| Título: Reencuentros (VIII): El tiempo, ese cruel enemigo Autor: Sikileia Portada: Publicado en: Agosto 2007
Mientras la Farragut se separa en dos secciones para poder salvar a la tripulación, Spock y Sorak reciben la visita de un misterioso viajero del tiempo.
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El espacio, la ultima frontera. Estos son los viajes de la nave estelar Enterprise, buscando nuevos mundos, nuevas civilizaciones, para llegar hacía donde ningún hombre ha llegado jamás.
Gene Rodenberry y Action Tales presentan:
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Creado por Gene Rodenberry
Riker llegó con su equipo de seguridad y de sanitarios hasta la zona desde la que posiblemente los intrusos que quedaban habían estado disparando.
Tendidos, cansados y sucios se hallaban los rehenes de los Suliban. El primer oficial dio orden de evacuar a los más heridos. Dos asistentes sanitarios acompañados por el enfermero jefe Doug Freeman hicieron unas primeras curas a los que parecían heridos leves y que podían moverse por su propio pie.
Enseguida se percataron del joven teniente que estaba delirando y yacía sucio y con la ropa hecha jirones sobre un suelo lleno de cascotes.
Freeman le limpió un poco la cara con una esponja médica y con un hipospray le sedó para que no sufriera y crear una especie de coma inducido. Un primer examen con su escáner médico dictaminó que el paciente tenía quemaduras en el 65% de su cuerpo pero que serían fácilmente curables con plastipiel [1] producida a partir de las propias células epidérmicas del sujeto. Los tres sanitarios habían llevado consigo también una camilla plegable antigravitatoria en la que con sumo cuidado depositaron al malherido instructor de cadetes.
Mientras, otros miembros de seguridad indicaban a los oficiales y cadetes ilesos y heridos leves cómo salir de ese laberinto de escombros.
Mientras los supervivientes de Ingeniería se refugiaban en lugar seguro, el primer oficial y Otis se adelantaron unos metros y comenzaron a explorar palmo a palmo la zona.
El veterano oficial de la Farragut comenzó a escanear una zona con un tricorder científico. Y enseguida argumentó:
-Basándome en la triangulación de los disparos dirigidos hacia nosotros diría que fueron dos individuos y más o menos se posicionaron donde yo estoy ahora mismo.
-Gracias por sus deducciones, no puedo estar más de acuerdo con usted. Pero parece que se han esfumado en el aire.
-No creo que hayan desaparecido, una opción posible es que hayan sido transportados pero lo veo ilógico dado que tenemos los escudos de la nave levantados.
Un pitido del comunicador les sacó de su concentración en el tema.
-Aquí puente a Riker, les queda menos de doce minutos para evacuar la zona. ¿Cómo van ahí abajo, Will?
-Hemos evacuado a los heridos y a los rehenes, señor. Pero no tenemos rastro ni de los intrusos ni del Sr. Spock ni del ingeniero Sorak.
-¡Maldición! –protestó Picard a través del comunicador. -Sigan buscando, tenemos que encontrar con vida como sea al embajador y al teniente comandante.
-¿Señor? ¿No podríamos aplazar más la separación de la nave?
-No, no podemos, Número Uno. Tanto el señor LaForge como Scott han estado monitorizando el estado de la cámara que aloja el motor de curvatura. En ella, los enlaces moleculares del dilitio han quedado inestables tras la implosión. No podemos controlarlo más desde aquí. Créame que estamos haciendo todo lo imposible.
-¿Cómo? –Se interrogó un perplejo Will Riker. -¿Qué esto va a estallar, capitán?
-Si lo prefiere así expuesto, sí, comandante.-Aclaró Deanna Troi. –Creando una implosión materia-antimateria ellos podrían abrir una brecha muy fácilmente en el continuo espacio-tiempo y más teniendo en cuenta estamos recorriendo la misma zona espacial que atravesó la bobina de energía Nexus. Una zona que ha quedado muy inestable molecularmente.
-Gracias por sus explicaciones de física, consejera. –La elogió Will Riker.
La betazoide sonrió brevemente como señal de aprobación.
-Espere, Will. –Continuó la voz de Picard a través del comunicador. –Data ha detectado dos bioseñales vulcanianas en la sala de lanzaderas. Sin embargo, no responden a nuestros intentos de llamada. Consejera, ¿tiene alguna idea de lo que se puede proponer el embajador? ¿Qué cree que puede hacer?
-Señor, si yo fuera Spock la opción más lógica sería la de coger una lanzadera y averiguar qué está pasando ahí fuera. Aunque tengamos que saltarnos sus órdenes o las de la Flota. Si ha actuado así, es porque está seguro de lo que se hace, señor.
-De acuerdo, monitorizaremos desde el puente a la lanzadera del embajador. Quizás ella sea nuestra última esperanza para saber lo que está pasando. Y ahora evacuen lo más rápido posible la sección de Ingeniería. Les quedan 8 minutos.
-Estamos en ello, señor. Riker fuera.
Deanna Troi cerró brevemente los ojos y miró hacia arriba.
-Noto dos presencias que se alejan.
Riker se percató de la entrada de unos tubos de ventilación arriba sobre sus cabezas.
-Mucho me temo que sean esos dos Suliban. Como así ocurra, estamos realmente en peligro.
Riker apremió a los miembros de seguridad más rezagados a abandonar aquella área de la USS Farragut. Poco se podía hacer ya. Cuando hubieron llegado a la cubierta que hacía de nexo entre la zona de Ingeniería y el platillo de la nave principal.
Tras varios minutos tensos, todos habían sido evacuados con éxito hacia las cubiertas superiores.
Los pasillos de las cubiertas se habían transformado en un improvisado campo de refugiados en el que se hacinaban en los pasillos en colchones los invitados y el resto de la tripulación.
La Enfermería estaba completamente a rebosar de heridos que poco a poco fueron dados de alta. Sin embargo, el joven instructor de cadetes se convirtió en el paciente mimado del Dr. McCoy quien después de un siglo volvía a tener, aunque temporalmente, el mando de un departamento de Enfermería con todos sus adelantos técnicos.
Nunca le gustó el irse paseando de nave en nave durante más de 50 año por media Vía Láctea supervisando las Enfermerías que encontraba a su paso. Siempre recordaba con resquemor la maldición gitana que le había lanzado al funcionario burócrata de la Flota Estelar que había tenido semejante ocurrencia con él.
Tendidos, cansados y sucios se hallaban los rehenes de los Suliban. El primer oficial dio orden de evacuar a los más heridos. Dos asistentes sanitarios acompañados por el enfermero jefe Doug Freeman hicieron unas primeras curas a los que parecían heridos leves y que podían moverse por su propio pie.
