| Título: Reencuentros (XI): Deneva Autor: Sikileia Portada: Esteban Decker Publicado en: Noviembre 2007
Sólo los sulibán pueden impedir un entierro tranquilo para James T. Kirk.
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El espacio, la ultima frontera. Estos son los viajes de la nave estelar Enterprise, buscando nuevos mundos, nuevas civilizaciones, para llegar hacía donde ningún hombre ha llegado jamás.
Gene Rodenberry y Action Tales presentan:
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Creado por Gene Rodenberry
Caithlin Dar miraba las estrellas por la cristalera de la sala de recepción cuando en ese momento entró Spock en el dormitorio acompañado por Manek.
-¿Ha terminado todo, embajador?
-Sí, estamos fuera de peligro… Aunque no por mucho tiempo… Todavía anda escapado por ahí Sarman…
-No lo creo ya… Le maté yo mismo, embajador. –Respondió Manek.
-¿Usted?
-Cuando encontraron al Suliban en las dependencias de la cónsul… En un corredor de la nave… Me emboscó el que parecía ser el jefe de ellos.
-¿A usted? –Le preguntó Dar muy extrañada.
-Sí, mi señora. Me disparó con su fáser en modo aturdir.
-¿Y qué hizo?
-Entonces yo paré mi corazón y fingí mi propia muerte.
-Es una opción muy lógica. –Dijo Spock.
-Luego vi que Sarman iba a rematarme y fue cuando reaccioné. Le puse la zancadilla y cayó… Luchamos… Entonces fue cuando la boquilla del arma estaba en contra él, se disparó… y…
-No hace falta que sea más explícito, Manek. –Le ordenó la excónsul. -Le debemos a usted el habernos salvado. ¿Pero cómo es que no lo ha comentado antes?
-Según las enseñanzas de Surak no hay que esperar a que nos den las gracias, simplemente hay que actuar.
-Correcto, consejero. –Confirmó Spock. –Es una de las enseñanzas del libro de Kir’shara.
-Gracias, cónsul, puede retirarse.
-Sí, señora.
Spock y Dar miraron cómo se iba el consejero Manek mientras desaparecía por la puerta.
-Me resulta un poco extraño… Aunque es Manek…noto algo en él que no es propio de Manek… -Dijo Caithlin Dar.
-La pregunta lógica sería aquí… ¿Cómo sabe el detalle de parar el corazón… Eso no se lo habíamos comentado a nadie…
-La misma pregunta me la estaba haciendo yo, embajador. Créame que Manek no tendría que saberlo. No me siento segura con nadie, embajador.
-Le entiendo… y debe estar preparada, si ha atentado una vez lo volverá a hacer. Intentaré estar lo más cerca de usted en todo momento.
-Gracias.
-Y ahora, discúlpeme, debo retirarme a mis aposentos a meditar.
-¿Ha terminado todo, embajador?
-Sí, estamos fuera de peligro… Aunque no por mucho tiempo… Todavía anda escapado por ahí Sarman…
-No lo creo ya… Le maté yo mismo, embajador. –Respondió Manek.
-¿Usted?
-Cuando encontraron al Suliban en las dependencias de la cónsul… En un corredor de la nave… Me emboscó el que parecía ser el jefe de ellos.
-¿A usted? –Le preguntó Dar muy extrañada.
-Sí, mi señora. Me disparó con su fáser en modo aturdir.
-¿Y qué hizo?
-Entonces yo paré mi corazón y fingí mi propia muerte.
-Es una opción muy lógica. –Dijo Spock.
-Luego vi que Sarman iba a rematarme y fue cuando reaccioné. Le puse la zancadilla y cayó… Luchamos… Entonces fue cuando la boquilla del arma estaba en contra él, se disparó… y…
-No hace falta que sea más explícito, Manek. –Le ordenó la excónsul. -Le debemos a usted el habernos salvado. ¿Pero cómo es que no lo ha comentado antes?
-Según las enseñanzas de Surak no hay que esperar a que nos den las gracias, simplemente hay que actuar.
-Correcto, consejero. –Confirmó Spock. –Es una de las enseñanzas del libro de Kir’shara.
-Gracias, cónsul, puede retirarse.
-Sí, señora.
Spock y Dar miraron cómo se iba el consejero Manek mientras desaparecía por la puerta.
-Me resulta un poco extraño… Aunque es Manek…noto algo en él que no es propio de Manek… -Dijo Caithlin Dar.
-La pregunta lógica sería aquí… ¿Cómo sabe el detalle de parar el corazón… Eso no se lo habíamos comentado a nadie…
-La misma pregunta me la estaba haciendo yo, embajador. Créame que Manek no tendría que saberlo. No me siento segura con nadie, embajador.
-Le entiendo… y debe estar preparada, si ha atentado una vez lo volverá a hacer. Intentaré estar lo más cerca de usted en todo momento.
-Gracias.
-Y ahora, discúlpeme, debo retirarme a mis aposentos a meditar.
Las dos naves federales entraron en la órbita de Deneva V, el planeta de la belleza, como era llamado en los mundos de la Federación.
Era un planeta casi mágico, de tonalidades verdes y azules. El quinto de un sistema solar de 12 planetas.
Alrededor de Deneva V orbitaba una de las mayores bases estelares de la Federación, que había sido construida ahuecando uno de los asteroides que hacían de satélite del gigantesco planeta.
Ahora el platillo USS Farragut estaba en puerto seguro, siendo remolcado hacia uno de los diques espaciales de la Estación espacial.
Desde uno de los despachos de la Estación Estelar Jean-Luc Picard, William T. Riker y Henry Zimmerman observaban resurgir la estrella Deneva tras el horizonte limitado sobre el que se extendía la base.
Ingrávida como una reina, el planeta Deneva les devolvió por unos segundos la sensación de estar en casa.
Zimmerman rompió el silencio:
-El féretro con los restos del capitán Kirk ha sido por fin trasladado a la superficie… No podrá decir que este último viaje ha sido precisamente tranquilo.
Picard y Riker sonrieron.
-Ha sido muy de su estilo, como lo fue su misión en Veridiano III… A veces me pregunto si hice mal en llevarle a nuestra era para que acabara así.
-Hizo lo que pudo, señor. –Le consoló Riker.
-Era su deber, capitán Picard, no tenga remordimientos por eso… Y lo aceptó voluntariamente. –Le intentó confortar el capitán alemán.
-Sí… Pero ya no será lo mismo… ¿Sabe cuánta gente que conozco ha muerto en tan poco tiempo? ¿Hasta cuánto puedo cargar con ello en mi conciencia?
-Pida un permiso, Picard. Lo necesitará durante algún tiempo.
-Venga conmigo a Alaska, señor. Le aseguro que los paisajes con pinos y sus lagos le van a gustar mucho. –Sugirió el Primer Oficial.
-Eso es lo que haré, Número Uno. Tengo permisos acumulados y va siendo hora de que me centre en mi mismo. Ya he hecho demasiado por los demás.
En ese momento entró el Almirante Bowers por la puerta llevando un PADD en sus manos. Picard, Riker y Zimmerman se giraron.
Bowers se sentó en una gran mesa de ébano, y miró brevemente su dispositivo electrónico.
-Caballeros, por favor, tomen asiento.
Los tres oficiales se colocaron frente al almirante. Su gesto parecía serio y tenso.
-He leído su informe, Picard… Me parece increíble que sólo con ayuda de una lanzadera y la de la nave USS Yorktown hayan parado lo que parecía ser una invasión galáctica a gran escala.
-Bueno, más que yo, el mérito ha sido del embajador Spock. Es al él a quien debería reconocérsele el éxito de esta misión. El comandante Riker también le podrá decir mejor que yo lo ocurrido, él estuvo allí para verlo.
-El… embajador… Spock… -farfulló Bowers. –La Federación le agradece sus esfuerzos, pero para algunos altos estamentos de la Flota Estelar no es una persona grata.
-¿Por qué está intentando reunificar Rómulo con Vulcano? –Inquirió serio William Riker.
-No me opongo a ello… Pero es la manera de llevar este asunto la que ha crispado a algunos sectores de la Federación y ahora… encima esos refugiados romulanos…
-¿No están en su derecho el ser acogidos aquí como exiliados? Lo llevamos haciendo desde que nació la federación hace casi 200 años.
-Por supuesto, capitán Picard… Pero, si Spock no hubiera participado en esta… operación y justo ahora que estábamos a punto de comenzar las negociaciones con los nuevos líderes del Senado Romulano.
