Thor Señor de Asgard nº21


Título: El Crepúsculo de los Dioses (III): El Estandarte del Cuervo (IV)
Autor: Miguel Ángel Naharro
Portada: Pablo Fernández Angulo
Publicado en: Enero 2011

¡Continua el Crepúsculo de los Dioses! Con la inesperada ayuda de Odín, Thor se enfrenta en el último combate contra Loki ¿Saldrán triunfantes ante el dios de las mentiras? Además, Heimdall se mide a las hordas de Hel enviadas por la diosa de la muerte Hela.
Ha tenido muchos nombres. Vingthor el lanzador, el hijo de la larga barba y enemigo de Hrodr. En su hogar ancestral Hymir le conoce como Veur. Compañero del infeliz Hrungnir le han llamado algunos. Al este del Elvigar, en tierra de gigantes, susurran el nombre de Hloriddi. Su padre le llamaba hijo. Su madre, querido. Y bajo las bóvedas celestes es Thor Odinson, dios del trueno, temor de Jormungand.
Stan Lee y Action Tales presentan: Thor el poderoso
Creado por Stan Lee & Jack Kirby


Resumen de lo publicado:  Thor y Loki combaten a muerte, en una lucha que parece decantarse del lado del dios de la mentira, cuando Loki esta apunto de segar la vida de Thor, aparece inesperadamente Odín, padre de Thor y  antiguo señor de Asgard y se lo impide…