Enseguida se percataron del joven teniente que estaba delirando y yacía sucio y con la ropa hecha jirones sobre un suelo lleno de cascotes.
Freeman le limpió un poco la cara con una esponja médica y con un hipospray le sedó para que no sufriera y crear una especie de coma inducido. Un primer examen con su escáner médico dictaminó que el paciente tenía quemaduras en el 65% de su cuerpo pero que serían fácilmente curables con plastipiel [1] producida a partir de las propias células epidérmicas del sujeto. Los tres sanitarios habían llevado consigo también una camilla plegable antigravitatoria en la que con sumo cuidado depositaron al malherido instructor de cadetes.
Mientras, otros miembros de seguridad indicaban a los oficiales y cadetes ilesos y heridos leves cómo salir de ese laberinto de escombros.
Mientras los supervivientes de Ingeniería se refugiaban en lugar seguro, el primer oficial y Otis se adelantaron unos metros y comenzaron a explorar palmo a palmo la zona.
El veterano oficial de la Farragut comenzó a escanear una zona con un tricorder científico. Y enseguida argumentó:
-Basándome en la triangulación de los disparos dirigidos hacia nosotros diría que fueron dos individuos y más o menos se posicionaron donde yo estoy ahora mismo.
-Gracias por sus deducciones, no puedo estar más de acuerdo con usted. Pero parece que se han esfumado en el aire.
-No creo que hayan desaparecido, una opción posible es que hayan sido transportados pero lo veo ilógico dado que tenemos los escudos de la nave levantados.
Un pitido del comunicador les sacó de su concentración en el tema.
-Aquí puente a Riker, les queda menos de doce minutos para evacuar la zona. ¿Cómo van ahí abajo, Will?
-Hemos evacuado a los heridos y a los rehenes, señor. Pero no tenemos rastro ni de los intrusos ni del Sr. Spock ni del ingeniero Sorak.
-¡Maldición! –protestó Picard a través del comunicador. -Sigan buscando, tenemos que encontrar con vida como sea al embajador y al teniente comandante.
-¿Señor? ¿No podríamos aplazar más la separación de la nave?
-No, no podemos, Número Uno. Tanto el señor LaForge como Scott han estado monitorizando el estado de la cámara que aloja el motor de curvatura. En ella, los enlaces moleculares del dilitio han quedado inestables tras la implosión. No podemos controlarlo más desde aquí. Créame que estamos haciendo todo lo imposible.
-¿Cómo? –Se interrogó un perplejo Will Riker. -¿Qué esto va a estallar, capitán?
-Si lo prefiere así expuesto, sí, comandante.-Aclaró Deanna Troi. –Creando una implosión materia-antimateria ellos podrían abrir una brecha muy fácilmente en el continuo espacio-tiempo y más teniendo en cuenta estamos recorriendo la misma zona espacial que atravesó la bobina de energía Nexus. Una zona que ha quedado muy inestable molecularmente.
-Gracias por sus explicaciones de física, consejera. –La elogió Will Riker.
La betazoide sonrió brevemente como señal de aprobación.
-Espere, Will. –Continuó la voz de Picard a través del comunicador. –Data ha detectado dos bioseñales vulcanianas en la sala de lanzaderas. Sin embargo, no responden a nuestros intentos de llamada. Consejera, ¿tiene alguna idea de lo que se puede proponer el embajador? ¿Qué cree que puede hacer?
-Señor, si yo fuera Spock la opción más lógica sería la de coger una lanzadera y averiguar qué está pasando ahí fuera. Aunque tengamos que saltarnos sus órdenes o las de la Flota. Si ha actuado así, es porque está seguro de lo que se hace, señor.
-De acuerdo, monitorizaremos desde el puente a la lanzadera del embajador. Quizás ella sea nuestra última esperanza para saber lo que está pasando. Y ahora evacuen lo más rápido posible la sección de Ingeniería. Les quedan 8 minutos.
-Estamos en ello, señor. Riker fuera.
Deanna Troi cerró brevemente los ojos y miró hacia arriba.
-Noto dos presencias que se alejan.
Riker se percató de la entrada de unos tubos de ventilación arriba sobre sus cabezas.
-Mucho me temo que sean esos dos Suliban. Como así ocurra, estamos realmente en peligro.
Riker apremió a los miembros de seguridad más rezagados a abandonar aquella área de la USS Farragut. Poco se podía hacer ya. Cuando hubieron llegado a la cubierta que hacía de nexo entre la zona de Ingeniería y el platillo de la nave principal.
Tras varios minutos tensos, todos habían sido evacuados con éxito hacia las cubiertas superiores.
Los pasillos de las cubiertas se habían transformado en un improvisado campo de refugiados en el que se hacinaban en los pasillos en colchones los invitados y el resto de la tripulación.
La Enfermería estaba completamente a rebosar de heridos que poco a poco fueron dados de alta. Sin embargo, el joven instructor de cadetes se convirtió en el paciente mimado del Dr. McCoy quien después de un siglo volvía a tener, aunque temporalmente, el mando de un departamento de Enfermería con todos sus adelantos técnicos.
Nunca le gustó el irse paseando de nave en nave durante más de 50 año por media Vía Láctea supervisando las Enfermerías que encontraba a su paso. Siempre recordaba con resquemor la maldición gitana que le había lanzado al funcionario burócrata de la Flota Estelar que había tenido semejante ocurrencia con él.
Hacía unos minutos que Spock y Sorak estaban a bordo de una lanzadera que habían elegido que no era sino nada más y nada menos que la GODDARD del Sr. Scott. Una lanzadera de clase 6 que había pertenecido a la fenecida nave Enterprise-D.
Image:Shuttlecraft justman.jpg Spock tenía los mandos de la navecilla mientras que Sorak se encargaba de los instrumentos de abordo.
-Póngame con el capitán Picard, dígale que necesitamos que bajen los escudos momentáneamente para que podamos despegar y salir de aquí.
-Hecho, señor. Puede hablar, canal abierto.
-Goddard a puente.-Exclamó Spock.
-Aquí puente, Picard al habla.
-Capitán, soy el embajador Spock hablándole desde la lanzadera “Goddard”. Pedimos permiso para poder despegar y solicitamos que bajen los escudos.
-¡Sr. Spock, nos alegramos de que estén bien! Les queda menos de 5 minutos para salir de ahí. En breve bajaremos los escudos durante unos siete segundos que es lo que calcula el Sr. Data pueden tardar en alejarse lo suficiente de la nave.
-De acuerdo, proceda a bajar los escudos. Les abrimos también las puertas del depósito.