-Señor, pero esto es obra del Tal Shiar… no del Senado Romulano… Usted no sabe lo que han hecho con la familia de Caithlin Dar…
En ese momento un pitido se oyó en la Terminal del almirante. Los cuatro oficiales se callaron.
-Aquí Bowers.
-Señor, -Respondió una voz femenina al otro lado del aparato. –Le quería anunciar que está todo preparado para las exequias del capitán James T. Kirk en el edificio de la Administración Colonial. Pueden bajar cuando quieran.
-De acuerdo, allí vamos. Corto. -Los cuatro hombres se alzaron y Bowers en su habitual tono circunspecto prosiguió: -Esta bien, caballeros, pueden retirarse. Continuaremos la conversación en otro momento más idóneo.
Era un planeta casi mágico, de tonalidades verdes y azules. El quinto de un sistema solar de 12 planetas.
Alrededor de Deneva V orbitaba una de las mayores bases estelares de la Federación, que había sido construida ahuecando uno de los asteroides que hacían de satélite del gigantesco planeta.
Ahora el platillo USS Farragut estaba en puerto seguro, siendo remolcado hacia uno de los diques espaciales de la Estación espacial.
Desde uno de los despachos de la Estación Estelar Jean-Luc Picard, William T. Riker y Henry Zimmerman observaban resurgir la estrella Deneva tras el horizonte limitado sobre el que se extendía la base.
Ingrávida como una reina, el planeta Deneva les devolvió por unos segundos la sensación de estar en casa.
Zimmerman rompió el silencio:
-El féretro con los restos del capitán Kirk ha sido por fin trasladado a la superficie… No podrá decir que este último viaje ha sido precisamente tranquilo.
Picard y Riker sonrieron.
-Ha sido muy de su estilo, como lo fue su misión en Veridiano III… A veces me pregunto si hice mal en llevarle a nuestra era para que acabara así.
-Hizo lo que pudo, señor. –Le consoló Riker.
-Era su deber, capitán Picard, no tenga remordimientos por eso… Y lo aceptó voluntariamente. –Le intentó confortar el capitán alemán.
-Sí… Pero ya no será lo mismo… ¿Sabe cuánta gente que conozco ha muerto en tan poco tiempo? ¿Hasta cuánto puedo cargar con ello en mi conciencia?
-Pida un permiso, Picard. Lo necesitará durante algún tiempo.
-Venga conmigo a Alaska, señor. Le aseguro que los paisajes con pinos y sus lagos le van a gustar mucho. –Sugirió el Primer Oficial.
-Eso es lo que haré, Número Uno. Tengo permisos acumulados y va siendo hora de que me centre en mi mismo. Ya he hecho demasiado por los demás.
En ese momento entró el Almirante Bowers por la puerta llevando un PADD en sus manos. Picard, Riker y Zimmerman se giraron.
Bowers se sentó en una gran mesa de ébano, y miró brevemente su dispositivo electrónico.
-Caballeros, por favor, tomen asiento.
Los tres oficiales se colocaron frente al almirante. Su gesto parecía serio y tenso.
-He leído su informe, Picard… Me parece increíble que sólo con ayuda de una lanzadera y la de la nave USS Yorktown hayan parado lo que parecía ser una invasión galáctica a gran escala.
-Bueno, más que yo, el mérito ha sido del embajador Spock. Es al él a quien debería reconocérsele el éxito de esta misión. El comandante Riker también le podrá decir mejor que yo lo ocurrido, él estuvo allí para verlo.
-El… embajador… Spock… -farfulló Bowers. –La Federación le agradece sus esfuerzos, pero para algunos altos estamentos de la Flota Estelar no es una persona grata.
-¿Por qué está intentando reunificar Rómulo con Vulcano? –Inquirió serio William Riker.
-No me opongo a ello… Pero es la manera de llevar este asunto la que ha crispado a algunos sectores de la Federación y ahora… encima esos refugiados romulanos…
-¿No están en su derecho el ser acogidos aquí como exiliados? Lo llevamos haciendo desde que nació la federación hace casi 200 años.
-Por supuesto, capitán Picard… Pero, si Spock no hubiera participado en esta… operación y justo ahora que estábamos a punto de comenzar las negociaciones con los nuevos líderes del Senado Romulano.
-Señor, pero esto es obra del Tal Shiar… no del Senado Romulano… Usted no sabe lo que han hecho con la familia de Caithlin Dar…
En ese momento un pitido se oyó en la Terminal del almirante. Los cuatro oficiales se callaron.
-Aquí Bowers.
-Señor, -Respondió una voz femenina al otro lado del aparato. –Le quería anunciar que está todo preparado para las exequias del capitán James T. Kirk en el edificio de la Administración Colonial. Pueden bajar cuando quieran.
-De acuerdo, allí vamos. Corto. -Los cuatro hombres se alzaron y Bowers en su habitual tono circunspecto prosiguió: -Esta bien, caballeros, pueden retirarse. Continuaremos la conversación en otro momento más idóneo.
El mar rielaba bajo un sol mañanero. Una suave brisa rizaba de espuma la orilla del mar denevano.
La capital de la colonia era una hermosa ciudad de calles rectilíneas y ajardinadas. Deneva V había sido una de las primeras colonias fundadas por los terrícolas en el albor de la era interestelar aunque con el tiempo se había acabando convirtiendo en una ciudad cosmopolita. Unos dos millones vivían en el planeta del cual un tercio lo hacía en la Capital Colonial.
El edificio de la Administración Colonial estaba a las afueras de la capital, al borde de una de las playas que rodeaban a la ciudad. La construcción tenía una gran cúpula geodésica y parecía la inmensa concha de una tortuga descansando frente a la inmensidad del mar azulado. Una estatua de la cultura Edo vigilaba inmutable aquel recinto.
En los alrededores del edificio, había un trasiego continuo de personalidades y miembros de la tripulación de la Farragut y la Yorktown. Un cordón de guardias federales controlaba el recinto formando un infranqueable perímetro de seguridad.´
Minutos antes de empezar la ceremonia, las autoridades locales con la Presidente de la Federación de Planetas Unidos, la boliano Min Zife invitaron a un grupo selecto de personalidades a un piscolabis en el que podían encontrarse extraños aperitivos hechos de ingredientes vegetales y exóticos zumos.
Como la mayoría de los miembros eran vegetarianos o al menos en una gran parte no había ningún ingrediente animal para no ofender la sensibilidad de nadie.
Spock se hallaba conversando con Scotty y Picard mientras tomaban algunos aperitivos vegetales. Cuando aparecieron los miembros del USS Farragut por la puerta, Picard se despidió educadamente de los dos amigos de Kirk y se encaminó para ellos.
Spock entonces llevó a una esquina de la sala a Scotty y le dijo en voz baja:
-He visto unos movimientos sospechosos de Manek yendo y viniendo todo el rato hacia una de las terrazas de la sala de actos de este edificio… Cuando su sitio real es abajo. Hice bien en ponerle ese nanosensor en su vestido cuando le vi en los aposentos de Caithlin Dar.
-Me parece muy sospechoso también, señor Spock. Que yo recuerde, Manek era muy callado y reservado y en cambio éste Manek parece ser más abierto y conversador.
-No se fíe de las apariencias, señor Scott.
-Ya lo hago, señor Spock… Ojos es lo que no me faltan.
-No pierda la vista sobre la cónsul. Me temo que Manek, o quien quiera que lo esté suplantando intentará llevar
Caithlin Dar apareció con su vestido de gala negro de corte vulcaniano; poco a poco la ex - cónsul de Romulo estaba adaptándose a las modas y costumbres del que iba a ser su nuevo hogar, el planeta nativo de Spock. De hecho, sus hijos habían sido instruidos en los dictados de la Lógica por el mismísimo embajador en varias clases clandestinas.
Manek, vestido con una media túnica y llevando protocolariamente un bastón, se acercó hasta ella y le entregó una especie de medallón dorado y con rubíes colocándoselo al cuello. Caithlin Dar asintió con la cabeza y el consejero la saludó brevemente y desapareció por la puerta.
Spock y Scotty continuaban mirando la escena.
-Señor Spock, ese medallón contiene unas emanaciones ligeras de neutrinos… y no es precisamente de las gemas que lleva incrustadas.
-¿Cómo lo sabe usted?
De su chaqueta sacó un pequeño tricorder del siglo XXIII. Spock levantó una ceja. Y a un lado de su cinturón llevaba un antiguo fáser que a Spock le resultó más que familiar.
-¿Cómo ha logrado entrar con eso? Supuestamente las armas y dispositivos sensores están vetadas en este acto.
