Blade nº04

Título: El Amanecer de la noche (I): El Anochecer del Día
Autor: Carlos Javier Eguren
Portada: Conrado Martín
Publicado en: Agosto 2011

Isa ama a Ewan con toda su alma, aunque Ewan no la tenga. Él es un vampiro que sobrevive de la sangre de animales y se ha enamorado de una humana… O sólo es una tapadera en su grotesco juego inmortal… Aunque ese “in” está a punto de ser puesto a prueba por un cazador de vampiros: Blade. ¡No pierdas este número no apto para amantes de los vampiros pijos y ñoños!
Solo hay una persona que se interpone entre la humanidad y los Hijos de la noche. Un cazador solitario cuya misión es eliminar de la faz de la tierra a ese cáncer llamado Vampiro.
Creado por Marv Wolfman y Gene Colan


Resumen de lo publicado:Si procediese, unas líneas para situar a nuestros lectores respecto a lo que ha ocurrido. De nuevo, no os paséis en la extensión. Si quieren detalles, que se lean los fics anteriores.

EL REINO DE LA CREADORA.

Dios era una mujer. O eso pensaba Anna, que había nacido a las sombras meses antes. La dama que la salvó debía ser Dios, porque le dio la vida cuando estaba a punto de caer en las garras de la muerte.

El novio de Anna, Eric, le había dado una paliza tras jugar con ella. Él la había dejado desangrándose en un descampado… Y cuando todo iba a terminar, ellos, los inmortales, la encontraron. Tomaron de ella su último suspiro y le dieron vida.

Porque fue entonces cuando Anna fue convertida en una vampiresa y supo la naturaleza de Dios. Esa fuerza inmortal que haría que el destino se moviese y Blade se vengará de Eric. Curiosamente, según la Creadora, Blade se llamaba Erik. Irónico.

Sea como sea, Anna como buena creyente, cumpliría con la voluntad de la Creadora:

—Id a por Aquel Que Ha Visto La Luz Del Sol– ordenó la Creadora desde su trono de hueso de su negro palacio.

—Blade– susurró Anna. Ahora debía darle caza. Más irónico aún.

La Creadora asintió. Desde las sombras, avanzó un miembro del Clan. Era un hombre alto y musculoso, cabellos dorados, ojos azulados, fuerte y temible. El sueño ario encarnado en un cabeza cuadrada llamado Heinrich. Era un antiguo miembro de la SS, fue un monstruo incluso antes de ser convertido en vampiro.

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—No veía la hora de enfrentarme a ese negrata de mierda- dijo Heinrich sacando su puño americano.

Anna supo entonces, que si la Creadora, tras su máscara de plata, encomendaba que aquel vampiro fuese con ella como protector, era porque los designios de la Creadora eran inescrutables.

PANTANO.

En las afueras de la ciudad, en una ciénaga, vivía un ermitaño que perdió su ojo derecho en una guerra del pasado.

Algunos creen que él es una leyenda, muy pocos saben que lo es.

IGLESIA DE LOS DESPOSEÍDOS, NUEVA ORLEANS.

El viejo hogar de Dios, de aspecto gótico, estaba lleno de murmullos fantasmales del pasado. En su oscuridad, una estaca, revólveres, crucifijos… Eran bendecidos por un hombre que lo único que tenía era la fe.

—La consumación de tu destino está pisando a aquellos que te hundieron– dijo el Maestro–. “Dios, bendice estas armas con las que combatiremos a los demonios. Amén”.

— ¿Quiénes son?

—El Clan de la Creadora– respondió el Maestro, sereno–. La Creadora es un demonio que se dedica a convertir a aquellos que están a punto de morir. Acto seguido, estos se convierten en creyentes de esa bestia adorada como un falso dios. Es una secta vampírica.

— ¿Qué tienen que ver conmigo?

—Más de lo que crees.

— ¿Qué tiene que ver con lo que he hecho hasta ahora?

—Mata al próximo objetivo y sabrás el por qué– habló el Maestro.

—Ni siquiera sé quién eres, viejo.

—“El Diablo sabe más por viejo que por sabio”. Juré matar a todas las criaturas de la noche en su día y ahora te tengo a ti como discípulo para ayudarme en mi cometido. Hasta que no lo cumpla, no moriré.

Los ojos de Blade se clavaron en una de las estacas. ¿Sería cierto lo que decía el hombre?

El Maestro se dio cuenta, cogió el arma y se la clavó en el pecho. Retrocedió y cayó al suelo, ahogado. Viejo loco…

Finalmente, como si no hubiera pasado nada, se quitó la estaca y la arrojó a un lado. Se levantó y la herida del pecho se regeneró.

— ¿Necesitas alguna prueba más?

—Hay un acantilado cerca…

—No te hagas el gracioso, muchacho. Te he salvado, he hecho que aceptes tu legado y voy a seguir dándote respuestas.

