Generación-X nº01

Título: Cacería Mutante (I)
Autor: Joaquín Sanjuán Blanco
Portada: José Manuel Triguero
Publicado en: Nov 2011

¡Nueva miniserie! ¡La Cacería Mutante ha comenzado! Mientras algunos mutantes están siendo perseguidos por enemigos desconocidos alguien está reclutando un nuevo equipo con motivos desconocidos. ¿Qué finalidad tiene esta nueva generación mutante y quién está detrás del nuevo grupo? Y lo más importante, ¿en quién pueden confiar?

"La nueva generación de mutantes, preparados para el futuro que esta por llegar y seguir el sueño de Charles Xavier"
Stan Lee y Action Tales presenta
Creado por Scott Lobdell y Cris Bachalo


La sala del psiquiátrico estaba en penumbras y en ella reinaba el silencio. Una única figura, la de un hombre joven de no más de treinta años, descansaba sentado con la mirada perdida y las manos apoyadas sobre una mesa. Una larga melena negra le caía sobre el rostro, un rostro frío y curtido, el rostro de una persona que ha vivido pesadillas más que suficientes para una vida. Con un simple vistazo resultaba evidente la naturaleza sudamericana del hombre, su piel tostada y sus rasgos sureños destacaban en él y llamaban la atención de manera inevitable.

Una de las dos puertas con que contaba la estancia se abrió y una mujer entró en la sala. Después de cerrar detrás de ella caminó hacia donde se encontraba el interno mientras los zapatos de tacón repiqueteando contra el suelo. El hombre, indiferente ante su presencia apenas levantó la mirada al pasar ella por su lado. Cuando se sentó, el interno continuaba con la mirada perdida.

—Enrique Manuel Gallante, ¿verdad?

El aludido clavó sus pupilas en las de la mujer y advirtió por vez primera lo atractiva que resultaba.

—Estoy aquí para ayudarte –explicó la mujer—. Puedes llamarme Beatriz.

Guardó silencio a la espera de que el hombre dijese alguna cosa, pero parecía empecinado en mantener su mutismo.

— ¿No te alegras de que una mujer como yo haya venido a verte, Enrique Manuel? –preguntó con una sonrisa.

—Manuel –dijo este.

— ¿Cómo?

—Llámame Manuel. Nadie me llama por mi nombre completo.

—Muy bien, Manuel. Como te decía estoy aquí para ayudarte. He estado hablando con los médicos que te han tratado durante los últimos años y me han asegurado que has hecho grandes progresos. ¿Te gustaría salir de aquí?

—No hay nada que desee con más fuerza –admitió él—. Pero hice cosas terribles, Beatriz. Lastimé gente, incluso maté. Soy demasiado peligroso para estar ahí fuera.

— ¿Volverías atrás?

— ¿Cómo?

—Si tuvieses ocasión, Manuel, ¿volverías atrás para cambiar lo que hiciste?

—Sin ninguna duda –afirmó él.

— ¿Sin importar el coste?

—Si pudiese daría mi vida a cambio de deshacer el daño que hice y de devolver las vidas que quité.

—En ese caso tengo un trabajo para ti –dijo Beatriz.

El hombre la miró muy sorprendido, eso era lo último que se esperaba.

—Pero yo… bueno, Beatriz, creo que ya sabes que estoy internado en este lugar –explicó Manuel—.

Aunque agradezco la oferta.

— ¿Por qué estás en este psiquiátrico?

—Porque estoy loco, pensaba que era evidente.

— ¿Lo estás?

—Claro.

—A mí no me lo pareces.

—Las apariencias engañan. Si supieses de qué soy capaz…

—Conozco bien tus capacidades, Manuel. Precisamente por eso estoy aquí. El trabajo que tengo que ofrecerte es para El Oscuro, a decir verdad.

—Debes estar de broma.

—Nunca he hablado tan en serio.

— ¿Has venido a buscarme por mis poderes?

El interno se incorporó con violencia y la silla donde había estado sentado chocó contra el suelo con estrépito, su rostro estaba constreñido en una mueca de ira.