-El arte del contrabando existe desde la noche de los tiempos, señor Spock y en Escocia ahí somos unos maestros.
-¿Sabe a lo que se expone llevando estas cosas?
-¿Y sabe usted a lo que se expondría la Federación si ese Sarman o quien-fuera llegara hacer de las suyas?
-Comprendo. Salga conmigo un momento. –Dijo Spock adelantándose en su paso hacia la puerta principal.
El vulcaniano y el ingeniero terrestre salieron de la sala.
Un grupo de oficiales de seguridad vestidos con los nuevos uniformes de la federación y llevando rifles fáser de compresión les saludaron a su paso sin sospechar nada.
-Embajador, -dijo uno de ellos. -¿Hacia dónde van?
-Necesito un espacio para llevar a cabo mi meditación. ¿Podrían indicarme algún sitio?
-Si… Si quieren pueden ir a la sala de arriba, es una antigua sala de recepción abandonada pero pueden disponer de ellas.
-Gracias. -Respondió asintiendo con la cabeza.
Cuando se hubieron alejado unos metros, Scott le reprochó:
-Podría haberme dejado a mí. No sé si lo sabe pero usted ha mentido.
-Sólo no he dicho una no-verdad. Además los vulcanianos ya se sabe que no mentimos.
-Pero lo ha hecho, señor. Podría haberme dejado parlamentar con ellos.
-Pero si le hubiera dejado a usted, no creo que hubiera salido de este edificio sin estar esposado. Sus emociones le habrían traicionado.
Llegaron entonces a la sala indicada. Estaba a oscuras.
-Computadora, un cuarto de luz. –Ordenó Spock. –La luz se encendió apareciendo una especie de divanes en el suelo con una mesa de cristal baja. –Así está mejor. Ahora déme su fáser, señor Scott.
-¿Y yo qué hago, capitán?
-Veo que tiene su comunicador. Déjemelo un segundo.
-Tenga. –Respondió mientras se lo quitaba del pecho y se lo ponía en su mano.
Con la paciencia propia de un relojero, el embajador vulcaniano abrió los dos comunicadores personales por detrás y manipuló unos pequeños cables y unos chips.
-Ahora está mejor. He puenteado las comunicaciones entre su comunicador y el mío para que funcionen en otra banda, así estaremos en contacto permanente sin que nos descubran.
-¿Qué plan tiene, embajador?
-Usted se encargará de monitorizar con su tricorder a la cónsul. Yo me encargaré de Manek… o Sarman.
-¿Sarman?
-¿No lo sabía? Esos sulibanes le dieron también algunas habilidades metamórficas. Pero no son completas. Él necesita volver a su estado normal como Suliban para regenerar su epidermis, por eso se está ausentando todo el tiempo de la sala…
-Maldición… -Farfulló Scotty entre dientes. –Es un tema serio.
-Que puede tener consecuencias cósmicas incalculables si no lo detenemos a tiempo.
-De acuerdo, Scott… Usted vaya a ocupar su asiento que yo me quedo aquí velando por la seguridad de todos nosotros.
Los miembros de varios mundos de la Federación fueron tomando asiento bajo la cúpula semitransparente del salón de actos. También en una especie de estrado principal estaban los antiguos compañeros de tripulación del capitán Kirk, Uhura, Chekov, Sulu y su hija Demora, McCoy, todos ultracentenarios.
Scotty llegó unos minutos más tarde y tras saludar uno por uno a sus compañeros de nave, se sentó al lado de ellos.
En otra fila varios metros atrás, Picard, Zimmerman y los tripulantes de sus dos respectivas naves. Custodiada por varios vigilantes de seguridad vestidos con el uniforme color mostaza, el grupo de refugiados romulanos presididos por Caithlin Dar habían sido también de los primeros invitados en tomar asiento.
Picard miró tanto el asiento de Spock como el de Manek, el primero estaba ocupado por Demora mientras que el de Manek estaba vacío. Entonces abrió su comunicador:
-Equipos de seguridad mantengan la alerta amarilla continuamente.
En el medio, sobre un catafalco rojo y envuelto con la bandera de la Federación de Planetas Unidos, estaba el ataúd de James T. Kirk, héroe de dos generaciones.
Presidiendo el acto estaban el Presidente de la Federación y varios altos cargos de la Federación, entre ellos el Almirante Bowers.
En ese momento llegó un hombre mayor, de rudo aspecto y rizadas canas. A pesar de que el paso del tiempo había dejado huella en su rostro, todavía conservaba una cierta juventud y viveza en la mirada. Iba acompañado también de una mujer mayor que se apoyaba de su brazo izquierdo y llevaba una corona de flores azules.
Picard se fijó detenidamente en él:
-¿Quién es ese hombre?
Una persona entrada en años que había a su lado le dio unos golpecitos en el hombro para llamar la atención y le dijo:
-Es… Peter Kirk, sobrino del capitán Kirk, antiguo miembro de la Flota Estelar y ex gobernador de la Colonia.
-¿Peter Kirk? –Exclamó sorprendido el capitán francés. –Si, ya recuerdo… ¿No lo rescató el capitán James T. … Kirk cuando su mundo fue presa de aquellos parásitos neurales?
-El mismo, señor.
Picard se llevó la mano a la barbilla, según sus cálculos aquel hombre debía ser mucho mayor.
Peter Samuel Kirk continuó caminando con su pareja hasta donde estaba el féretro y depositó allí su corona. Después, se trasladaron hasta su asiento.
La presidenta de la Fedración Unida de Planetas, la boliana Min Zife se dirigió a la rebosante audiencia que ocupaba la sala. Comenzó haciendo el saludo inicial de bienvenida para después estar en silencio mientras sonaba el himno de la Federación.
Entonces varias delegaciones de mundos comenzaron a dejar ramos hechos con flores de cada lugar propio de su planeta. Planetas como Capella IV, Andor o Vulcano.
Mientras, por otro de los corredores, Spock caminaba sigiloso, al amparo de las sombras. Se paró en una esquina y observó el fáser que le había dado Scotty. Era de finales del siglo XXIII. Comprobó si estaba activo. La energía estaba al máximo.
De repente unas pisadas retumbaron en los oscurecidos corredores. Spock se asomó de refilón y pudo ver a una figura encapuchad con un bastón a doblar una esquina al fondo del corredor.
Colocó el arma en posición de aturdir.
Entonces le sonó un pitido en el comunicador. Era el ingeniero escocés del USS Enterprise.
-Aquí Spock.
-Estoy detectando un aumento en la actividad de los neutrinos. Sin duda el mecanismo de la bomba o lo que lleve ese medallón se ha activado.
-Está bien. No le quite la vista. Mientras, he visto de nuevo a nuestro sospechoso ir escaleras arriba. Subiré a ver qué pasa.
-Scotty fuera.
Spock dobló la misma esquina que el extraño intruso. Vio que el corredor conducía a unas escaleras. Las subió de una en una con sumo cuidado y fáser en mano.
Allí, al fondo, en una especie de balconada que daba al salón de actos una silueta agachada comenzaba a dividir el bastón en varias partes que parecían desenroscarse.
Spock se acercó unos metros más hasta donde estaba el intruso.
Entonces de repente, éste se dio la vuelta.
-Embajador, déjese de jugar conmigo al gato y al ratón. Usted está tan metido en este barrizal como yo.
-¿Sarman?
Spock quedó estupefacto al verse a sí mismo.
-¿Sorprendido? –Dijo Sarman bajo la apariencia del falso Spock. –Ahora sí tendrán motivos para encausarle y llevarle a prisión. Usted es un traidor en dos mundos, embajador.
-Lo único que he hecho es enseñar la doctrina de Surak y hablar de reunificación, no creo que eso pueda ofender a nadie.
-A nosotros si… Embajador.
-¿Nosotros? –respondió Spock levantando una ceja.
-No soy el único que está metido en este… tinglado, por llamarlo así. Siento decirle embajador, que le HEMOS utilizado.
-¿Quiénes?
-¿Cree que estoy solo? Dígame cómo pudo llegar tan cómodamente al Espacio federal, y quién les facilitó la nave. Todo fue un montaje, Spock. Como lo fue durante 80 años, su ‘amigo’ el Senador Pardek, quien por cierto le manda sus mejores saludos.
-Una conspiración que ha durado 80 años…
-No le permitiremos que se salga con la suya… Como dicen en este mundo, la palabra que trae a Rómulo es más dañina que la espada. Y usted trayendo a Caithlin Dar a su espacio federal ha roto con el Equilibrio.