— ¿Por qué ese interés?

—Te he esperado largo tiempo para saber si eras el adecuado y lo eras. Este es el momento, Cazador, el momento que has esperado, muchacho.

Blade contempló el arsenal ante él, cerró los puños y con su rostro inmutable dijo:

— ¿Quién es el próximo objetivo?

El Maestro contuvo la sonrisa.

UN BOSQUE OLVIDADO.

“Cazador, son una estirpe antigua. Provienen de los tiempos oscuros. Dicen que ellos fueron la primera amenaza en oscurecer Transilvania”, decía lejos de allí el Maestro. Sus palabras tenían ecos en el destino que eran insospechados.

Dos deportivos, último modelo, uno azul y otro rojo, cruzaban la carretera hacia el interior de un bosque de Nueva Orleans. Iban a toda velocidad, en una carrera donde ir en sentido contrario o golpear las señales no parecía importante.

“Sus maestros son Charlois Coldwin y esposa. Coldwin es un matasanos conocido por sus crueles experimentos con mendigos. Fue convertido a finales del siglo XVI. Se ganó una buena fortuna al hacerse con herencias de moribundos. Le encanta hacer sufrir a sus víctimas. De él viene la expresión “matasanos”.

El coche rojo de Charlois Coldwin voló unos momentos, la mujer que iba a su lado no paraba de besarle el cuello.

—Cariño, si sigues así, la sangre muerta no me va a llegar a donde me tiene que llegar…

— ¡Aplasta a esos niñatos, Charlois!

“Si Charlois te toca la moral, Cazador, prepárate para ver a su parienta. Una zorra que hace que Jezabel, a su lado, parezca una monja. Se llama Hezel Coldwin y si has escuchado hablar alguna vez de brujas, se referían a ella. Hizo dinero arrancando grasa de los niños y haciendo jabones con ellos en el XVII. Charlois la convirtió. Tal para cual”.

Hezel se asomó por la ventana y sacó la lengua a su discípulo, el descerebrado que conducía el coche azul, quien dijo con elocuencia:

—Te… Te… Te…

“Su primer “hijo” se llamó Elijah. Era un cazador de comadrejas. Ese paleto casi muere por una maldita comadreja salvaje que lo dejó malherido. Charlois y Hezel lo convirtieron porque dudaban que alguien tan estúpido pudiera engañar a la muerte…”

La acompañante de Elijah era un joven rubia que miró con asco a su alrededor. Bueno, solía mirar con asco a todo… Pegó un chillido cuando se partió una uña.

— ¡Malditos desgraciados de “m”!

“Más tarde adoptaron a otra hija, Roselin, una chavala que no duda en cometer incesto con Elijah (se hacen pasar por hermanos esos cabrones). Una estúpida niña rica a la que quemaron por liarse con tres aldeas y asesinar a cualquiera que le quitase su preciosidad. La salvó Elijah sólo porque pensaba que tenía unas piernas bonitas. Esa tipa es la muestra de que la maldad puede tener buena cara”.

Encima de los coches había dos figuras agazapadas. Se alzaban y se enfrentaban saltando de un vehículo a otro sólo por diversión.

Una era una joven que parecía a penas una niña, con andares de bailarina (de striptease) y pelo muy corto.

“Después vendría otra chavala, Aileen Coldwin, una granjera depravada de las afueras de Escocia. Decía que tenía visiones. La mandaron a un psiquiátrico que para ella fue como un buffet libre… Y eso que aún no había sido convertida en vampiresa.

Ese monstruo caníbal, esa salvaje, conoció a la familia Coldwin mientras ellos iban al psiquiátrico a practicar su deporte favorito: “la caza del loco”. La sangre traslada ideas de la vida del que muere al cazador y un loco transmite parte de su locura… Es como droga para los vampiros. Esa niña, Aileen, debe ser droga pura. La locura es ella con un bidón de gasolina y una sonrisa barata”.

Aileen Coldwin se levantó sobre el coche rojizo de sus padres, Charlois y Hezel. Justo para recibir un puñetazo de su hermano, que iba encima del coche de Elijah y Roselin.

—Te arrepentirás, hermanito mamón…

“Por último está el más sanguinario. Un bastardo de la aristocracia que le arrancaba a la gente la piel con tal de pasar un rato divertido. Estuvo a punto de morir de una mezcla de peste y sífilis. Lo llaman Ewan Coldwin y es un gran actor: puede darte la mano de la manera más simpática posible, sólo para arrancarte la cabeza de una patada. Si el Diablo tiene un hijo, de este puñetero bastardo debe sentirse bastante orgulloso”.

Ewan Coldwin obligó a su hermana Aileen a saltar hasta su coche. Estuvo a punto de besarla, pero le dio un cabezazo a la caníbal y luego otro puñetazo. La arrojó del automóvil en marcha.

