Blade nº10

Título: La muerte de los monstruos (III): Ejército.
Autor: Carlos Javier Eguren
Portada: Conrado Martín
Publicado en: Mayo 2013

Los Ángeles buscan exterminar a los monstruos. Si consiguen la espada de Azrael, podrían conseguirlo de forma inmediata. Blade se ha unido a Drácula y un grupo de monstruos para hacerse con el arma antes de que la condena caiga. 
Solo hay una persona que se interpone entre la humanidad y los Hijos de la noche. Un cazador solitario cuya misión es eliminar de la faz de la tierra a ese cáncer llamado Vampiro.
Creado por Marv Wolfman y Gene Colan


UNO

Mucha gente desaparece. Muchas personas aparecen muertas y nunca se sabe cómo han fallecido. Muchos psicópatas escapan. Solo algunos sabían la verdad: porque eran los que se codeaban con los monstruos y sabían que la mayoría de desapariciones y asesinatos extraños tenían que ver con licántropos, vampiros, zombis… y demás bichos raros, como la Orden de Los Ángeles. Y parte de esos que sabían cosas se habían reunido en la torre de Drácula.

—Los Ángeles han avanzado bastante en estas semanas. Ahora, hay que detenerles– les dijo aquel empresario tras cuya sonrisa se escondía el conde.


—Bien, bien, trabajo de campo por fin– se alegró Lilith. La hija de Drácula no había tenido una vida precisamente agradable con su padre (cosas que pasan cuando te lo intentas cargar un par de veces), pero allí estaba. Muchos secretos tras una mirada sombría.

—Hija mía, el resto, escuchadme. Los Ángeles sirven a un solo propósito: destruir a los monstruos. Los superhéroes no van a salvarnos. Solo podemos salvarnos nosotros mismos– les advirtió Drácula.

— ¿Quiere decir eso que Hulk no es un monstruo? ¿Que es un tío guai?– preguntó Danny sacudiendo su flequillo blanco–. A ver, si eres parte de Los Vengadores o lo has sido, ¿ya no eres un monstruo sino un superhéroe?

—Cuando acaben con nosotros, no te quepa duda de que irán a por esos… superhéroes.

—Joder, pues yo iría antes a por los superhéroes, seguro que son más duros de liquidar.

Danny era un vaquero del presente en un caballo hecho de fuego: el Jinete Fantasma, un nuevo avatar del averno. ¿Por qué? Pactos con Mefisto que solo él conocía.

— ¿Podemos ver cuál es el siguiente plan y dejar de discutir por chorradas?– preguntó Rex, cansado. Estaba bastante nervioso desde que había recopilado todos los ataques sospechosos de haber sido llevado a cabo por los Ángeles. Cuarenta en todo el país en las últimas dos semanas.

Stoner era un licántropo a su pesar, que buscaba una manera de escapar de su lado oscuro. Servir a Drácula se había convertido en su destino.

—El plan es seguir con la búsqueda que emprendieron otros antes que nosotros: encontrar la digna espada de Azrael antes que la orden de los Ángeles– habló Drácula.

—Bien, podemos irnos cada uno por nuestro lado y buscar esa maldita espada siguiendo las pistas más fiables que hayas conseguido– le dijo Morbius a Drácula.

—Hijo mío, no es tan sencillo. Separados somos más débiles.

—No soy un vampiro, no soy hijo de un bastardo como tú, Drácula.

—Gracioso. Recuérdame cortarte la cabeza cuando terminemos con esto.

–Yo he visto que buscamos la espada todos juntos– contestó Belladonna. Ella era la adivina en prácticas, que había visto que tenía una misión que cumplir: detener a los Ángeles.

— ¿No será que habéis visto alguna película sobre Los Vengadores y ahora os ponéis en plan los Bichos Raros Más Poderosos de la Tierra?

Lo dijo Terror. Era el antihéroe en estado de descomposición, que nadie sabía qué hacía uniéndose a Drácula. ¿Miedo? ¿Tratos secretos? ¿Aburrimiento? Todo era posible con él.

