Blade nº05

Título: El Amanecer de la noche (II): El crepúsculo sin atardecer
Autor: Carlos Javier Eguren
Portada: Conrado Martín
Publicado en: Diciembre 2011

Un monstruo va a una iglesia a contar sus pecados. Un licántropo avanza en la penumbra. Una bruja busca a un salvador… Y el cazador de vampiros se enfrenta a una tortura de la que quizás no
Solo hay una persona que se interpone entre la humanidad y los Hijos de la noche. Un cazador solitario cuya misión es eliminar de la faz de la tierra a ese cáncer llamado Vampiro.
Creado por Marv Wolfman y Gene Colan

UNA VIEJA IGLESIA.

El sacerdote James Smith era un buen hombre. Ayudaba a los desfavorecidos y había hecho que muchos jóvenes fueran a la casa de Dios.

Smith había conseguido que la gente se uniese por la fe y no por el odio a otras razas.

Muchos lo comparaban ya con Martin Luther King, pero él sabía que no era así… Y con razón. Su guerra no era sólo con las palabras como la de King, su guerra era también con la espada y la cruz.

Muy pocos saben que algunos lo llaman...

—Boca de la Orden– dijo.

Y ese que acababa de nombrarlo así no era alguien que tuviera que saberlo.

El señor Smith se acercó por el largo pasillo de la gran cruz que formaba la iglesia. No había nadie a aquellas horas salvo aquel extraño que esperaba cerca de la puerta.

—Puedes pasar, hijo– respondió el sacerdote con calma.

bla2

—Debería tener cuidado con aquellos a los que deja pasar. Algunos demonios necesitan permiso.

—No se preocupe, siempre sé a quién dejo pasar y más si es el magnate que dirige esta ciudad… En su lado más brillante y oscuro.

El visitante se quedó callado, pero sonrió. Había descendido desde su torre de cristal, donde nadie conocía su nombre. Toqueteó el mango del bastón que le había recuperado un licántropo, Rex Stoner. Quizás lo necesitase.

Entonces, se vio preparado para decir:

—Me gustan las iglesias, he conseguido superar mis fobias a ellas… Cuestión de prepararse.

>>Ahora, vengo a hablar de mis pecados.

—Ja, eso podría llevarnos toda la noche.



UNA MANSIÓN VICTORIANA EN UN BOSQUE OLVIDADO.

Los Coldwin observaron a su prisionero. Eso era lo que hacían los jueves, la noche de la cena con previa de “mirar al preso”… Pero no era jueves ni aquel era un reo normal. La familia de vampiros, con disfraz de chupasangres cursis y pijos, saborearon sus fauces hechas aguas.

El desgraciado estaba en la penumbra, arrodillado ante ellos. El hijo Elijah rió estúpidamente.

— ¡Es como aquella cabra de “Parque Jurásico” antes de que se la coman! ¡Ja, ja, ja!

El patriarca, Charlois, pidió silencio y dibujó una frívola sonrisa.

—Con que nos ibas a matar antes del amanecer, Blade, ¿eh?

Sus falsos hijos, Elijah, Roselin y Aileen rieron, mientras que su esposa Hezel empezó a sentir que aquella situación la excitaba.

—Me quedan un par de horas por delante. No cantéis victoria.

— ¿Crees que nos asustas, Cazador?– preguntó Charlois furioso.

El Que Ha Visto La Luz del Sol contestó con sorna:

— ¿No echáis de menos a vuestro otro hijo?

— ¿Ewan? ¡No me hagas reír! No has podido hacerle nada– dijo Roselin, hermana y amante de Ewan los lunes y miércoles.

— Es un cazador nato, se estará alimentado de su bastarda– dijo Charlois riendo.

—Sí…

— ¡Lo reconoces!– exclamó Charlois aplaudiendo.

—Sí… Si por alimentarse de ella quieres decir que lo he matado, entonces sí– dijo el guerrero.

— ¿Crees que somos idiotas? No te creemos– dijo Charlois–. No eres capaz- Blade, muy, muy despacio, empezó a reír–. No… ¿No? No…– Blade le miró–. Maldito seas…

Blade habló:

— ¿Seguro?

Acto seguido, algo salió volando desde el foso donde yacía el caballero negro.

Los vampiros se alejaron de lo que había caído fuera. Una especie de canica gris.

— ¿Qué es eso?– exclamó Elijah tan asustado que sentía que no iba a poder controlar su esfínter… Otra vez.

