The Spider nº06

Título: ¡The Spider Atrapado! 
Autor: Luis Guillermo del Corral
Portada: Jose Baixauli
Publicado en: Julio 2013

El Hospital de San Patricio. Un lugar donde el Amo de los Hombres hallará respuesta a una pregunta que le atormenta. Pero perseguido por el Inframundo criminal y las fuerzas de la Ley, su solitaria guerra es una llena de obstáculos y no tan inesperados antagonistas. Podrá actuar cuando su mismo refugio se vea afectado
Su justicia  es rápida, despiadada, y absoluta. En secreto, él es el rico criminólogo Richard Wentworth, pero también es el demonio que aterroriza a los criminales que tienen la fatalidad de caer enredados en su Web de la Justicia. Él es...
Creado por Harry Steeger

Mientras el taxi atravesaba la marea de denso tráfico neoyorquino, mil y una preguntas terribles aullaban en la cabeza del hombre. ¿Qué le había ocurrido a Nita? ¡¿Que le habían hecho?! ¿Porque la vio junto al que mandaba el grupo que asaltara la escuela? ¿Qué habría hecho que los Hijos de Lee desencadenaran su ira contra ella?


En medio del caótico pandemonio que era su mente, una idea trataba de colarse en la mente de Richard Wentworth. Pero el miedo, no, el puro pánico de que hubieran hecho daño a Nita la mantenía tan a raya que solo podía permanecer sentada en un rincón de su atormentada mente.

Cuando llegó, pago el viaje y añadió un extra por la prisa que el taxista se había dado y para que llevara a Apollo hasta su domicilio. Un can en el hospital causaría un revuelo y molestias innecesarios y su humor no era el más adecuado en esos momentos.

-¡Enfermera! ¡Este hombre ha sido herido de bala, necesita atención urgente! -Hubo un revuelo de batas, firmas en papeles y rostros fugaces en los que no se fijó. Cuando se hubo asegurado de que Ram Singh fuera atendido como debía, se dirigió al médico que permanecía frente a él-. Doctor, ¿ha ingresado aquí recientemente una paciente llamada Nita Van Sloan?

El otro, acostumbrado a todo rango de inquietud del ser humano, respondió con voz flemática al tiempo que se ajustaba las gafas sobre su ganchuda nariz.

-Si, de hecho yo mismo la atendí. A ella y su acompañante. Antes de que diga nada, el secreto profesional me impid...

-Tengo que verla Doctor. Ahora. -El médico obedeció sin evitarlo. Aquella voz pertenecía a alguien diferente. ¡La voz del Amo de los Hombres! Le guió hasta la habitación donde se hallaba Nita.

La observó con una mezcla de profunda pena e intriga. No parecía estar herida. Su expresión era de profundo horror. Se echó al cuello de él y lloró. El la abrazó y cuando posó su mano en el cuello notó algo. Algo que echaba en falta.

Sus sedosos rizos. No los encontró. Sospechaba que debajo de su elegante sombrero tampoco los hallaría.

-¡Dick! ¡Oh, Dick! ¡Es horrible! -Buscando un lugar más discreto, la condujo hasta la habitación donde habían alojado a Ram Singh. El fiel hindú dormía por efecto de las drogas analgésicas. Nadie les molestaría.

El plan de Nita había sido conseguir información. Investigar entre sus conocidos de la alta sociedad neoyorquina y descubrir si alguno estaba relacionado con los Hijos de Lee. Consiguió que Eugene Jefferson II, un criador de caballos y soltero de oro, le invitara a una exclusivísima velada en el Southern Cross Club.

Allí trató de defender a una camarera que estaba siendo reprendida. ¡A latigazos! Logró evitar el castigo, pero el dueño del club dijo que «era una afortunada coincidencia que tuviera decidido actuar hoy». La obligaron a ver como se preparaban para lo que llamaron «batida de monos». ¡Mandada por Jefferson! Los caballos pastaban en el gran jardín trasero del club, aparentando ser el excéntrico capricho de su dueño, que los mantenía como otros mantienen ciervos o patos en un estanque.


-Jefferson era el jinete enmascarado junto al que me viste, Dick. Cuando regresamos, me encerraron, me afeitaron la cabeza y me arrojaron a la calle junto a la camarera. ¡Lo que la hicieron! Me trajeron aquí y me dijeron que no hablara si no deseaba que «mis seres queridos sufrieran las consecuencias». ¡Pensé que te había ocurrido algo!

-Nita, eres la mujer más valerosa que he conocido jamás. -Contuvo un suspiro-. Quédate aquí con Ram Singh. Estarás segura. Tan solo dime una cosa. Donde vive Jefferson. The Spider va a hacerle una visita.

>>Tú ya has hecho mucho. Has confirmado una sospecha que tenia y me has dado una oportunidad para asestarles un golpe que les haga daño de verdad. Se acabó el ir a por sus pelotones. Voy a cortar las podridas raíces de su árbol y arrancar los colmillos de su odio. Uno a uno si hace falta. -Se separó de ella con reluctancia.- Cuando Ram Singh despierte, dile que te he dejado bajo su protección. No existe mejor guardaespaldas.

