The Spider nº01

Título: La justicia de the Spider
Autor: Luis Guillermo del Corral
Portada: Jose Baixauli
Publicado en: Febrero 2013

¡¡Nueva serie! !Llega a Action Tales el Maestro de la mente! ¡The Spider! ¡El implacable azote del submundo criminal!
Su justicia  es rápida, despiadada, y absoluta. En secreto, él es el rico criminólogo Richard Wentworth, pero también es el demonio que aterroriza a los criminales que tienen la fatalidad de caer enredados en su Web de la Justicia. Él es...
Creado por Harry Steeger

La noche había caído sobre Nueva York. Los edificios se alzaban como árboles muertos y pelados atravesando las brumas nocturnas. Era una noche sin luna, el cielo estaba cubierto y las luces de las principales calles semejaban fuegos fatuos que atraían a los caminantes de vuelta a sus hogares. Charlaban despreocupados, tratando de olvidar por unos momentos las dificultades que atravesaba la nación.

En un callejón mal iluminado, frente a la salida de servicio de uno de los más exclusivo clubes de la ciudad aguardaban cinco hombres. Todos se cubrían con el gris uniforme del ejército de los estados confederados., armados de acuerdo a su atuendo. Todos tenían sus crueles labios torcidos en una truculenta sonrisa. Su aspecto hacia que parecieran escapados de un libro de historia.

Durante varias semanas, los hijos de Lee habían cazado a todos aquellos que consideraban inferiores a ellos. Habían hecho que la tierra se emborrachase con la sangre de aquellos que se creían con derecho a respirar el mismo aire que sus superiores los hombres blancos. Esa noche, cazarían otra presa. No habían podido llevar consigo sus perros de caza. Pero daba igual. No se olvidarían de alimentarlos con la carne de la pieza que iban a cobrar... una vez se hubieran hecho con su macabro trofeo, claro está.

Joshua «Diablo» Brooks era un ex boxeador que tras casarse abandonó el ring para dedicarse a la música. Había encontrado trabajo tocando la batería en un puñado de clubes. Pero era sobre todo un habitual del Ámsterdam Palace. Era además alguien que siempre estaba luchando por leyes más justas para todos. Sin importar el color de su piel.

Eso, añadido al hecho de ser un hombre negro, le convertía en una codiciada pieza a ojos de aquellos que en su maldad se creían superiores a otros. El líder del grupo, identificado por ser el único que lucía uniforme y galones de capitán sudista, alzó el sable.

-¡Preparen armas! -Los cuatro a sus órdenes, uniformados como vulgares soldados, se echaron los rifles al hombro. Armas antiguas y restauradas, listas para matar una vez más. La puerta que daba al callejón se abrió. Escucharon una murmurada despedida y como se volvía a cerrar la puerta. El sable bajó, decretando la muerte de un inocente.

-¿Quien anda ahí? -La difuminada luz se deslizó espesa a lo largo del filo del arma blanca hasta destellar en su punta. El antiguo púgil se puso en guardia; dispuesto a usar los puños que tantos rivales habían sufrido en el cuadrilátero. Pero su juego de piernas ya no era el mismo. ¡Piernas que fueron destrozadas ante los disparos que atravesaron el callejón!

Las balas quebraron sus rodillas, haciéndole caer contra el muro y golpear el suelo con dureza. Sus atacantes soltaron de inmediato los rifles y se abalanzaron sobre Joshua, sujetándole los brazos. El líder se acercó, como una pesadilla surgida de pasado de plantaciones y látigos abriendo espaldas quebradas por el sufrimiento. El hombre vestido de capitán sudista escupió su venenoso odio ante los aterrados ojos del hombre.

-Que esto sirva de escarmiento a los que se creen iguales a los auténticos hombres. Serás un magnifico trofeo en nuestra galería. -Cuando el filo ya descendía hacia el cuello del otro, giró la cabeza. Había escuchado ruido de pasos a su espalda.- ¿Que diablos...

Al otro extremo del callejón, a la borrosa luz que se arrastraba desde la calle principal, vieron como alguien se acercaba. Bajo un elegante sombrero y una capa con forro, distinguieron una máscara, una lacia cabellera desordenada hasta los hombros y unos amenazadores colmillos contraídos en una mueca de ira.

¡The Spider! ¡El implacable azote del submundo criminal! Un ensordecedor trueno se dejo oír y el criminal cayó al suelo sin vida. Los otros alzaron la vista. El justiciero cubrió la distancia que lo separaba de aquel grupo sin dejar de disparar sus pistolas. Dos cayeron con sendos disparos en el cuello, antes de poder recuperar sus rifles. El tercero trató de incorporarse y huir, pero una bala le atravesó el corazón. El último cayó de frente con tres balas alojadas en el pecho. Su mano no había llegado a rozar el viejísimo revolver militar sureño en su cinturón.

The Spider enfundó sus armas y sacó un pequeño mechero de platino. Apretó la base contra la frente de los cadáveres. Los cinco mostraban ahora un símbolo escarlata con ocho peludas patas. Una imagen que hacía que aquellos que hacían de los inocentes sus presas temían y la Ley consideraba tan malvado como ellos.

