Crepúsculo de los Dioses nº06

Título: Final
Autor: Miguel Ángel Naharro
Portada: José Angel Pater
Publicado en:  Enero 2011

¡Fin de la miniserie! La Sociedad Theron Marks y Pantera Negra profundizan en los secretos de la ciudad perdida de Orastha. Red Norvell y los Campeones del Viejo Mundo reciben una ayuda inesperada para cerrar la grieta dimensional sobre Europa y el Doctor Muerte debe realizar un sacrificio si quiere derrotar a Nyogtha y salvar Latveria.
“El hombre reina donde antaño reinaron Ellos, pero pronto Ellos reinaran donde ahora reina el hombre. Tras el invierno viene el verano, y tras el verano viene el invierno... esperan pacientes y confiados pues saben que volverán a reinar sobre  la Tierra."
Stan Lee y Action Tales presentan


Florida, Estados Unidos

Sonja y la pequeña Isabella siguieron a través del pantano en el que se habían internado llevados por el misterioso Kyllian.

-¡Alto!- Dijo Red Sonja sujetando a Kyllian de su brazo lleno de extraños símbolos y tatuajes.

- El tiempo apremia…

- Pues entonces responde rápido ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? – Preguntó con firmeza la diablesa Hyrkania.

Kyllian se mostró contrariado, pero asintió.

- Soy Kyllian, servidor de los dioses celtas en la Tierra, como tú lo eres de la diosa Scathach. Estoy aquí para ayudarte en tu misión. Tenemos que detener al mal que anida en estas tierras.- Dijo el joven.

Sonja le puso la punta de su espada en el cuello.

- ¿Y por que habría de creerte? Podrías ser un siervo del mal guiándonos a una trampa mortal.- Dijo la guerrera.

Kyllian ni pestañeó.

- Puedes creerme o no, eso no depende de mí. Pero si no actuamos pronto, será tarde y el daño realizado no se podrá restaurar.

Red Sonja retiró la espada de cuello del joven celta.

La pequeña Isabella sonrió, para después ponerse a reír a carcajadas. Su risa no parecía en absoluto de una niña pequeña e indefensa.

Sonja y Killian la rodearon, prestos a atacarla.

-No temáis, soy una amiga. Este disfraz es gracioso, pero ya no es necesario.

Haciendo un gesto, su apariencia cambio por completo, convirtiéndose en una hermosa mujer de melena larga y oscura sujetada por una cola, y unos ojos verdes penetrantes.

-Soy Isabela Inferno[1].- Dijo.- He venido a detener a un dios oscuro y primigenio llamado la Gran Madre.

-¿Eres una bruja?

Isabella rió.

-Una hechicera más bien.- Observó Isabella.- La Gran Madre controla a los habitantes de esta zona. Toda su población esta bajo su influencia. Y si no los liberamos ya, será algo irremediable.

-¿Cómo podemos confiar en ti?- Preguntó Killian.

Isabella  se encogió de hombros.

-¿Tenéis otra opción?

Sonja y Killian se miraron confusos.

-De momento et seguiremos el juego, bruja, pero si nos engañas…-Dijo Sonja.

-Lo sé, me rebanaras el cuello. –Dijo risueña guiñándole un ojo.

-Será mejor que nos demos prisa entonces.- Observó Red Sonja.