—Joder…– soltó la pequeña vampiresa golpeando el asfalto y astillándolo–. ¡Serás…!

—Perfecto. Brillante como Bowie bajo la luz del verano.

Ewan se asomó a la ventana de sus padres:

—He ganado la apuesta. Me quedo con la habitación más grande.

En ese preciso instante, los dos deportivos empezaron a llegar hasta una enorme mansión victoriana perdida en el bosque.

—Al menos no ha pedido nada más de comer– dijo Hezel.

—Por cierto, quiero su corazón– pidió Ewan, pero sin nada de romanticismo.

—Hijo, deberías dejárselo a tus viejos– habló Charlois.

—Mi vieja se cargó a mi padre para quedarse con la plantación de esclavos… Vosotros sólo sois lacayos– soltó Ewan.

— ¡Si él se come el corazón, yo quiero la cabeza!– dejó claro Elijah–. Eso y los pies, ¡me encantan los pies!

— ¡Yo no me voy a comer a esa “m”!– exclamó Roselin.

“Aprovechan el mito del vampiro romántico, atraen a estúpidos humanos y luego se alimentan de ellos. Su obsesión es jugar con la comida… Lo ven hermoso y divertido”.

Charlois se bajó del coche en marcha sólo para estrellar el deportivo contra un árbol y reírse. Su mujer estaba dentro. En cinco minutos saldría en llamas, en busca de alguna alimaña de la que beber sangre y regenerarse. Era una broma de vampiro.

— ¡Te odio, hijo de perra!– gritó Hezel en llamas.

Charlois riéndose soltó:

—Yo también te quiero, pequeña, pero matiza eso de “hijo de perra”. No eres mi madre.

Ewan señaló a Charlois:

—Deja de cambiar de tema, maldito eunuco de los cojones, quiero su corazón.

—Claro, claro… Siempre respeto a mi hijo cuando trae a su novieta humana para comer… Literalmente.

Diez segundos después apareció Aileen, pero, como una bailarina de una caja de música, salió dando vueltas contra un árbol cuando Ewan la recibió con un puñetazo.

—Eso no lo vio venir la adivina, HA-HA– soltó Elijah, al mismo tiempo que Roselin se pegaba a la lengua de su hermano, como una mosca a la miel que cubrirse un montón de basura.

“Debes ir a por ellos, porque ellos sirven a la Creadora y te pueden decir dónde hallarla y dónde terminar de encontrarte a ti mismo, Cazador”, concluyó el Maestro.

PANTANO.

Rex Stoner no era un mal tipo. Nadie le dijo: “Eres de esos que tienen malas pulgas”. Nadie se lo dijo ni siquiera cuando lo veían convertido en el monstruo, porque seguramente era lo último que verían. Sin transformarse, nadie se lo comentó porque rehuía al resto del mundo.

Limpió toda la casa donde vivía. Por último, observó los barrotes. Su hogar, su propia cárcel.

Luego, cogió un periódico para ver si lo tiraba a la hoguera o no. Vio en las esquelas que un colega, un tipo de su misma condición, había muerto hacía poco en el bosque.

—El mundo ya no está hecho para los monstruos…

Suspiró mientras observaba su cuarto aquella noche: una gran jaula con grilletes. No iba a poder escapar aunque quisiera.

Al menos, tendría vistas a la luna llena. Era hermosa desde los pantanos de Nueva Orleans. Rex Stoner la odiaba.

UN BOSQUE OLVIDADO.

Ewan Coldwin se probó más de veinte trajes para saber cuál le favorecía más. Mientras buscaba su frac, encontró un vestido rosa. Maldita sea, aquella no era una de esas noches locas.

Suspiró.

Cogió un traje negro, que valía más que medio estado, y finalmente sonrió.

Desde luego no, no había elegido un mal traje para morir.

PANTANO

Rex Stoner intentó pensar en otra cosa que no fuera en lo dolorosa que era la transformación.

Decidió pensar en lo que hizo aquella mañana…

¡Fue a la ciudad!

¡REX STONER VA A LA CIUDAD!: El alto rascacielos de Nueva Orleans se guardaba en la oscuridad. Su dueño guardó un par de informes sobre asesinatos. Pulsando la tecla adecuada, cualquier policía podía darle aquella información sobre unos crímenes donde se repetía la palabra “MONSTRUO”.

Su secretaria le avisó de la llegada de una esperada visita.

Eso no lo sabe Rex, pero ¡nosotros sí!

La puerta se abrió y un hombre de rostro pálido y cabellos oscuros entró en la estancia portando un maletín.

—Mi gran guerrero– susurró el magnate.