—Las ratas de biblioteca han recopilado información de todas las leyendas y testimonios disponibles– dijo Blade, llegando en ese momento hasta la estancia donde estaban todos reunidos–. El Museo de los Monstruos. Transilvania. Un antro creado por monstruos para guardar sus secretos. Un viejo lugar abandonado para cualquiera que no sepa mirar. Su propietario es alguien que puede saber o tener la espada.

— ¿Nos vamos de excursión, papá?– preguntó Terror.

—Sigue con los chistes, campeón- contestó Blade– y te pondré un explosivo en la cabeza y me quedaré con el temporizador para volarte en pedazos cuando me plazca. ¿Te apetece?

DOS

La siguiente parada fue la armería. Tras revisar cada una de las que escogió (no se fiaba de Drácula), Blade pudo decir que aparte de parecer él un almacén de armas con piernas, era lo más agradable que había hecho en años.

— ¿Feliz, Cazador?- preguntó Terror.

Con una sonrisa siniestra, Blade le enseñó un pequeño disco. Era un explosivo con temporizador. Terror se alejó.

TRES

Un avión privado de Drácula les trasladó hasta Moscú. Era una auténtica joya basada en los descubrimientos de un cuerpo científico que había trabajado con un solo límite y no era el dinero, sino la imaginación.

—Avión propio pilotado por un androide– dijo Morbius volviendo a donde estaban sentados los pasajeros–. ¿Desde cuándo hemos subido tanto el listón?

—Padre siempre ha sido un presuntuoso teatral– contestó Lilith–. Créeme, esto solo nos pone por encima de grupillos como Los Vengadores…

— ¿Los Vengadores? ¿Grupillo?– preguntó Danny sin dar crédito.

—… De los Grandes Lagos– completó Lilith.

—Eso es otra cosa– contestó Danny–, aunque podríamos ponernos algún nombre de mierda con una X delante y seríamos famosísimos.

El muchacho se colocó los cascos de su MP3 para escuchar algo de música heavy. Adoraba Black Sabbath y parecía que el Espíritu de la Venganza también. Deseaba escapar en su caballo de fuego hasta Moscú antes de aguantar aquellas chorradas.

— ¿Sabéis qué? Deberíamos ponernos un nombre que mole. Hijos de las Tinieblas, por ejemplo– propuso Terror mientras bebía una botella de vino.

—Suena demasiado a los Hijos o la Legión de la Noche– masculló Morbius, algo cansado de tener que “socializarse”.

— ¿Y qué os parece Los Vengadores Oscuros?– se le ocurrió a Terror.

—Demasiado bueno. Seguro que alguien ya lo tiene cogido aquí o en otro universo– contestó Lilith–. Podría mirar en Facebook si está libre, todos los superhéroes tienen grupos de Facebook, pero…

— ¿Y Ejército de las Tinieblas?– quiso saber Terror.

— ¿Nunca has visto ninguna película de Sam Raimi?– preguntó Lilith.

— ¿Sam Raimi? ¿Ese no hizo una serie del tipejo aquel de Hércules? ¿Y Armada de las Sombras? ¿Qué tal suena?

De pronto, se escuchó un sonido metálico. Todos miraron atrás, a varios asientos de distancia. Blade les estaba mirando mientras afilaba su katana.

—Eso no me da buena espina– sostuvo Rex.

—Tienes razón– apoyó Belladonna, la vidente.

Por suerte para la Armada de las Sombras, Blade no decapitó a nadie, aunque a Terror casi se le cayó la cabeza (pudo coserse trozos de cuello que había comprado; siempre se pudría y necesitaba pedazos para no seguir en ello).

Poco después, llegaron al helipuerto de una de las mansiones de Drácula en Transilvania.

CUATRO

Entre montañas y niebla, encontraron una caverna que conducía hasta la ciudad subterránea donde se hallaba el Museo.

—Yo os abriré paso– habló Danny avanzando con su corcel en llamas.