Hubo un zumbido.

El artefacto lanzó una llamarada que inundó el parqué. Los vampiros rugieron, retrocediendo.

Entonces, el cazador emergió desde la sombra. Un buen salto apoyándose contra una pared y otra… Pero...

Cayó.

Una estaca se había clavado en su espalda.

Charlois alejó el arma, una ballesta, y vio a su enemigo. Se derrumbó de nuevo hasta las profundidades del pozo.

— ¡Apagad el fuego!– clamó Charlois al resto de su clan–. Voy a jugar con él y después vosotros, en cuanto apaguéis este fuego. Vamos a hacerle maldecir el día en que nació.

Lo que no sabían es que Blade llevaba maldiciendo el día en que llegó al mundo desde que tuvo conciencia. Lo que ahora querían, de todas formas, es que Blade también maldijese esa jornada… En la que iba a morir.


UNA VIEJA IGLESIA.

El sacerdote Smith caminó junto al visitante por los pasillos de piedra, observando las vidrieras con diversas imágenes religiosas.

—Siempre fui un gran fan de Jesús- dijo el hombre rico–. No sé ni siquiera cuantas veces luché usando una cruz como estandarte.

—Para al final traicionarle– contestó el reverendo.

—Me quitó todo lo que quise y decidí que le iba a hacer comportarse como un hombre: si alguien te ayuda, tú le ayudas. Si alguien a quien has ayudado, te traiciona… Que pague, el muy bastardo.

—Cristo ni Dios se manejan por nuestra burda filosofía. Son demasiado grandes para algo tan pequeño.

El magnate no contestó inmediatamente. Pensó durante unos instantes y, luego, soltó:

— ¿Le pagan bien, padre? Debe ser duro tener que estar poniendo excusas a cómo se comporte un imbécil todo el rato…

—Supongo que será duro, pregúntele a sus siervos.

—Oh, padre, es usted un hombre gracioso…


UNA MANSIÓN VICTORIANA EN UN BOSQUE OLVIDADO.

La bruja Belladona había cruzado los jardines de la mansión Coldwin. Atravesó un pasaje plagado de estatuas horrendas que recordaban a gárgolas.

Esos seres… Recordó a las bestias que aparecían en los grimorios que estudió cuando era una adolescente (hacía tres años). En aquellos grimorios decían que esas horribles estatuas tomaban vida cuando una bruja se cruzaba cerca de ellos, que habían sido forjadas por los demonios para protegerse de las brujas que no les rendían culto.

Belladona sonrió, con el típico cinismo postmodernista.

—Vaya chorrada…

Entonces, escuchó un gruñido que sonó como una losa de piedra cuando es arrastrada.

Miró por el rabillo del ojo y se vio obligada a darse la vuelta y mirar con los dos ojos.


Unas cuatro gárgolas se desprendían de sus tronos, alzando sus cuernos y alas.

Monstruos.

Sinceramente, sólo pudo decir:

—Joder…


UNA VIEJA IGLESIA.

Smith se sentó en uno de los bancos de la casa de Dios. Miró a su interlocutor, que se mantuvo de pie.

—He hecho cosas funestas y ahora me obligan a seguir con ellas– dijo el dueño de la gran fortuna–. Pensaba que en esta vida sólo sería la sanguijuela económica del mundo. Una crisis, una maldad económica… Hacerme más y más rico. No es tan raro ahora, ¿no? Pero parece que usted… Ha emprendido la caza… De nuevo

El cura colocó sus manos delante de su boca, luego la descubrió. Reía.

— ¿No venía a confesarse, heraldo del demonio?– dijo el reverendo, levantándose-. Vayamos al confesonario… Aunque dudo de que Dios pueda perdonarle. No creo que lo que cuente en este caso sea la intención.

—Si me han matado tantas veces y vuelvo, será por su voluntad.

—Oh, bueno, quizás se divierta viéndole morir…



UNA MANSIÓN VICTORIANA EN UN BOSQUE OLVIDADO.

Ataron sus piernas con alambre de espino y le hicieron colgar boca abajo…

—Como un murciélago– dijo Aileen, que hacía tiempo que no torturaba nada. Por lo menos, un día.

Luego, mutó sus manos en garras. Las uñas eran de acero y cortaron la carne de su presa como si fuese mantequilla. La sangre empezó a caer en cascada. Blade despertó.