La lanzadera hábilmente pilotada por el embajador Spock salió por las compuertas del hangar despacio y majestuosa. Comparada con la nave nodriza, la USS Farragut, la diminuta lanzadera parecía una abeja saliendo de la colmena.
-Maniobra de despegue completada, pueden proceder a levantar los escudos de la nave. –Confirmó Spock. –Procedo ahora a iniciar el alejamiento de la nave como medida de seguridad.
La nave se perdió en la oscuridad del espacio mientras la nave capitana se perdía en el horizonte de eventos.
Image:Shuttlecraft justman.jpg Spock tenía los mandos de la navecilla mientras que Sorak se encargaba de los instrumentos de abordo.
-Póngame con el capitán Picard, dígale que necesitamos que bajen los escudos momentáneamente para que podamos despegar y salir de aquí.
-Hecho, señor. Puede hablar, canal abierto.
-Goddard a puente.-Exclamó Spock.
-Aquí puente, Picard al habla.
-Capitán, soy el embajador Spock hablándole desde la lanzadera “Goddard”. Pedimos permiso para poder despegar y solicitamos que bajen los escudos.
-¡Sr. Spock, nos alegramos de que estén bien! Les queda menos de 5 minutos para salir de ahí. En breve bajaremos los escudos durante unos siete segundos que es lo que calcula el Sr. Data pueden tardar en alejarse lo suficiente de la nave.
-De acuerdo, proceda a bajar los escudos. Les abrimos también las puertas del depósito.
La lanzadera hábilmente pilotada por el embajador Spock salió por las compuertas del hangar despacio y majestuosa. Comparada con la nave nodriza, la USS Farragut, la diminuta lanzadera parecía una abeja saliendo de la colmena.
-Maniobra de despegue completada, pueden proceder a levantar los escudos de la nave. –Confirmó Spock. –Procedo ahora a iniciar el alejamiento de la nave como medida de seguridad.
La nave se perdió en la oscuridad del espacio mientras la nave capitana se perdía en el horizonte de eventos.
Mientras tanto, la tripulación como los viajeros de la USS Farragut se disponían a afrontar los temidos momentos de la separación de la nave en dos. En otra parte de la nave, un par de figuras estaban a salvo en los tubos Jeffreys de las cubiertas superiores. Eran Axis y Sarman. Aunque el peligro se había reducido en parte, todavía su capacidad de actuar era una gran amenaza, no sólo para la nueva nave de Picard, sino para la Federación entera. Por ahora sólo había una débil tregua antes del ataque final.
Picard se retrepó en el sillón de mando y se asentó como pudo. Estaba visiblemente nervioso y más sabiendo que tenía que hacer de nuevo una maniobra similar a la que había supuesto el fin de la Enterprise-D. Sin embargo, contaba con la pericia de Data y Saavik, la experiencia de Geordi LaForge y la veteranía de Montgomery Scott.
Deanna Troi y Riker estaban sentados al lado del capitán Picard.
Data contaba muy lentamente hacia atrás los segundos que completaban la operación:
-Seis… Cinco… Cuatro… Tres… Dos…
La tensión se palpaba por segundos en todas las cubiertas de la nave. La voz de Data era transmitida al resto de la nave a través de los sistemas internos de comunicación.
-Uno… Cero…
La nave se zarandeó levemente y se oyó un ruido seco.
-¡SEPARACIÓN COMPLETA! –Confirmó el androide.
-Felicidades, señor Data y ahora sáquenos de aquí. –Ordenó Picard.
Desde su puesto de Ingeniería, LaForge y Scotty compartían pantalla y mandos.
-Señor, -Interrumpió Scotty. –El motor de curvatura explosionará en varios minutos, se está colapsando todo en su interior. Sugiero alejarnos por lo menos 10.000 metros de la parte separada.
-Esta bien, hágalo, señor Data. Ignición a los motores auxiliares del platillo.
-Sí, capitán.
El platillo sobreviviente de la nave viró sobre si mismo como una raya eléctrica de los mares terrestres hasta tomar la distancia señalada por Scotty.
-Es curioso, capitán, los índices de partículas delta y de cronitrones han disminuido significativamente. –Indicó un ansioso Data.
-Eso quiere decir, comandante, que la clave del misterio estaba en la sala de Ingeniería.
Tanto la lanzadera como el platillo de la nave estaban a suficiente distancia de seguridad. Entonces como en un nuevo big-bang la parte del motor con las dos barquillas inferiores estalló en miles de resplandores cegadores.
En la pantalla principal del puente, Picard contemplaba extasiado y de pie el fin de parte de su nueva nave. Al menos de momento, la mala suerte que se había abatido sobre su antigua astronave y que parecía apoderarse de su nueva asignación se había disipado.
-Ahora tenemos otro problema importante, Número Uno. Y es el de localizar a los dos intrusos que aún sobreviven y que me temo estén escondidos en alguna parte de la nave usando un dispositivo para que sus bioseñales no sean detectadas.
-Señor, he intentado por todos los medios dar con ellos desde el puente y es imposible, -se excusó el androide. -y el señor Riker intentó lo mismo abajo sin resultado alguno.
-Es verdad, capitán, mi tricorder no señaló nada ni nadie percibió nada, salvo la Consejera Troi.
-Consejera, ¿percibe algo?
-Sé que están aquí presentes, de algún modo les ‘siento’ en la nave, pero no me dejan acceder a sus mentes. Ellos deben tener algún mecanismo que actúa como pantalla mental.
-Señor, -añadió Data. –Si no recuerdo mal, creo que los Suliban Cabal tenían algunos poderes telepáticos y psi que recibieron de un misterioso Benefactor.
-Poderes que en el caso de Sarman, deben estar increíblemente mejorados dada su procedencia genética romulana.
-Señor, tengo una posible idea.
-¿Sí, Data? Soy todo oídos. -comentó en tono de incredulidad William Riker. –Le recuerdo que ya puede gastar bromas gracias a su chip emocional.
-Señor, estoy hablando completamente en serio.
-Data… estaba bromeando y usted se lo ha tomado de un serio que canta por todos lados.
-¿Canta..? La donna é mobile… Lalalaralá.
-Bueno, Data... No nos cante todo su repertorio de ópera, si le parece bien.
-¿Por qué, señor? ¿Lo estoy haciendo mal?
-No, comandante, digamos que lo hace perfectamente lo único es que usted debe cogerle el truco y bromear cuando sea necesario. –Le aconsejó el Primer Oficial.
Picard entró en la conversación y dijo seriamente:
-Y ahora, en serio, explíquenos su idea.