Apenas minutos después, cogía el periódico de un niño que voceaba los titulares:

-Quédate con el cambio, chico. -Wentworth contuvo una maldición. La primera página estaba dedicada a os actos de los Hijos de Lee. Habían empezado a actuar en varios frentes a la vez. Un edificio de viviendas y dos iglesias en zonas pobladas por negros. De nuevo esa extraña idea quiso entrar en su cabeza, pero se retiró al oír una familiar voz saludándole:

-Buenos días, Richard. -Stanley Kirkpatrick permanecía de pie a escasos dos metros. Le acompañaban dos hombres de aspecto serio, con sombreros y trajes de corte sencillo y poco agradable a la vista. Le miraban directamente a él. Como un vaquero a punto de echar el lazo a una cabeza de ganado más. El comisario de policía era su amigo. Pero la atmósfera de aquel encuentro carecía de camaradería por completo.

-¿Es este un encuentro oficial, Stanley? -Los dos hombres quisieron adelantarse, pero les detuvo el brazo del aludido.

-Eso me temo. Tras hablar con un muy valioso testigo, se ha decidido que tengas escolta federal. Las declaraciones de ese testigo te implican de modo directo.

-¿Estoy detenido?

-No. no se te acusa de nada, es por tu protección. Nita está implicada también. Después del incidente en su domicilio y la marca encontrada en los cuatro cadáveres... -Richard Wentworth no mordió el anzuelo. Si replicaba corrigiendo aquellas palabras se delataría como the Spider, y no podía permitírselo.- Los agentes Garland y Carrigan se encargaran de tu seguridad.

>>No repliques, Richard. Es por tu propio bien. -El otro suspiró con un contenido alivio. Era evidente que el señor Garou había logrado hablar con él. Discutir no serviría de nada. Tenia que deshacerse de aquellos agentes y sabia como. -Lamento todo esto, de verdad. Pero como te dije, mis manos están atadas y sigo órdenes directas del mismo Hoover.

-Entiendo. -Wentworth sonrió satisfecho de oreja a oreja-. No te inquietes, Stanley. Cundo el deber llama, cada uno ha de cumplir con aquello que le corresponde. Caballeros, si hacen el favor de acompañarme a mi domicilio...

A pesar del fastidio que suponía en sus planes, se esforzó por pensar con claridad. Acarició la cabeza de Apollo y agarró su violín. Y al furor de las irritadas notas, ¡aquella esquiva idea por fin estalló en un fúnebre presagio de muerte!

El hospital de san Patricio había sido construido y era financiado a través de donaciones filantrópicas. El mismo contribuía. Pero el mayor y más constante donante era el único heredero de una muy antigua familia sureña. Dueño además de un muy famoso y aun más exclusivo local.

¡El Southern Cross Club!

San Patricio además tenía otra característica de la que él se había dado cuenta solo e ese momento: ¡Casi todos los pacientes eran negros! Recordaba las líneas finales de la noticia de primera plana: os heridos han sido trasladados de urgencia al hospital de san Patricio.

Guardó el violín. Era hora de actuar sin más dilación. Primero insistió en que los agentes federales comieran unos bocadillos, pero estos los rechazaron al estar de servicio. Después cogió un fardo de ropa en el cual había ocultado todo aquello que hacía que adoptara el aspecto de the Spider, azote de los criminales. Entre las telas ocultó también el compacto kit de herramientas que siempre usaba en su lucha más sus dos pistolas automáticas.

-¡Eh! ¿Dónde va? -El agente Carrigan se interpuso en el camino que llevaba.- ¿Dónde cree que va, amigo?

-Déjale, Nick. -Su compañero, más alto y de gesto más apacible, atravesó la puerta a la cual se dirigía. Salió segundos después con una satisfecha expresión socarrona en los labios.-. Es seguro. No hay escalera de incendios al otro lado de la ventana.

-Y tampoco hace falta que entren conmigo. Se muy bien como usar un baño sin escolta. ¿O son mis carceleros?

-Piense lo que quiera, amigo -replicó Carrigan irritado-. Hasta que nos ordenen lo contrario, seremos sus sombras.

Sin necesidad de fingir su malhumor, Richard Wentworth entró y cerró el pestillo interior. En apenas unos segundos, adoptó el temido aspecto de aquel que helaba con despiadado terror el negro corazón de los criminales. Esperaba que Jenkins supiera actuar y ponerse fuera de peligro.

-¡Socorro! ¡No se nada Spider! ¡No! ¡NO! -desenfundó una de sus pistolas y disparó, destrozando el cristal. Casi al instante, los dos agentes del FBI intentaron entrar a la vez derribando la puerta con sendas patadas. Estorbándose el uno al otro, le dieron al Amo de los Hombres los instantes necesarios para estrellar contra el suelo un cristalino prisma al tiempo que se cubría su enmascarado rostro con la capa.

¡Un destello cegador explotó al tiempo que gritaba!

-¡Eres mío Richard Wentworth! ¡No podrás decir lo que sabes!

Continuará...


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¡En el próximo episodio!: ¡El precio de la Traición!

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