—La Linterna Humana– se mofó Morbius–. ¿No había uno de Los Cuatro Fantásticos que se llamaba así?

— ¿Podemos continuar un rato sin tener que aguantar chistes malos?– se quejó Rex. Aquello lo sacaba de quicio.

—Presagio que no– contestó Belladonna.

La caverna había sido encontrada bajo la luna llena siguiendo un antiguo mapa que Terror calificó de “Muy a lo Tolkien”. Ahora, descendían mientras gotas de agua se filtraban. En el suelo polvoriento veían viejas vías. ¿Fue una mina?

—El aire está demasiado cargado– dijo Lilith avanzando, haciendo gala de su afilada mirada.

—Lo siento, he sido yo– soltó con una risotada Terror.

Blade fue hacia delante cargando con todas sus armas.

—Prefieres trabajar solo– dijo el Jinete.

—Cada segundo, me confirmáis más por qué– replicó el Cazador.

CINCO

El Museo de los Monstruos fue creado en Transilvania por una banda de criaturas errantes. Eran licántropos, pero también había vampiros, incluso hadas y hasta una especie de momia… Eran seres expulsados del mundo que solo habían encontrado aceptación estando con otros. Y muchos eran herederos de viejas ferias de monstruos, los llamados freaks.

Habían construido la vieja mina donde reunir su propia historia: armas de aquella batalla vencida contra un pueblo de fanáticos, dibujos de la primera vez que uno huyó de un grupo con hoz y antorcha, imágenes del primer monstruo que llegó a los más altos niveles de la sociedad sin que nadie lo supiera… Recuerdos de todo lo que habían sido durante décadas y décadas.

Y, años y años después, un grupo de monstruos transitaba los túneles en busca de algo que no era lo que imaginaban.

SEIS

Bajaron y bajaron. La larga noche del túnel parecía inescrutable e inabarcable.

Entonces, fue cuando pasó.

Belladonna dio un largo grito y cayó de bruces. Cuando Rex fue a por ella, la encontró con los ojos en blanco. Farfullaba extrañas palabras, hablando con una voz de ultratumba.

— ¡AZRAEL… CAERÁ…!

Sus palabras a continuación fueron ininteligibles. ¿Se estaba tragando la lengua o hablando en otro idioma?

Tuvo varias convulsiones y al final quedó inconsciente.

El ataque dejó al resto del grupo haciéndose preguntas.

— ¿“Azrael caerá”?– preguntó Terror y miró hacia arriba–. Yo no veo ninguna espada a lo Damocles…

—La espada debe estar aquí para caer, ¿no?– preguntó Danny a lomos de su caballo en llamas–. Rex, quédate con Belladonna y nosotros avanzaremos hasta el corazón de esta ciudadela.

—Me necesitáis– protestó Rex.

—No. Un licántropo que pierde el control en un espacio tan pequeño es lo menos que necesitamos– habló Lilith, aunque sabía que Rex había luchado todo el día consigo mismo para no transformarse–. Belladonna no puede seguir y no la podemos abandonar, menos ahora que parece habernos sido tan útiles.

Morbius dio un par de pasos hacia delante, donde estaba solo Blade.


— ¿En qué estás pensando, Cazador?

—En cuánto tardaré en encontrar esa espada, Morbius.

— ¿Tanto deseas ayudar a Drácula?

—Más bien, librarme de vosotros.

— ¿Nos vas a extinguir, a caso? ¿O es encontrarla para que la misión en conjunto termine?

—No me hagas decidir tan rápido, Morbius– habló Blade antes de seguir caminando hacia delante.

SIETE

El aire se volvió cada vez más putrefacto. La tierra estaba empapada de algo que parecía sangre. El grupo seguía adelante sin Belladonna y Rex, que se había quedado protegiéndola. Todos esperaban estar tomando decisiones acertadas.

— ¿Quién iba a decir que un Museo de los Monstruos fuese tan… oscuro?– preguntó Terror cargando su revólver.