-De acuerdo, señor. A pesar de su constitución física, ellos son seres vivos que respiran como nosotros consumiendo oxígeno y dióxido de carbono en unas cantidades ínfimas ya que los nativos de esa raza no tienen pulmones como nosotros, sino branquias.
-¿Cómo los peces, entonces? –Razonó Jean-Luc Picard.
-Sí, capitán. O como algunos reptiles.
-De acuerdo, entonces intente localizarles con ese método.
-Ya lo he hecho, señor.
-¿Cuándo lo ha hecho, Data?
-Mientras estaba cantando las primeras líneas de “La Donna é Mobile”, comandante.
-No nos deja de sorprender cada vez más, comandante Data.-Se sorprendió el primer oficial de Picard. –No vea a veces lo que le envidio.
-Bien, sigamos con el trabajo. –Interfirió Picard.
-Con los biosensores he ido individualizando a cada tripulante hasta que al final en la sección de Jeffreys teníamos un consumo extra de oxígeno en una zona que está cerrada por reparaciones. –Sus manos de androide se movieron hábiles por la consola y en la pantalla general apareció un gráfico del interior de la nave y un montón de puntos multicolores que fueron desapareciendo hasta convertirse en dos exiguos puntos verdosos. -Ahí los tiene, justo en los conductos de ventilación.
-¿No están esos conductos cerca del área de seguridad reservada a la familia Dar?
-Sí, capitán.
-Eso nos da una relativa ventaja, Número Uno. Necesito que incremente la seguridad entorno a los refugiados romulanos. Aunque la situación parece ya no ser tan grave, permanecemos todos en Alerta Amarilla.
En ese momento, Geordi LaForge tomó la palabra. Riker y Data se acercaron hasta su panel.
-Señores, se me está ocurriendo una idea, pero necesitaría la ayuda del comandante Data y de la sección de Seguridad para llevarla a cabo.
Un pitido se oyó en la consola de comunicaciones que manejaba la andoriana Thebai.
-Capitán Picard, he recibido un mensaje del capitán Zimmerman desde la USS Yorktown. Se dirigen hacia nuestro punto de encuentro para auxiliarnos. Han incrementado su velocidad y estiman que llegarán en 2’1 horas solares. Le paso el mensaje íntegro a la Terminal de su sillón de mando.
-Son buenas y malas noticias, Thebai. Gracias por pasarnos ese mensaje. Esperemos que podamos aguantar en esas condiciones ese par de horas.
Deanna Troi y Riker estaban sentados al lado del capitán Picard.
Data contaba muy lentamente hacia atrás los segundos que completaban la operación:
-Seis… Cinco… Cuatro… Tres… Dos…
La tensión se palpaba por segundos en todas las cubiertas de la nave. La voz de Data era transmitida al resto de la nave a través de los sistemas internos de comunicación.
-Uno… Cero…
La nave se zarandeó levemente y se oyó un ruido seco.
-¡SEPARACIÓN COMPLETA! –Confirmó el androide.
-Felicidades, señor Data y ahora sáquenos de aquí. –Ordenó Picard.
Desde su puesto de Ingeniería, LaForge y Scotty compartían pantalla y mandos.
-Señor, -Interrumpió Scotty. –El motor de curvatura explosionará en varios minutos, se está colapsando todo en su interior. Sugiero alejarnos por lo menos 10.000 metros de la parte separada.
-Esta bien, hágalo, señor Data. Ignición a los motores auxiliares del platillo.
-Sí, capitán.
El platillo sobreviviente de la nave viró sobre si mismo como una raya eléctrica de los mares terrestres hasta tomar la distancia señalada por Scotty.
-Es curioso, capitán, los índices de partículas delta y de cronitrones han disminuido significativamente. –Indicó un ansioso Data.
-Eso quiere decir, comandante, que la clave del misterio estaba en la sala de Ingeniería.
Tanto la lanzadera como el platillo de la nave estaban a suficiente distancia de seguridad. Entonces como en un nuevo big-bang la parte del motor con las dos barquillas inferiores estalló en miles de resplandores cegadores.
En la pantalla principal del puente, Picard contemplaba extasiado y de pie el fin de parte de su nueva nave. Al menos de momento, la mala suerte que se había abatido sobre su antigua astronave y que parecía apoderarse de su nueva asignación se había disipado.
-Ahora tenemos otro problema importante, Número Uno. Y es el de localizar a los dos intrusos que aún sobreviven y que me temo estén escondidos en alguna parte de la nave usando un dispositivo para que sus bioseñales no sean detectadas.
-Señor, he intentado por todos los medios dar con ellos desde el puente y es imposible, -se excusó el androide. -y el señor Riker intentó lo mismo abajo sin resultado alguno.
-Es verdad, capitán, mi tricorder no señaló nada ni nadie percibió nada, salvo la Consejera Troi.
-Consejera, ¿percibe algo?
-Sé que están aquí presentes, de algún modo les ‘siento’ en la nave, pero no me dejan acceder a sus mentes. Ellos deben tener algún mecanismo que actúa como pantalla mental.
-Señor, -añadió Data. –Si no recuerdo mal, creo que los Suliban Cabal tenían algunos poderes telepáticos y psi que recibieron de un misterioso Benefactor.
-Poderes que en el caso de Sarman, deben estar increíblemente mejorados dada su procedencia genética romulana.
-Señor, tengo una posible idea.
-¿Sí, Data? Soy todo oídos. -comentó en tono de incredulidad William Riker. –Le recuerdo que ya puede gastar bromas gracias a su chip emocional.
-Señor, estoy hablando completamente en serio.
-Data… estaba bromeando y usted se lo ha tomado de un serio que canta por todos lados.
-¿Canta..? La donna é mobile… Lalalaralá.
-Bueno, Data... No nos cante todo su repertorio de ópera, si le parece bien.
-¿Por qué, señor? ¿Lo estoy haciendo mal?
-No, comandante, digamos que lo hace perfectamente lo único es que usted debe cogerle el truco y bromear cuando sea necesario. –Le aconsejó el Primer Oficial.
Picard entró en la conversación y dijo seriamente:
-Y ahora, en serio, explíquenos su idea.
-De acuerdo, señor. A pesar de su constitución física, ellos son seres vivos que respiran como nosotros consumiendo oxígeno y dióxido de carbono en unas cantidades ínfimas ya que los nativos de esa raza no tienen pulmones como nosotros, sino branquias.
-¿Cómo los peces, entonces? –Razonó Jean-Luc Picard.
-Sí, capitán. O como algunos reptiles.
-De acuerdo, entonces intente localizarles con ese método.
-Ya lo he hecho, señor.
-¿Cuándo lo ha hecho, Data?