-El Equilibrio del Terror... ¿Es eso lo que quieren?
-Gente como ustedes son una amenaza para el equilibrio en la Galaxia.
En ese momento Manek-Spock sacó una pistola y disparó contra el embajador.
-¿Va a usar contra mí su obsoleta pistola de redecilla de araña?
-No más que ese fáser antiguo que tiene en su mano.
Unas ráfagas de disparos comenzaron a oírse arriba. La presidenta de la Federación que daba su discurso paró de hacerlo.
Entonces Scotty se acercó corriendo hasta donde estaba la cónsul de Rómulo.
-¡Rápido, Caithlin, déme su medallón!
-¿Por qué? ¿Qué está pasando aquí?
Unos guardias federales comenzaron a apuntar a Scotty.
-No voy armado… Sólo llevo un tricorder… Se trata de Manek, cónsul. Él no es Manek, es un usurpador. –Gritó mientras los guardias se abalanzaron sobre él y lo reducían.
-¿Qué me está diciendo?
-Hay un complot contra usted… ¿Recuerda lo que le explicamos a bordo de la USS Farragut?
-Sí…
-Por favor, quítese ese medallón… Creemos que es un detonador… ¿No se lo dio por un casual Manek?
-Sí, claro.
-¡¡Quíteselo por lo que más quiera, si es que quiere vivir!!
La cónsul hizo lo que le pidió el ingeniero escocés y lo arrojó al suelo.
En ese momento llegó Picard con Geordi LaForge y Riker. Varios hombres de seguridad les acompañaban. Montgomery Scott aún estaba en el suelo con las manos en la cabeza y varios rifles fáser apuntando hacia él.
-Señor Scott, ¿qué actitud es esta?
-Capitán, escúcheme, esto es una conspiración de la que únicamente sabemos que Manek o quienquiera que le esté suplantando, es la cabeza de turco
-Esa invasión… Ahora esto… ¿Qué está ocurriendo?
-Si cogen mi tricorder… verán que hemos estado monitorizando esta área. En este momento creo que Spock está arriba pasándolo mal mientras nosotros perdemos el tiempo discutiendo de burocracia. Cojan ese medallón y se darán cuenta de lo que les quiero decir.
-Señor Riker… Haga el favor. Tome el tricorder del Sr. Scott y verifique cuanto está diciendo.
-Sí, capitán.
Geordi LaForge estaba mirando a través de su visor el medallón.
-El señor Scott tiene toda la razón de cuanto está diciendo. El interior tiene un mecanismo que está previsto para detonar en 5 minutos.
-¡¡Maldición, hemos de evacuar la sala!!
-Podemos hacer algo mejor. Déjeme su tricorder, comandante.
El ingeniero de Picard comenzó a programar unas coordenadas en el tricorder antiguo de Scott.
-Pasen estas coordenadas a Transportación y que manden el medallón al espacio.
-De acuerdo. Picard a USS Yorktown, necesito que anoten estas coordenadas que les paso y transporten un medallón al espacio exterior.
-Aquí Transportación, al habla la USS Yorktown. Estamos detectando unas interferencias que impiden fijar la señal en el objeto, no podemos.
LaForge volvió a mirar el tricorder.
-Tres minutos, veintidós segundos para la detonación.
-¡Maldición! –Farfulló de nuevo Jean-Luc Picard.
-Si me dejaran libre podría intentar algo, señor. –Sugirió Scotty.
-Está bien, dejen libre al Sr. Scott y denle el tricorder.
-Gracias, capitán.
Scotty tomó el viejo tricorder en sus manos y en un rincón comenzó a reprogramarlo.
Mientras hacia la balconada un grupo de oficiales de seguridad enviado por Jean-Luc Picard con rifles fáser de comprensión subían raudos hacia donde estaba Spock. Quien los comandaba era Saavik, que iba acompañada por un oficial de origen hispánico, Mateo Ayala, que había servido con Picard a bordo del USS Farragut desde su incorporación días atrás a esta nave en Veridiano III.
Los disparos se oían con una frecuencia cada vez menor y de vez en cuando breves ráfagas iluminaban distintas partes del corredor.
Su sorpresa fue mayúscula cuando vieron quiénes eran los dos contrincantes…
…Spock contra Spock.
Las ráfagas volvieron a oírse de nuevo, en ese fuego cruzado uno de los oficiales resultó herido en el hombro izquierdo. El oficial cayó hacia atrás por la fuerza del tiro. De su hombro manaba abundante sangre.
Normalmente una víctima tras recibir el impacto de un fáser normal no mostraba una herida, pero aquella arma le había provocado a su oficial una gran hemorragia.
Ayala se puso a su lado y lo llevó a una zona a cubierto; el jovencísimo oficial se estremecía de dolor ante la mirada impotente de su superior.
Unas convulsiones comenzaron a hacer mella en su cuerpo, mientras Ayala, arrodillado, le sujetaba la cabeza y los hombros. Intentó taponar la herida pero vio que era una pérdida de tiempo. Unos extraños filamentos comenzaban a cubrir las pupilas de la víctima.
Saavik en un movimiento rápido se acercó hasta él.
-No hay dolor… oficial. –Dijo poniendo sus manos en puntos neurálgicos de su cuerpo. –Su dolor es mi dolor.
-¡¡No… veo!! ¡¿Qué me está… pasando?! –Chilló el oficial herido.
-¡Oh, Dios mío! –Exclamó Ayala presa del terror.
-Es… cómo acabó el oficial Lynch, señor… Yo también… ¿No es mala.. Suerte?…Es una… pistola de red de… araña… señor…
-Intente aguantar, Johnson…
-Mándeles un fuerte abrazo… a mis padres y a mi novia, Helen… señor.
-Descuida, lo haré.
-¡Oh gracias…! ¡Qué hermoso… ese… jardín! –Dijo por última vez mientras los ojos se le quedaban abiertos como dos espejos de agua.
Spock mientras tanto había aproximado posiciones frente a Sarman, los disparos habían cesado.
Aprovechando que Sarman miraba a través de la cristalera, Spock se abalanzó sobre él. El fuerte golpe hizo que parte del cristal se resquebrajara. Ahora los dos rivales luchaban entre sí forcejeándose.
Una rabia incontenida se apoderó de Ayala que salió a cara descubierta ante los dos contrincantes.
-¡Alto ahí en nombre de la Flota Estelar!
-Yo no he sido, -dijo el falso Spock echándose hacia atrás y levantando sus brazos en alto. –Ha sido éste, él es Sarman. No yo… Yo soy el embajador.
-¡Él está mintiendo! ¡Yo soy el embajador Spock! –Le respondió el genuino vulcaniano.
-Los dos con los brazos en alto… ¡No os mováis!-Ordenó Ayala.
De pronto se vio un gran destello de luz por encima de la cúpula tras la cual oyó una explosión por encima de la cristalera.
Sarman miró sobre si mismo. Spock se replegó y se agachó. Ayala y sus oficiales se echaron para atrás.
-Mi misión se ha cumplido…
-¿Cuál misión, Sarman? –le reprochó Spock levantándose de pie. –Su misión ha fracasado, la explosión ha sido fuera y NO dentro del recinto. –Fíjese bien si no…
-¿Queeeé? –grito con rabia el Suliban-romulano. –Me habéis estropeado, el plan tú y tu amigo, hijo de Sarek… prepárate a morir. –Amenazó mientras sacaba un cuchillo de extraño filo.
En ese momento, Saavik apretó el gatillo de su rifle-fáser de compresión. Un rayo amarillo impactó con gran violencia sobre el pecho del enemigo quien cayó de espaldas.
Sarman no se dió cuenta que la cristalera estaba medio rota y por la fuerza del disparo se precipitó al vacío aún con el cuchillo en la mano. Todavía no se había transformado en quien era realmente. Para otros ojos era Spock.
Spock, Saavik y Ayala contemplaron impotentes la caída de su enemigo que fue a desplomarse en el corredor que había en medio, cerca del catafalco de James T. Kirk.
El público reaccionó echándose hacia atrás. Los oficiales de seguridad sacaron sus armas y protegieron a las personas que estaban en el banco de autoridades.
Sarman había caído boca arriba, una estela de sangre verde comenzó a manar de su cabeza y de su boca. Sus ojos estaban cerrados y poco a poco los empezó a abrir. Vio que la cúpula geodésica estaba intacta. Quiso gritar de rabia pero no pudo.
-¡Spock! –gritó Picard mientras se acercaba lentamente hasta el herido.