— ¡Bien, bien! Me gusta que tengan los ojos bien abiertos…

—Sonríe, zorra vampírica. Yo voy a reír.

Aileen soltó una carcajada mientras cogía un hierro candente para marcar a su víctima.

Y aún así, Blade no gritó.



UNA VIEJA IGLESIA.

El señor Smith se colocó al otro lado del muro de madera rajado del confesonario. En frente, estaba su pecador.

—Perdone padre, porque he pecado.

—Eso lo sé.

—Quería seguir sus reglas.

—Nunca las sigues, ¿por qué harías una excepción hoy?

—Ay, señor Smith… Es usted un buen soldado de Dios.


UN BOSQUE OLVIDADO.

El gran lobo, que es también un hombre, cruzó la espesura. Huyó y huyó buscando el aroma de alguien a quien quiso.

No sabía aún si la buscaba porque la seguía queriendo...

O porque ahora la quiere matar.

No lo entiende del todo.

Ni le importa.

¿Cómo diantres le iba importar eso a un hombre lobo?



UNA VIEJA IGLESIA.

El cura levantó rostro y dijo:

— ¿Vienes a contarme tus horrores? Harás una gran lista… Luego… Me matarás y pedirás perdón por ese pecado… Es muy típico de esos horribles cómics.

—Si le mato, padre, no voy a pedir perdón por aplastar a una alimaña. A caso, ¿un hombre pide perdón cuando mata a una cucaracha?

—Un buen hombre sí.

—No sabía que eras tan idealista...

—Las ideas nos mantienen con vida.

El reverendo cargó la pistola.



UNA MANSIÓN VICTORIANA EN UN BOSQUE OLVIDADO.

Las ropas de Blade se habían reducido a girones. La herida de la espalda dolía, pero ahora tenía varias quemaduras por el cuerpo además de rasguños. Aileen había intentado beber sangre de él, pero su padre la detuvo.

—Primero, vamos a hacerle sufrir. Luego, nos saciaremos, pequeña perra mía– dijo con todo el cariño que un padre loco puede tener–. Es el turno de Elijah.

El hermano, riendo como un diablo sin cerebro (quizás lo que era), arreó varios puñetazos a Blade.

— ¡Esto es divertido!

Luego, Elijah se puso unos guantes recubiertos de púas. Por dentro y fuera. Eso le hizo sangrar y ponerse más furioso.

Primero, un puño. Después, otro.

— ¿Cómo te sientes, Cazador?– preguntó Elijah partiéndose de risa.

Blade respondió:

— ¿Quién te enseñó… a pegar…? ¿Una vieja… artrítica?

Elijah gritó y golpeó de nuevo con fuerza.

—Sí, tuvo… que ser… una ancianita…

— ¡Hijo de perra!



UNA VIEJA IGLESIA.

El pecador con la billetera llena se meció la barbilla. Habló:

—Resumiendo: he matado mucho, me han matado también… ¿Eso no hace que haga las paces con el mundo? No sé… También he vuelto muchas veces y me he convertido en leyenda. Estaba decidido a tomarme las cosas de una manera diferente, pero entonces venís vosotros a por mí y los míos… Y eso me enfurece.

—Los míos… Hemos tardado en organizarnos de nuevo, pero estamos siendo muy efectivos.

—Matando a los que tacháis de “monstruos” en notas. No creo que eso sea muy cristiano.

—Somos hombres de Dios liberando al mundo de la semilla de Satán.

—Sólo le falta ponerse a recitarme parte de las Biblias para intentar hacer que yo le crea.

—No me gusta malgastar el tiempo.

Smith colocó, entre sudores y cierto temblor, la última bala en el tambor del revólver.



UNA MANSIÓN VICTORIANA EN UN BOSQUE OLVIDADO.

Dicen que una buena bruja puede reducir a una mera gárgola a arenisca con alzar una ceja y lanzar un mal de ojo.

Pero…

Belladona aún era una aprendiza que tenía mucho que aprender…

Con huir, por ahora, se conformaba.

Pero esos monstruos no se detenían.

Rugían, rasguñaban y volaban hasta ella.

Fuera a donde fuese, la seguirían.

Y su misión era ayudar a Blade.

¿Por qué no adivino aquel contratiempo?



UNA VIEJA IGLESIA.

A cada lado, una cara de la moneda de la fe: el que la idolatraba y el que la odiaba. Un sacerdote y un hombre cínico.