Odín se alzaba, imponente y poderoso, y hasta Loki se sintió amedrantado por la presencia del antiguo señor del Reino Dorado y su padre adoptivo. La aparición repentina del padre de todos había pillado por sorpresa al dios del engaño. Prudente, el señor de las mentiras se tornó en una neblina negra, saliendo de allí con una carcajada histérica. La presencia de Odín en esta batalla era un elemento desconocido en sus planes, no contaba con ello y era un factor ha tener en cuenta.
-¡Padre!- Dijo Thor olvidándose del dolor y las heridas recibidas.
Thor abrazó a su padre calurosamente. Cuando cayó en combate con el demonio Surtur [1]no tuvo la ocasión de despedirse de él, y siempre le quedó esa espina clavada desde entonces. Odín dibujo una sonrisa en su rostro surcado de arrugas.
-Hijo Mío.- Comenzó a decir Odín.- Esta es una batalla decisiva, no ya para el futuro de los dioses, si no también de los mortales, por lo que mi sitio esta aquí.
-¡Por supuesto! Contigo a mi lado, conseguiremos doblegar al poder de Loki, ¡no me cabe duda!
 -En los amplios salones del Valhalla he pasado este tiempo desde que abandoné el mundo de los vivos y accedí al salón de los héroes. Allí, entrené a los Einherjar día y noche, esperando el momento propició en el que los valientes guerreros del Valhalla[2] se tuvieran que unir contra el regreso de los dioses primigenios que ya predije tiempo atrás. [3]
Thor recogió su escudo, algo maltrecho por los golpes de la espada de Loki, pero todavía útil. Entonces Odín reparó en el arma que sostenía Thor en su mano.
-¿Y Mjolnir? ¿Qué le sucedió a tu martillo?
Odín percibió un halo de tristeza en el semblante de su primogénito.
-Fue destruido en combate con Loki. La perdida fue grande, pero le pedí a Eitri que forjase un nuevo martillo, más poderoso aún al que llamé BadmrHird, el que lleva la tormenta.- Dijo Thor alzando su martillo.
Odín puso su mano sobre la superficie del martillo místico.
-Sé que has sido un excelente monarca, hijo mío. BadmrHird te ayudará en tiempos venideros tanto más que Mjolnir, estoy seguro de ello.
Thor frunció el ceño.
-¡Ahí viene Loki!
La neblina oscura y tenebrosa se movía con rapidez  hacia ellos. Unos ojos malignos y brillando como ascuas encendidas les miraban con un odio intenso.
Loki, en su forma de nebulosa, pasó como un espectro entre los dos. Ambos sintieron un escalofrío que les recorrió, notando como si una mano helada les oprimiese su misma alma. Comprendieron que el contacto continuó con la neblina seria letal.
-¡Thor! ¡Usa tu martillo para contenerlo!- Ordenó Odín.
-Tendrás que volver a tu forma corpórea si quieres vencernos, Loki.- Dijo Thor.
El dios del trueno hizo girar  rápidamente a BadmrHird, creando un torbellino que atrapó a la forma nebulosa de Loki, que comenzó a ser succionado por el remolino formado por el martillo Uru.
Odín apuntó con su cetro de poder y lanzó un haz de energía mística que explotó en el centro de la neblina, haciendo que descargas de energía recorriesen el cuerpo en forma de niebla de Loki.Con un grito, mezcla de disgusto y dolor, reapareció Loki con una mueca de desprecio.
-Has venido para morir una vez más, anciano. Disfrutaré aún más cuando contemples por ti mismo mi triunfo final.- Dijo Loki esbozando una sonrisa.
-Te tragarás tus palabras, lengua de serpiente, una tras otra.- Dijo desafiante Thor.
Loki enseñó sus afilados dientes como en señal de reto, y a continuación, una onda de luz, como unas  lenguas de fuego vivo surgió de las puntas de sus dedos hacia Thor y Odín.
El fuego los golpeó, aunque Thor desvió parte del fuego mágico con el Escudo de Elarion, recibió un buen correctivo.
Odín puso delante de él su cetro de poder y las llamas se disiparon en un instante.
-¿Qué? ¿Cómo es posible?- Se preguntó Loki en voz alta.
-Tu viejo padre será una vieja gloria, pero aún tengo suficiente fuerza para darte la lección que mereces.
Loki señaló a su padrastro con Crepúsculo.
-El llevar esa espada es un deshonor que pagarás, Loki.- Dijo Odín.
-El único que pagará un alto precio en este día serás tú, vejestorio.
Loki y Odín se enzarzaron en un combate fratricida. Loki primero cargó con su espada, Odín lo detuvo con su lanza, el golpe es violento, le hace clavar una rodilla en la tierra.
Desvío con esfuerzo y celeridad el golpe de la espada, y golpea el rostro de su hijastro con su cetro de poder.
Loki escupió gotas de sangre por su boca y se enfureció. Contraatacó con un estoque de su espada que clavó la punta de Crepúsculo en el hombro de Odín. El anterior patriarca de los dioses nórdicos bajo la guardia, lo que aprovechó con rapidez Loki para lanzar una potente descarga de energía que lanzó a Odín volando a una docena de metros de distancia.
La sibilante voz del nigromante sonó como el chasquido de un látigo.
-E'las eloyhim! ¡Maraath savinday! ¡Khora mar!Khora mar! Pan-kur!
El encantamiento pronunciado por Loki hizo que una docena más de rayos golpeasen uno tras otro al caído Odín.
Thor que se estaba incorporando tras el ataque de su hermanastro, vio lo sucedido y estalló en cólera.
-¡¡¡Padre!!! ¡Si le has hecho daño lo lamentarás!
Thor lanzó su martillo encantado contra su enemigo declarado
BadmrHird golpeó con violencia a Loki, regresando a la mano de su dueño.
-Este nuevo martillo es tan odioso como su antecesor.- Observó Loki
Loki trazó un arco con su la espada, y una onda de fuerza impacto contra Thor.
-Has sido un incordió desde que eras un mocoso presumido. Siempre llevándote los halagos, siempre el más querido por todos, el más valorado, el espejo en el que mirarse.- Dijo Loki sin dejar de mover su espada y lanzar la fuerza conmocionadora que golpeaba una y otra vez contra Thor.- La suerte ha estado desde el principio contigo, pero ya nunca más, hoy es el momento en el que Thor conocerá la desgracia y en el que perderás finalmente.
Asestó un nuevo golpe con Crepúsculo que Thor paró esta vez con su escudo. El señor de Asgard. Apartando su escudo, con ambas manos alza su martillo, y cuando está a su alcance, descarga el martillo con tal virulencia que, tras golpearle, el mismo Thor siente la fuerza del golpe en sus manos. Loki emitió un alarido y retrocede.
-Parece que Thor aún no sabrá lo que es perder.- Dijo dibujando una sonrisa en su rostro.