-¡No es Spock, capitán Picard! ¡El tricorder confirma que el ADN de este cuerpo es romulano con modificaciones genéticas propias de los Suliban! –confirmó Scotty.
-¡Sarman!
La cara del falso Spock comenzó a transformarse en la faz de un Suliban.
Sarman se levantó como pudo y se encaminó haciendo eses hacia donde estaban el presidente de la Federación y algunos altos oficiales, cuchillo en mano.
Nadie reaccionó contra él.
En su camino hacia el palco de autoridades cayó de rodillas.
-¡Vosotros… teníais que haber cumplido vuestra parte del trato! –dijo mientras blandía la daga hacia ellos. -¡Vosotros deberíais estar en mi lugar… No yo!
El suliban se desplomó sobre el suelo de bruces… Lo último que vio fue de nuevo la cúpula tras la cual se extendia un cielo lleno de nubes blancas.
-¡No…yo! –repitió una ultima vez. Los ojos se le fueron cerrando hasta que en ese instante expiró.
McCoy se levantó de su asiento y se dirigió hasta donde estaba el romulano. Picard y sus hombres le siguieron. Scotty estaba a su lado también con el tricorder en la mano.
-Déjeme su tricorder, ingeniero.
El escocés le pasó a McCoy aquella vieja reliquia electrónica. El doctor sonrió después de recibirla entre sus manos. Por fin volvía a revivir buenos tiempos profesionales. Tras chequear el cuerpo con el aparato concluyó:
-Después de casi medio siglo sin hacerlo vuelvo a decirlo… Está muerto… capitán. Y esta vez no creo que pueda hacer gala de sus habilidades romulanas para parar su corazón, ha muerto de verdad. Tiene heridas mortales de necesidad.
Picard se levantó y fue desafiante hasta el palco presidencial.
-¿A qué se refería Sarman cuándo ha dicho… “Vosotros”?
-Estaba agonizando es que no lo vé, capitán… -dijo el Jefe de Inteligencia de la Flota.
-Creo que ustedes estaban al corriente de lo que nos ha sucedido desde que salimos de Veridiano III. ¿Por qué no nos lo cuentan a mí y a las delegaciones planetarias presentes aquí?
Min Zife se levantó y miró al responsable de Inteligencia de la Flota Estelar que estaba a su lado.
-¿Por qué no se lo dice ya, Almirante Brandon? Nuestro plan… ha fracasado…
-¿A qué plan se refiere? –Preguntó enfadado Jean-Luc Picard.
-A reajustar el equilibrio de poderes en toda la Galaxia… -Respondió el almirante.
-¿A costa de quién? –Preguntó el capitán de la USS Farragut . -¿A costa de matar a una refugiada romulana y a su familia como hoy ha querido hacer Sarman con ese medallón? ¿A costa de matar al Embajador Spock y a los aquí presentes?
-Picard… No queríamos llegar a eso… Pero el embajador Spock se nos interpuso… Su movimiento de unificación… es peligroso para nuestros intereses. Si esta mujer no se hubiera metido tampoco en medio. –se defendió Brandon.
-¿Por qué no me dice que estaba la Sección 31 metida en esto y acabamos enseguida?
Brandon miró a la presidenta Min Zife quien cabizbaja dijo:
-Sí, Jean-Luc… Era la sección 31 yo y el admirante estábamos al tanto de esta operación. Y unos cuantos senadores romulanos.
-Sólo fue una operación más rutinaria, Picard. –Intentó defenderse el almirante.
-¿O deberíamos llamar a esto ‘conspiración contra la Federación’?. Mi pregunta es… ¿Por qué?
-Equilibrio de poderes, Picard… -se defendió el Presidente: -Nosotros cedíamos los cuadrantes que compartíamos con los klingons y el Imperio Romulano nos daba la tecnología necesaria para desarrollar el dispositivo de ocultación. ¿Cómo cree entonces que podríamos defendernos de los Dominion?
- Los klingons además están envueltos en intrigas palaciegas. No hay una administración eficiente. Y sus planetas están siendo expoliados por contrabandistas y mercenarios. Planetas que fueron nuestros y que tras el Tratado de Khitomer pasó a ellos. –Añadió Brandon. –Imagine, capitán. Planetas con recursos minerales valiosísimos en manos de contrabandistas afines al Dominion. ¿Qué le parece? ¿No son acaso una amenaza para nuestros intereses?
En ese momento llegaron Spock, Saavik y Ayala con los oficiales de seguridad.
-Yo también añadiría un tercer factor. –Prosiguió Saavik. –En Rómulo yo detecté varios de estos mensajes que eran enviados por unos cuantos miembros del Senado Romulano al espacio federal, entre ellos el Senador Pardek, que traicionó al embajador.
-Nuestro hombre de confianza para vigilarles, embajador. –Dijo en tono sarcástico. –A la par, nuestros diplomáticos hacían los progresos que usted no ha podido hacer, mientras predicaba como San Pedro en las catacumbas.
-¿Y la invasión que se estaba preparando desde la otra línea del tiempo? –Continuó el interrogatorio Picard.
-¿Los suliban? Eran, digamos, nuestros aliados, también con ellos hicimos una serie de pactos a tres bandas. Ellos mantenían el equilibrio de poderes en el Tiempo y nosotros en el Espacio. –dijo la Presidenta. –Y sus fuerzas vigilarían ese equilibrio de poderes en la llamada ‘Guerra Fría Temporal”
La capital de la colonia era una hermosa ciudad de calles rectilíneas y ajardinadas. Deneva V había sido una de las primeras colonias fundadas por los terrícolas en el albor de la era interestelar aunque con el tiempo se había acabando convirtiendo en una ciudad cosmopolita. Unos dos millones vivían en el planeta del cual un tercio lo hacía en la Capital Colonial.
El edificio de la Administración Colonial estaba a las afueras de la capital, al borde de una de las playas que rodeaban a la ciudad. La construcción tenía una gran cúpula geodésica y parecía la inmensa concha de una tortuga descansando frente a la inmensidad del mar azulado. Una estatua de la cultura Edo vigilaba inmutable aquel recinto.
En los alrededores del edificio, había un trasiego continuo de personalidades y miembros de la tripulación de la Farragut y la Yorktown. Un cordón de guardias federales controlaba el recinto formando un infranqueable perímetro de seguridad.´
Minutos antes de empezar la ceremonia, las autoridades locales con la Presidente de la Federación de Planetas Unidos, la boliano Min Zife invitaron a un grupo selecto de personalidades a un piscolabis en el que podían encontrarse extraños aperitivos hechos de ingredientes vegetales y exóticos zumos.
Como la mayoría de los miembros eran vegetarianos o al menos en una gran parte no había ningún ingrediente animal para no ofender la sensibilidad de nadie.
Spock se hallaba conversando con Scotty y Picard mientras tomaban algunos aperitivos vegetales. Cuando aparecieron los miembros del USS Farragut por la puerta, Picard se despidió educadamente de los dos amigos de Kirk y se encaminó para ellos.
Spock entonces llevó a una esquina de la sala a Scotty y le dijo en voz baja:
-He visto unos movimientos sospechosos de Manek yendo y viniendo todo el rato hacia una de las terrazas de la sala de actos de este edificio… Cuando su sitio real es abajo. Hice bien en ponerle ese nanosensor en su vestido cuando le vi en los aposentos de Caithlin Dar.
-Me parece muy sospechoso también, señor Spock. Que yo recuerde, Manek era muy callado y reservado y en cambio éste Manek parece ser más abierto y conversador.
-No se fíe de las apariencias, señor Scott.
-Ya lo hago, señor Spock… Ojos es lo que no me faltan.
-No pierda la vista sobre la cónsul. Me temo que Manek, o quien quiera que lo esté suplantando intentará llevar
Caithlin Dar apareció con su vestido de gala negro de corte vulcaniano; poco a poco la ex - cónsul de Romulo estaba adaptándose a las modas y costumbres del que iba a ser su nuevo hogar, el planeta nativo de Spock. De hecho, sus hijos habían sido instruidos en los dictados de la Lógica por el mismísimo embajador en varias clases clandestinas.
Manek, vestido con una media túnica y llevando protocolariamente un bastón, se acercó hasta ella y le entregó una especie de medallón dorado y con rubíes colocándoselo al cuello. Caithlin Dar asintió con la cabeza y el consejero la saludó brevemente y desapareció por la puerta.
Spock y Scotty continuaban mirando la escena.
-Señor Spock, ese medallón contiene unas emanaciones ligeras de neutrinos… y no es precisamente de las gemas que lleva incrustadas.