—Ángeles de la Mañana Silenciosa, una orden de sicarios, fanáticos que a lo largo de la Historia persiguieron a brujas, licántropos, magos… E incluso los que no lo eran– dijo el rico y suspiró–. Creo que os destruí varias veces.

—Pero siempre sobrevivimos– dijo el cura–. Siempre quedaba uno para hacer que la Orden volviese y ahora somos más fuertes que nunca. Somos como una hidra…

— ¿Sabes por qué siempre quedaba uno de vosotros que resucitar vuestros ritos estúpidos?– preguntó el asesino de sirvientes de una fuerza sangrienta–. No fue por Dios o la providencia, yo no entiendo de eso. Siempre dejé a uno vivo, porque destruiros, una y otra vez, me parecía, espeluznantemente, divertido.

—Mientes con la lengua del diablo.

El reverendo colocó la pistola frente a la pared que lo distanciaba de su enemigo y disparó.

Bang!

Bang!

Se alejó del asiento y salió para disparar desde detrás de la cortinilla.

Bang!

Bang!

Bang!

Apartó la otra cortinilla y descargó el revólver.

Bang!

Tomó aire.

— ¿Y ahora te preguntas dónde diantres me he metido?

El sacerdote supo la verdad. Se encontró con agujeros y humo. Por ningún lado sangre ni rastros de su enemigo salvo su voz.

—Pensaba que eras uno de esos idiotas que leen un par de leyendas, se creen el monstruo y vienen a representarlo– dijo Smith–. Antaño pensaba que esos idiotas los mandabas tú para reírte de mí, pero ahora me doy cuenta de que la sociedad es suficientemente idiota como para servirte.

El reverendo miró al techo. No había nada. Descendió sus ojos para ver a su alrededor.

Entonces, recibió un golpe en el estómago que lo lanzó hasta el altar. No pudo ver durante unos segundos. Perdió su pistola.

—Deberías aprender a callarte, Boca de la Orden.



UN BOSQUE OLVIDADO.

Heinrich avanzó entre los árboles de la foresta. A su lado, Anna caminaba en silencio.

—A veces, echo de menos mi patria durante la guerra. Éramos colosos y no permitíamos a los monstruos como ese negrata, ese Blade. Eran buenos tiempos.

— ¿Alguien te ha pedido que hables?– preguntó Anna e hizo un ademán, de pronto sintió algo–. En las sombras…

— ¿Qué?

— ¿No lo hueles?

—No puedo fumar bien pipa con los colmillos así que me meto la hierba por la nariz. Sólo huelo al paraíso.

—Hay…

Entonces, un aullido.

—Mecagoenlaputamadredeloslobosdeloscojones– dijo Heinrich demasiado rápido.



UNA VIEJA IGLESIA

El reverendo se arrastró por los escalones del altar. Tomó aliento como podía. Buscaba a Dios para que le diera fuerzas contra Satán.

—Reza a tu Dios, te servirá tanto como me sirvió a mí.

—Pagarás por esto.

—Sería más millonario aún si cada uno que me ha dicho esa basura me diese cinco dólares.

El sacerdote no podía escapar…

— ¿Qué quieres de mí?

— ¿De ti? Tu cuerpo.

—Maldito vicioso…

—No, no es para eso… Voy a dejar un mensaje. Un bonito y claro mensaje.

El demonio salió de la penumbra esgrimiendo su bastón. Lo colocó en horizontal tras su cuello. Tenías sus manos posadas en él. Como un loco, avanzó feliz.



UNA MANSIÓN VICTORIANA EN UN BOSQUE OLVIDADO.

Feliz. Ese era el estado que Roselin sentía cada vez que tiraba de los engranajes.

Había lanzando cuatro cadenas de metal con garfios contra la piel de Blade. Uno en la muñeca derecha. Otro, en el antebrazo izquierdo. Dos en las rodillas. Cada cadena unida a engranajes. Tiró de ellos.

—Oh, sublime– dijo la vampiresa.

Elijah y Aileen se regodeaban.

—El Cazador cazado.

—El Que Ha Caminado Bajo La Luz Del Sol, no volverá a hacerlo.

Entonces, la sangre que caía a chorretones por el cuerpo de Blade fue escupida desde sus labios hasta el rostro de Roselin:

—Os queda menos para que os mate, disfrutad.

—Niiiiiiiiiiiiiiiiños, meeeeeeeeeee tooooooooooooooca.

