Star Trek Defensor nº02

Título: Una fiesta movida
Autor: Guillermo Moreno
Portada: Edgar Rocha
Publicado en: Febrero 2013

Durante la fiesta en la residencia del gobernador de Cestus III , la capitana Matsumoto y su tripulación se ven envueltos en un ataque Gorn ¿Podrán salir vivos de la fiesta?

Durante la última invasión la Federación fue sorprendida con la guardia baja, desliz que ha costado muchas vidas y recurso. El alto mando consciente de las fallas en Seguridad y Defensa ha decidido tomar una actitud más proactiva en ese tema; para ello se ha creado el Proyecto: Defensor. Este consiste en una serie de naves y personal dedicados únicamente a garantizar la seguridad y estabilidad de la Federación y sus aliados. Y estas son las crónicas de aquello que han sacrificado todo en pos del sagrado deber…
Gene Rondeberry y Action Tales presentan
Creado por Guillermo Moreno

Resumen de lo publicado:La Capitana Kuriko Matsumoto llega, con la flota de defensa fronteriza, al sistema estelar de Cestus III. Su misión inicial es entregar la flota en comisión al Comandante Walker, Allí salvará a una caravana de naves mercantes federales, de una asalto pirata. Durante esta lucha conocerá a Rex, un temible pirata gorn que inspira a su pueblo de una forma inusual.
De la batalla ha quedado la promesa de una lucha a futuro… ¿Podrá la tripulación de la U.S.S Hermod con este reto?


I

—Por los poderes que me ha conferido la Flota Estelar de la Federación Unida de Planetas, tengo el placer de promoverle al rango de Capitán, por los años de labor y dedicación incuestionable a su trabajo como Comandante—dijo con calma la gobernadora Yrolla Gari, de Pike City mientras le colocaba, al otrora Comandante Walker, el rango determinado. Luego le extendería un padd— Y he aquí su comisión.

Walker la tomó con una amplia sonrisa en los labios y todo el salón estalló en aplausos. Kuriko apenas aplaudió y para disimular tomo una de las copas que estaban a su disposición en la sala. Con un gesto amargo se alejo a un rincón a cavilar sobre aquella situación. Realmente aquel evento le parecía innecesario e falso, pues cuando Walker se enteró del tamaño y la calidad de la flota que le enviaron realizó un berrinche.

Para el comandante, una armada de defensa conformado por dos naves clase Oberth, dos clase Nova, dos clase Defiant y una sola clase Akira, era un grupo destinado al fracaso, especialmente en un sector tan movido como esa. Lo cierto era que Kuriko pensaba lo mismo, pero a diferencia de Walker, estaba consciente de que la Flota Estelar ya no contaba con la misma cantidad de naves, ni la misma cantidad de efectivos. Y si bien era cierto que la frontera con los Gorns era un sitio a tener en cuenta, pues estos habían roto relaciones con la Federación, era cierto también que los lagartos antropomórficos hasta ahora no habían dado señales de pasar a la ofensiva, por lo tanto aquella frontera no era primordial.

Dio un sorbo al champaña, mientras observaba distraídamente por la ventana el cielo azul de Cestus III y se asombra del parecido que tenía con la tierra. La sala volvió a estallar en aplausos y Kuriko no pudo evitar sentir más agruras. Volteó a ver el estrado donde, el recién nombrado capitán, disertaba sobre los sacrificios y el liderazgo. Observó a la distancia a una figura familiar, allí entre la gente con su uniforme reglamentario y un padd en las manos estaba la Teniente Tamist.


Tamist era la jefa de operaciones de la U.S.S. Hermod, su nave. Una hembra boliana, y como tal una persona con una asombrosa capacidad para trabajar en equipo. Kuriko realmente la apreciaba y la consideraba como una especie de hermanita menor, pues poseía un carácter jovial y había demostrado una dedicación única a su trabajo, como todo boliano, pero también era demasiado ingenua. Esta última característica hacía de ella un blanco para los abusadores, al parecer salvo para ciertas cosas, Tamist tenía dificultades para decir: NO, eso obligaba a Kuriko a ser protectora con su subordinada.

Realmente Kuriko siempre había sido recelosa con los suyos, era un rasgo que acarreaba desde su infancia. Rasgos que se fue acrecentando a medida que iba subiendo de rango en la flota. Ahora que era capitán, y que se encontraba en aquella situación, ese rasgo se había vuelto dominante. Guiado por el mismo hizo un gesto a la teniente para que se acercara.