¡El sello de the Spider!

Tragando con dificultad, Joshua humedeció sus aterrorizados labios y por fin gimió unas casi incomprensibles palabras. La ejecución de aquel quinteto de desalmados había ocurrido con cegadora velocidad, en mucho menos tiempo del necesario para contarlo.

-Gra...gracias. Me ha salvado la vida. -Richard Wentworth, el hombre tras la máscara, se volvió. Pensaba que había llegado demasiado tarde. De no ser así, la preocupación por una vida inocente habría entorpecido sus acciones. Semanas de implacable persecución yacían marcadas en el suelo junto al barro y las ratas. Esa noche, rendirían cuentas en el infierno por el dolor causado a aquellos que sus víctimas habían dejado atrás.

Joshua intentó hablar, pero estaba demasiado débil. The Spider aporreó la puerta de servicio hasta que un cocinero con cara de pocos amigos y menos paciencia apareció. Sin darle tiempo a reaccionar, Wentworth señaló el inconsciente cuerpo de Joshua.

-¡Avise a un médico! -¡Este hombre se muere! -Sin esperar respuesta, the Spider se dio la vuelta. Con un vuelo de su capa abandonó el callejón. Ya se escuchaban acercándose las estridentes sirenas de la policía y el terror del inframundo del hampa se perdió en las brumas que cubrían Nueva York. Se había hecho Justicia.

La justicia del Amo de los Hombres.

La funda del violín se cerró y Richard Wentworth suspiró frustrado. Sonrió resignado y se disculpó ante Nita. La hermosa, amable, valiente Nita Van Sloan. Sus rizos color avellana coronaban su elegante figura, vestida de azul, con los hombros desnudos. Una de sus manos rascaba la cabeza del fiel Apollo. El gran danés añadía un punto de fuerza a su figura que no hacía más que confirmar lo que Wentworth ya sabía sobre lo excepcional de la mujer que amaba.

-¿Que ocurre, Richard?

-Lo siento, pero hoy no soy yo mismo. Dos semanas ya tras esos Siniestros cazadores. Stanley es un buen hombre, pero el fiscal del distrito no para de frenar sus esfuerzos.

-Hoy salvaste la vida de un hombre -replicó, tratando de animarlo.

-Que quedará lisiado de por vida. Un hombre cuyo único delito, al igual que aquellos que no he podido salvar es tener un color de piel diferente.

>>Armstrong es un fiscal débil de carácter, pero esto es excesivo. ¡Hace dos días unos hombres como los que hoy he matado marcharon a través de central Park arrastrando los cadáveres de sus víctimas! ¡Y el fiscal entorpece y detiene la investigación de la policía!

>>Si Anthony Quinn siguiera en activo ¡seria implacable! pero desde que se quedó ciego rara vez se le ve ya en los tribunales. No, Nita. Solo the Spider puede detener esta ola de odio.

La mujer suspiró. Sentía la tristeza y la rabia de él como si fueran suyas. Durante dos semanas, un mal surgido del pasado de la nación se había ensañado en los mismos que fueran liberados de la esclavitud cuando el país luchó contra sí mismo.

Vestidos y armados como las tropas del General Lee, varios grupos se dedicaban a cazar como si fueran bestias a la población negra de la ciudad. Los cuerpos sin vida desaparecían y solo quedaban atrás familias destrozadas y desatendidas por las autoridades.

La cicatriz en su sien se volvió blanca una vez más. Richard Wentworth, como The Spider, estaba dispuesto a todo con tal de detener a los Siniestros Cazadores que depredaban a débiles e inocentes.

-Caballos, armas, uniformes... Tienen que salir de algún lugar. ¿Donde pueden tener su guarida?

-Quizás alguna vieja familia sureña -sugirió Nita-. Conozco a los herederos de varios criadores de caballos también.

-Ten cuidado, querida. -había genuina preocupación en sus ojos-. Puede ser peligroso.

-Richard Wentworth -respondió irritada-. No es la primera vez que corro peligro a tu lad... -En ese momento Ram Singh entró en el salón del piso. El silencioso e inexpresivo sirviente hindú entró en el salón del piso. Murmuró un saludo en su idioma y tendió con nerviosas manos el periódico de la mañana a Wentworth.

-Sahib, esto es inaudito.-Se inclinó, saludando a Nita. Como la elegida del hombre a quien servía, la mostraba una cortesía que no dedicaba a ninguna otra mujer.- Reclaman vuestra presencia

El aludido, en cuanto vio la noticia ocupando la primera página del New York Herald en su totalidad, enmudeció de la sorpresa. Parpadeó varias veces e inspiró profundamente antes de comprobar la veracidad del inmenso titular que tenia ante sus ojos. Captando la tensión del ambiente, Apollo se sentó sobre sus cuartos traseros, con las orejas tiesas. Nita no preguntó que ocurría. Richard se lo diría. El hombre que el submundo criminal temía y conocía como the Spider se hallaba más sorprendido que cualquiera de los presentes. Las enormes letras impresas rezaban:

SE RUEGA LA AYUDA DE THE SPIDER


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En el próximo episodio: ¡La Ira del Amo de los Hombres!

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