-¿Cómo lo sabe usted?
De su chaqueta sacó un pequeño tricorder del siglo XXIII. Spock levantó una ceja. Y a un lado de su cinturón llevaba un antiguo fáser que a Spock le resultó más que familiar.
-¿Cómo ha logrado entrar con eso? Supuestamente las armas y dispositivos sensores están vetadas en este acto.
-El arte del contrabando existe desde la noche de los tiempos, señor Spock y en Escocia ahí somos unos maestros.
-¿Sabe a lo que se expone llevando estas cosas?
-¿Y sabe usted a lo que se expondría la Federación si ese Sarman o quien-fuera llegara hacer de las suyas?
-Comprendo. Salga conmigo un momento. –Dijo Spock adelantándose en su paso hacia la puerta principal.
El vulcaniano y el ingeniero terrestre salieron de la sala.
Un grupo de oficiales de seguridad vestidos con los nuevos uniformes de la federación y llevando rifles fáser de compresión les saludaron a su paso sin sospechar nada.
-Embajador, -dijo uno de ellos. -¿Hacia dónde van?
-Necesito un espacio para llevar a cabo mi meditación. ¿Podrían indicarme algún sitio?
-Si… Si quieren pueden ir a la sala de arriba, es una antigua sala de recepción abandonada pero pueden disponer de ellas.
-Gracias. -Respondió asintiendo con la cabeza.
Cuando se hubieron alejado unos metros, Scott le reprochó:
-Podría haberme dejado a mí. No sé si lo sabe pero usted ha mentido.
-Sólo no he dicho una no-verdad. Además los vulcanianos ya se sabe que no mentimos.
-Pero lo ha hecho, señor. Podría haberme dejado parlamentar con ellos.
-Pero si le hubiera dejado a usted, no creo que hubiera salido de este edificio sin estar esposado. Sus emociones le habrían traicionado.
Llegaron entonces a la sala indicada. Estaba a oscuras.
-Computadora, un cuarto de luz. –Ordenó Spock. –La luz se encendió apareciendo una especie de divanes en el suelo con una mesa de cristal baja. –Así está mejor. Ahora déme su fáser, señor Scott.
-¿Y yo qué hago, capitán?
-Veo que tiene su comunicador. Déjemelo un segundo.
-Tenga. –Respondió mientras se lo quitaba del pecho y se lo ponía en su mano.
Con la paciencia propia de un relojero, el embajador vulcaniano abrió los dos comunicadores personales por detrás y manipuló unos pequeños cables y unos chips.
-Ahora está mejor. He puenteado las comunicaciones entre su comunicador y el mío para que funcionen en otra banda, así estaremos en contacto permanente sin que nos descubran.
-¿Qué plan tiene, embajador?
-Usted se encargará de monitorizar con su tricorder a la cónsul. Yo me encargaré de Manek… o Sarman.
-¿Sarman?
-¿No lo sabía? Esos sulibanes le dieron también algunas habilidades metamórficas. Pero no son completas. Él necesita volver a su estado normal como Suliban para regenerar su epidermis, por eso se está ausentando todo el tiempo de la sala…
-Maldición… -Farfulló Scotty entre dientes. –Es un tema serio.
-Que puede tener consecuencias cósmicas incalculables si no lo detenemos a tiempo.
-De acuerdo, Scott… Usted vaya a ocupar su asiento que yo me quedo aquí velando por la seguridad de todos nosotros.
Los miembros de varios mundos de la Federación fueron tomando asiento bajo la cúpula semitransparente del salón de actos. También en una especie de estrado principal estaban los antiguos compañeros de tripulación del capitán Kirk, Uhura, Chekov, Sulu y su hija Demora, McCoy, todos ultracentenarios.
Scotty llegó unos minutos más tarde y tras saludar uno por uno a sus compañeros de nave, se sentó al lado de ellos.
En otra fila varios metros atrás, Picard, Zimmerman y los tripulantes de sus dos respectivas naves. Custodiada por varios vigilantes de seguridad vestidos con el uniforme color mostaza, el grupo de refugiados romulanos presididos por Caithlin Dar habían sido también de los primeros invitados en tomar asiento.
Picard miró tanto el asiento de Spock como el de Manek, el primero estaba ocupado por Demora mientras que el de Manek estaba vacío. Entonces abrió su comunicador:
-Equipos de seguridad mantengan la alerta amarilla continuamente.
En el medio, sobre un catafalco rojo y envuelto con la bandera de la Federación de Planetas Unidos, estaba el ataúd de James T. Kirk, héroe de dos generaciones.
Presidiendo el acto estaban el Presidente de la Federación y varios altos cargos de la Federación, entre ellos el Almirante Bowers.
En ese momento llegó un hombre mayor, de rudo aspecto y rizadas canas. A pesar de que el paso del tiempo había dejado huella en su rostro, todavía conservaba una cierta juventud y viveza en la mirada. Iba acompañado también de una mujer mayor que se apoyaba de su brazo izquierdo y llevaba una corona de flores azules.
Picard se fijó detenidamente en él:
-¿Quién es ese hombre?
Una persona entrada en años que había a su lado le dio unos golpecitos en el hombro para llamar la atención y le dijo:
-Es… Peter Kirk, sobrino del capitán Kirk, antiguo miembro de la Flota Estelar y ex gobernador de la Colonia.
-¿Peter Kirk? –Exclamó sorprendido el capitán francés. –Si, ya recuerdo… ¿No lo rescató el capitán James T. … Kirk cuando su mundo fue presa de aquellos parásitos neurales?
-El mismo, señor.
Picard se llevó la mano a la barbilla, según sus cálculos aquel hombre debía ser mucho mayor.
Peter Samuel Kirk continuó caminando con su pareja hasta donde estaba el féretro y depositó allí su corona. Después, se trasladaron hasta su asiento.
La presidenta de la Fedración Unida de Planetas, la boliana Min Zife se dirigió a la rebosante audiencia que ocupaba la sala. Comenzó haciendo el saludo inicial de bienvenida para después estar en silencio mientras sonaba el himno de la Federación.
Entonces varias delegaciones de mundos comenzaron a dejar ramos hechos con flores de cada lugar propio de su planeta. Planetas como Capella IV, Andor o Vulcano.
Mientras, por otro de los corredores, Spock caminaba sigiloso, al amparo de las sombras. Se paró en una esquina y observó el fáser que le había dado Scotty. Era de finales del siglo XXIII. Comprobó si estaba activo. La energía estaba al máximo.
De repente unas pisadas retumbaron en los oscurecidos corredores. Spock se asomó de refilón y pudo ver a una figura encapuchad con un bastón a doblar una esquina al fondo del corredor.
Colocó el arma en posición de aturdir.
Entonces le sonó un pitido en el comunicador. Era el ingeniero escocés del USS Enterprise.
-Aquí Spock.
-Estoy detectando un aumento en la actividad de los neutrinos. Sin duda el mecanismo de la bomba o lo que lleve ese medallón se ha activado.
-Está bien. No le quite la vista. Mientras, he visto de nuevo a nuestro sospechoso ir escaleras arriba. Subiré a ver qué pasa.
-Scotty fuera.
Spock dobló la misma esquina que el extraño intruso. Vio que el corredor conducía a unas escaleras. Las subió de una en una con sumo cuidado y fáser en mano.
Allí, al fondo, en una especie de balconada que daba al salón de actos una silueta agachada comenzaba a dividir el bastón en varias partes que parecían desenroscarse.
Spock se acercó unos metros más hasta donde estaba el intruso.
Entonces de repente, éste se dio la vuelta.
-Embajador, déjese de jugar conmigo al gato y al ratón. Usted está tan metido en este barrizal como yo.
-¿Sarman?
Spock quedó estupefacto al verse a sí mismo.
-¿Sorprendido? –Dijo Sarman bajo la apariencia del falso Spock. –Ahora sí tendrán motivos para encausarle y llevarle a prisión. Usted es un traidor en dos mundos, embajador.
-Lo único que he hecho es enseñar la doctrina de Surak y hablar de reunificación, no creo que eso pueda ofender a nadie.
-A nosotros si… Embajador.
-¿Nosotros? –respondió Spock levantando una ceja.
-No soy el único que está metido en este… tinglado, por llamarlo así. Siento decirle embajador, que le HEMOS utilizado.
-¿Quiénes?
-¿Cree que estoy solo? Dígame cómo pudo llegar tan cómodamente al Espacio federal, y quién les facilitó la nave. Todo fue un montaje, Spock. Como lo fue durante 80 años, su ‘amigo’ el Senador Pardek, quien por cierto le manda sus mejores saludos.