 Hela estaba disfrutando observando cómo su hermano e hijo de Loki, el lobo Fenris intentaba acabar con Heimdall.
Finna Greyval miraba aterrada como quien le había salvado podía caer bajo las mandíbulas del monstruoso lobo. Deseaba poder hacer algo para ayudarle. ¿De qué le servía ser la portadora del Estandarte si no podía tener el valor de un guerrero?
-Hela, mide tu magia a la mía.- Dijo la Encantadora.- Demuéstrame que tu magia es tan poderosa como se presume.
-¿Te atreves a retarme a un duelo de magia? Tú, pobre cosa insignificante. Tu poder es menos que nada al lado del mío.- Observó Hela.
La diosa asgardiana de la muerte pareció crecer ante la Encantadora y esta empequeñecer ante la figura de Hela. Ante los ojos de la hechicera asgardiana se mostró el mismo rostro de la muerte. Observó un reflejo de su imagen, como las arrugas y los años marchitaban su hermoso rostro, y como los estragos de la edad terminaban con su incomparable y legendaria belleza se desvanecía en sólo un instante.
 
La Encantadora se llevó las manos a su cara, temblando como una niña asustada. Finna Greyval se quedó paralizada al ver como una mujer tan segura de sí misma como la Encantadora había sucumbido al temor y al miedo.
La velocidad de Fenris sorprendió al guerrero asgardiano, el ataque de la bestia fue rápido y mortal.
-¡Sangre de Ymir!- Exclamó Heimdall.
El enorme lobo había atrapado la pierna con su mandíbula, clavando sus colmillos en la carne. Heimdall se revolvió como pudo y golpeó con su espada en su morro, aflojando lo que hizo aflojar su presa a Fenris, y el guardián de las puertas del reino eterno consiguió finalmente liberar su pierna.Se separó un poco, y se  puso en guardia con su espada y su escudo,  frente a él, el  espectacular lobo, sobre sus cuatro patas, babea y le mira con unos grandes y vacíos ojos rojos.
- Bestia del averno… Te mandaré a Hel con el rabo entre las piernas.
Las palabras del asgardiano parecieron irritar al lobo.
Fenris se impulsó sobre sus cuartos traseros. Heimdall intenta detenerlo con su espada pero fue inútil, el golpe fue violentísimo, le abatió contra el duro suelo, las fauces de Fenris luchaban por alcanzar su cuello, su escudo cruzado en su cuello, se lo impedía.
Heimdall notó el aliento fétido del gigantesco lobo mientras trataba de liberarse.
“-No puedes vencer, pequeño dios, soy Fenris. Matador de dioses y la perdición de Odín”
Cuando Fenris estaba a punto de lanzar una dentellada mortal contra Heimdall, el lobo soltó un alarido de dolor y se echó a un lado. La espada de Sif era la que había producido el dolor del animal.
-¡Sif!- Dijo Heimdall.- Me alegro de verte a mi lado, hermana.
 
-No perderé la oportunidad de luchar junto a ti.-Dijo Sif esgrimiendo su espada frente a Fenris.
El lobo soltó un gruñido escalofriante.
“-Más carne fresca para alimentar mi insaciable hambre”
Heimdall recogió su lanza y la arrojó contra el lobo. La lanza penetró la armadura protectora que llevaba Fenris para sorpresa de este.
-Me temo que solo saborearas el acero asgardiano, monstruo.- Dijo Sif saltando sobre el lomo de la bestia.
La diosa guerrera asestó un mandoble con su espada, al mismo tiempo que la espada de Heimdall se clavaba en el cuello de Fenris. El lobo se derrumbó, soltando aullidos de agonía.
-¡Fenris!- Exclamó Hela.- ¡Os arrancaré la piel a tiras!
Hela agarró a Sif del cuello.
-Sufrirás y sufrirás…- Dijo Hela clavando su fría mirada en Sif.
-Aquí sólo sufrirás tú si le tocas un solo cabello de su melena.- Dijo Heimdall golpeándole con la hoja de su espada, lo que pilló por sorpresa a la diosa de la muerte.
La espada de Heimdall había dejado una herida en la parte derecha del rostro de Hela. La reina de los muertos soltó a Sif y se llevó la mano a su rostro. Sus ojos parecían echar chispas y en ellos se podía ver el mismísimo infierno cerca de desatarse.