Congo, Africa
El llamado lago de los dioses cubría gran parte del valle, y en su centro surgía de las aguas una estructura de piedra.
Subiendo en una vieja embarcación, atravesaron el lago rápidamente, con la premura de quien espera el fin de los días.
T’Challa, hijo de T’Chaka, examinó de cerca el templo, observando que en realidad es la parte superior de una inmensa estructura de piedra. La estructura era muy grande y de forma irregular, con una entrada a unos palmos por encima del nivel del agua.
-Crucemos el umbral de Orastha.- Dijo Gideon Marks.
Los miembros de la Sociedad Theron Marks y Pantera Negra se adentraron con extrema precaución  en la ciudad perdida de Orastha. A la cabeza de la expedición se hallaba Gideon Marks, que examinaba con celeridad las paredes y los muros de la milenaria ciudad. Según contaba la leyenda, Orastha fue construida por una civilización anterior al hombre, que cayó cuando los dioses oscuros y primigenios fueron exiliados fuera de nuestro mundo.
El profesor Ian Minfle se dio cuenta de que había partes con agua estancada, y podían verse toda clase de extraños hongos acuáticos.
-¡Mirad esto!- Exclamó Roger Willis.
Pudieron observar a que se refería, un túnel subterráneo era visible desde donde se encontraban, cada centímetro de la roca y la piedra estaban cubiertos por lo que parecían miles y miles de gusanos que se retorcían y avanzaban como en una procesión.
-¡Que asco! ¡Odio los gusanos!- Exclamó Abner Little.
Pantera Negra oteaba mirando inquieto.
-Se puede sentir la maldad impregnando cada rincón de este lugar.- Observó el monarca de Wakanda.
Elsa Bloodstone jugueteaba nerviosa con la piedra preciosa que tenía como colgante. Taj Nitaj le pasó un brazo por el hombro, reconfortándola.
-¿Estas seguro de que tus aparatitos científicos sirven de alguna cosa? Porque hasta ahora…- Gruño Little.
Minfle hizo caso omiso al comentario y siguió las indicaciones del pequeño monitor del artefacto que tenia acoplado a la muñeca.
-Por aquí.
Atravesaron varias intersecciones y pasillos, y varias cámaras, aunque varias estaban bloqueadas por los escombros.
Llegan a una estancia de gran tamaño, cuyas pareces estaban cubiertas de extraños jeroglíficos y símbolos.
Había  una serie de columnas y varios altares y un pedestal.
-¿Y bien, Minfle?- Preguntó Marks.
El pedestal, sus lecturas se salen de las escalas.- Indicó Minfle.
Gideon Marks miró a donde señalaba el profesor Minfle. Era un pedestal de tres metros de altura. En lo alto del cual, podría verse un disco de oro con un grabado de un sello en forma estrellada bastante peculiar.
-¿Es ese el acceso a la biblioteca?- Preguntó Pantera Negra.
-Eso creo. Debo acceder a la biblioteca e intentar averiguar si se puede acabar con lo que está ocurriendo.-Comentó Marks.- Si funciona bien, mi espíritu, mi yo astral, accederá a los salones de la Biblioteca de Celaeno, pero en ese estado estaré indefenso.
Pantera asintió.
-Protegeremos tu cuerpo físico, amigo, no te preocupes.
Gideon Marks subió los escalones, hasta llegar a la altura del disco de oro. Puso la mano sobre el disco, y de pronto su mente salió como catapultada, disparada como un proyectil entre las estrellas. Viajando a miles de años luz de la Tierra, en el cuarto planeta de una estrella. Un planeta llenó de niebla, al descender, la niebla se abre, para dar pasó a un enorme océano, en el que el agua oscura y negra se extiendo kilómetros y kilómetros en todas las direcciones. Poco a poco se hace visible un edificio monstruoso recortándose en el horizonte. La biblioteca es un edificio construido a base de titánicos bloques de piedra negra y densa.
Al penetrar en el edificio, queda empequeñecido ante el inmenso tamaño del edificio. Con millones de estantes atiborrados de extraños tomos escritos en lenguas olvidadas.
Escuchó un extraño cantico sordo, y vio una figura bajando por una enorme escalinata.
Una figura con un manto verde, con una capucha que le cubría el rostro y con un grimorio arcano en una mano.
La figura se detuvo ante él.
-Cual es tu objetivo, viajero.   
-¿Quién eres?
- ¿Acaso no lo sabes ya? El Guardián de los Arcanos.
El bibliotecario- pensó.
-Necesito saber si hay algún modo de parar a los oscuros dioses que amenazan a la humanidad.
El Guardián de los Arcanos abrió el grimorio y comenzó a pasar páginas con rapidez.
-Tú lo has pedido. Esto es lo que acontecerá.
Gideon Marks empezó a ver imágenes formándose ante él.
Cuervo observaba pacientemente como Gideon Marks parecía haberse metido en algún tipo de trance.
-Esta en la biblioteca.-Dijo el indio navajo.
-¿Tu crees? ¿Cómo estas tan seguro?- Preguntó Elsa Bloodstone.
-Puede sentir que su yo astral ya no se encuentra en su cuerpo.-Indicó enigmáticamente Cuervo.
Pantera Negra pareció repentinamente intranquilo, como si algo le alterase.
-¿Qué ocurre, Pantera?-Preguntó Roger Willis sacando su arma.
-No estamos solos, puedo sentirlo.-Dijo el monarca africano.
Un grito horroroso, que hizo estremecerles por su sonido, se escuchó resonando por las vacías salas de la ciudad de Orastha.
Algo inhumano y grotesco caminaba con pasos pesados e irregulares hacía ellos.
Apareció ante  ellos un hombre grotescamente obeso, que carecía de cabeza o cuello, con una boca llena de dientes afilados en cada una de sus manos.
-¡Dios bendito! ¿Qué es esa cosa?- Exclamó Abner Little.
-Creo que Dios esta muy lejos de tener nada que ver con ese engendro.- Dijo Roger Willis.
-Lo reconozco de viejos grabados, es Y'Golonac, dios de la perversión y la depravación -–Dijo
Cuervo.
El dios primigenio levantó las palmas de sus manos y sus bocas se abrían y se cerraban, dejando ver sus dientes sucios y retorcidos, y la bilis amarillenta que caía de ellos.
-Encantador.- Dijo Elsa Bloodstone desenfundando dos pequeñas ametralladoras que llevaba.
Las balas impactaron en la piel aborgatada de Y'Golonac, dejando unos surcos y dejando escapar una sangre amarillenta y humeante. La sangre goteó en el suelo, creando unos vapores que empezaron a
afectarles.
-¡No le disparéis!- Gritó Pantera Negra.- Su sangre libera algún tipo de vapores tóxicos que pueden acabar con nosotros.
-Estupendo ¿si no podemos hacerle sangrar como lo paramos?- Dijo Roger Willis.
La criatura emitió un aullido ensordecedor que les puso los pelos de punta y se lanzó contra ellos. Apresó al profesor  Ian Minfle y la boca de una de sus zarpas empezó a morder la carne del profesor. Este gritó de dolor, y Taj Nitaj fue en su ayuda.
-¡Taj, no!- Gritó Elsa.
El musculoso hindú golpeó con sus poderosos brazos al dios de la perversión, sin aparente efecto, pero soltó a Minfle, con una herida sangrente en un costado.
Cuando Y'Golonac se volvió contra Taj, intervino Cuervo, que le lanzó una manta tribal llena de símbolos mágicos y sagrados de los indios navajos.
El dios primigenio se retorció como si estuviese sintiendo un dolor atroz, y soltó un alarido espeluznante.
-¿Qué les has hecho, Cuervo?- Preguntó Pantera Negra.
-Un viejo truco de magia de mi pueblo, hijo de la Pantera.- Inquirió Cuervo.
 -Un pueblo sabio sin duda.- Observó T’Challa.
Y'Golonac se quitó el manto encantado, rompiéndolo en mil pedazos con rabia.
-Puede que no lo suficiente.- Dijo tranquilamente Cuervo.