-Mientras estaba cantando las primeras líneas de “La Donna é Mobile”, comandante.
-No nos deja de sorprender cada vez más, comandante Data.-Se sorprendió el primer oficial de Picard. –No vea a veces lo que le envidio.
-Bien, sigamos con el trabajo. –Interfirió Picard.
-Con los biosensores he ido individualizando a cada tripulante hasta que al final en la sección de Jeffreys teníamos un consumo extra de oxígeno en una zona que está cerrada por reparaciones. –Sus manos de androide se movieron hábiles por la consola y en la pantalla general apareció un gráfico del interior de la nave y un montón de puntos multicolores que fueron desapareciendo hasta convertirse en dos exiguos puntos verdosos. -Ahí los tiene, justo en los conductos de ventilación.
-¿No están esos conductos cerca del área de seguridad reservada a la familia Dar?
-Sí, capitán.
-Eso nos da una relativa ventaja, Número Uno. Necesito que incremente la seguridad entorno a los refugiados romulanos. Aunque la situación parece ya no ser tan grave, permanecemos todos en Alerta Amarilla.
En ese momento, Geordi LaForge tomó la palabra. Riker y Data se acercaron hasta su panel.
-Señores, se me está ocurriendo una idea, pero necesitaría la ayuda del comandante Data y de la sección de Seguridad para llevarla a cabo.
Un pitido se oyó en la consola de comunicaciones que manejaba la andoriana Thebai.
-Capitán Picard, he recibido un mensaje del capitán Zimmerman desde la USS Yorktown. Se dirigen hacia nuestro punto de encuentro para auxiliarnos. Han incrementado su velocidad y estiman que llegarán en 2’1 horas solares. Le paso el mensaje íntegro a la Terminal de su sillón de mando.
-Son buenas y malas noticias, Thebai. Gracias por pasarnos ese mensaje. Esperemos que podamos aguantar en esas condiciones ese par de horas.
Spock y Sorak vieron desde lejos la explosión del motor de curvatura de la USS Farragut. Sus párpados internos vulcanianos soportaron la intensidad del fulgor de la explosión. Esto es lo que había salvado una vez a Spock de quedarse ciego y casualmente cuando trataba de encontrar una solución al terrible caso de los parásitos de Déneva V [2] . Ahora un siglo y medio después, Deneva V volvía a ser el hermoso planeta que se había hecho mítico en los mundos de la Federación a causa de sus paisajes y la benignidad de su clima, tan sólo Risa, los castillos de Rigel y Pacífica superaban en espectacularidad al planeta hogar de los Kirk.
-Sorak, haga un barrido con los escáneres del exterior del platillo de la USS Farragut. Examine centímetro a centímetro la zona que nos rodea.
-Capitán, a parte de material rocoso procedente de un cinturón de asteroides al que nos estamos aproximando, nada más.
-Hagamos una suposición, ¿cree que los intrusos Suliban tienen apoyo externo?
-Sin duda, señor.
-Pues tenemos que localizar esa nave de apoyo lo antes posible. ¿Puede extraer de la biblioteca de la Farragut toda la información de la que disponga sobre tecnología Suliban?
-Se la estoy enviando a su pantalla, señor. Pero hay información clasificada, es imposible acceder a ella.
-Me imagino que debe ser algo relativo lo que Archer llamaba la Primera Directriz Temporal. En sus memorias personales, Jonathan Archer hablaba de un encuentro con un extraño ser del futuro, sin mencionar quién era
-Fascinante… ¿Y si realmente pudiesen…? -Dijo hablando para él mismo: -Sería terrible…
De pronto el transportador sonó a sus espaldas, ambos vulcanianos se giraron y se encontraron en él a un humano con un extraño uniforme en el que se reconocía un logo extrañamente familiar.
-¿Que trasladaran a SU época su Guerra Fría Temporal o alguna de sus temibles Hélices…?
-¿Quién es usted? ¿Cómo es que ha leído mi pensamiento?
-¿Un Q o un organiano? –Exclamó Sorak levantando una ceja.
-Ninguno de ellos. -respondió el desconocido. –Soy tan humanoide como ustedes dos.
-Sin duda, es humano… -Comentó Spock.
-Es la misma frase que le dijeron a usted cuando nació [3] , si no recuerdo mal. –Respondió el desconocido.
-Sí, y que me recordó Sybok. No quiero hablar de ello. Pero, ¿cómo es que usted lo sabe?
-Porque presencié su nacimiento, señor Spock, así como la muerte de su padre, el embajador Sarek.
-¿Quién es usted? ¿Y qué pretende?
-Soy el “extraño” ser del que ustedes dos estaban hablando. Aunque como ven, soy tan de carne y hueso como sus cuerpos.
-Sorak, haga un barrido con los escáneres del exterior del platillo de la USS Farragut. Examine centímetro a centímetro la zona que nos rodea.
-Capitán, a parte de material rocoso procedente de un cinturón de asteroides al que nos estamos aproximando, nada más.
-Hagamos una suposición, ¿cree que los intrusos Suliban tienen apoyo externo?
-Sin duda, señor.
-Pues tenemos que localizar esa nave de apoyo lo antes posible. ¿Puede extraer de la biblioteca de la Farragut toda la información de la que disponga sobre tecnología Suliban?
-Se la estoy enviando a su pantalla, señor. Pero hay información clasificada, es imposible acceder a ella.
-Me imagino que debe ser algo relativo lo que Archer llamaba la Primera Directriz Temporal. En sus memorias personales, Jonathan Archer hablaba de un encuentro con un extraño ser del futuro, sin mencionar quién era
-Fascinante… ¿Y si realmente pudiesen…? -Dijo hablando para él mismo: -Sería terrible…
De pronto el transportador sonó a sus espaldas, ambos vulcanianos se giraron y se encontraron en él a un humano con un extraño uniforme en el que se reconocía un logo extrañamente familiar.
-¿Que trasladaran a SU época su Guerra Fría Temporal o alguna de sus temibles Hélices…?
-¿Quién es usted? ¿Cómo es que ha leído mi pensamiento?
-¿Un Q o un organiano? –Exclamó Sorak levantando una ceja.
-Ninguno de ellos. -respondió el desconocido. –Soy tan humanoide como ustedes dos.
-Sin duda, es humano… -Comentó Spock.
-Es la misma frase que le dijeron a usted cuando nació [3] , si no recuerdo mal. –Respondió el desconocido.
-Sí, y que me recordó Sybok. No quiero hablar de ello. Pero, ¿cómo es que usted lo sabe?
-Porque presencié su nacimiento, señor Spock, así como la muerte de su padre, el embajador Sarek.
-¿Quién es usted? ¿Y qué pretende?