—Buenas Tardes Capitana— dijo esta con alegría

—Buenas tardes, Teniente— replicó Kuriko con genuina alegría— ¿Cómo se comporta el grupo de trabajo?

—Muy bien, señora— respondió la boliana.

Durante unos segundos, las agruras volvieron, al recordar como su equipo principal, bajo la excusa de que la Hermod era la nave insignia, había sido sobrecargado con trabajo de más. En poco tiempo la mujer observó, y sin poder oponerse, como el Teniente Comandante Bolívar tuvo que coordinar y comandar a todos los jefes de seguridad y táctica de las seis naves, la estación espacial y los cuerpos de milicia en la colonia. Por su parte el Teniente Castellani, jefe de ingenieros de la Hermod, tuvo que hacer lo mismo con los demás jefes de ingenieros tanto de la nave, como de la colonia, la estación espacial y con los grupos del Teniente comandante Bolívar. Al primero le costó mucho imponerse, por suerte su reputación le precedía; al segundo no le costó tanto, pues sin duda Castellani era muy carismático.

Kuriko, al final, aceptó aquella situación porque realmente era lógica. Pero lo que realmente la lleno de ira fue el hecho de que Walker decidiese hacer una fiesta, para celebrar su acenso y Tamist fuese nombrada coordinadora del evento, sin que a Kuriko se le consultase sobre la disponibilidad de su subordinado.

—Me alegra— respondió — pero no te esfuerces de más, es una orden— Tamist sonrió y asintió — ¿Cómo le estará yendo a Giuseppe?


II

—¡¡Puerca Miseria!!— Gritó el Teniente Castellani — Tenías razón, estas mandarinas cosechadas son mejor que las replicadas.

—Paga— dijo uno de los milicianos con una sonrisa.

—Dos barras de latinio prensado en oro— dijo Giuseppe con cierta tristeza mientras se la tendía al miliciano que sonreía con cierta suficiencia.

— ¿Sobre qué más quieres apostar?

—No pienso perder más dinero— dijo el Teniente mientras se ponía de pie. Y se acercaba a un replicador — un vaso de agua fría— ordenó a la maquina. De repente un ruido llamo su atención y observó que en una de las consolas brillaba algo. Se acercó rápidamente y observó.

— ¿Vieron esa baja de energía?

— ¿Cuál?— respondió uno de los milicianos—Lo sensores no detectaron nada.

—Novatos— respondió el Federal mientras introducía unos códigos en la consola— hubo una especie de fuga de energía durante unos minutos en esta red.

— ¡Ah! ¿Eso? Nah, eso no es nada. Es usual.

— ¿Usual?— inquirió escandalizado Giuseppe

—En efecto, señor— respondió el miliciano— ¿Acaso olvido que estamos en tierra y que lo sistemas interno de este palacio no han sido actualizado en tiempo?

Giuseppe gruñó ligeramente y luego masculló — Aun así, le iré a echar un vistazo.

—No pierda el tiempo, señor. Seguro fue un lagarto o una rata. Quédese…

—Y que pierda otra cosa— replicó este con una sonrisa—No, mejor voy a ver qué paso— continuó y tomo su equipo— la sala de maquina esta cerca, y me llevo una de estas para el viaje.

La luz, en la sala de maquinas, era escasa pero a pesar de ello Giuseppe se pudo mover con facilidad. El sonido de las consolas funcionando y el leve zumbido de la energía recorriendo toda la zona lo reconfortaba. No era igual que estar en una nave espacial pero era lo más cercano. Tomo su tricorder y realizó un escaneo por el salón, no detecto nada fuera de lo normal.

Caminó con calma por el salón hasta que dio con un panel abierto.

— ¡Puerca miseria!—exclamó como siempre— ¿Qué ha pasado aquí?— barrunto mientras se agachaba a ver los desperfectos— ¿Una rata? No me gustaría encontrarme con la rata o el lagarto que hizo esto.

Giuseppe, como todos aquellos que le son realmente fieles a su vocación, se puso a trabajar con rapidez, y con la misma presteza quedo absorto en su labor que no vio la sombra que se le acercaba por la espalda.


III

Súbitamente, sin dar tiempo a nada, la energía en el palacio del gobernador de Pike City se fue. Y a pesar de que la humanidad se encuentra en el siglo 24 nadie pudo evitar actuar como si fuesen primitivos. Los gritos de sorpresa y terror no se hicieron esperar.