Londres, Inglaterra

El frío extremo, tan intenso que había dejado congelado todo lo que se encontraba en su camino, no era el caso de Red Norvell, que gracias al poder de su martillo encantado había logrado resistir el frío arcano de los gigantes de Hielo de la lejana Asgard.
-¡Pentigaar! ¡Enfréntate a mi si te atreves!- Gritó Norvell desafiando al gigante de hielo.
-¡Tú! ¿Cómo es posible? ¡Nada puede resistir a los vientos helados del padre Ymir!
-Sólo un martillo mágico asgardiano, mister cubitos de hielo.- Dijo Red Norvell, moviendo su martillo de guerra a dos manos e impulsándose para lanzarse contra el gigantesco enemigo.
El martillo Uru de Norvell dio un certero y poderoso golpe que hizo lanzar un alarido a Pentigaar.
-¡Te aplastaré como a un insecto!- Exclamó el gigante de hielo mientras lo sujetaba con su mano y apresándolo.
-Doy gracias por el regalo que me dio Thor, nunca podré agradecérselo suficiente.- Dijo Red lanzando un golpe tremendo contra la mano del gigante, partiendo la mano y seccionándola del brazo.
-¡¡Arght!!
Red Norvell movió su arma mágica, y esta brilló con el fulgor de una pequeña estrella.
-Te arrepentirás del día que decidiste poner un pie en este planeta y en el que te cruzaste en el camino de ¡Red Norvell!-Dijo enfurecido antes de soltar su martillo.
El martillo de Norvell impacto con tal fuerza que el cuerpo forjado en hielo del mundo de  Jotunheim se quebró en miles de pequeños pedazos.
Mientras Norvell celebraba su victoria sobre Pentigaar, no pudo darse cuenta de algo que  estaba ocurriendo muy cerca de él.
-Despierta, pequeña.
Laynia Petrovna, conocida como Estrella Oscura abrió los ojos y vio como un extraño personaje estaba sobre ella. Su cabello era rizado, y no dejaba de sonreír. Su vestimenta era como poco estrafalaria y pomposa. Con un abrigo marrón, una larga bufanda de colores y un sombrero que le daban todo el aspecto de un chiflado.
-¿Quién eres? ¿Qué ha ocurrido?
-¿Quién soy? Eso no es importante, querida, me puedes llamar el Profesor.- Dijo el intrigante hombre.- Tengo trabajo que hacer, he de liberarlos a todos y marchar hacía la grieta ¡Se nos acaba el tiempo!
Estrella Oscura observó como sus compañeros de los Campeones del Viejo Mundo estaban totalmente congelados. El Profesor se acercó a Micromax, y sacando un pequeño artefacto alargado, lleno de luces que no dejaban de parpadear, tras pasarlo varias veces por encima de Micromax, la capa de hielo comenzó a fundirse rápidamente.
-¿Qué has hecho? ¿Qué es eso que sujetas en la mano?- Preguntó intrigada la heroína rusa.
-¿Esto? Bueno, cuando se aflojan los tornillos usas un destornillador, ¿cierto? pues eso es lo que llevo, un simple destornillador.
-¿Un destornillador?- Preguntó Laynia con cara de no entender nada.
El  llamado Profesor repitió el mismo proceso una y otra vez hasta descongelar a los restantes Campeones del Viejo Mundo y a Cassie.
-¿Quién eres tú, colega?- Dijo Red Norvell con el martillo apoyado en sus hombros.
Al profesor se le iluminaron los ojos cuando vio a Red Norvell.
-Alguien que pasaba por aquí.- Dijo acercándose y sin quitarle la mirada al martillo Uru de Red.
-¡Me encanta ese martillo tuyo! ¿Crees que podría conseguir uno igual?
Red sonrió.
-Sólo si te lo da el señor de Asgard, colega.- Observó Norvell.
-Asgard Hmmm bonito lugar, buenas vistas, paisajes a lo señor de los anillos… Recuerdo una cacería de jabalíes junto a Volstagg, buen tipo Volstagg, aunque no recomiendo invitarle a cenar, si quieres cenar tú al menos…
¿Esta bromeando o ha estado en Asgard alguna vez?
Apartó  esas preguntas y rápidamente se acercó a Cassie, recién descongelada.
-¿Estas bien, Cassie?- Dijo Red Norvell abrazándola.
-Si, un poco mareada, pero soy la Cassie de siempre, Norvie.- Dijo ella intentando sonreír.
-Es una escena muy romántica, amigos míos, pero me temo que tenéis que acompañarnos  si queremos salvar el día.- Dijo el Profesor poniéndose su curioso sombrero.
-¿Acompañaros? ¿A quién más?
-Se refiere a nosotros.
Red Norvell se dio la vuelta y se quedó sorprendido ante el curioso grupo que tenía en frente.
Un hombre con ropas normales, de civil, con una extraña joya colgando de su cuello, que emitía brillos de vez en cuando. Era rubio y en sus ojos azules Red Norvell pudo notar como si hubiese vivido y sentido más que ningún otro hombre que hubiese conocido. Aunque era en apariencia joven, sus ojos denotaban que era viejo, muy viejo.
-Te presentó a Jonathan Kelly.- Indicó el Profesor.- Y quien esta a su lado es Darkangel.
Una chica veinteañera, de cabello negro, llena de piercings, con ropa estilo punk y cubierta de unos tatuajes que a Red Norvell le dio la sensación de que se movían, que crecían y expandían según los mirases, como si tuviesen vida propia.
-Hola, tío.- Dijo la joven mascando chicle.
Un hombre con una gabardina, que permanecía agachado, con el cabello negro revuelto y con una recortada perilla le sonreía. No pudo evitar ver que su mano parecía una zarpa metálica.
-Jack el Saltarín para servirte.
Sin duda el más impresionante era la salvaje y corpulenta criatura que sobresalía sobre ellos. Un enorme antropoide, similar a un gorila, de al menos tres metro de altura, les miraba con impaciencia. Para sorpresa de Red, el gorila habló.
- Myghtor esta harto de esperar, Myghtor tiene ganas de entrar en acción.- Y tras decir resto se golpeó el pecho desafiante.
-¿De dónde demonios habéis salido vosotros?- Dijo Red Norvell llevándose la mano a la cabeza.[2]
-Un gracias estaría bien, grandullón.- Dijo Jack el Saltarín arqueando una ceja.
-Os necesitamos para cerrar la grieta dimensional por la que entran toda clase de criaturas monstruosas desde otros planos de existencia.- Dijo el Profesor.- En especial el poder de Estrella Oscura.
-¿Mi poder?
-Oh, es fácil de explicar, un poco de energía oscura, mezclamos con neutrinos y anti protones, radiación solar… Y si, para ser claro,  necesitamos tu poder.
Red Norvell se adelantó.
-Podéis contar conmigo, tenemos que acabar con esta invasión. Pero tú te quedas, Cassie.- Dijo Norvell mirando a la muchacha.
-¿Qué? ¡De  eso nada!
-Necesito que estés a salvo, si puedes resultar herida… Necesito concentrarme y no estar pendiente de protegerte. No en este momento, Cassie.
Cassie esbozo una sonrisa.
-Eres adorable, Norvie.- Dijo para después darle un largo beso.- Por esta vez tu ganas.
-¡Bien, muchachos! ¡Es hora de irnos!- Dijo el Profesor.
-¿Y como se supone que lo haremos?- Preguntó Halcón Peregrino.
El Profesor se movió, como buscando alguna cosa que no alcanzaban a discernir.
-Ah, ¡aquí estas!
Apareció ante  ellos lo que era sin duda una puerta. Era extrañamente similar a las puertas de las viejas cabinas de policía británicas. El Profesor la abrió, haciendo un gesto para que le siguiesen.
-¡¡Gerónimo!!- Exclamó sujetándose el sombrero.