—Tranquilo, Manuel –dijo la mujer.

— ¿¡Realmente sabes de qué soy capaz!? ¿¡Realmente crees que sabes lo que puedo hacer con estos poderes que tanto detesto!?


Las penumbras de la habitación parecieron cobrar vida y fluyeron hacia el interno, cuyo cuerpo pareció cubrirse de oscuridad. Manuel Gallante pareció cambiar de aspecto, como si todo su cuerpo se convirtiese en alquitrán negro.

—Claro que lo sé, y los tuyos te necesitan. Por eso estoy aquí, Oscuro.

— ¡No me llames así!

—Es a quien necesitamos. La situación para los mutantes es muy delicada en estos momentos, necesitamos tu ayuda.

— ¿Mi ayuda? –El interno pareció calmarse y la oscuridad que lo envolvió se tornó en meras sombras.

—Sí. Y si eres tan amable de sacarnos de aquí podré explicarte qué es lo que sucede. Tenemos poco tiempo y todavía tenemos que ir a buscar a otros nuevos reclutas.



La Academia X, escuela para jóvenes mutantes dirigida por Scott Summers y Emma Frost, estaba en plena ebullición desde hacía ya algún tiempo. Los hombres x que se encargaban de custodiar el lugar y de enseñar a los alumnos tenían mucho más trabajo del que habían tenido durante los últimos meses, pues cada día contaban con nuevas solicitudes de jóvenes mutantes recién descubiertos.

Al margen de toda esa algarabía una joven musulmana miraba hacia el cielo mientras pensaba en lo fuera de lugar que se sentía en aquel sitio y en lo sola que estaba, pese a encontrarse continuamente rodeada de gente.

Su vida siempre había sido muy difícil, como la de todas las mujeres nacidas en Afganistán. E incluso más todavía, pues a diferencia de la mayoría de ellas desarrolló poderes mutantes cuando alcanzó la pubertad. Sus habilidades eran asombrosas y sus maestros de  la Academia X tenían grandes esperanzas puestas en ella. Era capaz de convertir su cuerpo en arena, lo que le hacía prácticamente inmune al daño físico, así como a habilidades tales como la telepatía y la magia.

Sin embargo era precisamente así como se sentía, como un puñado de arena lanzado al viento.

Estaba muy agradecida a Lobezno por rescatarla cuando ella ya pensaba que nadie podría ayudarla y por llevarla hasta la escuela, donde había encontrado un hogar. ¿Pero qué haría ahora? Llevaba mucho tiempo en aquel lugar y no podía evitar sentirse como un pájaro enjaulado. Mientras había estado en su país, Afganistán, había sufrido por su condición de mujer. Ahora se encontraba suficientemente lejos de su patria como para que eso ya no condicionase su vida, pero en cambio se veía igualmente discriminada por ser mutante. ¿Estaba condenada a vivir al margen de la sociedad toda la vida?

—Hola, Sooraya. Te he estado buscando.

La aludida miró a la mujer que se encontraba a su lado y sonrió.


—Hola. ¿Nos conocemos?

—Todavía no, pero espero que podamos hacerlo pronto.

— ¿Quién eres? –Preguntó la joven—. No te había visto antes por aquí. ¿Eres profesora o alumna?

—Ni una cosa ni la otra en realidad –admitió ella—. Aunque sí que soy mutante, como tú.

— ¿Y qué haces aquí?

—Ya te lo he dicho, te buscaba –repitió ella.

— ¿Y qué puedo hacer por ti?

— ¿No tienes miedo de mí, Sooraya? Pareces muy confiada.

— ¿Por qué iba a temerte? –preguntó—. Tengo la capacidad de convertir mi cuerpo en arena y eso me hace prácticamente invulnerable a todo daño, creía que ya te lo había dicho. ¿Qué podrías hacerme?

—Arena, ¿eh?

—Sí.

—Tengo entendido que ese es tu nombre clave.

—Así es.