— ¿Cualquiera?– contestó con tono de pregunta Lilith.

—Touche.

El caballo de Danny empezó a relinchar y alzarse. Danny intentó calmarlo.

— ¿De qué se asusta tu caballo, Clint Eastwood?– inquirió Morbius con curiosidad.

—Mi caballo es un corcel del infierno. Créeme, no se muestra así por algo banal– replicó Danny consiguiendo que el caballo continuase–. No se mostraría así por ninguna maldición o hecho que tuviese que ver con el averno.

— ¿Con qué se mostraría así?– le dijo Blade.

—Con nada. Nunca se ha comportado así.

Inquietos, aquella comunidad de seres tan diferentes continuó el último tramo del largo descenso.

OCHO

Horas después, el grupo empezó a ver una luz que no procedía del fuego de Danny. Había una apertura que daba a una sala colmada de una luz gris. Ninguno se mostró confiado. Había algo extraño ante ellos.

Blade junto a Danny abrieron la expedición. Fueron los primeros en encontrarse con lo que les deparaban los hados.

Cientos de esqueletos se pudrían en un lecho de muerte.

—Esto es un cementerio– dijo Danny, perdiendo el control.

— ¿Los Museos no son cementerios al fin y al cabo, monstruo?

La voz que hizo la pregunta surgió del interior de aquella estancia circular. ¿De dónde provenía? El eco se repitió.

De pronto, un hombre con un sudario blanquecino, capucha y máscara de plata, emergió con una espada de doble filo. Era un Ángel de la Mañana Silenciosa.

—¡Esto es una trampa!– dijo Morbius lo que todos pensaban. Mostró rápidamente sus fauces.

El resto del grupo tomó posición de ataque.

—Yo en vuestro lugar, no haría eso– habló el Ángel y señaló a su alrededor con tranquilidad–. Ya veis lo que les pasó al resto de los monstruos.

La manta de cuerpos inertes había formado un hedor y una masilla que rodeaba pequeños recuerdos de aquel Museo: cuadros, objetos históricos…

— ¿Qué deberíamos hacer, entonces, hijo de perra?– exclamó Terror dando un paso adelante.

—Muy heroico, monstruo.

—¡Claro que soy heroico! ¡Ni siquiera los habéis dejado no pudrirse! ¡Podría haber aprovechado sus cuerpos!

El Ángel señaló hacia las alturas. El grupo de Blade miró arriba. Alrededor de toda la estancia, en grietas superiores habían apostados Ángeles y más Ángeles, docenas y docenas, portando metralletas y demás armas. Al final había una apertura, como si fuera el agujero de un gran pozo. La Armada estaba cercada.

—Está claro lo que debéis hacer ahora: morir.

NUEVE

Rex se sorprendió preguntándose si el resto estaría bien. Había pasado cierto tiempo con ellos y ninguno era su amigo, pero todo dependía de aquellos monstruos.

A su lado, tendida en el suelo, yacía Belladonna. Lentamente, su respiración se había ido volviendo más normal. ¿Cuánto hacía que Rex había conocido a la muchacha?

Fue hacía años, tras una violenta transformación. Todos rehuían a Rex, medio desnudo y con el rostro marcado por las heridas. Solo alguien se le acercó y fue aquella chica menuda y nerviosa que le dijo:

—Te he visto en mis sueños. Te necesito para evitar el apocalipsis.

Fue una locura,

pero hacía tiempo que todo era una chifladura en la vida de Rex.

De pronto, en el presente, Belladonna abrió sus ojos de par en par.

— ¿Dónde…?

—Estamos en el túnel del Museo, Belladonna.

Ella se incorporó veloz, Rex tuvo que sostenerla para que no se cayese.

— ¿Y QUÉ HACEMOS AQUÍ? ¿POR QUÉ NO NOS HEMOS IDO? ¿DÓNDE ESTÁ EL RESTO?