Congo, África


-¡Cuidado todos!- Gritó Roger Willis.

Y'Golonac arremetió contra ellos enrabietado.
Pantera Negra lo esquivó de un salto felino, poniéndose encima del cuerpo fofo del dios primigenio. Sacó un puñal energético, golpeándolo con él.
Y'Golonac emitió un grito de dolor, y lo apartó con un violento manotazo.
Cuervo soltó un puñado de polvos contra la criatura, y allá donde tocaban estallaban llamas.

-¿Estas bien, Taj?- Preguntó Elsa con preocupación.

El gigantón hindú asintió, para después esbozar una sonrisa tranquilizadora.
El fuego mágico de Cuervo ya se había extinguido, y las bocas de las palmas de las manos aullaban.

-Esperemos que esto funcione.- Dijo Pantera Negra lanzando una capsula extraída del cinturón de su traje.

La capsula chocó con el cuerpo de Y'Golonac, quebrándose, en pocos instantes, empezó a quedarse quieto, como paralizándose, y una fina capa de hielo lo cubrió por completo, convirtiéndolo en un unos segundos en una estatua de hielo.

-¿Qué es lo que les has arrojado?-Preguntó Roger Willis.

-Una capsula de nitrógeno líquido, con una potente mezcla creada en los laboratorios de Wakanda.-Comentó Pantera Negra.

-Vivan los científicos wakandianos.- Dijo Elsa.

Cuervo comenzó a atender a Minfle con un hechizo curativo, y Roger Willis se quedó observando a Gideon.

-¿Creéis que lo estará consiguiendo?

-Esperemos que si.- Dijo Pantera Negra.

Gideon Marks pudo por fín verlo todo con claridad. El futuro se desvelaba ante sus ojos y contemplaba cosas que amenazaban con romper el filo hilo de la cordura de su mente.
Un mundo se le mostraba. El cielo rojo, el aire llenó de gases venenosos y tóxicos para las formas de vida naturales del planeta, las ciudades eran ya meras reliquias, sepultadas entre musgos y vegetación de aspecto casi alienígena y por la superficie caminaban criaturas que ya existían mucho antes que el hombre.

Seres de pesadilla se movían arrastrándose, algunos volaban con alas, otros caminaban a cuatro patas o erguidos. Ahora eran los nuevos dueños de la Tierra, la raza humana era sólo era  una mera anécdota en la larga trayectoria del planeta, apenas una mota de polvo que había sido barrida con tal fuerza que ya no quedaba ni rastro de su legado ni de que una vez se autoproclamaron la raza dominante del mundo.
Ahora los Dioses Primigenios y oscuros, y sus siervos eran los que volvían a tener lo que una vez fue suyo.
¿Esa era la única verdad? ¿Lo que les esperaba era la extinción? ¿No había nada que pudiesen hacer para evitar tan funesto futuro?
La imagen osciló, mostrando a la gente viviendo en las ciudades, teniendo su rutina diaria, transcurriendo sus vidas alegremente, ajenos a ningún temor. ¿Un nuevo futuro más benevolente con los humanos?
Las personas miraron hacía el cielo, unas sombras les cubrían, y el asombro llegaba al contemplar con toda su majestuosidad las colosales figuras que las provocaban.

Gigantes de un tamaño descomunal, infinitamente más altos que la más alta de las cumbres, con armaduras o trajes metálicos fabricados con una tecnología que superaba toda escala inimaginable. Los colosos permanecían flotando, inmóviles, como estatuas flotantes en el cielo. Pero Gideon era consciente de que eran los jueces, el jurado y el verdugo de un juicio que no podía siquiera llegar a comprender.
El Guardián de los Arcanos cerró el libro y las  imágenes cesaron.

- ¿Cuál es el significado? En un futuro la humanidad desaparece, y en el otro, sufriremos el juicio de esos colosos espaciales…

- Sólo los Dioses tienen la última palabra. Todo lo que esta por acontecer dependerá de sus decisiones. Son dos posibles futuros, uno puede ser el que os sobrevendrá o ninguno.

El Guardián se desvaneció, y la Biblioteca de Celaeno se esfumó ante sus ojos. Volvía a estar en el interior de la ciudad de Orastha y sus compañeros lo miraban intrigado.

