roca y se dio la vuelta apareciendo ante un enemigo invisible apuntando al vacío del aire. Lynch bajó sus brazos y allí tendido en el suelo le vio.

Estaba tendido supino con la cara desencajada y los ojos mirando al cielo. De su boca manaba un reguero de sangre verde. Lynch se acercó poco a poco y se agachó a su lado. Puso su mano en el cuello de la víctima, todavía tenía pulso. Observó con detalle las facciones de la cara… Sus orejas puntiagudas, el tipo de peinado y cejas correspondían perfectamente al del desaparecido Sarman.

Mientras tanto, unos ojos avizores le vigilaban desde algún lugar agazapado tras las rocas.

Intentando averiguar si tenía pulso, de repente el alienígena tuvo como un espasmo, como un intento de coger una bocanada del aire que le faltaba. Linch se echó hacia atrás pero vio como el romulano tuvo tiempo de cogerle por el brazo. Con voz estertórea dijo:

-…Soy Sarman… Han sido ellos… Ellos… Por allí…

Lynch se levantó y miró el paisaje a su alrededor. El yaciente Sarman intentó incorporarse y señaló con un brazo a una dirección, volviendo a caer pesadamente sobre su espalda.

-¡¡No… veo!!-Dijo Sarman.

El alférez volvió a mirar hacia unas rocas más lejanas. Embozado en una capa negra una figura huía corriendo.

-¡¡Alto ahí, deténgase!!

Volvió su mirada hacia el romulano caído. Sus ojos se habían cerrado para siempre.

Ted Lynch se dio cuenta de que Sarman había muerto tal vez asesinado. Entonces con su mano apretó el comunicador para avisar al resto de la tripulación de la antigua USS Enterprise.

Entonces el desconocido, parapetado tras las rocas tenía ya preparada una especie de cerbatana con un gatillo en la que puso con un dardo con una cápsula dentro.

Apuntó hacia la espalda del oficial federal; cuando lo tuvo a distancia de tiro, disparó. El impacto tuvo tal fuerza que lanzó al oficial unos metros hacia delante cayendo casi al lado de Sarman. Ted Lynch notó cómo su uniforme se llenaba de sangre por la parte de atrás.

El sonido del tiro había retumbado en todo aquel valle de la Muerte de Veridiano III.

Lynch cayó pesadamente sobre sus rodillas; de pronto notó que sus ojos se nublaban como si una extraña redecilla se apoderase de sus pupilas. El dolor poco a poco fue desapareciendo. Ahora yacía en el suelo al lado de Sarman.

Entonces vio como una figura se acercaba hasta él. Pero no la pudo distinguir bien, cada vez más la veía borrosa. Un dulce sopor se adueño de él, sin duda el cerebro estaba segregando endorfinas.

El desconocido cogió el comunicador del alférez caído.

En lo alto de una loma un desconocido esperaba en una lanzadera sin duda de la Federación. El francotirador miró a sus víctimas con absoluta frialdad y sonrió con malicia:

-Unos menos… -Dijo para sí mientras veía descender un pequeño vehículo hasta lo alto de una meseta.

Con el arma aún humeante, el asesino salió corriendo cuesta arriba y metiéndose en la nave con su cómplice desaparecieron en los cielos añiles de Veridiano III.

-Estarán muy contentos los que tú ya sabes.-farfulló entre dientes el asesino. –Mientras les dejemos pocas pistas, mejor para nosotros. –acabó sugiriendo a su cómplice mientras le enseñaba el comunicador federal robado a su víctima. La nave se desvaneció a su vez en una especie de haz o fulgor sin dejar rastro, como si de un antiguo ovni extraterrestre se tratara.




El disparo sobre el alférez Ted Lynch sonó como un gran eco en todo aquel valle del silencio.

Jean-Luc Picard había recibido además una señal del comunicador cuya frecuencia identificó con un bip de alarma. Spock y Riker que estaban a su lado la oyeron también.

-Avise al Dr. McCoy, Spock, quizás después de un siglo requiramos de nuevo a su viejo médico rural.-Sugirió el capitán francés.