-Soy el “extraño” ser del que ustedes dos estaban hablando. Aunque como ven, soy tan de carne y hueso como sus cuerpos.
Caithlin Dar se disponía a dormir después de un día tenso. Las cosas habían cambiado drásticamente en la USS Farragut. Ahora la comodidad era mucho más espartana y tenía que compartir la misma suite con sus hijos S’Ranis y Rokal, su sobrino Aloan y el administrador de la casa Dar, Manek.
Tras darse una ducha sónica, la ex cónsul se vistió con un ropaje negro de tipo vulcaniano. Un ruido la alertó brevemente. Eran las puertas de su camarote que se abrían. La romulana se puso en alerta. Su dedo estaba a punto de apretar la alarma de seguridad miniaturizada que llevaba en un brazalete.
Se tranquilizó cuando vio que era el androide Data.
-Buenas tardes, cónsul Dar. El capitán Picard me ha asignado personalmente para ayudarle en todo lo que necesite y velar por su seguridad.
-Sí, ya he recibido las instrucciones del señor LaForge. ¿Realmente quieren que me convierta en un señuelo?
-Sí, si queremos descubrir qué pretende Sarman en todo este tema. Lo importante es qué se sienta cómoda.
-Señor Data, estoy cómoda y le agradezco al capitán Picard todas las atenciones que me ha dispensado a bordo, pero en el fondo no me siento a gusto. Me siento aquí como una prisionera sin serlo, esto es estar como en una jaula de oro ¿me comprende?
-¿Perdone, cónsul?
-Comandante, imagínese todos los días estando pendiente de tu retaguardia por si hay alguien al acecho para asesinarle a uno o no pudiendo dar un paseo normal sin escolta.
-Todo eso acabará cuando lleguemos al espacio federal, Caithlin.
-Eso espero, señor Data.
Tras darse una ducha sónica, la ex cónsul se vistió con un ropaje negro de tipo vulcaniano. Un ruido la alertó brevemente. Eran las puertas de su camarote que se abrían. La romulana se puso en alerta. Su dedo estaba a punto de apretar la alarma de seguridad miniaturizada que llevaba en un brazalete.
Se tranquilizó cuando vio que era el androide Data.
-Buenas tardes, cónsul Dar. El capitán Picard me ha asignado personalmente para ayudarle en todo lo que necesite y velar por su seguridad.
-Sí, ya he recibido las instrucciones del señor LaForge. ¿Realmente quieren que me convierta en un señuelo?
-Sí, si queremos descubrir qué pretende Sarman en todo este tema. Lo importante es qué se sienta cómoda.
-Señor Data, estoy cómoda y le agradezco al capitán Picard todas las atenciones que me ha dispensado a bordo, pero en el fondo no me siento a gusto. Me siento aquí como una prisionera sin serlo, esto es estar como en una jaula de oro ¿me comprende?
-¿Perdone, cónsul?
-Comandante, imagínese todos los días estando pendiente de tu retaguardia por si hay alguien al acecho para asesinarle a uno o no pudiendo dar un paseo normal sin escolta.
-Todo eso acabará cuando lleguemos al espacio federal, Caithlin.
-Eso espero, señor Data.
-Mi nombre es Daniels, embajador. Es inútil que su asistente Sorak intente descifrar la clave para acceder a esa información secreta; está encriptada con una clave que solo conocía el capitán Archer mediante tecnología del siglo XXXI. Hasta que llegue ese momento, nadie tendrá acceso a esos archivos ‘clasificados’.
-¿Viene usted del futuro?
-Sí, aunque su lógica no lo conciba, es totalmente cierto.
-Le creo.-Spock miró con curiosidad vulcaniana a su interlocutor. –Así que usted el ‘ser misterioso’ del que tanto habla en sus memorias el primer capitán del Enterprise?
-Tal vez…
-La situación es realmente desesperada. Si los Suliban consiguen abrir un nuevo frente de Guerra Temporal en este siglo será un desastre de consecuencias paradójicas impredecibles.
-¿Qué está insinuando, Daniels?
-Me tiene usted que ayudar, embajador Spock. Esa facción de gansters galácticos cometió la peor de las infracciones temporales: Salvar la vida a quien se supone debería estar muerto en una línea temporal correcta.
-No le entiendo… ¿Se está refiriendo a Sarman Dar?
-Al mismo, embajador.
-Sé que hace más de un siglo la nave que comandaba el capitán Kirk y la de Sarman tuvo un encuentro que acabó con la derrota de ellos.
-¿No ocurrió entonces una anomalía temporal?
-Efectivamente, -confirmó el hijo de Sarek. –El comandante Sulu envejeció casi 30 años [4] .
-Y ahora ha sido el Nexus, Spock. ¿No lo está viendo?
El vulcaniano asintió levantando una ceja
-¿Qué tiene que ver usted en toda esta historia?
-Le estoy ofreciendo la misma ayuda que hace dos siglos le di al capitán Archer. Soy un agente temporal de la Federación y mi misión es vigilar la coherencia de todas las líneas del tiempo. Recuerde que el Tiempo es como una flecha, sólo debe ir en un sentido. Cualquier intento de desviar la flecha del tiempo tendrá también consecuencias cósmicas.
-¿Y qué pretenden esos Sulibans? ¿Por qué están aquí?
-A ellos les está ayudando una misteriosa entidad que puede controlar todas las líneas temporales. Si ellos lograsen abrir una brecha en esta era, sería el fin. Ya hace dos siglos estuvieron a punto de cambiar la línea temporal de la Tierra, en concreto la de la 2ª Guerra Mundial [5] . Gracias a Archer eso acabó mal para ellos… y casi para mí.
-Ese dato lo desconocía.
-Porque es información secreta. Le ofrezco un chip con el que podrá viajar con su nave al espacio Suliban a través del tiempo y del espacio. Sólo tiene que readaptarlo y colocarlo en los displays que conectan el ordenador de a bordo con el motor warp de su lanzadera. ¿Colaborará conmigo, embajador?
-¿Por qué yo, Daniels?
-Porque usted es tan consciente como yo de la importancia de salvaguardar la Primera Directriz Temporal, recuerde que existe al igual que la que regula la exploración espacial. Cuando acabe la misión, sé que usted sabrá conservar este secreto en aras de la normalización temporal.
-De acuerdo, pero le recuerdo que tenemos a dos intrusos Suliban en el interior de la USS Farragut.
-Lo sé, Spock. Pero debe creerme, si logramos localizar esa nave de apoyo que les está ayudando, le puedo asegurar que esos intrusos no tendrán más opción que desistir y una gran parte de la batalla estará ganada.