- ¿Qué te ha ocurrido, Gideon? ¿Lo lograste?- Preguntó Elsa Bloodstone.
Gideon asintió.

- Estuve en las sagradas salas de la Biblioteca de Celaeno y consulté con el Guardián de los Arcanos.

- ¿Te dijo como detener esta locura?- Dijo con interés Pantera Negra.
Negó con tristeza.
- No esta en nuestras manos, si no en la de los dioses. Su fracaso o su victoria será la nuestra.
- ¿Dioses? Hmmm Pues estamos apañados.- Dijo refunfuñando Adner Little.
Pantera Negra frunció el ceño. No le cabía duda de que entre esos dioses estaría su camarada de armas y compañero vengador Thor. Desearía poder estar a su lado, combatiendo junto a él, pero el destino había querido que cada uno jugase un papel diferente.
- No temáis, no podríamos estar en mejores manos.- Dijo T’Challa, pensando en el señor de Asgard.
Elsa Bloodstone recargó su rifle y se lo puso a la espalda.
- Creo que es hora de salir de aquí entonces, y esperar que sean los dioses correctos quienes ganen esta terrible guerra que se esta librando.
Gideon Winters no contestó, tenía la mirada perdida, en el infinito.
Jamás se había sentido así. Eran insignificantes, apenas unos niños tratando con poderes que ni en millones de años más llegaría siquiera a entender en lo más mínimo. Era como si una perdona tratase de comunicarse con un diminuto microorganismo. Eso eran para estos seres, la humanidad estaba a merced de fuerzas que los mecían a su antojo, y no había nada que pudiesen hacer para evitarlo.
El universo era un lugar infinito y el hombre empequeñecía ante la inmensidad del cosmos.                                                         



Inglaterra

A las afueras de Cardiff, una localidad de Inglaterra, se hallaba un fenómeno que desafiaba todas las leyes de la física de nuestro universo. Una brecha en el continuó espacio-tiempo permitía que seres y entidades de realidades insondables cruzasen el umbral entre los mundos. La grieta era cada vez más grande, ensanchándose a cada segundo que pasaba, dejando libres en nuestro mundo toda clase de horrores alejados de cualquier entendimiento humano.
Entre el caos reinante, surgió una puerta. Una solitaria puerta flotando. La puerta se abrió, y el Profesor la cruzó, acompañado de Red Norvell, Estrella oscura y el resto de héroes decididos a acabar con la amenaza.
-Uau, extraño método de transporte tienes, colega.- Observó Red Norvell.
El Profesor comenzó a silbar una tonadilla mientras rebuscaba algo en sus interminables bolsillos.
-Es una persona un tanto... Hmm Curiosa, cuanto menos.- Apuntó Micromax.
-No lo sabes tu bien.- Dijo Darkangel con una mirada divertida.
-¡Ah! ¡Aquí estabas!
Ante la sorpresa de todos, el Profesor acababa de sacar unas gafas 3D de lo más llamativas.
-Madre mía ¿Qué se supone que vas a hacer con esto?- Preguntó asombrado Norvell.
-¡Esto!- Dijo el Profesor apuntando hacía un punto con el artefacto que había calificado simplemente de destornillador.
A la vista de todos apareció una especie de templo flotando en el vacío, al mirarlo incluso dañaba la vista. Estaba rodeado de luces deslumbrantes.
-La grieta, tenemos que atravesarla si queremos cerrar el acceso a nuestro mundo.
Halcón Peregrino, que sobrevolaba desde las alturas puso una expresión de sorpresa en su rostro.
-¡Tenemos compañía!
De todos los puntos comenzaron a llegar una jauría descontrolada y salvaje de criaturas monstruosas e inhumanas.
Unos eran unas masa informes de materia oscura que estaban continuamente creando apéndices y extremidades como brazos, cabezas, tentáculos o bocas llenas de dientes afilados. Otras eran Serpientes antropomorfas, con brazos y piernas o Humanoides gomosos y repugnantes, de rasgos caninos y con pezuñas y garras en lugar de pies y manos. Y flotando sobre  ellos, criaturas amorfas, que se mueven rodando o serpenteando.  Tienen una apariencia mezcla entre ranas y pulpos, aunque es difícil establecer una forma específica debido a sus constantes cambios. Las criaturas tocaban unas flautas, que hacían sonar una melodía macabra y sobrenatural.
-Estamos en problemas.- Dijo Kelly.
 -¡Rápido! ¡No tenemos tiempo que perder! –Exclamó el Profesor.-Estrella, Darkangel, Jack el Saltarín y Halcón Peregrino conmigo a la grieta, el resto conseguidnos tiempo para poder cerrar el portal.
Red Norvell agarró su martillo Uru. Micromax creció en estatura preparándose para combatir. Blitzkrieger cargó sus rayos eléctricos, Myghtor se golpeaba el pecho desafiante y la joya en el pecho de Kelly brillaba con más intensidad que nunca.
-Tranquilos, os daremos todo el tiempo del mundo.- Dijo Red Norvell dando un tremendo golpe en el suelo que creó una onda expansiva en el suelo que hizo caerse a varias de las criaturas sobrenaturales.
Una de las masas informes atacó con sus tentáculos a Myghtor.
- No podrás con Myghtor, monstruo ¡Myghtor es invencible!
El gigantesco gorila clavó sus manos en la masa informe y en un momento resquebrajó el cuerpo de la extraña criatura.
Micromax fue atacado por la horda de rasgos caninos, el héroe británico aplastaba con sus pies a muchos de ellos, que aún así trataban de morderle y arañarle con violencia, saltando sobre su cara y sobre su pecho y espalda.
Blitzkrieger lanzaba descargas eléctricas que derribaban a toda clase de criaturas que se cruzaban en su camino.
Los hombres-serpiente se lanzaron contra Jack Kelly. Kelly apenas se inmutó, en su larga vida, desde que se encontró con el ojo mágico y empezó su eterna condenación, hacía ya muchos siglos atrás, se había enfrentado a toda clase de peligros.
Las lanzas de las criaturas serpiente trataron de atravesar su piel, pero se curvaron hasta doblarse y finalmente partirse.
Kelly agarró una de las lanzas dejadas por uno de los hombres serpiente, y con la pericia de quien ha combatido en mil batallas, redujo a varios de ellos sin mucho esfuerzo.
-No podéis matarme…- Dijo Kelly pensando en si desease que eso pudiese ser posible.
El Profesor y sus acompañantes habían aprovechado la distracción para introducirse en el templo. Un vértice de energía, un foco interdimensional se hallaba en su interior.
-El templo es la puerta de acceso a través de la grieta.- Indicó el Profesor.
-¿Y cómo lo haremos, listillo?- Preguntó Darkangel haciendo un globo con su chicle.
-¡Es muy sencillo!- Exclamó el Profesor quitándose el sombrero.- El poder de Estrella proviene de la Dimensión Oscura, por lo que utilizándolo, puedes ser el faro para el poder de Darkangel, el ancla para guiarse en el interior del vértice.
-¿Me lo puedes explicar de nuevo, tío?
-Creo que lo he entendido.- Dijo simplemente Laynia.
-¿Todos de acuerdo? ¿Pues a que esperamos?- Dijo Jack el Saltarín mirando inquieto de un lado a otro.
-Las cosas hay que hacerlas correctamente… O  las consecuencias pueden ser imprevisibles, Jack.-Indicó el Profesor.
Este dio unas palmadas, como aplaudiendo.
-¡Que  empiece el espectáculo!
Darkangel levantó una mano y sintió como el fragmento del tejido de la realidad que poseía, se movía y reaccionaba a sus pensamientos. El poder fluía de todo su cuerpo, un poder incontrolable, y sólo limitado al poder de su imaginación
Estrella Oscura invocó la fuerza oscura con su poder mutante y esta rodeó a la chica punk como un aura protectora.
-¡Fenomenal, Laynia! ¡Darkangel, ahora debes usar tu poder para sellar la grieta!- Exclamó el Profesor ansioso.
La joven poseedora de un poder que sobrepasaría todas sus expectativas, comenzó a brillar como una estrella, que con el aura oscura de Estrella envolviéndola parecía un efecto eclipse en su figura. El poder manaba de su cuerpo, y la grieta comenzó a disminuir poco a poco de tamaño.
El Profesor comenzó a reír, con una risa contagiosa.
-¡Si! ¡Esas son mis chicas! ¡Lo estáis consiguiendo!
Estrella Oscura sintió como si brasas ardientes se clavasen en su cerebro. La invasión de todo su ser, de lo que la convertía en una persona, por una mente más allá de lo humano, tan alienígena e inhumana que apenas podía percibir lo que era en realidad.
Su conciencia fue arrastrada hasta quedar oculta en el fondo de su ser.
Laynia Petrovna pudo contemplar desde la prisión en el fondo de su mente, como se preparaba para matar a Darkangel y todos sus compañeros. 