Picard, Spock y Riker primero bajaron corriendo la cuesta hasta el fondo del valle y allí en las faldas de una pequeña meseta vieron los dos cuerpos. Spock fue el primero en acercarse hasta ellos y despacio puso sus dedos en la zona yugular de Sarman y luego sobre el cuello de Ted Lynch.

-Están muertos, capitán.

-Desde luego que están bien muertos, Spock. –dijo una voz que le resultó familiar al vulcaniano. -¿No debería haber dicho yo esa frase?

-Disculpe, doctor… no sabía que usted hubiera llegado… tan pronto.

-Hijo, -replicó acercándose con paso lento e impreciso. -Son las maravillas de la tecnología. Yo que antes la odiaba, ahora resulta que es mi mejor aliada. –Acabó la frase haciendo un gesto hacia su lado izquierdo. –Ahí lo tiene.

Una especie de silla de ruedas pero sin ruedas, antigravitatoria, flotaba levemente sobre el suelo, custodiada por Scotty y Troi.

-Fascinante. –respondió Spock enarcando su ceja derecha.

-¿Y la Dra. Crusher? ¿Y el personal médico? –preguntó extrañado el capitán del USS Enterprise.

-Pensé que se lo habían dicho, señor.-Se disculpó Deanna Troi.

-La asignaron a la S.S. Severo-Ochoa como a casi personal médico de la USS Farragut. Como había muchos heridos de gravedad de nuestra nave, han partido con ellos hacia la base estelar 237, dejándonos aquí sólo al personal imprescindible.

-¡¿Como nos han podido dejar así?! ¡Esto ha sido una maniobra del almirante Bowers! –le recriminó Picard.

-No se preocupe, hijo. Como le dije una vez a Jim, “la mentalidad burocrática es la única constante del Universo”, no cambiará nunca ni después de más de un siglo.-dijo en tono burlón el viejo médico del capitán Kirk.

Picard sonrió levemente. Riker tomó la palabra:

-Señor, ¿cómo nos ha podido poner en semejante aprieto el almirante? Habrá considerado que unas simples tareas de desmantelamiento de una nave no eran una amenaza para la Federación.

-¿Qué no lo es, Numero Uno? Acaban de asesinar a uno de mis mejores hombres y a un refugiado romulano… ¿cree que eso no es una amenaza potencial para la Federación? –protestó el capitán francés. –Bowers subestima el factor seguridad aquí. Me quejaré al presidente de la Federación cuando este asunto haya acabado.

McCoy se levantó despacio y comenzó poco a poco a caminar alrededor de los dos fallecidos, observando con detenimiento sus ojos. Picard y Riker callaron.

-Los dos tienen esa misma mirada extraña y los dos se han quedado con los ojos abiertos. ¿Tienen un tricorder médico a mano, capitán?

-Sí… El mío es científico y tiene algunas funciones médicas. –Dijo Deanna Troi.

McCoy sonrió.

-Ya me hubiera gustado tener en mi época un trasto como ése. Por favor, podría hacerles un escaneado a estos dos cuerpos.

-Sí, señor.

-¿No debería encargarse de eso la Dra. Crusher?

-Vamos a ver, mon capitain, le recuerdo que soy médico y si todavía puedo dar un poco de coba a este elfo de sangre verde, podré perfectamente ejercer como galeno en este árido e inhóspito planeta ¿No le parece? Todavía mi cerebro funciona, lo crea o no, capitain.

Picard tragó saliva y musitó:

-Si… Almirante…

-Eso está mejor. Deanna ¿Ha terminado la exploración de los dos cuerpos?

-Casi, señor. Está procesando datos.

-Estupendo, si mi sospecha es cierta estamos ante una gran amenaza.

-¿A qué se refiere?

-Mire sus ojos, no ve esas redecillas. Esa mirada ya la vi una vez y nunca se me ha olvidado. ¿Spock, le suena?

Los ojos se posaron en el cristalino gris de las pupilas de los dos fallecidos.

-Si, doctor. Hace justo un siglo.

-¿A qué se refieren? ¿Doctor? ¿Embajador?

-El arma con el que les han disparado… Lleva más de un siglo prohibida en los mundos de la federación y no alineados. Incluso el Imperio Klingon y el Romulano la consideran y la han considerado un arma con deshonor. –Comentó Spock.