— ¿Qué ocurre?— le preguntó Kuriko a Tamist. Antes de que esta pudiese dar una respuesta, a la gobernadora y el, recientemente nombrado, capitán Walker se acercaron a la boliana. El primero realmente preocupado, el segundo hecho una furia.

— ¿Qué ha sido eso?— preguntó Walker en tono altanero. Kuriko rápidamente tomo a la boliana por el hombro para darle apoyo mientras lanzaba una mirada asesina a Walker

—Se ha venido abajo la red de energía de la casa— respondió la Teniente Tamist

—En algunas partes de la ciudad también— agregó con calma el gobernado quien miraba por una de las ventanas. Ya la noche había caído sobre la principal ciudad de Cestus III.

De repente se escuchó una fuerte explosión que hizo temblar a la casa. Los gritos de pavor se alzaron por todos lados, y en cuestión de segundo la sala de Fiesta se había vuelto un caos. Walker comenzó a gritar, llamando al orden. Al ver que no lograban imponer su voluntad decidió descargar su frustración en la Boliana, pero Kuriko ya la había sacado de allí.

—Vamos al centro de control— le ordenó la japonesa mientras se desabotonaba el cuello de su uniforme de gala.

—Deje que yo lo resuelva, señora. Es mi deber—replicó una titubeante Tamist

—Así será— replicó la japonesa— lo resolverás tú, yo te asistiré.

Ya se habían internado en el oscuro pasillo cuando aparecieron dos milicianos con sus armas prestas y preocupación en el rostro. Tamist volteó a ver a Kuriko y esta asintió.

—Asegurad la sala de fiesta y tratad de imponer el orden— dijo la boliana. Los jóvenes milicianos se miraron uno al otro y luego miraron a alguien detrás de las dos mujeres.

—Haced lo que ellas han dicho— dijo la gobernadora Gari.

—Usted debería quedarse en el salón— le recomendó Kuriko.

—No— dijo él— lo interesante de la fiesta está aquí.

—Es por su… —Tamist no alcanzó a decir la parte final de la frase cuando otro temblor y otra explosión sucedieron.

— ¿Qué diablos estará pasando?— inquirió Kuriko.


IV

El teniente Giuseppe logró eludir el primer golpe al lanzarse hacia un lado. Observó como una espada impactaba en el suelo donde otra estuvo él. Frente a él se hallaba una extraña criatura. Aquel ser poseía una forma humanoide, tenía una altura cercana a la suya, pero su apariencia era realmente inusual, pues parecía que reflejaba hacia adelante lo que está detrás de ella, dando la impresión de que el entorno estaba distorsionado.

La criatura alzó de nuevo su espada y lanzó otro golpe, Giuseppe rodó rápidamente por el suelo, de nuevo la fortuna le sonreía.

— ¡Puerca miseria!— masculló— gracias Leonardo, nunca me quejaré cuando me obligues a ser guardameta en los programas de la holocubierta.

La criatura siseo mientras el ingeniero retrocedía lentamente por el suelo. Una segunda criatura apareció y se acercó al panel abierto.

—Aléjese de allí— alcanzó a gritar Giuseppe. A la criatura, sinceramente le daba igual los gritos del humano porque comenzó a desmantelar lo que había allí adentro.

El monstruo frente a él alzó la espada. Giuseppe miró a los lados buscando una vía de escape o un arma. Saturado su torrente sanguíneo de adrenalina no alcanzó a ver solución alguna, salvo prepararse para el golpe…


V

A pesar de que le había dicho a la teniente Tamist, que ella tendría el control de la situación, la capitana Kuriko Matsumoto, con fáser y linterna en mano no pudo evitar ponerse al frente del grupo. Cuando aquella criatura pareció caer de techo, y reflejar la luz de la linterna con la cual las tres personas la iluminaron, tanto la teniente Tamist, como el gobernador se alegraron que Kuriko estuviese al frente.

— ¡Qué diablos!— exclamaron Tamist y el gobernador; Kuriko por su parte se limitó a apretar el gatillo.


La luz del fáser iluminó el pasillo y atrajo la atención de otra criatura. Esta era similar, del mismo tamaño e igual de delgada, además poseía la misma característica de proyectar lo que estuviese a su espalda. De nuevo Kuriko presiono el gatillo sin dudarlo.

— ¿Están muertos?— preguntó la gobernadora.

—No, solo aturdidos.