-Una conspiración que ha durado 80 años…
-No le permitiremos que se salga con la suya… Como dicen en este mundo, la palabra que trae a Rómulo es más dañina que la espada. Y usted trayendo a Caithlin Dar a su espacio federal ha roto con el Equilibrio.
-El Equilibrio del Terror... ¿Es eso lo que quieren?
-Gente como ustedes son una amenaza para el equilibrio en la Galaxia.
En ese momento Manek-Spock sacó una pistola y disparó contra el embajador.
-¿Va a usar contra mí su obsoleta pistola de redecilla de araña?
-No más que ese fáser antiguo que tiene en su mano.
Unas ráfagas de disparos comenzaron a oírse arriba. La presidenta de la Federación que daba su discurso paró de hacerlo.
Entonces Scotty se acercó corriendo hasta donde estaba la cónsul de Rómulo.
-¡Rápido, Caithlin, déme su medallón!
-¿Por qué? ¿Qué está pasando aquí?
Unos guardias federales comenzaron a apuntar a Scotty.
-No voy armado… Sólo llevo un tricorder… Se trata de Manek, cónsul. Él no es Manek, es un usurpador. –Gritó mientras los guardias se abalanzaron sobre él y lo reducían.
-¿Qué me está diciendo?
-Hay un complot contra usted… ¿Recuerda lo que le explicamos a bordo de la USS Farragut?
-Sí…
-Por favor, quítese ese medallón… Creemos que es un detonador… ¿No se lo dio por un casual Manek?
-Sí, claro.
-¡¡Quíteselo por lo que más quiera, si es que quiere vivir!!
La cónsul hizo lo que le pidió el ingeniero escocés y lo arrojó al suelo.
En ese momento llegó Picard con Geordi LaForge y Riker. Varios hombres de seguridad les acompañaban. Montgomery Scott aún estaba en el suelo con las manos en la cabeza y varios rifles fáser apuntando hacia él.
-Señor Scott, ¿qué actitud es esta?
-Capitán, escúcheme, esto es una conspiración de la que únicamente sabemos que Manek o quienquiera que le esté suplantando, es la cabeza de turco
-Esa invasión… Ahora esto… ¿Qué está ocurriendo?
-Si cogen mi tricorder… verán que hemos estado monitorizando esta área. En este momento creo que Spock está arriba pasándolo mal mientras nosotros perdemos el tiempo discutiendo de burocracia. Cojan ese medallón y se darán cuenta de lo que les quiero decir.
-Señor Riker… Haga el favor. Tome el tricorder del Sr. Scott y verifique cuanto está diciendo.
-Sí, capitán.
Geordi LaForge estaba mirando a través de su visor el medallón.
-El señor Scott tiene toda la razón de cuanto está diciendo. El interior tiene un mecanismo que está previsto para detonar en 5 minutos.
-¡¡Maldición, hemos de evacuar la sala!!
-Podemos hacer algo mejor. Déjeme su tricorder, comandante.
El ingeniero de Picard comenzó a programar unas coordenadas en el tricorder antiguo de Scott.
-Pasen estas coordenadas a Transportación y que manden el medallón al espacio.
-De acuerdo. Picard a USS Yorktown, necesito que anoten estas coordenadas que les paso y transporten un medallón al espacio exterior.
-Aquí Transportación, al habla la USS Yorktown. Estamos detectando unas interferencias que impiden fijar la señal en el objeto, no podemos.
LaForge volvió a mirar el tricorder.
-Tres minutos, veintidós segundos para la detonación.
-¡Maldición! –Farfulló de nuevo Jean-Luc Picard.
-Si me dejaran libre podría intentar algo, señor. –Sugirió Scotty.
-Está bien, dejen libre al Sr. Scott y denle el tricorder.
-Gracias, capitán.
Scotty tomó el viejo tricorder en sus manos y en un rincón comenzó a reprogramarlo.
Mientras hacia la balconada un grupo de oficiales de seguridad enviado por Jean-Luc Picard con rifles fáser de comprensión subían raudos hacia donde estaba Spock. Quien los comandaba era Saavik, que iba acompañada por un oficial de origen hispánico, Mateo Ayala, que había servido con Picard a bordo del USS Farragut desde su incorporación días atrás a esta nave en Veridiano III.
Los disparos se oían con una frecuencia cada vez menor y de vez en cuando breves ráfagas iluminaban distintas partes del corredor.
Su sorpresa fue mayúscula cuando vieron quiénes eran los dos contrincantes…
…Spock contra Spock.
Las ráfagas volvieron a oírse de nuevo, en ese fuego cruzado uno de los oficiales resultó herido en el hombro izquierdo. El oficial cayó hacia atrás por la fuerza del tiro. De su hombro manaba abundante sangre.
Normalmente una víctima tras recibir el impacto de un fáser normal no mostraba una herida, pero aquella arma le había provocado a su oficial una gran hemorragia.
Ayala se puso a su lado y lo llevó a una zona a cubierto; el jovencísimo oficial se estremecía de dolor ante la mirada impotente de su superior.
Unas convulsiones comenzaron a hacer mella en su cuerpo, mientras Ayala, arrodillado, le sujetaba la cabeza y los hombros. Intentó taponar la herida pero vio que era una pérdida de tiempo. Unos extraños filamentos comenzaban a cubrir las pupilas de la víctima.
Saavik en un movimiento rápido se acercó hasta él.
-No hay dolor… oficial. –Dijo poniendo sus manos en puntos neurálgicos de su cuerpo. –Su dolor es mi dolor.
-¡¡No… veo!! ¡¿Qué me está… pasando?! –Chilló el oficial herido.
-¡Oh, Dios mío! –Exclamó Ayala presa del terror.
-Es… cómo acabó el oficial Lynch, señor… Yo también… ¿No es mala.. Suerte?…Es una… pistola de red de… araña… señor…
-Intente aguantar, Johnson…
-Mándeles un fuerte abrazo… a mis padres y a mi novia, Helen… señor.
-Descuida, lo haré.
-¡Oh gracias…! ¡Qué hermoso… ese… jardín! –Dijo por última vez mientras los ojos se le quedaban abiertos como dos espejos de agua.
Spock mientras tanto había aproximado posiciones frente a Sarman, los disparos habían cesado.
Aprovechando que Sarman miraba a través de la cristalera, Spock se abalanzó sobre él. El fuerte golpe hizo que parte del cristal se resquebrajara. Ahora los dos rivales luchaban entre sí forcejeándose.
Una rabia incontenida se apoderó de Ayala que salió a cara descubierta ante los dos contrincantes.
-¡Alto ahí en nombre de la Flota Estelar!
-Yo no he sido, -dijo el falso Spock echándose hacia atrás y levantando sus brazos en alto. –Ha sido éste, él es Sarman. No yo… Yo soy el embajador.
-¡Él está mintiendo! ¡Yo soy el embajador Spock! –Le respondió el genuino vulcaniano.
-Los dos con los brazos en alto… ¡No os mováis!-Ordenó Ayala.
De pronto se vio un gran destello de luz por encima de la cúpula tras la cual oyó una explosión por encima de la cristalera.
Sarman miró sobre si mismo. Spock se replegó y se agachó. Ayala y sus oficiales se echaron para atrás.
-Mi misión se ha cumplido…
-¿Cuál misión, Sarman? –le reprochó Spock levantándose de pie. –Su misión ha fracasado, la explosión ha sido fuera y NO dentro del recinto. –Fíjese bien si no…
-¿Queeeé? –grito con rabia el Suliban-romulano. –Me habéis estropeado, el plan tú y tu amigo, hijo de Sarek… prepárate a morir. –Amenazó mientras sacaba un cuchillo de extraño filo.
En ese momento, Saavik apretó el gatillo de su rifle-fáser de compresión. Un rayo amarillo impactó con gran violencia sobre el pecho del enemigo quien cayó de espaldas.
Sarman no se dió cuenta que la cristalera estaba medio rota y por la fuerza del disparo se precipitó al vacío aún con el cuchillo en la mano. Todavía no se había transformado en quien era realmente. Para otros ojos era Spock.
Spock, Saavik y Ayala contemplaron impotentes la caída de su enemigo que fue a desplomarse en el corredor que había en medio, cerca del catafalco de James T. Kirk.
El público reaccionó echándose hacia atrás. Los oficiales de seguridad sacaron sus armas y protegieron a las personas que estaban en el banco de autoridades.