-Algo así como la ballesta en la Europa cristiana en la época medieval. –Aseveró Picard.

-Se trata de un rifle fásico de hebras, capitán. –continuó Spock. –Hace poco más de un siglo atacaron a Jim Kirk con un arma de éstas. Cuando se dispara contra alguien, esas hebras buscan la médula central de la víctima y la atacan desde dentro.

-Suena horroroso. –opinó Riker. –E incivilizado.

-Por eso las prohibieron en toda la Vía Láctea, excepto para unos pocos a los que la ética parece no importarles.

-Doctor, las lecturas que me pidió. –cortó la consejera betazoide.

-Gracias, Troi. –agradeció McCoy. –Déme su tricorder a ver qué nos encontramos aquí.

En la pantalla del tricorder de Troi se veían el perfil de dos figuras humanas con unas líneas amarillas cruzándose como enredaderas por el centro de las figuras.

-Lo que me figuraba.-Aseveró McCoy con tono grave. -Los dos cuerpos presentan las mismas lesiones interiores: Los axones y las dendritas de esas hebras han subido por su médula espinal hasta llegar al cerebelo y se han intrincado en el nervio óptico de estas víctimas. Por eso han muerto con los ojos abiertos.

-El asunto es grave capitán. Hay un 100% de posibilidades que el autor de estos disparos haya sido el mismo así como su arma. -Concluyó Spock.

-Está bien, necesito más datos. Riker, usted y Worf, se encargarán de supervisar aquí abajo cualquier pista rara o sospechosa que vean Hagan un barrido con los tricornes y los escáners de la Farragut. Espero que den con algún indicio, alguna pista que nos conduzca a estos… asesinos.-Ordenó Jean-Luc Picard.

-¿Y la familia Dar?

-No se preocupe, señor. –Le tranquilizó Worf. -He reforzado la seguridad en torno a ellos. Tienen incluso un dispositivo de vigilancia oculta.


Picard regresó al despacho que ocupaba en el campamento de Veridiano III, estaba en ese momento frente a la Terminal de su ordenador tecleando algo.

-Informe enviado, capitán. –Respondió la voz metálica del ordenador.

-Había terminado en media hora un informe para el almirante Bowers en el que se quejaba del abandono y la falta personal que sufría el equipo que desmantelaba la USS Enterprise así como una reseña detallada sobre las muertes de Lynch y Sarman. Recordó las sarcásticas palabras del doctor McCoy sobre los “burócratas calientasillas”. Mientras el almirante estaba plácidamente sentado en su sillón allá en San Francisco, él estaba en un desértico y hostil planeta intentando contrarreloj solucionar un misterio que amenazaba con desestabilizar la frágil paz en el cuadrante.

-¿Desea enviar algo más, capitán Picard? –Inquirió la voz del ordenador.

-No, gracias. Eso es todo.

Miró hacia el fondo de la habitación, no se había percatado todavía de un detalle: Mientras estaba fuera, alguien le había traído tres containeres. Por fuera tenían pegadas unas etiquetas:

Enseres Personales
Capitán Jean-Luc Picard
SP 937-215
USS ENTERPRISE NCC-1701-D
Clase Galaxy

Examinó cada una de ellas: En una de ellas se hallaban, algunos objetos arqueológicos y la flauta resaakana [2] , en otras enseres personales y ropa y en la tercera varias telas exóticas y el álbum de la familia Picard. El capitán lo cogió de nuevo con cuidado y comenzó a mirar con cuidado cada una de las fotos mientras se sentaba en una mesa. Cuando llegó a una en la que estaba en Labarre, Francia, con René y sus padres [3] no pudo evitar que unas lágrimas se derramaran por sus mejillas.

Una voz familiar interrumpió aquel momento de gran intensidad emocional:

-Me han comentado lo de su sobrino, capitán Picard.

Picard se giró sobre sí mismo y vio en el umbral de su puerta a dos personas que conocía muy bien.

-Ah… Spock, Saavik… pasen, por favor… –Intentó disimular mientras se enjuagaba las lágrimas.