—Me vas a poner rojo– musitó el recién llegado dejando caer el maletín sobre la mesa–. Esto me ha hecho hacer cosas muy extrañas en mundos que ni siquiera sabía que existían. No confío en ti y me he blindado para ello. No pienses que podrás hacer algo que escape de lo que me imagino que harás.

—Yo también te he echado de menos– se pronunció el millonario, abriendo el “regalo”. ¿Qué era?

 Dentro… ¡Había un bastón con un cabezal de plata con forma de garra!

—Espero que esa basura tenga alguna utilidad importante para la batalla.

—No seas bocazas– amonestó el millonario. Luego, miró el báculo–. Ah, mi viejo bastón… El arma definitiva para nuestros enemigos.

—He hablado con hechiceros…

—No sería bajo la luna llena…

—No, en esos momentos no hablo…

—Y los hechiceros no saben bien.

—No, la verdad…

— ¿Qué dicen tus aprendices de Houdini?

— A ver dicho “Harry Potter”, es más conocido.

—Me empiezas a aburrir.

—Los hechiceros dicen que tu “arma” no tiene ningún poder más allá de localizar a personas.

— ¿Te parece un pequeño poder?

—Más bien un poder que podría ser una simple red social o un GPS o lo que sea. Hasta me han dicho que Spider-Man tiene un rastreador…

—Mi viejo amigo, esto es mejor.

El hombre rico se levantó de su trono y esgrimiendo su bastón, lo alzó hasta su rostro, apoyó su cabeza en él y… ¡La garra se cerró! Desprendió una luz y la mente del recién llegado cayó ante la visión de hechos terribles que aún no se habían producido. Cuando cesaron, el hombre del bastón dijo:

—Encuentra a cualquiera en el pasado, presente y futuro… Tú has visto los últimos días de lo que está por venir… Y eso que ves es sólo el principio, Rex Stoner.

—No puede ser.

—Lo es. Esta oscuridad nos une a nosotros, enemigos. En cuanto mi armada vea su destino no durarán en unirse contra esos antiguos demonios con piel de auténticos ángeles.

—Espero que no te equivoques, señor…

—No me gusta que pronuncien mi verdadero nombre.

—No lo he pronunciado.

—Estabas a punto. Lo sé. – El millonario centró su atención en el bastón y rió–: Sigues funcionando, viejo pillín.

Apoyó su arma en un mapa que había sobre la mesa.

—Comencemos a situar las piezas en el tablero.

—Comencemos.

—Rex, ¿sabes que hoy hay luna llena?

—Sí, lo sé.

— ¿Sabes qué hora es?

—Lo sé.

—Los autobuses hasta los pantanos se suelen retrasar.

—No me importa…

— ¿La puerta funcionaba cuando entraste, Stoner?

—Sí.

—Pues comprueba si funciona saliendo y no vuelvas durante un tiempo. Cuando te necesite te llamaré.

¡Y ESAS FUERON LAS AVENTURAS DE REX EN LA GRAN CIUDAD! ¡NO TE PIERDAS EL PRÓXIMO NÚMERO: REX TIENE PROBLEMAS! EL PRÓXIMO MES EN TU KIOSKO…

Stoner tragó saliva. Odiaba los cómics que leía de pequeños. Dañaron su visión del pasado, por mucho que intentase obviarlo.

UNA MANSIÓN VICTORIANA EN UN BOSQUE OLVIDADO

La familia Coldwin no tardó en acomodarse en aquella mansión en medio del bosque. Tampoco tardaron en comenzar sus macabras fiestas. Aquel día iban a fingir ser una buena familia para el regreso de Isa, la novia de Ewan. Es decir, tenían comida a domicilio.

Isa era una chica que nunca tuvo amigos, que siempre buscó a su príncipe azul y que era tan patosa que parecía la delicia de cualquier chupasangre. Por fin, un chico (muerto, pero chico, al fin y al cabo) la quería (matar… Cosas sin importancia) y se sentía feliz por ello.

Ewan desde luego la quería, tanto como para despellejarla viva y beber toda su sangre.

Sin embargo, el vampiro no soportaba cuando ella le hablaba:

—Ewan, ¿me convertirás en vampiresa pronto? No me gustaría que me convirtieses cuando envejezca y sea supervieja… Sería superchocante…

Ewan arqueó una ceja. Había dos cosas que se prolongaban a través del tiempo. Uno, la ingenuidad. Dos, y la más importante: la estupidez. Aquella chica tenía ambas en unas dosis letales.



—Te convertiré, Isa, cuando nos casemos.

— ¿Nada hasta el matrimonio?

—Es mi regalo para ti…

—Vaya…

— ¿Algún problema?

—Claro que no– respondió Isa mirando a otro lado. Los vampiros de “True Blood” no eran así. “Allí fornican cada dos por tres. Vaya asco en la vida real”, pensó Isa Duck.

PANTANO.

Los huesos empezaron a romperse. La piel a arder. El pelo se extendió y la forma cambió.