— ¿Qué? ¿Qué ocurre Belladonna? Hemos venido a por la espada. No nos hemos ido porque pensamos que Azrael estaría cerca por lo que dijiste: “Azrael caerá”.

—Rex, hay un grupo de Ángeles que se llaman A.Z.R.A.E.L. ¡Son los encargados de buscar la espada! ¡Ellos llegaron hace semanas y liquidaron a todos los que habitaban el museo como si fuera su hogar! ¡Ahora, es uno de sus cuarteles!

— ¡Mierda! ¡Yo me quedé aquí cuidándote, el resto ha avanzado! ¡Hay que hacer algo para que regresen antes que…!

De pronto, se escucharon disparos.

DIEZ

—Oh, ¡muy bien!

Esas fueron las palabras del Ángel que había aparecido primero en la estancia. Las últimas.

Su cabeza se convirtió en una papilla de trozos de hueso, carne y cerebro. Cayó fulminado.

—Tenía ganas de volarle la cabeza a ese hijo de puta– dijo Terror con su pistola aún humeante.

La ola de balas que cayó a continuación fue terrible. Hubo gritos y rezos. Blade fue el primero en cubrirse las espaldas dando un salto a un lado, acompañado del resto. Se cubrieron tras vitrinas y puntos muertos.

Danny Tech consumió su corcel, aquella ilusión de fuego y, como Terror, soportó la avalancha de balas. De pronto, el Jinete Fantasma se había envuelto en oscuridad.

Mientras, Terror se había convertido en un cadáver lleno de agujeros, caído en el suelo.

El Jinete alzó sus manos y lanzando un grito, su fuego trepó como una serpiente, abrasando a muchos Ángeles que no se lo esperaron.

— ¡Esto no ha terminado, Blade! ¡Hay que hacer algo!– exclamó Morbius desde detrás de la vitrina donde se guardaba una cabeza reducida que se hizo trizas con las balas–. ¡Danny no resistirá esto eternamente!

El Jinete empezó a lanzar todas las balas que le habían disparado como si fueran proyectiles de fuego. Varios Ángeles fueron alcanzados, la mayoría se cubrió mientras preparaba un nuevo ataque.

— ¡Hay que retroceder mientras el Jinete nos cubre las espaldas!– ordenó Blade y se aproximó hasta Lilith.

— ¡No podemos dejarle atrás!– habló la hija de Drácula.

— ¿Y desde cuándo tú eres tan compasiva?

—¡Desde que tú lo has olvidado si es que alguna vez lo fuiste!

Los Ángeles cargaron bazucas desde lo más alto.

—¡Intentadlo, malditos!– desafió Danny mientras disfrutaba calcinando enemigos. Llovían como fuego sobre las ciudades malditas de la Biblia.

No tardó en darse cuenta de algo. Los Ángeles trepaban hacia arriba. Iban a escapar por aquel agujero y ellos estaban abajo, en el fondo del pozo.

Los que cargaban bazookas salieron y apuntaron con sus armas hacia la estancia bajo ellos. Si la volaban, derrumbarían todo sobre la Armada.

— ¡Qué pedazo de…!– gritó Danny e hizo volar una estela de fuego hacia los Ángeles, pero no logró alcanzarles.

Blade salió con Lilith intentando cubrirse de la destrucción reinante. Morbius les siguió.

— ¡No me dejéis atrás, mamones!

Era la cabeza de Terror. Morbius la cogió con algo de asco y se la pasó a Lilith, quien se convirtió en la encargada de llevarla.

— ¡Un cadáver nuevo como cuerpo y estaré como nuevo!– exclamó Terror.

— ¡Jinete…!– empezó a decir Blade.

—¡Os cubriré las espaldas, sí!– completó el Jinete–. ¡Pero no creo que sea suficiente! ¡Van a derrumbar este Museo! ¡Corred todo lo que podáis! ¡Espero que sea lo suficiente!

ONCE

Rex había pensando en ir hacia delante, pero Belladonna le detuvo.

— ¡Te he visto saliendo por un camino que hay tras ese pasaje!– dijo la joven señalando hacia atrás.