El semidios que una vez fue Hércules miraba con frialdad y total falta de emoción alguna reflejada en sus ojos. El señor del Hades olímpico tenía ante si a Leir, el dios celta de la lanza y el rayo, deseoso de vengarse por el estado en que dejó a la asgardiana Sif en su último enfrentamiento.
-El olvido es tu destino si te atreves a enfrentarte a mí.- Dijo el señor del Hades.
-¿Atreverme? ¡Es mi justo derecho! ¡Por el honor de Avalón y Asgard! ¡Por Lady Sif!
El dios celta golpeó con toda la fuerza que fue capaz de reunir, haciendo agrietarse el suelo bajo los pies del olímpico. Leir no le dio opción a poder reaccionar de algún modo, le agarró de un costado y lo arrojó al firmamento velozmente. Una vez en el aire, Leir lanzó sus lanzas de energía contra él.
Una y otra vez arrojó los proyectiles de energía con tal poder que la figura del dios olímpico desapareció entre las explosiones y el humo. Leir sonrió satisfecho.- Una muerte  en combate justo era mucho más de lo que un traidor como él merecía. Tenía el conocimiento de que su pérfida traición había sido como una puñalada para Thor, para quien Hércules siempre fue un buen amigo y un compañero de armas y nunca se perdonaría que algo así hubiese sucedido. Esperaba poder haber vengado el buen nombre de Thor y de su adorada Sif.
El olímpico cayó finalmente, como un auténtico cometa ígneo. El dios celta se acercó para contemplar los restos de su enemigo caído, cuando para su sorpresa, este se incorporó lentamente.
-No puedes escapar de la muerte, céltico, nadie puede.
-¡Por los hijos de Danu!- Exclamó Leir.- ¿Es que no hay forma de matarte?
-No puedes matar a quien es uno con la muerte. La muerte es mi compañera, mi amiga, mi amante…Por ello debo hacer que ardáis todos en los fuegos del Hades para toda la eternidad. Soy un dios de la muerte y tal es mi cometido.
-¿Y acaso crees que si Loki y sus oscuros amos acaban con el plano terrestre, con la misma realidad podrás seguir siendo lo que eres? Si no hay humanidad, no hay dioses, si todo sucumbe  ante ellos ¿Quién podrá quedar para alimentar los fuegos de tu reino? – Comentó Leir.
Leir vio una sombra de duda en el rostro de quien una vez fue Hércules, Príncipe del poder e hijo de Zeus.
Ninguno de los dos fue consciente de una amenazadora sombra que caía sobre ellos. La poderosa y pesada figura de Ulik el Troll cayó como un martillo sobre un yunque. Los puños del  rey de los trolls golpeaban al señor del Hades una vez tras otra, intentando no darle opción a contrarrestar su violento ataque. Leir vio su oportunidad y se unió a Leir contra el semidios gregoromano.
En los ojos del olímpico danzaron luces carmesíes y entonces chocó sus palmas y un torbellino de fuego apartó a los dos oponentes de su lado.
-Esta batalla ya no tiene sentido alguno para mí... El destino decidirá quién saldrá triúnfate, pero no será con mi participación.- Dijo levantando una mano y cerrando el puño.
En ese momento todas las tropas provenientes del Hades se esfumaron en una llamarada, regresando al inframundo olímpico del que procedían.
Ulik y Leir hicieron amago de lanzarse de nuevo sobre él, pero este desapareció envuelto en una neblina.
-¡Ha huido! ¡Maldito cobarde!- Exclamó Ulik el Troll malhumorado.
Leir se quedó mirando el humo que se desvanecía en el lugar donde un segundo antes se encontraba Hércules. Su retirada le hacía pensar que puede que en lo más hondo del interior del señor del Hades aún quedase un mínimo rastro de la persona que fue… O puede que solo mirase por los intereses de su reino infernal. Fuese como fuese, algún día no muy lejano volverían a encontrarse y en ese momento encontraría su venganza.