Sarman había caído boca arriba, una estela de sangre verde comenzó a manar de su cabeza y de su boca. Sus ojos estaban cerrados y poco a poco los empezó a abrir. Vio que la cúpula geodésica estaba intacta. Quiso gritar de rabia pero no pudo.
-¡Spock! –gritó Picard mientras se acercaba lentamente hasta el herido.
-¡No es Spock, capitán Picard! ¡El tricorder confirma que el ADN de este cuerpo es romulano con modificaciones genéticas propias de los Suliban! –confirmó Scotty.
-¡Sarman!
La cara del falso Spock comenzó a transformarse en la faz de un Suliban.
Sarman se levantó como pudo y se encaminó haciendo eses hacia donde estaban el presidente de la Federación y algunos altos oficiales, cuchillo en mano.
Nadie reaccionó contra él.
En su camino hacia el palco de autoridades cayó de rodillas.
-¡Vosotros… teníais que haber cumplido vuestra parte del trato! –dijo mientras blandía la daga hacia ellos. -¡Vosotros deberíais estar en mi lugar… No yo!
El suliban se desplomó sobre el suelo de bruces… Lo último que vio fue de nuevo la cúpula tras la cual se extendia un cielo lleno de nubes blancas.
-¡No…yo! –repitió una ultima vez. Los ojos se le fueron cerrando hasta que en ese instante expiró.
McCoy se levantó de su asiento y se dirigió hasta donde estaba el romulano. Picard y sus hombres le siguieron. Scotty estaba a su lado también con el tricorder en la mano.
-Déjeme su tricorder, ingeniero.
El escocés le pasó a McCoy aquella vieja reliquia electrónica. El doctor sonrió después de recibirla entre sus manos. Por fin volvía a revivir buenos tiempos profesionales. Tras chequear el cuerpo con el aparato concluyó:
-Después de casi medio siglo sin hacerlo vuelvo a decirlo… Está muerto… capitán. Y esta vez no creo que pueda hacer gala de sus habilidades romulanas para parar su corazón, ha muerto de verdad. Tiene heridas mortales de necesidad.
Picard se levantó y fue desafiante hasta el palco presidencial.
-¿A qué se refería Sarman cuándo ha dicho… “Vosotros”?
-Estaba agonizando es que no lo vé, capitán… -dijo el Jefe de Inteligencia de la Flota.
-Creo que ustedes estaban al corriente de lo que nos ha sucedido desde que salimos de Veridiano III. ¿Por qué no nos lo cuentan a mí y a las delegaciones planetarias presentes aquí?
Min Zife se levantó y miró al responsable de Inteligencia de la Flota Estelar que estaba a su lado.
-¿Por qué no se lo dice ya, Almirante Brandon? Nuestro plan… ha fracasado…
-¿A qué plan se refiere? –Preguntó enfadado Jean-Luc Picard.
-A reajustar el equilibrio de poderes en toda la Galaxia… -Respondió el almirante.
-¿A costa de quién? –Preguntó el capitán de la USS Farragut . -¿A costa de matar a una refugiada romulana y a su familia como hoy ha querido hacer Sarman con ese medallón? ¿A costa de matar al Embajador Spock y a los aquí presentes?
-Picard… No queríamos llegar a eso… Pero el embajador Spock se nos interpuso… Su movimiento de unificación… es peligroso para nuestros intereses. Si esta mujer no se hubiera metido tampoco en medio. –se defendió Brandon.
-¿Por qué no me dice que estaba la Sección 31 metida en esto y acabamos enseguida?
Brandon miró a la presidenta Min Zife quien cabizbaja dijo:
-Sí, Jean-Luc… Era la sección 31 yo y el admirante estábamos al tanto de esta operación. Y unos cuantos senadores romulanos.
-Sólo fue una operación más rutinaria, Picard. –Intentó defenderse el almirante.
-¿O deberíamos llamar a esto ‘conspiración contra la Federación’?. Mi pregunta es… ¿Por qué?
-Equilibrio de poderes, Picard… -se defendió el Presidente: -Nosotros cedíamos los cuadrantes que compartíamos con los klingons y el Imperio Romulano nos daba la tecnología necesaria para desarrollar el dispositivo de ocultación. ¿Cómo cree entonces que podríamos defendernos de los Dominion?
- Los klingons además están envueltos en intrigas palaciegas. No hay una administración eficiente. Y sus planetas están siendo expoliados por contrabandistas y mercenarios. Planetas que fueron nuestros y que tras el Tratado de Khitomer pasó a ellos. –Añadió Brandon. –Imagine, capitán. Planetas con recursos minerales valiosísimos en manos de contrabandistas afines al Dominion. ¿Qué le parece? ¿No son acaso una amenaza para nuestros intereses?
En ese momento llegaron Spock, Saavik y Ayala con los oficiales de seguridad.
-Yo también añadiría un tercer factor. –Prosiguió Saavik. –En Rómulo yo detecté varios de estos mensajes que eran enviados por unos cuantos miembros del Senado Romulano al espacio federal, entre ellos el Senador Pardek, que traicionó al embajador.
-Nuestro hombre de confianza para vigilarles, embajador. –Dijo en tono sarcástico. –A la par, nuestros diplomáticos hacían los progresos que usted no ha podido hacer, mientras predicaba como San Pedro en las catacumbas.
-¿Y la invasión que se estaba preparando desde la otra línea del tiempo? –Continuó el interrogatorio Picard.
-¿Los suliban? Eran, digamos, nuestros aliados, también con ellos hicimos una serie de pactos a tres bandas. Ellos mantenían el equilibrio de poderes en el Tiempo y nosotros en el Espacio. –dijo la Presidenta. –Y sus fuerzas vigilarían ese equilibrio de poderes en la llamada ‘Guerra Fría Temporal”
-Lo que ha ocurrido es que esa romulana al entrar en este espacio federal ha cambiado toda la línea temporal. Sus descendientes por desgracia tendrán mucho que ver en futuras negociaciones de paz con Rómulo. –Respondió Brandon.
-¿Por desgracia? ¿Me está dando a entender que quieren seguir con la guerra? ¿Dónde está ahora su “diplomacia”, almirante?
-La Federación debe sobrevivir… ¿Acaso no es lo que quiso su admirado capitán James T. Kirk hace un siglo?
-Él quiso siempre la paz, la quiso entonces y la querría ahora si viviera. Por eso ha dado su vida por la Federación, por los valores que la han hecho posible… y ahora llegan tipos como ustedes que apelan a unos valores… para sobrevivir. Los suyos son otros valores, caballeros, no los de la primera Federación que presidió Jonathan Archer. –Dijo Spock.
-La cuestión es que con tipos como ustedes la Federación no logrará sobrevivir mucho tiempo, ustedes son el cáncer de la Federación. –Añadió Picard.
-Hemos trabajado duro, Jean-Luc… Y sí, la sección 31 [1] hace el trabajo sucio de la Flota Estelar, y a los que van luciendo las galas como usted qué les importa. Trabajamos y ese esfuerzo se traduce en resultados concretos.
-¿A costa de las vidas de mis hombres y la de los ciudadanos federales como ha ocurrido aquí? Por eso merecen ser juzgados por esos trabajos sucios, Almirante.
-¡No toleraré esas palabras, capitán! ¡Suenan a golpe de estado! –Se enfadó el almirante.
-Ustedes son los amotinados aquí, no nosotros. ¡Ayala, detenga al presidente de la Federación y al almirante Arthur Branon por alta traición y conspiración contra la Federación así como a sus ayudantes personales! ¡Confínelos en la USS Yorktown con las máximas medidas de seguridad! –Ordenó Picard hasta que hayamos averiguado qué está pasando.
-Ustedes han conspirado no sólo en esta línea temporal sino en varias líneas temporales, eso es lo más grave. En el Imperio Romulano si no lo sabían eso se castiga con la pena capital. –Añadió Spock.
-¡Lo van a lamentar, todos ustedes! –Amenazó Arhur Brannon señalando a Spock.
-¡Llévenselos! ¡Ya les interrogaremos! –Ordenó Picard.
-Ya lo verá, Jean-Luc… -Gritó entre risas malvadas el almirante mientras era esposado -. En esta Federación hay varios que piensan como nosotros, que salgan a la luz y le destruyan será cuestión de tiempo…
Continuará...
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Referencias:
1 .- Agencia clandestina de la Federación, vinculada a Inteligencia de la Flota Estelar
1 .- Agencia clandestina de la Federación, vinculada a Inteligencia de la Flota Estelar
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