Latveria, Europa
Los Avatares de Nyogtha se unieron, derramando su sangre, y haciendo un cántico de poder. El ritual arcano, más antiguo que el hombre, era realizado con gran cuidado. Su misma esencia vital estaba siendo absorbida, dejándola fluir fuera de sus cuerpos, hasta llegar a donde se encontraba el dios primigenio.
Nyogtha comenzó a fluir de las entrañas de las montañas. La tierra se resquebrajó y tembló como si un inmenso terremoto afectase a toda la zona. De las grietas que se han formado en el suelo comenzaron a brotar pequeñas manchas negruzcas que se  empezaron  hasta formar una inmensa y correosa criatura. Su forma es semilíquida y gelatinosa, una enorme mancha negra, similar al petróleo que lo engulle todo. Con inmensos y grandes tentáculos o seudópodos. De la masa informe se forman sin cesar monstruos obscenos, algunos son capturados de nuevo por Nyogtha para devorarlos, retornándolos a la masa primigenia.
El dios primigenio fluyó, desplazando su enorme masa semi-liquida en busca de victimas a las que destruir.
El cuerpo aparentemente inerte de Muerte se empezó a mover, devuelta a la conciencia, el monarca de Latveria levantó la vista y vio a la criatura a la que debía derrotar.
Insensible al dolor de sus heridas y a los sistemas averiados de su armadura, Muerte miró desafiante a Nyogtha.

-¡Alto, monstruosidad! Si quieres a Latveria, ¡deberás batirte con su legitimo señor!- Gritó Muerte.

El dios de los abismos se volvió y centró su atención en el Doctor Muerte.
Los seudópodos salieron disparados hasta él. Muerte lanzó una descarga de energía que dispersó el tentáculo, pero rápidamente se volvió a rehacer.
La masa correosa y liquida, empezó a envolver la armadura hasta sumergirlo por completo bajo la masa semi-liquida y aceitosa.
Cuando parecía que había sido engullido en su interior, un resplandor de luz hizo dispersarse alrededor suyo.
Muerte susurró las palabras que le había repetido Sophia, al tiempo que con sus manos y su cuerpo adoptaba una posición idónea para realizar el encantamiento. Comenzó a sentir como la energía mística surgía de su interior.
Nyogtha se encaró hacía él, aceptando el desafío que le era impuesto. Su masa informe se volvió tan inmenso como la ola de un maremoto, dispuesta a barrer todo a su paso.
La tierra tembló aún más. Los habitantes del pequeño país miraban aterrados como todo temblaba, como la misma tierra parecía querer acabar con ellos. Rezaban, con lágrimas en los ojos, pensando que el fin del mundo estaba cercano y que no quedaba esperanza para nadie.
Y un único pensamiento cruzaba sus mentes ¿Dónde estaba su monarca? ¿Los había abandonado a su suerte?
Muerte terminó de recitar el sortilegio de Sophia, e incluso él, por un instante, se sintió perturbado por lo que estaba a punto de suceder. Elevó sus manos, desde diferentes puntos de Latveria, surgieron estelas de luz que iban uniéndose hasta formar una esfera de poder místico como jamás había sentido Muerte. Cientos y cientos de estelas alimentaban la esfera.
Nyogtha cayó con toda su masa encima de Muerte, y en ese preciso instante, actuó.
El encantamiento se activó, la esfera de energía arcana se extendió hasta cubrir por completo al dios. La masa liquida y negra, similar al petróleo, se intentó escapar, huir, pero no le fue posible, la luz iba consumiendo su forma, como una llama acaba con una hoja de papel, en pocos minutos la criatura primigenia había desaparecido de la vista.
Muerte sabía que en realidad había vuelto a su eterna prisión, donde permanecería durante cientos, tal vez miles de años más. Latvería permanecería a salvo durante generaciones, aunque ahora fuese un país sumido en la destrucción y la desesperación, sobrevivirían, y se levantarían aún más fuertes. Eso lo juraba Muerte.