-Es una posibilidad… lógica.
-Es nuestra única posibilidad, embajador. Esa nave, si usted no lo sabía, usa el subespacio para camuflarse: Por eso sus escáneres de corto y largo alcance no la detectan, sólo las emanaciones residuales que genera: partículas subespaciales delta y cronitrones. Esa nave ha estado navegando debajo de ustedes, Spock, y nadie se ha enterado. Nadie que no posea la tecnología del siglo 31 o la propia de los Suliban.
-De acuerdo, le ayudaré, Daniels.
-Se lo agradezco, le aseguro que salvaremos millones de vidas en todas las líneas temporales.
-Señor, -interrumpió el colega vulcaniano de Spock. –Según el ordenador de a bordo estamos entrando en el sistema estelar de Deneva V.
-¿Algún dato de relevancia, ingeniero Sorak?
-En breves minutos-luz tomaremos contacto con el cinturón de asteroides helados de Oort de dicho sistema estelar.
-Un sitio muy propicio para esconderse. –añadió Daniels. –Nos dirigiremos hacia allí. Tarde o temprano, la USS Farragut deberá pasar por ahí. Están también en nuestra ruta de intercepción.
La lanzadera prosiguió su camino en pos de lo desconocido y dejando un halo multicolor tras de sí.
-¿Viene usted del futuro?
-Sí, aunque su lógica no lo conciba, es totalmente cierto.
-Le creo.-Spock miró con curiosidad vulcaniana a su interlocutor. –Así que usted el ‘ser misterioso’ del que tanto habla en sus memorias el primer capitán del Enterprise?
-Tal vez…
-La situación es realmente desesperada. Si los Suliban consiguen abrir un nuevo frente de Guerra Temporal en este siglo será un desastre de consecuencias paradójicas impredecibles.
-¿Qué está insinuando, Daniels?
-Me tiene usted que ayudar, embajador Spock. Esa facción de gansters galácticos cometió la peor de las infracciones temporales: Salvar la vida a quien se supone debería estar muerto en una línea temporal correcta.
-No le entiendo… ¿Se está refiriendo a Sarman Dar?
-Al mismo, embajador.
-Sé que hace más de un siglo la nave que comandaba el capitán Kirk y la de Sarman tuvo un encuentro que acabó con la derrota de ellos.
-¿No ocurrió entonces una anomalía temporal?
-Efectivamente, -confirmó el hijo de Sarek. –El comandante Sulu envejeció casi 30 años [4] .
-Y ahora ha sido el Nexus, Spock. ¿No lo está viendo?
El vulcaniano asintió levantando una ceja
-¿Qué tiene que ver usted en toda esta historia?
-Le estoy ofreciendo la misma ayuda que hace dos siglos le di al capitán Archer. Soy un agente temporal de la Federación y mi misión es vigilar la coherencia de todas las líneas del tiempo. Recuerde que el Tiempo es como una flecha, sólo debe ir en un sentido. Cualquier intento de desviar la flecha del tiempo tendrá también consecuencias cósmicas.
-¿Y qué pretenden esos Sulibans? ¿Por qué están aquí?
-A ellos les está ayudando una misteriosa entidad que puede controlar todas las líneas temporales. Si ellos lograsen abrir una brecha en esta era, sería el fin. Ya hace dos siglos estuvieron a punto de cambiar la línea temporal de la Tierra, en concreto la de la 2ª Guerra Mundial [5] . Gracias a Archer eso acabó mal para ellos… y casi para mí.
-Ese dato lo desconocía.
-Porque es información secreta. Le ofrezco un chip con el que podrá viajar con su nave al espacio Suliban a través del tiempo y del espacio. Sólo tiene que readaptarlo y colocarlo en los displays que conectan el ordenador de a bordo con el motor warp de su lanzadera. ¿Colaborará conmigo, embajador?
-¿Por qué yo, Daniels?
-Porque usted es tan consciente como yo de la importancia de salvaguardar la Primera Directriz Temporal, recuerde que existe al igual que la que regula la exploración espacial. Cuando acabe la misión, sé que usted sabrá conservar este secreto en aras de la normalización temporal.
-De acuerdo, pero le recuerdo que tenemos a dos intrusos Suliban en el interior de la USS Farragut.
-Lo sé, Spock. Pero debe creerme, si logramos localizar esa nave de apoyo que les está ayudando, le puedo asegurar que esos intrusos no tendrán más opción que desistir y una gran parte de la batalla estará ganada.
-Es una posibilidad… lógica.
-Es nuestra única posibilidad, embajador. Esa nave, si usted no lo sabía, usa el subespacio para camuflarse: Por eso sus escáneres de corto y largo alcance no la detectan, sólo las emanaciones residuales que genera: partículas subespaciales delta y cronitrones. Esa nave ha estado navegando debajo de ustedes, Spock, y nadie se ha enterado. Nadie que no posea la tecnología del siglo 31 o la propia de los Suliban.
-De acuerdo, le ayudaré, Daniels.
-Se lo agradezco, le aseguro que salvaremos millones de vidas en todas las líneas temporales.
-Señor, -interrumpió el colega vulcaniano de Spock. –Según el ordenador de a bordo estamos entrando en el sistema estelar de Deneva V.
-¿Algún dato de relevancia, ingeniero Sorak?
-En breves minutos-luz tomaremos contacto con el cinturón de asteroides helados de Oort de dicho sistema estelar.
-Un sitio muy propicio para esconderse. –añadió Daniels. –Nos dirigiremos hacia allí. Tarde o temprano, la USS Farragut deberá pasar por ahí. Están también en nuestra ruta de intercepción.
La lanzadera prosiguió su camino en pos de lo desconocido y dejando un halo multicolor tras de sí.
Los dos intrusos de la USS Farragut llegaron por uno de los conductos hasta un corredor apenas iluminado, cercano a la habitación de los Dar; saltaron ágilmente desde lo alto.
-¡Y ahora camuflémonos! –Dijo Sarman a su subordinado.
Se escondieron intentando buscar el amparo de las sombras y se arrimaron a una pared. Ambos apretaron un dispositivo que les permitió hacerse invisible a los escáneres y sensores. Pero lo que no sospechaban es que Manek, administrador de la familia Dar había estado presenciando todo la metamorfosis en la confluencia de dos corredores. Su sorpresa fue mayúscula cuando escuchó hablar entre sí a los dos Sulibans.
-Esa voz la conozco, ¿Eres acaso Sarman Dar?
Sarman se dio la vuelta precipitadamente. Se vio descubierto, y salió de su invisibilidad. Delante del testigo romulano se convirtió de Suliban a Romulano. Y de una cartuchera al cinto sacó su disruptor y empuñó el arma hacia donde estaba Manek. El ayudante, Suliban, se dio la vuelta con él y reaccionó de la misma manera.