Los gritos de Rex Stoner, aunque terribles, no hacían justicia a lo que cualquier hombre hubiera sufrido en su lugar.

La luna llena se rió de él.

UN BOSQUE OLVIDADO

Ewan e Isa se bajaron del carísimo coche del chupasangre adolescente, romántico y atormentado. Se sentaron en una colina para ver desde allí la mansión bajo el crepúsculo. Él le empezó a hablar de lo caro que era todo en su vida. Hacer gala de su dinero era algo que excitaba sobremanera a Ewan.

Ella era más realista…

—Entonces, ¿nada hasta el matrimonio?

—Nada…

—Oh… Buff…

— ¿Has resoplado?

—No, no, ¡qué va!– mintió–. ¿No vale ni un chupetón o un pequeño toqueteo?

—No, Isa, y no digas eso, ¡me ofendes como hombre y como persona!

— ¿Y cómo vampiro?

—También.

—Pleno.

—No es gracioso…

—No, no lo es.

—Me ofendes…

En cambio, a Isa le hubiera ofendido saber más que lo que le producía erecciones a Ewan eran sus hermanas y hermano. Cosas de vampiros…

— ¿Me podrías besar, Ewan?

Él, suspiró, cansado, se inclinó hacia Isa y besó sin ganas. Esa era la oportunidad de la adolescente de diecisiete años para, según sus palabras: “pillar cacho”. Se alegraba de haber practicado tanto tiempo con la almohada…

El beso era húmedo.

Era normal en Ewan, bababa mucho, se le hacía la boca agua, pero bueno… También tenían los colmillos que, según el Facebook de Isa eran “superbonitísimos”. (Isa no tenía muchos amigos en Facebook como para revelar que a su novio le iba la sangre).

Hubo un sonido limpio, como… ¿El de una rama al moverse?

A Isa no le preocupó. Estaba intentando encontrarle el punto a los besos de Ewan. Iba a estar a base de ellos hasta el matrimonio, ¿no?

Sin embargo, sabía raro…

Con cierto toque metálico. Temió que le hubiera mordido…

O ella a él, vaya…

Cuando abrió los ojos, antes de dar el chillido, levantándose empapada, vio como la cabeza inerte de él caía sobre ella….

Dejando su cuerpo por el camino.

La muchacha no podía dejar de gritar sin parar.

Ewan había sido decapitado.

PANTANO.

Rex Stoner se había convertido en un monstruo enjaulado, salvaje, bestial. Aquella parte animal le odiaba con todas sus fuerzas. ¿Por qué diantres le había encerrado aquel estúpido humano? Mordió los barrotes, pero fue lanzado hasta el otro lado cuando lo hizo. Aulló.

Entonces empezó a oler a dos hombres que le apuntaban con un rifle.

—Dios, le hemos encontrado– dijeron ellos.

Tras sus máscaras, sonrieron mientras se santiguaban.

UN BOSQUE OLVIDADO.

El cuerpo del vampiro cayó a un lado. Sobre él, empezó a caer un líquido amarillento. Gasolina. Luego, le tiraron una cerilla. Prendió rápidamente.

La chica, Isa, paralizada, tenía la cabeza de Ewan en sus manos.

En las películas, cuando alguien pierde la cabeza, suelta chorros y chorros de sangre… Literalmente.

Cuando un vampiro está sediento, tiene su sangre reseca.

No cayó demasiado de aquel líquido entre escarlata y negruzco sobre Isa Duck, pero la sangre apestaba a muerte.

El hombre de la espada se acercó a Isa.

— ¡No me mate, por favor! ¡Soy inocente! ¡No me mate! ¡No soy una vampira! ¡Soy joven, buena y virgen! ¡No me mate!

El asesino envainó su espada y le quitó la cabeza de Ewan de las manos.

—Le quería– masculló ella.

—Yo quiero esto– dijo con voz severa, refiriéndose a la testa del chupasangre y la lanzó a la hoguera. Luego, él miró a la chica a través de sus gafas de sol–. Sigues siendo una humana…

— ¡Sí, soy humana, joven, buena y virgen!

Blade le dio la espalda.

—Márchate de aquí, niña.

— ¿Seguro que no va a aprovecharse de mí y esto es sólo parte de su juego?

—Cazo monstruos.

— ¿Y no viola?

—Márchate de aquí, niña…

—Oh…

—… Antes de que te maten.

Isa Duck salió corriendo lo más rápido posible. Cuando miró atrás, el asesino había desaparecido y las llamas habían derretido el cadáver de Ewan.

El cazador se había marchado, qué pena… Siempre le gustó “Buffy Cazavampiros” y encontrarse con una versión masculina era, según sus palabras: “supersexy”.

Quizás tuviera otra oportunidad.