— ¿Qué son?— inquirió Tamist

—Parecen gorn, deben ser crías o adolescentes— replicó Kuriko

—No, no lo son. Los gorn en esas etapas no son tan delgados, ni tienen esos rasgos tan extraños— aclaró la gobernadora Gari.

—Y supongo que tampoco tienen la cualidad de igualarse con su entorno cual…

—Camaleones terrestres— le atajó Tamist.

Sin mediar palabra la capitana y el gobernador ataron a las criaturas, mientras la boliana se internaba en el comando. No mas llevó a cabo esa acción salió pálida

—Los han matado a todos

— ¿Y Giuseppe?—Inquirió Kuriko realmente preocupada

—Solo hay dos allí

Como cosa del destino de la consola salió un chillido y pudieron escuchar algo.

—Auxilio, ¿hay alguien allí?— grito una voz por el comunicador, era la voz de Giuseppe.


VI

La espada descendió a gran velocidad, pero el italiano fue mucho más rápido. Giuseppe se deslizó por el suelo con rapidez y sin calcular su fuerza, terminó dándose con una de las consolas.

— ¡Madona mía!— exclamó lleno de alegría al ver como eludía el golpe de la criatura— gracia, gracias.


La bestia bufó, demostrando que realmente estaba furiosa por cómo se desarrollaban los eventos. Aquella situación le dio tiempo al teniente para llamar refuerzos, pero al parecer nadie le respondió.

De repente hubo unos chispazos y destellos, producto del vandalismo del otro intruso, que llamaron la atención de la criatura atacante. —A la oportunidad la pinta calva— pensó el teniente, quien rápidamente como si un resorte interno se hubiese disparado, se puso de pie.

—Este va por cortesía de la casa— alcanzó a decir mientras le soltaba un golpe a la criatura directamente a la cabeza. Su arremetida, tomo al alienígena por sorpresa y fue tan fuerte el impacto que le hizo perder el equilibrio— Y este lo anotaré en mi cuenta— continuó Giuseppe mientras le asestaba un golpe por lo que pensaba eran las costillas.

La criatura trastabilló y cayó al suelo en medio de una cacofonía de chillidos, mientras el italiano se sobaba la adolorida mano. El vándalo al ver a su compañero en el suelo se puso de pie, lanzo un sonoro bufido y se abalanzó contra el teniente. Este realmente asustado se congeló. Para su suerte un destello naranja impactó al vándalo en pleno vuelo haciéndolo caer como peso muerto.

— ¡Madona mía!— exclamo el italiano, mientras observaba a su fiera capitana en la puerta con fáser en mano.

El primer agresor, que se hallaba en el suelo, se puso de pie rápidamente y con espada en ristre se abalanzó contra el ingeniero. La intención era obvia, atravesarle el pecho. Pero de nuevo la fortuna, que al parecer estaba embelesada con el italiano, le sonrió. Un segundo destello naranja surgió desde la puerta impactando al agresor vaporizándolo en el acto.

Giuseppe levantó la vista agradecido, esperaba ver a su capitana con una sonrisa de medio lado y una actitud altiva, pero en vez de eso se encontró con la teniente Tamist, con una expresión de suficiencia en su rostro.

—Alguien descubrió que tiene agallas— masculló Kuriko.


VII

—No tenemos contacto con el exterior— respondió Tamist después de hacer un diagnostico a la consola—Parece que algo bloquea la señal en cualquier frecuencia.

— ¿Qué eran esas criaturas?— preguntó Giuseppe.

—Alguna clase de gorn, una clase que no nunca había visto— respondió la gobernadora Gari.

—Primero el tal Rex y ahora estos… ¡Más lagartos extraños!— masculló el jefe de ingenieros

— ¿Qué estarían buscando?— inquirió Kuriko.

—Descargaron los planos del palacio y trataron de acceder a los ordenadores privados, pero fueron incapaces, además de bruscos a la hora de infiltrase— respondió la boliana sin levantar la vista de la consola—he dado con la señalar que nos bloquea.

—Anúlala—ordeno Kuriko.

—No puedo, señora—replico Tamist— hasta ahora lo que puedo hacer es sobrepasarla, pero para eliminarla, tengo que dar con la fuente que nos interrumpe.

—Además de que necesitaras más energía— intervino Giuseppe, quien rápidamente tomó sus herramientas —vuelvo a la mina, pero esta vez… armado— agregó mientras tomaba un faser— por si acaso.