—Bien, Arena, no te mentiré: la situación para los mutantes está atravesando una crisis, tenemos enemigos que ni tan solo sabemos que lo son y debemos reaccionar antes de que nos destruyan. Necesitamos tu ayuda, Sooraya. ¿Podemos contar contigo?

— ¿Para qué exactamente?

—Para salvar a los mutantes.

La chica se puso en pie y sacudió el burka que vestía para limpiarlo de ramitas y tierra.

—Me he pasado la mayor parte de mi vida viviendo como me ordenaban que lo hiciese a causa de mi condición de mujer. Ahora formo parte de la comunidad mutante y no tengo intención de vivir también arrodillada ni sometida a los deseos de una sociedad que nos considera inferiores a ellos.

— ¿Eso qué quiere decir?

—Que estoy con vosotros –respondió Arena—. Podéis contar conmigo.

— ¿De qué va esto?

—Soy Beatriz y estamos reclutando nuevos mutantes para una dura misión.

— ¿Y eso qué me importa a mí?

—Necesitamos tu ayuda, Julián.

—Claro que sí. También he recibido una oferta de  la Academia X para ingresar en ella, ¿sabéis? La mismísima Emma Frost vino a hablar conmigo, dijo que mis poderes resultaban excepcionales y que sería una valiosa incorporación a su escuela. Me dijo que podía enseñarme ella misma a dominarlos y me sugirió un nombre clave, dijo que bajo su protección podría conseguir grandes cosas en  la Academia X.

—Estoy segura de que así sería.


—Claro que sí. Así que dime, ¿por qué iba a interesarme una oferta como la tuya cuando puedo convertirme en el protegido de Emma Frost?

—Porque alguien como tú no iba a dejar pasar la ocasión de demostrar lo bueno que es.

Ambos se miraron, la mujer sonrió con expresión afable mientras el resoplaba con hastío.

Julián Keller era un joven adolescente que había desarrollado una poderosa telequinesia que le hacía capaz de general efectivos campos de fuerza defensivos, le permitía volar y transportar con él a varias personas e incluso era posible utilizar sus habilidades con propiedades ofensivas. Tenía mucho poder, y este combinado con su fuerte carácter y su arrogancia lo convertían en una bomba de relojería.

Era justo lo que ella estaba buscando.

—Seré sincera contigo –dijo la mujer—. No creo que  la Academia X esté hecha para alguien como tú.

—Soy demasiado bueno para algo así –afirmó él con una sonrisa orgullosa.

—Eres demasiado peligroso para algo así –rebatió Beatriz.

— ¿Qué has querido decir con eso?

—No voy a negar que tienes poderes increíbles y que has desarrollado un gran poder, pero hablamos de poder en bruto. Eres peligroso y lo sabes, resultas demasiado incontrolable para formar parte de ningún grupo. No eres capaz de obedecer órdenes sin protestar y resultas demasiado difícil de controlar.

El joven mutante se puso en pie y su cuerpo comenzó a emitir un campo de fuerza telequinética de color verde mientras zarcillos de poder serpenteaban en torno a él.

—Vas a retirar esas palabras ahora mismo, bruja.

—Siéntate, chico –dijo ella con tono duro—. Estamos en una hamburguesería, ¿seguro que quieres organizar un escándalo?

Julián titubeó y echó una mirada a su alrededor, algunos clientes comían en mesas cercanas mientras los dependientes se afanaban a pelear con freidoras y  vasos de cartón tras la línea de cajas.

— ¿Qué demonios quieres?

—Quiero que nos ayudes. Los mutantes tienes más problemas de los que pueden controlar, hace falta alguien que pueda ayudar desde fuera.

— ¿Por qué no se ocupan los X—Men?

—El grupo de operaciones oficial está perdido en el espacio y los encargados de  la Academia X se niegan a desviar su atención de la escuela. Además, me temo que nuestro enemigo esté entre nosotros. Por eso es importante que actuemos desde fuera, ¿lo comprendes?

—Claro. Pero dime, ¿qué gano si hago esto?