La voz cantarina provenía de una mujer cubierta de cuero y con largos látigos en ambas manos. Era Hezel vestida de gala.

—Que comieeeeeeeeeeeeeeeence miiiiiiiiii tuuuuuuuuurno.

—Oh, cariñito. Siempre tan insaciable– masculló Charlois–. ¡Elijah, no mires así a tu madre! ¡Hoy no es el día del incesto o como se llame si es con tu madre! ¿Vale?



UN BOSQUE OLVIDADO.

El lobo atravesó los huecos entre árbol y árbol y cayó como una gigantesca masa negra ante los dos vampiros.

—Un hombre lobo– dijo Heinrich–. Un puto perro con pedigrí.

—Mátalo, Heinrich- ordenó Anna.

El lobo lanzó un salvaje gruñido y mostró dientes grandes cual puñales.

— ¿Y si huimos?– musitó Heinrich arqueando una ceja.



UNA MANSIÓN VICTORIANA EN UN BOSQUE OLVIDADO.

Belladonna saltó al interior de la mansión. Atravesó una de las puertas, casi abiertas. Cuando eso lo hacen en una película, el que lo haga, no le pasa nada. Ella cuando llegó al suelo sintió que se había roto la mitad de sus huesos.

Y detrás venían las gárgolas escupiendo arena.

La bruja empezó a caminar por el hall esperando encontrarse con aquel cazador. Sus pies pisaron sobre un suelo ardiente. Vio que varias cosas se habían quemado. El agua se secaba con gran velocidad, como si estuviesen en el suelo del infierno.

— ¡Blade! ¡Blade! ¡Vengo a por ti!

La voz resonó cuando las gárgolas rieron.

—… Aunque creo que deberías ayudarme antes, Blade.



IGLESIA DE LOS DESPOSEÍDOS.

Fue en aquel preciso momento, mientras preparaba todas sus armas, cuando el Maestro tuvo un mal presentimiento.



UNA MANSIÓN VICTORIANA EN UN BOSQUE OLVIDADO.

Hezel paró de arrancar la piel de Blade a tiras cuando Charlois la detuvo.

—Esos gritos…

—Son gritos estúpidos, mi amor… Deja seguir con esto… Es tan… Excitante.

— ¡No ha venido solo!– clamó Charlois acercándose a Blade–. ¿Nos has tendido una trampa, maldito? ¿Te ríes de nosotros?

Blade respiró profundamente y respondió lanzando un escupitajo al rostro de Charlois.

—Estáis muertos– dijo Blade.

Lanzó un fuerte grito cuando soltó sus manos de las cadenas con garfios; luego, las cogió con fuerza. Partió lo que las unía a los engranajes. Con ambas sogas de metal golpeó a los patriarcas y a sus hijos.

Después, consiguió rajar sus piernas y liberarse de las otras cadenas. Por último, usó los dos garfios y dando un golpe con ellos, partió las argollas que lo sujetaban al techo.

Blade cayó…

Libre.

Chilló con toda sus fuerzas, el dolor era indescriptible, pero la familia de vampiros era la que temblaba.

—Juro que os dolerá más a vosotros. Esto no os va a gustar. Y esto no es una advertencia, es una profecía.



UN BOSQUE OLVIDADO.

El lobo se había marchado corriendo. No había descuartizado a los dos vampiros, Heinrich ni Anna, aunque ganas no le faltaron.

Había escuchado unos chillidos.

De la mujer que buscaba.

Quizás la descuartizase.

Pero lo que era seguro, al menos por ahora, es que iba tras ella.

— ¿Qué ha ocurrido?– preguntó Anna.

—Creo que nos hemos portado bien y el destino ha hecho que nos pase algo bueno– habló Heinrich, luego se encogió de hombros–. O qué diantres, ¡somos jodidamente afortunados y punto! ¡Raza aria para siempre!



UNA MANSIÓN VICTORIANA EN UN BOSQUE OLVIDADO.

Blade cogió las cuatro cadenas y las hizo girar al unísono. Los vampiros que intentaban escapar, de pronto, vieron las cómo sus espaldas quedaban detenidas por garfios que tiraban de ellos.

—Lo prometido es deuda.

El guerrero destrozó el rostro de Aileen con un solo golpe. Su madre Hezel se arrojó sobre él.

— ¡No te saldrás con la tuya!