Sólo sabía tres cosas: una, Ewan era un vampiro paleto que en cien años no había perdido la virginidad. Dos, una parte de Ewan la quería devorar con fines nutritivos. Tres, otra parte de él, seguramente, sólo la desease para ponerse vestiditos. Por tanto, que lo decapitasen tampoco parecía una noticia tan mala.

Un cazador siempre era más excitante.

PANTANO.

El primer homicida, pues eso era, se abalanzó hacia los barrotes de la celda.

— ¡Dios nos lo ha servido en bandeja!

El otro hombre le golpeó con un látigo para enseñarle a no nombrar a Dios en vano. Su acompañante se fue hacia delante, dio un gran grito, hubo un aullido y el tipo cayó al otro lado de la sala.

No sólo golpeado, También electrocutado por los barrotes de la celda… Y algo más: sin media cara.

El lobo tuerto había atacado sediento de sangre.

El guerrero que quedó cogió agua bendita y la lanzó al suelo.

—Que Dios me asista, como Hijo de la Mañana Silenciosa.

UNA MANSIÓN VICTORIANA EN UN BOSQUE OLVIDADO

Charlois y Hezel Coldwin observaron a sus invitados. Los anfitriones estaban sentados en su carísimo diván. Ella sobre sus piernas, con un mero camisón, lucía pícaramente su cuerpo. Mientras, el invitado llamado Heinrich, sintió que la sangre fresca que había tomado se marchaba a otras partes. Tosió para serenarse.

—Venís a mi hogar para advertirme de que voy a morir– aclaró Charlois Coldwin.

— ¿Cuántas veces voy a tener que repetirlo hasta que vosotros lo entendáis?– preguntó Anna, la joven vampiresa, asqueada con la estupidez y riqueza de aquellos vampíricos dandis–. Cada moneda que tenéis, ¿os resta inteligencia?

—No sé a qué te refieres– dijo Hezel jugando con su pelo, coqueta.

—Vale, eso me da la razón– respondió Anna–. La Creadora quería que os advirtiese. Blade viene a por vosotros. Ella quiere que a cambio de que sigáis siendo de su benevolencia, atrapéis a ese Cazador.

Charlois escupió la sangre fresca que estaba bebiendo:

— ¿Has dicho Blade, el peligroso Blade, el jodido hijo de puta de Blade?

De pronto, los buenos modales se habían ido con el escupitajo de sangre que salpicó las paredes de diseño.

—Elegid: el favor de la Creadora o la muerte a manos de Blade o de la Creadora. ¿Quién de los dos es más terrible?

Charlois Coldwin cogió la botella de sangre, después se levantó para llamar a sus tres hijos:

—Y el maldito Ewan sin venir y los otros tres montándose una orgía, malditos niños… ¡Voy a preparar todo!

Hezel Coldwin se levantó, hizo un gesto y se despidió. Heinrich le besó (babó) la mano. La dama parpadeó y le hizo morritos antes de marcharse. Se le cayó algo, se agachó a recogerlo y colocó su trasero en la posición perfecta para que los ojos de Heinrich se cegasen. Luego, ella continuó su camino. Anna no vio que se le cayese nada.

—Creo que hemos terminado, Heinrich– dijo Anna–, aunque huelo a sangre fresca en el bosque. Podríamos jugar. – Anna sonrió mostrando un colmillo. No hubo respuestas–. Heinrich, ¿me escuchas?

El vampiro de la SS estaba expectante de su entrepierna. Sentía la picazón del resto de un órgano fantasma que le fue amputado a mordiscos durante la guerra, por la vampiresa que lo convirtió (realmente un vampiro, pero de eso mejor no hablar). Dejó de mirar su entrepierna y suspiró.

—Oh, mi Fürher, ¿dónde estás?

PANTANO.

El Ángel sacó una pistola y apuntó al licántropo. Este daba aullidos de terrible furia.

— ¡Satán, vade retro! ¡Avanzas sin temor, pero la Orden te recordamos que hay algo a lo que debes temer!

Disparó.

La bala fue contra el barrote. Eran municiones compradas a un científico que trabajó en Industrias Stark, un fanático religioso que se unió a la Orden. Destrozaron el barrote.

Hubo un chispazo.

La celda quedó sin estar electrificada.

Las luces se fueron.

El Ángel juraría que escuchó la voz del diablo escapando de los aullidos de aquel lobo.

UN BOSQUE OLVIDADO.

Dos revólveres, un rifle, bombas de luz, estacas como para construir una valla del tamaño de la Gran Muralla China… Los juguetes del Maestro.

Blade miró hacia la casa de los Coldwin. Preparó los focos. Iba a comenzar el juego.

PANTANO.

El Ángel usó la luz de una pequeña linterna portátil. Se abrió paso hasta fuera de la estancia, donde podría tener la luz de la luna llena.