-M-me has h-herido… Has marcado mi rostro con el filo de tu espada.- Dijo Hela llena de ira.- Serás un invitado en mi reino hasta el fin de los días, Heimdall, y sufrirás torturas y sufrimientos como ninguno de los habitantes de Hel lo hecho jamás.
Heimdall siguió con la mirada a Hela, no la subestimaba ni por un momento.
-¡Nunca lo permitiré!- Gritó la Encantadora.
La Encantadora empezó a realizar un sortilegio para lanzarlo sobre la diosa de la muerte. Hela paró el encantamiento con la hoja de la Espada Negra y extendió sus manos hacia ellos.
-Parece que sientes algo por el noble guardián, pues entonces cuanto padeceréis al verle morir a manos de las legiones de Hel!
De repente, Sif, la Encantadora y Finna Greyval se vieron apresadas por ataduras mágicas que les impedían moverse ni actuar.
-¡Libéranos, cobarde! ¡Lucha como un guerrero!- Gritó Sif contrariada.
-Suéltalas, Hela,  si no quieres volver a sentir el contacto de la hoja de Heimdall
Hela rió.
-Tu atrevimiento no tiene límites ¿Osas darle órdenes a Hela? ¡El castigo será tu recompensa, guardián!
Un portal se abrió, y de todas partes salieron incontables guerreros, muertos putrefactos que no eran sino los habitantes más retorcidos y malignos de su reino de tinieblas.
Procedentes de Nastrand, el lugar más pérfido del reino de  Hel, donde van a parar las almas de las personas más viles, los asesinos, los mentirosos y los ladrones. De todas partes surgieron espadas y lanzas que rodearon a Heimdall. Este, llenó de cólera, se abalanzó sobre los muertos al servicio de Hel. Si debía morir, moriría luchando y ganándose un puesto en el hogar de los héroes, en el Valhalla. En un embate destrozó las manos de uno de los cadáveres. Su espada trazaba círculos mortales a su alrededor. El valiente guerrero asgardiano cortaba miembros, decapitaba, golpeaba y atacaba sin respiro.
Por un momento, Sif, Amora y Finna pensaron que Heimdall saldría triunfante.
Las hordas de almas condenadas no dejaban de llegar, sus lanzas y espadas apuntaban hacia su objetivo y los arqueros tensaban sus arcos. Una lluvia de flechas cayó sobre Heimdall, se protegió con su escudo, pero aún así una le hirió en el brazo. Partió el proyectil con rabia, y con renovado ímpetu avanzó, abatiendo a sus oponentes como si fueran espigas de trigo ante la guadaña. Sin embargo, sus enemigos, debido a la fuerza de su número amenazaban con hacerle sucumbir.
-¡Venid a mí, chacales! –Vocifero Heimdall espada en alto.- ¡Enviare a todas vuestras almas de regreso al infierno!
 Heimdall siguió combatiendo con valentía, pesé a que tenia media docenas de heridas por su cuerpo y el cansancio empezaba a hacer mella en el guardián del puente del Arco Iris.
La Encantadora no dejaba de probar toda clase de encantamientos y hechizos para liberarse de las ataduras mágicas creadas por Hela. Tenía que ayudar a Heimdall, no podía dejar que muriese tratando de derrotar a la diosa de la muerte, no podía perderlo, a él no…
Sif maldijo a Hela y a toda su progenie por toda la eternidad. La impotencia de ver a su hermano combatiendo a muerte y no poder hacer nada para ayudarle era peor que la mayor de las heridas recibidas en ninguna lucha a la que se hubiese enfrentado.
-¡Resiste, hermano!- Gritó Sif.
Una lanza atravesó el muslo de Heimdall, sin detenerse por el dolor de la herida, partió en dos al cadáver viviente, se arrancó la lanza del muslo y siguió combatiendo.
La sangre del asgardiano manchaba ya el suelo a su alrededor y le drenaba fuerzas a su ataque.
Tomando una decisión, Heimdall asestó un mandoble que derribó a varios de los muertos, para después agarrar Gjallerhorn, el cuerno de los dioses, que descansaba en su cinturón, y con todas sus fuerzas lo sopló. El sonido del cuerno se escuchó por todo los rincones del campo de batalla y en cualquier rincón del cosmos.
No duro mucho, ya que una espada le alcanzó en el torso, Heimdall soltó el cuerno y rápidamente seccionó el cuello de su enemigo. Escupió sangre, y sintió que las fuerzas la abandonaban, pero no se rindió, nunca se rendía. Varias flechas impactaron contra él, lo que le hizo tambalearse, y aún así no dobló las rodillas ante sus innumerables enemigos.
 
-¡Heimdall! ¡No!- Exclamó la Encantadora.
 
Hela sonrió triunfante y se acercó a Heimdall que apenas se tenían en pie.
 
-Saborea estos últimos momentos, guardián de Bifrost, te espera una eternidad de servidumbre en la tierra de los muertos.- Dijo Hela alzando su espada amenazadoramente.




¡El desenlace en el próximo número!



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Referencias:
1 .- En los últimos números del vol. III de Planeta de Thor.
2 .- Quienes mueren valientemente en combate, van al Valhalla, donde permanecen “físicamente”, esperando la hora en que su pueblo los necesite, normalmente el Ragnarok,
3 .- Como se vio en el Thor#2, Odín predijo que un gran mal acecharía a la realidad hace más de mil años.

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