Blade cogió el brazo de Hezel, la hizo caer hacia delante y, ejerciendo un poco de presión, se lo reventó en astillas de hueso, sangre viscosa y restos de ligamento. La chupasangre gritó.

—Alguien os advirtió de mi llamada, ¿quién?– quiso saber el Cazador.

— ¡No te lo diré!

Blade cogió el garfio y lo clavó en la espalda de su enemiga. Ella vio sus intenciones y dijo veloz:

— ¡Dos emisarios de la Creadora! El vampiro Heinrich y una niña nueva en el Clan… Ella quería que te apresáramos y…

— ¿Sabes algo más?

— ¡No!

—Inútil.

El luchador hizo que el garfio atravesase el corazón de su enemiga. Su cuerpo se desintegró en una llamarada.

—Vampiros a la antigua usanza… Así me gusta.

Blade cogió sus látigos. Con ellos, ató por el cuello a quien le atacó por la espalda.

Aileen.

Blade soltó la presión de los dos látigos.

El cuerpo de Aileen se quedó bailando, dando vueltas cual peonza.

Elijah corría veloz con su puño alzando, iba a por Blade.

El Que Ha Visto La Luz del Sol cogió a Aileen y la arrojó hacia el puño de su hermano.

— ¡No, imbécil!– fueron las palabras de Aileen.

Las últimas.

El puño de Elijah atravesó el corazón de su hermana, que estalló en cenizas. El vampiro Elijah se alejó de las cenizas, traumatizado:

— ¿Qué he hecho?

—Matar a tu hermana– respondió Blade.

— ¡Tú! ¡Tú! ¡Te mataré! ¡Te voy a matar! ¡Te haré pagar por todo esto!

Blade se apartó de su camino. Cogió la atadura de Elijah y tiró de él. El garfio lanzó un trozo de carne fuera de la espalda de Elijah.

—Maldito, maldito…

Miró a todos lados…

Y luego algo le arrolló el cuello.

La cabeza de Elijah se quedó a un lado. Intentó alzarla, pero su cuello era pellejo y pedazos de hueso.

Usando otro de los garfios, Blade atravesó la mandíbula. Utilizando otro más, dibujó una línea sangrienta en el cráneo. El que quedaba se balanceó en la mano de Blade.

—Agh…

Fue lo último que dijo Elijah.

Entonces el garfio le atravesó de cuajo y estalló.

Blade se giró. El patriarca había huido y él sabía.

Fue a por él.

Mientras no se detuviese no sentiría las heridas.



UN BOSQUE OLVIDADO.

—Vayamos a la mansión, creo que esos refinados van a necesitarnos– dijo Heinrich que tropezó con algo–. ¿Qué demonios…? Soy un vampiro, no debería tropezarme…

—Eres gilipollas, con o sin colmillos– soltó Anna y se acercó a la especie de roca negra. No lo era–. Es una trampa…– Vio un cachivache oscuro, de plástico, cristal y…–. Fuera de aquí si quieres vivir, maldito inútil.



UNA MANSIÓN VICTORIANA EN UN BOSQUE OLVIDADO.

Belladona cayó de bruces cerca de una chimenea. Su cabeza dio contra la leña. La sangre le cubrió el rostro. Se alejó… Menos mal que la chimenea no estaba encendida.

Pero eso servía de poco alivio cuando las gárgolas la habían acorralado. Llevaban años bajo el sueño de la piedra así que era de esperar que tuviese mucha hambre.

—Joder, mi vida no puede acabar así…

Entonces, un hombre de ropa elegante manchada de sangre se movió como un haz en busca de todo su dinero y bienes. Iba a huir lejos, muy lejos de allí.

A penas, vio a la bruja.

Las gárgolas abrieron sus fauces.

Belladonna intentó detenerlas.

Pero cuatro garfios las destrozaron de un solo golpe y cubriendo a la mujer de piedra.

Por las cadenas ascendió Blade, mientras el gancho hacía de ancla. El Cazador surgió de las profundidades, lleno de sangre y muerte, y el patriarca Charlois se detuvo en seco.

— ¿Gracias?– susurró Belladonna, pero no dijo nada más.

Charlois convirtió sus manos en un juego de garras, sus colmillos crecieron y sus ojos se inyectaron en sangre. Si querían matarle, iba a dar batalla.