— ¿Hay un camino por ahí? ¿Para llevarnos fuera? ¿Por qué debería ir por ahí? ¿Por qué debería quedar como un cobarde?

—¡Porque yendo hacia delante solo hallarás muerte!

Rex sacudió su rostro.

—No puedo pensar que yo huya y…

—Hazme caso.

— ¡Nunca ha funcionado!

— ¡No puedes reescribir el futuro!

Belladonna dijo aquello y se marchó hacia el sendero que creía haber por lo que había visto.

Y Rex terminó siguiéndola.

DOCE

Los cañonazos empezaron a hacer que todo tronase. La tierra temblaba y el calor era abrasador. Blade, Morbius, Lilith y la cabeza de Terror escapaban por el túnel del Museo lo más rápido que podía.

— ¿Tendrán ya a Azrael?– preguntó Lilith, preocupada.

—Si la tuviesen, ya nos habrían exterminado– contestó Morbius, sensato.

— ¿Y si son unos hijos de puta que les encantan los ritos?– preguntó Terror.

—Créeme, son unos hijos de puta que les encantan los ritos, pero también son rápidos– contestó Blade sirviendo de lo que había aprendido estudiando cada caso.

TRECE

Belladonna intentaba recuperarse, pero Rex no pudo soportarlo. Habían logrado salir bajo la luz de la luna llena. La bruja había acertado con aquel camino secundario…

Pero ahora los huesos de Rex se hicieron añicos y la piel se hinchó hasta romperse. ¡El licántropo era libre!

—Oh, no, otra vez no…

Y el hombre lobo, lejos de atacar a la joven que suplicaba clemencia, salió corriendo hacia el lugar donde olía carne que devorar: carne de Ángeles.

CATORCE

— ¡Hijo del demonio!– exclamaron varios de los Ángeles empuñando sus bazucas. Sus proyectiles eran disparos, pero muchos estallaban nada más salir-. ¡Hijo de mil demonios!

—¡Se nota que me conocéis!– contestó Danny.

El fuego de Danny calcinó a varios de ellos. Era la fuerza del miedo encarnado. Varios Ángeles lanzaron más proyectiles y algunos acertaron.

La boca del pozo comenzó a derrumbarse y la Armada iba a ser enterrada.

QUINCE

Varios refuerzos habían acudido a ayudar a los Ángeles que disparaban desde el pozo hasta el interior del Museo donde se atrincheraba el Jinete, sirviendo de distracción mientras Lilith, Terror, Morbius y Blade escapaban.

Ninguno de ellos llegó. Una enorme fiera cayó sobre ellos. Los Ángeles eran expertos matando a licántropos, pero no uno como aquel, uno que almacenaba demonios dentro. Rex, en fase, lanzó dentadas y mordiscos y saboreó la muerte de sus enemigos.

Pero el Museo ya estaba cayendo abajo para entonces.

DIECISÉIS

— ¿Por dónde diantres tenemos que ir?– exclamó Terror. Lilith intentaba que la cabeza de aquel zombi no se le cayese al suelo mientras huían.

— ¿Dónde están Rex y Belladonna?– preguntó Blade a Morbius.

—Los huelo– dijo Morbius–. ¡Seguidme! ¡Si no están aquí es porque han encontrado una salida!

— ¿Cómo sabes que han ido a una salida y no a otra cámara?

—Su olor se diluye, Lilith. Por tanto, deben haber salido al aire libre.

Morbius les guió, pero, para entonces, ya las piedras del techo se desprendían y todo se convirtió en un terrible caos.

DIECISIETE

Piedra sobre piedra. La lluvia de rocas cubrió pronto la sala principal, sepultando al Jinete. Por los pasajes, todo vibraba y caía hasta pronto convertirse en ruinas. El recuerdo de los monstruos era enterrado para siempre.

DIECIOCHO

Los últimos Ángeles cayeron al abismo, prendidos en las llamas del Jinete o convertidos en trozos de carne tras ser mordidos por el licántropo. La furia y la muerte reinaron por doquier entonces.