                                                      

Inglaterra
La batalla contra las criaturas extradimensionales continuaba fuera del templo donde se encontraba la grieta.
Micromax agarró a dos demoniacas criaturas voladoras que lanzaban espinas como proyectiles contra él. Algunas se clavaban en su piel, haciéndole heridas, lo cual le enfurecía. Golpeó a una contra la otra, aplastándolas a ambas.
El titánico gorila conocido como Myghtor peleaba sobre una montaña de enemigos de toda clase y tamaño que caían ante su poderoso ímpetu.
Una bestia de ocho patas y dos cabezas saltó hacía Myghtor, haciéndole una herida en uno de los brazos, un segundo después, el gorila le descargó varios golpes con sus dos enormes puños hasta que la criatura dejó de moverse.
Halcón Peregrino, que volaba intentando deshacerse de una criatura insectoide alada, se dio cuenta de que donde las garras de la bestia habían rasgado la piel se veían circuitería y cables. ¿Es un robot?- pensó Halcón Peregrino justo antes de darle una patada en lo que creía la cabeza del insectívoro aéreo.
Red Norvell dio un tremendo martillazo con su arma a dos manos, que hizo que la colosal criatura llena de pústulas y de lenguas bífidas se cayese como un árbol recién talado.
-No paran de llegar, su número cada vez es más grande.- Pensaba Red Norvell.- Si no cerraban pronto la grieta… No podrían contenerlos mucho más.
Darkangel aumentó la intensidad de la energía que desprendía, cuando de repente notó como la materia oscura comenzó a enredarse alrededor de su cuerpo, estrangulándola.
-¿Qué haces? ¡Detente la mataras!- Gritó Jack el Saltarín alarmado.
Estrella Oscura, cuyos ojos se habían tornado como carbones encendidos, parecía ajena a los gritos de quienes la rodeaban.
Jack el Saltarín miró al Profesor.
-¿Qué le ocurre Profesor?
-Los seres de más allá del velo pueden acceder  a Estrella a través de la energía oscura que ella manipula.- Apuntó el Profesor.
Estrella Oscura levantó a Darkangel con un haz de materia oscura, para luego lanzarla con fuerza contra uno de los muros del templo.
Jack el Saltarín, dio un ágil saltó, plantándose al lado de Estrella Oscura, e intentó golpearla con su zarpa de acero.
Estrella creó una garra de materia oscura, dándole un golpetazo que lo dejó aturdido.
-Lavnia, pequeña, puedes liberarte, sé que  estas ahí, en algún lado, tienes más fuerza interior de la que tu crees ¡usa esa fuerza!
El Profesor esquivó torpemente un haz de energía oscura proyectada desde las manos de la mutante rusa.
-O no…
La energía oscura lo rodeó, levantándolo varios metros en el aire.
-¡Estrella Oscura! ¡Lucha con todas tus fuerzas, pequeña! Debes buscar tu fuerza, una fuerza capaz de derrotar a cualquier cosa que tengas enfrente ¡Sé que tú eres capaz! ¡Confió en ti!
En el pequeño rincón de su cerebro donde se hallaba prisionera, Estrella Oscura escuchaba las palabras del Profesor, que de alguna manera le insuflaba fuerzas y energía. La mente de Latnia gritó, un aullido ensordecedor que sorprendió a las presencias que la poseían e hicieron apartarse y dejarla de nuevo al mando de su conciencia y de su cuerpo.
-H-he v-vuelto.- Dijo Estrella Oscura.
El Profesor le dedicó una sonrisa y se volvió a colocar el sombrero.
-No lo dude ni por un momento, pequeña. Esperemos que no sea demasiado tarde.
Los dos se acercaron a Darkangel, que tenía una herida en la cabeza que sangraba.
-¿Te encuentras bien?
-Si, déjame levantarme y podremos seguir…
Darkangel se incorporó, algo dubitativa. Abrió su mano e intento generar energía para cerrar la grieta, pero apenas se iluminó.
-No sé que pasa, no puedo hacerlo.
-La herida en la cabeza, no te permite concentrarte, y no tenemos tiempo…- Comenzó a decir el Profesor.
Por la puerta del templo entró un confuso Red Norvell martillo en mano.
-¿Tenéis problemas? Esa horda de bichos esta a poco tiempo de pasarnos por encima, colega.
El Profesor chasqueó los dedos, como si se le hubiese ocurrido una idea.
-¡Seria capaz de besarte, Red Norvell!
Norvell puso cara de desagrado.
-Ni se te ocurra…
-Necesitamos la energía de tu martillo mágico para cerrar la grieta de una vez y para siempre.- Comentó el Profesor.- Estrella Oscura te anclará y debes soltar todo el poder contenido en el interior
de tu arma encantada.
-Entendido, profe.
Red Norvell levantó con sus dos manos y la energía arcana que contenía el martillo Uru comenzó a ser liberada. Rodeado por el aura de materia oscura de la mutante, Red Norvell lanzó un rayo de energía mística contra la grieta. En un primer momento no pareció suceder nada, pero después la grieta empezó a cerrarse con rapidez.
Toda la jauría de criaturas que estaban en las cercanías comenzaron a emborronarse, como si su imagen se distorsionase, hasta desaparecer, como si hubiesen vuelto de  regresó a sus planos sin nombre.
Con una explosión de luz, finalmente la grieta de Cardiff se cerró ante sus ojos.
-Lo he logrado, casi ni me lo creo. Ni yo mismo aún soy capaz de comprender el poder de este martillo.- Dijo Red Norvell mirándolo.