—Te mataré, Blade. Te haré pagar por todo lo que me has hecho hoy. Juro que todo el dolor que me has causado, te lo devolveré mil veces durante un millón de siglos. Haré que lo que te haga se convierta en el sinónimo de lo peor… Satán tendrá en mí a su mayor verdugo y…

Blade se acercó a Belladona, la cogió de la muñeca. ¿Estaba mirando su reloj?

— ¡Atiende, Hijo de la Noche, porque vas a padecer el destino más cruel que se haya escrito jamás de los jamases! Oh, Blade, seguro que…

—Es la hora.

— ¿Qué?

—Cierra los ojos– dijo Blade a Belladonna.

— ¿Por qué?

— ¡Blade!

—Fin.

De pronto, sonó un chasquido.

Como el de un cepo cuando se cierra.

Entonces, cientos de luces atravesaron la casa. Los cañones colocados por Blade estaban cargados. La luz solar artificial entró crucificando al monstruoso Charlois.

Tras treinta segundos, sólo quedó un poco de ceniza. Belladonna abrió los ojos lentamente y Blade la ayudó a levantarse.

—Gracias… Otra vez– murmuró ella.

— ¿Qué haces tú aquí, mujer?

—Soy una bruja y te he visto.

—No firmo autógrafos.

—Sé algo de ti que nadie más sabe– dijo, poniéndose de pie.

—Todo el mundo cree eso últimamente.

—Tenemos un enemigo común, Blade. Lo he augurado.

Blade encontró sus armas encima de una mesa, fue a por ellas mientras pisoteaba los restos de Charlois. Enfundó su katana en su vaina.

—No me interesa…

— Ese enemigo común es una orden de cazadores que vendrá a por ti, pero no a reclutarte, sino a matarte.

Blade señaló todo a su alrededor y dijo:

— Que lo intenten.

Belladonna tragó saliva mientras Blade le daba la espalda y entonces lo dijo:

—Creo que uno de los miembros de esa orden es familia tuya Blade.

—No soporto a la gente que miente.

—No miento.

—No mientas.

— ¡No miento! En mi casa, puedo enseñarte fotos, datos, adivinaciones y… Se apellida Smith, es sacerdote y…

—Si mientes, lo vas a sentir.

Entonces hubo un estallido, un enorme aullido plagó la instancia.

— ¿Rex?– se preguntó Belladonna.

En medio de la sala había un gran lobo que escupía babas por sus enormes y afilados colmillos, que parecían auténticas dagas.

Blade cargó una de sus pistolas.

—Que siga la fiesta.



UNA VIEJA IGLESIA.

El señor Smith bajó la cabeza débilmente, sintiendo que si lo hacía algo más rápido se le partiría el cuello y, quizás, fuese verdad. La corona de espina le enturbiaba el pensamiento.

—Puedes matarme, maldito… Pero no podrás matarnos a todos, Heraldo de las Tinieblas– dijo el sacerdote, aunque no se escucharon bien sus palabras: demasiada sangre, huesos y dientes que escupir–. Vendrán y… Te matarán. Te lanzarán… Al infierno para siempre. ¡Temes y temes con razón!

El hombre que reía se acercó a la cruz. En ella yacía el sacerdote Smith, crucificado.

La petaca con whisky cayó como agua sagrada por la base de la cruz y el propio crucificado, ensangrentado y dolido, pero aguantando para ver a su enemigo y enviar esa imagen del villano a Dios.

—Todos vendrán a por ti– dijo el crucificado, lanzando de su boca sangre y alcohol.

—Me encantan los desafíos.

Le dijo el hombre rico abriendo la boca de su bastón. Un chispazo cayó en el alcohol. La cruz se prendió fuego. El magnate se marchó sin mirar atrás.

El sacerdote no pudo hacer más que gritar.

— ¿Cómo he podido estar por ahí sin ti, pequeño?- le preguntó el monstruo a su báculo.

Luego, se marchó y la Iglesia se convirtió en una antorcha.



CASA DEL INSPECTOR MARLO.

El detective Marlo cogió el teléfono. Estaba en la cama y quería seguir un rato. Le llamaban por el caso de un sacerdote asesinado en su iglesia, crucificado y envuelto en llamas. Marlo colgó el teléfono.

—Esa broma se la va a creer vuestro puto padre.



NUEVA ORLEANS.

Fuera ya el sol lanzaba su luz, pero la negrura de los corazones seguía enturbiándolo. Así es Nueva Orleans.

Continuará…


Si te ha gustado la historia, ¡coméntala y compártela! ;)

No hay comentarios:

Publicar un comentario