Miró a todos lados esperando encontrarse a aquel maldito licántropo. Se le cayó el látigo a las aguas empantanadas.

Vio aparecer varias burbujas. Algo lo devoró.

¿Un cocodrilo?

No podía escapar por el lugar donde llegó ni debía escapar, su visión de la religión no se lo permitía.

Preparó su rifle.

El aullido se precipitó sobre él.

La luna llena se deleitó.

UN BOSQUE OLVIDADO.

Isa Duck corría a través de la espesura. Se había caído como unas diez veces y tenía varias heridas sangrientas. Tenía que tener una pinta para un vampiro tan apetitosa como un bistec para… Ella misma, que llevaba meses vomitando para ser la perfecta novia de un vampiro.

Fue entonces cuando encontró a una mujer.

—Sé que te encontraría aquí…

Isa se dio un susto terrible.

La chica, de unos treinta años, llevaba un alborotado pelo castaño lleno de cintas y adornos. Vestía de colores extravagantes.

— ¿Quién eres?

—Aunque te esperaba muerta– dijo la forastera.

Isa supo que podía ser una vampiresa.

Retrocedió.

Su tobillo dio con una rama, perdió el equilibrio y cayó. Dio varias vueltas hasta llegar a un sitio donde paró. La chica elevó la cabeza, parecía seguir viva.

Sin querer, hizo peso. Quiso agarrarse las manos de unas raíces, pero se rompieron. El suelo, poco firme, se desprendió.

Durante casi un minuto, cayó haciéndose graves heridas hasta pasar incluso por encima de una valla. Se sentía destrozada, aunque ¡estaba viva!

Entonces, escuchó un gruñido.

Miró hacia detrás.

Sintió más terror aún...

Al perro vampiro de los Coldwin, Stoker, se les hicieron agua las fauces. Ella intentó calmarlo. Él respondió mordiéndole la yugular tranquilamente.

El último pensamiento de Isa fue: “Nunca me cayeron mal los perros, ¿por qué me pasa esto? Soy buena y virgen, ¿por qué siempre nos pasa esto a las chicas buenas? Oh, Dios, mi cuello…”. A lo que añadió: “¿Y si esa tipa con la que me encontró era la Muerte? ¿Por qué llevaba un peinado tan superhorri…?”. No pudo acabar de pensar aquello. Es difícil pensar cuando los sesos te salen por los ojos y un perro vampiro te los sorbe como helado.

A un par de metros, la bruja Belladonna, la última mujer a la que se encontró Isa, suspiraba:

—Joder, otra vez lo he vuelto a hacer sin querer…

Al menos, lo siguiente que pasaba en su visión es que se iba a topar con él: el Cazador.

Entonces, se encendieron unos grandes focos que hicieron que el amanecer avanzase.

—Oh, ya ha comenzado– dijo Belladonna y echó a correr con dificultad debido a su extravagante vestido de mil colores.

PANTANO.

El Ángel de la Mañana Silenciosa había matado siempre en nombre de su religión. Empezó a ver su pasado ante sus ojos… Se pasó una semana encerrado en una caverna llena de bestias. Regresó vivo. Se pasó un mes recibiendo palizas de sus hermanos. Se mantuvo vivo. Se pasó un año comiendo pan duro y agua turbia. Sobrevivió. Era un hombre fuerte, un hombre de su visión de Dios y estaba allí para matar monstruos, para hacer del mundo un lugar mejor.

—Mucho tiempo, muchos años, meses, días… Luchando por mi Dios. Si él ve justa mi tarea, ¡hoy no caeré!

Fueron sus últimas palabras.

No duró más de diez minutos cuando el licántropo surgió de la nada, le arrancó las manos y el rifle, luego una pierna… Como un montón de carne rota quiso matar a su rival, pero sólo perdió media cabeza.

El gran lobo gris, de porte solemne, aunque temible, aulló a la luna llena, preguntándole a la dama gris si se había divertido.

La luna, un ojo brillante, se iluminó de alegría y, así, le respondió a su hijo.

UNA MANSIÓN VICTORIANA EN UN BOSQUE OLVIDADO.

Blade cruzó la valla como un fantasma. Cuando llegó al suelo, miró hacia detrás de reojo. Había visto algo precipitarse tras él. No supo bien lo que era…

Encontró al perro vampiro royendo unos huesos. Había sido el sonido de aquel chucho comiéndose la carne de algo que parecía humano.

Blade observó.

—Esto me va a costar…

El perro, un caniche vampírico, le gruñó al Cazador.

—… Me gustan los perros…

El perro empezó a correr a por su otra presa. Era su noche de suerte.

—Afortunadamente, tú pareces una rata.

El monstruo cayó por pedazos sobre el césped del jardín. El caniche vampiro había desaparecido. Lo último que hizo fue eructar. Su última comida se le había indigestado. Fue demasiado empalagosa.