—Demostrarás que eres mejor incluso de lo que crees que eres. Harás ver a los demás que tienes potencial y capacidad para trabajar en equipo y lo que es más importante habrás hecho algo que te pondrá muy por encima de los alumnos de  la Academia X. ¿O prefieres unirte a ellos como un estudiante más e ir a clase todos los días con un puñado de adolescentes que apenas saben controlar sus propios poderes mutantes?

—De acuerdo, estoy con vosotros. Pero cuando te demuestre de qué soy capaz tendrás que retirar lo que dijiste antes o te obligaré a hacerlo por la fuerza.

—Genial. Por cierto, ¿qué nombre es el que te sugirió Emma Frost?

—Infernal.

Los tres jóvenes reclutas se encontraban reunidos en un piso franco, la misteriosa Beatriz los había llevado hasta allí después de reclutarlos.

Arena todavía vestía su burka característico. Junto a ella se encontraba Infernal con su primer traje oficial, un uniforme hecho con kevlar y moléculas inestables que combinaba los colores blanco y rojo y formaba una X en el pecho. El tercero era Oscuro, que se cubría con ropas oscuras, incluida una capa y una capucha que cubría su rostro.

Frente a ellos se encontraba Beatriz, que en esos momentos terminaba de montar una AK—47. La dejó sobre una mesa en la que había depositado otras armas y miró a sus reclutas.

—Tenemos un trabajo que hacer –explicó—. Iremos en busca del que espero que sea el sexto miembro de este equipo.

— ¿Sexto? –Dijo Arena—. Cuento cuatro personas en esta habitación.

—Os presentaré a vuestro líder de campo cuando estéis todos, hasta entonces tendréis que acatar mis órdenes –explicó la mujer.

— ¿Y dónde vamos? –preguntó Manuel.

— ¿Habéis oído hablar de  la Tierra Salvaje?


— ¿Qué demonios estamos haciendo aquí, Beatriz? –preguntó Infernal con enfado.

— ¿Qué pasa, chaval? ¿Te dan miedo los dinosaurios? –replicó Oscuro—. Al menos tú puedes usar tus poderes para protegerte de los insectos, que no pueden atravesar tu barrera tk.

—Dejad de quejaros, me dais dolor de cabeza –protestó Arena.

Los cuatro caminaban en fila india entre la maleza de  la Tierra Salvaje, llevaban un buen rato caminando y habían dejado tras ellos docenas de los enormes árboles que les rodeaban por todas partes.

—Ya estamos cerca –dijo Beatriz—. No os separéis de mí, ¿de acuerdo?

— ¿Por qué, que podría pasarnos? –preguntó Infernal.

Un enorme dinosaurio se abrió paso entre los árboles y clavó sus pequeñas pupilas depredadoras en los cuatro mutantes. Después lanzó un feroz rugido y se lanzó al ataque en busca de alimento.

Sus fauces de dientes afilados se cerraron en torno al brazo de Arena, pero la joven se transformó en

una nube de arena y se dispersó mientras la salvaje criatura miraba a su alrededor con desconcierto.

— ¡Atacad! –ordenó Beatriz mientras empuñaba dos pistolas y se preparaba para disparar.

No tuvo que repetir la orden. Cuando el dinosaurio se volvió hacia la mujer en busca de nuevas presas algo le golpeó con fuerza, cuando se volvió Infernal se encontraba frente a él. La salvaje criatura arremetió contra él, pero chocó contra una pared de energía telekinética.

Retrocedió unos pasos mientras sacudía la cabeza, y de pronto se vio envuelto por una densa nube de oscuridad que lo cubrió por completo. Cuando las tinieblas se dispersaron no quedaba rastro del dinosaurio.

— ¿Qué ha sido eso? –preguntó Arena mientras recuperaba su aspecto normal.

— ¿Acaso crees que lo llaman Tierra Salvaje porque el césped crece descuidado o qué? –se burló Infernal—. Todo el mundo sabe que este lugar está lleno de dinosaurios y tribus de salvajes.

— ¿Quieres decir como esa? –preguntó Oscuro.