Jack el Saltarín se acercó apoyándose en Darkangel.
-¿Sin rencores?- Dijo Estrella Oscura acercándose a ellos.
-Claro, no te preocupes, sin rencores.- Dijo Jack el Saltarín, más herido en su orgullo que otra cosa.
Red Norvell sintió un sonido, como un cuerno de batalla en la lejanía. Sabía y conocía su significado y lo que tenía que hacer.
-Me temo que debo marcharme, amigos míos. El deber me reclama. Un viejo compañero de armas me necesita y no pudo eludir la llamada.
El Profesor asintió, como si supiese a que se refería.
-Te deseo suerte, Red Norvell, mis mejores deseos van contigo y tus aliados.
Red Norvell se despidió de ellos con un saludo de su mano y golpeando su martillo contra el suelo, desapareció en un relámpago.
-¿Lo volveremos a ver?- Preguntó Estrella Oscura al Profesor.
-Si los dioses lo desean, así será.- Contestó pensando en lo que estaba en juego en todo esto. [3]
                                                               Epilogo
El Doctor Muerte contemplaba la capital desde una de las altas torres de su imponente  y perturbador
castillo. Allá hacía donde alcanzaba su vista, sólo se veía edificios y casas en ruinas y gente caminando de un lado a otro, como almas en pena. Su amado país había recibido un terrible golpe, del que les costaría recuperarse. Su pueblo estaba sufriendo, y no era la primera vez. Eran sus súbditos y debían plena obediencia a sus mínimos deseos, pero estaban bajo su protección y eso era algo sagrado para él. ¿Debía cambiar sus objetivos e intentar centrarse más en su pueblo y no tantos en sus propios planes? Era algo en lo que detenerse a pensar muy detenidamente.
El precio a pagar fue caro, terriblemente caro para su gente. En daños materiales y en vidas. Y no sólo por la incursión de los Sin Mente o la destrucción causada por el dios primigenio. Recordaba perfectamente las palabras de la hechicera Sophia: “Para volver a encarcelar a Nyogtha, debes sacrificar las vidas de un millar de habitantes de Latveria. No hay otra forma para hacer funcionar el encantamiento. Es magia negra, y usarla tiene un precio. Siempre. “
 Cientos de hombres, mujeres y niños vieron sus vidas apagadas como si un viento repentino apagase la llama de una vela. Sólo que no fue el aire lo que extinguió la llama de su energía vital, si no su mano. Su sacrificio fue necesario, pero no era algo de lo que Muerte debía sentirse orgulloso.
Decidió retirarse a sus aposentos. Tenía que coordinar la ayuda para la población e iniciar la reconstrucción de su amada patria. Y tenía mucho en lo que reflexionar sobre lo ocurrido recientemente.
En la Luna, en la ciudad de los Inhumanos, Rayo Negro y la familia real habían conseguido repeler el asalto de los engendros a los que llamaron Bestias Lunares.
Los  daños en la ciudad fueron grandes, pero no fue nada gracias al regalo que recibieron con prontitud tras esto. Sus súbditos, el resto de Inhumanos que se quedaron en el espacio, combatiendo en las guerras de los Kree regresaban finalmente. Comprendieron que echaban de menos su hogar, aún cuanto este les había tratado siempre con dureza y rara vez con cariño.
Red Sonja, Killian e Isabel Inferno detuvieron con grandes apuros  a la Gran Madre, liberando a los humanos que la criatura infernal mantenía bajo su férreo control. Isabel Inferno desapareció tras esto, y Killian dijo que tenía que seguir su camino.[4]
Sonja se preguntaba cual sería el suyo, que es lo que los designios de la diosa Scathach le haría hacer y cual sería su destino en el futuro. Empuñando su espada, decidió que lo averiguaría, de un modo u otro.
Las personas de gran parte del planeta miraban el cielo con preocupación y  con dudas ¿Qué era lo que estaba sucediendo? ¿Cuánto acabaría todo esto? Nubes de tormenta se agitaban en el cielo de nuevo azul. Para muchos ojos, no asemejaban simples nubes, ni los relámpagos eran meros relámpagos. Las inmensas nubes se transformaban en hordas de guerreros que se enfrentaban entre sí, como si los dioses quisiesen anunciar que se estaba librando una guerra más allá del entendimiento de los mortales.
El entrechocar de las armas eran como truenos y rayos que los iluminaban y que les hacía pensar ¿Cuál será el vencedor de la guerra de los dioses?

¡El Crepúsculo de los Dioses finaliza en la serie de  Thor!

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Referencias:
1 .- Para saber quién es Isabella Inferno, leer Marvel Team Up 8 al 10
2 .- No premio a quien averigüé en quienes se basan estos personajes …
3 .- Si queréis saber el destino de Red Norvell y donde acude, leer la serie de Thor, los números 18 al 22.
4 .- Si, ya sé que es muy resumido, pero se hacía eterno el número y ni me quedaba espacio material ni tiempo para escribir este trozo con Sonja, lo siento por los fans de la pelirroja, en otra ocasión será. Lo mismo para los Inhumanos. Mis disculpas.

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