Blade limpió su espada mientras su cerco de focos con luces, similares a las solares, rodeaban el caserón. Era su momento.

DEL PANTANO A UN BOSQUE OLVIDADO.

Aquella noche, en Nueva Orleans, un licántropo escapó por el pantano. Después de saltar sobre nenúfares y tierras reducidas a barro, llegó al bosque.

Se escondió en la penumbra, Aulló a todo ser y se alimentó sin parar.

Era feliz.

Y de pronto, olió el perfume de una bruja.

UNA MANSIÓN VICTORIANA EN UN BOSQUE OLVIDADO

Blade estaba agazapado en el tejado de cristal de la casa de los Coldwin. Lo miró con asco: vampiros pijos, chupasangres idiotas. ¿Era tan complicado no poner cristales? Pero claro, aquello no era ir a la moda. Eran imbéciles, con el cristal así la luz les daría de lleno.

—Hora de cazar…

El guerrero desenvainó su espada. La descargó contra el cristal. Alzó su arma. El tejado transparente se agrietó y estalló. Blade cayó.

El Cazador se encontró con un mar de bruma. Dio varios estoques a las tinieblas antes de lanzar una bomba de luz. Sentía al enemigo cerca.

—Salid, salid, de donde quiera que estéis… Para poder hablar con vosotros.

Podía oler a sus adversarios…

Pero estaban debajo de sus pies.

La trampilla se abrió y Blade cayó.

—Bien, la habéis fastidiado…

En la oscuridad, Blade empezó a escuchar el eco de voces pertenecientes a los fríos cuerpos que habían obrado aquella trampa.

—Bien, ya ha caído en la trampa– susurró Aileen afilando sus colmillos mientras se ajustaba el bikini. Consideraba que ser una vampiresa y no poder tomar el sol, no estaba reñido con poder mostrar carne.

—Ahora es hora de ser supercrueles no, ¡lo siguiente!– dijo Roselin y empezó a reírse como mil uñas rayando una pizarra.

Elijah empezó a reírse y dijo una “gran frase”:

—Supercrueles, ja, sí.

Charlois suspiró. Su esposa Hezel le dijo:

— ¿Seguro que no podemos librarnos de unos hijos tan idiotas?

—Las orgías serían más tristes sin ellos.

—Jo… El vampiro que venía con la niña tenía buena pinta.

—Es eunuco.

— ¿Cómo lo sabes?

—Hay muchas cosas que desconoces de mí…

— ¿Qué…?

—Que no es mi tipo. Centrémonos. Es hora de llamar a la Creadora para que venga a por este… Eh… ¿Ha desaparecido o son cosas mías? No lo huelo.

¿Y si ellos habían caído en la trampa?

—Os voy a leer vuestro futuro– dijo Blade desde las sombras–. Es claro.

— ¿Cuál es, Cazador cazado?– se mofó Charlois.

—Al amanecer, todos estaréis muertos.

Intentaron reírse, pero no pudieron. No se atrevieron.

Se escuchó un aullido que no venía de lejos.

CASA DEL INSPECTOR MARLO.

Marlo era un buen inspector de policía. Saber que el cadáver de la pequeña Anna Molly, aquella niña perdida que acabó siendo una niña asesinada por su novio, había desaparecido era inquietante. “¿Cuántas veces se puede perder uno?”, se preguntaba Marlo.

No podía buscarla. No había pistas y el forense se había vuelto loco. No dejaba de decir: “¡Está viva! ¡Está viva! ¡Se fue! ¡Está viva!”. Viejo idiota…

El detective e inspector no podía hacer lo que quería.

Marlo recibió una llamada en la que le decían que se habían escuchado aullidos de un gran lobo en las afueras de la ciudad.

—Soy detective, no un veterinario.

—Pero señor, podría ser la bestia que mató hace dos años, en las afueras, a varios excursionistas.

— ¿Y ha vuelto a hacer una visita?

—Señor, usted dijo entonces que le avisáramos cuando hubiera algo nuevo y ha habido esto.

—Estoy ocupado con asesinos en serie, que otros saquen al chucho de paseo.

Colgó.

Marlo respiró profundamente. La ciudad estaba llenándose de crímenes sin resolver… Había que hacer justicia y, mientras miraba a Nueva Orleans a través del espejo, se le ocurría una respuesta a su pregunta “¿Cuántas veces se puede perder uno?”:

“Podemos perdernos incluso cuando ya creemos que nos hemos perdido. Podemos perdernos para siempre. Nueva Orleans ¿es esto o, antes de llegar aquí, ya nos habíamos perdido? Perdidos, siempre perdidos. Siempre”.

NUEVA ORLEANS

Comienzan el amanecer a luchar con las luces negruzcas de la noche. Quiere aparecer. Le falta horas para vencer. Quién lo diría…

Continuará…



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