-Manek, viejo amigo… Supongo que te gustará más esta apariencia, te será más familiar.
-¿Por qué eres un Suliban? ¿Qué te han hecho esa gente?
-Es una antigua historia que resultaría larga y tediosa de contar. Pero a este pueblo les debo la vida; y el precio es mínimo a cambio de servirles. Además, serviré con honor y decoro a nuestro Imperio como antiguo centurión de la Guardia Imperial entregándoos.
-Nos has traicionado, maldito… ¿A cambio de qué?-Gritó el disidente romulano.
-¡¡De esto!! –Dijo Sarman Dar apretando el sensor de su disruptor.
Un fogonazo como el de una supernova iluminó fugazmente el corredor. El otro Suliban se aseguró de que nadie hubiera visto lo ocurrido.
Manek se tapó los ojos. El impacto fue a darle en lo que sería el estómago humano y cayó pesadamente de bruces.
Sarman se acercó rápidamente hasta él. Vio que había caído con los ojos abiertos. Buscó alguna señal, aunque fuera débil, de pulso.
-Axais, le disparé en modo aturdir… Sin embargo su viejo corazón romulano no ha podido aguantar la descarga energética de mi disparo.
-Tenemos que esconderle, Sarman… Si no, se darán cuenta de que…
-¿…Qué estamos aquí? Ya lo saben, Axais. Ahora tenemos que despistarles. Ya que la suerte de la misión está echada vamos a llevarla a cabo hasta sus últimas consecuencias. Nos separaremos y ejecutaremos el plan tal cual estaba previsto con el Benefactor Temporal. Es nuestra última esperanza para los Suliban Cabal y para mí… Por fín me podré vengar de ese maldito vulcaniano y deshonrar la memoria del cobarde de Kirk que estuvo a punto de matarme en ese ataque.
-¡¡O éxito o muerte, mi señor!!
-¡O éxito o muerte, Axais!
-Axais, aquí nos despedimos. Ya sabes a dónde tienes que ir y hasta quién debes ir.
-Sí, señor. –Dijo el Suliban haciendo el saludo romulano. –Jolan Trú. El Suliban asumió de nuevo su estado de invisibilidad y se perdió en la oscuridad de la galería ante los ojos de Sarman Dar.
Sarman se metió en por un corredor arrastrando el cuerpo de Manek.
Se escuchó un disparo de fáser. Después, el silencio.
Continuará...
-¡Y ahora camuflémonos! –Dijo Sarman a su subordinado.
Se escondieron intentando buscar el amparo de las sombras y se arrimaron a una pared. Ambos apretaron un dispositivo que les permitió hacerse invisible a los escáneres y sensores. Pero lo que no sospechaban es que Manek, administrador de la familia Dar había estado presenciando todo la metamorfosis en la confluencia de dos corredores. Su sorpresa fue mayúscula cuando escuchó hablar entre sí a los dos Sulibans.
-Esa voz la conozco, ¿Eres acaso Sarman Dar?
Sarman se dio la vuelta precipitadamente. Se vio descubierto, y salió de su invisibilidad. Delante del testigo romulano se convirtió de Suliban a Romulano. Y de una cartuchera al cinto sacó su disruptor y empuñó el arma hacia donde estaba Manek. El ayudante, Suliban, se dio la vuelta con él y reaccionó de la misma manera.
-Manek, viejo amigo… Supongo que te gustará más esta apariencia, te será más familiar.
-¿Por qué eres un Suliban? ¿Qué te han hecho esa gente?
-Es una antigua historia que resultaría larga y tediosa de contar. Pero a este pueblo les debo la vida; y el precio es mínimo a cambio de servirles. Además, serviré con honor y decoro a nuestro Imperio como antiguo centurión de la Guardia Imperial entregándoos.
-Nos has traicionado, maldito… ¿A cambio de qué?-Gritó el disidente romulano.
-¡¡De esto!! –Dijo Sarman Dar apretando el sensor de su disruptor.
Un fogonazo como el de una supernova iluminó fugazmente el corredor. El otro Suliban se aseguró de que nadie hubiera visto lo ocurrido.
Manek se tapó los ojos. El impacto fue a darle en lo que sería el estómago humano y cayó pesadamente de bruces.
Sarman se acercó rápidamente hasta él. Vio que había caído con los ojos abiertos. Buscó alguna señal, aunque fuera débil, de pulso.
-Axais, le disparé en modo aturdir… Sin embargo su viejo corazón romulano no ha podido aguantar la descarga energética de mi disparo.
-Tenemos que esconderle, Sarman… Si no, se darán cuenta de que…
-¿…Qué estamos aquí? Ya lo saben, Axais. Ahora tenemos que despistarles. Ya que la suerte de la misión está echada vamos a llevarla a cabo hasta sus últimas consecuencias. Nos separaremos y ejecutaremos el plan tal cual estaba previsto con el Benefactor Temporal. Es nuestra última esperanza para los Suliban Cabal y para mí… Por fín me podré vengar de ese maldito vulcaniano y deshonrar la memoria del cobarde de Kirk que estuvo a punto de matarme en ese ataque.
-¡¡O éxito o muerte, mi señor!!
-¡O éxito o muerte, Axais!
-Axais, aquí nos despedimos. Ya sabes a dónde tienes que ir y hasta quién debes ir.
-Sí, señor. –Dijo el Suliban haciendo el saludo romulano. –Jolan Trú. El Suliban asumió de nuevo su estado de invisibilidad y se perdió en la oscuridad de la galería ante los ojos de Sarman Dar.
Sarman se metió en por un corredor arrastrando el cuerpo de Manek.
Se escuchó un disparo de fáser. Después, el silencio.
Continuará...
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Referencias:
1 .- Piel sintética que se usa desde el s.XXIII en operaciones y graves lesiones. Puede ser artificial y de cultivo. Aparece mencionada en varias novelas de ST.
2 .- TOS:"Operation: Annihilate".
3 .- ST V: La Frontera Final.
4 .- Alusión a eventos de Star Trek: New Voyages (WEAT)
5 .- “Shockwave I-II” (ENT)
1 .- Piel sintética que se usa desde el s.XXIII en operaciones y graves lesiones. Puede ser artificial y de cultivo. Aparece mencionada en varias novelas de ST.
2 .- TOS:"Operation: Annihilate".
3 .- ST V: La Frontera Final.
4 .- Alusión a eventos de Star Trek: New Voyages (WEAT)
5 .- “Shockwave I-II” (ENT)
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