Spock le observó en silencio y habló:

-Llorar no es malo. –Le excusó el vulcaniano. –Es el mejor de los homenajes hacia aquellos que hemos perdido. Sé cuán fuertes son las perdidas para los seres humanos, sobre todo de aquellos a quienes no podemos decir adiós.

-Ellos estaban allí en la Tierra… Si por lo menos René hubiera estado en ese momento en San Francisco… En la Academia. Iba a entrar próximamente ¿Lo sabía, embajador?

-Entiendo, sé que René era para usted como un hijo. Eso mismo lo vi con Jim y su sobrino Peter hace ya muchos años.

-Si, ellos eran la última esperanza para la familia Picard, ahora no sé que será de mí… Todas mis esperanzas para el futuro estaban en ellos.

-Comparto su dolor y su pérdida, capitán Picard. –Le intentó confortar Saavik.

Picard cerró su álbum de fotos y lo metió de nuevo en uno de los containers envolviéndolo con sumo cuidado

-Yo…Siento este recibimiento tan… emocional… ¿Deseaba algo, embajador?

-Sí, capitán. Cuando todos ustedes se fueron a sus aposentos Saavik yo estuvimos examinando un poco más la zona con el tricorder de la consejera Troi…

Picard levantó la vista y se sentó de nuevo en la mesa mirando con gran interés al insigne vulcaniano. Cruzó las manos sobre la mesa y dijo:

-Continúe, embajador Spock.

-Un poco más al sur, en una pendiente, encontramos unas huellas que subían ladera arriba y desaparecían misteriosamente justo en la cima.

-¿Los asesinos?

-O… el asesino, Picard. Pero esa no es lo más intrigante que descubrí.

-Prosiga.

-Mi tricorder descubrió partículas cronométricas, de tipo Épsilon. Justo donde desaparecían esas huellas.

-¿Cronométricas?

-Por definirlas de alguna manera, capitán. Son las partículas residuales que deja un vórtice espacio-temporal. –aclaró Saavik.

-¿No habrá sido el paso del Nexus?

-Sí y no, capitán. –Tomó de nuevo la palabra Spock. -Es verdad que la cinta pasó en otra latitud distante unos 5 kilómetros de aquí y hacia el Norte. Pero afectó al tejido subespacial de toda esta zona. Mi tricorder detectó algunas fracturas espacio-temporales.

-¿A dónde quiere llegar, embajador?

-Si mis teorías son ciertas, capitán, su Nexus puede ser una especie de Caja de Pandora que haya abierto algo terrible.

-Spock… Usted siempre tan enigmático… -Sonrió el capitán francés. -¿Se lo ha comentado a alguien más?

-Sólo a mi, capitán. –Respondió la romulano-vulcaniana.

Picard se levantó de la mesa y se detuvo frente a ellos.

-¿Por qué me lo han dicho solo a mí?

-Usted es la persona entre los humanos más lógica que conozco y sé que puedo confiar sólo en usted. Como verá sólo estoy sólo ante el principio de una teoría.

-No se preocupe, tiene mi palabra, embajador. Sinceramente, este problema llega en un momento nada idóneo para la Federación y más justo cuando mañana tenemos que partir hacia Deneva. Hemos de estar alerta.

-De acuerdo, hemos de irnos ya, capitán. Supongo que tendrá que recoger sus cosas para mañana. No le queremos entretener más, además necesita descansar aunque sean un par de horas, ya casi esta por amanecer.-Se despidió Spock.

-Gracias por su interés embajador. Le veo mañana en la USS Farragut.

Spock y Saavik hicieron una reverencia con sus cabezas, se envolvieron en sus capas negras y salieron silenciosamente.

Picard salió unos segundos al umbral de su puerta. Estaba amaneciendo, la tonalidad amarilla típica del planeta había adquirido un extraño color violáceo y una brisa mañanera sopló dulcemente en su rostro.

Continuará...


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Referencias:
1 .- Alusión a eventos de ST VI (“Aquel País Desconocido”) y TNG (“Unificación”)
2 .- “Inner Light”-TNG Una flauta única de una civilización desaparecida, que Picard toca en dicho episodio. Su melodía es una de las piezas más famosas de ST.
3 .- “Captain’s Holidays”-TNG

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