Sus compañeros se volvieron, un puñado de nativos del lugar les apuntaban con lanzas y arcos. Vestían con pieles y lucían crestas, lo que los identificaba como lugareños.

— ¿Quiénes sois y qué estáis haciendo aquí? –preguntó el cabecilla de los salvajes, un joven grande y musculoso de afilados rasgos, su aspecto tenía algo que contrastaba vivamente con el de los demás nativos.

—Te estábamos buscando –respondió Beatriz—. Necesitamos tu ayuda.

— ¿En serio? –preguntó Infernal—. ¿Qué puede hacer por nosotros un bruto sin cerebro como ese?

—Cállate, Julián –ordenó la mujer al tiempo que le lanzaba una mirada fría como el hielo, después se volvió hacia el colosal joven—. Peter, ¿verdad?

—Sí –asintió el nativo—. ¿Cómo conoces mi nombre?

— ¿Peter? –preguntó Oscuro—. ¿Qué clase de nombre indígena es ese?

—Me lo pusieron por mi padre –explicó el joven—. Mi madre me explicó que era un guerrero extranjero de gran poder.

— ¿Qué más sabes sobre él? –preguntó Beatriz.

—Mi madre dice que me parezco a él, pero no sé nada más.

—No solo te pareces por tu aspecto, ¿verdad? Heredaste algo más de él.

—No sé de qué estás hablando –dijo Peter.

—Ya lo creo que sí. ¿Quieres enseñárselo a mis amigos? Ese es el motivo por el que hemos venido en tu busca, si vienes con nosotros puedo conseguir que seas tan gran guerrero como lo fue tu padre. Serás un héroe, amigo. Uno de los grandes.

— ¿De qué demonios estás hablando, Beatriz? –Preguntó Julián—. Será mejor que nos olvidemos de este bruto y nos marchemos de aquí, no veo cómo podría ayudarnos.

Sin mediar palabra el nativo tensó sus músculos y unos instantes más tarde su piel se transformó en acero orgánico ante el asombro de los otros tres jóvenes mutantes.

—Chicos, os presento a Peter Rasputín Jr. –anunció Beatriz—. El hijo de Coloso y el último miembro de nuestro equipo.

—Es hora de que conozcáis algunas respuestas –dijo Beatriz.

Ella y los jóvenes mutantes se encontraban de nuevo en el piso franco al que anteriormente ya les había llevado la mujer, pero en esa ocasión les acompañaba su nuevo miembro. Hacía unos minutos que habían sido teleportados hasta allí por Oscuro y finalmente la mujer que les había reclutado parecía dispuesta a dar algunas respuestas.

—Bien, ¿de qué va esto? –preguntó Infernal—. Me estoy cansando de toda esta estupidez.


—Para empezar creo que ya es hora de que me presente –dijo la mujer mientras cogía un trapo húmedo y se lo pasaba por el rostro, el maquillaje que lo cubría se disolvió y dejó a la vista una piel blanca y negra—. Soy Dominó, miembro inactivo de los X—Men. Disculpad el engaño, pero no sabemos quién podía estar vigilándonos.

— ¿Y qué es lo que quieres?

—Eso será mejor que os lo explique mi socio, a fin de cuenta si os he reclutado ha sido en su nombre –explicó la mutante.

— ¿Y quién se supone que es tu socio? ¿Parchís? –preguntó Infernal con una sonrisa socarrona.

— ¿Eso es un chiste, hijo? Porque necesitas mejorarlos urgentemente –indicó una voz a espaldas de los jóvenes mutantes.

Estos se volvieron. Un hombre de cabello cano los miraba desde la puerta del piso franco, uno de sus brazos parecía de metal y portaba en las manos una gran arma de fuego.

— ¿Quién narices eres tú? –preguntó Infernal.

—Os presento a Cable, vuestro líder –anunció Dominó mientras se situaba junto a su socio—. Ahora escuchad atentamente, tenemos poco tiempo.

Continuará en New X-Factor nº2

Si te ha gustado la historia, ¡coméntala y compártela! ;)



No hay comentarios:

Publicar un comentario