DIECINUEVE

Rex no volvería hasta horas después, cuando amaneciese y pudiera controlar al lobo que controlaba su alma ahora. El grupo se quedó junto al pozo derrumbado.

—Ya ha muerto uno– dijo Lilith tras dejar en el suelo la cabeza de Terror.

—En realidad, tía buena, ya hemos muerto todos un par de veces– dijo Terror–. ¿Nadie me va a preguntar cómo sigo hablando y demás mierdas cuando solo soy una cabeza?

—Nos importa más lo que le haya pasado a Danny- dijo Lilith.

Entonces, el suelo empezó a temblar. El humo entre las piedras ascendió como si estuvieran en un terreno volcánico.

—No puede ser…– dijo Lilith, que había visto muchos milagros y aquel le parecía de los más sorprendentes.

De pronto, empezó a escapar un aire cálido que prendió fuego. Después, surgió la mano esquelética. Lentamente, las piedras cercanas se fundieron. Danny apareció como el Jinete.

— ¿Cómo podíais creer que un avatar del infierno puede morir?– preguntó luciendo una sonrisa mientras adoptaba forma humana.

—Nadie sensato lo creería– dijo Blade.

Entonces fue cuando Morbius lanzó un gritó y golpeó al Cazador.

VEINTE

Morbius fue hacia Blade y lo cogió del cuello, alzándolo y arrojándolo contra el suelo. El Cazador no tardó en apuntar a la cabeza de Morbius con su pistola.

— ¿Qué diantres está ocurriendo?– preguntó Terror–. ¡Ojalá tuviera brazos para poder dar yo también un par de hostias!

—Morbius piensa que Blade nos trajo aquí sabiendo que nos encontraríamos con los Ángeles, que realmente sirve al Maestro y nos ha traicionado– contestó Belladonna.

—Qué bien lo ha dicho la bruja, ¿eh, Blade?– dijo Morbius furioso.

—No necesito que otros hagan el trabajo sucio por mí– contestó Blade–. Si quisiera mataros, lo haría con mis propias manos.

Y entonces, Lilith les tiró algo.

VEINTIUNO

El disco de Lilith se sacudió hasta que empezó a brillar. ¿Era un explosivo? Un halo de luz escapó de su interior y creó un rostro.

No, no era un explosivo. Era un trasmisor de hologramas.

La cara que dibujó fue la del mismísimo Drácula.

—Veo que hay problemas en el paraíso- dijo con sorna.

—Tu Cazador ha demostrado ser un traidor a los suyos– se pronunció Morbius con rabia–. Sigue sirviendo a su Maestro. ¡Ha querido liquidarnos trayéndonos a esta trampa!

—Blade no os ha conducido a esta trampa. En cambio, yo sí.

Las palabras de Drácula resonaron. Ninguno de los presentes parecía dar crédito.

—Jugué con las pistas hasta atraer a Blade a este lugar. Unos gitanos errantes me informaron hace tiempo que el Museo había caído y era ahora un cuartel improvisado de Los Ángeles.

Morbius hubiese golpeado el rostro de Drácula si no hubiera sido una ilusión. Incluso pensó en arrancarle la cabeza de cuajo.

— ¿Por qué nos ha hecho esto tu padre?– preguntó Danny a Lilith, pero Drácula replicó:

—Quería poneros a prueba con esta batalla y no puedo decir que la suerte no haya jugado bastante a vuestro favor, pero cuando el mal se enfrenta a otro mal solo la fortuna decide al vencedor.

La Armada se quedó completamente en silencio mientras el rostro de Drácula esbozaba una sonrisa.

Si Blade no era el títere del Maestro, tal vez sí lo eran todos de Drácula. Era algo que estaba por decidirse.

En el suelo, entre las piedras, en idioma de los monstruos había un trozo de pergamino que caía al suelo. Decía “Az ra´el”, que significa “Maldición”.

Continuará…


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