— ¿Eso es lo único que han robado de la base de datos?— preguntó la gobernadora Gari.

—En efecto— replicó la Boliana.

—Tantos esfuerzos ¿Para qué? ¿Por quien habrán venido?

—Es obvio Señora— replicó Kuriko— han venido a por usted y nosotros

— ¿Y las explosiones previas?— replicó Gari

—Una mera distracción— respondió Kuriko— un plan simple, pero realmente efectivo, decapitar a las defensas del sector.

— ¿Qué haremos entonces?— preguntó Gari

—Atar muy bien a estos bichos para que no se suiciden— dijo la capitana de la Hermod—, luego usted se queda aquí y yo voy a ver ¿Qué ha pasado con los demás capitanes?


VIII

A Kuriko le hubiese gustado llevarse consigo uno de los fáser, pero la idea de dejar a Tamist y a la gobernadora desarmadas con aquellos gorn, realmente no le agradaba. Así que, con sable gorn en mano, se lanzó aquellos oscuros pasillos. Caminó con calma y subió las escaleras con ojo avizor no solo por el peligro que representaban los escalones, sino que ahora estaba al tanto de que por cualquier lado podría aparecer uno de esos gorns. Durante un buen tramo la paranoia se apoderó de ella, no dejo de mirar sobre su hombro o alrededor.

Al cabo de un rato, tanto la oscuridad como el calor comenzaron a importunarle, pero la mujer se mantuvo impertérrita, hasta que les llegaron los sonidos de la masacre. De tres en tres, y sin importarle el calor o los gorns escondidos en los oscuros rincones, Kuriko subió los escalones, tratando de controlar su respiración y así mantener un condición física estable. Al cabo de unos segundos llegó al pasillo que llevaba a la puerta principal del salón de fiesta.

—Sálvate, Matsumoto— gritó uno de los capitanes, que escapando de la sala de fiesta, salió a toda velocidad hacia ella. El terror en el rostro del joven capitán era genuino, especialmente cuando trastabillo y cayó al piso.

—No— grito la mujer con fuerza cuando observó como un par ojos carmín aparecieron en el aire, y de la nada se materializó una espada lista para atravesar en dos al humano. Kuriko realmente deseó en ese momento, no haber dejado atrás el faser. Rauda y veloz se lanzó con el sable en mano contra la espada flotante.

El atronador sonido fue acompañado por un sinfín de chispas que saltaron por los aires cuando las dos espadas colisionaron. El lagarto lanzó un bufido y lentamente se fue haciendo visible. Frente a Kuriko se hallaba un lagarto, que si bien no era tan robusto como los otros gorns, no dejaba de ser imponente y feral. Este, a diferencia de los otros tres capturados, se veía realmente imponente. La mujer pudo observar como sus escamas se iban moviendo y cambiando de color lentamente, mostrando cómo funcionaba el camuflaje. El lagarto se relamió frente la visión de la mujer, y aparentemente excitado por el llanto del capitán a sus pies.

Kuriko retrocedió lentamente con el sable en alto, totalmente atenta, evitando parpadear o perder de vista a la bestia. En cambio el gorn seguía, maliciosamente, relamiéndose. Con un simple movimiento el alienígena liberó a su presa, realmente el capitán llorón ya no le interesaba, pues frente a él había una presa más valiosa.

Humana y Gorn, ambos con espadas en alto, en medio de un campo de batalla, como dos samuráis terrestres se prepararon para atacarse. Aquel era un momento realmente tenso, quien cometiese el primer error, moriría.

Kuriko no podía dejar de pensar en lo que ocurriría si fallaba, hacía mucho tiempo que no practicaba el kendo; se sentía oxidada, incapaz de cumplir aquella tarea. Lentamente su mente se fue llenando de temores y dudas, se vio a si misma partida en dos. A medida que el pánico crecía en su interior las fuerzas de su cuerpo comenzaban a menguar. Inhaló y exhaló, debía calmarse si deseaba vivir; gracias al sencillo ejercicio la mujer fue recobrando el control de su cuerpo, y en pocos minutos se sintió capaz. —Recuerda a aquellos que dependen de ti— se dijo mientras apretaba con fuerza el arma gorn.

El gorn bufó y Kuriko lanzó un sonoro grito de batalla mientras se lanzaba contra la bestia. Las espadas volvieron a colisionar, las chipas volaron por todos lados, como resultado de los veloces y casi coreografiados movimientos, ambos combatientes, realmente diestros, ejecutaban. El gorn resoplaba cuando la humana lanzaba alguno golpe y le obligaba a ceder terreno, por el énfasis Kuriko pudo inferir que el alienígena estaba realmente asombrado.

Kuriko volvió a retroceder levantando la guardia, y su oponente realizo la misma acción. La mujer pudo ver como el pecho de la bestia subía y descendía a gran velocidad. Sin duda lo había obligado a esforzarse de más.

—Seguro pensaste que iba a ser una presa fácil— masculló Matsumoto mientras cambiaba de postura— Esto acaba aquí, y ahora.

Aquella noche el palacio del gobernador de Cestus III escucho un sonido que no se oia en la tierra dese hacia cientos de años. El sonido del acero chocando contra el acero… el sonido de un espíritu quebrando a otro espíritu, y luego el sonido de la piel, carne, hueso y cartílago, siendo desgarrado por el acero vencedor.

La sangre, a pesar de ser roja, era realmente tibia… en aquel momento volaba por los aires acompañada de un resoplido de dolor, inundando y manchando todo el pasillo. Certificando sin duda que allí un guerrero había obtenido una muerte honorable y otro se había cubierto de gloria. El sabor de la sangre, del gorn le pareció desagradable a Kuriko, la escupió rápidamente, y luego con la manga de su traje de gala se quito los restos de sangre del rostro. A sus pies yacía el agonizante gorn, quien temblaba a medida que se iba ahogando en su propia sangre.

—Sin duda esta ha sido una fiesta movida— masculló Kuriko, quien agotada dejaba caer el sable gorn. Trató de avanzar unos cuantos pasos pero sus piernas la traicionaron. Kuriko Matsumoto, no tardó en caer redondita en el suelo, mientras la oscuridad la devoraba.


Epilogo.

Lo primero que Kuriko alcanzó a ver cuando volvió en sí, fueron los compungidos rostros de Tamist y Giuseppe, quienes no tardaron en acercarse al lecho de su capitana.

— ¿Dónde estoy? ¿Qué ocurrió? ¿Cuánto?— alcanzó a preguntar la mujer con una voz carrasposa.

—Un día más o menos, Neko ese es el tiempo que ha pasado— respondió Giuseppe usando el sobrenombre que le había puesto hacía muchos años.

—Agua— dijo Tamist mientras le acercaba a la mujer un vaso con el vital líquido.

—Estas en la enfermería del palacio de la gobernadora Gari.

— ¿Y los gorns?

—Muertos— respondió Giuseppe— de los tres que capturamos uno Tamist mató a un uno que se libero y trato de devorar al gobernador. Los otros dos al ver lo que hizo nuestra amiga aquí, se dejaron apresar. Minutos después se suicidaron, tenían algo parecido a una píldora de cianuro.

Kuriko miro con calma a Tamist, quien parecía había cambiado por aquellos actos. Ahora había en ella un brillo único, un brillo que le decía a Kuriko: ya puedo defenderme y defender a los demás.

—Bien hecho— le dijo Kuriko— ¿y el resto de los capitanes?

—El gorn que tú mataste y su compañero, mataron a buena parte de ellos y de los otros invitados.

Pero Walker ya se encargo de reponer las perdidas, y de asignar nuevos hombres.

—A dedo y sin sopesar los expedientes— intervino Tamist. A Kuriko aquello no le gustó.

—El gorn con que el que combatí no estaba solo, entonces ¿Qué paso con su compañero?

—Se escapo— respondió Tamist— cuando dejo el planeta la señal que nos interrumpía desapareció.

— ¿Llegaron a ver su nave?

—No, los sensores en tierra, en la base en órbita, de los satélites y de las naves patrullas, no detectaron nada— respondió Tamist— claro ejemplo de que enfrentamos una tecnología de camuflaje realmente buena.

—Y que tenemos un infiltrado o nos han infiltrado— intervino Giuseppe sombríamente.

—Bien entonces hay mucho por hacer— respondió Kuriko tratando de ponerse de pie.

—Nada de eso señorita—respondió Giuseppe— usted va a descansar, nosotros nos haremos cargo de la fuga de información y de las conclusiones. El doctor dijo que usted se desmayó por agotamiento y porque no había comido casi nada. Realmente para usted jovencita… fue una fiesta movida.

Kuriko gruñó por lo bajo y una sonriente Tamist replicó —Ordenes del doctor.

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